Por: Jorge Peñuela
Fecha: febrero 11, 2018
La Toma del Museo, el mundanal ruido llega al Mambo
Primera Jornada: más arte más acción. Artes más reales, más sentidas, realizadas sin la afección intelectual que ostentan algunos artistas contemporáneos. Los visitantes al evento se encuentran con artistas sin fronteras. Los promotores muestran que en Bogotá todas y todos podemos ser artistas si contamos con el apoyo de espacios especializados. El modelo de trabajo in situ muestra fatiga. Sus días están contados. Los artistas jóvenes quiren regresar al Museo, a ese espacio en que nunca estuvieron. El espacio que se extraña y se olvida de sí mismo se activa con las ideas de cientos de artistas que habitan Bogotá.
En La Toma del Mambo las artes salen al encuentro de gente que aún quiere ser sorprendida, pero sobre todo comprendida por sus artistas. Doce propuestas convergen en una mesa comunitaria. La Toma consiste es despojar al Mambo de su viejo abolengo moderno y de sus ínfulas aristocráticas. Los ejercicios plásticos se presentan sin marcos, pues no se trata de presentar objetos sino de encontrarse en la diferencia. Por ello mismo, las acciones propician conversaciones abiertas, sin sujetadores, libres de ideologías y ejercicios de poder. Su declaración de princios es la siguiente: igualdad de oportunidades para todas y para todos, para la fauna y la flora.
La investigación, según narra el historiador Jaime Martínez, localiza alrededor de sesenta colectivos de artistas que trabajan por lo común reprimido o silenciado por las modas internacionales. Evaluadas las propuestas solicitadas, se seleccionan doce, un número cabalístico en nuestra tradición. Se trata de artistas jóvenes fatigados con la retahila categorial, ferial e ideológica del arte contemporáneo. Sin excepción, todos los participantes rescatan prácticas culturales que difícilmente son vistas por la lupa artística, por lo general, dirigida por una mirada miope, torpemente selectiva y aséptica. La Toma del Museo extrañado, olvidado, muestra que la crítica solo es creíble cuando los artistas dejan sus escritorios, se arremangan y se lanzan a pensar lo real, cuando se atreven con audacia a simbolizarlo y a despojarlo de su potencia negadora.
El evento visibiliza unas prácticas sociales que no encajan dentro de los protocolos de las galerías de arte y los museos. Si tenemos en cuenta que se localizan sesenta colectivos de artistas, esto nos indica que el arte está muerto, que hoy no significa nada sin este pensamiento de lo común comunitario dentro del cual los artistas jóvenes incursionan. Primer logro del evento. Llama la atención de públicos que fácilmente no van a un museo, mucho menos a un museo de arte. Segundo logro. Las intervenciones y las performance animan a los visitantes y los hacen gozar con la puesta en escena en sus múltiples juegos. Tercer logro. Los artistas de las últimas generaciones responden afirmativamente a la convocatoria. Ninguna propuesta rezuma el rencor desesperado que se evidencia en los críticos del Mambo. En general, la propuesta es un acto de afirmación de aquello de lo cual se hace parte. Cuarto logro. El éxito de la convocatoria muestra que la crisis del Museo de Arte Moderno de Bogotá no es tal. Aquello que está en crisis es la Institución Arte, dispositivo en el cual se encuentran comprometidas las academias de arte, las galerías y los estímulos estatales. Quinto logro. Con la profesionalización de los protocolos de exposición hoy es muy fácil hacer una buena exposición, lo difícil es llevar gente como aquella que vimos durante los tres días de La Toma. Sexto logro. Ojalá la dirección del Mambo y la del Idartes, tomen nota del impacto sensible de esta propuesta en los imaginarios de los artistas jóvenes y en las simbólicas de los ciudadanos, y, consecuéntemente, sus respectivas gerencias propicien continuar el proyecto para que en 2019 tengamos otra Toma del Museo. Bogotá se merece este tipo de eventos artísticos y culturales, así solo sea una vez al año, así tengamos que padecer cientos de buenas exposiciones sin gente del común, sin gente real.
Se destaca de manera especial la participación de niños y niñas del barrio Egipto lo largo de los tres días. Egipto es uno de los barrios más antiguos y tradicionales de Bogotá, pero también más sacudidos por múltiples problemas sociales. La idea de poner en marcha proyectos artísticos con niños y niñas fue puesta en escena recientemente en la IV Bienal de Bucaramanga, por parte de Jorge Torres Gonzalez. Con este ejercicio en el Mambo comprendemos lo que se hace en Bucaramanga, la importancia de pensar las artes desde la perspectiva lúdica de los niños y las niñas. Los niños juegan, rien, gritan, escriben, pintan, se sorprenden con la fiesta de las artes, con el mundo que crean los artistas con sus imaginarios colectivos. Nos niños nos enseñan a apreciar las artes de maneras inesperadas, nos comenta Hal Foster.
El Validadero Artístico, coordinado por Federico Daza Marín, y el colectivo Derrumbe, organizan un encuentro de Banquitas Modernas. Un juego barrial y popular ejecutado al interior del Museo. Aunque no sé si los artistas involucrados han jugado Banquitas en un barrio popular, formalmente, el ejercicio se ve pensado con cuidado. Es un acierto esta irreverencia popular de insertar los lenguajes de los pitos, los hurras, los pelotazos y las músicas populares dentro de un museo, al cual por lo general, asiste un público formateado por un concepto de arte desactualizado. Hubiera sido deseable invitar a un equipo por fuera del circuito artístico. Los colectivos convocaron a artistas que piensan las artes desde la otra orilla, desde la imaginación libre. Así estas propuestas causen zozobra dentro de la Institución Arte, la respuesta de los jóvenes al evento obliga a repensar muchos de los protocolos académicos y comerciales que rigen la comprensión de un ejercicio artístico. El Validadero Artístico y Derrumbe muestran que la era de la “obra de arte” llega a su fin. En adelante veremos ejercicios artísticos.
Lina Nieto, Hernán Piedra, Ivan Ayure, entre otros artistas interesados de corazón en las culturas populares, organizan dentro del Mambo una Oficina de Quejas y Reclamos con todos los protocolos de este dispositivo empresarial. Yo saqué mi ficha, esperé mi turno, mire un poco de televisión, cotilleé un poco y finalmente presenté mi queja, con la esperanza de que esta vez la dirección del Mambo me responda. Dentro de ellos, el artista Elkin Giovanni González realizó un performance protesta que no dejó indiferente a nadie: si quieres vender una obra de arte, la mejor estrategia es venderla como obsequio por la compra de una empanada. Así de mal anda la Institución Arte. Insisto: los artistas no pueden lavarse las manos culpando de esta crisis solo al Mambo. Son más los responsables: la academia, el Estado, las galerías comerciales y los Museos.
Un grupo de adolescentes jugaron a sus anchas en una pista para patinetas instalada en una de las Salas del Museo. Esta práctica performática rivaliza exitosamente con las demás acciones. Los deportistas muestran que arte y deporte están relacionados.
Santiago Calderón y otros artistas que trabajan con el Honorable Cartel, realizan un taller de cocina. De tiempo atrás, Calderón muestra un gran interés por el trabajo colectivo y lo aborda con dedicación de tiempo completo. No se trata de cualquier taller el propuesto para La Toma. Con base en imágenes míticas para la tradición cristiana, desde el 9 de febrero comienzan a pensar la manera de relacionar de manera inédita la comida con el arte. Recurren a la serigrafía para imprimir diseños artísticos sobre comidas materiales y espirituales —obleas y hostias—. Los días viernes 9 y sábado 10 de febrero de 2018, realizan un taller para diseñar la estrategia de la acción que se pone en marcha el día domingo 11, última Jornada de la Toma. Su puesta en escena la preside La Última Cena de Leonardo. Los apóstoles cenan y se hacen preguntaste, finalmente, el culpable no es solo Judas. La última cena en verdad es la primera. Doce son los apóstoles del antiguo orden. Doce son los llamados a este convite. Sin duda alguna, esta experiencia dejará abierta la posibilidad de pensar otro órden estético para Bogotá y Colombia. Ojalá Claudia Hakim aproveche el vigor de esta juventud que aún cree en el Mambo e inteligentemente relaciona las culturas con las artes.
Llamaron especialmente mi atención dos propuestas. En primer lugar, el trabajo del Colectivo Reserva Thomas van der Hammen. Cuentan que le ofrecieron a la Alcaldía Mayor un obsequio de 3.000 árboles nativos de la Sabana para que fueran sembrados en la Reserva. La Alcaldía los rechazó con la arrogancia que la caracteriza. Los árboles fueron llevados al Museo. Para esta ocasión, el artista Edgar Humberto Álvarez modeló dos imágenes y las dispuso una al lado de la otra: la arrogante del empresario Enrique Peñaloza y la alegre del ambientalista Thomas van der Hammen. En segundo lugar, sorprende el optimismo que rezuma la gráfica del colectivo Survamos, la cual es una elaboración de una investigación acerca de las fracturas que cruzan la sensibilidad de Ciudad Bolívar, ese lugar al cual llegan a dirio miles de mujeres y hombres rotos. Durante la Segunda Jornada, uno de los integrantes del colectivo, resume esta investigación.
Con la Tercera Jornada, el día 11 de febrero se cierra La Toma. Fue el día más concurrido. Se destacó de manera especial el ejercicio del colectivo El Honorable Cartel. Fueron muchos los espontáneos que se acercaron a comer obleas y hostias, fueron muchos los que se atrevieron a relacionar lo sublime con lo terrenal, el Arte de Salón con prácticas tan triviales como comerse una oblea.