Abel Azcona: cuando el performance se hace piel

Abel Azcona es un artista cuya obra no pasa desapercibida y se mueve permanentemente por el mundo. A sus 27 años ha recorrido Japón, New York, Houston, diferentes países latinoamericanos y de Europa, en España se le ha visto en Soria, Valladolid, Bilbao, Madrid, Tarragona, Alicante o Barcelona, entre otras ciudades.

En su obra performática el espectador, algunas veces cliente, deja de ser un observador e interviene al verse confrontado con la situación estética, quizás fascinado por la imagen, quizás identificado con la situación y de manera activa como el artista co-construye la obra y ésta se hace vida. Azcona cree en el poder purificador, catártico e introspectivo del arte, especialmente del performance, sobre todo, a la hora de comprender y soportar su propia historia.

El diálogo que aquí se presenta se sostuvo el 9 de mayo durante la masterclass que el artista realizó en el Museo de Arte Contemporáneo de Alicante. El audio lo he dejado reposar y con él también reposaron mis emociones. Tenía temor de entrar en el amarillismo con que los medios suelen tratar su obra y su ser; este texto lo he releído una y otra vez y estoy seguro de haber sabido contar la historia sin adentrarme en los intríngulis morbosos que pueden emerger ante una obra controversial en sí misma y la generosidad de un hombre y un cuerpo que inspiran ternura e incluso deseo.

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¿Por qué usted no es un performer?

Porque en muchas obras lo que está ahí no soy yo. Lo que se ha generado puede basarse en un trabajo performativo pero lo que hay en mi obra es vídeo, fotografía, escultura, instalación… bueno y también performance art, lo mismo son trabajos interdisciplinares y entonces la palabra ‘performance’ queda un poco corta.

El concepto de performance en la teoría queer se basa en la idea de alguien que se aproxima a la cuestión de la identidad desde una posición antiesencialista; alguien que niega tanto el carácter natural de la identidad como el carácter fijo y estable, experiencia un performance; es decir, una experiencia que es una construcción social que debe entenderse como parte de un proceso abierto y cambiante, siempre sensible a transformaciones y redefiniciones del cuerpo, de la sexualidad, el sexo y el género ¿Ese perfomance de lo queer es el mismo performace art del que usted me habla?

Tenemos que diferenciar lo que es o no un performace. El problema es que la palabra significa actuación y entonces se cree que toda actuación extraña es un performance, tampoco es teatro… se parece tanto al teatro como una zanahoria a un rascacielos. El performance art no es el performance de la teoría queer. Cuando hablamos de travestismo o de la parodia de género de una drag queen hay una relación de ambas con el potencial subversivo de la parodia, este performance es una forma de teatro… se ha puesto de moda la palabra y se utiliza para todo. Las dos tienen de común, probablemente, la corporalidad. El performance art tiene unas condiciones y formas específicas, se crea por algo, se basa en una realidad. El performance art nunca deriva hacia el teatro.

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Performance y persona tienen un origen común, el hecho de hacerse, de sonar a través de… ¿Qué es lo que convierte un performance en un performance art?

Se convierte en una obra artística en el momento en que es compartido y mostrado, en que se construye conocimiento y es una exploración interna. No necesariamente debe haber público, yo por ejemplo lo hago solo en el campo, sin fotografía… bueno en un museo, en una galería evidentemente se muestra más.

¿Usted espera que de toda experiencia performativa que produce le quede una construcción teórica?

Bueno sí, una construcción o una deconstrucción teórica, porque una destrucción también es interesante. Hay artistas que trabajan el dolor en una forma extrema y eso les destruye psicológica y físicamente. Ésta es una disciplina transformadora, no sólo para el artista sino también para el espectador, un alto porcentaje de la gente que experimenta un performance en una galería se acordará de él toda la vida; en cambio, tú ves una pintura e igual la olvidas, el performance art tiene una conexión magnética corporal con el público que es mucho mayor, tiene muchas más respuestas, mucha más inmediatez… ahora lo inmediato es lo que nos interesa. Es visceral, es del momento, da respuestas inmediatas. El público es parte del performance, todo lo que sucede en el espacio, cuerpo y tiempo nos sucede a ambos

¿El performance entonces establece vínculo con el espectador, un vínculo personal en que el otro es un auténtico otro?

El público es parte del performance, todo lo que sucede en el espacio, cuerpo y tiempo nos sucede a ambos. A mí hay veces que no me lo parece, pero el hecho de que una señora venga, me ponga cara de asco y abandone la sala la introduce de lleno en el performance porque ella genera una forma diferente de verse a sí misma, al otro  -el espectador- y a mí mismo.

¿Cuando alguien lo ve en una galería, en un cama, desnudo lo entiende como un artista, una persona o un objeto sexual?

Cada cual me ve como me quiere ver. Lo bueno de un performance, como la vida en general, son los tiempos, cada persona y cada performance tienen sus ritmos. Tú sabes que si estás ahí tumbado tienes una historia detrás, un montón de experiencia; uno se tumba con una simbología mayor, pero en cambio es el doble interesante que esa persona, el espectador que no tiene ninguna idea de quién es esa persona que está ahí tumbada, se tome dos cervezas y se tumbe ahí, junto a mí, desde el punto de vista más carnal, sin nada de concepto. El espectador nunca está tan preparado como el artista.

¿No es lo mismo estar en una galería que realizar su performance en una calle en la que se ejerce el trabajo sexual o en un hotel de prostitución, espacios en los que el espectador no se sienta tal sino un cliente que lo compra a usted y le compra un servicio?

Algunos clientes y espectadores no están contaminados, pero muchos ya lo están, ya saben del performance, del artista, de la obra. Cuando estaba en el hotel de prostitución la gente sabía en qué estaba y a qué iba porque se lanzó una convocatoria, había unas invitaciones, pero la gente lo que no sabía era que había ese tipo de performances.

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¿Fue esa la misma experiencia en Bogotá, en el barrio Santa Fe, en la zona de prostitución travestí o en la Galería Santa Fe con su proyecto Empathy and Prostitution?

Bueno había una diferencia porque allí la gente sabía menos lo que era un performance, seguramente pensaban que era alguien haciendo algo que no se entiende, una idea muy común por cierto. Para mí, el performance tiene un contenido; éste es el performance que me interesa, yo no trabajo el absurdo.

Mi performance es discursivo, hay una historia detrás. En la Galería Santa Fe habité el espacio por el término de 4 días y 3 noches, tiempo en el cual establecí relaciones con otros artistas y el público visitante. Para mí fue muy fuerte, pasaron muchas más personas de las que pensaba, hubo sexo en ambos casos. La gente es muy sexual en Colombia, pero cuando el performance estuvo en la galería hubo mucha controversia. En la calle a través de la prostitución, buscaba comprender sensaciones y reacciones al sentir mi cuerpo desnudo y postrado sobre una cama, siendo un objeto dispuesto a ser parte de una transacción comercial en el que la mercancía soy yo mismo.

¿El proceso de aplicarse en el cuerpo substancias como las hormonas, que producen transformaciones que dejan huella, cómo lo construye teóricamente?

En la calle, lo que hice tiene que ver con la misma evolución del proyecto, que me da sus propias respuestas y me genera muchas más preguntas. En el 2012 yo inicié el proyecto y me parecía una barbaridad, pero ahora en el 2015 lo veo menos fuerte; por ello me interesó salir a la calle y estar no con un espectador sino con un cliente real. Quería ser del todo prostituta y transexual.

¿Volvería a experienciar un performance como una trabajadora sexual trans?

Me quedé casi por un mes en la calle de las prostitutas trans, éramos 80 chicas en total; tuve una “madre de hormonas”, ella me acompañó en todo el proceso de hormonación, me cambiaron algo las formas del cuerpo. Me abordaron las personas que trabajaban con las personas trans. Yo era una persona extraña en la zona por ser una española que tomaba los mismos anticonceptivos orales que tomaban ellas. Me pagaron lo que un cliente pagaba a cualquiera de las chicas que fue menos de cinco euros, incluso me ofrecieron hacerlo sin condón pagándome un poco más; viví las mismas violencias que viven ellas. Yo estaba investigando y me interesaba vivir lo que vive una trabajadora sexual, pero no siempre acepté a quien quería ser mi cliente, cuando sentía temor cobraba una cantidad que los ahuyentaba. Fue muy complicado… por ahora tengo respuestas para muchos años y espero no volverlo a hacer.

Para conocer más sobre este artista visite abel-azcona.com

*Manuel Velandia

Apasionado del arte, fotógrafo conceptual y artista del grabado, se formó como actor profesional. Escribe es diferentes medios virtuales a nivel internacional siendo Bloguero oficial de revista ‘Semana’ de Colombia. Ha trabajado en la radio y la televisión. Sociólogo, filósofo, Master en Educación y en Políticas Públicas e Interculturalidad, es también Sexólogo (fue director de la Revista Latinoamericana de Sexología), Doctor por la Universidad de Alicante y doctorando en la Universidad del País Vasco.

Visto originalmente en: AlicanteMAG

La Chaza nacional en el camino a San Moritz

La ASAB invita a estudiantes de artes, artistas transdisciplinares, poetas, escritores, filósofos, historiadores, curadores, críticos de artes y ciudadanía en general, a  participar en una Acción Plástica Abierta la cual se realizará en el centro histórico de Bogotá. La acción hace parte  de la propuesta de creación la  Chaza nacional en el Camino a San Moritz. Tendrá lugar el día 11 de julio de 2014 en la calle 16 entre carrera 7 y 8. Se trata de un trabajo de estudiantes de artes en diálogo con artistas transdisciplinares con trayectoria nacional e internacional. La acción llama la atención acerca de  La chaza como síntoma de precarización colectiva y global, acerca del patrimonio humano devastado, acerca del riesgo social en que sobreviven miles de hombres y mujeres y acerca del deterioro cultural que caracteriza a nuestra época.  La investigación realizada en el sector nos evidencia que la Chaza es el ícono de nuestra época, el ícono de aquellos sectores que coloquial, despectiva y cruelmente son denominados de “mala muerte”. La nuestra es la época de la “mala muerte”, nos sugiere el maestro Dioscórides Pérez.

 

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Asimismo, se aprovecha el develamiento de la precariedad nacional como una  excusa para conversar acerca del lugar del artista en estas sociedades descuadernadas y desdibujadas  por la puja en los mercados especulativos. En este contexto precario, nos preguntamos: ¿de qué miedos somos prisioneros en la actualidad?  ¿Cuál es el lugar del artista en la actualidad? ¿A qué llamamos lugar? ¿Cómo se modela un lugar en el cual las diferencias se exalten y maximicen, y no sean reprimidas? Tentativamente proponemos la siguiente respuesta: el lugar del artista está al lado de las diferencias. El artista hace ronda en los bordes, en los márgenes a los cuales son expulsados los mejores hombres y mujeres de cada época. El artista contemporáneo es un provocador de diferencias. Evidencia las fracturas que nadie ve, que todos y todas se niegan a ver.

 

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La acción central  es sencilla y se invita a todas y todos a participar libre y activamente en ella. A partir de las 2 P.M. del día 11 de julio, uno a uno, los y las participantes se  van colocando la Camiseta por la Chaza Nacional. Estarán apostados en la calle 16 con carrera 7. La camiseta  es color naranja y tiene impreso un logo de la chaza. Durante la tarde y hasta las 6 P.M., cada cinco minutos, se va introduciendo una camiseta-chaza, hasta que la calle quede color naranja. Varios artistas, historiadores, escritores, curadores y críticos  interesados en estas problemáticas y en la performance como medio expresivo, han sido invitados a participar espontáneamente en esta acción, sin libreto previo, sin la necesidad estética de tener que presentar una obra de arte. Varios artistas de renombre ya han aceptado participar al lado de los estudiantes de la ASAB.

 

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Se invita a ponerse la Camiseta de la Precariedad colombiana durante la jornada del 11 de julio. La ASAB obsequia la camiseta, la acción la coloca cada cual. La propuesta tiene asociado el Café San Moritz, el negocio más antiguo del centro histórico (1936), el cual sobrevive en la calle 16 con carrera 7. ¿Sabe usted que Jorge Eliecer Gaitán era un asiduo visitante de este lugar en riesgo? ¿Sabe usted que allí se conserva una fotografía antigua del líder inmolado y que es alumbrado como alumbramos a los íconos sagrados? Pues bien, esta es una oportunidad de entrar en relación con estos restos precarios de la historia colombiana. Los y las invitamos a proponer un ícono que caracterice a nuestra época de “mala muerte”.

 

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El ejercicio cuenta con el acompañamiento técnico del artista Fernando Pertuz, quien aceptó orientar las prácticas de los estudiantes de la ASAB.

Ojalá se animen a participar. Durante toda la tarde, habrá distribución de café gratuito para amenizar la conversación de la cual carece el arte contemporáneo en Colombia.

 

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Al oído de la Ministra colombiana de Cultura: 44SNA

En la actualidad mercantil, las Bestias se ofrecen de a pares: barbarie y estupidez llegan juntas. Como el placer y el dolor, allí en donde hace presencia una la otra también se presenta. Barbarie y Estupidez modelan el sentido común de la contemporaneidad artística. En la post-contemporaneidad, los artistas retan el sentido común atrapado en la mano invisible del Estado neoliberal, abierto de patas y manos al mercado. El artista post-contemporáneo busca la  conversación y la verdad perdidas.

Sin el sentido común no se puede partir hacia ninguna parte. Sin embargo, emerge un problema cuando los sedimentos culturales sobre los cuales se erigen las instituciones, establecen una uniformidad abstracta,  universal, con el único propósito de  suprimir las diferencias que trae consigo todo y toda nueva hablante de verdad. El artista post-contemporáneo exige una crítica al sentido común burocrático, homogéneo, puro, supurante. En Colombia, la crisis de la actualidad atrapada en los mercados galerísticos, la determina la ausencia de crítica. Sin crítica no hay problematizaciones. La verdad del arte o se burocratiza o se comercializa. Burocracia y Comercio son trasfiguraciones de la Barbarie y la Estupidez colombianas. La esfera pública bajo su control, bajo su régimen de consignas y traumas ideológicos,  solo hace espacio a aquellas  polémicas que no tienen ningún interés en la verdad sentida, veraz de los hombres y las mujeres reales. Sin crítica, la verdad del arte sucumbe a los intereses del mercado promovidos por el Estado neoliberal contemporáneo.

Dirigidos por indicadores mercantiles, bárbaros y masas adoctrinadas asedian a la sociedad y a los artistas independientes que miran con suspicacia aquellos eventos artísticos institucionalizados, banalizados y venalizados. Las instituciones artísticas amenazan disolver la libertad de los artistas post-contemporáneos. Al clausurar el pensamiento cerrando  las distancias meditativas, se atenta contra las salidas críticas que garantizan el ejercicio  de la igualdad y la libertad que los hombres y las mujeres erigen como su hábitat esencial. Los bárbaros contemporáneos son el producto de las contradicciones internas de las políticas economicistas globalizantes, las masas son el resultado de su manipulación mediática. Hordas de imágenes publicitarias de diversa procedencia, estridentes en lo formal y crudas de sentido, agobian la experiencia cotidiana. Las prácticas artísticas pierden todos sus imaginarios de  emancipación singular universal y permanecen succionadas por el inodoro economicista que disuelve la existencia junto con sus desperdicios mercantiles. La ausencia de prácticas plásticas independientes del régimen comercial e investigativo, deja a los sujetos hablantes en la intemperie creativa. Las masas vaciadas de mundo vegetan en esta intemperie. Están desprovistas de diferencia,  del sentido no-relacional de mundo el cual acontece con los gestos artísticos.  El artista es un pensador no-relacional: imagina mundos para salvar la diferencia del artista como pensador distante, libre. El cuerpo expósito, expuesto, puesto en gesto-muerte, hace resistencia a la cultura economicista de oferta y demanda. Salva: cuida y  cura. El artista  habilita la realidad, la hace habitable. Estimula la participación ciudadana, así sea precariamente. Detona la actividad que convoca a  modelar un mundo sin constreñir o violentar a sus destinatarios, para eso le fue dado el don de la imaginación. La crisis colombiana es una crisis de imaginación por la cual los y las artistas deben responder. Por supuesto, también las instituciones que trazan las políticas culturales del Estado colombiano.

Actualmente, el poder  narcotizante de las imágenes sensoriales que los medios masivos de incomunicación propagan globalmente, se contrarresta localmente con la distancia pensada, poética que emerge en el sí mismo explorado en cada gesto-muerte de algunos y algunas artistas. Los artistas-poetas elaboran la distancia artística como rutas de escape a las servidumbres contemporáneas,  especialmente a la mecanización consumista. En las sociedades occidentales contemporáneas, la distancia artística –producción– y la distancia crítica – excrituración–, son elementos relevantes para la práctica de las libertades. * Entrelazadas, instituyen un pensamiento que va más allá de la pragmática de los saberes instrumentales puestos al servicio de los mercados. El pensamiento parresiéstico entrelaza estas dos regiones, relacionándolas y separándolas  diversamente en espacios otros. **   La experiencia de relacionar mediante la excritura, de intensificar  y diversificar este desdoblamiento primordial, se denomina emoción poética y sensación de universo singular (Valery, 1998). La relación que separa construye  sociedades igualitariamente libres y democráticamente abiertas a las diferencias.  La relación no imaginada adoctrina, suprime la libertad que explora la diferencia reivindicada por cada ser hablante por el solo hecho de hablar su sentido de existencia. Las prácticas artísticas y las prácticas discursivas post-contemporáneas se proyectan como la única alternativa de distancia creativa, de libertad práctica y meditación sentida, para escapar a la barbarie estatal y a la masificación comercial.

La amenaza que pende sobre las  prácticas artísticas colombianas y las instituciones que las estimulan y regulan, consiste en que su aristocracia estética cosifica, instrumentaliza, manipula  y mercantiliza el sentido de la existencia artística. Este régimen administrativo acumula por acumular en unos pocos sus abstracciones plásticas y simbólicas, generando toda suerte de exclusiones económicas, frustraciones sociales, marginalidades políticas y sacrificios artísticos. En Colombia, la amenaza a las artes como expresión de una sociedad diversa, proviene de cuatro frentes complementarios. En primer lugar, se encuentra un conjunto de desheredados alimentados por un odio larvado, siempre dispuesto a servir de manera infame a las instituciones que manejan y controlan los recursos estatales. En segundo lugar, aparecen las empresas comerciales que se lucran del glamur emitido en cada aparición pública de  las artes y los artistas. En tercer lugar, se aprecia la ostentación en los anuncios del mercado artístico, la propaganda de los galeristas y la pauta publicitaria en  las revistas de arte. En cuarto lugar, los Salones Nacionales evidencian la puja del comercio organizado ante el Estado por una mejor participación en la distribución de sus recursos. Estos cuatro frentes modelan la algarabía discursiva denominada ‘arte contemporáneo’.
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Hannah Arendt denomina populacho a la sensibilidad colectiva proclive al odio y a la ausencia crítica. Sensible a los mercados, el populacho plástico inhibe y renuncia a su facultad de pensar mediante figuras de emancipación.  Está presto a seguir el lema más seductor para el mercado de bienes suntuarios, se muestra bien dispuesto a darle la razón al mercado más fuerte, se exhibe con placer en las Ferias de Arte más ostentosas, lisonjea con descaro  a quien financie participaciones en las Bienales de Arte o en los  Salones Nacionales comercialmente más agresivos, como el 43Salón (inter) nacional realizado en Medellín en 2013.


Sometida y negada la libertad al pensamiento artístico por parte del mercado, el artista contemporáneo obsesionado con la creación libre, parece quedarle solamente una salida: la tercera Bestia contemporánea,  la 
para-investigación artística. La  tercer Bestia  de moda es la para-investigación en las artes. Los laboratorios de para-investigación-creación son un pequeño engendro de las dos Bestias ya mencionadas. La para-investigación-creación devora los brotes de pensamientos creativos y gestiona una eugenesia plástica, un totalitarismo estético, aséptico, minimalista y global. Quienes resisten este dispositivo son considerados artistas decadentes, nacionalistas, xenófobos, neoconservadores. En Colombia, coloquialmente se les denomina “saloneros”, para diferenciarlos de los artistas afectos a las Bienales Internacionales. El pensamiento artístico se somete a los controles que ejerce  la mano invisible sobre este artista intempestivo, o desaparece del escenario artístico nacional.

Ahora bien, someterse a esta Bestia triple es lo mismo que desaparecer como pensador. No obstante, como afirma Heidegger, allí donde merodea el peligro también crece aquello que salva. Salvar consiste en mirar la catástrofe de sentido para recoger sus huellas más sentidas. Salvar es guardar lo sentido, es mirar con generosidad la existencia dispersa en sus múltiples violencias. Consiste en recoger solidariamente la relación con el ser mismo del arte. Las condiciones necesarias para acceder a la salvación prometida en el gesto revolucionario del poeta o del artista son las siguientes. En primer lugar, está la condición de pensar en la distancia los sometimientos discursivos que atan al artista. Con cada uno de sus gestos, el artista problematiza la falta de libertades igualitarias que le cierran todos los caminos a la  emancipación individual y colectiva. En segundo lugar, se encuentra la condición de modelar un sí mismo, una diferencia real, una sensibilidad atenta que escuche el afuera sentido, que sienta  los rastros y los restos de  sus propias violencias, que siga el eco de las voces de los gritos-gestos-silencios del adentro del artista, puesto fuera de sí, inmerso en el abismo de su sí mismo. En tercer lugar, está la condición de mostrar el don de escuchar que se requiere aprender para romper los signos-costras que ocultan el ser del arte y la cultura. Este saber habilita al artista para pensar realidades otras: espacios abiertos al sentido real de la existencia. En cuarto lugar, está la condición de excribirse, la responsabilidad de exponer la verdad del sentido de las palabras mínimas con las cuales el artista sale al encuentro de su comunidad, dispuesta a controvertirlas simultáneamente.

La imaginación poética se inquieta con la actualidad,  libera al arte post-contemporáneo del dispositivo de investigación-creación, que no es ni chicha ni limonada. Mientras el rigor de la investigación científica consiste en medir el ser, controlar sus movimientos y confirmar sus leyes, apoyado en el paradigma matemático y en la voluntad de sistema que caracteriza a la modernidad científica, por su lado,  la exacta inexactitud de la creación artística exige comprender lo grande que hay  en cada uno de  los gestos singulares de los hombres y las mujeres emancipados. La exactitud de cada gesto artístico toca lo real, dice Nancy,  procura salvar, cuidar que el acceso a la verdad del sentido permanezca indecible,  inexplicable, irrepetible, liberada al eterno retorno productor de diferencias múltiples. De esta manera, el artista cuida la intensidad del sentido de pesar el pensamiento en cada uno de sus gestos. Esta práctica parresiéstica modela el  entre irresoluble que teje la poesía, que pinta el pintor, que toca el danzarín: la eclosión misma del pensar como todo de la existencia no totalizada.

En la vida cotidiana, mediante todo tipo de gestos y juicios, hombres y mujeres se realizan poniendo en juego sus esperanzas sociales, arriesgando sus preferencias eróticas y sexuales, asumiendo en lo real sus sueños políticos, todas estas inquietudes determinadas por los gustos más inefables y por los traumas más inconfesables. Se dificulta la comprensión del pensamiento artístico post-contemporáneo y la configuración de una comunidad de razonamiento plástico acorde con esta sensibilidad, en primer lugar, cuando se opta por  imponer a otros sujetos hablantes un conjunto de ideas artísticas controladas por el sentido común científico y estatal. En segundo lugar, se entorpece la comprensión  cuando las ideas de los artistas son  determinadas por el interés económico, motivadas por  sesgos burocráticos, o  condicionadas por paradigmas éticos y estéticos. En tercer lugar, se obstruye la expansión de la libertad cuando al pensamiento artístico se le somete, cuando los curadores se lo entregan a  las coyunturas  partidistas. Cuando los gestos artísticos se ponen en juego, los condicionamientos existenciales o teóricos de los artistas, transforman simultáneamente la auto-comprensión del artista y las opiniones de quienes se exponen a sus influencias. Los gestos artísticos transforman el ethos, el sentido común del cual los artistas forman parte. Configuran sensibilidades y sentimientos de comunidad que hacia el futuro anuncian nuevas experiencias de existencia.

En Colombia, para realizar las expectativas contemporáneas de sentido de mundo sentido, hace falta modelar un  espacio conversado en el cual los sujetos hablantes tengan el coraje de hablar con verdad, sin temor. Alcanzado un estado de ánimo libre de atavismos, miedos y traumas, el artista   se atreve a separarse de la razón mercantil. De la misma manera, es necesario comprender y reconocer la actualidad arbitraria y beligerante en las redes sociales. El gesto artístico puesto en red remite al lenguaje, en especial a la metáfora, a las múltiples figuras de ser. La metáfora como pensamiento se constituye en el elemento clave que reactiva permanentemente las sociedades fríamente literalizadas, crudamente comercializadas en los Salones Nacionales. Con su actitud y sus figuras, el artista revolucionario fractura el lenguaje común. El artista libera el flujo de sentido obstruido por el sentido común cultural, científico, económico, ético, feudal, político y social.

Se muestra la necesidad de volver a pensar la sumisión de la razón meditativa a la  instrumental, asunto problematizado por Heidegger. Al arte post-contemporáneo le urge  deslindar las dos maneras de pensar que Foucault describe como característica del contexto en el cual,  los filósofos cínicos realizan su proyecto de verdadera vida: aquella que exalta los discursos proposicionales y aquella que asume con coraje una actitud de transgresión metafórica, anunciativa. El pensamiento poético no puede ser asimilado por la razón instrumental o investigativa. En las figuras del arte, el logos de ser aún no está fragmentado.

 

NOTAS:

* Excritura es un neologismo introducido por Jean-Luc Nancy. Se trata de la  idea de desbordar la escritura anclada en la relación significado-significante.
**  Parresiéstico  es un neologismo introducido para caracterizar al artista post-contemporáneo, al artista que habla con verdad. Se construye con base en la investigación de Michel Foucault acerca de la parresía griega.

 

Fotografía: Sofía Perez.

Imagen: Videoperformance e Instalación de Maria José Arjona en el 43 Salón (inter) Nacional de artistas.
BIBLIOGRAFÍA:

Arendt, Hannah (2006). Los orígenes del totalitarismo. Madrid: Alianza Editorial.
Baudelaire, Charles (1999). Salones y otros escritos sobre arte. El pintor de la vida moderna. Madrid: Visor.
Foucault, Michel (2010). El coraje de la verdad. México: F.C.E.
Nancy, Jean-Luc (2003). Corpus. Madrid: Arena Libros.
______________ (2014). Lugares divinos. Cálculo del poeta. Madrid: Arena Libros.
Nancy Jean-Luc y Van Reeth Adèle (2015). El goce. Madrid: Pasos Perdidos.
Valéry, Paul (1998). Teoría poética y estética. Madrid: Visor.

Nadie debería apelar a la víctima*

No tenemos ni idea de la gravedad de la vida de los otros. El sistema que los controla podría darnos cuenta de sus fracasos y méritos. Podemos imaginarnos el sistema como una forma de Estado total en la que el concepto teórico no se ha llevado a la práctica del todo. Por ejemplo, un hombre es cristiano, padre de familia, maderero. Se permite hacer uso de las ventajas de cristianismo. Es un hombre del partido, pero como cristiano que es, el odio al enemigo y la codicia van a costarle arrepentimiento a raudales; se tortura, debe someterse al juicio de su propio régimen. Languidece en los calabozos de sus ideas; se prohíbe acostarse con otra mujer y llevar una buena vida con la suya, aunque cada vez le sea más imposible. Así pues, se permite y se prohíbe cosas que su vecino se prohíbe o se permite de una forma completamente distinta, y todos deben hacerlo bajo el denominador común de un edificio del todo extrínseco: el de la comunidad, el de la sociedad. Cada cual es para sí mismo su pequeño doctrinario y rebelde, su fanático, su laxo simpatizante. En cuanto te haces una idea de esto, aparece la sociedad, que repite a lo grande, si bien con menos riqueza, lo que individualmente ya estaba ahí…

El hombre acepta el puesto que se le adjudica gracias a la representación proporcional de los partidos. Dentro de su sistema esto es justo y está justificado, aunque fuera no lo sea, y un hombre más capacitado, un socialista, debería haber conseguido el puesto, o […]

En realidad, no nos corresponde prácticamente nada. Todas nuestras aspiraciones son erróneas y, por tanto, requieren un fundamento. La bondad eterna y que todos tengamos los mismos derechos, el derecho al trabajo y a la libertad, por desgracia, hay que fundamentarlo. Si no hubiera que hacerlo, qué fácil sería todo.

No podemos dejar de anhelar, de pensar, de fundamentarnos todo lo que hacemos. La vida como la vivimos hace milenios no es nada obvia: ya las primeras aspiraciones como una vida regalada, el perdón o la liberación apuntaban hacia una enorme falta de obviedad. Todas estas palabras deberían desaparecer. Aquí ya no se regala nada, ni se perdona, ni se autoriza, ni se reconoce… Cuando dejemos de hacerlo, despuntará la aurora.

Justamente por eso, no puede haber víctimas, personas como víctimas, porque de la persona convertida en víctima no obtenemos nada. No es cierto que las víctimas nos apremien a recordar, que atestigüen, que rindan testimonio de algo. Esta es una de poetizaciones más terribles, irreflexivas e inconsistentes.

Sin embargo, la persona, que no es una víctima, se halla entre dos luces. Lleva una existencia dudosa por excelencia. El que casi se ha convertido en víctima también continúa cometiendo sus errores, funda nuevos errores, no está “en la verdad”, no es favorecido. Nadie debería apelar a la víctima. Es un abuso. Ningún país, ningún grupo ni idea deberían apelar a sus muertos.

¡Pero qué difícil es expresarlo! A veces siento con gran claridad que una u otra verdad se alza y siento cómo es aplastada en mi cabeza por otros pensamientos, o siento que se atrofia porque no sé qué hacer con ella, porque no se deja comunicar, no sé cómo comunicarla o porque no hay nada que requiera que la comunique; yo no puedo intervenir en ningún lugar y en nadie.

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*Literatura como utopía (Selección de escritos críticos). Traducción Mónica Fernández Arizmendi y Ángels Giménez Campos. Pre-Textos, Valencia, 2012.

Publicando originalmente en Salón Kritik

Fotografía: José Alejandro Restrepo en el VII Premio Luis Caballero.

Óscar Salamanca: un artista “regional” que hace resistencia a la regionalización

Óscar Salamanca pasó por Bogotá el día 02 de junio de 2015. Invitado por la Maestría de Estudios Artísticos de la Universidad Distrital, ofreció una conferencia en el auditorio Samuel Bedoya en la sede de La Capuchina. Habló acerca del arte como institución y de la academia como ejercicio de prácticas de poder.

«No pregunte por Arte», es la idea que Salamanca  propone para su puesta en escena. Recuerda cómo lo afectó una visita guiada en un museo, de la cual fue testigo. En una de sus solapas, el guía tenía enganchado un letrero ostentoso con la siguiente leyenda: «Pregunte por arte». Esta experiencia  le muestra cómo el saber del arte se esclerotiza en los museos, convirtiéndose en instrumento de adoctrinamiento social y político. La percepción es certera. En la contemporaneidad mercantil, el dispositivo del «Saber-del-Arte» se impone a la sensibilidad, principalmente a aquella que cultivan los y las artistas que abren su propia época. El curador de arte contemporáneo es la figura más emblemática de este pseudo-saber ideologizado, puesto al servicio del mercado de Estado. A pesar de que en la actualidad Salamanca  conforma el equipo de curadores del 15 Salón Regional de Oriente, realiza su práctica críticamente: el diagrama conceptual que les sirve de guía, cuestiona los dogmas conceptuales del arte colombiano. En especial, deconstruye los términos regional y lo regional. La idea de regionalización artística es anacrónica. La pregunta es obvia: si los dispositivos de control de los artistas, de los científicos y  de los  académicos exigen altos índices de movilidad,  ¿por qué el Ministerio insiste en mantener esta categorización?

scar_salamanca_bocaComo artista,  Salamanca propone un arte de mediodia, irreverente con los tabúes sociales, artísticos y estéticos. Pone en marcha una microfísica burlesca y erótica en la cual las cosas del arte tienen la oportunidad de ser en sus múltiples diferencias. Pensar en arte consiste en sopesar la verdad de las cosas con humor y placer por lo diferente, por aquello que estando ahí, a la vista de todos y todas, ningún poeta tiene el coraje de nombrar, de verbalizar, de politizar. En este sentido, los gestos de Salamanca son actos políticos sin reivindicar ni para sí mismo ni para otros la fórmula mercantil de «arte político».  Salamanca sabe que este tipo de prácticas no son una tarea fácil, pero quienes aprecian sus acciones ríen con gusto y placer. A veces se molestan, pero finalmente rien. Mejorar la vida de hombres y mujeres consiste en hacerlos reír. Salamanca tiene un criterio de comprensión: si los espectadores no ríen con sus puestas en escena  es porque la obra no vale la pena. Lejos está de aquel artista que quiere adoctrinar a sus lectores.

oscar_salamanca_el artista_contemporneo_lee_tu_menteA pesar de que tiene un doctorado en Artes, Salamanca no es el artista pretensioso de las grandes metrópolis, aquel que se engancha un letrero con la frase «Pregunte por Arte», aquel que habla de Raimundo en Cartagena y de Todo el Mundo en el Ministerio. Al contrario, habla con mesura y sencillez de sus prácticas académicas, artísticas y pedagógicas. Todas ellas son pensamiento en acto, gesto expuesto, trazo figurado, vida iluminada, sentido pintado, abierto a experiencias otras de libertad. Aquello que en verdad importa es lo que se hace, no importa si el gesto es bien o mal recibido.

oscar_salamanca_sextransMediante el recurso del video, Salamanca hizo una pequeña retrospectiva de su producción pictórica. La verdad, sorprendió, por no decir que deslumbró al público. Nos preguntamos: ¿pero en verdad este artista viene de una región, de provincia? Quien así pregunta no es más que un provinciano. Aunque Salamaca pinta con excelencia, prefiere presentar sus ideas en el color y el tono propios de la época: a la luz de los cuerpos en performance y a la sombra de las técnicas videográficas.  La ilación no argumentativa de sus imaginarios, muestra que las grandes capitales como Bogotá tienen mucho que aprender de “sus” regiones, de “sus provincias sin cultura conceptual”. La vacuidad de la vida cultural colombiana exige mirar con más respeto las ideas que se gestan en espacios no del todo colonizados por las lógicas del mercado conceptual que se promueven desde las direcciones artísticas  del Ministerio de Cultura.

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Respecto a la obra plástica de Salamanca no hay que equivocarse, pues no es un artista conceptual: no está al servicio de la técnica, ni sometido por la historia del arte oficial ni atrapado en la ideología del concepto. Al contrario. Pone a su servicio las técnicas de registro de imágenes y las herramientas del cuerpo en acción. Al final y a pesar de que algunos de sus registros son provocadores, Salamanca es aplaudido por el público en general. En mi opinión, justamente. Principalmente, porque sin expresarlo ni mucho menos ostentarlo, Salamanca se constituye en el pintor de la vida contemporánea de las grandes ciudades de Colombia, una vida en la cual la ira santa de los sumos sacerdotes del Estado, exilió el humor que reivindica el placer que claman los cuerpos. Salamanca no produce arte transcendental ni sublime,  mucho menos victimizante. Su pensamiento lo mueve la lógica de la alegría de ser pintor, aquella que propicia la aparición de múltiples figuras que se retan y tensan unas a otras a lo largo de su video-exposición-performance. Por estas caracaterísticas, ojalá haga más presencia como artista  en Bogotá y no solo como conferencista invitado en las universidades. Ojalá que los espacios no comerciales abran sus espacios a estas ideas que llegan de “provincia” a Bogotá. Ideas frescas, sin contaminación discursiva ni puestas acríticamente al servicio de ideologías acerca de las víctimas de la paz de los señores de la guerra. Como Salamanca, son muchos y muchas las artistas que tienen algo que contar con verdad.

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Por fuera de la exposición, hablé con el maestro Salamanca acerca del arte contemporáneo en Pereira y de la proyección de esta ciudad como sede del 44 Salón (desinter) nacional de artistas colombianos y colombianas. No es mucho lo que se sabe al respecto, excepto que las mismas siguen con los mismos. El secretismo  es la mejor herramienta que maneja el Ministerio de Cultura: así fue en el pasado, así es en la actualidad y así será en el final de los tiempos. Lo único que queda claro es que el Salón no sale del área de influencia de Antioquia. ¿Por qué no ha cuajado la idea de un Salón Nacional de Frontera, ya sea en Pasto o en Cúcuta? ¿Se teme algún contagio bolivariano? ¡Vaya uno a saber qué, cómo y dónde piensan nuestras élites!

Del diálogo acerca del 44 Salón Nacional de artistas surgió una idea que ojalá prospere: que todas las Maestrías en Artes de Colombia, exigan al Ministerio de Cultura una apertura hacia el pensamiento artístico que se produce en las facultades de arte de Colombia, que son muchas. Las ideas que allí transitan no son apoyadas, no tienen ningún reconocimiento por parte del Estado colombiano. Señora ministra: no solo de mercancias viven los artistas.

En breve, Liberatorio publicará una entrevista con el maestro Óscar Salamanca.

Belleza y horror: entre la Ópera y el Vodevil

La exposición en marcha  del Museo de Arte Moderno de Bogotá tiene varias virtudes y algunos desaciertos:

Virtudes:

1) El Museo recupera el liderazgo artístico de la ciudad. Es fácil, pues como Rico McPato, la Biblioteca Luis Ángel Arango duerme el sueño de los justos.

2) La ciudadanía colombiana que habita Bogotá, responde masivamente a las convocatorias en las cuales se incluyen artistas por fuera del régimen de La Belleza operática.

3) Ya no se requiere tarjeta de invitación para asistir a una inauguración. Llegamos asustados. Pensamos que no nos dejarían entrar por ir “mal vestidos”.

4) La presencia de personalidades trans entre los asistentes. Los espacios del arte deben acostumbrar su mirada a este tipo de éticas.

5) La ausencia de políticos.

6) La presencia masiva de jóvenes.

el pueblo y el abismo

 

Desaciertos:

1) Usar la colección del Museo y a los artistas emergentes como herramientas políticas. Se puede argumentar que se tratra precisamente de esto: de manipular a los artistas.

2) Desconocer que sin una dosis de horror, la belleza es la peor estupidez que un régimen puede promover.

3) Queda claro que el horror perverso está más de aquel lado bello que reivindica el Museo. Existe un horror virtuoso, aquel que emancipa, el mismo que llega con la diferencia trans. El horror que horroriza a María Elvira Ardila.

 

tres miradas

 

Deberes pendientes:

Volver al Museo y tratar de esclarecer quién es quién en cada caso, en este encuentro de arte operático y arte de horror actualizado en cada una de las diferencias expuestas con sinceridad.