Por: Jorge Peñuela
Fecha: agosto 23, 2016
La actualidad del Festival Petronio Álvarez encuentra sus raíces vivientes en las múltiples expresiones culturales que configuran la experiencia de ser colombianas y colombianos hoy
El Festival Petronio Álvarez cumple veinte años en 2016. Sin la opulencia ni la prepotencia de las Ferias Taurinas de Colombia, sin esa crueldad atávica que marca los corazones de muchos colombianos, el evento multitudinario muestra la autenticidad creativa, la potencia constructiva y la vigencia expresiva de la multiplicidad de culturas que llegaron de África a contribuir con la modulación de la sensibilidad que caracteriza la cultura colombiana.
Multitudinario no quiere decir masivo. Las Ferias son masivas: reúnen para evidenciar y acentuar las diferencias. Fiestas como Petronio Álvarez, cuidan las singularidades de cada mujer, de todo hombre, de todos los sabores, olores, colores, músicas y sonidos que son evocados en cada uno de sus gestos.
En Cali, desde hace veinte años, las comunidades afrodescendientes modelan espacios para repensar sus raíces en diálogo con otras razas, con otras maneras de creer, sentir y pensar la existencia frágil del ser que nos habla en nuestra cultura. La serenidad que se expresa en cada una de sus sonrisas es una serenidad clásica. Con ellas se invita a participar y a dialogar las diferencias. La fiesta es un canto a la libertad de compartir con otros y otras.
Petronio Álvarez no ocupa grandes titulares, ni separatas especiales en los periódicos locales. Tampoco hace eco ni se refleja en los espacios del arte formal. Esta timidez periodística, galerística y museal no se puede catalogar de racista. Más bien, expresa un temor al empuje creador de las comunidades afro y a la atracción que su vitalidad ejerce sobre otras comunidades. Pues, quién lo duda, quien piensa mejor sus imaginarios es quien es llamado a gobernar los símbolos que hablan del ser de un pueblo igualitario y libre.
Con su sencillez expresiva y auténtica, la puesta en escena del Festival Petronio Álvarez muestra su ética. En especial, se cuestionan los modelos feriales que exaltan la crueldad del sacrificio inútil de animales indefensos. Este evento artístico y cultural es ejemplo de que en Colombia se puede gozar una fiesta sin ser crueles con los animales, ni segregando ni subvalorando ninguna comunidad.
Petronio Álvarez muestra un pensamiento sensible al entorno social y sus avatares. Mediante este gesto se manifiesta una política: se muestra abierto a todas las comunidades colombianas, pero crítica con delicadeza los mercados culturales. Dentro de sus instalaciones no se ve la omnipotencia de las cervezas y los aguardientes con que se arropan la mayoría de las Carnavales, Ferias y Fiestas de Colombia. El acceso a los eventos es gratuito, es decir, igualitario. Petronio Álvarez no configura una línea de clubes selectos y excluyentes. No se permite que el abolengo, el dinero o los perjuicios de clase, hagan de las suyas y se segregue a quienes no pueden costear el ingreso a gozar de las múltiples bellezas que emergen en las culturas afrocolombianas.
Los espacios que las comunidades afrodescendientes han logrado arrancarle a la hegemonía de la cultura cara pálida, se destacan por su belleza y su generosidad; asombran por su coraje y su capacidad de resistencia.
Por todo lo que representa en la actualidad, el Petronio Álvarez requiere una sede definitiva para consolidarse dentro de los imaginarios colombianos como la Fiesta auténtica del Pacífico colombiano, del Valle, de Cali y de Colombia.
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