Por: Jorge Peñuela
Fecha: junio 7, 2015
Óscar Salamanca: un artista “regional” que hace resistencia a la regionalización
Óscar Salamanca pasó por Bogotá el día 02 de junio de 2015. Invitado por la Maestría de Estudios Artísticos de la Universidad Distrital, ofreció una conferencia en el auditorio Samuel Bedoya en la sede de La Capuchina. Habló acerca del arte como institución y de la academia como ejercicio de prácticas de poder.
«No pregunte por Arte», es la idea que Salamanca propone para su puesta en escena. Recuerda cómo lo afectó una visita guiada en un museo, de la cual fue testigo. En una de sus solapas, el guía tenía enganchado un letrero ostentoso con la siguiente leyenda: «Pregunte por arte». Esta experiencia le muestra cómo el saber del arte se esclerotiza en los museos, convirtiéndose en instrumento de adoctrinamiento social y político. La percepción es certera. En la contemporaneidad mercantil, el dispositivo del «Saber-del-Arte» se impone a la sensibilidad, principalmente a aquella que cultivan los y las artistas que abren su propia época. El curador de arte contemporáneo es la figura más emblemática de este pseudo-saber ideologizado, puesto al servicio del mercado de Estado. A pesar de que en la actualidad Salamanca conforma el equipo de curadores del 15 Salón Regional de Oriente, realiza su práctica críticamente: el diagrama conceptual que les sirve de guía, cuestiona los dogmas conceptuales del arte colombiano. En especial, deconstruye los términos regional y lo regional. La idea de regionalización artística es anacrónica. La pregunta es obvia: si los dispositivos de control de los artistas, de los científicos y de los académicos exigen altos índices de movilidad, ¿por qué el Ministerio insiste en mantener esta categorización?
Como artista, Salamanca propone un arte de mediodia, irreverente con los tabúes sociales, artísticos y estéticos. Pone en marcha una microfísica burlesca y erótica en la cual las cosas del arte tienen la oportunidad de ser en sus múltiples diferencias. Pensar en arte consiste en sopesar la verdad de las cosas con humor y placer por lo diferente, por aquello que estando ahí, a la vista de todos y todas, ningún poeta tiene el coraje de nombrar, de verbalizar, de politizar. En este sentido, los gestos de Salamanca son actos políticos sin reivindicar ni para sí mismo ni para otros la fórmula mercantil de «arte político». Salamanca sabe que este tipo de prácticas no son una tarea fácil, pero quienes aprecian sus acciones ríen con gusto y placer. A veces se molestan, pero finalmente rien. Mejorar la vida de hombres y mujeres consiste en hacerlos reír. Salamanca tiene un criterio de comprensión: si los espectadores no ríen con sus puestas en escena es porque la obra no vale la pena. Lejos está de aquel artista que quiere adoctrinar a sus lectores.
A pesar de que tiene un doctorado en Artes, Salamanca no es el artista pretensioso de las grandes metrópolis, aquel que se engancha un letrero con la frase «Pregunte por Arte», aquel que habla de Raimundo en Cartagena y de Todo el Mundo en el Ministerio. Al contrario, habla con mesura y sencillez de sus prácticas académicas, artísticas y pedagógicas. Todas ellas son pensamiento en acto, gesto expuesto, trazo figurado, vida iluminada, sentido pintado, abierto a experiencias otras de libertad. Aquello que en verdad importa es lo que se hace, no importa si el gesto es bien o mal recibido.
Mediante el recurso del video, Salamanca hizo una pequeña retrospectiva de su producción pictórica. La verdad, sorprendió, por no decir que deslumbró al público. Nos preguntamos: ¿pero en verdad este artista viene de una región, de provincia? Quien así pregunta no es más que un provinciano. Aunque Salamaca pinta con excelencia, prefiere presentar sus ideas en el color y el tono propios de la época: a la luz de los cuerpos en performance y a la sombra de las técnicas videográficas. La ilación no argumentativa de sus imaginarios, muestra que las grandes capitales como Bogotá tienen mucho que aprender de “sus” regiones, de “sus provincias sin cultura conceptual”. La vacuidad de la vida cultural colombiana exige mirar con más respeto las ideas que se gestan en espacios no del todo colonizados por las lógicas del mercado conceptual que se promueven desde las direcciones artísticas del Ministerio de Cultura.
Respecto a la obra plástica de Salamanca no hay que equivocarse, pues no es un artista conceptual: no está al servicio de la técnica, ni sometido por la historia del arte oficial ni atrapado en la ideología del concepto. Al contrario. Pone a su servicio las técnicas de registro de imágenes y las herramientas del cuerpo en acción. Al final y a pesar de que algunos de sus registros son provocadores, Salamanca es aplaudido por el público en general. En mi opinión, justamente. Principalmente, porque sin expresarlo ni mucho menos ostentarlo, Salamanca se constituye en el pintor de la vida contemporánea de las grandes ciudades de Colombia, una vida en la cual la ira santa de los sumos sacerdotes del Estado, exilió el humor que reivindica el placer que claman los cuerpos. Salamanca no produce arte transcendental ni sublime, mucho menos victimizante. Su pensamiento lo mueve la lógica de la alegría de ser pintor, aquella que propicia la aparición de múltiples figuras que se retan y tensan unas a otras a lo largo de su video-exposición-performance. Por estas caracaterísticas, ojalá haga más presencia como artista en Bogotá y no solo como conferencista invitado en las universidades. Ojalá que los espacios no comerciales abran sus espacios a estas ideas que llegan de “provincia” a Bogotá. Ideas frescas, sin contaminación discursiva ni puestas acríticamente al servicio de ideologías acerca de las víctimas de la paz de los señores de la guerra. Como Salamanca, son muchos y muchas las artistas que tienen algo que contar con verdad.
Por fuera de la exposición, hablé con el maestro Salamanca acerca del arte contemporáneo en Pereira y de la proyección de esta ciudad como sede del 44 Salón (desinter) nacional de artistas colombianos y colombianas. No es mucho lo que se sabe al respecto, excepto que las mismas siguen con los mismos. El secretismo es la mejor herramienta que maneja el Ministerio de Cultura: así fue en el pasado, así es en la actualidad y así será en el final de los tiempos. Lo único que queda claro es que el Salón no sale del área de influencia de Antioquia. ¿Por qué no ha cuajado la idea de un Salón Nacional de Frontera, ya sea en Pasto o en Cúcuta? ¿Se teme algún contagio bolivariano? ¡Vaya uno a saber qué, cómo y dónde piensan nuestras élites!
Del diálogo acerca del 44 Salón Nacional de artistas surgió una idea que ojalá prospere: que todas las Maestrías en Artes de Colombia, exigan al Ministerio de Cultura una apertura hacia el pensamiento artístico que se produce en las facultades de arte de Colombia, que son muchas. Las ideas que allí transitan no son apoyadas, no tienen ningún reconocimiento por parte del Estado colombiano. Señora ministra: no solo de mercancias viven los artistas.
En breve, Liberatorio publicará una entrevista con el maestro Óscar Salamanca.