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Mauricio Bejarano: una oreja que piensa en el premio Luis Caballero

Algunas  academias de artes en Colombia  han generado unas anteojeras discursivas que tienen como propósito ocultar las experiencias más vitales que mantienen  hombres y  mujeres con su entorno, así aún no lo sepan o se nieguen a acepar su menesterosidad, su rezago frente a nuestra época. Por otro lado, el prurito de ciencia, el síndrome de la investigación y la manía del Ministerio de Cultura por los laboratorios, han reducido el pensamiento artístico a algo constatable a corto plazo por medio de indicadores economicistas. Los pensadores críticos con este sistema liberal de libre intercambio de mercancías estéticas piensan que estas manías constituyen lo que Nietzsche llamó socratismo: una voluntad de racionalización y de ocultamiento,  de no verdad, de austeridad y  enclaustramiento para dar la apariencia de sabiduría.

La pregunta de investigación, como punto de partida para realizar una iniciativa creativa, es la muletilla más socorrida para los divulgadores académicos de las doctrinas liberales para la estética. Llaman ruido a todo aquello que no comprenden y exigen someterlo al régimen matemático del discurso instrumental. Consideran que los artistas deben plantearse preguntas que anticipen la realidad victoriana que queremos, que permitan sesgar una determinada problemática a costa de la verdad. Los más obscenos de estos divulgadores quieren que los artistas no sólo planteen preguntas de investigación.
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Les exigen además la elaboración de hipótesis, la exploración de marcos teóricos y otras yerbas tan tóxicas para la imaginación como las acabadas de nombrar. Su esnobismo les impide comprender que por esta  ruta el artista contemporáneo sólo puede configurar una ficción falsa: lo que la sociedad anquilosada ha programado como visible y decible. Algunos artistas contemporáneos han aprendido que si quieren sobrevivir en el medio, deben inhibirse de escuchar y comprender lo que a cada paso nos sale al encuentro; tienen claro que sólo tienen una salida: el simulacro al modo de los de los medios masivos de comunicación: la falsificación de lo real que se manifiesta en los ruidos pocos conocidos, esto es, las metáforas.

Mauricio Bejarano es el segundo artista nominado para el premio Luis Caballero 2011. Este es un evento que pese a la desidia de sus administradores, cada vez es más nacional, más abierto a miradas diferentes por parte de los artistas más destacados de nuestro medio. Muchos de ellos ya lo reconocen como el espacio artístico más importante del país. Murmu(i)llos es el concepto que  Bejarano escenifica para describir su experiencia acusmática de Bogotá. Acusmática no es una técnica es una ética. Consiste en un saber  de iniciación que  se adquiere sólo si el iniciado acepta libremente pasar por el silenciamiento de la voluntad de dominio que despliega el homo videns contemporáneo. La experiencia de Bejarano con Bogotá es iniciática, ha aceptado pasar por el silencio para acceder a lo más misterioso y enigmático de nuestra ciudad: sus murmu(i)llos. Con la humildad de quien ha aprendido a escuchar, busca el corazón de su ciudad  sin mediaciones instrumentales o conceptuales. No tiene la pretensión de silenciar al otro con discursos preconcebidos o retahílas académicas.
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Bejarano no mira como el resto de sus colegas que han incursionado en el juego de verdades del arte contemporáneo. Él pone oreja: ve con las orejas. Permitámonos una paráfrasis filosófica: Bejarano es una oreja que piensa los ruidos de su ciudad una vez ellos la han convocado a su presencia. Tampoco escucha como los músicos, pues, ha dejado de lado la parrilla académica que constriñe la musicalidad que constituye cada una de las cosas que configuran nuestra experiencia de mundo. “Somos seres sonoros”, dice Bejarano. Existe una musicalidad de nuestro cuerpo que ya no podemos oír debido a la sordera que nos implantaron los medios masivos de incomunicación. Ante la incompetencia auditiva de las/los habitantes de Bogotá, ha recurrido a la instalación como estrategia para hacer visible a los sordos la belleza de lo audible que sigue presente en nuestros cuerpos; quiere  mostrarnos la riqueza de una dimensión desconocida para todos nosotros, todos aquellos que hemos sido normalizados en las academias. Digo instalación sólo para emplear un lenguaje familiar a esta época videológica. Multiplicidad de Conjunto Sonoro (MCS)  conviene más a las ideas estéticas que ha pensado  Bejarano para el Luis Caballero.
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La MCS consiste en ochenta y ocho parlantes que fluyen a lo largo del dibujo que configura la Galería Santa Fe. Un piano tiene ese mismo número de teclas. Aparentemente, Bejarano ha tomado esta decisión sin mayor meditación. Lo cierto es otra cosa. Bejarano intuye Bogotá como un piano, así no lo haga explícito. Un artista no toma decisiones porque sí. El piano-ciudad que tiene en mente no es un piano fragmentado arbitrariamente por el artista, es un piano despedazado por un activista expresionista desconocido al cual  Bejarano ha seguido sus pasos durante los últimos veinte años. La belleza de los cuerpos que habitan Bogotá está constituida por ruidos que se traslapan unos con otros  conformando diferentes capas geológicas. Esta es la belleza que los bogotanos no podemos escuchar y que Bejarano ha excavado y traído hasta la penumbra de la Galería, después de haber realizado un trabajo arqueológico paciente y silencioso. Bejarano escogió este número teclas-parlantes pensando menos en  hacerle un homenaje al piano o a la música que para seguir una intuición creativa que logra de manera limpia prescindir de las preguntas o los problemas de investigación que han enajenado el pensamiento de muchos artistas contemporáneos.

Los parlantes son teclas del piano-ciudad que musicaliza la cabeza de Bejarano. Lo que le interesa, no es el piano de gestos estudiados, amanerados, de una Sala de Conciertos. Comparte con nosotros la musicalidad de la ciudad a la cual todos y todas contribuimos con nuestras estridencias corporales. La ciudad deviene materia expresiva en el momento que Bejarano recupera su musicalidad autóctona. El artista transcribe esta experiencia directa de ciudad en la Galería Santa Fe.
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De diferentes proporciones y en diferentes niveles, la onda de  parlantes que musitan ruidos de ciudad se expande por todos los rincones de la Galería, desde el sector sur hasta el extremo norte. Las teclas-parlantes conforman grupos, se aíslan conformando bahías  acústicas para acoger al espectador, o simplemente para modelar en solitario todo tipo de texturas acústicas que reniegan la  abyección de estar sometidas a un régimen instrumental. Con su actividad plástica  los parlantes-teclas ganan autonomía y conforman grupos escultóricos de interés visual. El sonido asciende y avanza, desciende  y retrocede para generar comportamientos en los espectadores, como inclinarse, tenderse, arrodillarse, entre otras gestualidades corporales. Se expande de diferentes maneras pues su movimiento a lo largo de la historia de Bogotá ha conformado varios estratos de sentido. Cada una de las teclas del piano-ciudad de Bejarano  llega hasta un determinado estrato y excava los ruidos propios de ese nivel: ruidos tectónicos o arcaicos que evolucionan por la intervención de la voz del hombre; ruidos de metáforas poco conocidas que generan rituales y prácticas culturales; ruidos de máquinas autómatas que se disuelven en el aire por acción de los medios masivos de incomunicación. Ruidos arcaicos, ruidos culturales, ruidos tecnológicos y ruidos mediáticos: he aquí el políptico sonoro que Bejarano ha traído al premio Luis Caballero 2011.

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Cuatro cuadros conformados por teclas-parlantes que se agruparon sin la pretensión de contar una historia o emitir un juicio moral o social. Lejos está Bejarano de moralejas. Esta es la virtud, la frescura de su propuesta. Bejarano no quiere moralizar ni posar a la moda: como artista iluminado por el Arte que comprende mejor que ningún otro mortal los problemas y las violencias del mundo. Bejarano no está para ofrecer este tipo de espectáculos para la galería de coleccionistas ávidos de buenas inversiones. No obstante, ya hemos sugerido que su propuesta tiene una dimensión ética que no riñe con su interés estético. Escuchar es la dimensión que constituye lo humano. Bejarano conoce la tradición pitagórica: acceder a la voz, al derecho de dirigir el habla a otros hombres, exige un periodo de silencio. Quien pretende hablar para dirigirse a otro hombre, debe superar la perturbación anímica que posee a todos los animales. El ser nacido para hablar debe pasar por un periodo de escucha para aprender a valorar la riqueza que le será otorgada y que no puede malversar en palabrería. Este silencio nos habilita para hablar con otros hombres y mujeres comprometidos con la libertad. Ante la posibilidad del habla, el silencio conquistado es una ficción  verdadera que abre  juegos de libertad: una ficción verdadera que permite encontrarnos con los diferentes. La ficción falsa es la académica e investigativa, pues, nos cierra los espacios conquistados para el ejercicio de las libertades. La ficción verdadera es aquella que abre espacios de juego y  permite a los jugadores transformarse mutua y permanentemente. Esto es lo quiere Bejarano con la realidad que constituyen sus metáforas, sus ruidos poco conocidos porque nos son de sobra conocidos.

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Bejarano tuvo que resolver problemas formales que todavía suscitan inquietud en sus visitantes. En especial el manejo de la luz. La multiplicidad de objetos de conjunto que ondulan y modelan el espacio de la Galería se hubiera perdido de haber optado, como era su deseo, por una mayor oscuridad para potenciar más la experiencia acusmática. Bejarano salvó la multiplicad visual a costa de la histeria auditiva. No asumió los riesgos que implicaba dejar la sala absolutamente a oscuras, dispuesta sólo para la oreja sorda de los/las bogotanas. La experiencia de mundo es diferente cuando la oreja es quien nos guía. Ahora, cuando el espectador se ha adaptado a la luz de la Galería, la visión recupera el dominio perdido por cuenta de la obscuridad, y el homo videns vuelve a imponer sus leyes. Después de una primera impresión sensorial auditiva, terminamos por escuchar orientados por los prejuicios incontrolados que gobiernan la visión, lo cual es algo en contra de lo cual ha luchado Bejarano. No obstante, con esta decisión estética, Bejarano logró un equilibrio inestable entre las exigencias de la vista y la especificad de una experiencia sensorial. No digo armonía, porque este es un concepto que Bejarano mira de lejos, lo mismo que el ritmo y sus ritornelos.

No puedo terminar estas minucias hermenéuticas sin  resolver la histeria del artista activista quien reclama a los artistas contemporáneos pensar la esfera pública desde el discurso de las  estéticas políticas. Los músicos, nos dice, cargan con un karma. Junto con los poetas y los pintores, fueron  expulsados de la polis, del mundo de la política, de los iguales entre los diferentes, pues dejaron de ser lo uno y lo otro. Los poetas y los pintores se las arreglaron para regresar por sus propios medios a recuperar la polis. Los músicos se entregaron a la vida privada, nos explica nuestro activista. Decir que los músicos plantean problemáticas políticas es un chiste de mal gusto. La mayoría de ellos, insiste de manera inquisitiva  nuestro activista, son músicos de santos de alcoba, no les interesa la vida pública. Mauricio Bejarano con seguridad le daría la razón a nuestro activista. Él no es un músico formalizado. Ha perseguido durante décadas la musicalidad de las cosas, lo cual  es otra cosa. No sería de extrañar que tenga reservas con respecto a la música de Camarín. Su propuesta es política en un sentido elevado, muy por encima de las mezquindades de la politiquería cotidiana. Preparar una subjetividad propicia para el diálogo, cultivada fundamentalmente para escuchar, es una propuesta política porque puede trasformar de manera radical la manera de violentarnos unos a otros. Esta es la conclusión que podemos sacar de la MCS de Mauricio Bejarano en la Galería Santa Fe de Bogotá.

 

POSDATA A LOS JURADOS
Los jurados no se inhabilitan por acompañar a los artistas en las inauguraciones. Diría que es uno de  sus deberes. Más que dar opiniones sobre las intervenciones de los nominados, deben escuchar los murmu(i)llos de la ciudad para asegurar una decisión recta y justa.

 

POSTADA A LOS ARTISTAS CONTEMPORÁNEOS
Si un artista no se inhabilita para hacer parte de un Salón Nacional por haber participado en uno previo, tampoco se inhabilitan de esta manera las/los artistas que han participado en otras versiones del Luis Caballero. Esta idea ha tenido acogida por parte de los artistas más importantes de nuestro país, lo cual nos hace prever que este estímulo se proyecta como el referente artístico y estético más importante del país.

 

POSDATA A LOS ADMINISTRADORES
¿Qué va a pasar con el Luis Caballero cuando pasa por su mejor momento? ¿Habrá una convocatoria pública para elegir un(a) profesional de amplio reconocimiento en el medio artístico nacional para liderar la transición ad portas y para generar más actividad cultural en torno a este evento? ¿Será que el nuevo Alcalde Mayor de Bogotá puede desclientelizar  los nombramientos de los líderes de los pocos espacios con que cuenta el arte contemporáneo en Bogotá?

 

Fotografías de Ricardo Muñoz, artista plástico.

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