Una identidad champetuda como diferencia para Bogotá

Ya no hay necesidad de hacer balances artísticos de fin de año. En la actualidad, los contadores de las empresas de espectáculos de bellotas proporcionan esta crítica económica. Para la sociedad neoliberal, es suficiente el acomodamiento  de las cifras de pérdidas y ganancias realizado por sus contadores. Esto es lo real. Lo demás es palabrería. En la época del mercado global, los indicadores críticos más importantes del campo del arte contemporáneo los suministran los contadores institucionales,  o de oficio, es decir, los curadores de Ferias de Arte como aquellos importados para la BIACI o el 43Salón (inter) nacional de artistas. Especializados en estos espacios repletos de boutiques, son ellos quienes ilustran la consigna de los mercados de bienes suntuarios: nunca antes el arte fue tan boyante como ahora. ¡Nunca tuvo tanto ímpetu! ¡Y todo gracias a las Ferias de Artes y a sus Agentes, los $Curadores! Pocos y pocas son quienes señalan que la bonanza del arte colombiano es un indicador acerca del nivel de desigualdad que padecen las grandes minorías artísticas, políticas, raciales, sexuales y sociales. Entre esas pocas están Las Meninas emputás.

Quienes hablan acerca del ímpetu del arte colombiano manipulan y tergiversan un aspecto nuclear. En primer lugar, esconden el conflicto silenciado por las Ferias de Arte. En segundo lugar, se equivocan acerca del sujeto de estas historias emergentes del conflicto. El sujeto mútiple y diverso de esta historia no son los curadores como sueñan los señores y las señoras del mercado: son los y las artistas colombianas agarradas a los márgenes de las instituciones, ya sea férreamente burocratizadas o violentamente feudalizadas. Dentro de este sujeto múltiple y diverso de las historias emergentes del arte colombiano, sin duda están Las Meninas emputás: Muriel Angulo, Helena Franco y Alexa Cuesta. Como ellas, en Colombia existen muchos colectivos cuyas actividades son invisibilizadas por los discursos institucionales acerca del mercado global del arte, el cual está afincado en sus principales metrópolis. Las Meninas emputás acusan a Bogotá de ser la entelequia responsable del despojo cultural que padece el arte colombiano, en especial aquel arte que emerge en la región Caribe. Tienen razón, pero, para evitar otra equivocación nuclear adicional a las muchas que tergiversan la experiencia del arte colombiano, es perentorio hacer algunas  aclaraciones.

Comparto algunos puntos de vista con Las Meninas emputás. En primer lugar, su denuncia valiente y persistente de los dispositivos mercantiles y curatoriales. Su clamor vehemente es oportuno y abre espacios de comprensión alternos al mercado. Bogotá también padece estos dispositivos, y con seguridad otras ciudades. Sin embargo, en el Distrito Capital se implementa otra estrategia para enfrentarse al poder institucional: ¡la hipocresía palaciega y servil! En segundo lugar, coincido en la importancia que le dan a la acción en este país de estetas leguleyos. La manera como Las emputás instalan otro tipo de prácticas espaciadas reta la ideología apoyada o implementada por el Ministerio de Cultura. Se trata de prácticas ajenas a la cacareada ideología de los Espacios Independientes, es decir, aquella consigna neoliberal, según la cual el artista es empresario de sí mismo y que en esta medida se autoconstituye como el adelantado privilegiado del capitalismo financiero. En tercer lugar, destaco su decisión de propiciar la creación de  una fabla fabuladora, un habla fluida para las artes, más coloquial, menos erudita, menos pretensiosa. En general, una habla alterna al discurso institucional. En la entrevista emputá con Rafael Escallón, este artista muestra una Colombia más vital, pensándose a sí misma como diferencia en acto, actuada, en acción, configurándose a cada paso.

 

 

Existen dos puntos que no comparto con las Las Meninas emputás. En primer lugar, para que su discurso sea coherente consigo mismas deben hacer un acto de exorcismo para sacar el diablo que se les metió adentro, sin percatarse de ello ni tomar conciencia de esta contradicción performativa: tomar el discurso colonial de Las Meninas para hacer una crítica decolonial. Nada menos que a nombre de estas niñas aristocráticas del siglo XVII, las artistas emputás hablan de emancipación.

En segundo lugar, con insistencia, las artistas emputás, argumentan que un curador externo a la Región Caribe está incapacitado para acceder a la verdad esencial de la región. Pregunta Helena Franco: “¿con qué autoridad un artista de otra región viene a decirnos quiénes somos?” La pregunta de carácter ontológico postula que alguien está en posesión del saber de ese ser que habita la región Caribe, así muchos especialistas tengan claro que ser es aquello que está en los bordes de los signos que lo reclaman. Sin duda alguna, este enfoque cuantifica la experiencia, la reduce al número de días que puedo permanecer en un lugar, al número de artículos que puedo escribir acerca de él, o al número de libros que se leen acerca de su historia oficial. El enfoque es ideológico, pues, considera que en cada región subyace un origen inmaculado, eterno e infinito, al cual sólo pueden acceder ciertas mentes artísticas con nombre propio: el marginado artístico, político, racial, sexual o social.

Acostumbrados como estamos en Bogotá a cohabitar con múltiples maneras de apreciar la realidad circundante, este enfoque discursivo desconoce la versatilidad cultural de la época actual, una época en la cual a cada paso encontramos cuerpos de diferencias que nos salen al encuentro reconfigurando nuestra experiencia, percepción, comprensión e intelección de este instante en que quedamos despojados de mundo, en este instante en que todos  y todas quisimos retar los peligros que acontecen cuando se piensan espacios de igualdad para todos y todas. La experiencia culturalmente diversa que tenemos de Bogotá refuta el horizonte discursivo de Las Meninas emputás. No existe una mirada privilegiada para captar una realidad específica en la mismidad de su esencialidad infinita. Las emputás, lo saben muy bien. No se trata de un conjunto de Nereidas pintadas en un lienzo de Ana Mercedes Hoyos. Son mujeres de mundo, leídas y muy perspicaces. Han viajado y vivido en el extrajero o exponen su producción artística en el Distrito Capital.

En Bogotá, son muchos y muchas las que han venido y han hecho grandes aportes a la experiencia que tenemos de esta ciudad violentamente bella. Bogotá es tan diversamente bella que se vuelve insoportable.  Como aconsejan las élites, es más fácil vivir la ciudad de manera limitada, como rescoldo de una rancia tradición, el cual es resguardado por unos atavismos feudales. El asunto es que muchos y muchas no queremos la tranquilidad que se ofrece en ese rescoldo bogotano. Esa esencia caribeña que postulan Las emputás. Ojalá  estas mujeres aguerridas tuvieran el coraje de proponerle al Distrito Capital una curaduría campetuda, una curaduría auténticamente política. A nivel del Ministerio de Cultura es imposible, pues, allí los feudos son más reaccionarios. Por supuesto, hay que presentar la propuesta ya, ¡antes de que culmine la presente administración!

 

 

 

 

 

C e n s u r a

Debo comunicar y manifestar mi perplejidad e inconformidad por la retirada de la exposición “Ornitología bolivariana” de las salas de exposición de la Casa Museo Quinta de Bolívar, sucedida el día 10 de octubre del presente año. Personas presentes en la visita oficial de la Excelentísima Presidenta del Brasil Sra. Dilma Rousseff, así lo notaron. La exposición pública retirada, “Ornitología bolivariana – La Fábula de los Pájaros” es un proyecto de mi autoría y pertenece al ciclo de exposiciones del VIII Premio Luis Caballero 2014-2015, y fue seleccionada por un comité en el marco de una convocatoria Nacional.

Esta muestra interviene las salas de la Quinta de Bolívar, y esta compuesta con los magníficos ejemplares de aves disecadas cedidas en préstamo y con enorme generosidad por el Museo de Historia Natural de la Universidad de la Salle, en Bogotá. Los ejemplares constituyen una de las más significativas colecciones de avifauna colombiana, y son base de consulta de científicos y naturalistas que reconocen en esta colección méritos a nivel internacional. El proyecto ha sido el resultado del esfuerzo y apoyos de muchas personas e instituciones.

Además de los cuidados y el tratamiento profesional y respetuoso al patrimonio histórico y al patrimonio científico, se realizaron todos los trámites de rigor y en derecho ante las autoridades competentes. Me pregunto sobre cuáles fueron los motivos de esta decisión. ¿Por qué se retiró la muestra? ¿por qué la urgencia, prontitud y soslayo con la cual fue tratada esta exhibición?¿por qué una muestra de arte, realizada en el ejercicio de libertades y derechos democráticos, no es apta para ser vista por la excelentísima e ilustre visitante internacional y su comitiva? ¿deben estas personas ser protegidas de ver y de reflexionar? ¿Por qué se no se les dio la diplomática oportunidad de realizar el ejercicio simbólico que propone esta fábula? ¿A alguien no le gustó y, entonces, la quitamos? En mi parecer, el haber retirado la exposición, tan solo unas pocas horas no le quita el hecho de haber sido un acto de censura. ¿Acaso, este proceder fue por un asunto de vergüenza? ¿Hay vergüenza en el modo de proceder de esta reflexión artística que explora sentimientos íntimos de nuestra identidad?

Un acto de censura, originado en el sentimiento de la vergüenza, es lastimoso… pensar en la vergüenza que alguien siente por uno, o por sus actos, o por sus exposiciones es por decir lo menos, incómodo. Daría lugar a pensar que la práctica de la libre expresión en el campo del arte en la nación, no califica para ciertos individuos ó ciertas dignidades. Esta posibilidad como la causa del retiro de la muestra, nos conduciría mas bien a sentir pena y vergüenza, al menos por un par de horas, por el censor. Algunos anotan que el proceder descrito, derivado de exigencias de la Cancillería es totalmente contrario a las prácticas de libertad de expresión y artística; yo supongo que defender estos derechos fortalecería los procesos democráticos, más considerando que el ejercicio de esta muestra ha sido respetuoso de la integridad patrimonial, de la ley, y de las personas. Creo entenderán entonces la razón de mi comunicado público y la medida de mi malestar como autor de la exposición.

 

Nota de los editores:
Estudio crítico de la propuesta de Alberto Baraya.

El Papel del Trabajo

¨El Trabajo Decente es aquella ocupación productiva justamente remunerada y ejercida en condiciones de libertad, equidad, seguridad y respeto por la dignidad humana, constituyéndose en un buen trabajo o un empleo digno.¨

Muchos se preguntan de qué vive un artista, cómo paga su seguridad social, cuál es su entrada por ventas mensual, si tiene casa propia, cómo paga el colegio de sus hijos y en últimas si puede vivir de su creación o tiene que buscar otras opciones como: dictar clases, registrar eventos, pintar paredes, ser mesero, volverse diseñador, hacer talleres de manualidades en restaurantes, vivir de la mendicidad en casa de sus padres, o esperar a que ellos mueran para heredar y vivir de la renta.

Nos reunimos con el maestro Mellizo para hacerle algunas preguntas que se derivan de los planteamientos conceptuales de su última exposición individual, la video entrevista nos deja ver qué opina él y como se relaciona eso con el título de su muestra ¨El papel del Trabajo¨

¨Pintar para Ganar, Para Comer, Para tener la fuerza para volver a Pintar…¨ son palabras escritas por Luis Hernández Mellizo en una de sus instalaciones que nos hace reflexionar sobre el modo de vida de muchos artistas y las estrategias de supervivencia que debe generar una profesión que carece de estabilidad laboral y económica.

La labor del artista, como la del médico, o la del abogado, se encuentran tambaleando por la falta de contratos estables o más bien de un ¨trabajo decente¨ que permita la investigación, producción y modo de vida digno. Aunque el aumento de espacios independientes, galerías, ferias y nuevos coleccionistas debería ser muestra de que todo va muy bien, otra es la cara de la moneda que el artista ve y posee.

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Serie El papel del Trabajo – Luis Hernández Mellizo – 2015

La Historia del arte nos ha dado a conocer la situación de muchos artistas y aunque la comercialización ¨crece¨, son muy pocos los que viven plenamente de ello; lo mismo le sucede a varios espacios que participan en ferias nacionales e internacionales, sin que veamos eso reflejado en sus instalaciones y mucho menos en sus creadores. Dicen que muchas galerías no han vendido nada durante sus últimas participaciones en ferias… Lo que nos cuestiona… ¿Quién se lucra con las ferias, Quiénes invierten, Cuánto dinero recolecta quien organiza las ferias, y cuánto es el monto en reconocimientos, premios o apoyos a la producción que dan a los artistas que participan en la feria?

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Serie El papel del Trabajo – Luis Hernández Mellizo – 2015

La unión hace la fuerza, dejó de ser un eslogan desde hace mucho tiempo para convertirse en una necesidad, y no hablamos solo de los creadores, sino más bien de todo un gremio que debe re-plantear sus dinámicas de producción, sus estrategias para atraer nuevo público, sus maneras de difusión, pedagogía, creación, memoria y comercialización que permita fortalecer a teóricos, historiadores, curadores, gestores, artistas, galeristas y sociedad.

¨El trabajo decente resume las aspiraciones de la gente durante su vida laboral. Significa contar con oportunidades de un trabajo que sea productivo y que produzca un ingreso digno, seguridad en el lugar de trabajo y protección social para las familias, mejores perspectivas de desarrollo personal e integración a la sociedad, libertad para que la gente exprese sus opiniones, organización y participación en las decisiones que afectan sus vidas, e igualdad de oportunidad y trato para todas las mujeres y hombres.¨ Trabajo decente OIT. 

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Serie El papel del Trabajo – Luis Hernández Mellizo – 2015

El Overol del pintor confeccionado en tela para pintar, el caballete y el bastidor forrados con la misma tela, dejan ver esos utensilios básicos que caracterizan la profesión, la técnica y en sí el trabajo que realiza un artista determinado, convirtiéndose en un retrato que a partir de sus huellas narran los gustos e intereses que tiene Mellizo quien en sus comentarios asevera que tiene una educación desde la pintura y a partir de ello propone intervenciones en objetos y en el espacio donde superpone, mezcla y difumina materiales y conceptos. 

La ropa de trabajo, las herramientas, las horas laborales, su alimentación, su alquiler de vivienda, el posgrado, la maestría, el doctorado, los libros deseados y los gastos básicos que requiere cualquier profesional suman una cifra que seguramente el sueldo mínimo no cubre, menos lo hacen las horas de cátedra y mucho menos la venta de una que otra obra. Las becas, premios y estímulos obligan a invertir todo el dinero recibido en la producción lo que conlleva a que los creadores dediquen semanas, meses e incluso casi un año sin recibir ni un solo peso de honorarios por el servicio que le prestan a una sociedad.

Las ofertas laborales para artistas publicadas en los periódicos son minúsculas o escasas y las oportunidades para obtener un trabajo estable e indefinido son mínimas; entonces… ¿de qué viven los artistas que desean dedicarse a crear obra y conocimiento?

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Serie El papel del Trabajo – Luis Hernández Mellizo – 2015

Herramientas de agricultor, de constructor y aseador, se transforman  al extremo de sus mangos en las herramientas usadas por el artista, en una metáfora que reúne diversos trabajos como colocando en una balanza que son similares, de igual importancia y peso; de la misma forma se percibe en un video donde apreciamos obras en una sala de exhibición que son limpiadas por la señora del aseo con un plumero en un proceso similar donde las labores de varias profesiones se juntan buscando objetivos comunes como la transformación, la limpieza.

¨Otro artista vive del arte, sí, se puede vivir de eso: hay que asistir a muchos cócteles de inauguración, hay que circular y sonreír y hacer comidas y ser pródigo con las gentes del arte, con los galeristas, coleccionistas y curadores, y con sus cónyuges e hijos, y además tener un cónyuge encantador y persuasivo que muchas veces oficia como dealer porque su pareja artista “no sabe manejar la plata”. Jamás el artista que vive del arte debe hablar mal de la gente del arte en público y menos aún publicar algo malo sobre ellos.¨ ¿De qué vive un artista?, pregunta Lucas Ospina

Los dejo con las palabras de Mellizo que responden a lo que entiende  por trabajo decente. ¿Qué ofertas laborales tiene un artista? ¿Existe una tabla de valores que especifique honorarios? ¿Los estímulos estatales deben tener honorarios? ¿Los artistas, gestores, críticos, investigadores historiadores en general pagan salud y pensión? ¿Se le ofrece contrato laboral en una galería a los artistas que representan? ¿Le entra dinero de ventas mensualmente a un artista?

¨Un artista tiene una tesis y maneja un discurso, pero la manera de hablar y de promover ese discurso es a través de la materia.¨ Luis Hernández Mellizo

 

 

Enlaces complentarios:

Nueveochenta 

Trabajadores de Arte Contemporáneo 

Censo Latinoamericano de Arte Contemporáneo

 

 

Alberto Baraya en la Quinta de los pájaros sordos

Alberto Baraya es uno de los artistas más serios con que cuenta el actual régimen artístico colombiano. Más serios quiere decir más finos cuando se trata de tejer los hilos que traen a la presencia un trabajo artístico. Por segunda vez, se presenta al Premio Luis Caballero (LC). La primera vez lo hizo en 2005. La propuesta registrada para aquella convocatoria del IV Premio LC, fue configurada bajo la idea de Expedición. En esa oportunidad ganó el premio Masa Crítica, del artista Fernando Uhía, quien actualmente es jurado del VIII Premio LC. Al parecer, no se ha diversificado mucho el arte colombiano en la última década. Sin embargo, las estrategias de Baraya sí han cambiado. Ahora, su pensamiento es más pensante, más pesante, el artista muestra inquietudes resueltas de manera más interesante para el campo del arte colombiano. En esta oportunidad, Baraya se sale del régimen de las descripciones y explora los infinitos mundos de las metáforas.

 

alberto baraya el fantasma de la igualdad de libertades

 

Baraya presenta un proyecto que sorprende por la claridad de las ideas, por la manera de documentarlas y por el rigor seguido en su exposición para el jurado nominador. Conocido el proyecto para el VIII Premio LC, en su momento lamenté la pesadez y el rigor argumentativos, pues, considero que este tipo de prácticas documentales, aunque importantes para las ciencias positivas y sociales, implementadas en los espacios del arte dejan poco espacio a la imaginación productiva de un artista. Sin embargo, pasé por alto que para los buenos artistas, ese poco espacio, ese pequeño intersticio, invisible para el lector lego, es suficiente para un hombre o una mujer de imaginación. Si en el esbozo de la idea del proyecto, Baraya es pesadamente discursivo, en acto fluye como el vuelo del pájaro, con bastante libertad imaginativa.

 

alberto baraya los comenzales de la seora de las artes

 

Las metáfora que configura la  desazón que Baraya  experiencia al entrar en contacto con la historia de la violencia, introduce en los espacios del arte colombiano una transformación en la manera de pensar este asunto tan complejo, delicado y sensible. Para comenzar, Baraya juega con los dos espacios que el  lenguaje configura. Relaciona dos textos antitéticos. Intuye que la relación prolífica es aquella que produce un choque de significados contrapuestos, detonando el acontecimiento de sentido real para la existencia de la historia del ser humano. Sentido es aquello que no cabe en un signo. La sensación de este no caber en lo común, es aquello que se denomina experiencia. Debido a sus últimas transformaciones, no es frecuente encontrar este tipo de ensayos metafóricos en el LC, pero los artistas que buscan alguna  verdad como suele hacer Baraya, se salen de los signos y van tras el sentido asignificante. Por un lado, el artista presenta un enunciado simple: ornitología bolivariana. Por otro lado, lanza al espectador un anunciado hiriente como una flecha de eros: la fábula de los pájaros. El pájaro como fábula complota en contra de la pretensión científica del otro lado textual explorado por Baraya. El primer texto describe, el segundo arrastra toda creencia, derrumba los prejuicios del sentido común, fulmina los egos cosificados, rompe los límites del signo. Este último se constituye en el espacio propio del arte, aquel en donde emerge la metáfora, con toda la fuerza de la cual es capaz. En la emergencia se propicia un conflicto que reconfigura la realidad común, aquella incapaz de comunicar algo sentido con verdad última. Como se sabe, desde Aristóteles la esencia de las artes es la fábula, la palabra que logra tocar la herida abierta al sentido.

 

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Baraya interviene la mayoría de los espacios museísticos de la Quinta de Bolívar, un espacio poblado de signos sobre-ideologizados, como la mayoría de aquellos espacios a los cuales se les da acceso restringido a los artistas del Premio LC. Sin embargo, por la especificad de la acción es mejor decir que Baraya acota cada uno de los espacios puestos en juego.  En efecto, el artista juega con sus dos enfoques literarios. Los espacios metafóricos son los intervenidos  con mayor fortuna. Es el caso de la habitación de Simón Bolívar y el espacio del comedor principal. Con estos dos espacios hubiera sido suficiente, para llevar un poco de sentido a la Quinta de los Sordos. Sin embargo, Baraya debe resolver qué hacer con los demás espacios. Entorno a estos espacios metaforizados, procede entonces a realizar una poco afortunada serie de descripciones ornitológicas.  Satura los espacios restantes con fauna aviar, dispersando pájaros disecados por todas partes, amenazando con su acción restarle  fuerza a esas figuras potentes que logra instalar en la habitación de El Libertador y en el espacio del comedor, allí en donde las aves convocadas dejan de ser entidades cosificadas y se convierten en agentes activadores de sentido. A pesar de lo aburrido que resulta encontrar pájaros por todas partes pretendiendo describir relatos inaudibles, la voz que retruena en la habitación del comensal principal de la Quinta de los pájaros sordos y su comedor cortesano, se hace sentir en todos los espacios. Baraya logra detonar la fuerza expresiva del sentido de El Libertador, una fuerza capturada por el dispositivo museístico de la Quinta de Los Sordos, por el combo de los pájaros, o, como dicen los jóvenes de hoy, por “el parche”.

 

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En la literatura de la política colombiana, pájaro es comprendido como un signo que anuncia violencia, aquella violencia con la cual se marca a las dos últimas generaciones de hombres y mujeres. Es un gesto atrevido instalar esta idea en la Quinta de los pájaros sordos (los pájaros son sordos, por ello algunos pueden cantar muy bien y por largo tiempo, dice un pensador antiguo.) La idea de Baraya tiene la potencia de dispersar alrededor una multiplicidad de configuraciones con sus respectivos sentidos. No obstante, si aún es posible mantener la diferencia entre acto y potencia, alguien podría afirmar que una cosa es la potencia y otra el acto. Por tal motivo, es oportuno preguntar: ¿se logra en el acto todo aquello que promete la potencia de la metáfora ensayada? El jurado del VIII Premio LC cree que no. Éste no logra sentir la presencia sensible de la idea en la metáfora.

 

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Los jurados de arte contemporáneo ya no creen en metáforas. El positivismo de este jurado, lo lleva a exaltar propuestas con funciones descriptivistas y a censurar propuestas metafóricas como la de Alberto Baraya. No comprende que el ser del arte no es una función, que no se le puede reducir al trabajo innoble de  describir las coyunturas artísticas, políticas y sociales de un país. Desde Baudelaire, los artistas tienen claro que la actualidad debe abordarse desde esa instancia eterna la cual convocan permanentemente con sus gestos. Ahora bien, alguien sin suficiente juicio puede sostener que la metáfora de Baraya no logra detonarse, que no alcanza a tocar ni la actualidad que perturba al artista ni la eternidad que reivindica su oficio de pensar la historia en la cual se encuentra inmerso. Sin embargo, a mi manera de sentir, pensar y percibir, al entrar en contacto con las figuradas pensadas en la habitación de Simón Bolívar y en la del comedor central, es mucho aquello que se siente: pasan muchas ideas en la percepción del espectador. Baraya ensaya una estrategia no descriptivista para tocar la violencia colombiana. Sólo así es posible tocar el sentido real de actualidad eterna que todo artista busca encontrar en los espectadores que le salen al encuentro. Baraya logra tocarlos. Paradójicamente, este tocar es un aporte importante al arte colombiano, quizá una sensación poco sentida por aquello que se puede denominar público expandido: los turistas del arte y de la cultura contemporáneos. Paradójico, porque la fábula de los pájaros no puede ser comprendida por el jurado. A pesar de esta incuria en el juicio, la metáfora se constituye  en un logro suficiente para aspirar a algo. Mucho más, si se tiene en cuenta que hubo muy poco toque real en la muestras en sitio específico del VIII Premio LC.

 

 

 

A puño limpio: máquinas de resistencia*

“La identidad es una casa grande, llena de saberes y quereres que se cantan, se pintan, se bailan, se escriben y se comen. Por eso, si un día un extraño te dice que debes cambiar tu jerga, amaestrar tu algarabía, peinarte para otro lado, bajarle el ruido al picó, no usar colores chillones y cambiar esa manera singular que tienes de espantar los mosquitos, el no solo viene a robar tu esencia: el viene a llevarse tu playa, tu atarraya, tu palo de mango, tu mangle, tus rituales, tus cantos, tus hijos, tus hombres y tus mujeres. El quiere beber de tu sabiduría para empaquetarla y distribuirla: el ha venido a tumbar tu casa, arrebatarte el territorio y a desaparecer tu mundo.”

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En febrero de 2014, Alexa Cuesta, Helena Martin Franco y Muriel Angulo, LAS MENINAS EMPUTÁS, lanzamos el MANIFIESTO EMPUTAO! dirigido a los organizadores de la I Bienal de Arte contemporáneo de Cartagena de Indias BIACI. En él manifestábamos nuestro profundo malestar por las políticas implementadas durante la realización del evento, que iban desde la discriminación, exclusión y desconocimiento de los artistas locales ocasionados por los procesos curatoriales definidos desde el centro del país, hasta la utilización de recursos y espacios públicos del Distrito de Cartagena para el libre desempeño de la BIACI, una empresa transnacional patrocinada por el Ministerio de Cultura de Colombia y la multinacional del entretenimiento RCN.

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Pasados dos años y hasta el día de hoy, el comportamiento sigue siendo el mismo: las prácticas usurpadoras se repiten sin ninguna vergüenza, al tiempo que se ignoran todos nuestros reclamos y derechos. La corrosiva versión cachaca del actual Salón Regional de Artistas del Caribe, desplegó una ortopedia cultural que terminó ocultando cosmogonías y problemáticas sociales torciéndole el pescuezo a procesos creativos y simbólicos de nuestra cultura.

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Aún así, nadie sabe ni ha visto nada: el silencio de artistas, instituciones y gestores culturales de la región, muchos de ellos intelectuales orgánicos como los llamaba Gramsci, han terminado por impulsar las políticas discriminatorias del Ministerio de Cultura, convirtiéndose en cómplices del eugenismo cultural y en fieles servidores del aparato productivo del capitalismo que reduce el arte y la cultura a un jugoso mercado de bienes y servicios.

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De otra manera no se entendería tanto intermediario extranjero y tan poca resistencia local. Corrosivo, cáustico, mordiente, ácido, picante, sarcástico, hiriente, irónico, incisivo, mordaz, destructivo. El neocolonialismo al que nos enfrentamos no viene sólo por el poder: viene por el ser y el saber de lo que somos, una maniobra geopolítica orientada a manejar y utilizar a su antojo el patrimonio inmaterial y la diversidad cultural de los territorios, posicionando tácticamente a un grupo humano sobre otro. Es por eso que la recuperación de los vasos comunicantes y la reconquista de nuestros vínculos con el Gran Caribe se convierten en compromisos urgentes e impostergables para recuperar ese “había una vez” de lo que somos.

dos meninas con biaci

A puño limpio y siguiendo esta hoja de ruta, el colectivo ha puesto en marcha un dispositivo dirigido a empoderar a la comunidad de artistas de Cartagena y de Bolívar. La I muestra de artistas cartageneros y bolivarenses “CAVCA 15: INCIDENCIA. “TERRITORIALIDAD, IDENTIDAD Y RESISTENCIA” realizada en febrero de 2015, reunió a 30 artistas de Cartagena y Bolívar en el corregimiento de La Boquilla, lejos de los circuitos turísticos y excluyentes activados por las industrias culturales en el centro histórico de Cartagena. El Laboratorio de artes visuales “PAI(S)AJES ITINERANTES” realizado en agosto pasado, un ejercicio curatorial que explora el territorio a través de prácticas artísticas con habitantes del Carmen de Bolívar, San Jacinto y San Juan Nepomuceno, región de los Montes de María. Plataformas de investigación que serán activadas cada año, como máquinas de resistencia y recuperación de nuestro territorio simbólico y creativo.

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Barranquilla, septiembre de 2015

*El texto fue presentado en el Congreso del Caribe en Barranquilla

“Culturas Visuales del Caribe Contemporáneo: Visualizando el futuro de la emancipación y la emancipación del futuro”

Publicado originalmente en CAVCA

Bienal de Bucaramanga DESDE AQUÍ

Cuerpos de Tierra – Rodrigo Marques  – Instalación

Artistas y gestores se han visto motivados a generar exposiciones, bienales, concursos o festivales en diversas zonas del país aportando a la descentralización del arte, lo que incluye descubrir nuevos talentos, impulsar futuros críticos e investigadores, facilitar los medios y espacios de encuentro entre personas con trayectoria, jóvenes creadores, pensadores internacionales y público en general.

Un ejemplo de esto es la Bienal de Bucaramanga DESDE AQUÍ, que se presenta como un lugar alternativo, gestado y producido por artistas preocupados por abrir espacios en una zona del país que necesita ser mirada, analizada y difundida. Ya de por sí el decir DESDE AQUÍ implica un llamado de atención y emergencia que denota que allí también existen creadores, obras e instituciones que le aportan mucho al panorama nacional.

En su tercera versión La Bienal reúne más de ochenta artistas de varias nacionalidades y de diferentes regiones del país, siendo una lección que contribuye a fortalecer la escena artística global.

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¿Cómo Voy Yo? – Uchuva Laboratorio Colectivo  – Instalación Performativa

El maestro Jorge Torres afirma que es una Bienal realizada con la uñas, pero que de una u otra forma gestiona una serie de recursos para financiar transporte nacional e internacional, publicaciones, hospedaje, alimentación para los invitados; conseguir diversos espacios, así como apoyar en el montaje de las obras a cada artista, demostrando una vez más que si se puede. La necesidad, la carencia de oportunidades o la falta de eventos en diversas zonas del país, han motivado a muchas personas para organizarse colectivamente y producir espacios de pedagogía, creación, exposición, difusión y confrontación que dan una mirada de lo que acontece aquí y allá.

 

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Taller en la ausencia de sillas – Khaterine Patiño  – Taller Performativo

 

La III Bienal de Bucaramanga DESDE AQUÍ es curada por Lucrezia Cippitelli (Italia) y Santiago Rueda (Colombia), premiada por Gerardo Mosquera (Cuba) y Santiago Rueda (Colombia) lo que permite que los trabajos de artistas participantes sean también conocidos en otras geografías y posiblemente sean invitados a futuro a participar en otros escenarios; Ellos seleccionaron y dieron unos reconocimientos económicos, que más que premios como dice Jorge Torres son apoyos a la creación y estímulos que impulsan a seguir adelante; propuestas de video arte, performance, dibujo, instalación y un taller fueron reconocidos y valorados, demostrando una vez más que el ¨premio¨ es para la pedagogía, la creación y la conceptualización de temas que atañen a la humanidad, pero que sobre todo contribuyen a la construcción de un mejor mañana.

Santiago Rueda curador y jurado de premiación nos responde algunas preguntas:

¿Qué objetivos o metas persigue la Bienal desde Aquí?

S.R. La bienal intenta por lo menos hasta su tercera versión des-localizar el arte, llevar el arte a lugares donde no se le espera.

¿Qué criterios se tienen en cuenta para la selección de propuestas para la Bienal desde Aquí?

S.R. Nos interesó mucho ver que había un buen número de artistas extranjeros, principalmente de Brasil, con propuestas performáticas, o de video performance, y eso nos pareció especialmente valioso, pues Bucaramanga digamos que no es que sea una ciudad que este en el mapa internacional del arte, como lo está Bogotá, Medellín o Cali, incluso hasta Cartagena; y fue sorprendente ese interés desde un país vecino y el interés tan fuerte desde  diferentes regiones.

Lo que primó fue la calidad de las propuestas, también hay artistas de Francia, Italia, Argentina, Venezuela y Cuba, y nos llamó la atención que artistas jóvenes y de trayectoria participaran en la Bienal con proyectos que dialogan con lo que estamos viviendo y con lo que somos.

 

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La Mordida – Vladimir Cortés – Performance

 

¿Qué nos puedes comentar sobre los premios dados en esta ocasión?

Pues la premiación se realizó con Gerardo Mosquera y Yo… consideramos de nuevo que lo que se premia son  las obras que acumulan una mayor densidad, que nos hablan más, que son más efectivas, donde vemos también que el artista quizá encontró un lugar único, donde digamos también uno percibe que hay una experiencia, una poética, donde uno siente no sé si sea la palabra pero hay una innovación, donde los lenguajes son explorados a fondo, son disfrutados.

Siempre he pensado que todo cuanto se realice es valioso y que esperemos que se mantenga en el tiempo, sabiendo de antemano que existen dificultades financieras, además de las diferencias que surgen cuando trabajamos en equipo, pero todas estas experiencias son las que nos enseñan a seguir adelante y DESDE AQUÍ.

El compromiso y la reflexión social están implícitos en muchas de las obras exhibidas, como en las marquillas de empresas de Barbarita Cardoso, o las estrategias publicitarias utilizadas en las campañas políticas en el trabajo del Uchuva Laboratorio Colectivo. Igualmente en la obra de Liliana Caicedo que nos muestra un archivo de publicaciones en redes donde deja ver cómo estamos manipulados por las instituciones de control, como la mujer es utilizada y controlada; al final de su proyección ella fija la mirada en los espectadores dejando ver que su boca esta amordazada  lo que le impide comunicarse con los demás.

 

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Red Performance – Liliana Caicedo  – Instalación Performativa

 

En muchas otras obras vemos las relaciones que el ser humano tienen con su entorno como en los dibujos de William Bahos que dejan ver esos rostros transformados por el tiempo y por las experiencias de la vida; en los videos de Diego Piñeros que cuestionan el aporte que hace el arte a una sociedad, haciéndonos pensar si sirve o no lo que hacemos; o la propuesta En ausencia de sillas, taller performativo de Katherine Patiño donde utiliza las normas de urbanidad y buena conducta impuestas por una sociedad para proponer nuevas relaciones con los cuerpos y abrir un espacio de reflexión sobre los modelos que acepta la comunidad; como también en el trabajo La Mordida de Vladimir Cortés, quien con una camiseta camuflada va mordiendo un papel negro dejando visibles las continuas mordidas que alimentan a funcionarios institucionales.

 

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Pranayama – Gilmara Oliveira  – Performance

Igualmente  en las pinturas, instalaciones  y demás propuestas se señalan sucesos que nos afectan en estos momentos; otro ejemplo de ello es la acción Pranayama en la que la respiración de Oliveira invade el espacio expositivo y se adentra en nuestros cuerpos, aquí podemos sentir la vida misma, ella durante varios días respira y con el aire que sale de sus pulmones llena las bolsas que posteriormente ofrece a los asistentes y es allí donde el arte se convierte en una experiencia de vida, donde creadores dejan aflorar lo que los afecta y motiva para con ello producir acontecimientos, reflexiones u obras que intervienen espacios y personas en un dialogo continuo entre artista, obra, espacio y espectador.

Juan Mejía en VIII Premio Luis Caballero: más penas que Gloria para la historia

En Colombia, atendiendo al llamado constante que realiza la tradición del arte pre-contemporáneo, un estudio serio del VIII Premio Luis Caballero (LC) debería comenzar por un análisis minucioso de la propuesta del noveno y décimo participantes en la actual disputa creativa: el jurado y el dispositivo burocrático. Habría que comenzar elaborando un estudio acerca del reforzamiento del atavismo feudal, de ese “lugar común” endogámico que caracteriza al Premio, como lo caracteriza perspicazmente Juan Mejía. Por serio que sea efectuar esta elaboración prioritariamente, sería un acto abusivo con los demás artistas participantes y con el Premio LC, visto en sí mismo como un espacio de libertad e igualdad a punto de colapsar dentro de un dispositivo cultura-estatista.

 

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Atendiendo a los criterios de desjerarquización estética y social, de inclusión social y política, los de participación realmente democrática y de trasparencia procedimental, el Premio LC tiene graves problemas que a corto plazo la ciudadanía colombiana urge al Estado el que sean solucionados. En primer lugar, el estímulo artístico es demasiado cerrado. Algunos artistas alegan que es sectario, que se encuentra estrechamente dirigido a un  pequeño sector estético dentro del amplio espectro artístico nacional. En segundo lugar, los criterios de nominación de los artistas, los protocolos para la designación de jurados y los dispositivos para la divulgación de oportunidades de participación, son demasiado precarios, pues, no cumplen con la garantía de una publicidad amplia. En tercer lugar, la socialización de los resultados de las convocatorias, no logra alcanzar ni tocar públicos diferentes a aquellos círculos restringuidos e íntimos en los cuales se desenvuelven los artistas. En cuarto lugar, los procedimientos reales responsables de ofrecer transparencia a los artistas, al campo del arte y a la ciudadanía en general, se han deteriorado ostensiblemente en los últimos años. No cuentan con ningún tipo de inspección crítica ni social. Al parecer, como evoca Juan Mejía –no queda claro si con sarcasmo–, el arte continúa siendo un acto misterioso. La naturaleza entrega complacida sus secretos a sus favoritos del régimen burgués que felizmente hemos abrazado.

 

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A pesar de sus múltiples dificultades, el Premio Luis Caballero es una gran oportunidad para pensar desde la Otra Orilla, como Octavio Paz conminaba a las artes. Ocho artistas con amplia trayectoria nacional e internacional fueron nominados para la octava versión del Premio. La mayoría de ellos evidencia en sus trabajos mucha dedicación, esfuerzo conceptual, destrezas técnicas y exploraciones espaciales alternativas al sentir blanco de la tradición plástica colombiana. Si algunas propuestas muestran problemas espaciales, formales o conceptuales, principalmente se debe a la confusión conceptual introducida al campo del arte por parte de agentes extraños a él, en especial, durante las últimas versiones. El Estado hace lo suyo, pero no lo suficiente ni de la manera adecuada. Inmersos los Salones Nacionales en las lógicas de la globalización mercantil, falta más apoyo del Distrito Capital a los procesos centrados en pensar distanciadamente la Ciudad y sus múltiples furias. Urgen mayores recursos económicos, ampliar la participación artística y ciudadana, democratizar los criterios de nominación y desfeudalizar el régimen “juratorial”. Por ahora, nos centramos en las propuestas de la versión 2015.

 

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Juan Mejía se instala en el Museo de Arte Moderno de Bogotá y el jurado lo unge como el artista ganador del VIII Premio LC. Tiene en común con los demás participantes el que todos los artistas convocados, comprenden que son forzados a pensar desde la historia. Sin excepción, todos diseñan estrategias para pensar los problemas de la historia in situ, específica. Todos ensayan diversas maneras de encontrar los instersticios que abren las compuertas del sinsentido histórico.

 

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Mejía presenta una propuesta cuyos elementos son aglutinados por medio de la figura Hacia un lugar común. Es una idea potente, aunque, acorde con su concepto, triunfa fracasando en el acto de pensar las lógicas del espacio que elige como coprotagonista de su acción plástica. Fracasa espectacularmente porque el espectador sólo aprecia una exuberante exposición de pinturas. El concepto aplicado inconsientemente es el pastiche. Tomados de una existencia aparentemente real, Mejía pega una diversidad de objetos a sus pinturas. Nada acontece con el recurso conceptual explorado. El collage no logra abrir ninguna puerta falsa, de las muchas que tiene el arte, la ciudad y el Museo acotado. Los artistas usan el collage como un recurso crítico, pero algunos artistas nostálgicos lo usan decorativamente. Los collage de Mejía nada piensan respecto al espacio que sueña sus dogmas bellamente. Quedan depotenciados, reducidos a decoración de Salón cortés. La excelencia del gesto del pintor no deja ver nada debajo de la pintura que cubre la colección polvorienta del museo, de la sociedad, de la ciudad, del artista.

 

juan meja karaoke

 

La ciudad, el Estado, los artistas y los ciudadanos, saben que de este encuentro espacial propiciado por el LC,  se espera algo más que la exposición de un virtuosismo técnico. Se espera que salgan los problemas que la lógica del espacio elegido le esconde a la ciudad que acoje al artista, o que perversamente se los embolata o elimina. Sin mayor perturbación, casí sin percatarse, Mejía termina sometido por estas lógicas impositivas, así introduzca en los entreactos del recorrido pictórico algunos gags divertidos y luminosos: una serie de karaoke de amor cortés y un montón de objetos presentados como escombros. Uno y otros están pegados como los papeles en la pintura cubista.

 

juan meja botas

 

A diferencia de esta última, los escombros ordenados como desastre no pasan de ser una curiosidad sustractiva. Más que abrir sentido, confunden al espectador. No generan ninguna asociación. Tampoco propician disrrupciones. No acontecen los choques prolíficos propios del collage, con los cuales se abren horizontes sentidos al arte. Finalmente, lo que cuenta en el arte, es el sentido de libertad que propaga el artista. El diletantismo del karaoke tiene su encanto, pero, como toda video-instalación ensayada, el ejercicio queda encerrado en un dispositivo de presentación moderna que neutraliza toda inquietud crítica.  Sinceramente, Mejía cree que habla críticamente, pero no se da cuenta de que el Museo es quien señala la lógica a seguir en cada uno de los pasos que da en su guía del espectador que le observa con curiosidad y desazón.

 

juan mejia lo sublime

 

Mejía merodea, da vueltas en torno a la figura del naufragio, tema potente y recurrente en la historia del arte a partir del siglo XIX. Sin embargo, las imágenes de naufragio están pegadas a los muros del Museo como lo están las citas bibliográficas a la entrada de la exposición. Ni las pinturas ni las citas fueron pensadas espacialmente. La figura retórica del naufragio se traga todos los  intentos del artista de pensar críticamente la actualidad y las diferencias que la potencian. A pesar de sus semejanzas, el siglo XIX difiere del siglo XIX: el uno romano releva al diez. Y ello lo nota un artista. En este desplazamiento acontece algo significante. Mejía no muestra estos desplazamientos. No se desplaza lo suficiente para que se note, así se presente como un desplazado. No logra decir nada relevante para la actualidad: solo reitera el resto de aquel lugar común a las élites colombianas que no termina de desaparecer:  el sublime burgués.

 

juan meja homenaje a van gogh

 

Si la idea de lo sublime fuera un gag más, sólo con él ya merecía ganar el VIII Premio LC. Si la colección de escombros fuera una metáfora para mostrar la inactualidad del arte y de las colecciones polvorientas del Museo, su acierto sería incuestionable. Al parecer, no es así. La recurrencia al concepto de lo sublime no es una broma para fastidiar al señor burgués: este anacronismo no se hace consiente para que confronte las verdades formales que reivindica el Museo de Arte Moderno de Bogotá. Lo sublime conceptual, gestual y pictórico se presenta con toda la seriedad burguesa del siglo XIX. Por lo tanto, no rompe aquello que está destinado a caer con estrépito bajo la gravedad del nepotismo propio de las lógicas que se dan cita en el arte colombiano.

 

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Mejía usa tres salas para instalar sus inquietudes centrales. En primer lugar, la zona de tránsito del primer piso del Museo acoje seis pinturas de excelente factura y realizadas en gran formato. Mejía es un excelente ilustrador. La ciudadanía bogotana queda percatada de su virtuosismo por la agilidad con que se presenta Petimento, la instalación de dibujos pensada para el 15Salón Regional de Artistas. Su retrato del día a día lo acerca a Chócolo, el periodista que Santiago Rueda rescata para el arte actual. Asimismo, las pinturas de Mejía para el VIII LC cumplen con el propósito del artista: mostrar su virtuosismo técnico.

 

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Un segundo grupo de pinturas está instalado en la sala oriental del mismo piso. Sin un concepto historiográfico premeditado, Mejía expone pinturas y objetos en pequeño formato, de diferente factura, autoría y procedencia: relaciona obsequios y prestamos con su colección personal acerca del tema propuesto al jurado de selección. Explorada la puesta en extenso de esta idea, no pasa nada en la percepción de espectador. El montaje no revela nada extraordinario. No deja de ser otra curiosidad más a las acabadas de  mencionar. Frente a este panel pictórico, presentado al entendimiento ilustrado a la manera de un Atlas Mnemosyne, dos pinturas machacan el mismo motivo en otro lenguaje pictórico.

 

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La iluminación azul Meireles que recibe la Sala, evoca una marina de estudio. Tampoco pasa nada en este espacio. Los reflectores dispuestos acentúan el tufo de espectáculo que tiene toda la puesta en escena. No acontece ninguna verdad que deshaga al artista, al museo, al espectador o a la sociedad. Todo se presenta correctamente. El artista no se hace acreedor de ningún crimen. Para ser equitativos con Mejía, todos y todas las artistas del Caballero, hacen honor al significado del nombre del artista dibujante, a su etimología caballerezca, a su raigambre feudal y medieval. Mejía cae prisionero de la estética  del diálogo impuesta por el jurado, una estética que sólo busca los consensos aburridos que tienen postrado el arte colombiano.

 

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En la Sala oriental comienza la exposición. Podría estar en el lugar que Mejía colgó las pinturas de gran formato. La Sala occidental, atiborrada de escombros sin mordida, es un final feliz, romántico, galante. Allí todos los conflictos del artista quedan reconciliados. Como ya se dijo, se destaca como un gag, como una bella licencia poética. En general, a pesar de la belleza de las pinturas de naufragio tipo Caspar David Friedrich, la espectativa del espectador que visita a Mejía, no es gratificada ni sorprendida. El artista no logra sacar al espectador de su indiferencia patológica. Su arte no logra sonsacarle ninguna verdad al Museo, tampoco logra abrir ni uno sólo de sus múltiples y perniciosos intersticios, que una mirada atenta puede captar. Mejía pierde una bella oportunidad para despertar a la imaginación del Museo de su sueño dogmático. Por otro lado, el artista se muestra  demasiado centrado y obnubilado con su misma imagen. Esta obsesión de sí es legítima y potente. Marca las iniciativas más sentidas del arte colombiano reciente, aquel que no aparece en los Salones de amor cortés. Sin embargo, la apuesta de Mejía es ilusionista, no está interesada en ninguna verdad, oculta al artista en trauma que todo pensador lleva en sí mismo. Las figuras que emplea Mejía cumplen la función de ocultar su sí mismo de la mirada indiscreta del público. Sin duda alguna, la imagen egótica se roba el show del VIII Luis Caballero. Esta imagen tan de casa en algunos círculos estéticos de Bogotá, ya no da más. Se revienta con esta puesta en escena. Ahora, no es que un proyecto artístico no pueda abordarse desde la más íntima subjetividad. De hecho, así debe hacerse. El problema es que esta complejidad exige mucho pensamiento, mucho arte, mucha dedicación de tiempo completo.

Juan Mejía gana el VIII Premio Luis Caballero. ¡Enhorabuena para la pintura! Por fin la pintura vuelve a ver la luz de los espacios de arte financiados por el Estado. Esta es una muy buena noticia para el arte, para los pintores y para todos aquellos que saben del potencial metafórico de la pintura: la poesía silente. Así Mejía no haya logrado pensar la metáfora que ronda su cabeza durante el último año, el ejercicio tiene sus méritos. Así sus pinturas no sean  capaces de abrir la sensibilidad del Museo de Arte Moderno de Bogotá a  experiencias de sentido reales, su propuesta está a la altura de sus compañeros y compañeras que lo acompañan en esta versión del Premio.

 

Aquí encontrará la dicusión en facebook. 

¿El Premio más Importante del Arte?

Siempre nos hemos cuestionado entre artistas y teóricos por qué es el premio más importante, pero muy pocas reflexiones han publicado las instituciones educativas, los críticos, los teóricos, los gestores culturales, los historiadores, la institución que lo organiza o los artistas y el público quienes juntos deben determinar el porqué de su importancia.

La importancia del premio, ¿será por reunir artistas mayores de 35 años? ¿Será por qué han realizado trabajo continuo durante los últimos años, será por haber realizado varias muestras individuales, la importancia será por el dinero entregado a cada artista para su producción, por los cincuenta millones de pesos que se han otorgado de premio en las versiones anteriores… o será por la calidad plástica y/o conceptual, por el aporte que hacen estas propuestas al campo de las artes, a la sociedad, y en últimas será importante el premio por cumplir con el requisito fundamental que ha prevalecido desde sus inicios como es INSTALAR O INTERVENIR un espacio específico?

 

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¨Descripción del concurso: el Instituto Distrital de las Artes – IDARTES, a través de la Gerencia de Artes Plásticas y Visuales, convoca a artistas plásticos y visuales, mayores de 35 años de edad, a presentar proyectos de instalación o intervención artística concebidos para un espacio específico sugerido por la entidad, o uno propuesto por el artista.

A lo largo de su historia el Premio Luis Caballero se ha desarrollado en dos fases importantes: nominación y premiación. Para esta versión del premio, en 2014 se entregará el estímulo correspondiente al desarrollo creativo e investigativo y la preproducción de los proyectos nominados. En 2015 los ocho (8) artistas nominados al VIII Premio Luis Caballero, de manera simultánea, pondrán en escena pública los resultados de sus investigaciones entre los meses de septiembre y noviembre de 2015. De estos ocho proyectos se seleccionará al ganador del VIII Premio Luis Caballero.¨ Cartilla Premio Luis Caballero – IDARTES 2014

 

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Cuando el Premio Luis Caballero nació era la bolsa de trabajo más alta para la producción de una exposición con 15 millones de pesos para cada artista, acompañado de su catálogo individual impreso y con un único premio de 50 millones de pesos para una de las Instalaciones o Intervenciones presentadas, así como una publicación impresa al final que contenía los textos de cada jurado sobre cada una de las obras presentadas, e igualmente un video documental que sería difundido por medios.

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Al transcurrir estos años la devaluación de la moneda, el ascenso de los costos de la canasta familiar, el sueldo mínimo estipulado, el impuesto de retención en la fuente,  o los costos de la seguridad social no han influido en replantear lo que el estado invierte en este o en los demás premios, becas o estímulos ofrecidos.

 

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Cuando tenemos una beca de creación de 30 millones para artistas de trayectoria, o cuando ofrecemos por una intervención urbana 100 millones, nos cuestionamos la importancia del Premio Luis Caballero; premio que es para ser desarrollado durante un año de trabajo; lo que significa un millón doscientos cincuenta mil pesos mensuales, menos los casi 400.000 pesos que se deben pagar de salud y pensión, pero más sorprendente es ver cómo estratégicamente y sobre todo contractualmente no se publica en la última convocatoria el valor económico que recibirá el ganador del premio para la versión VIII. Si es el premio más importante del arte en Colombia, ¿por qué en lugar de aumentar cada año el dinero para la producción o el valor del premio que se entrega al final… nos preguntamos por qué disminuyó el premio a treinta y cinco millones este año?

 

juan fernando herrn la entrevista cinco

 

Los  jurados que seleccionaron las propuestas para este año deberían tener en cuenta proyectos de instalación o intervención artística concebidos para un espacio específico, así como…¨ ¿Cuáles son los criterios de evaluación de las propuestas?

* Solidez formal y conceptual de la propuesta.

* Viabilidad técnica y económica de la propuesta.

* Aporte de la propuesta al campo artístico colombiano.

* Trayectoria del artista o colectivo participante

El jurado podrá considerar criterios adicionales de evaluación que se ajusten a la naturaleza específica del concurso, consignándolos en el acta correspondiente.¨ Cartilla Premio Luis Caballero – IDARTES 2014

Además el jurado debía tener en cuenta los criterios de evaluación establecidos en la resolución No 944 del 18 de septiembre de 2015…

* Solidez formal y conceptual de la propuesta

* Pertinencia de la propuesta en relación con el espacio intervenido

* Aporte de la propuesta al campo artístico colombiano

Por otro lado, sería muy valioso en todas las actas de premiación leer los puntos de vista que tuvieron los jurados sobre las obras seleccionadas y premiadas, sobre todo en relación a los criterios de selección y premiación que contractualmente tiene la convocatoria.

La definición de Intervención o Instalación puede ser muy variada lo que da la posibilidad a que los jurados puedan tomar una decisión  e interpretar la definición de las misma según su punto de vista, pero lo que si queda claro es que no hablamos de un conjunto de obras que hacen una exposición, sino más bien una sola obra propuesta que conforma una instalación o una intervención que tiene una relación o diálogo con el espacio, lo que quiere decir arte in-situ o arte para un sitio.

Algunos significados de instalación pueden ser encontrados en los siguientes vínculos:

* http://triplearte.com/diferencia-entre-arte-objeto-e-instalacion-artistica/

* https://es.wikipedia.org/wiki/Instalaci%C3%B3n_art%C3%ADstica

* http://www.ecured.cu/index.php/Instalaci%C3%B3n_art%C3%ADstica

* http://es.slideshare.net/andreasalcedo79230/instalacin-artistica

* http://lasplastidecor.blogspot.com.co/2013/10/caracteristicas-de-la-instalacion.html

* http://blogs.20minutos.es/trasdos/tag/instalacion-artistica/

* http://historiarteuniversal.blogspot.com.co/p/happening-performance-instalacion.html

 

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Si a una propuesta se le pide un aporte al campo artístico, sería igualmente muy valioso que la comunidad de artistas, así como la sociedad en general supieran las razones del jurado sobre qué es lo que le está aportando al campo artístico la obra ganadora, así como las menciones otorgadas.

Según la resolución 853 del 1 de Octubre de 2014 por medio de la cual se define el reconocimiento económico de los jurados que nominan a los artistas del premio Luis Caballero, se aprobó el monto de dos millones de pesos para cada uno. Y según la resolución 851 del 3 de Septiembre de 2015 por medio de la cual se define el reconocimiento económico de los jurados que premian el Luis Caballero se aprobó el monto de tres millones quinientos a cada jurado. Ya que uno de los jurados se declaró ad Honorem el 29 de Septiembre de 2014 para la selección y en comunicado del 13 de Agosto de 2015 manifiesta que ya no está vinculado a institución pública solo se entregó un total de 14.500.000 en selección y premiación, de los 16.500.000 presupuestados en un inicio para los jurados; cifra que supera el monto para investigación, creación y preproducción que recibe por 12 meses de trabajo cada uno de los nominados al premio Luis Caballero.

Si el premio más importante del arte en Colombia es para instalaciones e intervenciones, no está demás que pensemos en generar los premios más importantes para pintores, fotógrafos, performistas, escultores, y demás técnicas que son igualmente valiosas, y que le aportan mucho al medio de las artes plásticas en Colombia, sin dejar a un lado el arte para espacio público, el net art, el video arte o el arte con comunidad.

Preguntas como… ¿para quién hacemos arte? o ¿por qué hacemos arte?, rondan la mente de muchos, así como lo que le aportamos al campo de las artes y qué relación tienen nuestras propuestas con el contexto y la época, preguntas que no pueden quedar sin resolver en cada ejercicio propuesto, pues no podemos ser ajenos a ello.

Si los premios individuales fueron eliminados en el salón regional y nacional y se optó por dar bolsas de trabajo, no estaría de más aumentar el número de participantes del premio, así como subir la cantidad para producción incluyendo los honorarios justos a tan importante premio. Ya de por sí ser nominado al premio es un honor y un reconocimiento del cual deberíamos sentirnos orgullosos. Recordando por último que lo que premiamos son procesos y obras más no a una persona y menos a un apellido.

Esperemos que nuestras reflexiones y palabras puedan dar aportes a nuestro campo.

Imágenes: Juan Fernando Herrán, Héroes mil. Nominado al VIII Premio Luis Caballero. Instalación Héroes mil.

Discusión en facebook:

 

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El juego del Santo Oficio en el VIII Luis Caballero

El premio Luis Caballero (LC) cumple veinte años. No habrá edición especial, pues, al parecer no hay mucho que celebrar, así el Idartes replique acríticamente el juicio de las élites artísticas de Bogotá, según el cual, este estímulo es el más importante que otorga el Estado colombiano a sus artistas. ¿Por qué es el más importante de los estímulos artísticos? Ni los artistas y ni el Idartes responden al respecto. Los artistas responden con sus propuestas, pero no se aprecia en ellas ninguna transformación que afecte nuestra compresión del arte, excepto la decadencia de la verdad del arte la cual devino verdad discursiva, no real. El Idartes es responsable por las políticas culturales, pero se niega a hacer una evaluación sería e informada de sus propios procesos. Uno y otros están en deuda con la ciudadanía bogotana.

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Ahora que está en marcha el montaje y socialización de los logros del VIII LC, es oportuno preguntar: ¿es importante porque sus aportes teóricos y plásticos dinamizan el horizonte del arte colombiano? No se aprecian. En los últimos veinte años, nada ha cambiado en el arte colombiano.  ¿Porque reivindica la autonomía del artista? Al contrario. El artista actual está coaccionado por todo tipo de ideologías que lastran su pensamiento y le impiden hablar con verdad real, aquella que emerge de su propias inquietudes. ¿Porque incentiva valores éticos, políticos y sociales? No es cierto. Este es un premio de élite artística y social, anti-igualitarista en cuanto a los procedimientos de nominación y premiación. ¿Porque estimula la libertad creativa frente al asedio de las ideológicas económicas, estéticas, políticas, sociales? Falso. La octava versión del premio muestra con creces cómo los artistas son devorados por todo tipo de tiburones discursivos. Los artistas no son libres de pensar por sí mismos y sí mismas. ¿Por los rubros asignados? El argumento es mezquino. Cualquiera que sea la respuesta, lo cierto es que ni el Idartes ni los artistas saben por qué el premio Luis Caballero es el estímulo artístico más importante de Colombia. Veinte años después de establecido este estímulo, ¿por qué el Idartes no encarga a la academia una evaluación de su pertinencia y de sus procedimientos? A mi juicio, pese a todas sus fallas. lo amerita. El estímulo merece conservarse, pero no como coto de caza de una élite artística, burocrática y comercial.

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Comenzamos el estudio del VII premio LC con un análisis de las propuestas más “débiles” porque al hacerlo pueden mostrarnos que son las más fuertes (Jacanamijoy, Diez, Millán, Rueda). En los horizontes del arte, las ideas importantes son peligrosas. Por lo tanto, deben presentarse con ingenuidad y discreción. Sucede lo contrario con las ideas que ostentan descaradamente ser importantes. Al respecto, por ejemplo, el jurado del VII LC se dejó obnubilar por la sofistica comercial y técnica de la contemporaneidad. En este orden de ideas, dejamos para lo último un estudio de las propuestas “fuertes” porque pueden ser las más débiles (Baraya, Herrán, Mejía, Espinosa).

ana isabel diez retrato tres

Ana Isabel Diez en una de las ocho artistas nominadas para la puesta en escena del premio en 2015. El sábado 3 de octubre, lo dedica a atender las inquietudes de los visitantes al Museo Santa Clara, un museo atravesado por la historia de Bogotá. Allí se habla de viva voz acerca de las mujeres de hoy, una inquietud pertinente para cualquier propuesta artística. Diez es una mujer con convicciones, sencilla, austera al hablar y en el vestir. Estas virtudes se reflejan en su propuesta artística. La ética que expresa en su conversación, es coherente con su propuesta plástica. Al hablar, muestra generosidad con los visitantes y les genera confianza. Éstos quedan persuadidos de que algunas imposturas de su propuesta artística provienen del régimen comercial de la actualidad y no de una incuria creativa. La propuesta de la artista no es una improvisación contemporánea.

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Recibe el nombre de santo oficio la serie de pinturas que Diez instala en el Museo Santa Clara de Bogotá como guiño cortés a sus ilustres anfitrionas de Velo Negro. Simultáneamente, las pinturas activan los fantasmas que merodean el espacio y las huellas de experiencias intensas de la artista. Santo oficio es un nombre afortunado: santo es el oficio del religioso que colorea la existencia de su época. Andrei Rubliov, sólo es uno entre múltiples ejemplos de entrega artística a la meditación acerca de quién se es en el instante en que todo pensamiento queda expuesto al peligro. En el siglo XXI, devorado por la bestia del mercado discursivo. Pero también, el Santo Oficio es la institución que somete las singularidades revolucionarias a través de las cuales se muestra el pensamiento. En la actualidad, Santo Oficio es el nombre de las instituciones curatoriales que determinan secretamente qué artistas pueden salir al espacio público.

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Los fantasmas conjurados agobian a la artista en sus procesos artísticos, éticos y cognitivos más significativos. Estos fantasmas personales enraízan en las prácticas estéticas, sociales y políticas sedimentadas en el convento de las Clarisas. La artista piensa las figuras de las cuales se valen sus fantasmas para hacer presencia en la actualidad, una actualidad pensable solo colectivamente, en el caso de Diez, pensable en conversación con mujeres violentadas. Sin éxito, Diez relaciona dos intereses antitéticos. Por una parte, se evidencian los intereses impuestos por la ideología victimaria instaurada por el Estado en el campo del arte colombiano. Por otra parte, se aprecian las inquietudes de la artista acerca del ser  del arte en la actualidad. La artista no cae en la cuenta de que agrupar a un colectivo bajo el dispositivo de víctima se constituye en una vuelta de tuerca más dentro del proceso de marginalización colectiva que padecen muchas mujeres y hombres.

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Diez es pintora de talento. Muestra solvencia expresiva, icónica y formal como para aspirar a ganar el premio VIII LC. No obstante, la problemática coyuntural abordada por la artista, la expulsa hacia complejos campos epistemológicos ajenos a su formación. La actualidad ideologizada reprime una vez la voz de las Clarisas, esa voz que clama en la sensibilidad de la artista. Al entregarse a otros campos de saber, queda expuesta a un fracaso inminente como pensadora de lo real político: la herida de ser mujer en la actualidad. Entiendo por mujer al ser que se abre a las posibilidades de sentido más insospechadas. Los actuales discursos acerca del género ocultan esta verdad del ser mujeres. Las teorías del campo que  acogen a Diez, exigen el sometimiento incondicional de la artista. Sólo así aquéllas pueden mostrar sus virtudes y triunfar en el mercado de la “resocialización de víctimas de guerra”.

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Tanto la propuesta de Diez como las de otros nominados son pesadamente discursivistas. Llamo discursivismo a esta modalidad de arte contemporáneo en Colombia, en la cual la propuesta está resuelta a priori, es decir, en el discurso del proyecto (Baraya, Herrán, Mejía, Espinosa). Con exactitud, Kant llamó e este tipo de propuestas,  belleza de segundo orden. Diez no tuvo confianza en la potencia de sus ideas ni en sus destrezas técnicas. De esta manera pierde la oportunidad  de ganarse el premio. El relato victimista con el cual acompaña su propuesta es apabullante y no deja que la verdad del sentido del  arte en sí misma se muestre. El sentido del arte acontece con la pregunta acerca de quién es ese hombre-mujer que en la actualidad es arrastrado hasta sus límites. El sentido de una época no se capta por medio de una categoría tan limitada, marginal y sobrecodificada como lo es la categoría de víctima. En cada época, los artistas piensan el sentido de ser modelando su propia sensibilidad en este vacío que abren sus artistas más intensos, en el cual se muestra toda época. De esto hablan los artistas a través de los tiempos. De esto no se habla en el VIII LC. Ejercicios como aquellos que se realizan en este y otros espacios de la ciudad durante 2015, requieren de la sabiduría del equilibrista que anda a tientas en la cuerda floja.

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A pesar de ser diestra pintora con una sensibilidad espacial meritoria, Diez se deja dominar por la ideología del momento, se entrega a ella, como si de ella dependiera el éxito de su trabajo como mujer, como víctima del régimen patriarcal que la marca, como artista en medio de un campo sumamente violentado por todo tipo de discursos. No es así. Pero los artistas están convencidos de lo contrario. Por supuesto, es cierto que si la artista no lastra sus ideas con la discursología del momento, no habría llegado al Luis Caballero. La crítica tiene claro que Diez está en el premio porque la artista se acoge a las reglas del arte del mercado actual. Pero un artista es mucho más que la vaguedad discursiva impuesta a su sensibilidad. Llama la atención la delicada exactitud con la cual Diez interviene los muros de madera de la antigua iglesia. Con ella muestra con creces su competencia formal y sensible. Pudo haber pintado más y con mayor contundencia. Dimo Garcia, el artista que intervino este mismo espacio años atrás, no logra relaciones tan intensas como las que Diez saca con sus pinturas.

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Cuando los aciertos pasan por desapercibidos a los visitantes y las fallas se instalan pomposamente, la obra termina por colapsar. Dentro del espacio del altar, Diez instala de manera ostentosa un video en el cual unas manos anónimas rasgan compulsivamente prendas de vestir, las cuales, según la artista, tienen memoria. El sonido toca el sentido y activa aquello que los teóricos llaman memoria involuntaria. En este momento, no es el caso entablar un debate con la artista acerca de si esta hipótesis empírica acerca de la memoria del vestido es cierta o no. El punto relevante consiste en mostrar que con la intervención violenta del Retablo Mayor, se rompe el diálogo ágil y sutil que las pinturas instaladas promueven. El discurso ideológico de las víctimas impone sus lógicas y silencia la multiplicidad de voces que pululan fantasmagóricamente en el Museo. Sin embargo, a pesar del desacierto del video y del montículo de bolas de lana instalado, las pequeñas pinturas sacan al frente la propuesta de la artista. ¡Son tan ingenuas! ¡Son tan verdaderas! El visitante no olvida que la propuesta de Diez se realiza dentro de dos figuras conceptuales, plásticas y sociales del arte colombiano. En primer lugar, la del arte propiamente dicho. En segundo lugar, la de la sociedad curatorial que exige controlar y medicar la cabeza rota del artista. No solo hay que ver las mujeres en-bola-atadas por la artista con el pretexto de una supuesta sanación express.

Si no colapsa por la acción de su propia incuria, a partir del IX Premio Luis Caballero, el Estado debe desestimular la realización de los talleres de sanación que tan buenos dividendos económicos dan a muchos profesionales. Urge evaluar seriamente los talleres catárticos que realizadan sociológos, antropólogos, artístas políticos  y políticos artistas. Evaluar si la sanación de la cual hablan estos profesionales, se puede realizar tan fácilmente, tal y como uno se prepara mágicamente un sopa de tomate Maggi.

Oscar Salamanca en las fronteras de ser otros-otras

Las virtudes políticas instauradas por el neoliberalismo, son la traición, la hipocresía, el esnobismo y la crueldad. El arte contemporáneo responde a este paisaje propio del tiburón sensible. En principio, estas  son las virtudes que vemos en algunas de las puestas en escena en el VIII Premio Luis Caballero. Esta  conjunción de sensaciones, sentimientos y emociones –arte traicionado, hipocresía burocrática, esnobismo conceptual y crueldad artística—, anuncia la catástrofe de una existencia sin arte ni artistas. ¿Cómo escribir la cruda actualidad si no hay nada sentido con verdad acerca de lo cual escribir? Con la muerte de la escritura una vez más desaparece el hombre, dicho en sentido ontológico. 

En medio de la agonía del arte contemporáneo, Oscar Salamanca se fuga a la frontera y desde allí comienza su lucha contra dos totalitarismos. Por un lado, cuestiona la dictadura de la burbuja aristocrática, y, por el otro, mira con escepticismo las miserias del populismo. Da la impresión de saber que desde el Centro Aristocrático del Arte no se puede ver nada. Tiene claro que los artistas siempre fracasan porque sólo les gusta lo que ellos hacen, por ello mismo, ahora fracasan mejor, como diría Juan Fernando Cáceres. Se fracasa mejor escribiendo la historia del arte, haciendo crítica de arte y administrando recursos estatales. 

Salamanca no vende sonrisas a domicilio. Comprende que así los artistas de Centro crean que ven algo, en verdad sabe que el artista contemporáneo es ciego al sentido. Salamanca es un artista para el sentido. Puede estar dentro del selecto grupo de Centro, pero sus propuestas recientes muestran que no se sentiría cómodo ahí, sometido a la lógica de los señores del mercado.