Los herederos del Cano

Lugares soberanos (2002) de Miller Lagos entre las dos obras de Rodrigo Echeverri, Astilla en el ojo (2011) y Desnudo bajando la escalera (2004).

Por parte de un juicioso trabajo de los estudiantes de la Escuela de Arte Visuales de la Universidad Nacional, se renovó la mirada al icónico Salón Cano.

Esta vez presentado bajo el título Laboratorio Cano, este espacio de exhibición de procesos de estudiantes de arte plásticas plantea una nueva estructura lejana a la de los premios de Salón y la de la disimilitud de calidades entre trabajos de clase. Posiblemente en esa anacrónica visión radicaba la decadencia del evento en sus últimas versiones; en eso y en el desinterés de parte de los estudiantes por retomar y aprovechar este espacio. El Salón, ininterrumpido por más de una década, desapareció en el 2010 y en está ocasión se reestructuró y se invitó nuevamente a la comunidad estudiantil para que participara con proyectos curatoriales donde existiera una coherencia y conexión con los procesos de formación y producción de obra en la Escuela de Artes Plásticas y Visuales de la Universidad Nacional. De allí surgieron las propuestas de los colectivos (Dis)locaciones, Laboratorio periférico, Don´t Panic y la propuesta individual de la estudiante Catalina Carmona Balvín. En el proceso de reestructuración del Cano, varios profesores, entre ellos el director de la Escuela, Luis Eduardo Garzón (El Tigre), Louise Poncet (coordinadora de salas del Museo de Arte de la Universidad Nacional) y Alejandro Burgos (docente de la Maestría en Museología de la Universidad Nacional), se encargaron de generar espacios de reflexión para que los estudiantes se apropiaran de un espacio histórico que le ha pertenecido y que ha servido como vitrina para la visibilidad de los estudiantes destacados en las últimas décadas.
actcano2bInstalación de Leonardo Gómez Marmolejo.
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Es precisamente a partir de esa reflexión que la estudiante Catalina Carmona Balvín planteó una mirada antológica a la última década del Salón y la propuso en su curaduría titulada La Herencia del Salón Cano (1999-2009): transición de discípulos a maestros en la última década de la Escuela. La selección de la joven curadora reúne a los más destacados egresados recientes y les pone a generar diálogos entre sus trabajos de aprendices y sus obras ahora cotizados en galerías y reconocidos en exposiciones nacionales e internacionales en el mejor de los casos. Miller Lagos, Rodrigo Echeverri, María Isabel Rueda, Ana Adarve, Fabián Cano, Leonardo Gómez Marmolejo, Camilo Bojacá, Camilo Ordoñez, Juan David Laserna,  Angélica Teuta, Cristian Páez, Julián Santana, eminentes egresados de la Escuela participan acompañados por el trabajo de dos descollantes alumnos (David Guarnizo y Juliana Góngora), revelando el real impacto y poder de clarividencia con que el Salón Cano le ha venido apostando a sus mejores discípulos. Catalina Carmona responde en su selección a la pregunta sobre la pertinencia de continuar con un espacio que se creía en decadencia. El legado dejado por los estudiantes y el dialogo entre sus obras de alumnos y sus últimos trabajos demuestra la coherencia y afianzamiento de sus procesos de formación, y la madurez de sus procesos actuales, que ante su juventud, es obvio suponer que aun se encuentran en estado de aprendizaje y cada vez más cercanos a una consolidación.  La idea de poner a las antiguas generaciones en un salón de estudiantes pretende reconocer esta deuda histórica que se tiene con el Salón, el Museo y la Escuela, pero a la vez parece un ejercicio pertinente de memoria para la consolidación del mismo Cano por parte de los mismos esfuerzos de los estudiantes, lo cual se reitera en las demás curadurías presentadas por los otros tres colectivos que participan del Laboratorio con los incipientes procesos de varios grupos de estudiantes.

El evento inaugural en la sala 1, tuvo un tinte nostálgico por parte de profesores y egresados que recordaban sus obras puestas en las paredes del Museo hace unos años, donde algunos de ellos habían sido premiados y distinguidos con los mismos trabajos que ahora presentaban, como en el caso de la columna de Miller Lagos (Lugares soberanos) o el Coquero de Fabián Cano, trabajos que hace 10 años se presentaban humildemente como ejercicios de clase y que ahora son percibidos como obras maestras clásicas del Salón. También porque algunos trabajos hacían parte de la memoria de la Universidad, como el trabajo de Leonardo Gómez Marmolejo, quien en la inauguración apareció con un grupo de Hombres bolsa, personajes creados por Gómez Marmolejo hace 10 años y que irrumpían con vestimentas de ejecutivos, portafolio en mano y una bolsa de papel en su cabeza que negaba completamente su identidad. La connotación del capucho de la Nacional, de aquel que esconde su cara para manifestar o atacar, era en esta ocasión subvertida por un elegante hombre de negocios que no podía ser reconocido. El performance de Gómez Marmolejo fue recordado por algunos, mientras que otros espectadores y estudiantes se sentían absolutamente intimidados e incómodos por la presencia de los encapuchados hombres bolsa. El performance del hombre bolsa acompañaba la obra Gimme the power, en la cual el artista intervenía fotografías de encuentros políticos en donde los líderes eran dotados de bolsas de papel en sus cabezas.  Cubrir la cara de quien representa una comunidad es un gesto ambiguo y que entre muchas interpretaciones niega la posibilidad de reconocer a nuestros líderes y sus ambiciones. Al aplicar esta intervención Gómez Marmolejo los convierte en harina del mismo costal, todos fiables por sus palabras, sus gestos y sus buenas intenciones, escudados en un traje de paño y una corbata que les da credibilidad. No en vano, los jefes que ha seleccionado dan una clara visión de esa igualdad de intensiones pero de doctrinas ideológicas tan opuestas (Bush, Chaves, Uribe, Castro, etc.), que aun así, según Gómez Marmolejo nos parecen todos iguales al final.
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Fotogramas de Última lección (2011) de Camilo Ordoñez y el equipo Transhistoria.

 

Por su parte, Camilo Ordoñez también ha venido haciendo reflexiones en torno a la política en Colombia y la construcción de una Nación bajo las bases de la ambición de poder. En el caso de su obra, la identidad no se enmascara, aparece en nombre propio de instituciones que nos prometieron velar por nuestras necesidades y que desaparecieron en manos corruptas pero sin levantar mayor polvareda. Con el equipo Transhistoria (Camilo Ordoñez y María Sol Barón) presenta el video Última lección, un claro homenaje a la obra Primera lección de Bernardo Salcedo donde éste ponía en discusión la existencia de una identidad nacional a partir del escudo de Colombia. Transhistoria hace lo propio a partir de las desfalcadas, investigadas y siempre vergonzosas entidades públicas que han dejado de existir tras polémicas liquidaciones. Ante una repentina imagen del logo de Telecom se anuncia: “No hay telecomunicaciones. No hay patria” y así sucesivamente con INURBE, INRAVISIÓN, INDERENA, INCORA, ADPOSTAL, BCH, y otras delicias de la corrupción nacional. Las imágenes de Última lección causan escozor y frustración cuando nos reviven todas las verdades olvidadas del país. En la misma sintonía, tocando la llaga propia, los trabajos Ya viene (2009) del colectivo Maski (Juan David Laserna – Camilo Ordóñez – Jairo Suarez) y Zona Roja (2001) muestran el rigor investigativo de Ordoñez y su interés por generar una perspectiva política, ambas bondades con qué él ha venido destacándose en trabajos críticos de historia del arte local.

Emparentado con esta actitud en torno a la revisión histórica y una mirada política es el trabajo de Julián Santana, con su videoinstalación Post-Colombia (2008 – 2010), un guiño a la Colombia de Antonio Caro, igualmente evocada con humor al internar al espectador en un juego de adivinar debajo de que tapita esta la sorpresa. Los objetos que hace aparecer Santana debajo de las tapas denotan un claro pesimismo y la pérdida de la esperanza. Lo contrario sucedía en la obra presentada en la Galería Santafé Deadline (2010), un intento desesperado y utópico por regresar en el tiempo y resarcir las culpas, errores y frustraciones. En la actual exposición, Santana recurre a los fotogramas de Deadline para su instalación titulada Como tapar un agujero negro.
actcano6Post-Colombia (2011) de Julián Santana.

 

Camilo Bojacá construye en sus dibujos arquitecturas imposibles que coexisten en su ciudad utópica, erigida en un minucioso estudio de diversas edificaciones yuxtapuestas y amontonadas unas con otras.  Bojacá dibuja con el detalle y precisión de un relojero, lo cual pone al espectador en duda de la veracidad de la imagen, y deja en discusión la posibilidad de que estas incomodas arquitecturas puedan compartir un mismo espacio. La variedad de culturas representadas en  esta urbe hacen una obvia referencia a la Babel bíblica, esta vez actualizada por el dibujante.

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Babel (2011) de Camilo Bojacá.

 

También se destaca por su coherencia y minuciosidad la obra de Rodrigo Echeverri, de quien podemos apreciar dos obras que distan entre ellas más de un lustro: Desnudo bajando la escalera (2004) y Astilla en el ojo (2011). La distancia entre ambos trabajos permite reconocer la disciplina de Echeverri a lo largo de su proceso, evolucionando en su geometría y desarrollando cada vez con mayor rigor su pintura ilusionista y retiniana, por lo cual su referencia a Duchamp parece una inteligente broma que defiende su trampantojo. Los formatos irregulares, las dimensiones de sus pinturas y su nueva dirección hacia la construcción de espacios con otros materiales deja reconocer una nueva faceta de la obra de Echeverri que está por consolidar.

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Astilla en el ojo (2011) de Rodrigo Echeverri durante la inauguración de la exposición.

 

Miller Lagos está representado en dos trabajos: Lugares soberanos (2002) y Cimiento (2007).  El primero recuerda el trabajo de grado del artista, con el cual participó como invitado al Salón Cano el mismo año y donde se adelantaba a mostrar algunas de las  características más reconocidas en su producción actual: cambiar el material del objeto representado para  así ironizar en la naturaleza de su forma. Las columnas griegas de Lugares soberanos parecen módulos de Lego así como sus troncos de árboles no son más que hojas de un extraño libro encuadernado muy particularmente. En el video-registro de Cimiento, sus conocidos troncos son golpeados por una ráfaga de viento que va deshojando su forma original. Descubrimos luego que las hojas tienen un grabado de Durero y que el registro es tomado en Nuremberg frente a la casa del artista del renacimiento alemán. Es decir que en ambas obras hay nuevamente una ironía y a la vez una referencia a la misma Historia del Arte que con mucho humor ya ha tocado Lagos en sus intervenciones a monumentos y otras obras. El trabajo de Lagos es de los más interesantes y maduros de los egresados recientes, lo cual lo reitera su renombre en la escena artística local.

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Lugares soberanos  (2002) y una fotografía de Cimientos (2007) de Miller Lagos durante la inauguración de la exposición.
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La luz ha sido uno de los componentes esenciales de la producción de  Angélica Teuta, lo cual le confiere a su obra una poética especial que las distingue de los demás trabajos presentados y la separa del peso agobiante de lo político (aunque los temas de sus trabajos puedan también ser interpretados así). Sus cuadros de siluetas de papel recortadas se convierten en extraños  teatros de sombras que se activan con la luz proyectada hacia ellos (Escenas para evitar pesadillas, 2011). Junto a estos cuadros, unos motores que son accionados por el espectador ponen en movimiento unos círculos que activan el dibujo de una mujer haciendo malabares sobre un caballo, y un ingenuo pajarito en una jaula (Traumatropos, 2009 y 2010). La estudiante Juliana Góngora, dialoga con esa poética en sus trabajos, donde evoca con impresionante sencillez y extrema literalidad la sentencia “poner un granito de arena”. Góngora proyecta en un dibujo un horizonte construido a partir de granitos de arena minuciosamente puestos unos junto a otros, generando una línea a través del punto (llevando a la última consecuencia los planteamientos de Kandinsky y las enseñanzas teóricas de la academia sobre estos elementos fundamentales del espacio.
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Traumatropos (2009 – 2010) y Escenas para evitar pesadillas (2011) de Angélica Teuta.

 

Luz y agua (2009) de Fabián Cano actúa con la misma sutileza de los trabajos descritos en el párrafo anterior, una mínima presencia que se amplía en su misma parquedad.  El trabajo de Cano consiste en una instalación sonora donde un parlante en el cual se ha vertido agua reproduce el sonido de una gota de agua. La vibración del aparato parece emular a la gota cayendo en el mismo parlante mientras un leve haz de luz se proyecta dándole protegonismo. La sencillez del trabajo contrasta con su Coquero, obra ganadora del Salón Cano en el 2004, una pieza de latex de amapola modelada en forma de una diminuta reliquia precolombina popularmente interpretada por los artesanos como el dios de los alucinógenos (representado a la manera de una pieza de la cultura San Agustín con una bolsa de coca en la mano). La obra de Cano reúne dos componentes políticos y sociales que entran en una compleja convivencia por tratarse de alucinógenos e identidad nacional en una misma imagen. Parte intrínseca de la obra también es la compleja hazaña del artista por conseguir la materia prima de la pieza, transportarla a escondidas a través de la geografía colombiana, modelarla y mostrarla en un circuito museal, testimonio que Cano deja visible en un plotter como registro documental de la obra. El texto en la pared y la urna que encierra al Coquero generan también una compleja lectura al objeto, protegiendo la obra como si se tratara de patrimonio cultural, reminiscencia engañosa y graciosa a una pieza precolombina en el Museo del Oro.
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Coquero (2004) y Luz y agua (2009) de Fabián Cano.

 

Los trabajos presentados por Ana Adarve hacen parte de esos procesos consumados y de fácil reconocimiento de la artista. Su característica y especial integración de la anatomía humana en la ciudad se revela en sus fotografías como una constante que ha venido trabajando desde su época de formación y que junto con los avances tecnológicos ha venido depurando  constantemente para presentar cada vez imágenes más líricas y de mayor calidad.
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Fotografía de Ana Adarve (1998).

 

Es evidente que muchos más artistas hubieran cabido en los planteamientos curatoriales de Catalina Carmona Balvín, y que su reflexión no queda cerrada, pues no pretende señalar estos como los únicos procesos destacados de los últimos 10 años de la Escuela. Nombres como Marcelo Mejía, David Peña, Manuel Calderón y Jessica Ángel, entre otros muchos más quedan pendientes de ver en revisiones más extensas sobre la reputada herencia de la formación académica en la Universidad Nacional. Sin embargo, el espacio aprovechado para esta curaduría deja presente la necesidad de continuar utilizando el Cano como una vitrina para evidenciar a largo plazo los exitosos procesos y el afortunado encuentro entre la Escuela de Artes Plásticas y Visuales y el Museo de Arte de la Universidad Nacional. Los trabajos de los demás colectivos también merecen una mención especial por sus proyectos presentados y por el entusiasmo de los estudiantes en sus pinitos como curadores y montajistas, otra experiencia que los artistas deben empezar a sortear y que solo en la práctica y bajo la presión del tiempo se va aprendiendo.

Como documento de esta importante resurrección del Cano, el viernes 9 de septiembre de 2011 a las 6 p.m. se realizará el evento de cierre y se dará a conocer el catálogo de la exposición, con textos de Alejandro Burgos como coordinador del evento, reflexiones de los curadores y las imágenes de las obras.

 

Fotografías de Salvador Lozano.

El arte de la reproducción no mecánica en la era de la reproducción digital – lpc

 

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La semana pasada, esta foto de Cindy Sherman se vendió en subasta por 2 millones 735 mil euros, coronándose como la fotografía más cara de la historia del arte.
Fríamente titulada ‘Untitled #96’, la foto es parte de una serie que le encargó la revista ArtForum en 1981, llamada Centerfold or Horizontals.
Sherman quería imitar el formato de página doble típico de las revistas (ese que corta la foto por la mitad), especialmente en las revistas para adultos. No se si tiene relación, pero 1981 es un año clave para la industria del porno, el año que Linda Lovelace se fue de gira con las feministas, John Holmes escapó con vida de la avenida Wonderland y empezó la era dorada del video. Cada uno sabe de lo que sabe. En la serie, Sherman encarna adolescentes cuya alma, como balaba Julio Iglesias, les está cambiando de niña a mujer. En la pieza #96, Sherman arruga una página de periódico con una expresión que oscila entre el deseo y el miedo. Si miramos la foto de cerca, vemos que ha estado leyendo anuncios clasificados para solteros. ¡Pillina!
La crítica acusó a Sherman de promocionar un estereotipo sexista y ArtForum rechazó la serie, “por temor a malentendidos”, pero dio el campanazo en las galerías y fue publicada finalmente en formato libro por Skarstedt Fine Art (2004) con una introducción de Lisa Phillips, comisaria jefe del New Museum en Nueva York.
Es una introducción muy larga sobre algo que en realidad me importa muy poco. La pregunta que sí me interesa es: ¿cómo afecta su nuevo status a la obra de Yasumasa Morimura?

 

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Como Sherman, Yasumasa Morimura ha hecho carrera a base de encarnar personajes ajenos. A diferencia de Sherman, la encarnación de Morimura es literal, como Gus van Sant reconstruyendo Psicosis frame a frame. Morimura lo hace con Marilyn Monroe, Greta Garbo, Brigitte Bardot y Audrey Hepburn, pero también con Albert Einstein, Che Guevara y Harvey Oswald. Cualquiera que haya visitado Japón sabe que son imitadores impenitentes, maestros natos del doble. Los montajes de Morimura son tan perfectos que, si no conociéramos tan bien los originales, no notaríamos el cambiazo.
Intuyo que su intención es hacernos recapacitar sobre nuestra relación con el icono, una construcción artificial y mediatizada que, paradójicamente, determina y condiciona nuestras ilusiones de autenticidad. No sabría decir si es la misma incomodidad que produce en mis gatos el cambiar un mueble de sitio o si es comparable a “Lo siniestro” –die Unheimlichkeit– de Freud, el sudor frío que producen aquellos que parecen estar vivos (muñecos de cera hiperrealistas, automatas, robots) pero que claramente no lo están.
En cualquier caso, el valor de la copia está fuertemente atado al del original, pero es un valor resbaladizo. Tanto, que no sabría decir si To my little sister vale hoy más o menos que hace una semana. Por otra parte, es un derivado al cuadrado: Morimura imita a Sherman que a su vez imita a Barely Legal. Sin embargo, aunque la relación de la serie de Sherman con el softcore es esencial para entender la obra, la de Morimura con el porno o las revistas en general no existe. ¿Significa eso que la copia de una copia es un original?
Visto en:

Mauricio Bejarano: una oreja que piensa en el premio Luis Caballero

Algunas  academias de artes en Colombia  han generado unas anteojeras discursivas que tienen como propósito ocultar las experiencias más vitales que mantienen  hombres y  mujeres con su entorno, así aún no lo sepan o se nieguen a acepar su menesterosidad, su rezago frente a nuestra época. Por otro lado, el prurito de ciencia, el síndrome de la investigación y la manía del Ministerio de Cultura por los laboratorios, han reducido el pensamiento artístico a algo constatable a corto plazo por medio de indicadores economicistas. Los pensadores críticos con este sistema liberal de libre intercambio de mercancías estéticas piensan que estas manías constituyen lo que Nietzsche llamó socratismo: una voluntad de racionalización y de ocultamiento,  de no verdad, de austeridad y  enclaustramiento para dar la apariencia de sabiduría.

La pregunta de investigación, como punto de partida para realizar una iniciativa creativa, es la muletilla más socorrida para los divulgadores académicos de las doctrinas liberales para la estética. Llaman ruido a todo aquello que no comprenden y exigen someterlo al régimen matemático del discurso instrumental. Consideran que los artistas deben plantearse preguntas que anticipen la realidad victoriana que queremos, que permitan sesgar una determinada problemática a costa de la verdad. Los más obscenos de estos divulgadores quieren que los artistas no sólo planteen preguntas de investigación.
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Les exigen además la elaboración de hipótesis, la exploración de marcos teóricos y otras yerbas tan tóxicas para la imaginación como las acabadas de nombrar. Su esnobismo les impide comprender que por esta  ruta el artista contemporáneo sólo puede configurar una ficción falsa: lo que la sociedad anquilosada ha programado como visible y decible. Algunos artistas contemporáneos han aprendido que si quieren sobrevivir en el medio, deben inhibirse de escuchar y comprender lo que a cada paso nos sale al encuentro; tienen claro que sólo tienen una salida: el simulacro al modo de los de los medios masivos de comunicación: la falsificación de lo real que se manifiesta en los ruidos pocos conocidos, esto es, las metáforas.

Mauricio Bejarano es el segundo artista nominado para el premio Luis Caballero 2011. Este es un evento que pese a la desidia de sus administradores, cada vez es más nacional, más abierto a miradas diferentes por parte de los artistas más destacados de nuestro medio. Muchos de ellos ya lo reconocen como el espacio artístico más importante del país. Murmu(i)llos es el concepto que  Bejarano escenifica para describir su experiencia acusmática de Bogotá. Acusmática no es una técnica es una ética. Consiste en un saber  de iniciación que  se adquiere sólo si el iniciado acepta libremente pasar por el silenciamiento de la voluntad de dominio que despliega el homo videns contemporáneo. La experiencia de Bejarano con Bogotá es iniciática, ha aceptado pasar por el silencio para acceder a lo más misterioso y enigmático de nuestra ciudad: sus murmu(i)llos. Con la humildad de quien ha aprendido a escuchar, busca el corazón de su ciudad  sin mediaciones instrumentales o conceptuales. No tiene la pretensión de silenciar al otro con discursos preconcebidos o retahílas académicas.
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Bejarano no mira como el resto de sus colegas que han incursionado en el juego de verdades del arte contemporáneo. Él pone oreja: ve con las orejas. Permitámonos una paráfrasis filosófica: Bejarano es una oreja que piensa los ruidos de su ciudad una vez ellos la han convocado a su presencia. Tampoco escucha como los músicos, pues, ha dejado de lado la parrilla académica que constriñe la musicalidad que constituye cada una de las cosas que configuran nuestra experiencia de mundo. “Somos seres sonoros”, dice Bejarano. Existe una musicalidad de nuestro cuerpo que ya no podemos oír debido a la sordera que nos implantaron los medios masivos de incomunicación. Ante la incompetencia auditiva de las/los habitantes de Bogotá, ha recurrido a la instalación como estrategia para hacer visible a los sordos la belleza de lo audible que sigue presente en nuestros cuerpos; quiere  mostrarnos la riqueza de una dimensión desconocida para todos nosotros, todos aquellos que hemos sido normalizados en las academias. Digo instalación sólo para emplear un lenguaje familiar a esta época videológica. Multiplicidad de Conjunto Sonoro (MCS)  conviene más a las ideas estéticas que ha pensado  Bejarano para el Luis Caballero.
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La MCS consiste en ochenta y ocho parlantes que fluyen a lo largo del dibujo que configura la Galería Santa Fe. Un piano tiene ese mismo número de teclas. Aparentemente, Bejarano ha tomado esta decisión sin mayor meditación. Lo cierto es otra cosa. Bejarano intuye Bogotá como un piano, así no lo haga explícito. Un artista no toma decisiones porque sí. El piano-ciudad que tiene en mente no es un piano fragmentado arbitrariamente por el artista, es un piano despedazado por un activista expresionista desconocido al cual  Bejarano ha seguido sus pasos durante los últimos veinte años. La belleza de los cuerpos que habitan Bogotá está constituida por ruidos que se traslapan unos con otros  conformando diferentes capas geológicas. Esta es la belleza que los bogotanos no podemos escuchar y que Bejarano ha excavado y traído hasta la penumbra de la Galería, después de haber realizado un trabajo arqueológico paciente y silencioso. Bejarano escogió este número teclas-parlantes pensando menos en  hacerle un homenaje al piano o a la música que para seguir una intuición creativa que logra de manera limpia prescindir de las preguntas o los problemas de investigación que han enajenado el pensamiento de muchos artistas contemporáneos.

Los parlantes son teclas del piano-ciudad que musicaliza la cabeza de Bejarano. Lo que le interesa, no es el piano de gestos estudiados, amanerados, de una Sala de Conciertos. Comparte con nosotros la musicalidad de la ciudad a la cual todos y todas contribuimos con nuestras estridencias corporales. La ciudad deviene materia expresiva en el momento que Bejarano recupera su musicalidad autóctona. El artista transcribe esta experiencia directa de ciudad en la Galería Santa Fe.
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De diferentes proporciones y en diferentes niveles, la onda de  parlantes que musitan ruidos de ciudad se expande por todos los rincones de la Galería, desde el sector sur hasta el extremo norte. Las teclas-parlantes conforman grupos, se aíslan conformando bahías  acústicas para acoger al espectador, o simplemente para modelar en solitario todo tipo de texturas acústicas que reniegan la  abyección de estar sometidas a un régimen instrumental. Con su actividad plástica  los parlantes-teclas ganan autonomía y conforman grupos escultóricos de interés visual. El sonido asciende y avanza, desciende  y retrocede para generar comportamientos en los espectadores, como inclinarse, tenderse, arrodillarse, entre otras gestualidades corporales. Se expande de diferentes maneras pues su movimiento a lo largo de la historia de Bogotá ha conformado varios estratos de sentido. Cada una de las teclas del piano-ciudad de Bejarano  llega hasta un determinado estrato y excava los ruidos propios de ese nivel: ruidos tectónicos o arcaicos que evolucionan por la intervención de la voz del hombre; ruidos de metáforas poco conocidas que generan rituales y prácticas culturales; ruidos de máquinas autómatas que se disuelven en el aire por acción de los medios masivos de incomunicación. Ruidos arcaicos, ruidos culturales, ruidos tecnológicos y ruidos mediáticos: he aquí el políptico sonoro que Bejarano ha traído al premio Luis Caballero 2011.

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Cuatro cuadros conformados por teclas-parlantes que se agruparon sin la pretensión de contar una historia o emitir un juicio moral o social. Lejos está Bejarano de moralejas. Esta es la virtud, la frescura de su propuesta. Bejarano no quiere moralizar ni posar a la moda: como artista iluminado por el Arte que comprende mejor que ningún otro mortal los problemas y las violencias del mundo. Bejarano no está para ofrecer este tipo de espectáculos para la galería de coleccionistas ávidos de buenas inversiones. No obstante, ya hemos sugerido que su propuesta tiene una dimensión ética que no riñe con su interés estético. Escuchar es la dimensión que constituye lo humano. Bejarano conoce la tradición pitagórica: acceder a la voz, al derecho de dirigir el habla a otros hombres, exige un periodo de silencio. Quien pretende hablar para dirigirse a otro hombre, debe superar la perturbación anímica que posee a todos los animales. El ser nacido para hablar debe pasar por un periodo de escucha para aprender a valorar la riqueza que le será otorgada y que no puede malversar en palabrería. Este silencio nos habilita para hablar con otros hombres y mujeres comprometidos con la libertad. Ante la posibilidad del habla, el silencio conquistado es una ficción  verdadera que abre  juegos de libertad: una ficción verdadera que permite encontrarnos con los diferentes. La ficción falsa es la académica e investigativa, pues, nos cierra los espacios conquistados para el ejercicio de las libertades. La ficción verdadera es aquella que abre espacios de juego y  permite a los jugadores transformarse mutua y permanentemente. Esto es lo quiere Bejarano con la realidad que constituyen sus metáforas, sus ruidos poco conocidos porque nos son de sobra conocidos.

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Bejarano tuvo que resolver problemas formales que todavía suscitan inquietud en sus visitantes. En especial el manejo de la luz. La multiplicidad de objetos de conjunto que ondulan y modelan el espacio de la Galería se hubiera perdido de haber optado, como era su deseo, por una mayor oscuridad para potenciar más la experiencia acusmática. Bejarano salvó la multiplicad visual a costa de la histeria auditiva. No asumió los riesgos que implicaba dejar la sala absolutamente a oscuras, dispuesta sólo para la oreja sorda de los/las bogotanas. La experiencia de mundo es diferente cuando la oreja es quien nos guía. Ahora, cuando el espectador se ha adaptado a la luz de la Galería, la visión recupera el dominio perdido por cuenta de la obscuridad, y el homo videns vuelve a imponer sus leyes. Después de una primera impresión sensorial auditiva, terminamos por escuchar orientados por los prejuicios incontrolados que gobiernan la visión, lo cual es algo en contra de lo cual ha luchado Bejarano. No obstante, con esta decisión estética, Bejarano logró un equilibrio inestable entre las exigencias de la vista y la especificad de una experiencia sensorial. No digo armonía, porque este es un concepto que Bejarano mira de lejos, lo mismo que el ritmo y sus ritornelos.

No puedo terminar estas minucias hermenéuticas sin  resolver la histeria del artista activista quien reclama a los artistas contemporáneos pensar la esfera pública desde el discurso de las  estéticas políticas. Los músicos, nos dice, cargan con un karma. Junto con los poetas y los pintores, fueron  expulsados de la polis, del mundo de la política, de los iguales entre los diferentes, pues dejaron de ser lo uno y lo otro. Los poetas y los pintores se las arreglaron para regresar por sus propios medios a recuperar la polis. Los músicos se entregaron a la vida privada, nos explica nuestro activista. Decir que los músicos plantean problemáticas políticas es un chiste de mal gusto. La mayoría de ellos, insiste de manera inquisitiva  nuestro activista, son músicos de santos de alcoba, no les interesa la vida pública. Mauricio Bejarano con seguridad le daría la razón a nuestro activista. Él no es un músico formalizado. Ha perseguido durante décadas la musicalidad de las cosas, lo cual  es otra cosa. No sería de extrañar que tenga reservas con respecto a la música de Camarín. Su propuesta es política en un sentido elevado, muy por encima de las mezquindades de la politiquería cotidiana. Preparar una subjetividad propicia para el diálogo, cultivada fundamentalmente para escuchar, es una propuesta política porque puede trasformar de manera radical la manera de violentarnos unos a otros. Esta es la conclusión que podemos sacar de la MCS de Mauricio Bejarano en la Galería Santa Fe de Bogotá.

 

POSDATA A LOS JURADOS
Los jurados no se inhabilitan por acompañar a los artistas en las inauguraciones. Diría que es uno de  sus deberes. Más que dar opiniones sobre las intervenciones de los nominados, deben escuchar los murmu(i)llos de la ciudad para asegurar una decisión recta y justa.

 

POSTADA A LOS ARTISTAS CONTEMPORÁNEOS
Si un artista no se inhabilita para hacer parte de un Salón Nacional por haber participado en uno previo, tampoco se inhabilitan de esta manera las/los artistas que han participado en otras versiones del Luis Caballero. Esta idea ha tenido acogida por parte de los artistas más importantes de nuestro país, lo cual nos hace prever que este estímulo se proyecta como el referente artístico y estético más importante del país.

 

POSDATA A LOS ADMINISTRADORES
¿Qué va a pasar con el Luis Caballero cuando pasa por su mejor momento? ¿Habrá una convocatoria pública para elegir un(a) profesional de amplio reconocimiento en el medio artístico nacional para liderar la transición ad portas y para generar más actividad cultural en torno a este evento? ¿Será que el nuevo Alcalde Mayor de Bogotá puede desclientelizar  los nombramientos de los líderes de los pocos espacios con que cuenta el arte contemporáneo en Bogotá?

 

Fotografías de Ricardo Muñoz, artista plástico.

Bis: Camilo Ordoñez en la sala alterna de la galería Santa Fe

Bis es un conjunto de ensayos visuales donde se proyectan intervenciones sobre algunos monumentos de próceres erigidos o celebrados durante el primer centenario de independencia en 1910 y, sobre escenarios y paisajes donde tuvieron lugar algunas batallas durante el proceso de independencia.

Algunas de estas esculturas conmemorativas dedicadas a próceres se comisionaron e inauguraron en el marco de la celebración otras, establecidas antes, se convirtieron en el centro de retretas, homenajes y discursos. Es así que en algunos documentos fotográficos de la época se puede observar el aparataje de andamios y estructuras que cumplieron las veces de pedestal, atril o tribuna para coronar y celebrar a cada personaje.
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Con el paso del tiempo, algunos de estos monumentos han sido trasladados y modificados: su orientación original ha variado, sus pedestales e inscripciones narrativas acabaron siendo reemplazadas por otras… en algunos casos su retórica se desbordó y en otros se minimizó; por otra parte, la definición de los escenarios donde tuvieron lugar las batallas de independencia también ha dado lugar a dispositivos que intervienen el paisaje con el fin de conmemorar el lugar, señalarlo y hacerlo accesible. Los ensayos propuestos en BIS buscan generar dispositivos que re-signifiquen y hagan accesibles, literalmente hablando, los discursos que celebran cada uno de estos monumentos, poniéndolos en relación con su estado actual y con el presente.
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El grito: alfa y omega, principio y finalidad de todo gesto artístico

Sin imposiciones egóticas ni estéticas rebuscadas, junto con otras mujeres artistas jóvenes, Ana María Villate muestra trabajos sencillos en su alta complejidad conceptual. Con fina ironía señala desplazamientos que la colocan al lado de la neovanguardia colombiana reciente. La imagen anexa nos indica que las artistas contemporáneas piensan sus imágenes considerando que en la actualidad se está formando otro tipo de público. Una tarea ardua dado el terreno agreste que configuran muchos y muchas de las colonizadoras de las redes sociales. Denominamos “Los nuevos Colonos” a esta serie de imágenes que consideramos paradigmáticas de este giro virtual del arte contemporáneo en Colombia. ¿Cuál es la declinación femenina de “colono”?

Imagen: Ana Maria Villate

Niki de Saint Phalle, retrospectiva en el Grand Palais

Camille Morineau, la curadora de la exposición afirma que durante los años sesenta, Niki es casi tan importante como Andy Wharhol. Plenas de color y de un dinamismo sin par, la mayoría de sus obras ponen en primer plano las problemáticas que más afectan las vidas de las mujeres.

Violada por su padre a los once años, un prominente banquero,  la artista dedica toda su vida a reelaborar en sí misma la violencia del mundo volcada sobre ella. Marcada con esta experiencia, sólo logra organizarse una vez se encuentra con el mundo de las artes. Una vez la artista cuenta su historia, la crítica de arte encuentra los primeros  elementos para orientar la comprensión de gestos como las dianas de tiro al blanco y las performance con carabina:

“(…) Niki es inestable, víctima de crisis de angustia y de insomnio. En 1953, se le  diagnostica  esquizofrenia y es internada  durante seis semanas en Niza. Es después de esta crisis que resurge en su  memoria el recuerdo de la violación cometida por su padre, en el verano en que cumple  sus once años: en este momento  comprende el origen de sus de sus males. Es en estos momentos de crisis intensa que surge su vocación de artista. Niki pinta en el hospital. Primero realiza collages  con ramitas y piedras, luego pinta con materiales que le llevan sus  amigos. Pintar la apacigua y le permite controlar sus angustias, mantenerlas a distancia”.

Alrededor su obra, Niki  modela un conjunto discursivo tan célebre como su obra gráfica. He aquí algunas de las  frases célebres que se atribuyen a la artista: “La pintura al óleo, llegó a su fin, está acabada. Aquello que nos interesa ahora, es la muerte”, dice en 1961. Al final de su vida comenta: “sin el arte, habría acabado en el asilo”.  “El comunismo y el capitalismo son un fracaso. Pienso que el tiempo es propicio para configurar una nueva sociedad matriarcal: ¿usted cree que la gente continuaría muriéndose de hambre luego de que  las mujeres se involucren en la política?”

Cineasta, modelo y portada de revistas de moda importantes como Life, Vogue y Harper’s Bazar, recibe una propuesta de Robert Bresson para realizar una de sus películas. Declina la invitación y se decide por el mundo de los colores de la mejor pintura de su tiempo. Tras un periodo de acercamiento a museos, Niki finalmente deja su esposo y su casa en Nueva York, e inicia una segunda vida en Paris. Allí conoce al pintor y escultor Jean Tinguely y junto a los más sobresalientes artistas de la época, comienza su verdadera vida. Como toda artista abierta a su actualidad, recibe influencias varias, se evidencia una especial recepción en su la obra de algunas de las ideas de Antony Gaudí.

La exposición está abierta hasta el febrero de 2015.

 

http://www.lemonde.fr/culture/portfolio/2014/09/19/niki-de-saint-phalle-heroine-de-sa-propre-creation_4479008_3246_1.html

 

Volver del futuro: Felicitaciones a Eduardo Serrano

¿Por qué tanto silencio respecto a los 30 años del último de los Salones Atenas? ¿Por qué tanto olvido de prácticas colectivas que intentaron ir más allá del culto decimonónico   al artista orginal, genial e iluminado por la madre naturaleza? A partir de 1975, Eduardo Serrano realizó el  IX Salón Atenas, en el incipiente Museo de Arte Moderno de Bogotá. No sabemos si desde entonces el sino del arte colombiano tiene algo que ver con Orwell, pero en 1984 termina este ejercicio crítico del cual emergieron artistas importantes como Mariana Varela, Miguel Ángel Rojas, Antonio Caro, Edgar Silva, Gustavo Zalamea, Margarita Monsalve,  Margarita Gutiérrez, John Castles, Rafael Echeverry, Nadin Ospina, Luz Helena Castro María Evelia Marmolejo y  Rosa Navarro, entre otros y otras. La propuesta de Eduardo Serrano en 1984 fue un comienzo, una ruptura,  una apertura, pero más bien fue el final del arte autónomo. ¿Qué nos queda en Colombia después de treinta años sin crítica de arte seria, sin espacios adecuados a la marcha incesante de los artistas, sin instituciones idoneas que comprendan el arte desde afuera y no desde la entraña de la clientela burocrática de turno? ¿Sólo nos queda mercado libre?  ¿Alguien tendrá el coraje de evaluar la regencia mercartil del arte colombiano, el cual no logra salir de su nimoria de edad?

Al Museo de Arte Moderno de Bogotá, se le olvidó recordar los mejores hitos de su historia, por cierto,  bastante prolífica en aquel futuro anterior.
Imagen: Rosa Navarro: Rosa de los vientos.  Serie de tres fotografías.

 

Fuente: Catálogo Los Salones Atenas (2003). Bogotá: Museo de Arte Moderno.

30 aos del salon atenas

Conferencia: María Eugenia Trujillo y el arte de protesta

Finalmente, a partir de hoy martes 16 de septiembre de 2014, se abre la exposición Mujeres Ocultas. El próximo jueves 18, el historiador Álvaro Medina ofrece una conferencia dentro del contexto abierto por la artista María Eugenia Trujillo en el Museo Santa Clara de Bogotá.  Arte de Protesta es el nombre de la exposición.

“Aunque su obra ha sido escasamente expuesta en Bogotá, María Eugenia Trujillo ha tenido un recorrido artístico constante y serio, manifiesto en centenares de obras que el conferencista pondrá de presente en una charla que ilustrará con los apoyos visuales pertinentes. Se revelará así un proceso creativo centrado en la crítica social, marcado por la insatisfacción de la artista frente a cierto estado de cosas.

Álvaro Medina es un historiador de arte que ha publicado más de una decena de libros sobre los procesos artísticos de Colombia. Fue profesor del Instituto de Investigaciones Estéticas de la Universidad Nacional y curador del Museo de Arte Moderno de Bogotá. Entre sus libros más destacados cabe mencionar Procesos del arte en Colombia, recién reeditado por Laguna Libros en coedición con la Universidad de los Andes, y El arte colombiano de los años veinte y treinta, premio Colcultura de historia de 1994”.

La conferencia de Medina es oportuna, pues, pone en contexto la propuesta de la artista. Sin embargo, las y los espectadores son quienes dan la última palabra respecto al debate abierto por la artista, pero esta vez desde el punto de vista artístico, desde las dinámicas en que está inmerso el campo del arte contemporáneo.

 

Fuente: Museo Santa Clara.

 

Jueves 18 de septiembre de 2014
Hora: 4:30 p. m.
Lugar: Museo Santa Clara
Entrada libre

Weilmar Sáenz: Juguete de Artista

El artista Weilmar Sáenz participa en el Salón Interuniversitario ASAB 2014. Juguete de Artista es el concepto que capta el sentir de las ideas de  este artista joven. Juguete y juego figuran una y la misma realidad. El juego es la reivindicación del mundo, del sentido, por ello mismo de los hombres y las mujeres igualitariamente libres.

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Recientemente se han visto en Bogotá dos de sus ejercicios plásticos. Sáenz tiene vocación de escucha. Alejado de las arrogancias y pretensiones conceptuales y conceptualistas que animan a muchos artistas jóvenes,   saca de su olvido elementos y gestos que buscan ser redimidos en el campo de las ideas artísticas, el campo en el cual se renueva el sentido del mundo.

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Mientras muchos de sus coetáneos se afanan por construir puestas en escena artificiosas y banales, Sáenz responde al llamado de los gestos  sencillos portadores de alguna verdad. Sus ejercicios son puestas en gesto del sentido de la verdad  en un mundo resquebrajado desde dentro, un mundo en el cual los intereses brutales de los individuos pasan por encima de la humanidad de muchas personas. Muestra un interés incipiente por la performance, sin que haya dado ese salto al vacío que debe dar todo artista joven. Está a tiempo de seguir la intuición espacial que ronda su cabeza. A pesar de que Juguete de Artista está en el espacio del arte, no logra señalar, figurar el espacio, dibujarlo, transfigurarlo. El dibujo es el arte de escuchar los llamados del espacio. Sin embargo, aquello que la Academia llama dibujo, es sólo la cosificación de la actitud de escucha que caracteriza al artista. Escuchar no es silenciarse. Es una experiencia radical: es desprenderse de su mismo, de un sí mismo que es controlado por la mano invisible del poder enquistado en las escuelas de artes.  Por esto mismo, contamos con tan pocos artistas. El artista contemporáneo ya no escucha, solo atiende a la voracidad individualista de la época, ya no se atreve a dibujar su propia autocomprensión. Muchos y muchas artistas contemporáneas, no lograr modelar una subjetividad propia. Se conforman con el mismo que les es impuesto.

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Saénz tiene claro que el artista debe figurar el espacio, esta idea se puede apreciar en toda su claridad en su reciente ejercicicio en La Casa del Parque. La instalación de la ASAB pudo ser mejor. Juguete de Artista  se presenta con el propósito de “performar”, de interactuar, de incluir la práctica artística  en el  campo de los espectadores. Sin embargo, fue instalada es un espacio muy reducido y yace como un objeto de contemplación de difícil lectura. Tal y como está presentado, el objeto sufre la marginalidad estética a la cual están condenados los objetos de contemplación. Sáenz es un buen fotógrafo pero esta técnica está tan intervenida  con  imposturas académicas e ideológicas, que el artista atento a escuchar verdades que lo hieren y convocan,  sabiamente se ve forzado a sospechar de los tecnicismos y “eliticismos”  fotográficos. Sospecho que Sáenz intuye que en la actualidad la fotografía es instrumentalizada como dispositivo de poder. Ahora,  “elitizar” es el nombre de una enana que se pasea   de la mano de otra llamada “banalizar”. Hay tanta banalidad técnica en la fotografía, que difícilmente este  arte centenario puede ubicarse con comodidad dentro de las dinámicas artísticas del arte contemporáneo. Entre sus maestros tuvo como orientadora de taller a la célebre María Teresa Hincapié, de quien guarda celosamente  algunas anécdotas importantes para la historia del arte del performance. De ahí que no resultan extraños los guiños que el artista hace al arte de “performar”, de figurar, de transformar con su cuerpo la realidad.

En otra oportunidad, presentaremos el testimonio de la experiencia de Weilmar Sáenz con las prácticas de María Teresa Hincapié.

Sergio Urrego: «Il faut être absolument moderne»

La infamia que arrastran quienes tienen el coraje de pensarse  libres. La singularidad del intelectual, del artista, de quien siente, piensa y vive la vida como arte, como espacio igualitariamente libre. Sin duda alguna el mundo hubiera sido mejor con él, más generoso y pluralista. Sin Sergio, se constata que ya no hay mundo, por lo tanto, tampoco sentido. Una vida sin sentido es aquella que pasa por encima de los animales. Del mundo que él soñó, que muchos y muchas soñamos,  solo queda la mierda en que nos ahogamos silenciosamente. Él prefirió irse primero. Como todo artista de verdad, parte al encuentro del sentido de la existencia. Su Daimon, su Mefistófeles, como él lo llama, le encontró una realidad «absolutamente moderna», más acá, junto con Rimbaud; más allá, sin fiscales, sin contralores, sin procuradores, sin prefectos sexuales, una realidad  «absolutamente libre», como él la soñaba, como todo y toda artista la sueñan.

Fatiga vadear entre tanta mierda fundamentalista  esparcida sobre el mundo: “Estoy un poco cansado de responder esa pregunta (si soy bisexual). No creo que el amor tenga etiquetas, realmente. Pero, si de alguna forma, algunos/as sienten la necesidad de etiquetarme, preferiría que se me incluyese dentro de la teoría ‘queer’ (minorías sexuales que no son heterosexuales, heteronormadas o de género binario)”. Todas y todos estamos cansados con esta moral de confesionario que arrastra a sus jóvenes hasta el precipio y les obliga a saltar al vacío.

Como cualquier otra marginación o acoso, duele la soledad del artista en ciernes, de aquellos que escuchan el llamado de la libertad que busca expresión en su sí mismos, en lo más propio de aquello que llamamos ser, sin pensarlo lo suficiente. El costo de ser fiel a  sí mismo, a la diferencia que este modela, es alto. Sin embargo, no asumirlo es fracasar como artista en la vida, pero, fundamenrtalmente, como hombre o mujer. La modernidad empírica es un fracaso. La de papel es un pastiche. Todo ejercicio artístico es un acto de resistencia mediante el cual el artista se separa de las venalidades del mercado y de las banalidades  en que se goza el sentido común. Sin duda,  el  acto de resistencia más radical es separarse de la vida codificada, de la libertad  reducida a fatigosas y oprobiantes convenciones sociales. La muerte es inquietud intensa por la vida. Sólo quien piensa la muerte vive la vida en su mismidad, en su intensa  multiplicidad de diferencias. Ante el gesto de la separación radical, todos los demás actos de resistencia artística o estética, convencional o mercantil, palidecen. La potencia de la muerte como ritual máximo en la existencia, guía todas las prácticas hacia las múltiples  diferencias en que aquélla se realiza, hacia los mismos comienzos de toda realidad.

La crítica que Sergio Urrego realiza  al régimen confesional que impera en Colombia, desvela nuestra impotencia y cobardia. Él decide abandonarnos a causa de nuestro infantilismo. Nos abandona porque aún no merecemos la nobleza de su presencia, la compañía de los hombres que muestran su mayoría de edad pensándose a sí mismos en sus múltiples diferencias. Nos deja porque para un espíritu libre es insoportable vivir en presencia de seres que pese a la urgencia, aún no tienen el coraje de pensarse, de mirarse a sí mismos. Aquí nos deja este artista adolescente en plena madurez que nos enseña a vivir, a asumir con dignidad la realización de todos nuestros actos.  La libertad queda herida, quedan pocas salidas a la existencia cosificada.  Sin embargo, las hay. Aquellos que sienten la vida como lo hace  Sergio, las encontrarán. El artista nos dice adiós: «no me toques, no me retengas más», nos dice con gentileza, y según habla Jean Luc Nancy acerca de los cuerpos que se alejan de los sometimientos viles.

Preferimos pensar que Sergio no estaba triste. Alivia nuestra pena pensar que no lo estaba, pues quien piensa nunca está solo. Pero a la muerte no solo se llega solo sino triste. Muerte es pensar, una y otro van de la mano. Aprender a pensar es aprender a morir. Sergio no necesitó cursar el largo trayecto existencial que recorrió Sócrates para aprender a pensar. Allí, bajo su sombra, debemos pensar aquello que con coraje  se anuncia en su gesto. El coraje del gesto de Sergio se irradia hacia esta época en que todos y todas  sucumbimos por la pereza de pensar la libertad en común. En su Diario, Sergio llama a este espacio comunismo libertario.

“No sé nada y ese es el problema, lo que he aprendido se perderá y lo que ignoro parece no querer adentrarse en una mente como la mía”. Ojalá alguien se ocupe en pensar esa ignorancia que se resistió a entrar en la mente libre de Sergio.

Ver su Diario en el artículo:
http://www.eltiempo.com/bogota/suicidio-de-estudiante-sergio-urrego-diario-en-redes-sociales/14510915