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Arte global o diferencia como arte singular

per se de un gesto, un objeto o una práctica artística: ¿a una determinada clientela que ve en lo nacional un obstáculo a la libre circulación (inter) nacional de mercancías culturales?

Los ciudadanos y ciudadanas que pasmados observan las peripecias del arte contemporáneo, se plantean las siguientes preguntas: ¿quién legitima el pensamiento de los artistas globales que se pasean asépticamente por bienales y documentas? ¿Quizá los curadores de oficio de la estética imperial global? ¿Quizá la demanda de arte global mercantilizado, o las necesidades expresivas de una época, de unos hombres y mujeres concretos que reivindican el reconocimiento de diferencias específicas  como de raza, credo, sexo, pensamiento, entre muchas otras? ¿Ya no hay nada, ninguna diferencia por la cual luchar que no sea pujar por lograr los mejores precios para nuestros productos? ¿Se trata sólo de conquistar el mercado mundial neoliberal de las mercancías culturales que eufemísticamente son llamadas “arte contemporáneo” o “arte político”? Si es así, no nos digamos más mentiras. Estamos ni más ni menos que en una época para la cual el arte debe ser declarado un asunto del pasado.

Ahora bien, muchos dirán que el arte no es cuestión de pasado, sin embargo en necesario dejar en claro que no se puede entender sin él, como los divulgadores del arte global pregonan. Si  llamamos política a un encuentro de fuerzas que mutuamente se combaten para  cada una por su lado imponer a la otra y al pensamiento artístico su hegemonía, sin duda alguna el arte no puede eludir la realidad que estas fuerzas modelan. Si hablamos de un  arte global pensado hegemónicamente, más allá de las diferencias incómodas y de las nacionalidades oprobiosas, es claro  que  la política pasa a ser caso juzgado, un  asunto del pasado. De ahí, la legitimidad y la actualidad de la inquietudes  de quienes hacen resistencia activa a la evaporación global: la contemporaneidad es un campo incierto que se debate entre unos discursos que reclaman una hegemonía sobre el pensamiento de los artistas, y unas voces que marginadas del main stream gritan en silencio su desconcierto dentro de este nuevo orden global. Mundo ya no hay, ya no nos acompaña ni nos reivindica ninguna diferencia. El mercado se las tragó y las vomitó como globos para jugar fútbol o para  adornar Ferias de Arte.

 

Imagen: de izquierda a derecha: Liliana Angulo, John Castles, Edwin Sánchez y Gabriela Pinilla, en III encuentro de Historias Emergentes en la ASAB.

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