Salón Nacional de Artistas: epopeya de un pueblo olvidado que Aún no logra existir

Una acción del artista llanero Luis Apolinar sacude el 44 Salón Nacional de Artistas (44SNA). Esta insumisión no pasa desapercibida para la gran prensa. Arcadia la registra con elogios. No es para menos. La corrección estética y política del arte colombiano de los últimos treinta años, no permite prever o sospechar algo en sus Salones que se localice por fuera de los protocolos que rigen la asimilación estatal de los gestos de los artistas colombianos. El SNA es un dispositivo contra-acontecimental. Por ello mismo, de cuando en vez se aprecian audacias como las de Luis Apolinar, las cuales, sin duda, son acontecimientos que sacuden y ponen a pensar. No exagero al hablar de acontecimiento. Pues, ¿de qué otra manera podemos referirnos a un paisaje contemporáneo que irrumpe con descaro dentro de un paisaje decimonónico e interrumpe el Rosario de Autoelogios que tienen que soportar quienes aún tienen la fortaleza para visitar un Salón de Arte?

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La performancia que incendia los estantes del 44SNA fue pensada con cuidado durante un año. Mediante un collage sonoro, el artista enlaza su acción y la canción popular Macondo con volantes propagandísticos y pistas radiales que invitan a comprar y vender. La idea tiene una motivación y se despliega mediante la estrategia del mitin. Y lo más importante: a tal punto logra confundir, que el artista es retirado a la fuerza del espacio de encuentro. La ingenuidad del dispositivo de seguridad del 44SNA, garantiza el éxito del artista.

Apolinar es un artista independiente residente en Bogotá. Llega a Pereira por sus propios medios, siguiendo el olor a mercancía que dejan tras de sí algunas de las obras instaladas en la ciudad. No milita ni en el Aún ni en Curare Alterno. Hace obra gráfica y, por primera vez, explora este tipo de estrategias performánticas. El artista se resiste a dejar en el olvido los males del arte actual: la ausencia de crítica de arte y la injerencia del mercado en los procesos de creación, dos síntomas que hablan con creces acerca del síndrome “arte contemporáneo”.

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Muchos artistas reclaman la crítica que Apolinar echa de menos. Un artista profesional sabe que sin crítica no es posible ampliar ningún pensamiento. Sin crítica, el artista no puede persistir en su equivocación fundamental: pensar de otro modo.   Como afirmaba Octavio Paz “La crítica es el aprendizaje de la imaginación en su segunda vuelta, la imaginación curada de fantasía y decidida a afrontar la realidad del mundo. La crítica nos dice que debemos aprender a disolver los ídolos: aprender a disolverlos dentro de nosotros mismos” (Paz, 2000, 317-318).

Sin criterios no existe crítica cultural ni artística. Los artistas tienen claro que sin un ejercicio escritural que proporcione relieve plástico a sus gestos, sus ideas quedan desprovistas de mundo. Con frecuencia, se aprecia a los curadores gestando la producción de escrituras que sean adecuadas a las propuestas de los artistas, aunque por lo general poco logran. Con razón, los artistas se quejan de la charlatanería erudita o comentarista que generan la mayoría de sus propuestas.

Recientemente Louis Larrota, lector inquieto con el 44SNA y Curare Alterno, reclama escritura crítica. En Facebook, propone superar la crítica a los dispositivos curatoriales y girar hacia la crítica de la obra, pues, tiene claro que  la crítica ajusta lo que tiene de ajustable toda obra de arte.  Afirma que:

“Cada quien hace una apuesta estética en la que lanza sus predicciones. A lo que siguen ciegos algunos es a que no hay criterio que lo abarque todo, no hay criterio que no excluya. En cada apuesta quedan muchos por fuera. Aquí Jorge Peñuela habla de que no quiere que el mercado imponga una imagen de lo que es el arte a través de los salones nacionales y habla de algunos artistas que escapan a esa lógica. Me parece significativo rescatar para la discusión que algunos de esos artistas que él reivindica en esta entrevista, como creadores que se escapan a las dinámicas del mercado y que hablan con verdad, están hoy en la exposición del 44SNA.
Esto es significativo porque podría direccionar la discusión en otros sentidos. Ya se ha hablado de mercado, de curadores, de exclusión y de manos oscuras, pero se ha dejado de lado las obras. Y esto ocurre en ambos casos, tanto en el 44SNA como en el Curare. Se empezó la discusión sin tener en cuenta a los artistas y las obras que componen los dos salones. No se ha evaluado de qué zonas provienen las propuestas; ni tampoco si son artistas de galerías o completamente ajenos al mercado. Si han expuesto en salones regionales o no. Es decir, se han expuesto nada más que prejuicios. Pues bien, ahí están las exposiciones.

Por lo que he visto hasta ahora, hay una participación de artistas desconocidos en los circuitos del arte que provienen de zonas muy diversas del país y que aportan nociones muy diversas sobre el territorio. Ya salió una primera mirada de Jaime Iregui y William Contreras que coinciden con Peñuela en mencionar a Ricardo Muñoz, que para esta ocasión, continua con la experimentación a través del vídeo. 
Destaco el aporte en Esfera Pública, donde se asumió el ejercicio de reflexión, un poco haciendo al lado los prejuicios con los que se vincula la institucionalidad y mejor evaluando reposadamente los hechos. Ojalá las futuras críticas se salgan de la comodidad en la que les gusta encerrarse y aterricen la mirada en lo que hay: un salón nacional y un curare alterno llenos de obras.”

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Larrota tiene razón, hay que volver a hablar acerca de las propuestas de los artistas, pues sin escritura crítica no hay obra. No obstante, para ello se requieren criterios. Hablar por hablar desgasta el lenguaje y se termina lisonjeando sin ton ni son o matoneando al artista mediante actos de fuerza. Esto se viene haciendo hace veinte años. Elevamos acríticamente a unos pocos eliminando a muchos otros sin criterios. Aún no llegamos a ningún Pereira, a pesar de que Aún estamos allá.

Los criterios emergen de diferentes realidades:  del espacio del artista, del espacio de la obra, del espacio expositivo y del espacio crítico. Estos cuatro lenguajes se tensan en una escritura crítica. De esta tensión emerge aquello que se muestra como goce artístico. Renunciar al goce es renunciar al arte. Se puede renunciar. Pero, para ser coherentes, es necesario repudiar públicamente los espacios del arte y no volver a habitarlos.

Los criterios acerca de las diversas espacialidades mediante las cuales se despliega el pensamiento de un artista, Aún no los hemos construido. No existe interés en el mercado por la crítica. El Régimen Curatorial la suprimió, liberó al campo del arte de los criterios de comprensión y evaluación modernos, pero arrojó a los artistas al fuego del Etna. Como se sabe, este vacío incandescente lo ocupó la Feria. En sus estantes se cuecen todas las ideas igualitarias que logran sobrevivir en la actualidad. El sujeto de la historia global —El Mercado— no deja títere con cabeza.

Ahora bien, si no tenemos criterios de evaluación, entonces, no se puede hablar de “obra de arte” ni de las obras de los Salones. Por ello mismo, llamo la atención en varias oportunidades acerca de la importancia de evaluar el Régimen Curatorial que se toma el Salón Nacional desde hace veinte años, sin saber a ciencia cierta qué es lo que significa aquel espacio para los colombianos o a quién “representa”. La performancia de Apolinar invita a pensar  si este es el momento de estudiar si vale la pena que el Estado mantenga y sostenga con recursos públicos un estímulo artístico que genera exclusiones sin criterio conocido.

Larrota acierta cuando plantea cernir muy bien los espacios artísticos que hacen presencia hoy en Pereira. Me parece que este sería un aporte muy importante para comenzar la evaluación que propongo: estudiar la procedencia de cada uno de los artistas expuestos, de la misma manera que se estableció en el 43SNA la relación directa entre la elección de los artistas y las “investigaciones” de los galeristas. Estas relaciones invisibles es lo que nos urge evaluar. Los espacios universitarios de Pereira pueden hacer este gran aporte al campo del arte colombiano. La pregunta que nos asalta ahora es la siguiente: ¿por qué no se está haciendo ahora? ¿Por qué el Ministerio de Cultura no ha generado aún este tipo de vínculos entre el Estado y la Universidad Pública?

Con esta evaluación en la mano, nos podemos dirigir a la sala de dibujo del próximo Encuentro Nacional de Artistas. Allí se pueden pensar los criterios de este Evento. Se puede imaginar la creación de un espacio con reglas claras, que no genere exclusiones, que no sostenga pequeñas aristocracias artísticas sin legitimidad. En general, se puede soñar un espacio igualitario. ¿No es esto lo que se acuerda con los protocolos que regularán la Paz?

¿Que la igualdad no tiene nada que ver con el mérito artístico? En efecto, este criterio Aún se puede sostener, pero no puede ser financiado por el Estado. Llamo aristocracia artística a la idea de organizar un espacio con el concepto de “los mejores”. Denomino legitimidad, a aquel proceso en el cual la selección de “los mejores” tiene unas reglas transparentes. Ojalá Viky Benedetti ponga al tanto de estas inquietudes a Carolina Ponce de León.

Bibliografía:

Paz, Octavio (2000). Posdata, en el Laberinto de la Soledad. México: F.C.E.

Felisa Bursztyn y Salome Rodríguez: artistas colombianas en el exilio

El Ministerio de Cultura tiene muchos estímulos artísticos para la creación y la investigación de cuyos resultados la opinión pública se entera muy poco. Por otro lado, no existen estudios acerca de su pertinencia artística, cultural y social. Si los hay, estos no se conocen más allá de los conciliábulos ministeriales.

Respecto a la pertinencia de la investigación en artes, la república requiere un estudio acerca de los y las artistas en exilio, en especial de aquellos y aquellas que por su raza y sus convicciones políticas no son de interés para el Estado Estético. Si bien amerita realizar un estudio amplio de las circunstancias que obligan a los artistas a salir “voluntariamente” de país, en esta época de transición política es perentorio hacer una investigación acerca de la vida y obra de aquellos artistas que fueron forzados a dejar el país debido a sus convicciones políticas.

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Felisa Bursztyn es el mejor caso documentado de entre todos aquellos artistas forzados al exilio. Como se recuerda, la artista fue acusada de ser un enlace entre la guerrilla del M-19 y algunos miembros del gobierno cubano. Asentada en Bogotá, Bursztyn hace parte de la élite intelectual de los años sesenta y setenta del siglo XX. Por ello mismo, su obra y exilio fueron ampliamente debatidos y actualmente sus relatos hacen parte de la historia del arte colombiano. Otros artistas no han merecido un lugar en la red de olvidos programados que constituye nuestra historia. Bursztyn no se beneficia de la amnistía otorgada al M-19.  Muere en el exilio. Ojalá que los artistas actualmente exiliados por diversos motivos y razones, se reencuentren a sí mismo en un país comprometido en la construcción de la paz. La paz es un estado de ánimo que demanda mucha preparación y recursos humanos Para ello se requiere una política de Estado que incluya a quienes aún nos miran con esperanza.

Salomé Rodríguez, es una artista afrocaleña exiliada en España desde hace quince años. En Valencia logra aquello que el contexto violento de Colombia le impide realizar sin poner en riesgo su vida. Actualmente, dentro de sus preocupaciones como artista, como ciudadana y mujer, no se encuentra la salud del Arte. Como se sabe, los alardes discursivos silencian la imaginación. El trabajo artístico de Rodríguez es diverso, como corresponde a todo pensar artístico actual. Especial mención merece aquel que se encuentra localizado en los contextos de las personas que están en riesgo de exclusión absoluta. Sin las vacuidades conceptuales, sin aquellos juegos estéticos de las sociedades poshistóricas que caracterizan muchas propuestas artísticas contemporáneas, la artista crea situaciones en las cuales prosperan las esperanzas de quienes están en riesgo de exclusión absoluta. La solidaridad artística se manifiesta cuando se impide que otros y otras padezcan la segregación que desde el pasado amenaza a quienes no reciben atención ni cuidados por parte del Estado.

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Si se tiene en cuenta que nuestra época se caracteriza por la implementación indiscriminada de estrategias de exclusión de todo tipo de diferencias, el tipo de iniciativas que actualmente Rodríguez pone en marcha, comienza a recibir apoyos específicos dentro del país que la acoge. La imaginación respira en libertad en cada uno de los ejercicios que se propone, como en aquellas prácticas de caminar los espacios pacientemente tejidos por la palabra que une las diferencias para garantizarles una separación vital.

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A pesar de que sólo conozco a distancia el trabajo de Rodríguez, pienso que sus ideas exiladas son relevantes para la coyuntura colombiana. En un mundo cada vez más temeroso de las libertades que reivindican aquellos o aquellas que exploran en sí mismos otro tipo de realidades, las luchas de esta mujer-artista son testimonios que muestran la persistencia de la esperanza de igualdad que manifiestan muchas colombianas. Como la práctica artística de Felisa Bursztyn, su trabajo artístico mantiene vivo el interés por un mundo mejor. La historia de estas y muchas otras mujeres colombianas está aún por contarse. Ojalá el Ministerio de Cultura promueva la investigación de este olvido.

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Fotografías: cortesía Salomé Rodriguez.

 

Diálogo con el lector Louis Larrota, a propósito de una intervención suya en Facebook

Señor Larrota: pese a evidencias en contrario —por demás ingenuas—, la producción artística comienza en el momento en que el pensamiento del artista logra penetrar el lenguaje común y lo transfigura. Para lograr este propósito se requiere pensar comunicativamente, idearse estrategias para alcanzar ese lenguaje tan esquivo que es la crítica. A nuestro modo de ver, esto diferencia al proyecto Curare Alterno del proyecto Aún. Comunicativamente, el primer grupo de artistas fue más eficiente y logra captar el interés de las redes sociales: nuestra realidad. El acierto de Curare es haberse conectado con un público amplio mucho antes de haber abierto su exposición. Por esta razón, en este espacio estuvimos inquietos por su proyecto y pendientes de todos sus movimientos.

Usted invita a mostrar madurez artística en las relaciones que regulan el Encuentro de los artistas colombianos. Acompañamos su clamor. Usted escribe con sosiego y ello facilita la comunicación. Los gritos con los cuales el público imberbe llama la atención sobre su propia mediocridad, no llevan a ningún lado. Nosotros mismos hemos sido acosados y amenazados con esta gritería. Matoneo es el término técnico de este complejo aleve. Sin embargo, note que usted mismo recurre a un lenguaje que muchos queremos dejar atrás. Somos muchos y muchas quienes nos resistimos a aceptar el “entendimiento de esta dinámica” del Salón, el funcionamiento de sus “roscas” y la imposición de sus “exclusiones”. Que las hay.

Para terminar, aclaramos que el problema que enfrenta a los artistas durante estas gestas, no son los artistas que son convocados, mucho menos los curadores que tienen la ingrata tarea de inventarse estos espacios. Hemos insistido que el problema que sacude el campo del arte actual (note que no dijimos “arte contemporáneo”) es el Dispositivo, lo que llamamos el Régimen Curatorial.  De él no son responsables los curadores de Aún 44. Víctor Albarracín y Guillermo Vanegas son reconocidos por sus luchas dentro del campo de este arte tan desdibujado por el mercado.

Finalmente, recomendamos ponerse al tanto de los procesos que desplegó Curare Alterno. Mucho antes de que se conocieran el tipo de estímulos diseñados para el 44SNA y las lista de sus favorecidos, los artistas de Curare Alterno ya sabían que no iban a ser parte del evento. No por culpa de los curadores. Insistimos: es el Régimen. Se trata de la mano invisible. Por ello mismo, se organizaron mucho antes de que se pusiera en marcha el Dispositivo del Salón. A nivel conceptual, es un error pensar que la estrategia expositiva de Curare Alterno es “un guiño evidente al mercado”. Todo lo contrario: muestra que el mercado se ha apropiado de la imaginación de los artistas. No creemos que las luchas que adelantan los maestros Oscar Salamanca, Libardo Archila y Luis Fernando Arango, sean mezquinas. La lucha por la igualdad de oportunidades jamás podrá entenderse como mezquina. Considerarlo así es un error político. Por otro lado, no reconocer la alegría que anima Curare Alterno, a nuestro modo de ver, es un error estético.

 

Fotografía: tomado del muro de Facebook del maestro Óscar Salamanca

El cándido editorial del Diario del Otún acerca del 44SNA y la abuela desalmada

Hasta hace poco, Pereira tuvo dos periódicos. Por un lado, El Diario del Otún, un espacio que reivindica ideas conservadoras.  Por otro lado, La Tarde, un proyecto editorial que exploraba y elaboraba esperanzas liberales. Recientemente, el primer dispositivo absorbió el proyecto de La Tarde, un reflejo de la realidad nacional presente en el dispositivo 44SNA.

Dentro de este contexto político y social, se instala el 44SNA.  A partir de esta realidad neoconservadora, se editorializa el proyecto curatorial liderado por la Ministra de Cultura y Carolina Ponce de León. El fotógrafo de El Diario del Otún, capta (¡ay!) muy tiesas y muy majas a las gestoras del arte colombiano, con aire de respeto nacional y superioridad moral y estética. ¡Ay! ¡Somos contemporáneos y espectadores del Primer Salón Nacional de Artistas colombianos!

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El día 16 de septiembre de 2016, el editorialista de El Diario del Otún comenta el evento en términos grandilocuentes que anticipan la puesta en escena del himno inaugural del 44SNA. A través del tono ingenuo del editorialista se alcanza a colar un rumor nacional: la falta de interés ciudadano por la cultura. La ausencia de “pensamiento ilustrado” dentro de ámbitos amplios de la sociedad colombiana. El editorialista habla de la cultura en Pereira, pero, no alcanza a entrever que este diagnóstico no es regional: sólo hay cultura en las “grandes ciudades”. Lo de los pobres es robado. Los ámbitos populares carecen de espíritu e ilustración(¡ay!). ¿Ilustración para qué, al servicio de quiénes?  ¡Con amigos así para qué enemigos!

Afirma el editorialista: “lastimosamente la ciudad no ha tenido una aceptable trayectoria artística, ni dentro de sus preferencias ha estado la cultura, o el arte, o la literatura, o cualquiera de las actividades del espíritu. Es cierto que recientemente ha despertado un poco a la diversidad cultural que nos rodea y que cada día hay más pereiranos que se interesan por los movimientos y apariciones artísticas en la región; pero todavía estamos muy lejos de ese ambiente rico en cultura que tienen las grandes ciudades del país.”

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Urge pensar que “las grandes ciudades del país” mencionadas en verdad son espacios de marginalización y exclusión cultural y política. En este orden de ideas, en medio del ambiente tieso y majo del 44SNA, los artistas deben evaluar sus haceres y pensar ámbitos de inclusión para las próximas generaciones de ciudadanos y ciudadanas.

El editorialista menciona un interés de Pereira por apariciones artísticas recientes. No tiene certeza de qué tipo de apariciones son esas, pues nos las menciona. Sus asesores culturales no le alcanzaron a informar acerca de los artistas de Curare Alterno, un espacio que, paradójicamente llama más la atención dentro las “grandes ciudades” que en la misma sede del Salón Señorial. Al respecto, el crítico de arte Ricardo Arcos-Palma presenta en su blog de Facebook algunas consideraciones respecto a aquello que él denomina la farsa del 44SNA.

En mi opinión, el colectivo Curare envía un mensaje claro no sólo al Ministerio de Cultura y a aquellos que controlan a distancia su régimen (Cerón-Peñaranda-Roca). Curare nombra sin remilgos la cultura, le habla directamente a los y a las artistas colombianas. Los conmina a pensar seriamente su campo de acción, el lugar de su palabra en esta época de transición.

Ojalá Carolina Ponce de León deje los finos tapetes del Salón y embarre sus zapatos. Ojalá los meta allí, en el barro del día a día que desborda y enriquece la imaginación de los y las artistas más importantes de Colombia. Noten que no dije “los mejores”, que no me refiero a ninguna aristocracia. Respecto a los Salones de Cali, Cartagena y Medellín mencionados por Arcos-Palma, hay que volver a pensarlos con cuidado. Un análisis serio podría mostrar que el mejor de ellos fue el Salón de Cartagena, por su falta de “compromiso” con el espectáculo, al respecto Manuel Zúñiga ha escrito y su análisis puede consultarse en estas  páginas. Por ello mismo, estoy de acuerdo con el maestro Rafael Ortiz quien acota la intervención de Arcos-Palma: las lógicas comerciales y espectacularizantes del SNA desdibujaron la recepción de los avances del Salón de Cartagena.

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Me parece que con Curare comienza algo diferente. Se trata del acontecimiento del arte del Siglo XXI en arte. Se vislumbra una Colombia menos contaminada por lógicas eugenésicas para evaluar las producciones artísticas. Queda claro que urge pensar otras estrategias de exhibición, pensar más en la fiesta popular y menos en el espectáculo de feria burgués. Al respecto tenemos mucho que aprender. En Cali, encontramos a Petronio Alvarez. En Barranquilla, su Guacherna dentro de las fiestas de febrero, entre otras muchas fiestas de las cuales carecen las “grandes ciudades” de las cuales habla el editorialista de El Diario del Otún.

Carolina Ponce de León, a quien ya pocos nombramos en los espacios de Facebook (quizá porque no se encuentra entre nuestros grupos de amigos y amigas virtuales), afirma que Curare también opera como Curaduría, que también es un espacio curatorial. Tiene razón. Pero esto no le quita mérito a este gran esfuerzo artístico liderado Óscar Salamanca, Luis Fernando Arango y Fernando y Libardo Archila. Inclusive, así sea cierto que el problema del arte colombiano es la banalidad de las “investigaciones curatoriales”, de aquellas ficciones de quienes no tienen perfiles de investigadores.

Finalmente en la farsa del 44SNA que comenta Ricardo Arcos-Palma, en esas mismas componendas, sobrevive el régimen aristocrático de la Colombia feudal que no cesa de invitar a la guerra. Actualmente, el régimen curatorial colombiano es la viva encarnación místico-conceptual del Salón Tradicional y así se corrobora en Pereira. Por ello mismo, no creo que para el horizonte del arte colombiano por venir sea conveniente la connivencia con el régimen impuesto por el Ministerio de Cultura (Cerón-Peñaranda-Roca).

 

Fotografía: El Diario del Otún.

Enajenación poética, Mundo libre, Mercado enajenado y Libertad individual

El poeta en exilio no miente. No podría hacerlo. La nostalgia que arrebata su imaginación se lo impide. Por ello mismo, como Reinaldo Arenas, muchos poetas y artistas en exilio hablan hoy con verdad, con una verdad desarraigada, excontemporánea, afectada por el destierro, carcomida por la miseria  mercantil, banalizada por la lisonja cortesana en los museos  y pervertida por el sentimiento aprendido de deuda al capital.

Para fortuna política de Abya Yala (América sin españoles ni americanos), la Casa que Arenas en medio de su desesperación se imagina quemada, no se quema. Todo lo contrario. Deviene alma viva de los pueblos que luchan por la igualdad. El poeta malinterpreta las desgracias que percibe y se equivoca en la predicción del tipo de catástrofes que anuncia. Entregando su cuerpo y su imaginación a las lógicas dictatoriales del mercado de seres humanos, el poeta es quien sale quemado durante su confrontación con dos ideologías funestas. Las dos son igualmente  totalitarias y compiten por ser la más cruel e inclemente.

El poeta ingenuo es devorado por su propia libertad. Su deseo incesante de libertad más profunda lo arrastra hasta los abismos que el mercado abre a sus pies para enterrarlo junto con la imaginación de su época. No se percata de que a mayor profundidad, existe menos posibilidad de ser libre. Sólo se es libre en la superficialidad de la superficie. El poeta no puede ser ingenuo aunque debe presentarse ante el poder como el ser más ingenuo del “mundo libre”.

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El poeta no es culpable ni de sus desvaríos ni de su lucidez extrema. Desvarío y lucidez son estados de ser que emergen simultáneamente con la palabra, con la locura del lenguaje. Tampoco es responsable de la desgracia ni del abandono que experiencia su cuerpo en el mundo de las mercancías, ese supermercado suntuario que los escribas artísticos del régimen contemporáneo insisten en presentar y representar en sus Bienales de Arte como “mundo libre”.

Más tarde o más temprano, la luz de las ideologías y de las ilusiones arrojan al poeta al abismo capitalista. Hoy son muchos los artistas contemporáneos que arden en el mercado que promueven sus Bienales de Arte más emblemáticas.

Poetas disidentes como Reinaldo Arenas hablan con verdad, pero también hay que considerar las dictaduras de derecha que promueven las disidencias en los países igualitarios que les hacen resistencia. También es importante decir que hay artistas plásticos (del performance para más señas) que con obras mediocres y arribistas, viven de la rentabilidad que producen obras individualistas, vacías de sentido y existencia.

Exacerbada la individualidad, las dictaduras de derecha usan esta patología altamente creativa para  atacar los idearios de igualdad con que sueñan los pueblos marginales. Aquellos pocos que quedan y aún sueñan. La individualidad artística exacerbada, es la herramienta eficaz para promover el culto contemporáneo de la individualidad mercantil, la premisa del Armagedón: homo homini lupus.