fbpx

Alzado en Ideas: Fabio Palacios en el Luis Caballero 2011

Fabio Palacios cuenta una anécdota que nos proporciona una clave hermenéutica  para  iluminar las ideas que expresa en la Instalación «Bamba, Martillo y Refilón» (BMR). Compartía con algunos artistas una conversación, entre ellos estaban Wilson Díaz y Juan Mejía, cuando una señora los abordó y preguntó por él  a Díaz en los siguientes términos: «quién es este muchacho quien por estar a tu lado debe ser muy importante». Palacios está convencido de que esta intervención fue racista.  No pasó por alto que el término “muchacho” usado para dirigirse a un hombre afrocolombiano es un término racista o por lo menos despectivo, debemos recordar que así es entendido en la cultura angloamericana cuando alguien se refiere a un hombre afro como boy (chico). Si no recuerdo mal, al presidente Obama en un debate en el congreso de los Estados Unidos, lo llamaron así, por supuesto, para “recordarle su lugar”: servir las ideologías blancas totalitarias.  A lo largo de su vida, Palacios ha tenido que sortear situaciones parecidas en un país que se precia de ser democrático, pero bajo los condicionamientos que nos imponen los rezagos atávicos  de una cultura visigoda decadente que se precia de “tolerante” aunque no reconoce más libertades que las que  conciernen a su ideología, fundamentalmente racista, sexista y homofóbica.

 

 

expoluiscabmeles_12

Palacios ha roto un hechizo que mantenía al Premio Luis Caballero alejado de problemas fundamentales para el arte contemporáneo como la raza y el sexo. No solamente es el artista más joven de los ocho convocados. También es el primer artista afrocolombiano que es nominado a esta distinción y uno de los pocos que han comenzado a elaborar  ideas estéticas acerca de lo que significa ser un ciudadano afro en nuestro país. Él es  un artista que decide pensar estéticamente  los sacrificios que debe hacer un hombre o una mujer afro para vivir con un mínimo de dignidad en nuestro país: auto-marginándose de procesos fundamentales de carácter político. Poco sabemos de la posición política de la ciudadanía afro de nuestro país, quizá porque nuestros partidos políticos no nos ofrecen una alternativa para emanciparnos de la hegemonía visigoda que nos ha gobernado durante siglos.

Es notable cómo desde hace algunos años, los artistas afrocolombianos se han propuesto darle color y fuerza al arte colombiano, y hoy al “pobre” Luis Caballero, como lo ha llamado certeramente Fernando Pertuz: efectivamente, sí, pobre, pero  de espíritu. Pareciera sugerir este artista que Colombia no merece este estímulo. No le falta razón. Palacio estuvo en el proyecto Viaje sin Mapa, la exposición curada por Mercedes Angola y Raúl Cristancho  en la Casa Republicana del Banco de República. No sobra recordar que en esta exposición los curadores hicieron visibles las ideas, los problemas y las esperanzas de un grupo de artistas afrocolombianos que se miran a sí mismos dentro de una tradición plástica que apenas los menciona, y cuando lo hace, los presenta  lacónicamente o como anécdota, como algo insustancial. Desde entonces, Palacios ha mostrado interés por pensar los problemas que debe afrontar su raza debido a los imaginarios segregacionistas que los colombianos hemos internalizado y  son instrumento inconsciente para  estigmatizar no sólo al pueblo afrocolombiano. Las mujeres y los homosexuales también están también en nuestro campo de tiro al blanco.

critactpalacios_04

Una mirada superficial a BMR nos puede llevar a realizar arbitrariamente los juicios bárbaros a que son propensos los críticos empíricos de nuestros días. Los críticos bárbaros  que juzgan sin tomarse el trabajo de comprender, que arremeten contra todo aquello que desconocen, pueden decir que el de Palacios es un trabajo etnográfico más entre los muchos   que hoy nos aburren y circulan por las galerías abiertas al arte contemporáneo  más importantes de la ciudad. Considero que este no es el caso de BMR. Palacios no busca al Otro. Él en persona es el Otro y  se interesa por sí mismo. A diferencia de la mayoría de los/las colombianas, quiere comprender críticamente su lugar en un mundo en el cual la diferencia es sancionada con la pena capital. Palacio cuenta que fue objeto de amenazas de muerte por ser afrocolombiano, por haberse atrevido a dejarse crecer el cabello al estilo afro de Ángela Davis.

En su propuesta para el Luis Caballero, Palacios decidió  estudiar  un elemento utilitario que le permite revelar mediante una imagen  la situación de los miles de hombres que trabajan en los ingenios del Valle del Cauca. Recogió varios cientos de machetes –587– que han sido usados por los cortadores de caña en el Valle del Cauca y han entrado en desuso. Los dispuso en nueve hileras, colgados del techo de la galería Santa Fe a una altura de 1,90 metros, aproximadamente. La Galería fue iluminada con luces altas para enfatizar el blanco de sus paredes y para evitar algún accidente. Entre los muchos sentidos que el espectador puede elaborar, el artista busca que la instalación evoque en los visitantes  la imagen de  una asamblea de hombres que se insubordinan ante el oprobio de un determinado  estado de cosas y deciden  cambiar el uso de su herramienta de trabajo para convertirlo en estandarte de libertad. Los machetes representan a los miles de hombres que luchan por su libertad y la dignidad que el régimen visigodo permanentemente les ha querido arrebatar. Este sentido es enfatizado por una acción plástica realizada el día de la inauguración por tres cortadores de caña.
critactpalacios_02

Palacios es un artista alzado en ideas. Se resiste a continuar los pasos de su padre, así estas ideas no sean verbalizadas a la manera cartesiana. La bruma en la cual se mueve su pensamiento  es el atractivo de su propuesta: sólo mediante  la bruma podemos acceder a la claridad. La bruma  nos permite ver los aspectos más importantes de sus ideas. La ausencia de teoría ha liberado su pensamiento para comprenderse a sí mismo y acceder  a una interioridad que está constituida por la exterioridad familiar y social. Sólo así en posible realizar lo que Michel Foucault denominó una hermenéutica de sí. BMR consiste en un auto-reconocimiento. Por medio de éste, el artista se emancipa e inicia un proceso de reconocimiento amplio dentro de una sociedad compleja que se resiste a reconocer la diferencia. BMR es un homenaje al cortador de caña, principalmente hombres afrocolombianos. También es un homenaje a Felipe Palacios, el padre de Fabio, un hombre que cortó caña durante veinticuatro años en los ingenios del Valle del Cauca. Ahora es un pensionado que sobrevive con $800.000 pesos mensuales.

Palacios no hace una propuesta etnográfica, pues aunque realiza una actividad que podríamos llamar arbitrariamente trabajo de campo, su mirada no es externa al mundo que le interesa. Su descenso al infierno de los corteros de caña, no es ese viaje a pueblos o comunidades remotas que apasiona a tantos artistas contemporáneos, que, como Caspar David Friedrich, buscan en lo sublime de la naturaleza un diálogo con Dios, hastiados como  están del diálogo con los hombres. Palacios se mira a sí mismo desde el adentro que se configura en el afuera de la historia de vida de su padre. Le interesa comprender cuál es el sentido de la vida para un afrocolombiano, pues, está interesado en comprender la vida en sentido más amplio, más allá de la cultura segregacionista con que fue bautizado. Palacios no es racista.

critactpalacios_01

El interés de Palacios por la vida no es el problema estético clisé de nuestros días. BMR es la  respuesta que Palacios nos propone a su pregunta por la vida. Vida es esfuerzo, vida es dignidad, parecen decirnos los 587 machetes, y lo dicen sin ninguna estridencia: su alzamiento en ideas es pacífico. El machete se ha convertido en materia expresiva, poética, que como los famosos zapatos viejos pintados por van Gogh, nos develan el inframundo de un grupo de ciudadanos afrocolombianos en nuestro país. Comprender la vida, entonces, trasciende los condicionamientos y las leguleyadas culturalistas. Por ello mismo, la pregunta por la vida no la puede responder la antropología o la etnografía, pero tampoco la biología.  Palacios honra a su padre, pero no lo sigue en la  práctica de su oficio, aunque sí en su ejemplo de vida esforzada. Se rebela, toma distancia y decide ser artista en lugar de quedarse atrapado en los surcos que encarcelan a los cortadores de caña. Como artista puede hacer mucho más por su padre,  que siguiendo las pautas de  nuestra tradición esclavista, o adoptando su ejemplo de esfuerzo permanente al servicio de quienes niegan la existencia de la comunidad afrocolombiana. Por esto  la propuesta de Palacios no es un trabajo etnográfico. No tiene un interés en el Otro, o en la cultura que les fue impuesta. Se piensa a sí mismo, analiza la forma de vida de un hombre esforzado que es la vida misma de miles de hombres,  y se insubordina estéticamente. En este momento su trabajo deviene  una propuesta política. Se exige a sí mismo un estado de cosas diferente. No obstante, esta insubordinación no está orientada a derrocar al hombre blanco: está pensada para abrir un diálogo político, de reconocimiento. Su lucha es consigo mismo, como son las luchas de los grandes artistas que deciden cuidar de sí mismos antes de indoctrinar a los ingenuos del dios capital. Mediante el cuidado de sí  mismo, al igual que aquéllos, pretende ser ejemplo para otros. En ningún momento intenta imponer sus ideas a otros. En el momento más prolífico de su carrera intelectual, en el instante en que la muerte le reitera su condición de ser para la muerte, Michel Foucault encuentra que para los modos de existencia de los hombres y las mujeres lo fundamental no es el conocimiento formal sino el cuidado sustancial de nosotros mismos. Quizá sin saberlo explícitamente, Palacios está en sintonía con esta nueva sensibilidad que se mira a sí misma para transformarse permanentemente  y para transformar el mundo que nos oprobia a cada instante.
critactpalacios_05

La noche de la inauguración, Felipe Palacios, Oscar Montaño y Patrocinio González, tres cortadores de caña, realizaron una acción. Los tres hombres entraron en la Galería, se ubicaron en el extremo norte de la Galería, se sentaron sobre módulos para exposición dispuestos horizontalmente, de tal manera que los espectadores tuvieron que sentarse en  el piso para quedar más o menos a su misma altura y dirimir estéticamente nuestras jerarquías espaciales. Cada uno procedió a afilar un machete: uno Curvo, otro Catana y otro Refilón. Estos son los nombres comerciales de estas herramientas y hacen referencia a una determinada forma del machete. Las formas de los machetes develan el gesto esforzado de los campesinos en sus labores diarias. La acción consistió en afilar los machetes haciendo uso de sus respetivas limas. El cortador de caña  sabe que su sobrevivencia depende del filo de su machete. Se necesita paciencia y delicadeza para dar con el borde óptimo del machete. Durante la acción, las limas eran limpiadas  golpeándoselas suavemente  sobre el machete para descargar los residuos arrancados al metal crudo. El golpecito metálico junto con el ruido que genera el raspado de la lima, crearon una atmosfera expresiva y musical que en principio resultó pesada para los espectadores porque no sabían cuál era el propósito de la acción,  ni cómo iba terminar. Tarde comprendimos los espectadores que los ruidos de los cuerpos de los cortadores de caña en su actividad rutinaria en la galería, misteriosamente habían devenido un tañer de  timbales. En efecto,  los rostros austeros de estos hombres dignos y los ruidos que generaron con sus máquinas, poco conocidos para los capitalinos,  evocaron sentimientos y emociones, y devinieron por ello mismo música; por lo tanto, tarde comprendimos que  la acción no tenía otro propósito que la emancipación de todos los materiales involucrados en ellos: los cortadores, los instrumentos, los espectadores y la Galería Santa Fe, todos amenazados de muerte violenta. El aplauso final corroboró intuitivamente que los espectadores comprendieron finalmente que el propósito de la acción utilitaria era devenir una acción  plástica, emancipadora.  El machete perdió su función agrícola y devino materia expresiva. Durante la acción, los machetes usados por los tres cortadores de caña se trasmutaron en instrumentos musicales.

critactpalacios_03

La acción plástica de los cortadores de caña  es un elemento sustancial para detonar el sentido de  BMR, sin él la instalación pierde su fuerza. No haber previsto un recurso  efectivo y plástico para hacer presente de manera permanente la ausencia de la presencia de los cortadores de caña en la Galería Santa Fe,  es una de las debilidades del proyecto de Palacios. Por lo demás, es una propuesta fresca, sencilla y sin ninguna parafernalia teórica. La fortaleza de este proyecto consiste en que sigue una línea que ojalá coja fuerza en el arte contemporáneo que se piensa en Colombia. La línea en que  los artistas vuelven a cuidar de sí mismos, en la cual ya no esquivan sus luchas más personales, en la cual ya no se refugian inauténticamente en los problemas de otros que no tienen posibilidad de comprender.

 

Posdata administrativa

Esta administración introdujo una modalidad para la inauguración de las exposiciones un tanto folclórica. Se abre la exposición al público un determinado día y se la inaugura cinco días después.

 

Posdata contextual

Liliana Angulo hablará de la propuesta de Fabio Palacios y del arte afrocolombiano  en la Sala Oriol Rangel del Planetario Distrital, el martes 14 de junio a las 5 P.M. Este es  un cambio bastante positivo para las charlas de contexto que ofrece la Galería Santa Fe. ¿Quién mejor que los artistas mismos para hablar del trabajo de sus colegas?

 

Fotografías de Ricardo Muñoz

Deja un comentario

Ingresar con: