Por: Liberatorio
Fecha: junio 14, 2018
Desobediencias, fragmentarse ante el discurso de una era
“But the film is a saddening bore
For she’s lived it ten times or more
She could spit in the eyes of fools
As they ask her to focus on”.
Live on Mars, David Bowie
Ante los ojos de una sociedad sin memoria preguntarnos por los actos que ha buscado ensanchar la perspectiva misma del mundo se convierten en un acto de desobediencias, la siembra de memoria en los intersticios de la historia que se ha forjado en muchos casos con ceguera selectiva es un acto: sedicioso, subversivo, rebelde, insurgente, insurrecto.
Bajo el desenfoco del arte y su historia encontramos una enorme vertiente de artistas que han tenido la capacidad de revelarse a partir de actos sutiles, contundentes, ambiguos y sobretodo extraños. Porque la capacidad de extrañamiento en el arte es aquella que nos permite repensar lo visto y lo percibido. Logra generar una condición y un nexo que despierta la contemplación estética y nos posiciona más allá de lo real, en la irrealidad y en lo imaginario. Acaso ¿existe algo más subversivo y desobediente que la acción y la imaginación? Es allí donde reside la potencia del arte en el diálogo con elementos que rebasan los condicionamientos sociales y la sedienta búsqueda de poder. La desobediencia del arte busca potencia, no poder.
En un breve parpadeo por las desobediencias colombianas se me ocurre recuperar a cuatro artistas que desde su momento histórico generaron extrañamientos que hicieron tambalear los cimientos sociales, que causaron extrañamientos, reacciones, búsquedas de nuevas configuraciones y conceptos; porque el arte se adelanta al encasillamiento de las categorías, al poder del estereotipo.
Doris Salcedo ha tomado los elementos de la violencia colombiana, desprovista de sangre, de balas, de retratos o elementos reiterativos de la violencia, introduce una reflexión desde la estética despertando el extrañamiento sobre los objetos exhibidos como en “atrabiliarios” (1991 – 1993) donde recupera los zapatos abandonados por las víctimas de la violencia por los hechos de desaparición forzosa y de desplazamiento interno. Hechos aparentemente aislados que vienen desde la década de 1980 son reflexionados en su obra, poniendo frente a los espectadores una política clandestina sistemática del Estado.
Por otro lado tenemos una obra en un momento de emergencia, una acción monumental en la Plaza de Bolívar: “Sumando Ausencias”, donde se busca una activación de la memoria a partir de la coyuntura del referendo votado el dos de octubre de 2016. En un momento donde la sociedad se encontraba profundamente dividida, Salcedo pone en el centro político de la nación colombiana miles de telas con los nombres de víctimas plasmadas con ceniza, busca subvertir el ambiente tenso a partir de la reflexión sobre los olvidados, ya que es común saber el nombre de los victimarios se olvidan la víctimas convertidas en cifras desprovistas de dolor e historia.
Feliza Bursztyn irrumpió en la escena de la escultura recabando chatarra como un acto de exploración en la calle y de los espacios de desecho de la cuidad, una recuperación de aquello que se rechaza o se ignora. Con una serie de esculturas como “histéricas” Feliza usa motores y ensortija metal, con mecanismos que dan movimiento a la escultura. Un extrañamiento sobre la técnica misma, una desobediencia de la materialidad y su acercamiento; en momentos muy tempranos del arte contemporáneo se desplaza hacia la instalación, ya que incorpora una ambientación a sus esculturas. Siempre en rebeldía con la tradición, insinuando la sexualidad de la mujer, la intimidad de los espacios y el placer de la burguesía de una capital conservadora y mojigata. El extrañamiento de “las camas” se muestra como una parodia a la intimidad y una manifestación de la movilidad de los cuerpos que se pensaban inertes, débiles o “bien pensantes”.
Feliza fue una mujer perseguida por el “Estatuto de Seguridad” de 1978, tras el ultraje de su casa en una madrugada del 24 de junio de 1981, por miembros de las fuerzas de seguridad del estado, Feliza debe salir de país y vivir la tristeza del exilio, su cuerpo se agota rápidamente ya que fue la única artista de su generación que realmente quiso vivir siempre en Colombia, un acto desafiante y desobediente en relación a su entorno artístico que estuvo con la mirada dispuesta hacia afuera del país, bajo la idea del “arte internacional”. Feliza despegó como una amante de lo olvidado y una transformadora que combatía la censura y desobedecía la convención. Hasta su muerte se convierte en un acto potente contra el olvido y la marginación del exilio la ineficacia del estado y la represión de una forma de democracia que merece ser desobedecida, acompañada en París por algunos conocidos entre ellos García Márquez: “Feliza, sentada a mi izquierda, no había acabado de leer la carta para ordenar la cena, cuando inclinó la cabeza sobre la mesa, muy despacio, sin un suspiro, sin una palabra ni una expresión de dolor, y murió en el instante. Se murió sin saber siquiera por qué, ni qué era lo que había, hecho para morirse así, ni cuáles eran las dos palabras sencillas que hubiera podido decir para no haberse muerto tan lejos de su casa”.
Y cuando creemos que los “presuntos fantasmas” de la represión y la intemperancia del estado y la sociedad están lejos y se han quedado en el pasado, una artistas como María Eugenia Trujillo en el año 2014 pone en evidencia a través de su muestra “Mujeres Ocultas” que existe mucho camino por allanar, que es un deber de los trabajadores y trabajadoras del arte, remover los estereotipos de poder sobre la producción de la obra, que el arte no necesariamente se encamina a reconfortar a una sociedad sin equidad, que no le apuesta a lo bello ni al consenso.
La potencia del arte rebasa cualquier intento de instrumentalización. Esta potencia de la desobediencia del arte hace que la reacción de extrañamiento muchas veces recaiga en la censura. Sí, para la memoria de todos durante un tiempo esta muestra estuvo censurada, una muestra en un espacio público el Museo Santa Clara, lugar desacralizado desde 1968, la propuesta de Trujillo reafirmaba: «“Mujeres ocultas” hace referencia a formas sagradas para extender la sublime metáfora de lo divino a otras expresiones de la condición humana». Insubordinarse y desobedecer es un deber en el arte, sobretodo cuando se propone una nueva relación con el cuerpo femenino y con todos los cuerpo que han sido instrumentalizados en el correlato de los dogmas que clandestinizan el placer, el saber y el goce libertario del cuerpo y sus potenciales relaciones.
Finalmente este parpadeo por la sombras y los silencios de la historia del arte, la colombiana que se llamaba ABCDEFG HIJKLMN OPQRST UVWXYZ, mejor conocida como Lady Zunga, una artista que rebasa y yuxtapone diversas dicotómicas y categorías cuadriculadas que tranquilizan a los centros de poder; como artista/obra, es evidente que Lady a fue productora y producto de sí misma, una demostración de que las palabras deben desbordarse a caudales para crear nuevos significados como el título de la obra de Derrida que afirma y excluye a la vez “salvo el nombre” (se ampara y se excluye el nombre en esta frase), “Salvo el nombre que no nombra nada, ni siquiera una divinidad (…) ‘Dios’ ‘es’ el nombre de ese hundimiento sin fondo, de esa desertificación sin fin del lenguaje.” lo mismo fue ella/él/esto/todes/ecos/gritos/ruido/armonía/refugio/fuga/inestabilidad/tempestad/huella/.
El juego del nombre es la mayor desobediencia social, porque la ironía nos reviste en la reflexión, por la correspondencia del nombre, Borges lo pone sobre las letras:
“Si (como afirma el griego en el Cratilo)
el nombre es arquetipo de la cosa
en las letras de ‘rosa’ está la rosa
y todo el Nilo en la palabra ‘Nilo’.
Lady Zunga sabía que todo el caudal del Nilo no cabe en las letras de la palabra y que ella igualmente desbordante al río más largo del mundo, desafió a una sociedad estéril de lecturas amplias y de miras. Al presentarse en decenas de notarías (espacios de regulación política del estado y de reconocimiento de derechos básicos) y no ser tomada en serio para el cambio de su nombre, optó por la insistencia y la coherencia entre el acto y el derecho, cuestionar al estado es un acto de empoderamiento que parte de cuestionar la injusticia y actuar para generar potencia.
No podemos darle a su acción un nombre fijo: “instalación”, “hapenning”, “performance”… !No¡ de lo que se trata es de la vida y su complejidad. Lo concreto en la sociedad no es otra cosa que un cubo de hielo que se derrite en manos de una artista desafiante que se incorporó a su propia obra como un compromiso del arte con la vida, de subvertir lo conceptos, provocar en el lenguaje para desobedecer a una sociedad y un campo artístico, ya que debería estar en disputa para ensancharse y movilizar la potencia de aquello que nació para ser subversivo, desobediente, lascivo.
Patricia M. Castillo
Prof. Historia del Arte
Universidad Nacional de la Plata, Argentina