El hundimiento del Titatic contemporáneo

La reciente acción de Ankara (porque es una acción y por lo tanto —gústenos o no—, performántica), sin ser arte ni política, pregunta qué es el arte y qué es la política. Como ya no se puede interrogar al asesino a este respecto, o a sus motivaciones más íntimas respecto al arte y a la política, por ello mismo, su golpe al arte y a la política se siente mucho más y exige envolver esta acción con palabras. ¡Las nuestras! ¡Los dolientes del arte contemporáneo!

Sí. De acuerdo. ¡Es más ¡blá, blá, blá, blá! Con sinceridad, nos reclaman algunos amigos y amigas. Pero, es que las cosas no están hechas de barro, como muchos aún creen. Están modeladas con ese material sensible e intangible que es el blablablabla, que es el hombre mismo. Particularmente, en Arte y Política todo es ¡blá, blá, blá, blá! Todos sus entramados se sostienen con ¡blá, blá, blá, blá! ¡La imaginación está en el desván!

Como requiere Diógenes el Cínico, hoy se necesita una linterna para salir a buscar un artista imaginativo. Pero todos andamos ocupados. ¡Traficando! ¡Lagartiando! ¡Lambiendo!, como afirma hoy Antonio Caballero en la Revista Semana. En síntesis: ¡vendiéndonos! En la actualidad, ¡todos queremos vender! ¡Es tan humano vender! ¡Vendimos la libertad del arte por un pedazo de natilla! ¡Las nutritivas lentejas son cosa de un pasado arcaico!

La linterna que reclama Diógenes es la crítica. Pero, ¡ay! ¡ay! ¡ay!  —(recuperado el aliento vuelvo a exclamar ¡ay! ¡ay!)— los artistas comerciales se tragaron su propia libertad, se devoraron la crítica con su pedacito de natilla. ¡Y no se percataron! Sin duda alguna, sin crítica somos más felices.

Hoy se comercia con todo y con todos. ¡Hoy se vende lo que sea¡ ¡El comercio es infinito! ¡Alabado sea el Divino Niño y su Natilla! ¡A Dios ­–o al Diablo‑ la crítica!

Francis Bacon: una voz que no cesa de clamar en el desierto

En la actualidad, el Museo Guggenheim de Bilbao ofrece un conjunto de cincuenta obras del artista de Dublín. A esta imponente exposición, la acompañan treinta obras de aquellos artistas que tanto Bacon como los historiadores del arte reconocen como la fuente de sus ideas estéticas.

Francis Bacon, retrato de John Deakin

 

En España, Bacon se siente en casa, pues, a pesar de su amor por Francia, sus mayores influencias las recibe de artistas españoles. Por esta razón, la muestra recibe el subtítulo “De Picasso a Velásquez”, dos de los artistas occidentales más importantes para el arte del siglo XX. Sin embargo, como argumenta Guilles Deleuze (2009), Bacon es un artista que en cada una de sus pinturas compendia de manera singular la historia de la pintura occidental.

Estudio para un autorretrato

Bacon   explora salidas para eludir las ideologías estéticas que se construyen durante la Guerra Fría, a saber, la abstracción asociada al modelo liberal y la figuración relacionada con la esperanza socialista. Ninguna de estas dos campañas conmueve al artista, pues, ninguna le garantiza al pensamiento la libertad que requiere todo proceso de emancipación artística, estética, ética y política.

Retrato de Michel Leris

Bacon es artista de su tiempo. No desconoce la importancia de la esperanza socialista, pero de las imágenes que esta produce, sólo le interesan algunas de ellas. A este tipo de ficciones les aplica una estrategia creativa muy personal. Somete algunas de aquellas imágenes a un proceso de aislamiento con el cual evidencia el pensamiento que el relato liberan o social vela. Es el caso del Grito del Siglo en  la Escalera de Odessa: ¡oígan no disparen!, la imagen de la célebre película de Sergei Einsestein, el Acorazado de Potemkin.

Escalera de Odessa, fotograma de Acorazado Potemkin

Bacon suspende el contenido del grito de Einsestein y traslada su forma hasta los recintos del pintor amado: Diego Velásquez. Dentro de estos aposentos, el saber de los pintores hace frente a las imposturas del poder celestial encarnado en Inocencio X. El ¡oígan no disparen! de Einsestein emerge del retrato más bello de la cultura occidental. En la garganta del Papa ilustre, se anuncia el horror del siglo XX. ¿A quién mira el Papa?  Su mirada, ¿qué fuerzas convoca? ¿Acaso el anti-cristo burgués?

Estudio según Inocencio X de Diego Velásquez

Bacon sabe que las ideologías imponen protocolos para representar la realidad. Las representaciones son ficciones que limitan la potencia del pensamiento. Para eludir los controles que ejerce la representación, Bacon aísla las figuras para garantizarle su libertad y su fidelidad al pensamiento, les impide que se pongan al servicio del régimen de la representación. Al respecto, Deleuze comenta:

Diego Velasquez, Inocencio X

“Entre dos figuras, se desliza siempre una historia, o tiende a deslizarse para animar el conjunto ilustrado. Aislar es entonces el medio más simple, necesario pero no suficiente,   para romper con la representación, quebrar la narración, impedir la ilustración, liberar la figura, mantenerse en el hecho.”[1]

Estudio para un autorretrato

La exposición no es la más famosa de 2016, pero sí es la más importante. Estará abierta hasta el 8 de enero de 2017.

[1] Deleuze, Guilles (2009). Lógica de la Sensación. Madrid: Arena Libros.

La esencia del performance golpea a Occidente

En esta obra (el asesinato del embajador ruso), tenemos algo que siempre inquietó al performance desde un principio. Esto es: el tiempo en presente. Si algo tiene la obra de arte, cualquiera que ella sea, es que rompe las relaciones de continuidad de la realidad tal y como la vida las da de por sí. Todo acto no-ecuménico cometido dentro de una iglesia es un sacrilegio. El arte tiene unos espacios que fueron rotos desde el impresionismo en el “Hacer la obra de Arte” y luego con la modernidad, que rompe el modelo exposicional. Muchos se quejan del tal Cubo Blanco. Pues bien, aquí tenemos la acción, esto es el performance en su más pura esencia. No es una catarsis, pues no hay tiempo para la reflexión posterior del practicante, sino un hecho concreto…

La performance en sí se vio influenciada por las artes escénicas y esto devino en que mucho actorzuelo “mamado” de la actuación se volcara en él. ¿Qué pasó? Pues que la performance se convirtió en otra simulación… Simulo que me masturbo… Simulo que me enebro una aguja en las venas… Simulo… simulo… y simulo. Así, llegamos al cansancio. Cualquiera se desnudaba se tocaba las tetas o los órganos sexuales, pre-activaba un falso rito y luego se iba al hotel a dormir.

Esta obra, la del asesinato del Embajador, lo mismo que la escenificada por Jesús en la Última Cena, tienen una característica común: no hay marcha atrás. No se trata de la “voluntad del artista”, hecho tan ridículo como falso… Se trata de la voluntad de la acción, y, por lo demás, las características estéticas de la misma son innegables… La “cordial” elegancia del asesino rompe el estereotipo… El embajador no da un grito y desploma como una Madonna en brazos del último sueño posible… la sala gime en silencio, el lugar… transformado en otro lugar, el miedo real que se hace virtual y la permanente puesta en escena del autor de la obra, el asesino. No rompe en gestos ridículos. Se mantiene erguido, heroico, en fin… ¿Tendría que haber gritado “Señores, esto es una obra de arte”? No lo creo. Como toda obra de arte nace de un entorno y se desarrolla en la mente del artista, busca materiales apropiados para expresarse y, al final vuelve al entorno del cual nació en el espectador que la contempla.

¿Para resolver la premisa “Todo es arte” acaso es el artista el único agente facultado para determinarlo? ¡No lo creo! La sola voluntad, “yo digo que esto que hago es arte por lo tanto es arte”, en manos de los “involuntariosos mediocres” llevó al performance a su muerte (y a las artes en general). Siguieron caminos sosos y maricones de tal suerte que el público no se dormía en las “obras de arte” por puro respeto y nada más.

El atentado contra las torres gemelas fue un primer aviso de lo que sería el arte, y, de carambola, dio muerte a instalaciones y acciones. Este asesinato ha enterrado de una vez y para siempre a los falsificadores de eso que un día se dio por llamarse performance.

 

 

 

 

 

 

Las luces y las cámaras del arte se ponen al servicio de la locura del fin de los tiempos

 

Esta imagen maldita se convierte en una alegoría de lo real que marca nuestra época nefasta. (Lo real es maldito porque, cuando se manifiesta dentro de la cultura,  la disuelve completamente). Ahora, como suele suceder, los artistas no pasan por alto este tipo de acontecimientos que hacen volar por los aires las ínfulas del mundo reducido a arte, a una bella representación para Feria de Arte.

De cuando en cuando, cuando nadie se lo espera, con sus alegorías, la vida produce verdades incontestables y fulminantes. ¿Quién cae aquí y rueda por los caminos insondables de la vida entendida como reiteración de la muerte?  En este caso, se trata del anuncio velado de la muerte del arte institucional y el acontecimiento de lo que llamo el arte post-contemporáneo.

Con frecuencia, el arte de galería destruye la libertad y la verdad que reclama la vida como expresión de muerte anunciada. Contrario a aquello que piensan algunos artistas, yo no creo que este acto de locura sea una performancia. Al contrario, esta locura deja a las performancias como un arte del pasado que queremos olvidar ya, junto con las performancias.

En este acto de locura se junta el hambre de los artistas con la desbordada gana de comer de los comerciantes de arte. La alineación de los astros es perfecta, se anuncia el nacimiento del nuevo emperador, Donald Trump. Su despotismo generará todo tipo de resistencias. En ellas se configurará otro tipo de sensibilidad. ¿Quién se le apunta? En Colombia, ¿quién osará salir del cómodo y noble regazo del arte institucional que se dirige desde el Ministerio de Cultura?

 

 

Batalla de sexos: 1850-1950

Se trata de una perturbadora exposición en el Museo de Städel de Frankfurt. Es perturbadora porque algunas de sus bellas obras son chocantes para la sensibilidad igualitaria que se está modelando en la actualidad.  El video promocional de la exposición refuerza la tesis de la curaduría: el conflicto entre sexos es una guerra a muerte. Especialmente chocante es la pintura She, de Gustave Mossa, en la cual se presenta un prototipo de mujer que vilipendia a todas las mujeres. Se trata de la mujer devoradora de hombres, la femme fatale.

Gustav Adolf Mossa, She, 1905, óleo y hojilla de oro sobre lienzo

En la pintura de Mossa se aprecia a una mujer sobredimensionada sentada encima de una montaña de cuerpos de hombres diezmados, vencidos. Por un lado, la cabeza de la bella mujer se halla coronada con una diadema entretejida con sus cabellos. En la parte frontal de la misma se lucen tres cráneos escoltados por dos cuervos, las aves del mal. Sobre los cráneos, el pintor escribe: “aquello que deseo, lo ordeno, mi voluntad es razón suficiente”. Por otro lado, el cuello de la mujer se encuentra adornado con un collar en el cual se lucen una pistola, una daga y una cápsula de veneno. La iconografía violenta asociada a esta figura femenina muestra con claridad la manera como el poder falocrático se impone a la sensibilidad femenina. Evidencia la subalternización que las mujeres padecen. En el mejor de los casos, caricaturiza a las mujeres y muestra con vehemencia un rencor abierto hacia ellas, el cual está muy lejos de ser sólo la expresión de un trauma personal del pintor. La imagen denigrante, recoge el sentir de un público masculino amplio y refuerza la investigación documental. Los curadores citan a Schopenhauer: “Basta sólo con observar su figura para darse cuenta de que las mujeres no están destinadas para el trabajo físico y mental esforzado”.[1]  Quizá por estas circunstancias, se selecciona la pintura de Mossa como portada del catálogo.

Elfriede Lohse-Wächtler, Lissy, 1931, acuarela sobre lápiz

Los curadores Felicity Korn y Felix Krämer hacen una investigación dentro de un periodo de tiempo que se caracteriza por una férrea lucha entre los sexos. Los hombres se fueron a las guerras y, para su sorpresa, las mujeres salieron adelante sin ellos. Al regreso de las guerras en que se enmarca la investigación curatorial, en especial después de la Segunda Guerra Mundial, Occidente ya no volvió a ser igual. A partir de entonces, las mujeres muestran que pueden ser excelentes artistas y pueden superar a los hombres en muchos otros campos. Por ello mismo, no ceden a los hombres su conquista del espacio público y deciden seguir con las aquellas prácticas en las cuales sobresalen, no sólo en las artes.

Lovis Corinth, Salome II, 1900, Oil on canvas

Particularmente, las pinturas recogidas en Batalla de los sexos ponen en escena muchos de los imaginarios en que se resguardan muchos miedos, desde el mítico miedo masculino a la castración hasta el miedo a la pérdida de privilegios políticos y sociales. Hasta nuestros días, en general, los hombres sienten miedo del éxito de las mujeres no sólo en el arte sino en otros espacios públicos, restringidos solo para la participación masculina en el periodo investigado. La misoginia que caracteriza a Occidente enraíza en estos miedos. Dentro de esta cultura, el goce, el saber y el poder son asuntos de hombres.

Meret Oppenheim, Mi enfermera, 1936/67, metal, zapatos, cuerdas y papel

En general, la complejidad simbólica que se recoge en las construcciones plásticas exhibidas en Batalla de los sexos, evidencia que, en palabras de Felix Krämer, mientras haya hombres y mujeres la lucha continuará. Como él mismo afirma, la batalla de los sexos aún no termina, porque son muchos los miedos que aún se ponen en escena en los conflictos de género, de lado y lado. A pesar de los valores plásticos que se ponen en escena, algunas de las figuras que se relacionan pueden lastimar la sensibilidad de género de nuestros días. No obstante, comprenderlas nos ayuda a clarificar las disputas contemporáneas entre los sexos.  La exposición refleja las inquietudes de la actualidad. Las curadurías históricas no están diseñadas para satisfacer el afán de erudición de los curadores. Fundamentalmente, su propósito principal es servir de herramienta para comprender el presente, para contribuir a resolver sus inquietudes y problemas, por cierto, hoy bastante complejos a este respecto.

La exposición está abierta hasta marzo de 2017.

[1] : “One need only look at a woman’s shape to discover that she is not intended for either too much mental or too much physical work”.