Las dos Monalisas

A propósito de la exposición en Tate Modern, el periódico londinense The Times, llama a la pintura  Cuadro Negro de  Malévich la Monalisa de la Modernidad.  Al lado del paradigma de la pintura cortesana, la pintura del pintor ruso es el ícono de la pintura burguesa. La nota periodística evidencia que dos de las épocas mediante las cuales se retrata Occidente llegaron a su fin. ¿Catástrofe o esperanza? ¿ Ni figuración cortesana ni ilusionismo burgués? Si la forma mínima de expresión arrasó con la existencia, ¿qué nos cave esperar?  Entre estos dos ejercicios de poder cabe una multiplicidad de expresiones. En la actualidad los artistas buscan zafarse del bozal burgués y buscan otra Monalisa que sea paradigma de nuestra desolación: ¿cuál es la suya? ¿Cuál es el ejercicio plástico que nos muestra la verdad de la servidumbre a la cual servimos hoy? ¿Al servicio de cuál ideología están hoy los artistas contemporáneos?

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La cortina de humo del acuerdo 001 de 2014, del consejo superior universitario de la Universidad Distrital

Confunde y vencerás es un principio de práctica política. Crear confusión es la manera más eficiente de manipular las masas, afirma Ricardo Silva Moreno. Con base en este principio operan múltiples organizaciones al servicio de las ideologías en boga. Avalada por el Alcalde Mayor de Bogotá, esta parece ser la estrategia implementada por el Consejo Académico para sacar avante la iniciativa neoliberal del Consejo Superior Universitario (CSU) de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Para realizar el análisis del Acuerdo 001 de 2014 con el cual se suspenden los Acuerdos 008 y 009 de 2013, es necesario tener en cuenta que la propuesta de suspensión que introduce el primero de los Acuerdos mencionados, sale del Consejo Académico y coincide extrañamente con una iniciativa similar presentada por  el Alcalde Mayor de Bogotá, quien se comprometió expresamente con estudiantes, profesores y administrativos a derogar los Acuerdos 008 y 009. El Alcalde Mayor no le cumplió a la comunidad universitaria. Si el Esmad gasea a los estudiantes UD porque se toman sus derechos y responsabilidades en serio, hoy el CSU les arroja una cortina de humo porque persiste en administrar la Universidad Distrital a  espaldas de sus necesidades reales. El Acuerdo del Suspenso introduce un toque dramático que intenta desviar la atención pública del desprestigio y de la ilegitimidad que pesa sobre este Consejo, el señor rector (e) Roberto Vergara y el Consejo Académico que este último preside. Como en la tragedia griega, el final del drama lo determinará un Dios por fuera de la situación dramática en favor de la ilegitimidad vuelta legítima gracias a la creación de esta divinidad. A este personaje por fuera de la situación dramática (el Acuerdo 001), la crítica teatral lo llama deux ex machina.

El CSU ordena regresar a clases, exige suspender de inmediato la apertura democrática en la Universidad Distrital y ordena dejar las decisiones sustanciales de la universidad en los mismos Consejos que produjeron y actualmente sostienen los engendros de los Acuerdos 008 y 009 de 2013. Mediante el artículo segundo del Acuerdo 001 de 2014, el CSU se reserva el derecho de establecer los espacios, los tiempos y mecanismos de la participación democrática  que tardíamente promueve, de tal manera que, restablecida la normalidad académica, muy pocos y pocas podrán participar en la construcción de un proyecto de reforma incluyente, al servicio de las colombianas y los colombianos, y no para dinamizar la economía de la educación. Las y los estudiantes no son mercancías culturales. Una vez más este Consejo desoye el clamar de toda la comunidad universitaria en las calles bogotanas: ella misma establecer unos mecanismos que no estén sujetos a triquiñuelas políticas y corruptelas burocráticas. Sin embargo, el CSU subestima el coeficiente intelectual y el potencial emocional y creativo de los estudiantes UD.  Las y los estudiantes no se dejan confundir,  rechazan el timo del Acuerdo 001. Al final de las asambleas por facultad y general realizadas el día 16 de mayo, reiteran su Paro Activo, diseñan precumbres por facultad para realizar una gran Cumbre Universitaria solidaridaria con la Universidad Popular de Bogotá: la UD. Comprenden a cabalidad la artimaña de la consulta tardía a la comunidad universitaria, aparentemente democrática. En verdad el Acuerdo 001 de 2014 es sofista. A este respecto, a continuación nos explicamos  con un poco más de detalle.

Dice el artículo primero del Acuerdo 001 de 2014. Suspéndase los efectos legales de los Acuerdos 008    del 28 de noviembre 013 y  009 del 19 de diciembre del mismo año emitidos por el Consejo Superior, hasta tanto se surtan los procesos de discusión democrática de la propuesta de reforma, propiciando la incorporación de nuevas y viejas respuestas, con el fin de garantizar una legitimidad suficiente de la Reforma que finalmente se apruebe. (Las negrillas son nuestras).

Como se aprecia, más débil, ambiguo, tramposo y manipulable no puede ser este artículo. En primer lugar, queda claro que el Acuerdo 001 se suspende sólo hasta tanto se debatan sus contenidos y quizá se decida incorporar algunos nuevos. Ahora, como el debate ya se dio en la facultades, falta acordar cada una de las propuestas. Sin embargo, no se conocen lo criterios determinantes de esta inclusión. Con seguridad saldrán del mismo Acuerdo 001. El CSU sólo está interesado en escucharse a sí mismo y en darle una legitimidad formal a su engendro. Quiere obligar a estudiantes, profesores y personal administrativo a reconocer su derecho a la arbitrariedad burocrática. Lograr la legitimidad real que exige el Acuerdo, es imposible porque  la situación de anormalidad con la cual los estudiantes y los profesores terminan el primer semestre de 2014 y comienzan el segundo, impiden su participación abierta y libre. El Acuerdo 001 es un obsequio envenenado. Hábilmente, se responde el pliego de peticiones de los estudiantes sin responder ni uno solo de los tres puntos planteados al Consejo Superior. Ambiguamente, informa que se incorporarán las propuestas, pero sin determinar quién lo hará o cómo se hará.  No se sabe qué criterios permitirán incorporar los nuevos contenidos o rechazar la mayoría de iniciativas que se puedan presentar.  No es difícil suponer que CSU se reserva el derecho comercial de decidir a puerta cerrada los criterios respectivos.

En segundo lugar,  el CSU reconoce que a los Acuerdos 008 y 009 de 2014 les faltó una discusión abierta y democrática. Para suplir este vicio procedimental del cual ellos son responsables, como si esto fuera un asunto menor, ordena a los estudiantes,  a los profesores y al personal administrativo, darle una “legitimidad suficiente” por medio de la incorporación de iniciativas nuevas o de propuestas  de reforma previamente elaboradas. Nuevamente, el CSU se reserva el derecho de determinar cuáles de ellas son viables y no contrarian el “espíritu” (sic)  del Acuerdo 001. Igualmente, este Consejo es quien decide  en qué momento se puede levantar la suspensión porque considera que ya se ha cumplido con la corrección del vicio denunciado por la comunidad. Calcula que en noviembre tendrá todo resuelto para aplicar plenamente el Acuerdo 008 a partir de 2015, tal y como estaba fríamente calculado, pues ordena a las y los estudiantes presentar antes del 15 de septiembre sus propuestas. También se reserva el derecho  de determinar la “legitimidad suficiente” que requieren los Acuerdos cuestionados, procesos para los cuales  los estudiantes exigen transparencia y una participación universal. En uno de los trinos-cortina de humo del Alcalde Mayor, le informa a las y a los estudiantes UD que las propuestas que presenten al CSU son “vinculantes”, es decir, que deben ser acogidas obligatoriamente por el Consejo Superior. Loable el trino-humo. Sin embargo, al señor alcalde se le olvidó incorporar esta palabra en el Acuerdo 001 de 2014 aprobado con su firma. “Vinculante”, es un concepto que no aparece en aquél, y sin él todo aquello que hagan estudiantes y profesores queda preso de la mayor incertidumbre. De ahí que sea discrecional del CSU incorporar o no algunas de las iniciativas que se acuerden y propongan en cada una de las facultades.

En tercer lugar, por medio del truco dramático del suspenso, queda claro que el CSU reclama una legitimidad para una Reforma rechazada ampliamente por la comunidad universitaria. El CSU exige a los estudiantes y profesores darle legitimidad a su entuerto, a sabiendas que la restauración de la normalidad académica sepultará la preocupación  de las y  los estudiantes por el futuro de la Universidad Distrital.  El CSU no muestra interés real en incorporar las iniciativas de estudiantes, profesores y personal administrativo. No lo tiene, porque si lo tuviera, porque si en verdad valorara el espíritu democrático que con intensidad se instaura actualmente en la UD, ya hubiera derogado los Acuerdos 008 y 009 que descuartizan  varias facultades.

En cuarto lugar, el CSU ordena subrepticiamente reforzar la democracia jerarquizada mediante la cual opera la UD. Por medio del trabajo de los mismos Consejos y con plazos perentorios se propondrán ajustes a los Acuerdos 008 y 009. Con fecha 15 de septiembre de 2014, las facultades presentarán sus respectivas propuestas de reforma y discrecionalmente el Consejo será quien finalmente determine qué entra y qué no en la reforma de los estatutos UD. El CSU fija la fecha pero no informa nada acerca de los mecanismos concretos con los cuales se facilitará a los estudiantes y profesores esta actividad. Sólo espera que las y  los estudiantes agoten todas sus esperanzas. Por supuesto, es obvio que si hay resistencia a la derogatoria de los Acuerdos 008 y 009 por parte del CSU y estratégicamente, para calamar los ánimos, se los deja en suspenso como una espada de Damocles, aquello que se incorpore no podrá entrar en conflicto con los Acuerdos de la discordia. El golpe de mano queda suavizado. Para ese entonces, ya nadie querrá saber nada acerca de nuestras responsabilidades para con la educación pública y nuestra universidad en particular. El CSU olvida que lo público es la asignatura tácita más importante dentro de los diferentes estudios que realizan los estudiantes UD. De esta manera se cumple lo establecido en el artículo 68 del Acuerdo 008, su socialización amplia dentro de la comunidad universitaria. Se escenifica la democracia y la autonomía de la cual se ufana la UD: los estudiantes y los profesores tienen voz y hasta grito, pero de ahí no pasa: no tienen voto. Frente al CSU, los estudiantes y los profesores son menores de edad.

Finalmente, esta vez con apoyo del Alcalde Mayor de Bogotá, nos damos cuenta de que el proyecto de Acuerdo presentado por el Consejo Académico al CSU, lo que hace es darle peso jurídico a todo aquello que aquél viene exigiendo. El Acuerdo 001 de 2014 reitera todas las exigencias realizadas a la comunidad universitaria durante el presente año. El Consejo Académico no escucha la comunidad. Tampoco lo hacen los representantes de los profesores y los estudiantes ante el CSU. Es necesario preguntar: ¿a quién representan estos señores? ¿Si los representantes saben que la mayoría de los profesores y los estudiantes exigen la derogatoria de los Acuerdos 008 y 009, ¿por qué acuerdan a sus espaldas otras soluciones al conflicto académico de la UD? ¿Permitirá el CSJ que se inicie un proceso de Revocatoria de estos representantes? ¡Por supuesto que no! Para eso están los reglamentos que lo impiden, los mismos que permiten posesionar representantes en contra de las mayorías de estudiantes y profesores que votaron en blanco porque no confían en estos organismos de dirección administrativa y académica.

Segunda Ronda para rescatar la Galería Santa Fe

El día 23 de julio, junto con Fernando Pertuz y Ricardo Muñoz, hicimos una ronda por los predios de los dos edificios que están abandonados  en el Parque Nacional, los cuales  han sido ofrecidos por el Idartes a los artistas de Bogotá para que se conviertan en la sede de la Nueva Galería Santa Fe. Uno de ellos  es  el Teatro el Parque, el otro la Ludoteca, que hasta el año pasado prestó servicio de biblioteca a los niños de sectores aledaños. Al final de este recorrido dialogado con los artistas, hicimos algunas consideraciones. Fuimos propositivos y especulamos acerca de qué programas podrían funcionar en cada uno de los espacios. El lugar es tentador dice Fernando Pertuz, pero el Luis Caballero quedaría en el limbo, pues quedaría en transición a ser otra cosa.

No hay duda, este es un lugar con mucha potencialidad. Es un espacio que se puede aprovechar para algunos programas de la Galería Santa Fe, antes de que se pudra, como suele ocurrir con estos espacios abandonados.

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Queda la tarea de pensar cómo será el próximo Luis Caballero en este nuevo contexto. ¿Tendremos que considerar que dentro de los proyectos que se presentan,  los artistas propongan un lugar de intervención espacial, porque esta estructura difícilmente puede animar un proyecto artístico con las características del Luis Caballero?  Si se insistiera en realizar el próximo Luis Caballero en la Ludoteca, tendríamos una exposición adicional a las muchas que hacen las galerías comerciales, es decir, sin el reto de pensar el espacio para generar ideas estéticas de interés para nuestra época.

 

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Una pregunta no nos la pudimos responder, y ojalá Marta Bustos pronto nos aclare las dudas que tenemos a este respecto. ¿La propuesta espacial para la Galería Santa Fe la conforman las dos edificaciones del Parque Nacional?  Sería oportuno realizar una reunión final en este predio, dado que es el espacio que está más a la mano para ser adecuado.

 

 

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Fotografías:
Cortesía de Fernando Pertuz.

Video:
Cortesía de Ricardo Muñoz.

Al oído del próximo Alcalde Mayor de Bogotá: crónica de un desmembramiento anunciado

El Instituto Distrital de las Artes –Idartes– programó tres reuniones para presentar los adelantos que sus directivas han realizado para ejecutar el desahucio de la Galería Santa Fe. Conformó unas mesas de trabajo con algunos protagonistas del arte contemporáneo capitalino, al parecer según los siguientes criterios: 1) curadores y gestores culturales vinculados en el pasado a la administración de la Galería. 2) Jurados de los estímulos distritales, directores de espacios de crítica y divulgadores del pensamiento artístico contemporáneo. 3) Artistas. Las dos primeras reuniones ya se realizaron, queda pendiente la última. La primera mesa fue poco asistida y parece que no fue mucho lo que aportó al debate; la segunda, a la cual fui invitado, fue más concurrida. Marta Bustos, gerente de artes plásticas, fue la responsable de hacer la presentación del contexto histórico de la Galería, pero no explicó el porqué de la  necesidad de dividir la opinión de quienes estamos interesados en el destino de la Galería y del arte contemporáneo en Colombia. Estoy obligado a presumir la buena fe de la gerente, pero no puedo dejar de pensar en la oprobiosa máxima administrativa: “divide y vencerás”.

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Independientemente de las estrategias que esté implementando Santiago Trujillo, director del Idartes, para paliar el malestar de las/los artistas bogotanos ante la inminente desaparición del concepto que orienta a la Galería Santa Fe, o por lo menos su desmembramiento, la segunda mesa de trabajo tuvo varios méritos. En primer lugar, los actuales administradores finalmente pusieron sus cartas marcadas sobre la mesa, y ya sabemos a qué atenernos. Los asistentes manifestamos con cautela algunas opiniones con sus respectivas  reservas, pues, percibimos que la dirección del Idartes quiere una solución rápida, fácil, o como ellos dicen eufemísticamente: “temporal”. Le urge al director  solucionar en poco tiempo lo que la anterior administración no pudo realizar en tres años, pues está conminado a entregar el espacio de la galería en diciembre de 2011, con o sin el consentimiento de los artistas que piensan artísticamente en Colombia.

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Con nuestras intervenciones no dimos ningún aval, no podíamos hacerlo, ni siquiera a título personal, pues, después de la presentación, quedó claro que  sólo existe  un espacio viable e inapropiado para el traslado de la Galería: la Ludoteca del Parque Nacional, la cual hace parte del conjunto del Teatro el Parque, un espacio diseñado para albergar un proyecto del Ministerio de Cultura para la juventud y la infancia, parece que fallido y abandonado. Después de escuchar a Santiago Trujillo, Bertha Quintero y Marta Bustos, pienso  que las directivas del Idartes no han comprendido que el problema del desalojo de la Galería Santa Fe tiene poco que ver con buscar un espacio de exposición para que “circulen las obras de arte”, como manifestó ingenuamente Santiago Trujillo, quizá replicando clisés recogidos de nuestro campo. Tengo dudas respecto a que un espacio concebido para hacer ejercicios recreativos con niños y niñas pueda convertirse en un espacio para pensar e intervenir por parte de unos artistas que se atreven a pensar diferente porque aspiran a ser mayores de edad, como es el caso de los nominados al premio Luis Caballero.

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El encuentro tiene otro mérito. Los administradores quedaron enterados de que se requiere un espacio específico que rete la imaginación y el pensamiento de los artistas contemporáneos, pues, son muy pocos los que hoy se conforman con colgar cuadros en espacios abstractos en los cuales por más que se llame a la puerta, nadie responde. Este es el caso de la Ludoteca del Parque Nacional, una mole de cemento, vidrio y metal sin mayor interés cultural, excepto por los bellos árboles que la circundan. Es cierto que en la naturaleza podemos reencontrarnos con Dios, como creían los románticos del siglo XIX, pero en el estado actual del arte contemporáneo, estas ideas no logran sustentar ni siquiera un centro de arte tipo Barbizón. La dirección del Idartes deberá comprender que el espectador contemporáneo sabe que es necesario comprender las obras en un espacio específico, porque en éste encontramos  signos que develar y que el artista ha de tener en cuenta en la construcción de su propuesta. El espectador juzga las obras principalmente con base en el ejercicio de reflexión que hace el artista sobre el espacio en el cual decide instalar sus obras. Las obras cambian permanentemente, no son autónomas, están obligadas a una  interacción con el espectador y a una interlocución espacial.

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A pesar de las reservas que muchos hemos manifestado con respecto a la manera de construir legitimidad en torno a los proyectos de interés público en las artes de Bogotá,  la segunda mesa de trabajo programada por el Idartes para el día 9 de agosto, fue diversa en opinión y por lo tanto tiene su legitimidad, aunque no sobra decir que es necesario ampliarla: Jaime Iregui, Ricardo Arcos, Jorge Jaramillo, Guillermo Villamizar, Lucas Ospina, Ana María Lozano, Manuel Kalmanovitz, Gustavo Ortiz, Fernando Pertuz, Iván Ordoñez, entre otros, aportaron ideas. Desde diferentes construcciones de mundo,  todos ellos son defensores del proyecto que las/los artistas colombianos han pensado en torno  a la Galería Santa Fe, desde que fue sede del Museo de Arte Moderno de Bogotá.

La estrategia comunicativa  del Idartes fue la siguiente. En primer lugar, se presentó como opción para la sede de la Galería el Monumento a los Héroes, ubicado Avenida Caracas con calle 80. La adecuación costaría entre $5.000.000 y $ 6.000.000, y tardaría en realizarse unos cuatro años, pues, ni siquiera tiene registro catastral para que pueda tener acceso a servicios públicos. Ana María Lozano considera que este espacio es inadecuado por diversas razones de carácter logístico. Manuel Kalmanovitz objeta la simbólica bolivariana y arquitectónica con la cual tendrían que interactuar los artistas, pues, como nos expresó la presentadora de este espacio, el interés de la nación debe prevalecer por encima de cualquier interés particular.

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La Plaza de la Concordia es el segundo espacio propuesto, en la calle 14 con carrera 1, a una cuadra del del tradicional y popular  Chorro de Quevedo. Manuel Kalmanovitz comenta que habilitar un Centro de Arte Contemporáneo en el conjunto de una Plaza de Mercado puede ser exitoso en Europa pero no en Colombia. La adecuación puede costar $5.000.000. Tiene el agravante que la recuperación de la plaza de mercado es para que siga prestando su función social. Para la Galería se diseñaría un espacio específico. Contrario a Kalmanovitz, Ricardo Arcos insistió hasta el último momento en que este proyecto  estimularía no sólo al arte contemporáneo en Colombia sino a todo este sector colonial deprimido  que está siendo recuperado mediante diferentes estrategias; una de ellas es esta coyuntura desgraciada  por la cual pasa la Galería Santa Fe.

En mi opinión, la dificultad que lastran estos  dos proyectos consiste en su compromiso arquitectónico y patrimonial. Pienso que el interés de sus promotores no está orientado a estimular y potenciar el pensamiento de los  artistas contemporáneos. Fundamentalmente, busca reivindicar un patrimonio que es necesario recuperar, a costa del arte. En ellos, los artistas seguirían siendo visitas incómodas, o, como decimos coloquialmente, unos arrimados, a quienes en cualquier momento se les puede condicionar o restringir el uso del espacio, o exigírseles en cualquier momento dejarlo, bajo el pretexto de que el patrimonio y la arquitectura icónica prima sobre los intereses creativos de cualquier artista. Esto, precisamente es lo que hoy ocurre en la Galería Santa Fe.

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El último globo de esta presentación del Idartes lo soltó un arquitecto que llevó un proyecto de construcción en Corferias que será presentado a la Cámara de Comercio y en el cual habría un espacio para las artes. Esta idea no gustó. Dentro de este contexto, propuse en la mesa de trabajo mirar espacios no comprometidos con una arquitectura o con un patrimonio denso simbólicamente, pero tampoco en grado cero, como es el caso de la Ludoteca del Teatro El Parque. Puse de ejemplo, el edificio en el cual Jairo Valenzuela realizó con éxito La Otra, hace dos años, en la calle 26 con Avenida Caracas.

Jaime Iregui y Lucas Ospina propusieron considerar espacios más pequeños, pues son más fáciles de sostener y son viables a corto, mediano y largo plazo. Y tienen razón. Temen que a mediano plazo un espacio grande no pueda ser manejado. No obstante, me parece que están replicando un prejuicio. Me dio la impresión de que prefieren  seguir  la tradición de adecuar espacios pequeños dado que se presupone que no hay muchos artistas talentosos con los cuales sostener una programación de calidad. Esto también se ha argumentado para mantener el premio Luis Caballero estancado en el lugar en donde está en la actualidad. Pienso que deberíamos analizar qué grado de verdad tiene este mito, según el cual sólo unos pocos son los llamados a pensar con éxito la época que les correspondió habitar. No sería extraño encontrar que este criterio surgió del comercio de arte. Debemos considerar que la Bogotá de hoy desborda ya los ocho millones de habitantes y que son muchos los artistas que semestre tras semestre se gradúan y entran a las universidades a realizar estudios profesionales en artes. El Estado debe pensar políticas que ayuden a estos jóvenes a iniciar el camino hacia este campo tan difícil que es el arte contemporáneo. Las universidades públicas invierten muchos recursos en la formación de profesionales en artes como para que una vez graduados estos artistas tengan que dedicarse a otros menesteres.

Ana María Lozano propone hablar con los dueños de La Residencia, espacio exitoso que parece estar en venta, no adujo las razones. Iregui sugiere hablar con los dueños del antiguo TPB en la carrera 5 con Avenida Jiménez, que como  el edificio de la Calle 26, también está en venta. En fin, el consenso entre los artistas es buscar espacios que  garanticen autonomía a los directivos de la Galería y a quienes allí expongan en el futuro, idea que propuso Fernando Pertuz, quien padeció las trabas que implica montar una obra para un espacio específico cuado éste está cargado simbólicamente, como fue su experiencia en el Luis Caballero. Expuestas todas estas ideas y sugerencias, Marta Bustos concluyó que por el momento no hay posibilidad de comprar predios. Entonces, ¿a qué jugamos? ¿A cumplir con algunos protocolos que exigen concertar con el campo artístico y posteriormente tomar decisiones que perjudican un campo frágil y muy  difícil de sostener por el voluntarismo que caracteriza a la mayoría de sus protagonistas? Por supuesto, el nuestro es un campo que también cuenta con entusiastas que contribuyen  desinteresadamente a pensar el concepto detrás de lo contemporáneo que reivindica la Galería Santa Fe, sólo “ por amor al arte”, dicho sin socarronería.

Son muchas las dudas que nos dejó este encuentro que venía exigiendo el campo del arte en Bogotá, pues, parece que la urgencia del traslado de la Galería Santa Fe está obligando a las directivas del Idartes a proponer decisiones que otras personas con más experiencia que ellos en el campo  del arte contemporáneo no pudieron tomar, dicho con todo el respeto hacia ellos, y en correspondencia con el trato amable que recibimos en la reunión.

Planteo a continuación  a los amigos de este espacio de multilocución algunas preguntas: ¿por qué no resistirnos al desalojo de nuestro hábitat hasta no tener garantizado un espacio adecuado y definitivo? ¿Por qué conformarnos con un espacio “temporal” que puede ser un eufemismo para sacarnos sin mayores dificultades administrativas y políticas? ¿A qué se debe  la falta de carácter en nuestro medio? ¿Por qué no podemos mostrar que las/los artistas bogotanos no pueden seguir siendo considerados como los arrimados de la casa de los ciudadanos de primera clase comercial? ¿Por qué no hemos recibido apoyo para realizar un evento que oriente la necesidad de arte que debe tener cualquier sociedad para que sea considerada y respetada  como tal, y no quede reducida solamente a ser un conjunto de autómatas felices que producen utilidades a sus señores? Si cualquiera de las adecuaciones presentadas  pude tardar entre dos y cuatros años, ¿por qué no exigirle al nuevo Alcalde Mayor de Bogotá esperar ese tiempo para el traslado definitivo de la Galería? ¿No es irresponsable por parte del Idartes someternos a un traslado “temporal” que puede volverse definitivo, pues, esta administración concluye en diciembre de 2011, y es altamente probable que tengamos otros administradores el próximo año? A este respecto, Lucas Ospina propuso confeccionar un documento en el cual el Idartes se comprometa a mantener los acuerdos a los que finalmente lleguemos; si es que finalmente tienen en cuenta nuestras observaciones. Por otro lado, ¿no es irresponsable el silencio de muchos agentes artísticos que  dicen comprender el arte contemporáneo? A mí me hubiera gustado ver en esta reunión a otros protagonistas que se han beneficiado económica y estéticamente de los recursos de la Galería Santa Fe. Ahora, ¿no es el momento de hablar con los candidatos a la Alcaldía Mayor? ¿No es una ideología obsoleta marginarse de la política y conformarse con el puesto de “arrimados” en la sociedad de consumidores compulsivos y ególatras  que nos tocó padecer?

En conclusión, parece que el único espacio concreto con que cuenta el Idartes y que podría habilitarse para el 1 de Enero de 2012, es la Ludoteca del Parque Nacional, pero este es un espacio que no puede acoger todos los proyectos actuales de la Galería. Trasladar a este espacio el premio Luis Caballero, así sea temporalmente,  es volverlo otra cosa, es pordebajiarlo. Creo que esto lo tienen claro  las directivas. Sospecho que el proyecto por debajo de la manga por parte  del Idartes, consiste en tomar la Ludoteca para que funcione la parte administrativa de la Galería Santa Fe, un centro de documentación e investigación que le hace falta y  la programación de la actual Sala Alterna. No sería extraño que comprometiera el premio Luis Caballero con sus nuevos aliados: el Museo de Arte Contemporáneo y el Museo de Arte Moderno. No es que estas instituciones, o cualesquiera otra Galería, no sean idóneas. El punto es que a los artistas se les debe garantizar el mismo concepto que hoy está operando en la Galería Santa Fe: un espacio con unas especificidades que reta la imaginación y el entendimiento de los artistas. Quienes trabajamos  dentro de las dinámicas del arte contemporáneo no podemos aceptar este outsourcing que parece estar abriéndose camino en esta administración. Si salimos del Planetario Distrital, debemos exigir una gerencia de artes fuerte políticamente, que se niegue a improvisar, así sea presionada administrativamente; que nos garantice que no vamos a errar y a  continuar con las mismas penurias que han marginado a nuestro campo. La gerencia de artes del Ideartes, debe representar más al campo del arte, que ser instrumento burocrático para implementar programas impopulares y agresivos  en nuestro medio, como el que estamos analizando.
Sin duda alguna, en esta coyuntura política de la ciudad,  es el momento de crear un Centro de Arte Contemporáneo en Bogotá. Marta Bustos tiene competencias para liderar este proyecto, no creo que sea bueno para el campo del arte que ella se conforme sólo con buscar un lugar de exposiciones más, cuando puede liderar un proyecto más ambicioso, animando a Santiago Trujillo a que se una a nuestro colectivo.

Finalmente, por qué no pensar en un espacio como el citado edificio de la calle 26 con Avenida Caracas. Allí puede funcionar la gerencia de artes, la administración de la Galería Santa Fe, el programa del premio Luis Caballero potenciado,   las exposiciones de la Sala Alterna y alguno de los programas de residencias artísticas, entre otros. Lucas Ospina comentó que fue jurado de la última convocatoria de la Sala Alterna. Nos contó que se presentaron por lo menos ochenta proyectos de artistas que muestran vivo interés por mostrar obra en este espacio reducido y hasta hostil. Por su alta calidad, todos estos proyectos, dijo Ospina, deberían haberse acogido, pero la tacañería espacial y económica para con las artes por parte del Distrito Capital,  hace que sean unos pocos los elegidos. Este es un argumento en contra de los espacios más manejables financieramente que propone Iregui. Son muchos los artistas de talento que están esperando una oportunidad para mostrar su trabajo.  Otro tanto, podemos decir del Luis Caballero, pues para la versión en curso se descartaron proyectos que los bogotanos merecíamos ver realizados. Un edificio como el acabado de mencionar puede hacer mucho por las artes y por Bogotá. Por supuesto, puede ser otro, con la condición de que no lastre historia o simbólicas que comprometan a los artistas.

La idea de un Centro de Arte Contemporáneo en Bogotá, exige una evaluación de todos los estímulos que otorga en la actualidad el Distrito Capital, y, si es el caso, desfeudalizar algunos de ellos. Esta es la tarea que le dejamos a Marta Bustos: evaluar todo aquello que quiera el Idartes mantener el año entrante. Entre otras cosas, debe garantizarles a los bogotanos que los jurados que evalúan todos los estímulos obren sin partidismos sociales, estéticos o empresariales. Los bogotanos tenemos el derecho a saber oportunamente quién está evaluando qué. Exigimos más transparencia.

Sobre la pertinencia de los premios, pongo un solo ejemplo: el premio de Ensayo histórico, teórico o crítico sobre el campo del arte colombiano. Con respecto al premio que se le otorgó a Álvaro Barrios, le oí decir lo siguiente a Víctor Albarracín en el primer encuentro de Historias Emergentes que organizó la ASAB a comienzos de año: “no es  ensayo, ni historia, ni teoría, ni crítica”. Y no lo puede ser porque el nombre de este estímulo es muy pomposo y mezcla tantos  intereses académicos que es imposible realizar una evaluación que haga justicia a todas las propuestas. Es probable que los jurados de este premio no fueran ni historiadores, ni críticos, ni teóricos.  Once años sin pensar ni evaluar el concepto de este estímulo es un pésimo indicador de gestión.

Marta Bustos deberá considerar qué es lo que le interesa al Idartes estimular, si la crítica,  la historia o la teoría. Pero no todos estos intereses a la vez en el mismo estímulo. Es hora de crear un estímulo a la crítica y un estímulo a la historia, de manera independiente, y si se quiere estimular la teoría, pues, crear el respectivo estímulo. Ahora, si hay que decidir entre historia y crítica, es necesario  estimular la historia, ya que el Ministerio de Cultura tiene un estímulo a la crítica, así se haya negado a reestructurarlo, a ponerlo a tono con el aquí y ahora.

Nuestra ciudad exige puentes de signos,  avenidas conceptuales para que fluyan ideas, parques simbólicos en los cuales los hombres y las mujeres seamos más libres. Todo esto es  lo que piensan los artistas plásticos y visuales contemporáneos, y así debemos hacérselo saber al futuro Alcalde Mayor. Insisto: sólo mediante un activismo político podremos conseguir los recursos que reclama la alta población de artistas residentes en nuestra ciudad. ¿No es el momento de pensar en que el campo del arte tenga un concejal para que defienda nuestros intereses y no dependamos de las migajas que nos ofrecen? ¿Quién podría conseguir el aval de algún partido político? ¿Lucas Ospina? ¿Jaime Iregui? ¿Ricardo Arcos-Palma? ¿Guillermo Villamizar? Finalmente,  ¿quién nos pone en contacto con los candidatos a la Alcaldía Mayor? A propósito de Arcos-Palma: parece que esta coyuntura en la cual está participando lo obliga a regresar al debate en Esfera Pública. ¿Jaime Iregui hará la invitación ya que comparten el mismo interés por la Galería Santa Fe? Por mi parte, los invito a los dos a que sigan animando la discusión del destino de la Galería.

Quieto Pelo: un proyecto de Liliana Angulo en Valenzuela Klenner Galería

Recientemente un grupo de artistas  afrocolombianos ha venido pidiendo la palabra y abriendo espacios en el arte contemporáneo  de Colombia, un campo predominantemente falologocéntrico, ajeno, paradójicamente, a los problemas más álgidos que los artistas  contemporáneos internacionales han abordado, como lo son las discriminaciones por cuenta de ideologías sobre la  raza o el género.  Esta mirada afro a nuestras prácticas sociales y culturales ha enfrentado con coraje la ansiedad y el horror que suscita aquello que ha sido reprimido, que una y otra vez regresa y reclama lenguaje. Estos artistas  han refrescado con sus iniciativas creativas unos espacios de exposición agotados por la endogamia plástica que caracteriza al arte colombiano, por su compulsión discursiva en el arte contemporáneo y sus taras sociales ya tradicionales. La diferencia en la cual se están afianzando se ha convertido en una alternativa expresiva que puede servir de ejemplo a otros creadores con mucho talento pero que no tienen nada que decir, excepto por  los clises desgastados y las poses amaneradas que engendran las endogamias acabadas de mencionar.

 

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El arte afrocolombiano ha tenido el coraje de comenzar a pensar su diferencia de manera personal, aunque no para reforzar los atavismos falologocéntricos de una cultura blanca y católica,  debilitada por su hipocresía y crueldad, el esnobismo y  el fanatismo que la caracterizan. Al contrario, el propósito de estos artistas consiste en reconfigurar esa realidad a la que hemos sido sometidos, más allá de los cilicios culturales y de  género con los cuales hemos sido indoctrinados. La esperanza que surge con el arte afrocolombiano que hoy comienza a encontrar acogida en los espacios de vanguardia bogotanos y en las instituciones promotoras de cultura como el Banco de la República, puede animar el pensamiento de otros grupos humanos que han sido reprimidos con la misma crueldad. El ejemplo afrocolombiano puede trascender los intereses específicos de sus culturas e interactuar con otras visiones de mundo que, a diferencia de Penélope, tejen en la noche con persistencia un sueño pero son obligados a destejerlo en la soledad de su día a día.

 

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Quieto Pelo y Afro-Souvenirs son las palabras de las cuales se vale Liliana Angulo para articular sus inquietudes creativas  en los tres pisos de la galería Valenzuela Klenner. Quieto Pelo, en el tercer piso, es un conjunto de documentales que recogen acciones performáticas que la artista ha realizado en compañía de mujeres que han tenido que idear estrategias diversas  para sobrevivir la violencia cotidiana, recurriendo a mantener algunos rasgos característicos de la cultura afrocolombiana. Afro-Souvenirs en el primer y segundo pisos, consiste en una exposición de fotografías que Angulo ha realizado a todos los indicios que han llegado hasta sus manos desde  diferentes fuentes, los cuales le susurran clisés, atavismos, mitos, ideologías y esperanzas acerca del ser afro, un ser fragmentado en las representaciones que de él ha realizado la cultura blanca, católica y heterosexual. Una mirada familiar y extraña a la vez, distanciada y cercana a estos indicios fragmentados que Angulo guarda entre sus pertenencias personales, le permiten esbozar un relato no verbal que le sirve como precomprensión para abordar su actividad con las peinadoras de Buenaventura, Quibdó, Cali, Medellín, San Andrés y Cuba.  Este es un trabajo de varios años que Angulo ha podido realizar con el apoyo que ha recibido del Banco de la Republica mediante su programa Obra Viva, y que hoy Valenzuela Klenner Galería acoge en sus espacios de circulación.

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Angulo piensa en su proyecto problemas como el cuerpo, la representación y la acción performática. Tiene el propósito de consolidar una práctica estética de resistencia, de cuestionamiento creativo de los atavismos que aún agobian los procesos de auto-comprensión y auto-reconocimiento de las culturas afrocolombianas. Esto no quiere decir que estos problemas sean específicos de estas culturas, pues otros grupos humanos colombianos que no nos identificamos con el dispositivo falologocéntrico de Occidente, padecemos la misma pobreza espiritual que estas limitaciones ideológicas determinan. Significa sólo que su interés, quizá por el momento, consiste en evidenciar estéticamente unos problemas que sólo podrán resolverse políticamente, por medio de un activismo estético que empodere políticamente  no sólo a los artistas afro. Me da la impresión que su deseo consiste en ayudarse a crecer con todas aquellas mujeres afro que luchan diariamente por darle coherencia  y consistencia a sus vidas. Considera que las peinadoras afro con las que ha interactuado en los últimos años son sus iguales, sus compañeras de lucha.

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Angulo piensa la condición afro en nuestro país y nos la presenta en imágenes que nos hablan de manera directa de las luchas por la igualdad y la libertad de los pueblos afrocolombianos que quieren mantener una diferencia vital. Tiene presente una consiga de los activistas estadounidenses durante los años sesenta del siglo XX:  black is beautiful. No obstante, la belleza negra que le interesa a Angulo no es sólo estética o sensorial. Los registros de las acciones plásticas que ha implementado y  nos presenta en Valenzuela Klenner Galería, nos muestran que la belleza es un cuidado del otro y que en este caso específico se realiza por medio del cuidado del cabello. La belleza negra es una ética, una relación primordial, sin relacionismos estéticos. En esta medida la consiga estadounidense gana en Colombia una determinación más fundamental, a tono con el pensamiento artístico contemporáneo que hace resistencia al modelo de mecanización y racionalización global.

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Angulo es una artista culta, por lo tanto sencilla cuando habla de su trabajo. Sus inquietudes estéticas  evitan la pedantería que caracteriza a algunos  artistas y críticos de arte  contemporáneo en Colombia, así a veces esté tentada a dar su brazo a torcer ante el asedio de los discursos de moda. Desea que se mire su trabajo como un proceso, como algo que está en permanente trasformación, como un conjunto de ideas que la han llevado a experimentar opciones creativas inéditas en contextos de creación marginales. Si ahora está en una Sala de Exposiciones, lo hace teniendo presente que éste es un espacio no convencional, libre y abierto a la experimentación. Angulo es una artista joven  y ojalá sus ideas se mantengan así: realizándose y transformándose de manera permanente en aquellos  lugares específicos que desea reconfigurar estética y políticamente.

En mi conversación con la artista, pude apreciar que no  se siente cómoda ni bajo la sombra de la teoría etnográfica, ni iluminada por los flashes de la moda relacional. De la primera elude su pretensión  objetivista; a la segunda la ignora porque no sabe qué es, no porque no esté en capacidad de comprender esta teoría. Su distanciamiento  se debe a que sospecha que este discurso puede ser una banalidad contemporánea más que cumple lo que promete toda moda: trivializar asuntos relevantes para nuestra auto-comprensión.

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Hemos llegado al punto álgido del proyecto de Angulo. Si no se trata de describir prácticas culturales que han perdido su horizonte y vitalidad, pero tampoco de propiciar relaciones en contextos que por sí mismos ya son relacionales de manera primordial,  a corto plazo Angulo deberá considerar darle  un carácter más específico a sus ideas para evitar esas connotaciones de moda con las cuales no se siente cómoda y que pueden desconfigurar unas ideas frescas en torno a los problemas que surgen cuando una mujer afro como lo es ella, se pregunta por su ser de mujer afrocolombiana nacida y criada en Bogotá. Los artistas contemporáneos  en Colombia no piensan abstracciones filosóficas, pues, son atraídos por lo concreto marginal. Además, el ser que modelan está pensado con herramientas sensibles como  el tacto y el gusto; con ellas abren espacios para potenciar la disposición primordial de los seres humanos: cuidar de sí y del otro. ¿No es esto lo que apreciamos en el culto y los rituales en torno  a los arreglos del cabello en la cultura afrocolombiana? ¿No es esta una de las diferencias que distinguen a este grupo humano de otros pueblos aquí en Colombia? ¿No es esta la lección aprendida por Angulo respecto a que en  el arreglo del cabello afro existe una práctica de resistencia política? ¿No fue esta una de la hipótesis que se formularon en Viaje sin Mapa? Sí es así, Angulo deberá considerar y asumir su práctica artística como un activismo que crea un espacio estético-político alternativo en el cual los afrocolombianos pueden interactuar con otros colombianos. De esta manera desambiguará unos procesos  creativos que tienen muchas posibilidades expresivas y que a futuro prometen trasformaciones estéticas importantes con repercusiones políticas. La desambiguación que reclama su trabajo, evitará que el algún crítico la coloque al lado de los muchos flâneurs del arte contemporáneo que, impunemente, hoy  van por el mundo, miran y se aprovechan de las miserias que padece nuestra época.

Fotografías: cortesía de Jairo Valenzuela y Liliana Angulo

Alzado en Ideas: Fabio Palacios en el Luis Caballero 2011

Fabio Palacios cuenta una anécdota que nos proporciona una clave hermenéutica  para  iluminar las ideas que expresa en la Instalación «Bamba, Martillo y Refilón» (BMR). Compartía con algunos artistas una conversación, entre ellos estaban Wilson Díaz y Juan Mejía, cuando una señora los abordó y preguntó por él  a Díaz en los siguientes términos: «quién es este muchacho quien por estar a tu lado debe ser muy importante». Palacios está convencido de que esta intervención fue racista.  No pasó por alto que el término “muchacho” usado para dirigirse a un hombre afrocolombiano es un término racista o por lo menos despectivo, debemos recordar que así es entendido en la cultura angloamericana cuando alguien se refiere a un hombre afro como boy (chico). Si no recuerdo mal, al presidente Obama en un debate en el congreso de los Estados Unidos, lo llamaron así, por supuesto, para “recordarle su lugar”: servir las ideologías blancas totalitarias.  A lo largo de su vida, Palacios ha tenido que sortear situaciones parecidas en un país que se precia de ser democrático, pero bajo los condicionamientos que nos imponen los rezagos atávicos  de una cultura visigoda decadente que se precia de “tolerante” aunque no reconoce más libertades que las que  conciernen a su ideología, fundamentalmente racista, sexista y homofóbica.

 

 

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Palacios ha roto un hechizo que mantenía al Premio Luis Caballero alejado de problemas fundamentales para el arte contemporáneo como la raza y el sexo. No solamente es el artista más joven de los ocho convocados. También es el primer artista afrocolombiano que es nominado a esta distinción y uno de los pocos que han comenzado a elaborar  ideas estéticas acerca de lo que significa ser un ciudadano afro en nuestro país. Él es  un artista que decide pensar estéticamente  los sacrificios que debe hacer un hombre o una mujer afro para vivir con un mínimo de dignidad en nuestro país: auto-marginándose de procesos fundamentales de carácter político. Poco sabemos de la posición política de la ciudadanía afro de nuestro país, quizá porque nuestros partidos políticos no nos ofrecen una alternativa para emanciparnos de la hegemonía visigoda que nos ha gobernado durante siglos.

Es notable cómo desde hace algunos años, los artistas afrocolombianos se han propuesto darle color y fuerza al arte colombiano, y hoy al “pobre” Luis Caballero, como lo ha llamado certeramente Fernando Pertuz: efectivamente, sí, pobre, pero  de espíritu. Pareciera sugerir este artista que Colombia no merece este estímulo. No le falta razón. Palacio estuvo en el proyecto Viaje sin Mapa, la exposición curada por Mercedes Angola y Raúl Cristancho  en la Casa Republicana del Banco de República. No sobra recordar que en esta exposición los curadores hicieron visibles las ideas, los problemas y las esperanzas de un grupo de artistas afrocolombianos que se miran a sí mismos dentro de una tradición plástica que apenas los menciona, y cuando lo hace, los presenta  lacónicamente o como anécdota, como algo insustancial. Desde entonces, Palacios ha mostrado interés por pensar los problemas que debe afrontar su raza debido a los imaginarios segregacionistas que los colombianos hemos internalizado y  son instrumento inconsciente para  estigmatizar no sólo al pueblo afrocolombiano. Las mujeres y los homosexuales también están también en nuestro campo de tiro al blanco.

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Una mirada superficial a BMR nos puede llevar a realizar arbitrariamente los juicios bárbaros a que son propensos los críticos empíricos de nuestros días. Los críticos bárbaros  que juzgan sin tomarse el trabajo de comprender, que arremeten contra todo aquello que desconocen, pueden decir que el de Palacios es un trabajo etnográfico más entre los muchos   que hoy nos aburren y circulan por las galerías abiertas al arte contemporáneo  más importantes de la ciudad. Considero que este no es el caso de BMR. Palacios no busca al Otro. Él en persona es el Otro y  se interesa por sí mismo. A diferencia de la mayoría de los/las colombianas, quiere comprender críticamente su lugar en un mundo en el cual la diferencia es sancionada con la pena capital. Palacio cuenta que fue objeto de amenazas de muerte por ser afrocolombiano, por haberse atrevido a dejarse crecer el cabello al estilo afro de Ángela Davis.

En su propuesta para el Luis Caballero, Palacios decidió  estudiar  un elemento utilitario que le permite revelar mediante una imagen  la situación de los miles de hombres que trabajan en los ingenios del Valle del Cauca. Recogió varios cientos de machetes –587– que han sido usados por los cortadores de caña en el Valle del Cauca y han entrado en desuso. Los dispuso en nueve hileras, colgados del techo de la galería Santa Fe a una altura de 1,90 metros, aproximadamente. La Galería fue iluminada con luces altas para enfatizar el blanco de sus paredes y para evitar algún accidente. Entre los muchos sentidos que el espectador puede elaborar, el artista busca que la instalación evoque en los visitantes  la imagen de  una asamblea de hombres que se insubordinan ante el oprobio de un determinado  estado de cosas y deciden  cambiar el uso de su herramienta de trabajo para convertirlo en estandarte de libertad. Los machetes representan a los miles de hombres que luchan por su libertad y la dignidad que el régimen visigodo permanentemente les ha querido arrebatar. Este sentido es enfatizado por una acción plástica realizada el día de la inauguración por tres cortadores de caña.
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Palacios es un artista alzado en ideas. Se resiste a continuar los pasos de su padre, así estas ideas no sean verbalizadas a la manera cartesiana. La bruma en la cual se mueve su pensamiento  es el atractivo de su propuesta: sólo mediante  la bruma podemos acceder a la claridad. La bruma  nos permite ver los aspectos más importantes de sus ideas. La ausencia de teoría ha liberado su pensamiento para comprenderse a sí mismo y acceder  a una interioridad que está constituida por la exterioridad familiar y social. Sólo así en posible realizar lo que Michel Foucault denominó una hermenéutica de sí. BMR consiste en un auto-reconocimiento. Por medio de éste, el artista se emancipa e inicia un proceso de reconocimiento amplio dentro de una sociedad compleja que se resiste a reconocer la diferencia. BMR es un homenaje al cortador de caña, principalmente hombres afrocolombianos. También es un homenaje a Felipe Palacios, el padre de Fabio, un hombre que cortó caña durante veinticuatro años en los ingenios del Valle del Cauca. Ahora es un pensionado que sobrevive con $800.000 pesos mensuales.

Palacios no hace una propuesta etnográfica, pues aunque realiza una actividad que podríamos llamar arbitrariamente trabajo de campo, su mirada no es externa al mundo que le interesa. Su descenso al infierno de los corteros de caña, no es ese viaje a pueblos o comunidades remotas que apasiona a tantos artistas contemporáneos, que, como Caspar David Friedrich, buscan en lo sublime de la naturaleza un diálogo con Dios, hastiados como  están del diálogo con los hombres. Palacios se mira a sí mismo desde el adentro que se configura en el afuera de la historia de vida de su padre. Le interesa comprender cuál es el sentido de la vida para un afrocolombiano, pues, está interesado en comprender la vida en sentido más amplio, más allá de la cultura segregacionista con que fue bautizado. Palacios no es racista.

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El interés de Palacios por la vida no es el problema estético clisé de nuestros días. BMR es la  respuesta que Palacios nos propone a su pregunta por la vida. Vida es esfuerzo, vida es dignidad, parecen decirnos los 587 machetes, y lo dicen sin ninguna estridencia: su alzamiento en ideas es pacífico. El machete se ha convertido en materia expresiva, poética, que como los famosos zapatos viejos pintados por van Gogh, nos develan el inframundo de un grupo de ciudadanos afrocolombianos en nuestro país. Comprender la vida, entonces, trasciende los condicionamientos y las leguleyadas culturalistas. Por ello mismo, la pregunta por la vida no la puede responder la antropología o la etnografía, pero tampoco la biología.  Palacios honra a su padre, pero no lo sigue en la  práctica de su oficio, aunque sí en su ejemplo de vida esforzada. Se rebela, toma distancia y decide ser artista en lugar de quedarse atrapado en los surcos que encarcelan a los cortadores de caña. Como artista puede hacer mucho más por su padre,  que siguiendo las pautas de  nuestra tradición esclavista, o adoptando su ejemplo de esfuerzo permanente al servicio de quienes niegan la existencia de la comunidad afrocolombiana. Por esto  la propuesta de Palacios no es un trabajo etnográfico. No tiene un interés en el Otro, o en la cultura que les fue impuesta. Se piensa a sí mismo, analiza la forma de vida de un hombre esforzado que es la vida misma de miles de hombres,  y se insubordina estéticamente. En este momento su trabajo deviene  una propuesta política. Se exige a sí mismo un estado de cosas diferente. No obstante, esta insubordinación no está orientada a derrocar al hombre blanco: está pensada para abrir un diálogo político, de reconocimiento. Su lucha es consigo mismo, como son las luchas de los grandes artistas que deciden cuidar de sí mismos antes de indoctrinar a los ingenuos del dios capital. Mediante el cuidado de sí  mismo, al igual que aquéllos, pretende ser ejemplo para otros. En ningún momento intenta imponer sus ideas a otros. En el momento más prolífico de su carrera intelectual, en el instante en que la muerte le reitera su condición de ser para la muerte, Michel Foucault encuentra que para los modos de existencia de los hombres y las mujeres lo fundamental no es el conocimiento formal sino el cuidado sustancial de nosotros mismos. Quizá sin saberlo explícitamente, Palacios está en sintonía con esta nueva sensibilidad que se mira a sí misma para transformarse permanentemente  y para transformar el mundo que nos oprobia a cada instante.
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La noche de la inauguración, Felipe Palacios, Oscar Montaño y Patrocinio González, tres cortadores de caña, realizaron una acción. Los tres hombres entraron en la Galería, se ubicaron en el extremo norte de la Galería, se sentaron sobre módulos para exposición dispuestos horizontalmente, de tal manera que los espectadores tuvieron que sentarse en  el piso para quedar más o menos a su misma altura y dirimir estéticamente nuestras jerarquías espaciales. Cada uno procedió a afilar un machete: uno Curvo, otro Catana y otro Refilón. Estos son los nombres comerciales de estas herramientas y hacen referencia a una determinada forma del machete. Las formas de los machetes develan el gesto esforzado de los campesinos en sus labores diarias. La acción consistió en afilar los machetes haciendo uso de sus respetivas limas. El cortador de caña  sabe que su sobrevivencia depende del filo de su machete. Se necesita paciencia y delicadeza para dar con el borde óptimo del machete. Durante la acción, las limas eran limpiadas  golpeándoselas suavemente  sobre el machete para descargar los residuos arrancados al metal crudo. El golpecito metálico junto con el ruido que genera el raspado de la lima, crearon una atmosfera expresiva y musical que en principio resultó pesada para los espectadores porque no sabían cuál era el propósito de la acción,  ni cómo iba terminar. Tarde comprendimos los espectadores que los ruidos de los cuerpos de los cortadores de caña en su actividad rutinaria en la galería, misteriosamente habían devenido un tañer de  timbales. En efecto,  los rostros austeros de estos hombres dignos y los ruidos que generaron con sus máquinas, poco conocidos para los capitalinos,  evocaron sentimientos y emociones, y devinieron por ello mismo música; por lo tanto, tarde comprendimos que  la acción no tenía otro propósito que la emancipación de todos los materiales involucrados en ellos: los cortadores, los instrumentos, los espectadores y la Galería Santa Fe, todos amenazados de muerte violenta. El aplauso final corroboró intuitivamente que los espectadores comprendieron finalmente que el propósito de la acción utilitaria era devenir una acción  plástica, emancipadora.  El machete perdió su función agrícola y devino materia expresiva. Durante la acción, los machetes usados por los tres cortadores de caña se trasmutaron en instrumentos musicales.

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La acción plástica de los cortadores de caña  es un elemento sustancial para detonar el sentido de  BMR, sin él la instalación pierde su fuerza. No haber previsto un recurso  efectivo y plástico para hacer presente de manera permanente la ausencia de la presencia de los cortadores de caña en la Galería Santa Fe,  es una de las debilidades del proyecto de Palacios. Por lo demás, es una propuesta fresca, sencilla y sin ninguna parafernalia teórica. La fortaleza de este proyecto consiste en que sigue una línea que ojalá coja fuerza en el arte contemporáneo que se piensa en Colombia. La línea en que  los artistas vuelven a cuidar de sí mismos, en la cual ya no esquivan sus luchas más personales, en la cual ya no se refugian inauténticamente en los problemas de otros que no tienen posibilidad de comprender.

 

Posdata administrativa

Esta administración introdujo una modalidad para la inauguración de las exposiciones un tanto folclórica. Se abre la exposición al público un determinado día y se la inaugura cinco días después.

 

Posdata contextual

Liliana Angulo hablará de la propuesta de Fabio Palacios y del arte afrocolombiano  en la Sala Oriol Rangel del Planetario Distrital, el martes 14 de junio a las 5 P.M. Este es  un cambio bastante positivo para las charlas de contexto que ofrece la Galería Santa Fe. ¿Quién mejor que los artistas mismos para hablar del trabajo de sus colegas?

 

Fotografías de Ricardo Muñoz

Aclaraciones a propósito de la Instalación del Fabio Melecio Palacios

Fabio Palacios gentilmente nos ha hecho llegar la siguiente nota: “Como le comenté en la entrevista la performance era un caso efímero de un día y la obra sin este elemento no pierde su fuerza, ni sentido, es más, la presencia de los objetos y la ropa dejan cuenta de la presencia misma de los personajes y toma otro valor aún más”.

La idea de dejar los artefactos de los cuales se vale el cuerpo del cortador de caña, ayuda a establecer la relación sustancial que el espectador debe realizar entre el cuerpo del cortador y los machetes de la instalación. No obstante, la acción de los cortadores de caña, su presencia en la Galería durante la noche de la inauguración, le disputó el protagonismo a la instalación. El efecto del  poder del cuerpo en nuestra sensibilidad es algo muy difícil de anticipar y por ello mismo se constituye en un elemento que hay que pensar con mucho cuidado, cuando se incorpora en un trabajo plástico. Recuerdo cómo los espectadores mágicamente, “naturalmente”, nos aglutinamos en torno a los cortadores durante todo el tiempo que duró  la acción, como si de juglares se tratara y no de cortadores de caña. Ahora, sin duda alguna, lo que aglutina es lo sustancial.

En mi opinión, sería equivocado pensar que la presencia de los cortadores es sólo un apéndice en esta propuesta. Prefiero pensar que no lo es. Usted tampoco lo dice, así diga que la acción fue algo efímero, como en efecto lo es toda acción. Pienso que la acción de los cortadores, a pesar de que fue cuidadosamente pensada, merecía mayor previsión por parte suya en cuanto a los espectadores que tendría la instalación durante los días restantes, precisamente por su fragilidad, por lo efímera,  así la instalación se sostenga sin ella, pues tiene la fuerza para ello. A este respecto Palacios tiene razón.  Entiendo que el artista no quería hacer de la acción algo nuclear, pues su interés se centra en el elemento que condensa todo el sentido de vida que Palacios quería reelaborar. No obstante, el punto, creo, es que la noche de la inauguración la acción  captó vivamente el interés y la solidaridad del público asistente, tanto como la instalación. En concreto, mi preocupación apunta a  que quienes no estuvieron presentes en la noche de la inauguración difícilmente obtendrán la claridad relevadora que apreciamos quienes sí asistimos.         

¿Cómo conciliar el aprecio que les tenemos a los amigos con el amor que le debemos a la verdad?

Ricardo Arcos le ha respondido a Fernando Pertuz en Liberatorio, acerca de las ideas que este artista ha expresado sobre la Galería Santa Fe  y el premio Luis Caballero. Pertuz es el único artista que se ha manifestado públicamente a este respecto,  mostrando  con ello una coherencia intelectual con aquello que piensa y actúa en su práctica artística. Arcos tiene razón respecto a que es prudente dejar que Marta Bustos despegue en la gerencia de artes del Instituto de las Artes y despliegue sus ideas respecto al campo del arte contemporáneo. Al igual que Pertuz, yo he formulado algunas inquietudes que coinciden con algunas de sus observaciones. Las  reservas que he expresado respecto al manejo administrativo que se da en las instituciones responsables de orientar la producción artística de nuestro país, tienen que ver principalmente con la responsabilidad que tenemos los ciudadanos de velar porque los funcionarios públicos cumplan con sus deberes y no desvíen su atención a otros menesteres.  El peor de todos  sin duda alguna es el que se dediquen a atender su clientela. Si la información que ha trascendido a la opinión pública no nos pone alertas, no sé qué podría hacerlo. Principalmente,  mis reservas se deben a un  temor  por las lógicas administrativas que finalmente no son las lógicas que más benefician a las artes ni a los artistas.

Arcos ha roto su silencio y ha vuelto a participar en espacios críticos y de opinión sustentada.  Razonablemente nos ha convocado a apoyar a Marta Bustos. A pesar de que también reconozco el profesionalismo de la nueva gerente de artes, al cual alude, por mi parte prefiero apoyar ideas. Esperemos que finalmente Bustos las plantee, en especial aquellas que son objeto de debate dentro del campo del arte contemporáneo que se piensa en Bogotá: la Galería Santa Fe y el premio Luis Caballero. Me preocupa la información de Arcos, según la cual los nuevos  administradores  están pensando en adaptar espacios adecuados a este estímulo. La  sola idea de adaptar algún espacio dejado de la mano de Dios, es muy riesgosa para este premio, pues,  en ese desplazamiento puede naufragar el Luis Caballero. Estoy seguro que si los artistas contemporáneos  no quedan satisfechos con cualquiera de las soluciones que se dé a nuestro problema, tendremos que decirle adiós al Luis Caballero, de la misma manera que los artistas más importantes de nuestro país poco a poco se fueron marginando del Salón Nacional de Artistas. Sin artistas, no hay arte reflexionante, como lo es el arte contemporáneo.

Legítimamente, Arcos hace una defensa de Jorge Jaramillo, el antiguo gerente de Artes Plásticas. Coincido con Arcos. Creo que hizo una buena labor al sostener  el premio Luis Caballero, pero considero que éste lo desbordó. Un balance de su gestión se hace necesario, menos para exaltar sus logros y más para establecer en qué aspectos se quedó corto y por qué.  Es importante que Arcos recuerde  que mantenernos en lo mismo a través de los años  en nuestras mismas prácticas,  es ir retrocediendo, es desdibujar lo que logramos configurar. Entregar la galería Santa Fe y el premio Luis Caballero tan debilitado como está, no es una buena carta de presentación para la nueva gerencia. Este premio debería tener en la actualidad la posibilidad de financiar once proyectos para un plan anual de exposiciones. Con este debate, los artistas que han participado en el premio LC han comenzado a hablar de las dificultades que tuvieron que sortear para salir adelante, algunos han comentado los problemas formales que genera la Galería Santa Fe en sus ideas. Si no hablaron antes fue porque no querían debilitar el premio aún más.

Esperaremos las ideas que nos van a proponer y ojalá que nos permitan participar. Ojalá que la lógica administrativa a la que temo, no vuelva a imperar aquí: primero consultar con los críticos y seducirlos con lisonjas, para  luego tomar decisiones sin tener en cuenta sus observaciones. A pesar de estos pequeños matices que he señalado con respecto a la mencionada intervención de Arcos, los dos nos movemos en el mismo sentido: valoramos las ideas por encima de las personas. Pienso que siempre debemos recordar la sentencia que Aristóteles formuló para hablar de su maestro, la cual  configura el pensamiento crítico de  Occidente: “apreciamos a los amigos, pero amamos más a la verdad”. Ningún amigo, por bueno que sea, debe apartarnos de la responsabilidad que tenemos para con la verdad. Si no hubiera sido así, no habríamos llegado hasta aquí.

El artista y la catástrofe

Los artistas contemporáneos en Bogotá tienen  Talón de Aquiles. Han pretendido darle “voz a los que no tienen voz” y no han sido capaces de darse esa voz a sí mismos. El artista en Bogotá no existe porque no tiene cuerpo al cual darle voz. Sólo a los que tienen cuerpo se les puede dar voz y reconocérseles políticamente. Negándose a sí mismo, el artista contemporáneo en Bogotá  ha optado por darle voz al Otro cultural o marginado políticamente. Quienes sospechan de esta moda tienen algo de razón: ¿cómo puede el artista comprender el cuerpo de  las víctimas que llaman su atención, si ni siquiera puede comprender el suyo propio, si no puede visibilizarse a sí mismo como cuerpo político, es decir, con voz y voto. El artista contemporáneo en Bogotá no ha visto la víctima más evidente de este régimen económico; él mismo. Paradójica  o perversamente, él mismo es víctima de un régimen que ha asimilado muy bien. Algunos artistas contemporáneos son críticos acérrimos del régimen capitalista pero sólo se mueven bajo la promesa de un premio económico. Si no hay dinero de por medio ya no hacemos nada. Respiran sólo si hay dinero.

He dicho que aquellos que de una u otra manera se han visto exaltados por encima de sus colegas, adquieren una responsabilidad moral con la ciudad y con el campo del arte, así éste sea por ahora un signo de interrogación, pedazos de intereses que son han logrado discernir qué es lo que quieren. Esta responsabilidad  consiste en devolverles algo para que contribuya a que otros y otras puedan aspirar a esta distinción. Ante la catástrofe de las políticas culturales en Bogotá, sigo sorprendido por el silencio de los ganadores del Premio Luis Caballero; me preocupa que sigan encogidos de hombres ante su desdibujamiento  y su  inminente desaparición. ¿Se habrán enterado de la crisis? ¿Habrán pensado algo?  Me da la impresión que los ganadores de este estímulo  han tomado y guardado la bolsa y no le han aportado nada a la ciudad que los ha destacado. Pero el asunto no se limita a los ganadores, también los nominados al premio adquieren una responsabilidad. Hablo de responsabilidad porque el artista que respetamos de nuestros días no es el esteta de antaño. El artista contemporáneo pregona y se ufana de tener un compromiso ético con la sociedad de la cual hace parte, pero, en muchos casos, es sólo de dientes para afuera, es decir para sacarle provecho económico a este estado de cosas. Guillermo Villamizar lo ha dicho de manera cruda pero certeramente:   el ADN de los artistas es el mismo de todos y todas las colombianas: en el momento de asumir una responsabilidad, “todo el mundo tira por su lado”.

He planteado que la tradición que se ha constituido en torno al premio Luis Caballero es el cuerpo que nos puede hacer visibles políticamente ante el próximo alcalde. He propuesto a los lectores de este medio propiciar encuentros con los candidatos a la alcaldía y generar diálogos directos con ellos para que se nos reconozca como cuerpo político, es decir, como un campo frágil e importante dentro de la ciudad, campo  que ha decido, ya no “darle voz a los que no tienen voz”, sino darse voz a sí mismo. Pienso que este estímulo alejado de la tradición que lo ha constituido y a la cual muchos han contribuido, no podrá sobrevivir en un espacio cualquiera, improvisado. El tema del traslado de la Galería Santa Fe lleva años en discusión y no ha producido una sola propuesta en concreto.  ¿Qué adelantos entregó la Fundación Gilberto Álzate Avendaño al Idartes? ¿Cuáles fueron las razones que impidieron que este estímulo creciera? ¿Por qué no se pudo financiar por lo menos otras cuatro iniciativas adicionales a las ocho actuales?  Nadie sabe ni lo sabremos. A nadie le importa. Parece que los recursos fiscales del estado sólo sirvieron para mantener una nómina con su respetiva clientela. Parece también que  muchos son los que ahora esperan hacer parte de la clientela en la cual se “legitimará” el nuevo Idartes. Mientras unos piden participar equitativamente de los recursos, otros se entregan a las lisonjas para poder sorberse los recursos de los demás.

Jaime Iregui y Guillermo Villamizar han puesto sobre la mesa algunos de los problemas que están desdibujando las artes plásticas y visuales en el Distrito Capital. Poco a poco, los artistas están quedándose por fuera  de la ciudad. Carecen de  un lugar porque no han logrado constituirse como un cuerpo político que haga presión efectiva sobre la burocracia institucionalizada que diseña políticas culturales para garantizar prioritariamente su propia sobrevivencia. Los problemas que Jaime y Guillermo nos han planteado se constituyen en el primer insumo para construir  una agenda propia para comenzar un diálogo con las instituciones que tienen el deber de administrar  los recursos que el Estado destina a la promoción del pensamiento artístico. Sí: debe haber diálogo con las instituciones que administran nuestros recursos. Pero la agenda debe ser concertada, no impuesta por los administradores de turno que convocan a los artistas para comunicarles sus decisiones. Guillermo ha evidenciado el problema con claridad: parece que no existe un campo del arte en Bogotá, porque los bogotanos solemos “tirar cada uno por su lado”.

La conclusión entre Jaime y Guillermo parece ser la siguiente: nos urge crear un campo en el cual los artistas puedan constituir  una voz legítima que se alce en medio de la catástrofe ad portas. No se trata de que fulanito, sutanito o menganito tomen la vocería de un campo inexistente, un campo que, con esta característica, se administra con facilidad, y por ello mismo, se corrompe rápidamente. Bienvenidos los cambios realizados para la administración de nuestros recursos, pero debemos tener siempre presente que estos recursos  le pertenecen a los artistas y  que, por lo tanto, deben ser objeto de vigilancia;  su inversión debe contar con nuestro consentimiento. Estos recursos no deben ir a parar a los bolsillos de las clientelas tradicionales que en el pasado se han denunciado y que son las responsables del desdibujamiento del arte como opción de pensamiento libre en Bogotá. Estas clientelas son las que han hecho del arte un lucrativo negocio privado con dineros fiscales, que ni siquiera favorece a los artistas que manipulan.

El punto más importante que se ha  tocado en esta conversación entre Jaime y Guillermo, consiste en la responsabilidad que tienen los artistas que lograron hacer una carrera, que tienen, digo, para con los jóvenes. Son muchos los artistas que actualmente se gradúan en las universidades y que una vez graduados no pueden hacer nada porque no existe un campo del arte en el cual moverse con igualdad de oportunidades. También las universidades son responsables a este respecto, son ellas las que actúan con mayor irresponsabilidad. Y no son universidades cualesquiera: Los Andes, La Nacional, La Distrital, La Tadeo, La Javeriana, son universidades de prestigio moral y  cuentan con profesores de arte que no han contribuido a conformar un campo del arte desde la academia. Su interés por la educación en muchos casos es sólo un interés económico: también en la academia “cada uno tira por su lado”. Sólo que en la academia es más reprobable, porque se engaña impunemente a los jóvenes acerca de las posibilidades de su futuro.

A diferencia de Jaime, pienso que la conformación del campo del arte en Bogotá debe tener líderes “naturales”, sin que esto impida que muchas voces puedan manifestarse. Digo “naturales” por su responsabilidad social, en este orden: 1) La academia. 2) Los nominados y los ganadores del premio Luis Caballero. 3) Los maestros con carreras pedagógicas meritorias, responsables con el futuro de sus estudiantes. 4) Los espacios virtuales que se han abierto en Internet y que han dado origen a la expresión afortunada de Jaime Iregui: “activismo digital”. Con respecto a este último liderazgo, pienso que debe dársele cuerpo y la legitimidad que le preocupa con razón a Guillermo Villamizar.

De las ideas que planteó Jaime Iregui, pienso que la mejor es la que tiene que ver con la activación del  Pabellón de la Independencia. Se puede  convocar a la academia, a los estudiantes, a los maestros pedagogos,  a los artistas no mercantilizados, ya sea en algún campus universitario o en la Media Torta del Parque de la Independencia. Con un único propósito: construir una agenda propia para dialogar con aquellos que administran insatisfactoriamente nuestros recursos.

¿Expulsados del Paraíso?

NO: allí está y allí se queda, deberíamos decir

Eduardo Serrano  suele contar en sus entrevistas cómo fue que pasó de ser un crítico acérrimo de la directora del Museo de Arte Moderno de Bogotá, a ser el curador de esta institución. Las críticas que Serrano le hacía a Gloria Zea en el diario El Tiempo fueron encausadas positivamente. Zea lo llama y le dice algo así como: “Eduardo, a los dos nos interesan los mismos problemas, ¿por qué no trabajamos del mismo lado?” Y fue así como Serrano se vinculó a este proyecto artístico. Ahora Bien, ¿por qué no podemos volver a trabajar todos del mismo lado para salvar la tradición encarnada en la Galería Santa Fe y en el premio Luis Caballero, la cual  no es diferente de la tradición del  Mambo ni del proyecto de Marta Traba?

La historia recordada viene a cuento a propósito de la más delicada de las perlas que  Bertha Quintero desgranó en su monólogo progandístico con Jaime Iregui: la Galería Santa Fe y el premio Luis Caballero son conceptos, no son lugares, afirma la antropóloga. Si la afirmación la emite un filósofo ello no produce mayor perturbación, pero que sea una antropóloga la que  nos quiere timar sí causa escozor. No hemos dejado de preguntar, ¿por qué se nombran en estos cargos a personas que desconocen el medio que deben administrar?

Pues bien, doctora Bertha: la Galería Santa Fe no es un concepto. Es un lugar que le pertenece a las/los artistas colombianos, y  están a punto de perderlo, principalmente por sus rencillas internas y por  su falta de conciencia histórica. Es el único lugar respetable que les queda después del despojo de que fueron víctimas por parte de los esnobistas que se tomaron el Salón Nacional. La Galería Santa Fe es un lugar que fue colonizado por el Museo de Arte Moderno de Bogotá, el cual le dio el carácter cultural que hoy parece haber sido abstraído arbitrariamente por usted en  un concepto. Allí se mostró la colección del Museo Rodin de Paris en 1971  con la cual se abrió este espacio para albergar el pensamiento artístico moderno. Otras exposiciones de igual relevancia para la vida cultural de Bogotá tuvieron allí lugar, es el caso de Color en 1974, la cual trajo lo mejor de la vanguardia pictórica internacional y obligó a la directora a ocupar los dos pisos. En 1975 se inaugura el estímulo de vanguardia más adelantado de la época: el Salón Atenas, con curaduría de Eduardo Serrano.  Con el traslado del  Museo de Arte Moderno a su sede propia en 1979, no se suspendió su intensa actividad cultural. Hoy es la sede del premio  Luis Caballero, el estímulo más importante para los artistas de nuestro país. Allí han expuesto los/las artistas más importantes de nuestro país.

Doctora Bertha Quintero: queda entonces demostrado que la Galería Santa Fe no es un concepto, es una tradición que más tarde o más temprano los artistas colombianos harán respetar. Espero que sea más pronto que tarde. Usted ha planteado que ahora va a trabajar con niños, quizá porque es más fácil y más productivo politiqueramente.  No obstante, estoy seguro que los artistas colombianos mayores de edad harán respetar su tradición plástica de cara a su populismo, y no dejarán perder este lugar en la Galería Santa Fe. Allí esta y allí se queda, deberíamos decir.

Fotografía: cortesía de Mario Opazo, ganador de la V versión del premio Luis Caballero.