Súper jacarandositas desde un comienzo

Salíamos casi siempre de Cinema, luego de la super fiesta al son de Dj Gerard, en grupo de 7 -10 personas- Todos éramos los sendos levantes de cada quien. El más pudiente y acomodado nos llevaba al apartamento que le pagaban los papás por el Lago o por la Cien o por Rosales. Allí seguíamos bebiendo hasta entrada la mañana.

Al calor de las copas, las parejas se hacían cuartetos, luego octetos y luego desmadre total, eso sí, desde un principio con químicas y sinergias. No había marcha gay en ese entonces. Nosotras, las fundadoras de GAEDS en la Universidad Nacional y GADOS en la Universidad de Los Andes, las iniciamos siendo un contigente minúsculo de gatos, por allá en 1997.

No había nada LGBTI institucionalizado, ni la sigla se usaba por aquí. Ser gay era ser malo, por lo tanto, nuestra sexualidad era toda una aventura erótica que se mantenía en cierto secreto y se usaba como estrategia en algunas circunstancias para incomodar, pues, atreverse a expresar las cosas maricas implicaba el rechazo absoluto de la gente que miraba. Su intolerancia se evidenciaba con un gesto de mofa y ridiculización, una carcajada sardónica, cuando no hacían cara de asco, escupían al piso o se echaban bendiciones, a decir lo menos.

Tomarse de la mano era un acto de rebeldía y darse besitos en el taxi o en la última banca del autobús a hurtadillas, como delincuentes, implicaba de hecho una proeza. Sé que esa discriminación todavía existe, pero, de alguna manera nuestras posturas, en su amplia variedad, han ganado terreno. Los heterosexuales saben bien que existimos, a despecho de la mayoría de ellos.

Nosotras fuimos brote que germinó y ahora robustecen secoyas que se yerguen por doquier, de muchos modos y maderas, en bosques aleatorios, random, fuga y vegetal caleidoscópico. Nos habitan faunas inconsiderables que nos ayudan a confrontar las hegemonías impuestas según la comprensión del mundo como único paisaje; unidas pero separadas, rechazamos abiertamente no sólo la discriminación sexual, sino las discriminaciones (en sentido político) en cualquier orden.

Ahora somos más conscientes de las opresiones tan diversas y, por eso, optamos ya no sólo por una bandera de arcoiris, sino que abrimos senda en vórtice y revolvemos nuestros colores en una promiscuidad reivindicativa que, más allá de su diversidad es, ante todo, disidencia contra cualquier normalización de régimen injusto, opresivo o excluyente.

Al final, la cosa es que algunas hemos sido bien fiesteras y bien putas, o sea, súper jacarandositas desde un comienzo. Y no es una vergüenza defender la rabia con la que esta sexualidad sin bordes, sin marido y sin ley, remonta como tromba de viento al ritmo de la música y chinchin de las copas, para posicionarse a modo de posible existencia y disidencia política. Algunas putas maricas estamos de buenas personas hasta el morro.

Pininis

Arte=Fútbol=Vida, en Espacio Blanco

Henry Güiza reconceptualiza un espacio  artístico localizado en el corazón de Bogotá, en una cuadra del barrio histórico La Candelaria, allí en donde el comercio ofrece joyería de diverso orden a los turistas. Es un artista joven que ha realizado varios proyectos bajo las premisas del arte relacional. Sin embargo, el artista no tiene la pretensión europeizante de relacionar aquello que no se deja desrelacionar porque está fiera y traumáticamente relacionado. En Colombia, esta condición de hierro se pone en evidencia el 17-J.
En esta ocasión, Güiza asume funciones curatoriales, es decir, diseña la condiciones conceptuales,  formales y materiales a través de las cuales una idea artística irrumpe  en un espacio público. Esta propuesta relacional debe comprenderse desde un horizonte más actual, desde la crisis de sentido, la angustia que agobia la producción de imaginarios de aquellos artistas que militan dentro del arte contemporáneo. No es la primera vez que se relaciona de manera explícita el arte con la vida, pero quizá sí sea la primera en que el fútbol relaciona el arte con la vida.
 
Desde los imaginarios sociales y  culturales más populares, Güiza busca relacionar los esquivos y hedonistas agentes del arte contemporáneo, invita a los artistas a mirarse a sí mismos  desde lo más popular de la vida en acto: el fútbol. Quien no es capaz de comprenderse a sí mismo es incapaz de comprender a los demás. Güiza quiere comprenderse en sí mismo, en su diferencia; para ello cambia la bata de taller y se pone el delantal de Café público. Este tipo de ejercicios y prácticas invierte la pretensión europea. Lo desrelacionado no es la vida cotidiana sino los agentes del arte contemporáneo. Quien urge de duelo no es la vida cotidiana sino el artista contemporáneo. Mediante el juego del fútbol, Güiza pone en marcha una acción de duelo que busca recuperar la confianza tanto en el arte como en la cultura locales.
 
Espacio Blanco no impone una agenda artística a la ciudad. No se coloca por encima de la cotidianidad más inmediata. Al contrario, se pliega a la agenda cultural y deportiva del país. ¿Qué quiere decir que no se pliega? Quiere decir que reconoce una temporalidad viva que persiste en cada espacio aparentemente olvidado. El inconsciente no olvida. Siempre hace valer sus derechos en los espacios más significativos de la ciudad. Güiza sale al encuentro de ese arrebato inmarcesible que suscita la Selección Colombia en el Mundial de Rusia y lo pone a dialogar con problemáticas políticas y literarias. No traza una frontera entre el arte de élites ( a lo Versalles) y el arte popular ( a lo 20 de Julio). Al contrario, subvierte este orden ideológico.
 
Güiza instala un televisor de gran formato y dispone una silletería para que los visitantes hagan lo que más les guste, ya sea hablar de fútbol, de arte, de poesía o literatura, o de la cotidianidad. Testigos de este diálogo son un conjunto de propuestas que recuerda las luchas sociales en contra de los imperialismos. Güiza corrige la historia de las ideas estéticas y políticas: el imperialismo no es un tigre de papel. Al contrario, es cruel, traicionero y voraz. 
 
En general, Espacio en Blanco relaciona la vida cotidiana de un café bogotano con formas del arte muy sofisticadas en el aspecto conceptual y formal. A tal punto, que la cafetera y el dispensador de bebidas frías se contagian del sentido que rezuman los objetos de arte expuestos: piezas como la alegoría compuesta por un balón de fútbol, unos guayos y unos apuntes acerca de las Farc.
 
El próximo domingo 24 de junio a la 1 P.M. juega Colombia con Polonia. Espacio en Blanco estará abierto y usted podrá ver el partido allí con sus amigos o hablar de política o de la vida cotidiana, o simplemente tomarse un café preparado personalmente por este artista de acción, sin fronteras estéticas.
Espacio en Blanco se localiza en la carrera 6 No. 12-09.

Desobediencias, fragmentarse ante el discurso de una era

“But the film is a saddening bore

For she’s lived it ten times or more

She could spit in the eyes of fools

As they ask her to focus on”.

Live on Mars, David Bowie

 

Ante los ojos de una sociedad sin memoria preguntarnos por los actos que ha buscado ensanchar la perspectiva misma del mundo se convierten en un acto de desobediencias, la siembra de memoria en los intersticios de la historia que se ha forjado en muchos casos con ceguera selectiva es un acto: sedicioso, subversivo, rebelde, insurgente, insurrecto.

Bajo el desenfoco del arte y su historia encontramos una enorme vertiente de artistas que han tenido la capacidad de revelarse a partir de actos sutiles, contundentes, ambiguos y sobretodo extraños. Porque la capacidad de extrañamiento en el arte es aquella que nos permite repensar lo visto y lo percibido. Logra generar una condición y un nexo que despierta la contemplación estética y nos posiciona más allá de lo real, en la irrealidad y en lo imaginario. Acaso ¿existe algo más subversivo y desobediente que la acción y la imaginación? Es allí donde reside la potencia del arte en el diálogo con elementos que rebasan los condicionamientos sociales y la sedienta búsqueda de poder. La desobediencia del arte busca potencia, no poder.

En un breve parpadeo por las desobediencias colombianas se me ocurre recuperar a cuatro artistas que desde su momento histórico generaron extrañamientos que hicieron tambalear los cimientos sociales, que causaron extrañamientos, reacciones, búsquedas de nuevas configuraciones y conceptos; porque el arte se adelanta al encasillamiento de las categorías, al poder del estereotipo.

Doris Salcedo ha tomado los elementos de la violencia colombiana, desprovista de sangre, de balas, de retratos o elementos reiterativos de la violencia, introduce una reflexión desde la estética despertando el extrañamiento sobre los objetos exhibidos como en “atrabiliarios” (1991 – 1993) donde recupera los zapatos abandonados por las víctimas de la violencia por los hechos de desaparición forzosa y de desplazamiento interno. Hechos aparentemente aislados que vienen desde la década de 1980 son reflexionados en su obra, poniendo frente a los espectadores una política clandestina sistemática del Estado.

 Por otro lado tenemos una obra en un momento de emergencia, una acción monumental en la Plaza de Bolívar: “Sumando Ausencias”, donde se busca una activación de la memoria a partir de la coyuntura del referendo votado el dos de octubre de 2016. En un momento donde la sociedad se encontraba profundamente dividida, Salcedo pone en el centro político de la nación colombiana miles de telas con los nombres de víctimas plasmadas con ceniza, busca subvertir el ambiente tenso a partir de la reflexión sobre los olvidados, ya que es común saber el nombre de los victimarios se olvidan la víctimas convertidas en cifras desprovistas de dolor e historia.

Feliza_Bursztyn y Fanny Mikey

Feliza Bursztyn irrumpió en la escena de la escultura recabando chatarra como un acto de exploración en la calle y de los espacios de desecho de la cuidad, una recuperación de aquello que se rechaza o se ignora. Con una serie de esculturas como “histéricas” Feliza usa motores y ensortija metal, con mecanismos que dan movimiento a la escultura. Un extrañamiento sobre la técnica misma, una desobediencia de la materialidad y su acercamiento; en momentos muy tempranos del arte contemporáneo se desplaza hacia la instalación, ya que incorpora una ambientación a sus esculturas. Siempre en rebeldía con la tradición, insinuando la sexualidad de la mujer, la intimidad de los espacios y el placer de la burguesía de una capital conservadora y mojigata. El extrañamiento de “las camas” se muestra como una parodia a la intimidad y una manifestación de la movilidad de los cuerpos que se pensaban inertes, débiles o “bien pensantes”.

Feliza fue una mujer perseguida por el “Estatuto de Seguridad” de 1978, tras el ultraje de su casa en una madrugada del 24 de junio de 1981, por miembros de las fuerzas de seguridad del estado, Feliza debe salir de país y vivir la tristeza del exilio, su cuerpo se agota rápidamente ya que fue la única artista de su generación que realmente quiso vivir siempre en Colombia, un acto desafiante y desobediente en relación a su entorno artístico que estuvo con la mirada dispuesta hacia afuera del país, bajo la idea del “arte internacional”. Feliza despegó como una amante de lo olvidado y una transformadora que combatía la censura y desobedecía la convención. Hasta su muerte se convierte en un acto potente contra el olvido y la marginación del exilio la ineficacia del estado y la represión de una forma de democracia que merece ser desobedecida, acompañada en París por algunos conocidos entre ellos García Márquez: “Feliza, sentada a mi izquierda, no había acabado de leer la carta para ordenar la cena, cuando inclinó la cabeza sobre la mesa, muy despacio, sin un suspiro, sin una palabra ni una expresión de dolor, y murió en el instante. Se murió sin saber siquiera por qué, ni qué era lo que había, hecho para morirse así, ni cuáles eran las dos palabras sencillas que hubiera podido decir para no haberse muerto tan lejos de su casa”.

Y cuando creemos que los “presuntos fantasmas” de la represión y la intemperancia del estado y la sociedad están lejos y se han quedado en el pasado, una artistas como María Eugenia Trujillo en el año 2014 pone en evidencia a través de su muestra “Mujeres Ocultas” que existe mucho camino por allanar, que es un deber de los trabajadores y trabajadoras del arte, remover los estereotipos de poder sobre la producción de la obra, que el arte no necesariamente se encamina a reconfortar a una sociedad sin equidad, que no le apuesta a lo bello ni al consenso.

La potencia del arte rebasa cualquier intento de instrumentalización. Esta potencia de la desobediencia del arte hace que la reacción de extrañamiento muchas veces recaiga en la censura. Sí, para la memoria de todos durante un tiempo esta muestra estuvo censurada, una muestra en un espacio público el Museo Santa Clara, lugar desacralizado desde 1968, la propuesta de Trujillo reafirmaba: «“Mujeres ocultas” hace referencia a formas sagradas para extender la sublime metáfora de lo divino a otras expresiones de la condición humana». Insubordinarse y desobedecer es un deber en el arte, sobretodo cuando se propone una nueva relación con el cuerpo femenino y con todos los cuerpo que han sido instrumentalizados en el correlato de los dogmas que clandestinizan el placer, el saber y el goce libertario del cuerpo y sus potenciales relaciones.

Los zapatos de Lady Zunga

Finalmente este parpadeo por la sombras y los silencios de la historia del arte, la colombiana que se llamaba ABCDEFG HIJKLMN OPQRST UVWXYZ, mejor conocida como Lady Zunga, una artista que rebasa   y yuxtapone diversas dicotómicas y categorías cuadriculadas que tranquilizan a los centros de poder; como artista/obra, es evidente que Lady a fue productora y producto de sí misma, una demostración de que las palabras deben desbordarse a caudales para crear nuevos significados como el título de la obra de Derrida que afirma y excluye a la vez “salvo el nombre” (se ampara y se excluye el nombre en esta frase), “Salvo el nombre que no nombra nada, ni siquiera una divinidad (…) ‘Dios’ ‘es’ el nombre de ese hundimiento sin fondo, de esa desertificación sin fin del lenguaje.” lo mismo fue ella/él/esto/todes/ecos/gritos/ruido/armonía/refugio/fuga/inestabilidad/tempestad/huella/.

El juego del nombre es la mayor desobediencia social, porque la ironía nos reviste en la reflexión, por la correspondencia del nombre, Borges lo pone sobre las letras:

 

“Si (como afirma el griego en el Cratilo)

el nombre es arquetipo de la cosa

en las letras de ‘rosa’ está la rosa

y todo el Nilo en la palabra ‘Nilo’.

 

Lady Zunga sabía que todo el caudal del Nilo no cabe en las letras de la palabra y que ella igualmente desbordante al río más largo del mundo, desafió a una sociedad estéril de lecturas amplias y de miras. Al presentarse en decenas de notarías (espacios de regulación política del estado y de reconocimiento de derechos básicos) y no ser tomada en serio para el cambio de su nombre, optó por la insistencia y la coherencia entre el acto y el derecho, cuestionar al estado es un acto de empoderamiento que parte de cuestionar la injusticia y actuar para generar potencia.

No podemos darle a su acción un nombre fijo: “instalación”, “hapenning”, “performance”… !No¡ de lo que se trata es de la vida y su complejidad. Lo concreto en la sociedad no es otra cosa que un cubo de hielo que se derrite en manos de una artista desafiante que se incorporó a su propia obra como un compromiso del arte con la vida, de subvertir lo conceptos, provocar en el lenguaje para desobedecer a una sociedad y un campo artístico, ya que debería estar en disputa para ensancharse y movilizar la potencia de aquello que nació para ser subversivo, desobediente, lascivo.

 

Patricia M. Castillo

Prof. Historia del Arte

Universidad Nacional de la Plata, Argentina

Las mujeres exigen derechos en serio y no solo en el papel *

En medio de la apatía bogotana que terminó por estrangularnos, el día de ayer –domingo 3 de junio–, miles de mujeres salieron a reclamar derechos en serio para su humanidad, una humanidad agredida no sólo por el modelo patriarcal y soberano dueño de todos nuestros cuerpos, sino por un sin número de instituciones que se resisten a cambiar, a dejar de lado sus atavismos, que se oponen al reconocimiento de los otros y la otras como a sus semejantes, como a sus iguales. Nuestro Procurador General, es sólo la punta del iceberg, de ese puñal que hiere, que sodomiza a Colombia desde el mismo día en que Colón tomó posesión de estas tierras a nombre del reino de España. América es un nombre que borra la historia de todos los pueblos que nos antecedieron, es un dispositivo que en nombre de la “libertad” oprime a hombres y mujeres hasta nuestros días.

Natalia Springer escribe hoy en El Tiempo acerca del caso de la señora Rosa Elvira Cuervo. Nos sugiere que este crimen quedará impune, pues, fueron muchos quienes le fallaron a este ser humano que creyó en el llamado Régimen de la Libertad. Los responsables son aquellos que con su negligencia propiciaron el crimen. Dice Springer:

(…) “Pero Rosa Elvira no murió en vano. Se cercioró, antes de perder la conciencia, de exponer a su asesino, al sistema de “reacción inmediata” que jamás reaccionó, al aparato de salud indecente que estratifica la vida, a la justicia que le garantizó a su asesino la impunidad. Nos expuso a todos como sociedad. A todos, dueños orgullosos de una Constitución magnífica, que solo existe en el papel, pero cuyos fundamentos no son los estándares con los que se legisla, ni los que guían nuestras aspiraciones como sociedad”.

Si el activismo actual en favor de los Derechos en Serio para Todas y para Todos, no fenece en ocho días, se debería promover la institucionalización del Día nacional de las mujeres en Colombia, para el día en que falleció Doña Rosa Elvira.

Para leer el artículo por favor siga el enlace:

http://www.eltiempo.com/…/senora-rosa-elvira-usted-tiene-se…

* Este texto fue publicado el 4 de junio de 2012