Posdata: Good Business Is The Best Art

A propósito de mi artículo acerca de los ochenta años de Botero, amablemente Elkin Rubiano ha escrito el siguiente comentario:

“Tal vez el artículo de Semana esté lleno de lugares comunes, pero de alguna manera es comprensible: va dirigido a un público general y se dice lo que seguramente debe decirse cuando se celebran los 80 años del artista más reconocido del país. El discurso de Semana, por lo tanto, se suma al extendidísimo “sermón de la corrección boteriana”. Pero de allí a afirmar que “El artista, entonces, se vale de su arte para potenciar el capitalismo que tanto dolor causa a millones de hombres y mujeres, niños y niñas en países como el nuestro”, es una afirmación generalista que aporta al lector tanto como el artículo anónimo de Semana. El discurso del crítico se suma a la extendidísima “arenga de la cofradía antibotero”. Aunque antagónicos, ambos discursos dicen muy poco sobre la obra de Botero, que es lo que realmente importa”.

Intentaré pues sacar de la indeterminación mis apuntes, escritos para un público que sabe leer pero que tiene poco tiempo para tomarse la vida en serio, así sea durante unos breves minutos. El argumento de Elkin Rubiano según el cual la revista Semana tiene un determinado público el cual sólo puede comprender lugares comunes, no es sólo despectivo e irrespetuoso para con la revista y sus lectores, sino que, principalmente, tiene un tufo modernista, ilustrado. En efecto,  parte de dos  supuestos: 1) Existe una humanidad capaz de pensar y leer no trivialmente, y otra que no lo es porque, a diferencia de la primera, ha sido ilustrada en los secretos del saber. 2) Existe una minoría ilustrada, habilitada para actuar y otra que debe ser modelada y limitarse a ser espectadora pasiva de su propio destino: que los ilustrados implanten sus formas en la sensibilidad de aquellos que por tradición han sido comprendidos como los-sin-luz. Así la segunda sea una reformulación de la primera, las consecuencias de estas hipótesis aún se sienten en muchos campos de saber en los cuales se  oprobia cualquier tipo de disidencia que atente contra el discurso establecido por el orden económico para las artes.

Mis observaciones al artículo de  Semana, es un llamado de atención respecto a que, así Botero no tenga hoy nada que decirnos, y, por lo tanto, tampoco nosotros tengamos nada que decir  respecto de su obra, un homenaje al pintor nacional, insisto, merecería un análisis más fino, o al menos un artículo complementario que hablara por  lo menos de dos Boteros: el Botero creador de nuevos lenguajes plásticos e inspiración de jóvenes talentos, y el Botero manejado por dealers avidadólares; el artista ingenuo y prometedor, y el artista que se hace el de la vista gorda cuando se trata de pensar, como les corresponde a los artistas contemporáneos consientes de su época, cómo el capitalismo y sus intereses están determinando la producción de su obra. Un artículo de cualquiera de los historiadores de arte jóvenes que han surgido recientemente en Colombia y que nos prometen una historia del arte puesta menos al servicio de la aristocracia plástica comercial de nuestro país, hubiera sido de gran ayuda para comprender la importancia de Botero, la cual sólo puede ser atribuida de manera no informada a la cantidad de dólares que el artista ha logrado movilizar hasta nuestros días. Pienso ahora en la historiadora María Mercedes Herrera, pero existen otras promesas.

los bailarines de botero
Ahora, tampoco se trata de poner las cosas en blanco y negro, de  dividir la crítica entre la corrección modernista  de Botero y una supuesta conjura de algunos artistas contemporáneos en contra de la avanzada modernista que este artista representa en Colombia.

El asunto tiene que ver con dos puntos que van más allá de las  rencillas estético-ideológicas de la parroquia de los feligreses del capital que permanentemente se bloquean los unos a los otros. 1) El cómo los coleccionistas de arte han silenciado la crítica y son ellos quienes determinan hoy cuáles son los artistas y las obras de arte que deben perdurar. 2) El cómo el sentido de una obra de arte  hoy en día consiste en el precio que  los dealers le imponen mediante diversos trucos de mercadotecnia. En efecto, son sus necesidades de lucro las que en verdad organizan exposiciones y  pautas publicitarias con barniz crítico; ellas son las que  determinan donaciones y temáticas para paulatinamente ir liquidando los intereses de sus inversiones artísticas, y, estratégicamente ir subiendo los precios de las exposiciones por venir. Lo que piensa el artista tiene poco o nada que ver en el negocio. Es una calamidad para el arte contemporáneo que las obras de Botero se distingan por el costo que tiene cada una de ellas, y no por el sentido que emerge con su presencia en este orden caótico que vivimos. Por supuesto, no estoy diciendo nada nuevo, pues, de sobra es conocida esta condición contemporánea para el pensamiento artístico después de que Míster América colonizó nuestro inconsciente estético y político: being good in business is the most fascinating kind of art. Making money is art and working is art and good business is the best art.

Finalmente, contrario a lo que se suguiere en algunos comentarios en la red, realizados en Liberatorio, Esfera Pública y FaceBook, pienso que el problema que nos plantea Botero ya no tiene que ver con la calidad, respecto a lo cual no tengo ninguna objeción, así los artistas minimalistas le hayan dado el puntillazo final a este criterio del juicio estético hace cincuenta años, así los criterios introducidos por ellos sean tan vagos como los de Greenberg. Lo cierto es que estamos en una época sin lenguaje adecuado para comprender lo que nos pasa. Estamos en una época en que sólo unos pocos se dan cuenta de la nada que nos está  pasando,  embelesados como estamos compartiendo naderías en Facebook y Tweeter. Los problemas que aprecio en el legado cultural de Botero son otros: 1) La relevancia de la obra  para comprender el momento que vivimos, la nada que nos cosifica y calcina. Botero perdió su sustancia. 2) El compromiso quizá solo indirecto de su proyecto artístico con un régimen económico  que genera tanta inequidad en el mundo, pobreza y violencias de todo tipo, despierta muchas suspicacias respecto a la sinceridad que debe mostrar todo artista en cada uno de sus trazos. 3) Cuando el dinero es el que determina el sentido de una obra de arte, sólo queda teorizar sobre el cinismo como arte. Si estos puntos no son relevantes para comprender el por qué una sociedad invierte sumas ingentes de dinero en estos “entretenimientos” de moda inventados exclusivamente para los Señores del Yate, mejor sería ocuparnos de Torquemada y su cacería de saberes divergentes.

 

Fotografía: tomada de la revista Semana: “las diez obras más caras de Botero”. http://www.semana.com/nacion/diez-obras-caras-botero/174403-3.aspx

Botero cumple 100 años: ¡vive el maestro!

La revista Semana le da su portada al pintor Fernando Botero esta semana que comienza. Para el columnista, Botero es uno de los artistas más importantes del mundo porque logra mover “millones de dólares”.

El artista, entonces, se vale de su arte para potenciar el neoliberalismo que tanto dolor causa a millones de hombres y mujeres, niños y niñas en países como el nuestro. El arte que logra una portada en Semana es una arte en el que poco importan las ideas de igualdad, solidaridad y libertad. En este orden de ideas, el homenaje que Semana pretende hacer a Botero no es más que un indicador de la falta de cultura en nuestro país. En efecto, escrito por un anónimo contemporáneo, se trata de un artículo, breve y lleno de lugares comunes, los cuales por sí solos no justifican la importancia del pintor para su país, mucho menos para su madre patria: el mercado ubicuo: global.

Fernando Botero está tan ajeno a la contemporaneidad, que ya no puede decir nada de ella, ni de lo que somos o hemos dejado de ser por cuenta de los dealers de la política y de los Derechos Humanos para garantizar el bienestar del Capital: ¿a sus ochenta años, aún pinta? ¿Qué pinta? Por supuesto, una humanidad reducida a relaciones mercantiles. ¡El arte de Botero también es relacional! Si esto es cierto, esta categoría no es más que otra banalidad posmoderna. En efecto, sus cuadros no pueden pretender otra cosa, porque en el mundo de las mercancías el cliente siempre tendrá la razón y no se lo puede molestar. Además, es importante tener claro que todos tenemos un precio: ¡esto es pragmatismo! Reconocer nuestra precariedad e instrumentalización.

Los cuadros de Botero son incapaces de generar una pregunta que nos llegue al alma y la desgarre. La vida siempre le ha horrorizado a Botero. Cuenta su hijo Juan Carlos –según Semana– que Botero dejó el toreo porque durante su primera corrida le horrorizó la realidad que se manifestaba en el aliento disolvente del toro. Botero se asustó tanto que dejó de torear. Fue ahí que decidió alejarse de la vida y ser pintor al servicio de la representación estética. Esta anécdota que nos proporciona Semana es valiosa porque nos sirve para pensar el arte contemporáneo: sus artistas corren el riesgo de que la vida los disuelva: de hecho muchos han caído ante su brío e intensidad. Botero ha sido más inteligente, no se expone inútilmente. No obstante, sus formas plásticas no alcanzan ese borde en el que toda forma debe desgarrarse a sí misma para volverse vida y modificar sus formas expresivas, para parirse permanentemente a sí misma por la intervención del artista que le enseña lo que es la vida verdadera. Parece que Botero no va a cumplir 80 años, sino 100. Parafraseando a Hegel, podemos sentenciar: Botero es un pasado para nosotros los contemporáneos. Dice Semana:

“Hace casi diez años, la revista Art Review se puso a la tarea de hacer una lista con los diez artistas vivos más cotizados del mundo. Fernando Botero quedó de quinto. Los editores encontraron que sus exposiciones no solo habían llegado a los principales museos del planeta, sino que sus cuadros y sus esculturas habían llegado a mover ya en ese momento casi 60 millones de dólares en el mercado del arte. En la última década esa cifra se ha más que duplicado con el creciente prestigio del maestro. El ranking era apenas una confirmación de lo que ya se sabía: Botero era el primer colombiano en convertirse en un artista universal. ¿Cómo lo logró?”.

Leído este primer párrafo, quedamos informados: podemos hacer lecturas más interesantes durante esta semana. ¡VIVE EL MAESTRO!

Artículo de Semana AQUÍ:

https://www.semana.com/nacion/articulo/bravo-maestro/255391-3

Beatriz Olano en NC-Arte: Chichones Saludables

Merecen nuestro respeto y gratitud quienes  persisten en la idea según la cual, el sentido de lo que se viene desplegando como arte contemporáneo en Colombia, se comprenda  menos mediante las técnicas tradicionales devoradas por las nuevas tecnologías, que por la intensidad de  los gestos de los cuales los artistas se valen para irrumpir en el espacio de unos espectadores “pavlovianizados”, ansiosos por encontrar placeres gratuitos, aquellos que nos proveen profusamente las artes mecánicas del régimen de masas.

Para realizar esta gesta se requiere que nuestras prácticas sean capaces de generar un pensamiento acorde a nuestras particularidades espacio-temporales, que el pensamiento artístico se ingenie las maneras de salir del espacio que coarta sus libertades expresivas, así en su huida el artista no pueda evitar  chocar  con los muros de papel que protegen el statu quo. Estos chichones estéticos son saludables porque el artista logra percatarse de que los muros que vendan su pensamiento se desmoronan con sólo  rasguñarlos. Es decir, no hace falta realizar mayores esfuerzos para transformar el conjunto de  artificios que llamamos realidad. Se requiere sólo una voluntad de transformación de sí mismo.
grisb
Beatriz Olano ha llegado a NC-arte, un espacio creado recientemente para fortalecer la tradición plástica nacional. Concebido arquitectónicamente para dar acogida a proyectos de arte contemporáneo, NC-arte ha estado tratando de modelar su perfil estético, aún ambiguo y sin una estrategia plástica o estética claras. Se trata de un área generosa que muchos artistas con seguridad querrán intervenir, así de sugestiva es la propuesta arquitectónica, hasta hora intervenida con timidez  y mucha cortesía para con los anfitriones. Marco Maggi, Juan Carlos Delgado, Santiago Leal, Juan Fernando Herrán, Luz Ángela Lizarazo, Miguel Ángel Rojas, Rodrigo Echeverry, Carlos Blanco, María José Arjona, Jaime Franco, entre otros,  han tenido la oportunidad de pensar los rincones que modelan este espacio. Independientemente de que los artistas jóvenes en Colombia se estén organizando en espacios alternativos para poner a prueba  gramáticas artísticas alternativas, poco a poco NC-arte ha comenzado a llamar la atención de los/las bogotanas  y está contribuyendo a que el sector en el cual está situada, se convierta en una de las mejores opciones culturales de la ciudad. En esta misma cuadra podemos encontrar las Galerías Alonso Garcés, y Valenzuela Klenner, orientadas por profesionales de mucho reconocimiento en el país. Precisamente, el próximo miércoles 21 de marzo, en Nc-arte Nohemí Pérez inaugura Catatumbo, un proyecto cuya curaduría estuvo a cargo de José Alejandro Restrepo. Ojalá salgan bien librados. No todos los conciertos a cuatro manos logran convencer, pero equivocarse en estos menesteres bien vale la pena cuando se quiere transgredir el canon narcisista que ha marcado al arte colombiano.
escalasb
Ahora bien, Beatriz Olano es una artista que a primera vista quiere reivindicar la pintura como estrategia para reventar aquellos espacios absurdos, irreales, formales, en que se parapetó el expresionismo abstracto estadounidense, y que aún hoy determinan muchas propuestas artísticas en nuestro país.  Espacios enrarecidos por una ética puritana temerosa de que hagamos  frente a lo real, a todas las intensidades de la cuales se vale la vida para mantenerse pujante, para tener siempre la última palabra, para ganarle el pulso al formalismo ideológico. Olano llama Esquema Estructural a las ideas que se articulan en un proyecto pictórico que lucha por salirse del encierro en que se enclaustró la pintura desde los años cincuenta del siglo XX. La lucha es sincera e intensa, pero es una “intensidad” controlada, medida, regulada por la arquitectura, calculada por una lógica vacía que logra instalarse en unos conceptos que hoy en día son  incapaces de rasguñar  las puertas de la realidad colombiana, que son impotentes para romper el sitio que las nuevas tecnologías han impuesto a los espíritus libres. Unas tecnologías cuya fortaleza ha sido adquirida mediante la siguiente estrategia: incapacitar conceptualmente a los artistas para que se inhiban de propiciar ninguna relación perdurable. Nótese bien que no se trata del manido discurso relacional de quien se teme a sí mismo, de quién aún no se atreve a hacer las preguntas fundamentales que orientan el pensamiento contemporáneo: ¿cómo puedo acceder a las “verdades” que mortifican mi espíritu? ¿Mediante qué estrategias logro desprenderme de ellas y comenzar una nueva relación conmigo mismo, que sea capaz de abrir un espacio equitativo, equitativo con el contradictor ético, estético o político? El modelo minimalista, objetivista, para-científico que puso en marcha la Revolución Rusa, ya no satisface la sensibilidad de nuestros días. Nadie duda de que el artista trabaja con base en conceptos, pero es un error pensar que los conceptos del arte pueden ser tomados de las ciencias y las filosofías en boga; al contrario, como decía Sol Lewitt, el artista debe saltarse todos estos esquematismos artificiosos y las formalidades estructurales, pues, su racionalidad no es la racionalidad de las ciencias o las filosofías. En toda estructura o esquematismo dormita una tecnología de poder, quizá podría asentir San Foucault.
mesab
Beatriz Olano hace un esfuerzo meritorio al traer la pintura a un primer plano. Es más: debe mantenerse en esta lucha, así le siga sacando chichones. No obstante, y a pesar de la buena voluntad de quienes han secundado sus ideas, falta comprender mejor el impulso que rige la voluntad de  abstracción en los artistas. Pocos son los que desconocen que Wilhelm Worringer fue quien esclareció el espíritu metafísico que explica el porqué de esta voluntad milenaria que los historiadores han podido rastrear hasta el neolítico.

Ahora, sorprende que especialistas bien informados del campo del arte como Alberto Sierra y María Iovino, no comprendan mejor lo que se juegan los artistas en una propuesta abstracta. Reducir la abstracción a una especie de dibujo arquitectónico, a ser la sirvienta de la arquitectura, demerita la propuesta de Olano. Ahora, no se trata de que la artista ilustre las ideas de Worringer ni mucho menos, ni que insinceramente promueva imaginarios metafísicos para redimirnos de todas nuestras violencias. El asunto es que sus murales  no harán mella en la sensibilidad contemporánea a menos que en conformidad con la época,  el discurso diga algo más, que ayude a rasguñar la realidad. A la realidad no se la decora ni se la mima, –se le interroga y se la escucha.
iovinob
Pocos días antes de desmontarse la exposición, María Iovino, la curadora de la exposición, realizó una visita guiada la cual tuvo una asistencia generosa e informada, varios artistas de renombre estuvieron presentes. Meritorio el esfuerzo de Iovino por poner a circular la propuesta de Olano en los discursos del arte contemporáneo, pero, no obstante,  dejo la impresión  de que está  perdida en un lenguaje ya superado en nuestros días. Dice Iovino: “la inteligencia es abstracta, cuando hay literalidad hay una narrativa, cuando hay abstracción hay un proceso de información”. El tipo de inteligencia que defiende Iovino no es seguida por los artistas contemporáneos. Menos clara aun es su concepción de la  abstracción. Por otro lado, Alberto Sierra fue interlocutor de Olano en el  Encuentro Internacional Medellín 2007 y no tuvo mejor suerte. La diosa fortuna en otra de sus vueltas de tuerca, no favorece a quienes intentan legitimar la pintura abstracta en nuestro país.

Elogio del dibujo y de la pintura: Oscar Muñoz Y Beatriz Olano

Dos exposiciones se desmontan durante este fin semana, las dos tuvieron lugar en dos sectores densos estéticamente de Bogotá y en torno a los cuales gravita el pensamiento artístico de la ciudad.

Hablo de  la calle once con carrera cuarta, y la carrera quinta con calle veintiséis: el Museo de Arte del Banco de la República y  NC-arte, respectivamente. En estos dos sectores confluyen las investigaciones más importantes de arte contemporáneo en Colombia. Se trata de las Protografías de Oscar Muñoz y Esquema Estructural de Beatriz Olano. Hoy reelaboro mis primeras impresiones acerca de Muñoz, las cuales publiqué en Facebook recién abierta la muestra; en otra oportunidad me referiré a Olano, a su curadora, Maria Iovino, y por supuesto, a la nueva Galería de Arte. Ahora bien, esta relación plástica no es arbitraria, no se debe solamente  a que su montaje coincidió temporalmente. Más importante es que estos dos artistas insisten en seguir tratando de resolver intempestivamente las limitaciones del arte tradicional, las del dibujo en el caso de Muñoz, y las de la pintura en el caso de Olano. En efecto, en las dos propuestas apreciamos un vivo interés por el oficio, pero secundadas pobremente por el discurso del artista, por no decir, puerilmente, ya sea por parte de una crítica de arte profesional, inexistente en Colombia, o por los historiadores de arte desbordados por la intensidad de nuestra época. Para que las artes tradicionales sigan siendo una alternativa contemporánea en Colombia se requiere una innovación en la manera de hablar de nuestras prácticas artísticas. Si queremos hacer un elogio de las artes tradicionales, el discurso debe mostrar su pertinencia, y lo logra, sí y solo sí logramos decir algo distinto a aquello que, por instinto de autoconservación, estamos conminados a defender.
muoz sombra
Protografías es una retrospectiva de Oscar Muñoz en el Museo de Arte del Banco de la República, un museo sin apellidos superfluos,  pero que poco a poco y con mucha persistencia ha logrado posicionarse  como el Centro de Arte Contemporáneo que los artistas han reclamado para una ciudad capital como Bogotá. Varias de las exposiciones que han tenido lugar allí en los últimos años corroboran esta hipótesis. Las obras que se están desmontando ya, fueron instaladas  en el segundo y tercer pisos. José Ignacio Roca y María Wills tuvieron la responsabilidad de pensar los espacios y las ideas  para mostrar los trabajos del artista caleño. Salvo minúsculos descuidos, el montaje fue impecable, generoso con las obras y la arquitectura del museo, y, además, amable con la percepción del espectador. Aunque el criterio de la exposición lo determina una preocupación constante del artista por la técnica, aspecto de lo cual no son responsables los curadores, la exposición logra mantener la curiosidad  del espectador a lo largo del recorrido técnico que nos propusieron. Sin embargo, esta curiosidad no logra ir más allá de sí misma, porque aún seguimos hablando como hace cuarenta años. En arte, los años sí pasan. Cuarenta años constituyen dos generaciones, dos generaciones cuasi perdidas porque los artistas logoclastas de nuestro país lograron sepultar su única posibilidad de existencia: la crítica de arte. La poshistoria no requiere crítica.
muoz mano
En efecto, en este momento de incertidumbre, de apocalipsis estético, de  grandes transformaciones sociales y mutaciones biológicas contemporáneas, Oscar Muñoz da la impresión  de no querer moverse, así quiera mostrarnos que lo hace y esté convencido de ello. Pese a que, junto a Miguel Ángel Rojas, sobresale entre los artistas de su generación por el dominio de sus herramientas técnicas, nos da la sensación de ser un artista enajenado en ellas, en su perfeccionamiento, así esta insistencia no sea más que redundar o signifique simplemente que ya no hay más que perfeccionar, pues algo ha llegado a su fin. Por otro lado, es fácil apreciar que está obsesionado con el mundo de  las formas, “bellas” si se quiere, –el mundo  de las apariencias. Dibujo y fotografía, video e instalación, se constituyen en las estrategias técnicas de las cuales se apropia su pensamiento para solucionar las limitaciones que le inflige el dibujo tradicional, un dibujo que ya no es capaz  de dar cuenta por sí sólo de una época múltiple que se desdobla permanentemente en muchos frentes, la mayoría de las veces antagónicos e irreconciliables.
lectores anonimos
Atento a las obsesiones del artista,  –a su inquietud por los gestos que buscan emanciparse de las formas, ya sean artísticas o discursivas, Roca pensó el concepto Protografías para señalarnos el momento previo a la formación de la imagen que la voracidad del tiempo-capital pretende atrapar y dominar. Por supuesto, y en consonancia con el “espíritu de la época”, Muñoz ha mostrado un interés conceptual  por los anónimos sin más, por aquellos que no tienen ni tendrán una historia que contar porque jamás pudieron desprenderse del orden social establecido, es decir, por aquellos por quienes no ofreceríamos una misa pública. Pese a que los anónimos  saltan a la historia gracias a su mirada, muchos de ellos solo logran suscitar una curiosidad superficial en los espectadores, así algún comentarista haya afirmado que son muchos quienes salen “conmovidos” o transformados por las Protografías de Muñoz. Me temo que no hay tal. Y no es debido a la insensibilidad de nuestra época por las cosas bellas y buenas, como decían los griegos. El artista nos sorprende menos porque descubramos que el destino de nuestros nombres es el desdibujarse lentamente por la acción de nuestra inacción, que por la destreza de una técnica que no puede decir tan siquiera ¡Hola! Debemos notar que llamamos “descrestar” a la acción mediante la cual se nos sorprende sólo por sorprendemos, o por vanagloriarnos de una posesión banal. Por fortuna la técnica aún no conmueve a nadie, por eso no todo lo técnico por más sofisticado que sea no  puede constituirse en arte. En efecto, sentimos que lo anónimo en los proyectos recientes de Muñoz sólo es un pretexto para seguir mostrando un virtuosismo técnico del cual nadie duda ya, si es que alguien alguna vez lo ha hecho. Por supuesto, poco nos importa que el artista sea un esteta empedernido. Muñoz ha logrado unas de las más sugestivas imágenes de la historia del arte colombiano de las últimas décadas del siglo XX y durante la primera de este que iniciamos, así ellas cada día nos digan menos, así con ellas se nos trate de descrestar aún más. Creo que estas son razones suficientes para explicar la poca afluencia de público. El sofisma pueril según el cual son muchos los artistas que son más conocidos por fuera de Colombia que en nuestro país, sólo sirve para plantear algunas preguntas: 1) ¿Por qué estos artistas han descollado en otros países cuando en el nuestro no logran salir de sus círculos herméticos? 2) ¿Por qué estos artistas no han logrado convertir su práctica artistíca en arte-experiencia, en arte que transforma la existencia de aquellos espectadores con los cuales comparte vínculos vitales?

In cold blood? “Teresita la descuartizada” y Luis Andrés Colmenares: ¿dos caras de la misma moneda?

Parece que Colombia padece problemas de aprendizaje. Nos caracterizamos por ser amantes de las soluciones fáciles, rápidas, pragmáticas,  violentas, si ustedes  quieren.

Daniel Samper Pizano señala en El Tiempo nuestro sino, morir por cuenta de nuestros hermanos. El mito nos persigue por doquier: más tarde o más temprano alguien nos negará, alguien nos traicionará, alguien nos asesinará. Sin contar suicidios y accidentes de tránsito, Colombia debió lamentar 22.354 muertes violentas en 2010: “al ser humano le ha interesado siempre más el prójimo que las cifras”– comenta Samper–. “Por eso la vigencia milenaria de las tragedias y comedias antiguas, comparada con la efímera vida de los boletines del Dane”. Ahora el que esas muertes hayan sido lamentadas en la vida privada de los afectados, no quiere decir que nos hayan dejado alguna enseñanza para la vida pública. Sólo unas pocas muertes arrebatan la imaginación y nos obligan a pensar. Es el caso de Teresita y Luis Andrés.

Ahora, ¿cuál es la peculiaridad del crimen de Luis Andrés Colmenares para que haya capturado el morbo de los medios masivos de espectacularización?  ¿Se trata de que éstos últimos se pusieron en sintonía con el morbo popular por saber que los ricos también lloran? ¿Por qué el artículo de Samper parece anunciar ya un best seller? Samper analiza otros crímenes famosos que siguen capturando la imaginación de hombres y mujeres por igual; recuerda al  estudiante de derecho en San Petersburgo,  Rodion Raskolnikov, y a la familia Clutter de Kansas; a Dostoviesky y a Capote, respectivamente, a dos genios de las artes. Se pregunta:

“¿Accidente? ¿Asesinato? ¿Hasta dónde mienten los testigos y los reos? ¿El difunto estaba borracho, perdido o apenas levemente ‘alicorado’, como se dice en la jerga periodístico-forense? ¿Las acusadas callan porque participaron en el crimen, porque encubren algo gordo o porque no tienen nada que ver con los hechos? Y, sobre todo, ¿quién mató a Luis Andrés Colmenares?”

Para leer el artículo, por favor siga el enlace:
http://www.eltiempo.com/justicia/por-que-el-caso-colmenares-atrae-tanto-la-atencion-de-colombia_11271685-4

Yoko Ono y el capitalismo mercantil

Por su compromiso con el arte y la política, Austria otorgo a Yoko Ono un estímulo de 20.000 euros, es decir, $46.880.000. Se trata del premio Oscar Kokoschka de arte contemporáneo.

Pero, ¿qué quiere decir estar comprometido con la política custodiado por los protocolos artísticos? ¿En verdad la señora Ono sigue siendo una artista contemporánea?  Pareciera ser que aquello que denominamos arte o llamamos “contemporaneidad”, no sea más que una ficción más de los mercaderes y traficantes de arte enquistados en la burocracia estatal. En verdad el capitalismo es bastante creativo y productivo. En medio de todos los tipos de violencias y corrupciones que estimula para poder sobrevivir, nos hace soñar, –creer que somos libres.  ¡Viva pues el capitalismo! ¡La forma más pura de producir arte contemporáneo!