Continúa el debate acerca de la gala del arte español en España

Miguel Cereceda se convirtió, la semana pasada, en uno de los personajes más solitarios –por no decir más patéticos- del arte español de la última década. De manera directa o indirecta, explícita o implícita, de frente o por la espalda ¡qué raro!, un gran consenso intergeneracional habló y cuchicheó sobre la penosa gala que el IAC (Instituto de arte contemporáneo), en compañía de MAV (Mujeres en las Artes Visuales) y la Asociación de coleccionistas 9915, organizó el pasado 14 de febrero en el Auditorio 400 del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Días antes del acontecimiento se pudieron escuchar y leer algunas voces críticas, algunas posiciones adversas y algunas oposiciones explícitas a un evento de semejantes características (http://www.elconfidencial.com/cultura/2014-02-13/los-goya-del-arte-arrancan-con-escandalo_88516/). Uno de los galardonados, Valentín Roma, llegó a declinar el “Premio/Reconocimiento” al mejor comisariado y negó su asistencia a la gala con una respuesta suficientemente cruda: “No pretendo hacer el payaso”. Sin embargo, Miguel Cereceda, como presidente del IAC, se mantuvo firme en su convicción de que el evento resultaba necesario; el arte español, insistía, necesita un encuentro capaz de generar cercanía con la sociedad, un evento (televisivo, claro está) al estilo de los Goya (como si estos no fuesen ya un sucedáneo penoso de otro penoso espectáculo).

Pocos días después, el tiempo le dio la razón a los escépticos y la certeza a todas aquellas que estábamos completamente en desacuerdo con semejante sinsentido; algunas, por cierto, sumidas literalmente en un pasmo catatónico por la deriva de un arte español que está asimilando la crisis económica de un modo delirante. Si la tensión a lo largo de la gala resultó incómoda (los chistes malos no fueron lo único que nos exigió frotar nuestras nalgas contra el asiento) el consenso a la salida, en persona y a través de las redes sociales virtuales, resultó prácticamente unánime: aquello había resultado lastimoso (http://www.elconfidencial.com/cultura/2014-02-15/la-verguenza-ajena-toma-el-museo-reina-sofia_89639/). Las miradas de reojo confirmaban la evidencia. ¿A quién se le había ocurrido semejante gilipollez? ¿Cómo era posible organizar un evento tan casposo, tan pretencioso y, sobre todo, ¡malditxs!, tan poco gracioso? Si al menos nos hubiésemos echado unas risas, otro gallo cantaría ¿no es cierto? En el ambiente ya se cocía un sacrificio basado en chistes fáciles, críticas mordaces y gestos de una evidente crueldad. El culpable ya estaba sobre el cadalso; en realidad, toda la gala representó la marcha fúnebre de su ascenso hacia lo alto del mismo: Miguel Cereceda debía y tenía que ser desollado vivo, despellejado y expuesto como el gran culpable de una imagen, la del arte español, que quedaba mejor cuando resultaba invisible que ahora, una vez que, gracias a su labor, había adquirido cierta “notoriedad”. Ya lo decía Groucho Marx: “Es mejor estar callado y parecer tonto que hablar y confirmarlo”.

Una vez más, ahorrémonos las obviedades, la imagen del chivo expiatorio; alguien sobre quien amontonar toda la caca para que, puesta en marcha la ignición, todos los demás queden, quedemos, purificados. La vieja historia. La de siempre.

Efectivamente, Miguel Cereceda se ha convertido en los últimos días –y aunque él mismo tratase, en un gesto, éste sí, inaceptable, de “echarle la culpa” a Topacio Fresh, a partir de una supuesta defensa trans (Miguel, no te excedas)- en uno de los personajes más solitarios del arte español de la última década. Ahora bien, resulta obligatorio reconocer que, a diferencia de lo que opina la inmensa mayoría (como María Virginia Jaua, por ejemplo), no lo ha sido tanto por haber organizado un evento que nunca debería haber tenido lugar (un cabeza de turco perfecto, como algunos meses antes lo fuera, en sus propias manos y en las de tantos otros, Manuel de Oliveira), sino por un motivo un pelín más complejo. Si Miguel Cereceda se ha convertido, en estos últimos días, como digo, en un personaje patético (y aquí dejo claro que utilizo patético también en el sentido de aquel que es capaz de generar empatía), es porque se ha expuesto públicamente como el verdadero “mediador evanescente” del arte contemporáneo español, es decir, como un personaje profundamente necesario para que determinadas condiciones históricas, en este caso pertenecientes al mundo artístico, hiciesen evidente su lugar, su posición y su Verdad.

Slavoj Zizek escribió hace algún tiempo que Forrest Gump ejercía, a la perfección, ese papel del mediador evanescente al que me acabo de hacer referencia: “Recordemos –razonaba Zizek- el personaje de Gump, ese perfecto “mediador evanescente”, el exacto opuesto del Maestro (el que registra simbólicamente un acontecimiento nombrándolo, inscribiéndolo en el Gran Otro): Gump es el espectador inocente que, sin hacer más que lo que hace, provoca cambios de proporciones históricas”. No hay duda de que Miguel Cereceda -Maestro universitario de Estética, según me cuentan- encarna a la perfección, en esta turbulenta historia, el mismo lugar que aquel triste muchacho de Greenbow, Alabama. Aunque algunos -a base de críticas, chistes jocosos, sonrisas maliciosas o diatribas torquemadianas- quieran ocultar esta evidencia echándole a él, literalmente, toda la basura encima, lo cierto es que Cereceda no es el verdadero responsable de semejante desaguisado. No importa tampoco que él quiera decirnos que sí lo es (en una suerte de purificación por auto-escarnio). Cereceda tan sólo es un pequeño instrumento, un pequeño utensilio, pretencioso si se quiere, pero un utensilio al fin y al cabo, de un engranaje que no es otro que el avance/astucia mismo/a de la Razón de “nuestro” arte contemporáneo.

Con “su” gala, al igual que la gente del MACBA con la suya -como él ha recordado con gran acierto- Miguel Cereceda ha permitido sacar a la superficie lo que en realidad representa una parte importante de la élite del arte español contemporáneo (entre ellos, o a la cabeza, la élite económica de los ricos coleccionistas, claro está). Los elegidos. Las estrellas. El top del top. Los 400. Todos esos, todas esas y todxs esxs que ahora, de un modo u otro, quieren alejarse del lodazal de semejante fiasco. No es otro el gran logro que el presidente del IAC, el crítico de carácter político –incluso subversivo- que siempre nos quiso vender que era (ay de aquellos que fueron vapuleados en las páginas del ABC por ser “artistas complacientes”) ha conseguido. Cereceda ha logrado desenmascarar, desde dentro, el núcleo pútrido de gran parte del arte español actual. Porque había 400 elegidos que, digan lo que digan, se pongan como se pongan, asistieron (o apoyaron escribiendo que les encantaba la idea o su nominación), como buenos estrategas, para ver cómo se desarrollaban los acontecimientos. La historia de siempre: si la cosa va bien, aquí estoy, si va mal, me desmarco. Como dirían los viejos punkis: Puaj!!

Y entre toda esa pestilencia, a la que se podría desenmascarar paso a paso, nombre a nombre, allí estaba, encogido de hombros y con cara de póquer, el gran Leónidas al que María Virginia Jaua quiere excusar, ese gran mentiroso que ha demostrado ser Manuel Borja-Villel: un izquierdista encerrado en un gran sarcófago rojo; pero no rojo por su ideología, claro está, tampoco por decisión de Jean Nouvel, sino por quien, ya saben, paga las facturas –a costa de los desahuciados, obviamente- (más de un millón y medio de euros en concreto) para que diga y escriba cosas como: “nos guste o no, la cultura de la subvención (¿de la subversión?) se ha acabado”. Un Borja-Villel (a quien nadie menciona) que pensó, probablemente, que aquello de la Gala a lo mejor tendría algo que ver con la patraña de Salvador Dalí, y que de ese modo quizá volvería a hacer una buena caja. Y cerca de él estaban, también mezclados en un totum revolutum, muchos de los innumerables nominados, casi tantos como profesionales del arte existen –qué locura-, y, claro, también los premiados o sus representantes, haciendo chistes jocosos con los que pretendían escurrir el bulto y distanciarse de la mierda en la que ya estaban enfangados: “Que premio tan pesado” (Joao Fernandes).

Y entonces llegaron los verdaderos chistes a la salida, los comentarios maliciosos y las intervenciones en las redes sociales incidiendo en la culpabilidad única de alguien a quien poder hundir “para que todo siga igual”, para que, a base de escurrir el bulto hacia un único culpable, el lugar de cada cual en la gran pocilga que el arte elitista (o gran parte del mismo) representa, quede perfumado. Fue Nietzsche, dicen, quien escribió aquello de “El desierto crece”, algo que llevó a Nacho Criado a reflexionar sobre “La voz que clama en el desierto”. Hoy, más abyectos que nihilistas, podríamos escribir: “La mierda crece” y otro buen artista podría pensar: “La voz que se atraganta entre la mierda”.

 

A modo de coda

1. Algunos faltaron a la gala, como el ministro Wert. Obsesionado quizá con eso de que la gala era una copia de los Goya en miniatura pensó que también allí le abuchearían. Se ve que no le habían informado de que ya le había bajado el IVA al sector y que, por tanto, como máximo habría un gran silencio en el auditorio, o quizá, con un poquito de suerte, algún aplauso que otro.

2. Del patrocinio del evento por parte de seguros médicos privados en un Madrid que ha luchado con coraje contra la privatización sanitaria mejor ni hablamos, ¿verdad?

Señor Cereceda…
…en cualquier caso no se sofoque usted demasiado. Como gran mediador evanescente nos ha permitido ver, asumir y constatar algunas cuestiones importantes. Su labor ha sido necesaria (aunque a muchos, lógicamente, les moleste). Y recuerde que junto a usted, aunque ahora quieran hacerse los locos, estaban Jenny, Bubba, el teniente Dann, y tantos más (algunos de esos que hoy blanden antorchas para que no se los reconozca como parte del sarao enfermo de nuestro sentido de la cultura). Y no olvide tampoco que, en su papel, basta con ponerse en pie frente a la tumba y decir aquello de “Ha sido un fiasco (te echo de menos)… Jenny”, para que la lágrima y el moquillo caigan entre la audiencia y todos queramos abrazarle de nuevo. Nadie, sólo el Vietcom, los panteras negras y gente “de semejante calaña”, odia de veras al inocente Forrest y a la maquinaria que lo creó. Ya ha puesto usted la semilla, ya ha depurado sobre su cuerpo toda la culpa, y ya están todos tranquilos. Hecho esto, ya sabe: ¡Nos vemos en los RAC 2015, ARCO mediante!

Publicado originalmente en www.salonkritik.net

El arte contemporáneo “degoyado” por el propio IAC

Hay una anécdota del mundo de la literatura que quizás tenga algún sentido recordar estos días. Cuando Edgar Allan Poe dirigía una de las varias revistas que editó, un señor le envió unos poemas desafortunados para que los publicara. Poe los rechazó amablemente, pero el señor se enfadó e insistió en la validez de sus textos. Poe dijo entonces: “fulano de tal nos ha enviado unos versos, los cuales hemos declinado publicar por su propio bien, pero si sigue insistiendo los vamos a publicar.”

Esta pequeña anécdota editorial ilustra a la perfección el hecho de que a veces es mejor no empeñarse en el desatino: por el propio bien de uno, pero aún más por el del colectivo, cuando se es el representante de uno. El problema no es errar, sino insistir en ello no una sino mil veces hasta consumar el desastre y arrastrar a los otros.

La insistencia y tozudez del presidente del IAC, puede a la larga ser mucho más costosa que la propia gala deslucida y sin sentido, que se llevó a cabo el pasado 14 de febrero: copia mala de la copia mala de la copia mala…

Para empezar ese empeño de poner al arte en el escaparate y bajo los reflectores o como les gusta decir: en el photocall –que ya no sabemos si hay una confusión en la vocación– no solo no conseguirá la supuesta y anheladísima “visibilidad” del arte contemporáneo español en donde es y debe ser “visible”, sino que tampoco conseguirá realmente nada de las cosas importantes para el arte, e incluso, diría, que por su vulgaridad lo aleja cada vez más de conseguir aquello de lo que realmente está urgido: la legitimidad que solo da el trabajo serio.

Si existe una desafección del público con respecto al arte quizás se deba, entre otras cosas, a que muchas de las exposiciones de “arte contemporáneo” son algo realmente incompresible, pretensioso y sin ningún tipo de sustento de investigación ni de rigor y en las que muchas veces se hace énfasis en algo que al público no se le escapa: su sumisión a intereses del mercado y del capital por encima de la búsqueda del conocimiento. Es decir: sus falacias. Y a lo que ahora se quiere sumar este afán inútil de reunir con lo que debería ser una mayor exigencia en la producción de significado, la social-banalité más hortera.

No nos cansaremos de insistir que se debe comenzar por hacer una verdadera crítica, es decir: empezar con una autocrítica radical, mucho más conveniente y necesaria que la palmadita y el premio de ocho toneladas (como bien señaló alguien que recogió uno de los galardones) dado entre colegas, con el fin de subirse la moral unos a otros, para luego tener un pequeño crédito “afectivo” con el que gestionar favores.

Esto se hizo evidente en el acto cuasi-escolar que se llevó a cabo en el auditorio del museo Reina Sofía. El texto de los presentadores de la gala, que en lugar de conseguir esa “identificación” necesaria con los asistentes (ni en la forma ni en el fondo), produjeron horror a los miembros del colectivo artístico, se mereció -ese sí, un reconocimiento al mejor “guión” de sandeces jamás pronunciado para bochorno de todos los presentes. Entre los infinitos disparates, me quedo con esta perla: “el arte es como el champagne, el arte es una confusión feliz.”

En cambio, dicho guión hizo bien evidente que ni el impulsor del evento no cree realmente en lo que hace: apoyar el arte de su tiempo. En ningún momento se mencionó el nombre de algún artista contemporáneo español y sin embargo, no se escatimaron “elogios” a Murillo, a Botticelli y al pobre de Goya… pero sobre todo el palmarés de la apología a los artistas, se lo llevó esta: “para ser realmente artista, este debe estar muerto”. En fin, uno de los doscientos mil chistes malos e involuntarios de la gala. Pero el despropósito no queda solo ahí, también se expresó por la boca llena de botox de una de los freshianfitriones, esa idea tan saludable que se tiene de la crítica: algo temible y horroroso.

Más bien nos resultó extrañísima dicha afirmación, porque supuestamente se pretende “reconocer” a la crítica y “animarla”. Mejor aplíquenla de una vez por todas y si no pueden: acéptenla y agradézcanla: al final, es por su propio bien y del colectivo al que también la propia crítica pertenece.

Otro detalle digno de mencionar es que la gala del Arte Contemporáneo se vistió de luces reconociendo como los mejores proyectos expositivos del año 2013 a dos muestras que NO son de arte contemporáneo [1]: “Contra Tàpies” (comisariada por Valentín Roma en la Fundación Tàpies y “La invención concreta” (comisariada por Manolo Borja Villel y Gabriel Pérez Barreiro en el MNCARS).

¿Os dáis cuenta de vuestras infinitas contradicciones? ¿Con qué criterio se hicieron esas valoraciones? ¿Habremos de recordarle al señor Cereceda a qué periodos y a qué movimientos corresponden los principales artistas de ambas muestras*?

Sin duda, ahí no se trataba de artistas “contemporáneos”. A menos que se considere la contemporaneidad como algo arqueológico: que mira al pasado. ¡Pero qué importa, dirá alguno, si “se trata de una fiesta” con una sonrisa desdibujada en el rostro. Pero el festejo ya se había aguado con antelación [2] y no fue a causa de la lluvia madrileña: el primero, Valentín Roma, rechazó el premio, por considerarlo una payasada y el segundo, aunque quizás le habría gustado declinar el honor, no pudo por ser la máxima autoridad de la institución que albergó el evento.

A este doble “error”, se suma otro no menos “visible”, ya que se había señalado varios días antes en las redes sociales: Cildo Meireles no es, no puede y no será ya nunca un artista “revelación”. Una vez más se manifestó la férrea voluntad del presidente del IAC en perseverar a ciegas en su propio desatino. Teniendo en cuenta que se pudo enmendar, al haber muchos artistas jóvenes notables en Latinoamérica. Algunos de ellos incluso viven en Madrid y habían sido nominados como Marlon de Azambuja, quien por cierto acaba de presentar, en la galería Max Estrella de Madrid, una excelente muestra en la que reflexiona sobre la inestabilidad y la precariedad del proyecto de la Modernidad.

Otra de las particularidades de este evento que podría tener una lectura en clave decolonial es la insistencia infinitamente cansina y española de que querer “descubrir” el Nuevo Mundo. En lugar de querer “descubrirnos” a nosotros los latinoamericanos; por qué mejor no se dejan descubrir vosotros. Lo digo no sólo porque si os dejárais descubrir quizás se lograría la tan ansiada “visibilidad” que el arte español reclama, pero también no vendría mal un cambio de roles, porque la historia se nos está haciendo un tanto aburrida. Este afán de querer ser los “descubridores” de un arte que ya tiene un lugar bastante visitado y revisitado en el mapa del arte mundial y que llegó mucho antes a Nueva York, París o Londres que a Madrid, no sólo pone en evidencia las carencias culturales, y cierto dejo de oportunismo: apropiarse de un discurso ya legitimado sin arriesgar para propio beneficio. Pues si fuera el caso de “revelar” algo verdaderamente no conocido habrían podido contemplar artistas de Asia, África u Oceanía.

El acto de reconocer el trabajo, el esfuerzo y el rigor en sí mismo no tiene nada de reprochable, al contrario puede ser bastante loable. Pero esto no se consigue con galas ni con premios, no son tiempos para ello, incluso el mismo Miguel Cereceda insistió varias veces en ello, contradiciéndose -una vez más- haciendo lo opuesto de lo que afirma; pero es que parece carecer del más mínimo criterio para hacerlo.

Además de que no son premios ni fiestas lo que el arte necesita, como él mismo afirmó en varias ocasiones, resulta curioso que se haga por medio de métodos un tanto opacos por parte del IAC (una asociación que se conocía por su defensa de la transparencia y de las buenas prácticas). Nadie entendió el criterio de las disparatadas nominaciones ni tampoco de los premios. Muchas personas se fueron con la idea de que todo se decidió a dedo por él y cuatro personas de una misma asociación, incluido su director. En ese sentido, mucho más sobrias, transparentes y coherentes han sido los métodos y las formas de la asociación Mujeres en las Artes Visuales (MAV) que en su premiación independiente y con la votación de todas sus afiliadas, demostró mucha más profesionalidad.

Aquí no se busca descalificar ninguno de los reconocimientos, al contrario, algunos de ellos muy merecidos, pero sí señalar el despropósito, la inutilidad, las contradicciones y el fiasco de insistir innecesariamente en un camino plagado de errores por pura soberbia y por afán de “figurar” en la repartición de “estrellitas”.

Porque de todos los discursos que se escucharon a unos decibeles -que rompían los oídos de los presentes, como si de una arenga politiquera se tratara, el más absurdo, fue el del impulsor de los “reconocimientos”, el actual presidente del IAC, una asociación que ve su credibilidad por los suelos, cuando su representante proclama la dignidad y la excelencia del arte junto con las de la publicidad, la televisión y el turismo, con esta afirmación contundente: “el arte nos hace más críticos y más hermosos [sic].”

Con ese bellísimo y profundo estament, digno colofón del leitmotiv incumplido de la velada “para que el arte enamore” en el día del año más propicio para ello, es que recordamos hoy la anécdota de Poe. Esperemos que por el bien propio y el del colectivo, el presidente del IAC recapacite y desista en su empeño amoroso [3] -de una vez por todas- de poner bajo los reflectores y en trasmisión en directo al “degoyado” y mal entendido reconocimiento del “arte contemporáneo” no vaya a ser que consiga la tan ansiada “visibilidad” por la que ha dado la vida.

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[1] Aunque la muestra Contra Tàpies contó con unos pocos artistas contemporáneos como Pep Agut o Vicente Vázquez/Usue Arrieta, no puede considerarse de ninguna manera como de “arte contemporáneo”, pues la mayoría de los artistas que se incluyen en ella, van desde las primeras hasta las últimas vanguardias del siglo XX. Mientras que la exposición La invención concreta centra su atención en el desarrollo de la abstracción geométrica en Latinoamérica y abarca un marco cronológico que va de los años treinta y concluye en la década de los setenta del siglo XX. Como se señala en el texto con el que el Museo Reina Sofía la presenta a los visitantes.

[2] Véase el artículo de Peio Riaño “Los Goya arrancan con escándalo”

[3] Las excusas que Cereceda está dando en las redes sociales de que “todo no fue tan malo” y echarle la culpa a la productora de televisión que él contrató, en lugar de enmendar, agravan el hecho al no asumir la responsabilidad de la errada deriva por la que está llevando a todo un colectivo.

 

Publicado originalmente en www.salonkritik.net

Arte global o diferencia como arte singular

per se de un gesto, un objeto o una práctica artística: ¿a una determinada clientela que ve en lo nacional un obstáculo a la libre circulación (inter) nacional de mercancías culturales?

Los ciudadanos y ciudadanas que pasmados observan las peripecias del arte contemporáneo, se plantean las siguientes preguntas: ¿quién legitima el pensamiento de los artistas globales que se pasean asépticamente por bienales y documentas? ¿Quizá los curadores de oficio de la estética imperial global? ¿Quizá la demanda de arte global mercantilizado, o las necesidades expresivas de una época, de unos hombres y mujeres concretos que reivindican el reconocimiento de diferencias específicas  como de raza, credo, sexo, pensamiento, entre muchas otras? ¿Ya no hay nada, ninguna diferencia por la cual luchar que no sea pujar por lograr los mejores precios para nuestros productos? ¿Se trata sólo de conquistar el mercado mundial neoliberal de las mercancías culturales que eufemísticamente son llamadas “arte contemporáneo” o “arte político”? Si es así, no nos digamos más mentiras. Estamos ni más ni menos que en una época para la cual el arte debe ser declarado un asunto del pasado.

Ahora bien, muchos dirán que el arte no es cuestión de pasado, sin embargo en necesario dejar en claro que no se puede entender sin él, como los divulgadores del arte global pregonan. Si  llamamos política a un encuentro de fuerzas que mutuamente se combaten para  cada una por su lado imponer a la otra y al pensamiento artístico su hegemonía, sin duda alguna el arte no puede eludir la realidad que estas fuerzas modelan. Si hablamos de un  arte global pensado hegemónicamente, más allá de las diferencias incómodas y de las nacionalidades oprobiosas, es claro  que  la política pasa a ser caso juzgado, un  asunto del pasado. De ahí, la legitimidad y la actualidad de la inquietudes  de quienes hacen resistencia activa a la evaporación global: la contemporaneidad es un campo incierto que se debate entre unos discursos que reclaman una hegemonía sobre el pensamiento de los artistas, y unas voces que marginadas del main stream gritan en silencio su desconcierto dentro de este nuevo orden global. Mundo ya no hay, ya no nos acompaña ni nos reivindica ninguna diferencia. El mercado se las tragó y las vomitó como globos para jugar fútbol o para  adornar Ferias de Arte.

 

Imagen: de izquierda a derecha: Liliana Angulo, John Castles, Edwin Sánchez y Gabriela Pinilla, en III encuentro de Historias Emergentes en la ASAB.

Ventana de salida al verdadero arte contemporáneo

PREMISA:
UN PERIÓDICO QUE PERTENECE A RICOS PATRONES NO DEBE SER LEÍDO POR ALGUIEN QUE NO SEA NI PATRÓN NI RICO.

He aquí un pequeño punto, aplicable inmediatamente. Considerad a quién pertenecen verdaderamente los periódicos, incluyendo los informativos televisados más seguidos. Pertenecen al rey del hormigón, al príncipe del producto de lujo, al emperador de los aviones de guerra, al magnate de la prensa rosa, al financiero de agua potable… En resumen, a todas las personas que, en sus yates y en sus propiedades, ponen al pequeño Sarkozy, a quien le ha salido bien el golpe, en sus hospitalarias rodillas. ¿Cómo es que aceptamos este estado de cosas? ¿Por qué la información de las grandes masas populares tiene que depender del precio de las hormigoneras o del mercado mundial de la piel de avestruz? Leamos y miremos sólo lo que está por fuera de los circuitos comerciales dominantes. Que los riquísimos propietarios de periódicos se pasen entre ellos su prosa. Desinteresémonos de los intereses que su interés desea ver convertidos en los nuestros.

Alain Badiou, ¿Qué representa el nombre de Sarkozy?

El arte colombiano será secesionista o será devorado por la mercancía cultural

A PROPÓSITO DE LA BIENAL RCN DE CARTAGENA, PREGUNTA EL MAESTRO OSCAR SALAMANCA:

Bueno, además del manifiesto ¿realizarán una bienal alternativa?

Opinión: las bienales y los Salones alternativos son una opción que los artistas no toman en cuenta, porque, después de todo, dan la impresión de querer estar en la Bienal X, o en el Salón Y. Tienen razón porque esos mega-eventos sólo son posibles en connivencia con el Estado,  el cual es nuestro con nuestro sudor.  Sin embargo, pienso que la fatiga con la Estética Oficial de los últimos años, es tal, que la salida de esta costosa inactividad plástica, sólo puede ser una SECESIÓN. Ahora, ¿este quiere decir que debemos dejar  los cuantiosos recursos del Estado para que los usufrutuen los mimos con las mismas? No. La SECESIÓN tiene que mostrar su relevancia y exigirle al Estado, un cambio en su Estética Oficial.

Respuesta: a Liliana Angulo y Alexa Cuesta les queda esta inquietud, pero también a todos los y las artistas colombianas.

¡Sea usted el, la primera en responder!

Por la plata baila el perro

Por Muriel Angulo*

Esta frase champetua podría resumir la discusión que se ha venido dando desde hace varios meses en torno a las políticas discriminatorias de la Bienal de RCN, más conocida como I Bienal Internacional de Arte de Cartagena de Indias, BIACI. Desde sus inicios, los organizadores del evento, en una clara actitud de arrogante altanería, afilaron sus dientes y sacaron las uñas a través del lanzamiento de una amañada convocatoria que prendió las alarmas de los artistas locales. Ante esta pelada de cobre de los coordinadores de la exposición, varios artistas cartageneros –entre los cuales me encuentro- decidimos conformar el grupo CAVCA (Comunidad de Artistas Visuales de Cartagena) con la clara intención de evidenciar la inconformidad que nos producían las prácticas de exclusión que comúnmente se ejercen desde el país andino; fue así como acordamos una cita con Natalia Bonilla Maldonado, directora de la Fundación Bienal Internacional de Arte Contemporáneo de Cartagena de Indias, para manifestarle personalmente nuestras inquietudes. Sin embargo, como sucede siempre que nos atrevemos a mirar de frente al contrincante, su actitud fue batear de foul, situarse fuera del campo de juego y asumir una actitud de víctima acusándonos de armar una encerrona para atacarla. “¡Ja! qué artistas tan resentidos!” debería estar pensando la señora directora (risas). Hasta aquí nada extraño, puesto que así funciona el poder. Sin embargo, en vista de que los ánimos estaban candentes y sulfurosos, decretamos una tregua para enviarle por escrito nuestras solicitudes, y así darle tiempo a la organización BIACI de estudiarlas para que luego de unos días, presentaran su propuesta. Es evidente que la respuesta nunca llegó; pero lo más sorprendente sucedió mas adelante, cuando nos enteramos de que las solicitudes formuladas por el grupo CAVCA, se estaban implementando poco a poco en la ciudad, sin previa comunicación a los artistas proponentes. ¿Increíble? Nooo! Así opera el capital! Mientras el cinismo neoliberal se apropia de las ideas ajenas, el poder ordena a los medios de producción que las ejecute. Nuestras propuestas sobre el manejo de la Bienal frente a temas tan sensibles como la articulación social de la Cartagena periférica, así como la realización de charlas, talleres artísticos y pedagógicos con comunidades, y la participación de estudiantes de la UNIBAC (Institución Universitaria Bellas Artes y Ciencias de Bolívar) como auxiliares en gestión, producción, montaje, logística, guía de exposiciones, etc., habían ido a parar a su agenda empresarial.

“Responsabilidad social”, afirmarán ellos; y como “por la plata baila el perro”, su siguiente paso fue contactar a los artistas locales para que prestaran sus servicios y conocimientos a la empresa RCN-BIACCI, una lógica neoliberal que promueve la libre empresa en detrimento de los vínculos sociales y la dignidad humana. Porque recordemos: Business are Business y punto!. Hoy día, a pesar de la deserción de algunos integrantes del grupo CAVCA, Alexa Cuesta, Helena Martin y yo, seguimos resistiendo; situación que demuestra el poder de vasallaje económico y político al que nos enfrentamos, que sin hilar muy delgado, es el mismo que con sus prácticas clientelistas, ha desestabilizado por años a Colombia. El debate sigue vivo, pero los medios se encargarán de silenciarlo. La estrategia empresarial que desconoció desde el comienzo la dinámica de la ciudad y de su gente, sigue enmarcornada con los procesos curatoriales ejercidos desde el centro y continúan en la tarea de fetichizarnos y exotizarnos, ahora en colaboración con nuestras propias instituciones. Asunto grave, si recordamos que en el marco de la globalización, la identidad cobra un enorme sentido en cuanto a construcción cultural “y espacio de intervención y acción social en el que las relaciones de poder se establecen y desestabilizan”, como afirma el jamaiquino Stuart Hall, cuyas investigaciones se sitúan también frente a la discriminación que ejercen las élites a través de las artes, la literatura, la historia y los medios de comunicación, cumpliendo una función ideológica dentro de las sociedades contemporáneas. La embestida cultural continúa. El comunicado que emitió el colectivo CAVCA sobre aquello que creemos debe ser una Bienal social e incluyente, fue desconocido. La pregunta sobre la posibilidad de que la BIACI estuviera gestionando apoyos y recursos públicos y proporcionar el nombre de las entidades públicas que -de ser cierto- les estarían dando su apoyo, tampoco fue resuelta. Es importante recordar que “una iniciativa privada” no puede ser una patente de corzo para visibilizar e invisibilizar culturas, artistas y discursos al antojo de los gestores de turno, peligrosas decisiones encaminadas a subestimar procesos sociales a favor de otros, evidente política de la Bienal. Debemos conocer que el Arte, al lado de la droga y las armas, es uno de los tres mercados no regulados del mundo capitalista para entender por donde va el agua al molino. El Arte no es sólo un acto estético: es una poderosa herramienta de conocimiento y de sentido. El Arte nos revela la forma en que construimos nuestra identidad y nos relacionamos con los otros; el Arte delata, transgrede, duda, habla de lo que no se habla. En palabras de Deleuze, una acción política, un acto de resistencia, un acontecimiento. Y es allí donde reside su peligro, y el furioso afán por domesticarlo.

*Artista
CAVCA
Publicado originalmente en Crítica Pública.

Manifiesto emputao! CAVCA vs. BIACI

ROUND 1

El debate que se viene planteando en torno a las políticas y acciones de la I Bienal Internacional de Arte Contemporáneo de Cartagena de Indias, BIACI, a realizarsede febrero a abril del 2014, demuestra que existe una visión centro/periferia que hoypor hoy, está más viva que nunca. Sucede ahora, cuando se evidencien las viejasprácticas institucionales de invisibilización, exotización, parcialización, y desconocimiento del arte local, a través de procesos curatoriales centralistas y colonizadores que continuan siendo definidos por las fuerzas del mercado globalizado. Ante dichos acontecimientos, la membresía activa de la Comunidad de Artistas Visuales de Cartagena y Bolívar (CAVCA) nos declaramos en resistencia y manifestamos nuestro rechazo a las siguientes políticas excluyentes:

1- INVISIBILIDAD Y EXCLUSIÓN. Al no ser respondidas nuestras peticiones de visibilidad e inclusión del arte local en la programación de los eventos culturales propuestos por la organización de la bienal, la BIACI se convierte en un evento impositivo, colonialista y hegemónico, una industria cultural mediática que desconoce la particularidad de nuestra cultura imponiendo su mirada extranjera, en una clara demostración de desprecio por la diferencia.

2- DISCURSO CRÍTICO Vs MERCADO DEL ARTE. El peligroso vínculo entre Arte, Poder y Mercado que da vía libre al posicionamento de un arte para coleccionistas, cuyo fin último es desarticular el discurso público, crítico y contestatario del artista. ¿Acaso el arte sólo sirve para confinarse en el mausoleo de un coleccionista?

3- EL CENTRALISMO. Las investigaciones y curadurías que desde el centro ejercen un sistemático desconocimiento del arte local y/o periférico, cuyo propósito es, paradójicamente, subestimar la diferencia al tiempo que se lucra de ella.

4- EL DESPRECIO POR EL CONTEXTO LOCAL. Las prácticas discriminatorias de los organizadores de la Bienal, que ante el desconocimiento del contexto local del arte cartagenero, de su gente y de su territorio, no permiten que el arte opere como agente restaurador del tejido social y de la vida.

5- LA USURPACIÓN. La utilización del nombre de Cartagena de Indias, así como de recursos públicos a través de la ocupación de infraestructuras públicas, edificios patrimoniales y espacios patrocinados con dineros del Distrito de Cartagena, la Gobernación de Bolívar y/o Ministerio de Cultura, durante los tres meses de duración de la Bienal, un evento de carácter privado que privilegia el culto al “gran artista”, a la empresa cultural y al coleccionismo mientras desconoce la Otredad e ignora el contexto local, sus artistas y su territorio.

6- LA IMPROVISACIÓN. La falta de eficacia del comité organizador de la BIACI, al no haber convocado oportuna y públicamente, por lo menos con un año de gestión, difusión, participación y evaluación, a los artistas y académicos de la ciudad, hecho que habría evitado la improvisación y el desdén con el que fue resuelta la convocatoria, cuyo resultado fue una exigua participación de artistas locales frente a la exclusiva pléyade de artistas internacionales invitados.

7- EL ABUSO DE PODER. El poder discriminatorio que la BIACI -patrocinada por entidades privadas, élites colombianas y medios masivos de comunicación- ha puesto en marcha para implantar un proyecto cultural ajeno, desconociendo al Otro y a su territorio e ignorando de manera grave la dinámica de la ciudad y de su gente.

8. EL PATERNALISMO. Las prácticas proteccionistas y el tratamiento subalterno que se le ha dado a la ciudad, a sus artistas y a su gente, bajo el lema centralista de “enriquecer el escenario artístico de Cartagena”, demuestran un gran desprecio por las artes plásticas y visuales locales y un nulo interés por restablecer los vasos comunicantes entre Arte, contexto y sociedad.

ANTE ESTAS PRÁCTICAS HEGEMÓNICAS:

Rechazamos a la BIACI por ser un evento privatizado, elitista, mediático e invasor y exigimos unas prácticas curatoriales regionales y locales, integradas por curadoras y/o curadores competentes, conocedores de la calidad y la diversidad del arte que se realiza en el Caribe colombiano; profesionales que ejerzan su oficio con independencia, que rompan con esquemas dominantes, lejos de la mirada sesgada, centralista, invisibilizadora y exotizante del Otro. Pedimos explicaciones a las entidades territoriales e instituciones culturales de la ciudad por la permisividad y complicidad con que se gestionaron las locaciones e infraestructuras físicas patrocinadas con dineros públicos para el advenimiento de la agenda del evento.

C.A.V.C.A.
CARTAGENA 7 DE FEBRERO DE 2014

Imagen: Alexander Ródchenko