Botero en el Museo de Arte de Pereira

 
Bajo el provocador título Otra vez Botero, Margarita Calle escribió un artículo acerca de Fernando Botero en el periódico La Tarde, de Pereira.

Es interesante apreciar el interés del público de esta ciudad por el ejercicio de la crítica, lo cual es un indicador de que existe un interés por el arte de los grandes maestros. No es el caso de otras ciudades, por ejemplo Bogotá. Al leer las críticas al artículo de Calle recibidas en su muro de facebook, recordé que Santiago Cárdenas establece una diferencia entre artistas importantes y artistas famosos. Calle, por su lado, argumenta de forma parecida y es objeto de críticas.  Sus críticos olvidan que arte y crítica comparten un mismo destino, así todos los laureles y los dólares los reciba el artista.

El arte es una construcción de la crítica y la historia. Son miles los artistas que no alcanzan los umbrales establecidos por estos discursos. Son miles los artistas que buscan una crítica. Los artistas tienen que escapar al estilo que modela la crítica, así su comida dependa de ello. Lo último en que piensa un artista de borde es en comer. Margarita Calle prefiere hablar de artistas importantes, de aquellos que no necesitan la propaganda que exige la fama. Por nuestro lado, preferimos ubicarnos en el borde de estos discursos. Allí, en el borde, el artista y el crítico encuentran muchas más satisfacciones que aquellas a las cuales lo somete el mercado. El estilo es un discurso que disciplina o normaliza. El estilo domestica y subyuga. El estilo no lo elige el artista. Lo impone la sociedad. Por ejemplo, el estilo de Botero es una imposición de la crítica de la cual se lucra el mercado. Por supuesto, también el artista, y sin oponer mayor resistencia. No existe en el mundo nada más ridículo que un artista rico, vestido como Jeff Koons, con trajes diseñados por Armani o Balenciaga; o posando con su familia en un palacio mediterráneo, como suele hacer Botero. Este es el riesgo que corre todo artista: terminar pintando para el mercado de bienes suntuarios y haciendo pasarelas en cada una de sus exposiciones.

Los críticos de  la crítica contemporánea a Botero, se apalancan en la técnica del artista. Sin duda, la técnica se destaca en primer plano. Pero la técnica, por fortuna, no tiene el don del habla. En la contemporaneidad, el habla pasa a un primer plano. La técnica sigue siendo importante, pero pasa a un segundo plano. Ahora, cuando se trata de mercancías liberales o globales, la vida del artista no cuenta para nada. Al contrario, cuando se trata de obras que expresan el sentir de una comunidad o de una época, la vida-habla del artista debe estar a tono con aquello que dice en cada uno de sus gestos. 

Una obra de arte conceptual

A propósito de la difunta Galería Santa Fe, reiteramos nuestra curiosidad jurídica: ¿por qué el Idartes informa a la Personería de Bogotá que la Galería Santa Fe fue ubicada en la Plaza de Mercado de la Concordia? ¿Por qué se engaña de esta manera a esta institución de vigilancia y control? ¿Se trata de una licencia poética? Como muchas propuestas de arte contemporáneo, la Galería se transformó en una Idea platónica y desapareció en las gavetas de los gestores culturales del Idartes. Es más rentable huir del mundo, que asumir los esfuerzos y responsabilidades que este demanda.

Desde el campo del arte contemporáneo es poco lo que se ofrece a Bogotá y mucho el costo fiscal.  Ricardo Arcos plantea que la responsabilidad por estos dos años perdidos para el arte contemporáneo de Bogotá, es responsabilidad de la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte. Mirando bien el asunto, parece que no. La Secretaria lleva muchos años haciendo parte de la burocracia cultural del Estado, y hace lo que puede. No hace más. Este es el sino que lastra a toda burocracia: aconstumbrarse a no hacer más. En nuestra opinión, la responsabilidad por el abandono espacial en que se encuentran las artes plásticas y visuales de Bogotá,  es del alcalde Petro. En asuntos de arte y cultura, esta alcaldía no ha propuesto nada que deje huella, que siente una diferencia con respecto a otras administraciones. Seguimos danzando en los mismos carruseles burocráticos, los mismos con las mismas, lo cual es bastante indecente. Afortunadamente esto es arte y escapa a la comprensión media de la ciudadanía.

 

Imagen: la premonición de Wilson Diaz, nominado al premio Luis Caballero 2011

Informe de la personería distrital acerca de la supresión espacial de la Galería Santa Fe

Ante una queja interpuesta ante la Procuraduría General de la Nación, recibí hoy una comunicación de la Personería de Bogotá.

La Procuraduría trasladó la queja a la Personería. La queja se realizó hace más de un año, y se refiere a la improvisación con que se manejó el traslado de la Galería Santa Fe, a la Sede Provisional Improvisada. Se informa que se archiva el expediente abierto, puesto que la Personería pudo constatar que “la Galería Santa Fe cuenta con un espacio físico para su funcionamiento en la Plaza de Mercado de la Concordia”. Por lo dicho, a la Personería se le dio a entender que la Plaza de la Concordia es la sede actual de la Galería Santa Fe. O la Administración mintió, o la Personería no entendió de qué le hablaron. Extrañamente, el documento no menciona en ningún lado la sede de La Magdalena.

Lo cierto es que la Galería Santa Fe no funciona en la Plaza de Mercado de la Concordia. Los planos que publica Esfera Pública, no concretan nada. El Idartes sigue divagando. Todo sigue en el papel. Los menores de edad se les puede contentar con cualquier colombina. Lo cierto es que a la Galería se le improvisó un lugar inadecuado en el barrio La Magdalena que le cuesta actualmente al Distrito bastante dinero. Es tan improvisado el lugar, que el premio Luis Caballero, el evento artístico más importante de la ciudad, tiene que hacerse este año en varios lugares dispersos en la ciudad, he aquí otra improvisación más. En esto consistió la queja, es decir, el detrimento patrimonial por el pago de un lugar improvisado para que funcione temporalmente la Galería Santa Fe, el cual no le sirve para realizar el evento más representativo tanto para la ciudad como para los artistas colombianos.

 

Imagen: Wilson Diaz, nominado al premio Luis Caballero en 2011

La quinta pata de la silla

El Vistazo de Ricardo Arcos evidencia no sólo el fracaso de Mockus como artista político y como político del arte.

También muestra el fracaso del arte contemporáneo como arte, como ilusión, como eperanza de un orden igualitario. Si el arte fracasa en su búsqueda de un espacio igualitario, fracasa como proyecto político. Si el arte contemporáneo acentúa las desigualdades, es un arte premoderno. En Colombia, el arte político es un fracaso. Con creces, Arcos también  diagnóstica la relación entre arte, mentira, propaganda y política de mercados, a saber, la enfermedad del arte contemporáneo colombiano. Estos cruces determinan aquello que se denomina el poder de gobernar los escombros humanitarios que reciben el nombre de Colombia. Final y felizmente, arte y política se reconcilian en la propaganda. El Mercado ofrece a los infieles contemporáneos la oportunidad de salvar sus almas. No es extraño que el arte ya no merezca el respeto de muchos artistas importantes. Se piensa que el mercado es el opio de los artistas. El arte por venir que realizan los artistas que aún realizan una resistencia activa, vuelve a la búsqueda  del arte como verdad libre de las ideologías que oprimen a hombres y mujeres.

El grito de la existencia sólo se puede pintar: celebración de los 150 años de nacimiento de Edvard Munch

Artículo en el País de España, acerca de dos exposiciones del artista en Oslo. “Caminaba con dos amigos por la carretera; entonces se puso el sol. De repente el cielo se volvió de color sangre y me sobrevino un sentimiento de tristeza. Un angustioso dolor me oprimía el pecho. Me detuve y me apoyé en la barandilla, increíblemente cansado”. […] “Sentí el grito inmenso e infinito de la naturaleza”.

“Vagabundeaba rayando  los muros de Facebook; entonces se puso el sol. De repente el cielo se volvió de color sangre y me sobrevino un sentimiento de amargura. Un angustioso dolor me oprimía el pecho. Me detuve y me apoyé en la nada que modela mi facebook, increíblemente cansado. Sentí en mi retumbar el  grito inmenso e infinito del Catatumbo”.

 

WS, una video instalación de Paul Mccarthy que produce escalofríos

Tiene lugar en Nueva York. La video-instalación explora la depravación que subyace a todas las imágenes de santidad y castidad con que se rodea el puritanismo anglosajón. En este caso, se trata de Blanca Nieves y de su cohorte de enanitos capitales. La crítica considera que con esta obra escabrosa McCarthy llega al culmen de su carrera. Mediante un conjunto de imágenes abyectas, recrea los imaginarios del american way of life, con el cual se modeló su subjetividad. Explora sus imaginarios de infancia y les quita todos los velos con los cuales los cubrió la propaganda ideológica.
 

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Respuesta a Víctor Albarracín: los héroes en Colombia sí existen

En <a ” href=”http://esferapublica.org/nfblog/?p=63021#comment-34824″ target=”_blank”>Esfera Pública, Víctor Albarracín propicia un desvío prolífico y cambia la agenda trazada por la Silla Vacía a los artistas colombianos. Se trata de la educación de la juventud colombiana. No es poca cosa.

En la actualidad, éste sí es un tema relevante para los artistas colombianos. No obstante, de buena fe, Víctor olvida mencionar en este foro el contexto en el cual en las universidades públicas se escenifica la controversia de la globalización de la pobreza y de la indiferencia de los mercados y las mercancías respecto a los seres humanos. Quizá debido a que no participó en estas gestas contemporáneas de los artistas universitarios en Colombia, Víctor olvida que hace dos años cientos de miles de estudiantes tuvieron el coraje de salir a las calles bogotanas para atajar la privatización de las universidades públicas colombianas, para salvarlas de los señores del mercado humano.
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La prevención de la universidad pública en contra del mercado, no es el capricho esteticista de una facultad de artes talentosa. Víctor: me atrevo a afirmar que las ideas de la MANE no son “lemitas”. En el contexto de pobreza en el cual se estudia en la universidad pública colombiana, los estudiantes  exigen la implementación de leyes que garanticen igualdad a los jóvenes para acceder dignamente a la educación superior. El estado neoliberal no quiere esta igualdad. Pero la juventud colombiana no quiere seguir pagando los platos rotos en la guerra para salvar el interés privado de los mercados locales.

 

Víctor también olvida mencionar, que este semestre la MANE entrará nuevamente en acción para defender la educación pública de los señores del mercado. También olvida que las políticas económicas del Estado neoliberal para las universidades públicas colombianas, también afecta a las universidades privadas. También incurre en otros olvidos que no es necesario mencionar en este contexto. Víctor: los héroes en Colombia sí existen. Pero a pesar de la intensidad de su expresión, usted no los comprende.

El gran colombiano del arte contemporáneo

El texto de Lucas Ospina que comento a continuación tiene forma plástica. Las ideas allí expresadas ponen en marcha un proyecto de creación, así este surja en medio del fango del mercado contemporáneo. El texto contiene información histórica, algo de crítica, algo de lúdica, cualidades que ameritan un ejercicio crítico serio. Cualquier crítica no es adecuada a las verdades sin forma que se asoman en las ideas del artista.

Sorprende ver cómo un artista tan sagaz como Lucas Ospina cayó en las arenas movedizas activadas por el mercado del arte local. Ospina hace parte del grupo de artistas que quedaron atrapados en la agenda que el mercado de bienes suntuarios le diseñó al Estado y a los artistas colombianos. En lugar de preguntar cómo se gestó este proyecto ominoso del Gran Colombiano del arte contemporáneo, en lugar de investigar quién lo encargó, en lugar cuestionar quién lo financió, en lugar de analizar la metodología empleada, se dedica a justificar la lista negra del arte nacional, como la denominé oportunamente en Liberatorio. La justificación que modela Ospina tiene un propósito: limpiarse un poco la cara. No obstante, con el respeto que me inspiran algunas de sus obras, esta no es la manera adecuada de quedar bien con todo el mundo. Debe elegir entre el mercado y el arte. Esta línea debe ser clara para todos y todas aquellas a las cuales llegan sus ideas.

Lucas Ospina tiene que emanciparse de la ideología historicista  de Beatriz González. No es que el pasado sea de poca utilidad. El punto es otro: la actualidad colombiana es compleja y dispar, por lo tanto, el artista debe atreverse a ser contemporáneo con los hombres y mujeres actuales y no coquetear ni con la burocracia estatal ni con el  mercado. Ospina no sólo es artista, crítico y curador. También es un académico, es decir, guía de una juventud que confía en su saber y en sus juicios. Por ello mismo, está obligado a pensar la coyuntura política y económica que está transformando las prácticas artísticas colombianas. Debería cuestionar sin ningún tipo de ambigüedades la voluntad de usura que motivó la encuesta y el diletantismo con el cual algunos recibieron la consigna que divulgó la Silla Vacía. La investigación histórica del presente no se le puede encargar a un encuestador, así la historia sea algo que hoy se compre a diario, o se le encargue a un reality. La historia del presente merece otro tratamiento. La historia del presente es muy importante para dejársela a los historiadores del mercado.

Las notas de Ospina tienen mérito plástico. En el fondo, no se lo cree. Se mira a sí mismo y se pregunta si es verdad aquello que cantan las sirenas del mercado. Debe insistir en este ejercicio para salir del atolladero al cual se dejó arrastrar, no sin placer. Escuchar a los amigos y a las amigas para contrastar lo dicho por el Oráculo de Silla Vacía, no es de ayuda. Las lisonjas no ayudan a superar los quebrantos de salud. Aquellos que saben que la lista de la SV es un exabrupto, los cuales  son muchos, no están interesados en esta discusión.  Una forma de lavar la cara, es dar por terminada la construcción de este políptico mercantil tan oprobioso para su imaginación.

Botero y el estilo

Los artistas tienen que escapar al estilo, así su comida dependa de ello. Lo último en que piensa un artista de borde es en comer. Allí, en el borde, el artista encuentra muchas más satisfacciones que aquellas a las cuales lo somete el mercado. El estilo es un discurso que disciplina o normaliza. El estilo domestica y subyuga. El estilo no lo elige el artista. Lo impone la sociedad. Por ejemplo, el estilo de Botero es una imposición de la cual se lucra el mercado. Por supuesto, también el artista agiotista. No existe en el mundo nada más ridículo que un artista rico, vestido como Jeff Koons, con trajes diseñados por Armani o Balenciaga. Este es el riesgo que corre todo artista: terminar pintando para el mercado de bienes suntuarios y haciendo pasarelas en cada una de sus exposiciones.