Falto de palabra : Colectivo Maski, no pero sí. Luis Camnitzer: sí pero no…

En NC-arte, Claudia Segura pone en escena una idea en la cual se relacionan no solo dos generaciones de artistas. Principalmente, se muestran dos maneras de pensar y escribir con imágenes-signo.   Ambas escrituras abrevan en la misma ontología estética: las vanguardias del siglo XX. Por un lado, Camnitzer aborda los juegos del lenguaje que introducen las primeras vanguardias; por el otro, Maski elabora los problemas del espacio explorados por el Minimalismo. Por varias razones, la propuesta en conjunto es arriesgada para todos los artistas involucrados. Cuando el artista asume riesgos muestra el coraje que requiere todo pensamiento libre. El riesgo es la opción que tienen los jóvenes para decir aquello que en otras condiciones sería imposible articular. Sin embargo, los visitantes a una exposición muchas veces no cuentan con las herramientas culturales para percibir con propiedad los riesgos que el artista asume. La formación de esta percepción desapareció con la crítica.

Camnitzer muestra en Bogotá una propuesta que perpetúa la inquietud del pensamiento anglosajón por el lenguaje a partir de los años sesenta del siglo XX. Hoy sabemos un poco más a este respecto. El lenguaje produce formas de existir, de relacionarse. Ninguna obra es capaz de sostenerse por sí misma, requiere un visitante que sepa leer y sentir en su cuerpo la escritura que le sale al encuentro. La lectura se realiza en un lecho espacial que a su vez es otro tipo de escritura.

La trayectoria profesional de Camnitzer es un insumo importante para comprender su última propuesta, pero no es suficiente cuando se trata de llegar y tocar visitantes que han sentido diversamente su ciudad. Más importante que leer y nombrar, en el arte de hoy lo primero es sentir el espacio en el cual se inscribirán o reinscribirán los signos de una existencia cada vez más nuda.  A pesar de la maestría que se le reconoce a Camnitzer, el primer riesgo que un artista de trayectoria asume es la crítica. Como cualquier crítico puede sospechar, Camnitzer no es sólo una marca sostenida por el mercado y la propaganda. Es joven y no teme serlo. Es arriesgado. Así lo muestra en sus intervenciones discursivas en espacios universitarios, críticos por definición.  Asimismo, en NC-Arte.

Camnitzer acepta dialogar con artistas jóvenes tan coherentes políticamente como él mismo, como lo es el colectivo Maski ( Juan David Laserna acaba de ser distinguido con el Premio Luís Caballero). Debe hacer frente a un espacio cuyas condiciones de existencia están muy lejos de ser la universalidad que preconiza el arte moderno, estética en la cual siguen enraizando sus imágenes-signo. Las condiciones de existencia de NC-arte son otras, así las leyes del mercado jueguen allí su juego mortal. La condiciones culturales no se pueden evadir. Camnitzer afronta el reto de aterrizar una escritura abstracta dentro de una percepción espacial socialmente muy problemática. Los problemas de Colombia no son ajenos a NC-arte, así muchos artistas se las arreglen para esquivarlos o para estetizarlos a la medida de las exigencias del mercado. Por lo general, los buenos artistas no claudican ni sucumben ante sus condiciones culturales, pero sí las evidencian.

A pesar del refinamiento de la idea explorada, la instalación de Camnitzer no toca la sensibilidad de una ciudad acicateada con todo tipo de fobias aristocráticas e intereses populares. A pesar de que los visitantes responden la invitación del artista, el juego de desnombrar y volver a nombrar propuesto, no logra transgredir el horizonte teórico dentro del cual se han forjado sus imágenes-signo a lo largo de su vida profesisonal. A estas alturas de la exploración espacial contemporánea, Camnitzer luce ingenuo, lo cual es muy bueno para todo artista. La ingenuidad es la zona de ignorancia en la cual germina la verdad del arte, tópico del cual habló en la Lección Inaugural de la Maestría de Estudios Artísticos de la Universidad Distrital. Según Camnitzer, en esta zona de ignorancia acontece lo poético, la verdad del arte. No hay arte sin poesía.

Las reflexiones visuales de Camnitzer acerca del lenguaje siguen siendo modernas, es decir, problematizan en abstracto  la relación del lenguaje con la realidad. Desindentificar los objetos para luego reidentificarlos no resuelve nuestras luchas con las palabras, con sus regímenes, con sus escribientes, con sus ferias y censuras.  A pesar de que su propuesta introduce al visitante dentro del juego que implementa, los cuerpos no constituyen el foco de su atención, no logran enlazarse con el dispositivo propuesto, no pueden hacer parte de la obra. El interés del artista es la lógica del juego, es decir, el juego por sí mismo. El visitante no tiene ninguna experiencia real porque el espacio no logra alcanzar ni fertilizar ningún cuerpo. Camnitzer no se percata de que está sometido por una pulsión conceptual, la cual le demanda una y otra vez la puesta en escena de un discurso cerrado sobre sí mismo, sobre el trauma del artista que lo lleva a crear el conceptualismo latinoamericano radicado en Nueva York. Mucha crítica decolonial evidencia este síndrome.

Maski (Camilo Ordoñez, Juan Davdid Laserna, Jairo Suarez), también se arriesga. Con este diálogo conceptual, espacial, formal y perceptual, los ejercicios previos del colectivo quedan comprometidos con un formalismo y unas lógicas de circulación estética muy cuestionadas hoy en día, así los artistas no tengan más espacios, o precisamente debido a esta carencia. En Colombia, artistas y agentes culturales critican persistentemente las políticas de NC-arte, su compromiso con el economicismo neoliberal que se chupa la imaginación de los artistas contemporáneos. Por supuesto, NC-Arte no está solo. El Estado colombiano lo acompaña. Sin duda alguna, estas críticas y relaciones afectan la percepción de quienes vistan sus espacios. Este es el riesgo de Maski: parecer crítico de Salón.

Maski aborda el problema que plantea Segura no tanto desde la lógica del lenguaje como desde las especificidad de los signos. El lenguaje es a la Modernidad lo que el signo es a la Contemporaneidad. Su instalación devela una opresión larvada: los sujetos que entran en relación con la arquitectura interna de los buses de Transmilenio, quedan atravesados, empalados por sus signos, sus esperanzas son silenciadas. Los artistas piensan un dispositivo en donde se evidencia la manera como los signos marcan los cuerpos, los disciplinan y los normativizan.

Maski se apropia de un signo de opresión como lo es aquel con el cual se diseña la estructura interna de la flotilla roja de la ciudad. Se trata de los pasamanos con sus respectivos amarres, una metáfora del inconsciente social: todos se transportan soportando algún amarre. Los amarres terminan por producir placer haciendo imposible la insurgencia ciudadana. Los artistas liberan el signo de su carga opresiva y lo usan para escribir algo que solo se puede leer si se comprende la serie de planos de edificios expuestos en los alrededores de la instalación. Se trata de un grupo de edificios que evidencian fallas estructurales. Maski quiere contaminar la instalación con los signos de los planos. La metáfora es contundente: la ciudad de Bogotá tiene fallas estructurales. Es una ciudad fallida. Como se espera de los edificios documentados por el Colectivo, Bogotá en cualquier momento se va a derrumbar. Sin embargo, al visitante no le queda fácil comprender la intensidad que se expresa en la metáfora. Su sentido existencial y real pasa por desapercibido. A pesar de este quiebre del sentido, los visitantes hacen de esta tubería amarilla un lugar de juego libre. No se trata de otro espacio relacional. En el juego el hombre y la mujer se desrelacionan por medio de una regla que acuerdan:  así son libres como niños y niñas. La respuesta de los visitantes a la instalación muestra que son los niños quienes nos enseñan a mirar de manera desprejuiciada una propuesta artística sencilla en su construcción, pero compleja para su intelección.

Falto de palabra se despliega en dos instalaciones que pese a la propuesta conceptual tienen poco en común, imprevisto que favorece a los dos colectivos. A manera de una cascada, un telón de Maski impreso con significantes relaciona los dos espacios. En principio, se pensó que los audios de Camnitzer irrumpieran en la instalación de Maski. A última hora se rompió este enlace. Sin duda alguna, la idea de filtrar las voces de los ciudadanos que captura Camnitzer dentro del dispositivo de Maski, hubiera relacionado los dos espacios de manera más intensa. Al romperse el enlace, se potencia la instalación de Maski, pues sus signos quedan liberados de la estética conceptual en la cual las ideas de Camnitzer se apalancan. Maki cuestiona el lenguaje desde los cuerpos que habitan sitios específicos, dentro de problemas reales, esos que afectan la existencia de mujeres y hombres.  Camnitzer aún no logra salir de sí, del círculo mágico de la lógica del Círculo de Viena.

 

 

 

 

Fotografías: cortesía del artista y fotógrafo Ricardo Muñoz Martinez

La Lección de Luís Camnitzer en la Facultad de Artes-ASAB

Como era previsible, el artista uruguayo colmó la capacidad del amplio auditorio del Centro de Memoria, Paz y Reconciliación. Estudiantes, profesores, profesoras, artistas y amigos de las artes acogieron las palabras del maestro. Acoger consiste en preguntar. No hubo tiempo para tantas preguntas del público.

Camnitzer abordó varios problemas de interés para el arte colombiano, a saber: el Museo y sus cánones, la lógica Naranja, la pedagogía del arte, lo poético en el conceptualismo, el provincialismo del arte anglosajón, el régimen del consumo, la verdad de la imaginación, la instrumentalidad del genio, entre otros tópicos de interés para la actualidad.

Destaco sucintamente dos de las problemáticas planteadas. Por un lado, Camnitzer diferencia entre poesía y lo poético. Considera lo poético como el encuentro con lo desconocido. Lo poético se localiza más allá de lo conceptual, tal y como lo elaboraron los artistas anglosajones. Al respecto, es mucho lo que queda  aún por pensar dentro del contexto contemporáneo y su multiplicidad de expresiones. Es oportuno preguntar a posteriori, ¿qué tan desconocido es eso desconocido que sale al encuentro de todo pensador de imágenes?

Por la cantidad de preguntas que se le plantearon al artista, no se alcanzó a retroalimentar  este asunto en profundidad. Ninguno en verdad. Una Lección inaugural es un mapa, plantea los problemas del momento. Por su lado, la Academia tiene la responsabildiad de refinar y tramitar las preguntas de estos asuntos pendientes por resolver.

El pensamiento de Camnitzer se localiza en el horizonte que dibuja el arte conceptual y la respuesta política que dan los artistas latinoamericanos. El artista aclara enfáticamente algo: lo poético no es la poesía. Considera la poesía como un protocolo de producción que encierra el pensamiento. Lo poético se desmarca de los cánones, es apertura, es el acontecimiento mismo de lo político. La poesía no tiene la potestad de transfigurar nada. Camnitzer no se alcanza a percatar de algo evidente: eso que llama poesía (ese manual de producción administrado por una mano invisible) no es otra cosa que eso que nos enseñan hoy como Arte, sea este último moderno o contemporáneo. Ahí tenemos algo que pensar y mucho que esclarecer y aportar.

Por otra parte, Canmitzer aborda el problema de cómo y para quién educar.  La pedagogía del arte debe hacer un giro copernicano, debe resolver la minoría de edad de quienes siempre necesitan que les lean la biblia, que les digan cómo comprender aquello que hace comprensible una actividad, que les controlen aquello que sus cuerpos pueden hacer. La pedagogía es un problema recurrente en las reflexiones del artista. Una y otra vez regresa sobre este tópico, sobre sus propios conflictos como educador. Cada vez que el horizonte cambia es necesario volver a pensar todos los cómo. Canmitzer privilegia el aprendizaje sobre la Enseñanza, así muchos administradores y administrados exijan las doctrinas y los cánones que esta última promulga. Se pregunta: ¿a quién sirve el canon? ¿Quién controla el canon? Muchos pedagogos ni siquiera se hacen esta pregunta. Muchos no saben plantear una pregunta. No hay conocimiento sin una pregunta. Sin preguntas, quedamos rehenes de las ideologías.

El pensamiento de Camnitzer se sintoniza con teorías pedagógicas que actualmente se ponen en escena en muchas escuelas. Mediante el aprendizaje, el educando sigue rastros de pequeñas inquietudes, las elabora hasta hacerlas grandes e imprescindibles, primero para sí mismo, luego para su comunidad. La Enseñanza es vertical. Su pertinencia la establece el maestro. Se centra en la la verdad de la Cátedra, en el adoctrinamiento. El aprendizaje es horizontal. Sigue las pautas que el educando acuerda con el maestro. Consiste en la alborada de otras maneras de hablar acerca de lo mismo, acerca del amor y la muerte, por ejemplo. Camnitzer recuerda una anécdota escolar respecto a su propio aprendizaje. En su opinión, hay mucho más que esta polaridad. Quizá no.  A lo poético se accede ya sea por la experiencia del amor o por la intelección de la muerte.

Persistir en los modelos de la Enseñanza mantiene al educando en condición de minoría de edad. Con Kant, para terminar cabe preguntar: ¿asumiremos nuestra responsabilidad por nuestra minoría de edad o haremos responsable de ella a alguien más? El narcisismo contemporáneo culpa al mundo por su propia pereza, por su falta de coraje para pensar por sí mismo.

La maestría en Estudios Artísticos publicará en YouTube la Lección de Camnitzer, ofrecida la tarde del 13 de febrero de 2018.

Las ideas expuestas aquí son una interpretación de lo escuchado de viva voz.

Escuchar audio en youtube:

La Toma del Museo, el mundanal ruido llega al Mambo

Primera Jornada: más arte más acción. Artes más reales, más sentidas, realizadas sin la afección intelectual que ostentan algunos artistas contemporáneos. Los visitantes al evento se encuentran con artistas sin fronteras. Los promotores muestran que en Bogotá todas y todos podemos ser artistas si contamos con el apoyo de espacios especializados. El modelo de trabajo in situ muestra fatiga. Sus días están contados. Los artistas jóvenes quiren regresar al Museo, a ese espacio en que nunca estuvieron.  El espacio que se extraña y se olvida de sí mismo se activa con las ideas de cientos de artistas que habitan Bogotá.

En La Toma del Mambo las artes salen al encuentro de gente que aún quiere ser sorprendida, pero sobre todo comprendida por sus artistas. Doce propuestas convergen en una mesa comunitaria. La Toma consiste es despojar al Mambo de su viejo abolengo moderno y de sus ínfulas aristocráticas. Los ejercicios plásticos se presentan sin marcos, pues no se trata de presentar objetos sino de encontrarse en la diferencia.  Por ello mismo, las acciones  propician conversaciones abiertas, sin sujetadores, libres de ideologías y ejercicios de poder. Su declaración de princios es la siguiente: igualdad de oportunidades para todas y para todos, para la fauna y la flora.

La investigación, según narra el historiador Jaime Martínez,  localiza alrededor de sesenta colectivos de artistas que trabajan por lo común reprimido o silenciado por las modas internacionales. Evaluadas las propuestas solicitadas, se seleccionan doce, un número cabalístico en nuestra tradición. Se trata de artistas jóvenes fatigados con la retahila categorial, ferial e ideológica del arte contemporáneo. Sin excepción, todos los participantes rescatan prácticas culturales que difícilmente son vistas por la lupa artística, por lo general, dirigida por una mirada miope, torpemente selectiva y aséptica. La Toma del Museo extrañado, olvidado, muestra que la crítica solo es creíble cuando los artistas dejan sus escritorios, se arremangan y se lanzan a pensar lo real, cuando se atreven con audacia a simbolizarlo y a despojarlo de su potencia negadora.

El evento visibiliza unas prácticas sociales que no encajan dentro de los protocolos de las galerías de arte y los museos. Si tenemos en cuenta que se localizan sesenta colectivos de artistas, esto nos indica que el arte está muerto, que hoy no significa nada sin este pensamiento de lo común comunitario dentro  del cual los artistas jóvenes incursionan. Primer logro del evento.  Llama la atención de públicos que fácilmente no van a un museo, mucho menos a un museo de arte. Segundo logro. Las intervenciones y las performance animan a los visitantes y los hacen gozar con la puesta en escena en sus múltiples juegos. Tercer logro. Los artistas de las últimas generaciones responden afirmativamente a la convocatoria. Ninguna propuesta rezuma el rencor desesperado que se evidencia en los críticos del Mambo. En general, la propuesta es un acto de afirmación de aquello de lo cual se hace parte. Cuarto logro. El éxito de la convocatoria muestra que la crisis del Museo de Arte Moderno de Bogotá no es tal. Aquello que está en crisis es la Institución Arte, dispositivo en el cual se encuentran comprometidas las academias de arte, las galerías y los estímulos estatales. Quinto logro. Con la profesionalización de los protocolos de exposición hoy es muy fácil hacer una buena exposición, lo difícil es llevar gente como aquella que vimos durante los tres días de La Toma. Sexto logro. Ojalá la dirección del Mambo y la del Idartes, tomen nota del impacto sensible de esta propuesta en los imaginarios de los artistas jóvenes y en las simbólicas de los ciudadanos, y, consecuéntemente,  sus respectivas gerencias propicien continuar el proyecto para que en 2019 tengamos otra Toma del Museo. Bogotá se merece este tipo de eventos artísticos y culturales, así solo sea una vez al año, así tengamos que padecer cientos de buenas exposiciones sin gente del común, sin gente real.

Se destaca de manera especial la participación de niños y niñas del barrio Egipto lo largo de los tres días. Egipto es uno de los barrios más antiguos y tradicionales de Bogotá, pero también más sacudidos por múltiples problemas sociales. La idea de poner en marcha proyectos artísticos con niños y niñas fue puesta en escena recientemente en la IV Bienal de Bucaramanga, por parte de Jorge Torres Gonzalez. Con este ejercicio en el Mambo comprendemos lo que se hace en Bucaramanga, la importancia de pensar las artes desde la perspectiva lúdica de los niños y las niñas. Los niños juegan, rien, gritan, escriben, pintan, se sorprenden con la fiesta de las artes, con el mundo que crean los artistas con sus imaginarios colectivos. Nos niños nos enseñan a apreciar las artes de maneras inesperadas, nos comenta Hal Foster.

El Validadero Artístico, coordinado por Federico Daza Marín, y el colectivo Derrumbe, organizan un encuentro de Banquitas Modernas. Un juego barrial y popular ejecutado al interior del Museo. Aunque no sé si los artistas involucrados han jugado Banquitas en un barrio popular, formalmente, el ejercicio se ve pensado con cuidado. Es un acierto esta irreverencia popular de insertar los lenguajes de los pitos, los hurras, los pelotazos y las músicas populares dentro de un museo, al cual por lo general, asiste un público formateado por un concepto de arte desactualizado. Hubiera sido deseable invitar a un equipo por fuera del circuito artístico. Los colectivos convocaron a artistas que piensan las artes desde la otra orilla, desde la imaginación libre. Así estas propuestas causen zozobra dentro de la Institución Arte, la respuesta de los jóvenes al evento obliga a repensar muchos de los protocolos académicos y comerciales que rigen la comprensión de un ejercicio artístico. El Validadero Artístico y Derrumbe muestran que la era de la “obra de arte” llega a su fin. En adelante veremos ejercicios artísticos.

Lina NietoHernán PiedraIvan Ayure, entre otros artistas interesados de corazón en las culturas populares, organizan dentro del Mambo una Oficina de Quejas y Reclamos con todos los protocolos de este dispositivo empresarial. Yo saqué mi ficha, esperé mi turno, mire un poco de televisión, cotilleé un poco y finalmente presenté mi queja, con la esperanza de que esta vez la dirección del Mambo me responda. Dentro de ellos, el artista Elkin Giovanni González realizó un performance protesta que no dejó indiferente a nadie: si quieres vender una obra de arte, la mejor estrategia es venderla como obsequio por la compra de una empanada. Así de mal anda la Institución Arte. Insisto: los artistas no pueden lavarse las manos culpando de esta crisis solo al Mambo. Son más los responsables: la academia, el Estado, las galerías comerciales y los Museos.

Un grupo de adolescentes jugaron a sus anchas en una pista para patinetas instalada en una de las Salas del Museo. Esta práctica performática rivaliza exitosamente con las demás acciones. Los deportistas muestran que arte y deporte están relacionados.

Santiago Calderón y otros artistas que trabajan con el Honorable Cartel, realizan un taller de cocina. De tiempo atrás, Calderón muestra un gran interés por el trabajo colectivo y lo aborda con dedicación de tiempo completo. No se trata de cualquier taller el propuesto para La Toma.  Con base en imágenes míticas para la tradición cristiana, desde el 9 de febrero comienzan a pensar la manera de relacionar de manera inédita la comida con el arte. Recurren a la serigrafía para imprimir diseños artísticos sobre comidas materiales y espirituales —obleas y hostias—. Los días viernes 9 y sábado 10 de febrero de 2018, realizan un taller para diseñar la estrategia de la acción que se pone en marcha el día domingo 11, última Jornada de la Toma. Su puesta en escena la preside La Última Cena de Leonardo. Los apóstoles cenan y se hacen preguntaste, finalmente, el culpable no es solo Judas. La última cena en verdad es la primera. Doce son los apóstoles del antiguo orden. Doce son los llamados a este convite. Sin duda alguna, esta experiencia dejará abierta la posibilidad de pensar otro órden estético para Bogotá y Colombia. Ojalá Claudia Hakim aproveche el vigor de esta juventud que aún cree en el Mambo e inteligentemente relaciona las culturas con las artes.

Llamaron especialmente mi atención dos propuestas. En primer lugar, el trabajo del Colectivo Reserva Thomas van der Hammen. Cuentan que le ofrecieron a la Alcaldía Mayor un obsequio de 3.000 árboles nativos de la Sabana para que fueran sembrados en la Reserva. La Alcaldía los rechazó con la arrogancia que la caracteriza. Los árboles fueron llevados al Museo. Para esta ocasión, el artista Edgar Humberto Álvarez modeló dos imágenes y las dispuso una al lado de la otra: la arrogante del empresario Enrique Peñaloza y la alegre del ambientalista Thomas van der Hammen.  En segundo lugar, sorprende el optimismo que rezuma la gráfica del colectivo Survamos, la cual es una elaboración de una investigación acerca de las fracturas que cruzan la sensibilidad de Ciudad Bolívar, ese lugar al cual llegan a dirio miles de mujeres y hombres rotos. Durante la Segunda Jornada, uno de los integrantes del colectivo, resume esta investigación.

Con la Tercera Jornada, el día 11 de febrero se cierra La Toma. Fue el día más concurrido. Se destacó de manera especial el ejercicio del colectivo El Honorable Cartel. Fueron muchos los espontáneos que se acercaron a comer obleas y hostias, fueron muchos los que se atrevieron a relacionar lo sublime con lo terrenal, el Arte de Salón con prácticas tan triviales como comerse una oblea.

 

 

El lapsus calami del Mambo

No se trata de cualquier Museo, es la historia del arte moderno en Colombia. Sin esta historia, el arte contemporáneo se volatiza, queda expuesto como las basuras sin recoger que agobian Bogotá.
 
No es cualquier problema. Es el primer museo de Arte que tuvo Bogotá, no sé con precisión si Colombia (Liliana Cortes Garzón). Hoy hay dos más, el del Banco de la República y el del Minuto de Dios. Y paramos de contar.
 
Es cierto. Los espacios del arte colombiano son de elites y para elites, ideologizados y mal administrados, pero a través de ellos vemos cómo se piensa con imágenes en otros lugares diferentes a la Parroquia colonizada y recolonizada una y otra vez (Pedro Pablo Gómez Moreno).
 
En sesenta años, tres museos que llevan el nombre de Arte: un balance muy pobre para la ciudad capital y para el país. Hay ciudades importantes que ni siquiera tienen un Museo, el de Barranquilla se quedó en obra negra (Dylan Altamiranda, Osvaldo Cantillo, Roberto Rodriguez Osorio, Lenin Morón, Eduardo Rafael Berdugo Cuentas); el de Bucaramanga no tiene mucho qué decir o mostrar (Jorge Torres Gonzalez); el de Medellín no muestra la ciudad sintiente (Sol Astrid Giraldo Escobar, Julian Zapata Rincon, Teresita Rivera Ceballos); del de Cali poco sabemos en Bogotá, (Alejandro Martín Maldonado, Carlos Hoyos Bucheli, Alejandra Díaz Guzmán); el de Cartagena agobiado por la estética del espectáculo (Muriel Angulo, Rafael Escallón, Alexa Cuesta Flórez, Dayro Carrasquilla T); el de Pereira, no sabemos, quién sabe (Oscar Salamanca).
 
Si finalmente termina por caerse el Museo de Arte Moderno de Bogotá, esta empresa privada como hoy la recuerda Ricardo Arcos-Palma, pues no nos quepa la menor duda: su caida precarizará mucho más las condiciones para producir imágenes de hoy para las mujeres y hombres de hoy, el tipo de pensamiento que requiere toda persona, generación o época para no desaparecer.
 
Los ejercicios que tendrán lugar este fin de semana en el Mambo, son una prueba de fuego para la nueva administración del Mambo (Jaime Pulido). Veremos una generación poco vista en espacios como este (Hernán Piedra, Lina Nieto). Censurar alguno de estos ejercicios, será la lápida del Museo con epitafio incluido.
 
La imagen artística no sólo habla de hoy. Principalmente habla al futuro.