Manifiesto por una carta de Derechos de Artista

Por los D.A. (derechos de artista). Que la memoria de la conquista de toda suerte de libertades se renueve y permita que entremos a emitir en esta era, el discurso en que humanidad deje de ser un tema fraccionado de los derechos.

Un día de guerra puede echar hacia atrás cinco y más años de conquista de un orden más justo, debemos encauzar lo que nos corresponde a la luz de nuestra voz y en ella expresar toda suerte de ajustes: somos nosotros quienes vivimos desde nuestra piel, desde nuestro cuerpo las carencias, las inconsistencias y toda suerte de injusticias por pertenecer a un oficio que por su carácter hermético y sacro es en su mayoría “no verbal” ..pero la complicidad que podemos mantener al no pronunciar aquello con lo que no estamos de acuerdo, hace que permitamos a otros el espacio de renacimiento que nos corresponde, a esa complicidad la dejamos que se convierta poco a poco en un delito del que seguiríamos siendo sus víctimas.

Hemos vivido pensando que los otros, esos otros que nos administran van a poder ejercer justicia sobre nuestra causa, esa de guardar celosamente un tipo de sensibilidad para que otro lenguaje no la contamine. Pero no es posible que conozcan nuestros órdenes aquellos que no los han vivido y que tampoco lo padecen. Nuestro silencio también un poco displicente ante un circulo de valores, de superficie, nuestro silencio puede caer ahora en ser otro producto de etiqueta y número de producción. Este por no considerar su valor invendible es después del festín “del número” el último en escucharse, somos ese articulo de “lujo” que sostiene con todo tipo de sacrificio, el deseo de otro por poseerlo.

Cuando no hay comunicación, todas las palabras y lenguajes no podrán establecer el ritmo del toma y da sino existe en el receptor la voluntad. Hemos soportado, una voluntad que ignora que no somos la cola de una estructura sino parte de un engranaje. Tenemos entonces que desde nuestra imaginación, verbal o no, transformar y poner de manifiesto todas aquellas formas que insisten en hacernos desaparecer. Difícilmente donde el dinero es el único medio de intercambio de valores, los verdaderos…los intangibles no tienen cabida. Este intercambio que no nos corresponde, no alcanza a medir el instante o el tiempo que transcurre entre una idea y su ejecución, no mide en cuántos tonos ve el color quien lo va a aplicar sobre una superficie, o si su un niño es capaz de imitar a un artista o al contrario, no se mide el por qué ese hombre o mujer de cincuenta o treinta años, insiste en comunicarse con el alma de ese niño. Es el, sin embargo quien resiste…quien puede medir entonces las horas de silencio que se necesitan para hacer emerger de lo invisible ese algo que llega ha ser plástica.

Hay en un sistema religioso modos para entender y aceptar el mundo del espíritu, pero para el arista plástico, acaso existe justificación de su ser, aunque como Yves Klein te haga sentir la esencia del vacío…y te dicen: ¿por qué no se dedica a otra cosa?….¿Y por qué tiene que dedicarse a otra cosa? Al panadero, no le pides que haga zapatos y al médico no le pides que cambie de oficio para que haga las veces de abogado.

Cuando los derechos son incipientes significa que soportar una dosis de ignorancia combinada con engaño, mentiras, tretas, explotación, abuso; son la orden del día. Todo porque no se ha descubierto científicamente el dispositivo para mudar la posibilidad de crear de una mente a otra, todo porque si alguien es capaz de transmitir ya no vale hasta que no podemos ser posesos del mismo mensaje. Todo porque el autor no lo puedes reproducir en serie, todo porque cada uno de nosotros es único en su especie.

Existe un tipo de sevicia, de crueldad soterrada como la de un antropólogo que no ha resuelto el origen de la especie y pregunta al primitivo… “de dónde viene” y este le responde de “la tierra”. Mientras que nosotros sentimos más orgullo de tener nuestros orígenes en las estrellas. Así, al lado del mercado donde todo tiene un precio, nosotros debemos pasar todos los exámenes para llegar a justificar el por qué hemos llegado al planeta. Habrá antes que diseccionarnos, para entender el porqué alguien insiste en seguir en su oficio, pero no vamos a esperar más que intenten cambiarnos el norte o el sur si esa es nuestra dirección.

Con esto indefinible tendrían que “integrarnos…en órdenes que van desde un tipo de religión hasta un tipo de mal que después de pasar por el psicólogo, lindaría en la psiquiatría.

Nuestro oficio es y seguirá siendo multiforme e intangible, nuestro oficio es profesión, disciplina y no sólo un instrumento más para llenar el vacío de una terapia de turno. El habitar lo transpersonal no obliga a obedecer a la norma, al contrario somos la excepción. Rodeados en cambio de normas caducas y algunas otras inexistentes, tendríamos entonces nosotros que abrir ese espacio para hacer valer y encontrar formas más justas de habitar, de habitarnos, de participar, de ejercer nuestro oficio con dignidad, de reescribir nuestros derechos. Tenemos un mensaje, tenemos una misión en libertad e independencia!. Libertad e independencia que para nosotros no son valores de la política de turno, sino un renunciar a lo que a ellas no pertenece.

Convoco entonces a todos los creadores y artistas que sientan que están “vivos” para que la sociedad vuelva a respirar y admita y acepte que en la edificación del espíritu está la semilla de una realidad más sólida y perfecta…, a asumir nuestro rol de guías y maestros. Convoco y llamo a todos los artistas de este país a que nos unamos en la redacción de un Manifiesto que defienda nuestros derechos. Que la hechura de esta redacción venga de nosotros mismos. Una gran convención nacional, en la que se unan organizaciones, artistas independientes, educadores, la voz de cada uno, el voto de cada uno. Que el final de los tiempos sea el renacimiento del espíritu. Estamos aquí artistas del mundo para abrir esta era de espiritualidad en el sitio que nos corresponde como guardianes de un alma creadora a la que debemos el tributo de estar vivos.

Magali Reales

Por favor, firmar Petición Aquí:

El Artista y el Derecho de representación. ¿Cómo remunerar una exposición?

Dentro de un inquietante debate sobre los derechos de los artistas, encontré este artículo que resume las inquietudes de un colectivo y la simpatía de otros cuantos del mismo género. El material desde la red, me  lo envía uno de nuestros compañeros de la Maison des Artistes, es actual, pero este en particular solo sirve para preguntarnos a nosotros cómo estamos llevando el asunto desde nuestros lugares de residencia. La discusión sigue en pie, es mundial y está generando cambios en la manera de vernos frente a las Galerías de Arte y frente a otros especialistas entre ellos dealers y marchands. Los colectivos de artistas se autogestionan y como otros gremios somos quienes conocemos mejor nuestra labor y lo que vale el esfuerzo del oficio, por ello mismo, queremos poner otras reglas en juego.  El debate sigue abierto, siguen en la discusión temas como los derechos de consecución, los derechos de difusión (impresión y uso del material visual en bibliotecas entre otras) y los derechos de publicación, entre otros. El caso que aquí se discute sobre los derechos de exposición, es un tema bastante traspapelado, del que se tienen contadas referencias, asimismo, los derechos de representación mejor negociados.

También quiero precisar un asunto, cuando se habla de derechos no se trata de poner en el tinglado la prohibición y privatización del acceso al conocimiento, las imágenes y los contenidos. La cuestión sería el cómo esos tiempos empleados en el ejercicio de la creación, pueden ser ganancia y sustento del artista, pueden tener  salidas diferentes a cumplir con los requisitos de una beca, de un estímulo, de una convocatoria, recursos que siguen siendo limitados y escasos. Sería entonces suficiente llevar adelante un proyecto, de la misma manera como le es validado a un científico, que viene de una necesidad personal y de dejar de rendir cuentas a otras instituciones que se lucran sin condiciones, aunque nosotros no seamos los beneficiados. Los derechos de la exposición, serían una vía donde el trabajo gozaría de una siempre necesaria libertad.

Aquí  les dejo entonces la inquietud que se sigue ventilando,  y probablemente entre muchos podamos opinar sobre esta condición, que bien parece ser no solo de los artistas nacionales sino una medida compartida con los artistas visuales y plásticos en todo el mundo.

Magali Reales

¿ Por qué y cómo remunerar una exposición?

Colectivo para la Aplicación de los Derechos de Representación

El Artista y el  Derecho de representación.

Se volvió tan corriente en los oficios del arte el no remunerar a los artistas / autores para exposiciones, que es indispensable recordarla, cuando esta remuneración se debe prever para la seguridad social de los artistas, para quienes tienen esta actividad como su única entrada.

Traemos un ejemplo de cómo la organización de jóvenes autores e ilustradores en Francia, establecen cada año baremos para ser tenidos en cuenta en las intervenciones y las exposiciones de los autores asociados. De hecho, los autores se encuentran con el mismo género de dificultades que otro artista ya sea artista plástico, visual, conceptual, fotógrafo o intermitente.

¿ Por qué remunerar una exposición?

— La primera finalidad del trabajo de un artista, es encontrar visibilidad, comunicar. Ya hace algún tiempo se tiene por costumbre, visitar las exposiciones como si fueran tiendas de arte. El producto del arte no siempre el artista lo quiere vender.  Vender es una fórmula usada para remunerarse y en muchos casos es el mercado quién lo impone para que le resulte como una manera de vivir del arte. Si bien la venta es la norma, esta modalidad se ha convertido en paso obligado para vivir del arte.

Pero esto plantea varios problemas. El artista puede no tener ganas de separarse de una obra. El fin de la exposición es encontrar a un público, ser visto, permitirle al artista encontrar una vía comunicante, la posibilidad de respirar…. Un dibujo, un lienzo, una plancha de grabado o la fotografía, vendidos, pueden no tener una mayor existencia si no hay nadie para mirarlos.

Si una obra es vendida en su primera exposición, la vida de la obra es limitada y no la aprovecharía más que a su comprador.

— La exposición (fuera de las galerías y museos) valoriza el sitio que le acoge, cuando la muestra se hace en  restaurantes,  mediatecas, las salas de conciertos, o se realiza una intervención en la calle, espacio en un colectivo de profesionales etc., la sola participación atrae a un público y hace vivir, mirar el lugar de forma diferente. Y es usual que el artista o el autor debería contentarse con promesas de algún tipo de publicidad en lugar de una remuneración (lo dicho como muletilla “así te das a conocer! “). En ningún momento se discute la ventaja que recibe el lugar de la exposición, que gozaría de la promoción alrededor del acontecimiento, y de la red del autor.

Comprobamos entonces cómo le resulta más complejo a un autor vivir de su arte si no desea vender su producción. Uno de sus medios de hacer valer esta posibilidad de remuneración, es apoyándose en el derecho de representación (artículo L 122-2 del código de la propiedad intelectual), bastante olvidado.

Remunerar una exposición significa el reconocimiento del trabajo efectuado por el artista, su valor intrínseco, precedido de su valor comercial.

El hecho de no remunerar una exposición podría perjudicar el proceso y la evolución de un interesante trabajo. La producción aunque no sea de momento vendible, podría ser reconocida por participar a un público de un bien que le es cercano. No sería buena estrategia cambiar de forma y contenido un proceso para que este pueda adaptarse a una venta. Podríamos evitar tal vez el que la obra ganará un solo comprador y se haga para el caso un objeto decorativo para un pequeño círculo, debilitando así su verdadero sentido y limitando el objeto de conocimiento que suscita.

Ver en las exposiciones sólo el lado vendedor de la obra es olvidar todo el placer que aporta por su simple  existencia, o la reflexión que provoca. Podemos apreciar una obra, sin tener ganas por eso o los medios de comprarlo, y es hacer del arte un dominio reducido, accesible a un pequeño círculo como ya lo habíamos mencionado.

Es tan importante anotar cómo el trabajo de un artista es una labor que implica una búsqueda y su producto sólo se da con tiempo. Los procesos para acabar una obra pueden ser largos, se necesita de períodos de reflexión, muchos bosquejos, contar con las pruebas, los ensayos y los errores,  hasta que por fin logramos un resultado. Si este proceso es a menudo invisible para el público, es importante tomarlo en consideración. Una obra no nace de súbito, el artista debió trabajar bastante para llegar al resultado final. La forma de hacer de estas cosas no se tiene en cuenta y se  olvida a menudo cuando se exhibe la obra, sólo es un objeto de consumo.

Para establecer un paralelo bastante justo, parece normal remunerar un grupo para una realización escénica, para un concierto. A los músicos, por ejemplo, no se les se exige vender sus discos para remunerarse. El disco y el concierto son dos cosas muy distintas, y lo mismo ocurre con el trabajo del arte al que nos estamos refiriendo.

¿ A qué corresponden los derechos de representación?

Corresponden al derecho cedido por el artista para la exposición de sus obras y un período dado, en un contrato firmado por ambas partes (teniendo en cuenta la descripción de las obras y el número de éstas, ver “cómo fijar el importe del derecho de representación “).

Estos derechos no cubren el transporte de las obras, el marco, una rotura o pérdida de la obra, la promoción de la exposición, el desplazamiento eventual del artista, el seguro de la exposición que debe encargarse por parte del lugar que expone o el organizador (*)

Estos derechos de representación darían pie a contemplar otros derechos, particularmente el de la reproducción, aparte de la promoción y difusión del evento desde luego.

(*) un seguro es indispensable para toda exposición, para un casos de robo o de degradación de las obras para los cuales el artista debe obtener una indemnización.

Concerniente a la forma de presentar los trabajos, un artista no está obligado a enmarcar sus trabajos, el organizador, si es necesario, podría abastecer los acabados necesarios de llegar el caso que se presenten dibujos, grabados que necesiten un marco o un acabado especial.

Transporte de las obras: el transporte debe ser cubierto en caso que el artista no pueda cubrir por sí mismo este gasto. Si el artista no puede estar presente en la exposición, esto puede ir por escrito en el contrato y será obligatoriamente respetado.

¿ Cómo fijar el importe del derecho de representación?

Con el fin de poder adaptar este derecho a todas las situaciones posibles, se podría establecer una tabla con arreglo al número de piezas, teniendo en cuenta su talla y el número de días de exposición: si la muestra es corta o larga, si el contenido y naturaleza de las piezas tienen especificidades, todo entraría a formar parte de la valoración. Por otro lado, estas informaciones son necesarias en el lugar de exposición para asegurar las obras.

La tarifa de exposición como un derecho podría aplicarse a una muestra teniendo en cuenta por ejemplo la talla y la naturaleza de las piezas entre otros detalles, un artista que trabaja en grandes formatos no puede ocupar mucho espacio y mostrar tantos como uno quien trabaja en pequeño formato, la elección del formato no debería ser tampoco cuestionada. Un artista en cambio que trabaja con lo intangible no puede basarse en el tamaño de su trabajo para determinar la tarifa.

La tarifa de los trabajos es variable, pero solo el artista puede fijarlos y si lo considera tomará en cuenta y negociará los valores con el organizador del evento

Al ser negociado el derecho a la exposición con el organizador se contemplaría por ejemplo, la duración de tres meses para una individual y un número de piezas considerables,  un valor pactado de la misma sería diferente si en cambio es una muestra de dos días con un número limitado de trabajos. Sin embargo, el mismo valor se pacta para la misma exposición sea esta de corta o larga  duración. Sin importar el tiempo, el pago por el derecho equivaldría al mismo,  sin tener en cuenta el número de piezas y su naturaleza. Estaría bien precisar, prever una tarifa general, con el fin de que las exposiciones muy cortas se les puedan reconocer su derecho. Sea grande o pequeña la muestra, podrá tener un valor a ser pactado.

Podría calcularse una remuneración para una muestra de un solo día, llegado el caso. Para una performance o la muestra de un trabajo cualquiera que pueda ser considerado por el autor, el reconocimiento serían unos 50 euros al autor.

Estas cifras se fijaron desde el salario mínimo interprofesional, se calcula también una remuneración que iría por debajo de la tasa horaria (9,22€) útil para apoyar a los artistas a sus pagos y sus gastos de otras cuotas.

Fuente AQUÍ.

 

 

 

 

 

Magali_Reales

Así va el Premio Luis Caballero

La Convocatoria del IX Premio Luis Caballero, muestra la crisis, al parecer irreversible, de este importante estímulo estatal. Si los artistas mantienen su aislamiento estético, lo peor está por venir, no solo para este estímulo. Principalmente, el campo del arte colombiano padecerá  a distancia sus efectos.

El premio Luis Caballero  cumple veinte años y no logra su mayoría de edad. Más grave aún es que los artistas “deban” callar porque no les conviene enemistarse con el Idartes ni con Mincultura. Alberto Baraya habló acerca de la censura que padeció su propuesta en la pasada versión, y la Quinta de Bolívar salió del listado de los espacios “sugeridos” a los artistas. Por otra parte, el Monumento de Los Héroes —inicialmente propuesto para ser sede de la Galería Santa Fe y el más adecuado de todos los espacios para constituirse en sede del Premio— tampoco va en esta oportunidad.

Poco a poco el fantasma del Premio Luis Caballero se fuga hacia las redes sociales. Los espacios inicialmente considerados como sede temporal de este estímulo, se suplen con espacios universitarios que no están en la dimensión conceptual del Luis Caballero. Aunque la ausencia de público abierto que padece el Premio, se puede subsanar con el público universitario, las propuestas se puede disipar o volatilizar  aún más el Premio, por no decir encriptar.

Por otro lado, la creación de la categoría Proyectos Curatoriales  e implementada para la novena versión, deja muchas dudas. Sin duda es oportuna, pero no se le establecieron límites. La prioridad deben seguir siendo las propuestas directas de los artistas. Aún es hora de que se restrinja el número de las curadurías elegibles. Con una es suficiente para que a futuro esta modalidad no termine por ningunear a los artistas.

No sé si aún Julián Serna sigue siendo el albacea de la Galería Santa Fe, pero, a pesar de su competencia, falta más acción, gestión y reflexión al respecto. Por supuesto, estas improvisaciones espaciales deben estar condicionadas por el desinterés artístico de la actual administración, que no tiene ningún interés en el arte. Por otro lado, la señora Bertha Quintero, sobreviviente de las pasadas administraciones y subdirectora de las artes del Idartes, tampoco responde por los intereses del campo de las artes, ni por los compromisos que asumió con la sentencia aplicada a la antigua Galerìa Santa Fe.

Imagen: Alberto Baraya, Ornitología Bolivariana. La fábula de los pájaros. VIII Premio Luis Caballero.

Fotografía: Liberatorio Arte Contemporáneo.

Ana Isabel Díez: pajaritos de oro

En Antioquía, la expresión pajaritos de oro tiene el sentido de aquello que en Bogotá se capta con la expresión “le pintaron pajaritos en el aire”. Estas dos figuras de la cultura popular reflejan las artimañas de las cuales se vale la tradición colombiana para suavizar la violencia de la cultura machista sobre los cuerpos de las mujeres. Ana Isabel Díez piensa estás violencias y las elabora con los recursos de las artes, herramientas expresivas que la artista usa con esmero, destreza, perspicacia y respeto. Una vez más, Díez deja claro que es una artista cuyo talento clama por una escritura crítica, que tiene solvencia imaginativa aunada a destrezas técnicas, unas prácticas que hoy en día son poco cultivadas por los artistas debido a que no son apreciadas en los espacios oficiales de vanguardia. Sin embargo, las imposturas argumentativas en boga no hacen mella en la voluntad de arte de Diéz, tampoco en su vocación de imaginar y ficcionar realidades otras de sentido. Sin decirlo de manera expresa, la artista sabe que la imaginación artística iguala y libera, y que el argumento discursivo somete y humilla. Esta es la diferencia entre modernidad y posmodernidad, entre arte de verdad libre y la verdad de segundo orden, propia del mercado, del espectáculo de feria.

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Con la exposición Pajaritos de oro, Díez continúa con aquellos ejercicios de libertad que fueron traslapados entre la simbólica contrarreformista incrustada en el Museo Santa Clara de Bogotá, durante su propuesta para VIII Premio Luis Caballero.   Pajaritos de oro va más lejos. Mediante el despliegue libre de su imaginación, la artista se aleja de los cantos de sirena de la actualdiad para estar más cerca de sí misma y de la realidad que en verdad le inquieta. Y acierta, pues, la cercanía con frecuencia aleja al artista de su realidad más sentida. A pesar de que en En-bola-Atados —la propuesta para El Caballero—, Díez se pone en los zapatos de las mujeres violentadas por las guerras colombianas, sus acciones no logran que el espectador vea estas violencias a pesar de que la artista se las pone ante los ojos. Así de ciega es la época actual.

Pajaritos de oro logra finalmente aquello que Díez se propone en En-bola-Atados. Al imposibilitársele la oportunidad de hablar con las mujeres objeto de tráfico sexual internacional, debe cambiar sus estrategias creativas. ¡Incidente feliz! Atrapada en esta coyuntura ética, Díez recurre a su imaginación y le confía sus ideas. Recoge fotografías de mujeres violentadas, pasaportes de mujeres y visas de varios países. Con estos datos, se imagina la red del tráfico de mujeres, el negocio ilícito que proporciona más estiércol dorado después del tráfico de drogas y del tráfico de armas. La artista inventa hojas de pasaportes, dibuja retratos de visas y recrea sellos de entrada y salida de los países que configuran la red del tráfico de cuerpos de mujeres, el más infame de los tráficos.

Pajaritos de oro está compuesta de cuatro ejercicios: un bello conjunto de dibujos de pasaportes, una instalación no muy afortunada de cerámicas de pajaritos dorados, unos cuadros en formato pequeño en los cuales la artista entreteje la imagen de la La Pola del billete de $10.000 con la imagen de George Washington del billete de un dólar, y, finalmente, un libro de artista pequeño en el cual con frases gnómicas se recuentan  las cualidades de las aves en analogía con las virtudes de las mujeres.

Por los puntos rojos que señalan el interés de los espectadores en las obras de Díez, al parecer las cerámicas son las que más llaman la atención de los coleccionistas. Una vez más, el dorado cumple su función de descrestar al señor burgués. A mi manera de ver, el aspecto más importante de la muestra lo constituyen los delicados dibujos de pasaportes y dentro de ellos los preciosos retratos de mujeres que requieren una palabra amable pero sincera que limpie las heridas de la guerra.   Dentro de estos retratos en miniatura está un retrato de la misma artista. Díez logra su objetivo: exponerse en los zapatos de las mujeres violentadas. En esta oportunidad, su imaginación juega en su favor, así la serie de miniaturas pasen desapercibidas para el espectador, individuos sedientos de formatos ostentosos, de cuadros semáforo, como Marta Traba los llamaba.

La exposición puede apreciarse en la Galería Alonso Garcés hasta el 18 de junio de 2016.