Jose Ismael Manco Parra: manos en la yunta

Lo más difícil dentro del campo del arte es mostrar una coherencia mínima. Jose Ismael Manco Parra abre las puertas a la coherencia práctica dejando atrás la coherencia y la solidez teórica que el Estado Formal le reclama a los artistas para darles Tres Pesos.

Con creces, Manco Parra muestra que una cosa es “discursivar” acerca de lo divino y lo humano en arte, y otra cosa es arremangarse y poner manos en la construcción de otras realidades, más justas, más igualitariamente libres. Lo primero sobra. Lo segundo es vital dentro de un proceso creativo. Manco Parra se localiza dentro del grupo de artistas que hoy llegan a los Salones con sus botas preñadas de tierra de campo. Por supuesto, los curadores nacionales les cierran el paso.

El día que los y las artistas vuelvan a reencontrase en las labores de la tierra libre de dueños, ese día comenzará el arte igualitario por el cual todas y todos clamamos. Ese día encontraremos la paz cuyos caminos comenzamos a explorar a partir del próximo plebiscito. Como aquellos artistas que señalan época, Manco Parra muestra un camino imposiblemente posible.

La última contracción del Premio Luis Caballero

Finaliza la revisión de los requisitos administrativos  para entrar en  el proceso de nominación de artistas aspirantes al IX Premio Luis Caballero (LC). Comparto algunas percepciones del estado actual del Premio en general y de la IX Convocatoria en particular.

En primer lugar, contrario a mis propias expectativas, la modalidad curatorial no tiene la acogida esperada dentro de la impotencia que se manifiesta dentro del potente universo curatorial colombiano. Juan de Jesús Manrique  presentó la  propuesta  Inexclusiones y no superó los primeros filtros administrativos. Es necesario preguntar por qué fracasa esta iniciativa interesante de la Gerencia de Artes del Idartes para esta versión del Premio. Quizá no está suficientemente pensada. Una evaluación colegiada e interinstitucional puede aportar herramientas para introducir los ajustes necesarios al protocolo que el Idartes proponga a los artistas  para realizar la versión X del premio —si se convoca—. El Idartes debe establecer diálogos no solo estratégicos con centros de poder burocrático y comercial. Principalmente,  debe abrir sus puertas a los centros de producción de conocimiento, que en Bogotá los hay muy importantes dentro del sector público. En su versión estética, el Estado es sordo al interés público y en particular a la Academia colombiana, al menos en aquello que concierne a los artistas plásticos y visuales.

Algo queda claro de esta fallida Convocatoria curatorial para el IX Premio LC. No es fácil presentar una curaduría al LC, pues, en principio, se supone que todos los participantes en ella deben cumplir las exigencias que requieren los artistas con propuestas personales; entre otros aspectos, el ser mayores de treinta y cinco años, y tener una trayectoria artística documentada. En otra oportunidad mencioné la propuesta colectiva de Franklin Aguirre presentada en dos oportunidades al juicio de la administración del Idartes. Pese a la trayectoria de Aguirre como artista, curador y pedagogo, en ambas convocatorias su propuesta fue descalificada. Aguirre no se presentó para esta versión del premio.

Cabe preguntar si esta Convocatoria curatorial  debe formularse dentro del dispositivo administrativo que organiza las gramáticas de las propuestas artísticas personales, o si esta modalidad puede configurar su propia lógica. Se puede pensar que si el proponente o curador cumple con todos los requisitos generales aplicados a los artistas, esta condición es suficiente para entrar en el proceso de nominación. Se selecciona no tanto a un colectivo de artistas sino curadores con amplia experiencia, investigación y obra. Por supuesto, esto puede desajustar mucho más este estímulo artístico, pero es necesario explorar estrategias de estudio y análisis.

Ahora bien, para la modalidad curatorial se puede pensar, no tanto un proyecto curatorial para ser realizado durante el año en que se ponen en escena los proyectos artísticos personales, como una nominación de curadurías realizadas en espacios específicos durante el año en que se convoca el Premio. El mismo u otro jurado,  evalúa las curadurías realizadas durante la puesta escena del Premio en su versión de propuestas artísticas.

Dada la poca acogida artística que se manifiesta en la IX Convocatoria del LC,  presentar una propuesta  curatorial configura una labor quijotesca. En este orden de ideas, realizada la evaluación que propongo, no está demás pensar otras estrategias para acercarse a los artistas y considerar si vale la pena mantener esta modalidad curatorial que, al parecer, nació muerta.

En segundo lugar, en esta mesa crítica aparecen una vez más los estertores de un Luis Caballero agonizante. La Convocatoria de propuestas artísticas tampoco tiene mayor acogida. Al contrario. Alarma su sintomática contracción y la indiferencia académica, artística, ciudadana, crítica y estética. A pesar de que entre los preseleccionados para la nominación al IX Premio se aprecian artistas de trayectoria (algunos de ellos antes nominados y un ganador del Premio) y entran en escena nuevos nombres que están sobresaliendo, sorprende la respuesta fría del campo del arte colombiano a esta Convocatoria, el mejor estímulo estatal del arte colombiano. Este silencio ruidoso del campo del arte debe ser interpretado, estudiado y evaluado más allá de las convenciones y buenas maneras burocráticas. No se puede desconocer los esfuerzos que se hacen desde la gerencia de artes de Marta Bustos de conservar el Premio y la Galería Santa Fe. Pero algo pasa. Evidentemente. Al parecer, a los pocos artistas que está destinado el estímulo no les interesa. Si es así, a partir de la X versión debe ser replanteado. En esta oportunidad, se presentan veintidós propuestas. Son descalificadas dos. Quedan veinte artistas elegibles dentro de los cuales se nominarán ocho. No sorprendería que el jurado decidiera convocar menos.  La reducción de aspirantes es dramática y amenaza gravemente la sostenibilidad de los niveles de excelencia que demanda la tradición del Premio.

En tercer lugar, ya fueron designados los jurados para el IX LC, a saber, Mariana Varela —nominada al VII Premio LC—, Juan Mejía —ganador del VIII Premio LC— y la investigadora Natalia Gutiérrez.  A pesar de su raigambre bogotana, los tres son garantía de que podríamos tener un último Luis Caballero presentable ante los artistas y la crítica. Se pertenece, uno construye su raigambre en aquellos lugares en los cuales tiene la oportunidad de transformar las tempranas improntas territorializantes.[1] En efecto, los tres jurados han pensado y realizado su carrera profesional en Bogotá y conocen de primera mano la crisis de legitimidad que padece el Premio y el arte colombiano en general, así los públicos de las grandes tribunas sigan replicando la consigna comercial acerca “del gran momento por el que pasa el arte colombiano”.

Para esta versión del LC no hubo presupuesto para convocar un jurado internacional. La verdad es que este tipo de jurados no aportan nada al evento, por lo menos en las versiones anteriores no se percibió ningún aporte artístico, conceptual ni práctico. En general, los jurados aportan poco o nada a los eventos que presiden. Se debe remunerar mejor a los jurados y también exigirles más trabajo conceptual. En varias oportunidades he dicho que los jurados de arte deben enriquecer la comprensión que se tiene del arte internacional y del colombiano en particular. En este sentido, todos los jurados han constituido  más una instancia administrativa y no aquella mirada experta que propone una perspectiva para comprender este aquí y ahora concreto que devora con sevicia la imaginación de los artistas. Si quisiéramos hacer una evaluación de los aportes de los jurados al LC, no tendríamos soportes para realizarla.

La labor del jurado para esta versión del LC también es quijotesca. No será fácil presentar ante la opinión nacional e internacional un evento capaz de reforzar las consignas que promueve el mercado de bienes suntuarios. Asimismo, tampoco será fácil mostrar a los artistas y a los críticos, que este  Premio es el evento artístico más importante de Colombia. Solo menciono estos dos estamentos de comprensión y análisis, porque el principal —la ciudadanía bogotana— no logra ser tocado por los artistas que participan de estas exposiciones.

En cuarto lugar, urge volver a pensar por qué se echó a pique el LC, si era tan buen estímulo para los artistas. Tal y como este estímulo evoluciona, actualmente se  reduce u homologa al fallido programa de exposiciones de la fenecida Galería Santa Fe. Los lisonjeros del Régimen Burocrático afirman que la disgregación artística que se promueve desde Europa es virtuosa, que la dispersión que padece el Premio corresponde a las lógicas contemporáneas de exposición, a  aquellas puestas en escena en las cuales el artista-para-el-espectáculo se ensaya. Desde el comienzo he sostenido lo contrario. Un pueblo sin cultura de apreciación artística ni interés por ideas estéticas, demanda el tipo de estrategias expositivas y pedagógicas como las diseñadas para el antiguo LC. Así haya fracasado, después de setenta años de ensayos,  la responsabilidad del Estado sigue siendo formativa.

Pueblos con interés por los espectáculos que giran en torno a las exposiciones de arte pueden ensayar la deslocalización visual como estrategia de pensamiento in situ, dicho de manera abstracta. Si planteamos esta estrategia artística en términos locales, decimos que se trata de puestas en acción que detonan situaciones específicas. En artes, aquel latinajo invisibiliza lo real específico en las situaciones que interesan a muchos artistas Off-Broadway.  Lo importante de los lugares deslocalizados es la situación que emerge de sus entresijos, de los entres vivientes. Con excepción de la propuesta de Consuelo Gómez —nominada al VII Premio LC— para la Plaza de Mercado del barrio Las Cruces, poco se ha visto al respecto. En general, una vez más, los asesores estatales que acompañan la desaparición de la Galería Santa Fe,  sueñan el arte colombiano instalado a la manera que se lo monta y exhibe en Berlín, Kassel, Londres o Venecia.

La debilidad de este importante evento es evidente. Sin duda alguna, el complot en contra del Premio Luis Caballero se inicia  con su desahucio del Planetario Distrital. La pobreza del número de participantes para el IX Premio habla por sí sola. Si dentro de la modalidad configurada para la extinta Galería Santa Fe, el premio sufría por su poca visibilidad ciudadana y su nula recepción crítica, deslocalizados en la dispersión actual, el interés que muestran los artistas es mínimo, y qué se podrá decir o esperar de la ciudadanía que lo sostiene con sus impuestos.   Otra evaluación llama a la puerta del Idartes. Se debe evaluar a sus asesores, en especial a aquellos que recomendaron la actual modalidad en que se está diluyendo el Premio. Ojalá el Idartes escuche esta vez la voz del pueblo y haga los correctivos apoyándose menos en los gestores del mercado del arte y más en aquellos y aquellas que producen conocimiento estético en las Universidades bogotanas.

Las siguientes son las propuestas que actualmente  los jurados revisan y evalúan:

  • Leonardo Herrera Madrid: Santos cabezas
  • Adriana Marmorek Arango: Háblame amor
  • Sergio Giraldo Giraldo: Ciudad transeúnte
  • Mauricio Bejarano: Trece
  • Juan David Laserna Montoya: Set
  • Ana Mejía Macmaster: Et mortuos est in ore-piscis
  • Ana Patricia Palacios: Errantes
  • Lina González Vergara: Torturas voluntarias — Fracasos temporales
  • Carlos Restrepo: Marcha contra las minas quiebrapatas
  • Luis Guillermo Morales Betancourt: Estación
  • Luis Fernando Ramírez Celis: CN 70: A propósito de la colaboración entre Celis y Nova
  • Jairo Alberto Maldonado Villamizar: Volviendo al origen
  • Felipe Arturo: El rio persigue la gravedad
  • Eulalia de Valdenebro Cajiao: Páramo, cuerpo permeable
  • Alberto Benavides: Momentos y colores de la creación
  • Juan de Dios Vargas Mejía: Triangulación
  • Hernando Velandia: La Magdalena
  • Rodrigo Echeverri: Ejercicios de sustracción
  • Oscar Góngora Ospina: P.A.Z (palas, amor y zonas)
  • Consuelo Manrique: Por entre el rio

Queda pendiente realizar un estudio acerca de qué y el cómo los y las artistas pensarán los espacios propuestos durante cada interacción. Esta información aún no la suministra el Idartes, pues está en el proceso de evaluación.

Fotografía: cortesía del artista Carlos Restrepo, aspirante a la nominación al IX Premio Luis Caballero con la propuesta Marcha contra las minas quiebrapatas.

 

[1] Impronta: “proceso de aprendizaje que tiene lugar en los animales jóvenes durante un corto período de receptividad, del que resulta una forma estereotipada de reacción frente a un modelo, que puede ser otro ser vivo o un juguete mecánico” (Rae).

Devastación emocional y espacio público: “Feroces” y “Duele” como síntomas

Al ver dos obras de teatro en cartelera a poco tiempo de diferencia (Feroces, de Chema Rodríguez Calderón y Duele, de Rajiv Joseph), noté que expresaban en común figuras ficticias a partir de una nueva forma de subjetividad que surge más o menos en los noventa a partir de la predominancia del trauma y del giro afectivo en la cultura. Esta forma de subjetividad, se hace presente no sólo en el teatro sino en reality shows, cine, arte contemporáneo y hasta en movimientos sociales. Y va más allá del sujeto objetivo que fue la figura protagónica en la producción modernista crítica, un sujeto que estaba alienado de sí mismo y de la sociedad por el consumo, la tecnología y la cultura de medios de comunicación. Este sujeto (desde el flanêur de Baudelaire, hasta los personajes de Bertolt Brecht, Samuel Beckett, Jacques Tati, Jean-Luc Godard, los Situacionistas, Peter Handke, Werner Herzog), trataba de volver a sí mismo al comprender y superar la alienación para liberarse de la uniformidad de criterios y el pensamiento único para reconectarse de manera significativa con el mundo.

En los albores del siglo XXI, la búsqueda de significado del sujeto alienado modernista es sustituida por un yo sufriente –también por la alienación- pero proyectando trauma, dolor y malestar emocional en el espacio público. Esta forma de subjetividad va de la mano con el incipiente devenir público de la intimidad: por medio de la confesión y la auto-exposición, el sujeto expresa vulnerabilidad y fragilidad emocional, y estas condiciones son discutiblemente análogas a la precariedad de las formas de vida y de trabajo traídas por la reconversión neoliberal. A la par que se privatiza el dolor –a partir de la individualización y alienación extremas del «ráscate con tus propias uñas»–, se colectiviza la memoria del sufrimiento individual, no a través de la identificación, sino a través del hacer pública la inestabilidad de situación de vida/laboral/emocional. Es decir, ya que la vida contemporánea se caracteriza por no tener garantías ni predecibles, el sujeto se encuentra en dislocación, crisis y transición permanentes, viviendo al borde de despido, abandono, crímenes, traumas, promesas rotas y bagaje emocional sin procesar. Y justamente el gesto de hacer pública esta condición, es un intento (fútil) de procesarla.

En Feroces del autor, actor y director de teatro Chema Rodríguez Calderón, cuatro hermanas que están a punto de enterrar a su madre, se quedan encerradas en el ático de su casa buscando el testamento. Esta situación crea las condiciones para que compartan las secuelas de su relación con ella en la adultez. Lejos de pesarles su muerte, la culpan de ser calculadora, violenta, fría y controladora y describen episodios de su infancia en las que actuaba de maneras perversas para hacerlas duras y frívolas como ella. Exponiendo las heridas que las marcaron de por vida, de acuerdo con el apotegma psicoanalítico de Freud: «infancia es destino», cada personaje revela sus flaquezas y exhibe su vulnerabilidad derivados de los traumas que les causó su madre. Encarnando arquetipos algo burdos, están la «tímida invisible pero cabrona» hermana pequeña, la «actriz vedette cocainómana en necesidad permanente de ser el centro de atención», la hermana mayor «rígida y monjil» y la «burócrata-perfeccionista-infeliz». El encierro propicia un juego perverso en el que se confrontan con violencia y humillaciones para hacerse sufrir juzgándose y culpándose unas a las otras para probarse. Acordando una forma extraña de vengarse de su madre, las hermanas deciden que quien más haya sufrido en vida será digna de la herencia completa. Las afectadas al final serán las que no hayan sufrido ‘tanto’, haciendo una ecuación con la victimización y el éxito absolutos. En los diálogos cargados de violencia, odio y auto-revelación, el Jerry Springer Show meets Casa de muñecas de Henry Ibsen: no es azaroso que en parte, la puesta en escena mexicana transpire apretadez y afectación victorianas, lo que nos hace más lejanas a las hermanas, menos empático al público con sus ordalías. Tal pareciera que el Bildung de la madre fuera un intento fallido de formar a sus hijas para sobrevivir las condiciones de darwinismo social preponderante, ya que la humillación y culpa de las hermanas reside en no haber logrado ser ‘exitosas’ en la vida y profesionalmente bajo los términos dictados por el capitalismo neoliberal (su madre).

En la superficie una historia de amor extremadamente disfuncional y destinada al fracaso, Duele (Gruesome Play Injuries deRajiv Joseph, 2011) trata de los encuentros de dos amigos, Karina y Diego,  en clínicas, una funeraria y hospitales entre los 3 y los 38 años. Inclinados hacia la auto-destrucción, sus patologías se distinguen por la diferencia de género: Karina padece de vómito, adicción a pastillas y alcohol, es víctima de violencia sexual y padece tendencias suicidas. A su vez, Diego externaliza el trauma psíquico en actos kamikazes de los que inevitablemente sale mal librado: se lanza del techo en bici, explotando cohetes se vuela un ojo, en otra caída cae en coma, etc. La estereotipización del dolor por género, se traduce en que en ella, el sufrimiento psíquico se somatiza en padecimientos físicos; en él, el malestar emocional se convierte en dolor físico auto-infligido, forjando una masculinidad a partir de “probarse” tipo Jackass. En cada encuentro –que perfectamente se puede visualizar en algún lugar de Bushwick, ya que los personajes aún traducidos a la sensibilidad mexicana no esconden su origen en Brooklyn– recuentan sus heridas entre la tensión amorosa que abre y cierra una puerta –parece que las heridas impiden que florezca el amor– poniéndose al día de sus respectivas vidas y reiterando la imposibilidad de estar juntos. Poco a poco, se revela que cuando Diego se explota el ojo, es porque Karina lo rechazó, y que ella enloquece cuando él no despierta del coma (él cree que Karina es curandera y falla al intentar despertarlo). Como si sus historias médicas revelaran la imposibilidad amarse, en realidad Duele aborda la versión hípster de la alienación extrema que lleva a la desesperación mental y la imposibilidad de conectarse con el otro. Es por eso que la agonía física es lo que une a Karina y Diego al tiempo que los separa. La disfuncionalidad de los personajes recuerda a Hamm y Clov, los protagonistas de Fin de partida de Samuel Beckett (1959). En el culmen del existencialismo en Europa, los personajes se encuentran atascados en un bucle interminable de repetición y estasis; anclados en un basurero rodeados de ruinas, viven y respiran máxima alienación y vacuidad. Pero al contrario que Karina y Diego, Hamm y Clov sufren otro tipo de codependencia: a pesar de que sus vidas están llenas de dolor, su mutua compañía ayuda a paliar los estragos causados por el sinsentido de la vida moderna.

De este modo, Karina y Diego y las hermanas en Feroces, son síntomas de la falta de sentido convertida en trauma subjetivo paliado por la externalización, confesión y auto-exposición, que no son liberación real, sino los barrotes de la cárcel. De este modo, sus discursos-confesiones se hacen parte de las plataformas que existen para exponer la intimidad en el espacio público, en un esfuerzo por no sentirse solos en el sufrimiento propio.

Estos síntomas reflejan el hecho de que vivimos en una cultura de victimización y ambas obras toman prestados los géneros del trauma para expresar lo que no es excepcional, la nueva normalidad: el sufrimiento individual y auto-desgarramiento. Se hace evidente que hoy en día, el afecto se encuentra al centro de la esfera pública, creando falsas relaciones de reciprocidad o identificación con los sujetos sufrientes. Al confesar, las víctimas producen verdades absolutas evacuando al sujeto al mismo tiempo que se le asegura un sitio discursivo: la enunciación del dolor garantiza que el sujeto regresará como sobreviviente. De esta manera, la catarsis teatral es sustituida por un espejo falso del yo neoliberal traumatizado y precarizado, trayendo un nuevo ‘sentimentalismo’ basado en la obligación de confesar para sobrevivir y momentáneamente liberarse. Al mismo tiempo, este hacer público del sufrimiento y el trauma hace que el campo político de la libertad de expresión paulatinamente se convierta en uno de sanación y seguridad emocional. Sin embargo, este deseo colectivo de espacios ‘seguros’ de expresión y sanación emocional individuales, sirve para revocar las subjetividades privilegiadas. En el discurso de la auto-ayuda, se pierden los temas de poder, clase y racismo. Esta nueva forma de espacio público afectivo hace que identidades, deseos y valores no estén encauzados hacia la formación de ciudadanos dispuestos a luchar por derechos colectivos –que son los ideales que le dan significado real a la democracia representativa. Al contrario, en estos espacios públicos de compartición de trauma florece la subjetividad de víctimas, actualmente la principal forma de identificación bajo el capitalismo neoliberal.

Fotografía: Ibero 90.9

 

Irmgard Emmelhainz es Doctora en Historia del Arte, investigadora, docente  y ensayista especializada en estudios de la cinematografía. Ganadora de varios reconocimientos y becas tales como la Beca Connaught, Universidad de Toronto, para realizar el doctorado en historia del arte. Ha dictado varias conferencias en distintos países y en diferentes idiomas. Ha publicado su trabajo en revista de estudios latinoamericanos, Universidad de Arizona; en la revista electrónica AMCA (Asociación para el arte moderno y contemporáneo del mundo árabe, Irán y Turquía), entre muchas otras.

Artículo publicado originariamente en Campo de Relámpagos

Exposición  colectiva de Óscar Salamanca y Alejandro Múnera en Pereira

 

Pereira se prepara. La fluidez de lo bello natural y la belleza simbólica de las artes tendrán un Encuentro Inmoderno durante el 44SNA. Mientras llega el momento de la esperada inauguración, muchos artistas siguen en sus búsquedas, muchos de ellos y ellas sin inquietarse por el evento nacional.

Óscar Salamanca, Óleo sobre tela, 2016
Óscar Salamanca, Óleo sobre tela, 2016

Óscar Salamanca y Alejandro Múnera presentan su reciente producción en la biblioteca Jorge Roa Martínez de la Universidad Tecnológica de Pereira.  Muro Líquido  es  el espacio expositivo que acoge las ideas inmodernas de los artistas. Sólo se puede ser moderno si se muestra que se domina la actitud inmoderna de pensar con la historia de los grandes hitos de la pintura occidental. Salamanca y Múnera proponen un ejercicio al aire libre, libre de la contaminación de los discursos y las ideologías dominantes dentro del arte contemporáneo.

Alejandro Múnera, Óleo sobre tela 2016
Alejandro Múnera, Óleo sobre tela 2016

La muestra recoge pinturas realizadas en el Lago la Pradera del municipio de Dosquebradas a lo largo de siete meses. Con el método a la “prima” —  afirma el maestro Salamanca—los artistas realizan jornadas semanales de tres horas durante las cuales aplican la técnica de la pintura al óleo sobre tela. La estrategia consiste en relacionar un claro interés académico con el aire impresionista que aún mece las ideas estéticas de todos aquellos que persisten en su amor por la pintura.

Óscar Salamanca, Óleo sobre tela, 2016
Óscar Salamanca, Óleo sobre tela, 2016

Por relacionar estas dos inquietudes —continúa el maestro Salamanca—, los artistas se autodenominan Los Inmodernos. Tienen en mente la pintura del pintor colombiano Miguel Díaz Vargas, artista muy apreciado por ellos. Cada uno expone diez pinturas. En ellas se muestra un interés por el recorte de la imagen y el tema inmoderno de los nenúfares o lotos. Con agilidad mental y corporal, captan todas las nervaduras  y los reflejos del agua, entre otros acontecimientos alegres que ocurren mientras los pintores están en situación, concluye el maestro Salamanca.

Alejandro Múnera, Óleo sobre tela, 2016
Alejandro Múnera, Óleo sobre tela, 2016

Agradecimientos maestro Óscar Salamanca.

 

Mayor información AQUÍ:

 

¿Arte o vandalismo?

Recientemente, un periódico capitalino registró la frustración de un propietario en el barrio La Candelaria. Después de remozar la fachada de su casa, eliminando inscripciones y letreros, volvió a ser “intervenida” por gente no invitada en menos de veinticuatro horas, dejándola en lamentable estado, en detrimento de su hogar y apariencia del vecindario.

La intervención —espontánea o calculada—  de paredes, de mobiliario público y privado es un fenómeno mundial  tan antiguo como la humanidad. Es el caso de Pompeya y otras ciudades de la antigüedad  en donde los trabajadores que participaron en proyectos, por ejemplo, la tumba de algún personaje importante, dejaron en lugar recatado testimonio de su contribución. En Washington D.C., en las fundaciones (ocultas al público) del monumento a Abraham Lincoln, inspirado en el Partenón, existen inscripciones y caricaturas realizadas por algunos de los trabajadores conmemorando su realización y el momento político. Artistas como Antoni Tapies, en los años 40, encontraron inspiración en el grafiti asociándolo con la guerra; y José Antonio Fernández Muro y su esposa, la argentina Sara Grillo, con la inconformidad social, la búsqueda visual  y plástica de los años 60s, luego de transitar por la geometría.

¿Grafiti?, ¿arte urbano? ¿arte callejero?, los términos se usan a menudo indiscriminadamente para designar la intervención gráfica o pictórica de estructuras e infraestructuras urbanas. Sin embargo, cada una tiene su contexto y es diferente en su significado e intención, ideología, metodología y estilo.

Grafiti

En plural, en su versión moderna, deriva del término italiano graffito (en singular), que proviene de graffiato, que  significa rayón y a su vez proviene del griego grafein (escribir). Esgrafiado, una palabra similar (en italiano sgraffito), se refiere a la acción de raspar una superficie para dejar entrever la capa que se encuentra debajo. Es una técnica artística utilizada en particular por ceramistas y pintores.

Consenso entre los historiadores determina que el grafiti se origina en Filadelfia a mediados de los años 50s luego de la muerte del músico de jazz Charlie Parker, pero  en Nueva York se configura como expresión social, en un contexto masivo con proyección existencial, coincidiendo con intensos cambios en la sociedad norteamericana. Individuos que recorrían la ciudad por razones de su actividad sintieron la necesidad de dejar testimonio colocando su nombre en código y número de calle en los vagones del metro subterráneo, por ejemplo, Taki 183 y Tracy 168. El Metro fue elegido por sus características como medio de transporte colectivo e interconectado, además de la ventaja que ofrecían las restricciones presupuestarias para proteger y  limpiar constantemente el servicio. Como elementos técnicos los grafiteros utilizaron —y se limitaron—,  a marcadores y pintura en aerosol cuya base química reaccionaba con la pintura de los vagones haciendo casi imposible su remoción por métodos tradicionales.  Los subterráneos de Londres y Roma fueron pronto “adaptados” al grafiti, y de allí se popularizó en numerosas ciudades.

Respondiendo a su etimología, el grafiti se concentró en la palabra. En el proceso fue adoptado por pandillas y se relacionó con el crimen urbano para marcar territorios y limitar acceso, creando fronteras “invisibles”.  A mediados de la década de los 80s el público, inicialmente divertido con las intervenciones, manifestó  su desagrado por el deterioro, que estimulaba el síndrome de la ventana quebrada. La municipalidad inició una campaña de saneamiento. En 1989 fue retirado del Metro de  Nueva York el último vagón cubierto de grafiti.

La adopción del grafiti por el “mainstream” en el arte marca el ocaso del mismo como expresión subterránea, en Nueva York. Quienes persistieron en su práctica decidieron salir a la superficie, y eligieron como soporte fachadas y culatas de edificios, por lo general  abandonados, concentrándose en vecindarios de bajo ingreso o subsidiados.

Arte callejero

Es  decir, el arte realizado en el espacio externo, a nivel urbano, incluye grafiti pero no está asociado exclusivamente a este. Una gran diferencia es la introducción de imágenes (en oposición al grafiti tradicional que usa la palabra, o el lenguaje), y tiene otras influencias, una de ellas el arte mural realizado en el suroeste de los Estados Unidos por las minorías chicanas (siguiendo el ejemplo del muralismo mexicano oficial), compartiendo el sentido de protesta y necesidad de reivindicación social. Otra diferencia es que hace uso de variadas técnicas, desde la pintura industrial tradicional, al afiche temporal, el esténcil, el video-proyección, el happening y las instalaciones, entre muchas otras.

Arte urbano

(Del latín urbanus) no es necesariamente arte callejero o grafiti, y manifiesta su pasión por la ciudad, se relaciona con esta, y la vida de los barrios donde los artistas viven o intercambian experiencias, a veces más allá de límites geográficos y nacionales. Hoy día es internacional.

Según el portal de la Facultad de Arte y Diseño de la Universidad de Indianápolis, debido al hecho de que el grafiti, el arte callejero y el arte urbano se caracterizan por consumarse en el espacio público, “a menudo son vistos como actos de vandalismo y destrucción de la propiedad. Aunque algunas veces las diversas formas constituyen en efecto, actos de vandalismo, los creadores no se ven asimismo como vándalos”.

Una reflexión importante

Por todas las consideraciones (y desconsideraciones) que el grafiti, el arte callejero y el arte urbano involucran, tal vez la mejor forma de hacer la pregunta sobre su carácter e idoneidad es invocar la legalidad, no para terminar, sino comenzar por algún lado a darle civismo al debate. En una sociedad que aspira a comportarse bajo principios de armonía, respeto y coexistencia de diversos sectores, grupos y componentes,  la aceptación o no de estas formas de expresión, y su práctica, dependen del nivel de permisividad que la sociedad confiere al individuo, de otra forma el artista debe asumir el carácter subversivo de su acción y atenerse a las consecuencias. Bien vale recordar que la libertad individual, la cual hay que proteger a toda costa, termina donde comienza el derecho de los demás.

FÉLIX ÁNGEL (Colombia, 1949). Artista, arquitecto, curador, escritor, y gestor cultural. Vive en Washington DC, hace cuarenta años. Cuenta con más de cien exposiciones individuales y cuatrocientas colectivas, ferias, y bienales en las Américas y Europa. Ha publicado ocho libros y realizado nueve obras murales (públicas) en Colombia. Ha recibido numerosos reconocimientos incluyendo el premio por “Liderazgo visionario de las artes” de la Ciudad de Washington. Visite: www.felixangel.com

 

Publicado originalmente en www.elmundo.com

 

Deep Surface, una exposición de pintores en la Galería Nest

Un colectivo de pintores jóvenes toca a la puerta de la Galería Nest y,  para sorpresa nuestra, no sólo son recibidos. Hoy muestran allí  sus procesos de producción y recreación de imaginarios singulares y colectivos. A pesar de que todos los artistas  hablan de proyectos y animado por la instalación de Dimo García, uso el concepto proceso para señalar la singularidad espacial que se reivindica  en la pintura post-contemporánea, una pintura extramuros, expuesta al moho de la vida, entregada a la corrosión de la historia, una pintura perfectamente inacabada, como toda lengua perfectible a cada minuto de su puesta en superficie común y profunda. Como la investigación científica, los proyectos tienen metas claras y por ello mismo controlables y verificables a corto plazo, tal como exige Colciencias. Los procesos son prácticas abiertas entregadas al azar. De ellos no se sabe nunca cómo culminarán, mucho menos si lo harán. Este tipo de entrega configura el rigor de la producción artística post-contemporánea. El pintor de hoy se entrega al ser de la pintura, pero sin entregarlo todo, así el o la artista no se percaten de ello, siempre se reservan algo de sí para sí. Este algo que escapa, que logra fugarse es lo post-contemporáneo, es decir, siguiendo algunas ideas de Giorgio Agamben (2011), es lo inactual.

Fotógrafo
Fotógrafo

La muestra en Nest es diversa y, como sugiere Guilles Deleuze como requisito para toda buena pintura, condensa la historia de la pintura Occidental. Con esta afirmación no digo que se trata de un hito conceptual o práctico dentro de la historia del arte colombiano. Lejos de ello. No es interesante por este tipo de aportes inconmensurables a corto plazo, pues, es pretencioso que una exposición de arte se proponga tal meta. Es importante porque muestra tímidamente la conformidad de algunos de los artistas con sus propios medios de expresión, pero también evidencia las luchas conceptuales, espaciales e históricas que otros pintores expresan en sus entregas abiertamente pictóricas. En especial, se destacan aquellos artistas que logran abrirse al espacio común, profundo  y traumático de las espectadoras que entregan su entendimiento a los artistas. De esto trata una exposición de artistas, a saber, entregarse, disolverse, reconfigurarse infinitamente en el encuentro abismal que se abre entre el artista y la espectadora.

Walbert Perez, Gritos o Gritones
Walbert Pérez, Gritos o Gritones

Aunque en esta entrega artística expuesta en Nest  son evidentes algunos casos de timidez espacial, ingenuidad conceptual o truculencia narrativa, el conjunto de la exposición se sostiene, pues, unos artistas permiten apreciar sus propias ideas y  procesos en conflicto con las entregas realizadas por los otros, todo dentro del mismo cuadro total que es Deep Surface.

En primer plano, la exposición hace eco de los problemas éticos,  estéticos, políticos y sociales de Colombia. Las fichas técnicas dan cuenta de este lugar común que es la violencia en Colombia, no sólo la política. La violencia artística en contra de los artistas es un tema tabú dentro del arte colombiano porque todos apuestan por la Historia de Los Vencedores. Nadie quiere investigar acerca del arte de las vencidas. Desde hace varios años, la artista y activista Magali Reales trabaja en solitario la idea de los Derechos de Artista.

Viviana Troya, pintura 4-4/0-0
Viviana Troya, pintura 4-4/0-0

En segundo plano, los artistas muestran la vitalidad expresiva de la pintura durante los últimos cincuenta años del siglo XX en Occidente: abstracción en diálogo con Mondrian y Malevich, espacialidad en conflicto con el Minimalismo y repeticionismo en diálogo con los herederos del arte Pop.

Gonzalo García, Dispositivo Ontológico
Gonzalo García, Dispositivo Ontológico

Santiago Cubides, Dimo García, Gonzalo García, Walbert Pérez, Giovanni Randazzo, Leonardo Rodríguez, Alejandro Sánchez, Viviana Troya, Fernando Atehortúa y Sebastián Ramírez, configuran aquella realidad que Franklin Aguirre —curador— denomina superficie profunda. El referente conceptual, histórico y mediático no deja dudas: Aguirre persiste en su lucha con Andy Warhol en contra de la interpretación y a favor del placer de las espectadoras. Sin embargo, el curador matiza. A pesar de que Warhol exige a la espectadora que no busque nada por detrás de sus pinturas y que se plazca en la apariencia, Aguirre propone sugestivamente a las espectadoras que esa superficie en grado cero de significación que los artistas presentan es bastante profunda. A mi modo de ver, falible por demás, en algunos casos la profundidad reivindicada es externa al proceso de los artistas. Se trata de una profundidad impuesta. Sin éxito, algunas fichas técnicas pretender dar fe de la profundidad de los procesos traumáticos que envuelven a los pintores, pero en algunos casos se percibe un tufo de banalidad que hace sonreír a la espectadora desconfiada. Aunque los pintores creen que pocos leen sus fichas técnicas, son muchos quienes la noche de la inauguración estuvieron deletreando sus reflexiones o, en algunos casos, susurrándolas con sorna o suspicazmente.

Fernando Atehortua, Feliz Cumpleaños Aura
Fernando Atehortua, Feliz Cumpleaños Aura

Superficie profunda tiene un gran mérito: reúne a un colectivo de artistas que, pese a su juventud, no pierden su fe en la pintura, comenzando por el curador. Atendiendo a la precariedad espacial y escritural que padece el arte colombiano, nos detenemos en los procesos de Dimo García, Alejandro Sánchez y Giovanni Randazzo. Me acerco un poco más  a estas propuestas por su sensibilidad performántica inconsciente, porque en ellos la idea de entrega logra inquietar, sacar de quicio a las espectadoras.

Dimo Garcia, Instalación
Dimo Garcia, Instalación

Dimo García acierta al presentar un conjunto de pequeños, superficiales y profundos ejercicios de meditación plástica. Se instala con sus lienzos, papeles, objetos y artefactos en la esquina nororiental de la Galería. Pone en acto la diversidad de sus conflictos consigo mismo, sus ideas acerca de la historia de la técnica y las críticas a los procesos del arte comercial denominado arte contemporáneo. Saca del armario todas sus angustias conceptuales, entrega a las espectadoras sus expectativas históricas y sociales de tal manera que se atreve a inventarse a sí mismo como pintor creando un espacio para pensar en público. Con su entrega, García toca las estrategias del artista de performancia, una práctica de creación que  estudia con desconfianza. Son muchas las reticencias y suspicacias que expresa respecto a la performancia. Son conocidos sus diálogos en red en donde expresas todas estas críticas.

Dimo Garcia, Instalación
Dimo Garcia, Instalación

Por su sencillez expresiva, el proceso de García es el más diverso de la muestra. Deja claro que entra a una etapa de madurez prolífica y creativa. Por ello mismo despierta mucho interés dentro de las espectadoras. García se presenta sin la parafernalia conceptual con se adornan muchos artistas contemporáneos. En mi opinión, dentro de la exposición es quien mejor juega en los márgenes del dictado curatorial. Es quien no sigue al pie de la letra las consignas de Aguirre. El artista franco siempre juega en los márgenes. Para ello se requieren ideas, preparación y experiencia. García muestra que tiene estas virtudes, por ello juega como juega.

Alejandro Sánchez, Ubicua, Instalación
Alejandro Sánchez, Ubicua, Instalación

Alejandro Sánchez acepta jugar el juego banal, profundo, político y superficial  de la propuesta curatorial. Dentro de los artistas jóvenes es quien más pinta y muestra en la actualidad. Su virtuosidad es su mejor aliada pero a veces le pone trampas. Me refiero a las Trampas de la Fe en el Arte Pop, el pecado original de muchos artistas colombianos después de los años sesenta del siglo XX. Por ello mismo, sorprende el proceso presentado en Deep Surface: Sánchez se arriesga y pinta in situ. Escoge el blanco mítico de Malevich, saca al frente el ser de la pintura y piensa su precariedad dentro de la realidad de la pintura colombiana. Un conjunto de tubos de óleo son expuestos en el piso de la galería luego de ser usados en la intervención.

Alejandro Sánchez, Ubicua, Instalación
Alejandro Sánchez, Ubicua, Instalación

Sánchez muestra  aquello que el artista ruso no logra pensar en su época: el ser volátil de la pintura, su  aroma inconfundible. Pinta el aroma perdido en las vitrinas de la pintura contemporánea.  A pesar de que el aroma es espacial, éste pasó por desapercibido para la percepción de muchas espectadoras que legítimamente persistieron en sus hábitos modernos: encontrar calidades estéticas adosadas a un muro blanco. Sánchez les ofrece lo que quizá no quieren ver, pero en el doble fondo de su proceso muestra a las espectadoras que han perdido el olfato de lo real en toda pintura: su aroma de época. El aroma de la pintura fue suplantado por el aroma del dinero. Sin embargo, muestra fe. La pintura actual sigue ahí y persiste en sus luchas en contra de los curadores estatales. Y acierta. La pintura está dispersa animando muchos procesos artísticos post-contemporáneos. Esta sensibilidad por el movimiento de los aromas dentro del espacio de la espectadora, es una sensibilidad performántica que Sánchez puede seguir pensando.

Giovanni Randazzo, Dark Matter, Instalación
Giovanni Randazzo, Dark Matter, Instalación

Mediante el recurso de una instalación penetrable, Giovanni Randazzo relocaliza un conjunto de trozos de ramas, las recicla en contexto y les otorga poderes mágicos. Realiza algo parecido a la cueva mágica de Justine en Melancolía, con la cual Lars von Trier hace frente al caos del final de los tiempos. Actos de magia como los de von Trier y Randazzo configuran la política del arte. Es una pena que en una y  otra propuesta, sus espectadoras no se enteren de que son protagonistas estelares dentro del caos actual. Todas están convencidas de que se trata sólo de una artefacto para hacerse selfies.

Giovanni Randazzo, Dark Matter, Instalación
Giovanni Randazzo, Dark Matter, Instalación

Sorprende la idea en la entrega que hace el artista a las espectadoras: dark matter. Causa sorpresa porque en paréntesis realiza una paráfrasis. Escribe Nest. La realidad oscura se presenta en forma de nido. La realidad que le inquieta al Randazzo es un nido que también se percibe como corona de espinas, como  círculo infernal. Con la figura  Nest, el artista no incurre en la obviedad de citar a los galeristas anfitriones. Por ello cabe preguntar:  ¿el nido figurado por Randazzo es donde la serpiente contemporánea pone sus huevos para el mercado?

La labor de la Galería Nest es encomiable dentro del circuito de espacios alternativos en Bogotá.  Urge volver a bocetar la actualidad de la pintura colombiana. Ojalá la  exposición Deep Surface desbloque los sentidos que todos aquellos y aquellas que gestan ante el Estado espacios para los y las artistas colombianas.

Bibliografía:

Agamben, Giorgio (2011). ¿Qué es lo contemporáneo? En, Desnudez. Buenos Aires: Adriana Hidalgo.

La política en la curaduría de la 9 Bienal de Berlín 2016

Recientemente, la revista digital Hyperallergic divulga un sentido artículo firmado por el crítico de arte Dorian Batycka acerca de la 9 Bienal de Berlín (9BB). Con nostalgia, el autor recuerda dos aspectos relevantes de las versiones anteriores de la Bienal germana. En primer lugar, señala el énfasis especial que hace este evento en la actualidad social y política contemporáneas. En segundo lugar, resalta la percepción de la opinión pública según la cual, Europa reconoce en la Bienal el evento político más importante del arte contemporáneo.

Teniendo en cuenta que en Colombia, el arte político es una etiqueta efectiva para situar y vender artefactos suntuarios a consumidores obsesivos con las Ferias de Vanidades, es oportuno pensar y formular algunas preguntas en relación con el arte político, contemporáneo o comercial: ¿desde dónde se enuncia y cómo opera globalmente el llamado arte político-comercial? ¿Quién es el dueño de la regla que visibiliza ante los mercados de élite a los artistas del llamado arte político? ¿A quién pertenece la mano invisible que ordena su empoderamiento estético?

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La respuesta a las anteriores preguntas es una verdad de Perogrullo. Por lo menos desde 1989, tanto en Europa como en Colombia, los curadores conminan a los artistas a depotenciar la realidad y abordar estéticamente los problemas ideológicos agendados en los medios de comunicación por parte del naciente régimen global. El curador se presenta o es presentado por el Mercado Global como cocreador de la obra de arte contemporánea. La práctica colectiva entre artistas y curadores es aquella que recibe el nombre de arte político, un arte maquinado a cuatro, a seis o a ocho manos. Recientemente, esta comunidad recibe el encargo de mostrar el catastrofismo que acontece con las políticas sociales que intentan cuestionar las políticas neoliberales.

El régimen curatorial muestra la emergencia del arte distópico en aquellos lugares en donde nada puede ser peor. Este trabajo en común entre curador y artista se vuelve relevante para los Estados neoliberales sólo porque tiene gran acogida dentro de los grandes coleccionistas de arte contemporáneo, o entre la historia crítica de arte, contratada y puesta al servicio de la industria global responsable de la producción de servidumbres planetarias inéditas. Otro tipo de comunidades de expresión no tiene acogida en los espacios de circulación creados para acentuar el sentimiento de catástrofe con el cual se alimenta y sostiene el neoliberalismo. Este Régimen global ama la conmoción pues a ella le debe su subsistencia. Veda sus espacios a los artistas que se localizan por fuera de sus discursos feriales y se placen en el arte político catastrófico, contemporáneo o comercial. Recordemos que de Colombia, sólo Antanas Mockus fue invitado para la versión 7 de la Bienal de Berlín y Beatriz González para la 8.

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Localizados dentro de la precariedad crítica colombiana es importante preguntar, en el caso de estos dos artistas políticos antes mencionados, o políticos presentados por el Régimen como artistas, ¿por qué los respectivos curadores de BB los consideran tan importantes, como referentes de actualidad social y política colombianas? ¿Sólo porque son artistas o políticos comerciales? La historia débil que registra las cuitas del arte colombiano no se piensa, no se arriesga a pensar en esta fisura que se abre a los pies de los artistas con la etiqueta arte político. El miedo devora el alma, decía poéticamente Fassbinder a sus coetáneos germanos. En general, la historia del arte localizada en su propia precariedad conceptual no suele pensar. No es difícil demostrar esta afirmación. Allí donde se piensa se localizan rupturas, pero, desde hace cien años, todo funciona perfectamente dentro de la historia del arte colombiano. Este discurso es dispositivo aristocrático maquinado para cegar o silenciar todo intento de ruptura con las ideologías neoconservadoras dominantes.

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El equipo curatorial de 9BB lo conforman el colectivo DIS: Lauren Boyle, Solomon Chase, Marco Roso y David Toro. Allí donde los curadores se presentan como zona DIS, en algunos espacios locales los artistas se presentan bajo la modalidad Trans. DIS es un colectivo que estudia la actualidad localizándose dentro de las nuevas prácticas artísticas y políticas que emergen dentro de una era DIStópica, en la era del consumo radical que pone a su servicio la revolución digital. Batycka le censura a los curadores su lugar de enunciación, pues, lo considera vacuo e irrelevante, ajeno al sentir de una actualidad catastrófica. Todo intento de afectar críticamente al Régimen Global activa el programa mediático de catastrofismo, receta que se formula globalmente, lo mismo en Grecia, que en Venezuela, Brasil o Gran Bretaña. En opinión de Batycka, 9BB no constituye nada serio o relevante para el arte contemporáneo porque no aborda los problemas que están reconfigurando Europa, a saber y entre otros tópicos, la crisis de refugiados, la expansión y fortalecimiento del partido de ultraderecha Alternative für Deutschland, el Brexit, el neolibealismo, las políticas económicas de austeridad, la precariedad laboral, o la privatización del arte, la cultura y la educación.

Sin duda alguna, las problemáticas mencionadas tienen apercollados a millones de hombres y mujeres a lo largo y ancho del planeta. Sin embargo, localizados en Colombia, respecto a este memorial de agravios estéticos se debe preguntar a Batycka: ¿el arte politizado debe cumplir estrictamente esta agenda artística que hasta el día de hoy no aporta nada interesante a la compresión de estos fenómenos de servidumbre contemporánea? ¿El arte politizado debe resignarse a ser un apéndice dentro de los diagnósticos de Catástrofe Global? ¿El arte político no es aquel que piensa desde sí mismo la realidad, y en la distancia propia de todo pensamiento ensaya persistentemente múltiples estrategias de transfiguración colectiva? ¿El compromiso ideológico que Batycka reclama al Colectivo DIS es un compromiso con la agenda de la mano invisible que controla la opinión política de Europa amedrentada con todo tipo de anuncios de catástrofes milenaristas?

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Al parecer el colectivo DIS aborda su compromiso político desde una aparente frivolidad, desde las vitrinas relucientes del Mundo Libre, afirma Batycka. Recurriendo a los protocolos más radicales de propaganda mercantil, DIS muestra en carne propia y de manera descarnada —cínica— las prácticas consumistas en las cuales Occidente está infinitamente inmerso. DIS saca al frente la banalidad del arte político y del arte contemporáneo en general; y, lo más importante, muestra ejemplarmente las virtudes de los hombres y las mujeres contemporáneas dentro de las sociedades neoliberales, a saber, el esnobismo artístico y estético, la traición a los idearios de igualdad, libertad y solidaridad, la crueldad de su ética globalizada, y la hipocresía de las clases dirigentes.[1] ¿Es esta crítica velada, artística, la responsable del malestar del crítico de Hyperallergic? Luciendo provocadoramente sobre sus cuerpos camisetas impresas con estampas de aquellos teóricos de moda en los medios masivos de comunicación, en segundo plano los curadores muestran la fatuidad de los artistas políticos cuando durante sus exposiciones usan graciosas camisetas con nombres de filósofos políticos como Slavoj Zizek, Jacques Rancière, Toni Negri o Alain Badiou, entre muchos otros teóricos postmarxistas. Este segundo plano en el cual DIS se localiza parece escapársele al crítico de Hyperallergic.

El artículo de Batycka es importante para comprender la actualidad colombiana. En especial, porque pone el dedo en la llaga del aún no conceptualizado arte político, contemporáneo o comercial, expresiones que puestas en conjunto configuran la misma servidumbre artística al curador de arte. En la actualidad, pocos ignoran que el llamado arte politizado por las Galerías, en verdad no es político porque carece de una comprensión independiente de lo real político. Algunos investigadores independientes como Guillermo Villamizar, muestran que sólo es arte cínico, que sus agentes se lucran de los recursos económicos con que se financian las ideologías en boga en Colombia. Desde esta perspectiva, las propuestas de los artistas políticos son solo artilugios diseñados para que los espectadores interactúen con ellos haciéndose pequeñas selfies, masturbándose dulcemente en público. BB9 tiene instalada una escultura de Beyonce en donde los consumidores de espectáculos de arte político, contemporáneo o comercial pueden hacerse una dulce selfie, echarse una pajita al aire.

 

[1] Para una comprensión de las virtudes de la aristocracia mercantil que gobierna el planeta, cf. Shklar, Judith, (1990). Vicios ordinarios. México: F.C.E.

Fotografías: cortesía de 9 Bienal de Berlin a Hyperallergic.

 

Marcha-Carnaval 2016: un gran paso de madurez del movimiento LGBTTTI

Ayer domingo, tres de julio de 2016, opino, el movimiento LGBTTTI dio un gran paso de madurez, en su expresión pública más sobresaliente, la marcha-carnaval por el ORGULLO y la DIGNIDAD.

Una marcha que quiso celebrar los 25 años de la expedición de la Constitución Nacional, y por qué no, rendir homenaje a la Corte Constitucional, que en materia de derechos para la población LGBTTTI, se lleva todos los aplausos, ante la incapacidad de un Congreso donde hay un buen número de hombres gays y/o bisexuales, escondidos, miedosos y sin voluntad política en materia LGBTTTI. Las pocas mujeres lesbianas del Congreso les han dado una buena lección, afirmando públicamente su orientación afectiva y sexual. Aún más. Dando a conocer sus parejas. Mujeres valientes ante congresistas o parlamentarios hombres-gays cobardes, tanto senadores como representantes.

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Desde los años sesenta, por dar una referencia cronológica, entraron en mayor acción los pequeños y nacientes movimientos sociales, que han sido calificados como los Nuevos Protagonistas de la Historia o como los Nuevos Sujetos de la Historia, en diferentes países de Europa Occidental, Estados-Unidos-Canadá y América Latina.

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Pensemos en el Movimiento Feminista, en el Movimiento de la Población Afroamericana, en el Movimiento de los Pueblos Indígenas, en el Movimiento Juvenil, en el Movimiento LGBTTTI, cuyo año del ¡Basta Ya! fue precisamente el año de 1969, en que miles de personas LGBTTTI, salieron a las calles para hacer respetar SU DIGNIDAD, luego de la masacre en el bar Stonewall, en Nueva York, por parte de la Policía, precisamente en el amanecer del 28 de junio, de ese año. La sede de ese bar se va a convertir en un memorial y en museo de la causa LGBTTTI.

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Esos movimientos reclamaban y seguirán reclamando sus derechos porque siempre fueron los excluidos de la Historia. Fueron los silenciados a lo largo de los siglos. Se les consideró los seres de segunda y tercera categoría, los no-personas, de cara a una sociedad blanca, machista y autoritaria, con el apoyo de todas las jerarquías y cleros de las múltiples vertientes de las iglesias cristianas, religión predominante en los países occidentales.

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No presencié las marchas de los años 2014 y 2015. Tenía todavía las imágenes de aquellas marchas con alta participación de los bares gays, en que dominaban las tractomulas fletadas por los bares, con sus séquitos de travestis, seguidos de cientos de clientes, sin ton ni son, más preocupados por su auto exhibición que por crear un espectáculo aceptable para el conjunto de la ciudadanía. No tengo nada en contra de las personas travestis. Señalo un punto del proceso, que ha tenido sus más y sus menos, y los seguirá teniendo, por ser precisamente un proceso, es decir, un continuo quehacer, un desarrollo permanente, una construcción siempre abierta, en que unas y otros aportan sus especificidades.

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Volviendo a la marcha carnaval de ayer domingo 3 de julio, quisiera anotar las siguientes apreciaciones:

** Desfiló muchísima gente. Es muy difícil dar cifras. Me arriesgo: ¿unas 40.000 personas?

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** Una enorme cantidad de ciudadanas y ciudadanos presenció el desfile desde los andenes. Padres y madres, con sus hijas e hijos, de todas las edades. Con respeto, con apuntes jocosos, con madurez…

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** El factor juvenil fue el protagonista, con su alegría, algarabía, sonrisas, risas, carcajadas, gritos, arrojo, atuendos, abrazos y besos… Ningún miedo al qué dirán… Total libre expresión. Con sano atrevimiento…

Se acabaron las máscaras y pasamontañas, muy usados en las primeras marchas, para encubrir la entidad personal. ¡Y con sobrada razón!

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** Esa inmensa cantidad de jóvenes, son ya parte de las nuevas generaciones de la Colombia en gestación: más incluyente, más democrática, más participativa, más respetuosa de las diferencias y de las diversidades… Colombia, país de regiones…

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** Abundaron las pancartas con mensajes significativos y valiosos. Fue una marcha-lección, una marcha-libro, con páginas de todos los tamaños, colores y contenidos.

** Esto fue posible porque Colombia Diversa, seguramente con la colaboración de otras ONGs-gays, hizo una propuesta significativa: Además de rendir un homenaje a la Constitución de 1991, propuso dividir la marcha en 7 segmentos o bloques. Cada cual con una palabra-clave-mensaje: Igualdad, Paz, Familia, Libertad, Justicia, Dignidad y Vida. Cada palabra-tema se distinguía con uno de los colores del arco iris, que es a su vez la bandera del Movimiento LGBTTTI.

Desafortunadamente a lo largo del trayecto no se dejaron distancias suficientes y fue muy difícil leer y admirar las pancartas y leyendas…

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** Desde los ángulos de la Constitución, de las Leyes y de las normas, la población LGBTTTI, ya lo tiene todo.

** ¿Qué falta? Como en otros movimientos sociales, falta profundizar el cambio cultural y el cambio mental de cada persona, el cambio hacia la otra manera de ver, de analizar… En materia de la aceptación de los nuevos paradigmas, por convicción, fala mucho, muchísimo…

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** En mi criterio, una inmensa mayoría de colombianas y de colombianos, siguen siendo racistas, clasistas, autoritarios y excluyentes. Tienen miedo de los cambios, les cuesta asumir los nuevos tiempos, no están abiertos al futuro sino apegados al pasado.

 Las comunidades LGBTTTI reiteran por vigésima vez su Manifiesto por la Igualdad de Derechos.