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Beatriz Olano en NC-Arte: Chichones Saludables

Merecen nuestro respeto y gratitud quienes  persisten en la idea según la cual, el sentido de lo que se viene desplegando como arte contemporáneo en Colombia, se comprenda  menos mediante las técnicas tradicionales devoradas por las nuevas tecnologías, que por la intensidad de  los gestos de los cuales los artistas se valen para irrumpir en el espacio de unos espectadores “pavlovianizados”, ansiosos por encontrar placeres gratuitos, aquellos que nos proveen profusamente las artes mecánicas del régimen de masas.

Para realizar esta gesta se requiere que nuestras prácticas sean capaces de generar un pensamiento acorde a nuestras particularidades espacio-temporales, que el pensamiento artístico se ingenie las maneras de salir del espacio que coarta sus libertades expresivas, así en su huida el artista no pueda evitar  chocar  con los muros de papel que protegen el statu quo. Estos chichones estéticos son saludables porque el artista logra percatarse de que los muros que vendan su pensamiento se desmoronan con sólo  rasguñarlos. Es decir, no hace falta realizar mayores esfuerzos para transformar el conjunto de  artificios que llamamos realidad. Se requiere sólo una voluntad de transformación de sí mismo.
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Beatriz Olano ha llegado a NC-arte, un espacio creado recientemente para fortalecer la tradición plástica nacional. Concebido arquitectónicamente para dar acogida a proyectos de arte contemporáneo, NC-arte ha estado tratando de modelar su perfil estético, aún ambiguo y sin una estrategia plástica o estética claras. Se trata de un área generosa que muchos artistas con seguridad querrán intervenir, así de sugestiva es la propuesta arquitectónica, hasta hora intervenida con timidez  y mucha cortesía para con los anfitriones. Marco Maggi, Juan Carlos Delgado, Santiago Leal, Juan Fernando Herrán, Luz Ángela Lizarazo, Miguel Ángel Rojas, Rodrigo Echeverry, Carlos Blanco, María José Arjona, Jaime Franco, entre otros,  han tenido la oportunidad de pensar los rincones que modelan este espacio. Independientemente de que los artistas jóvenes en Colombia se estén organizando en espacios alternativos para poner a prueba  gramáticas artísticas alternativas, poco a poco NC-arte ha comenzado a llamar la atención de los/las bogotanas  y está contribuyendo a que el sector en el cual está situada, se convierta en una de las mejores opciones culturales de la ciudad. En esta misma cuadra podemos encontrar las Galerías Alonso Garcés, y Valenzuela Klenner, orientadas por profesionales de mucho reconocimiento en el país. Precisamente, el próximo miércoles 21 de marzo, en Nc-arte Nohemí Pérez inaugura Catatumbo, un proyecto cuya curaduría estuvo a cargo de José Alejandro Restrepo. Ojalá salgan bien librados. No todos los conciertos a cuatro manos logran convencer, pero equivocarse en estos menesteres bien vale la pena cuando se quiere transgredir el canon narcisista que ha marcado al arte colombiano.
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Ahora bien, Beatriz Olano es una artista que a primera vista quiere reivindicar la pintura como estrategia para reventar aquellos espacios absurdos, irreales, formales, en que se parapetó el expresionismo abstracto estadounidense, y que aún hoy determinan muchas propuestas artísticas en nuestro país.  Espacios enrarecidos por una ética puritana temerosa de que hagamos  frente a lo real, a todas las intensidades de la cuales se vale la vida para mantenerse pujante, para tener siempre la última palabra, para ganarle el pulso al formalismo ideológico. Olano llama Esquema Estructural a las ideas que se articulan en un proyecto pictórico que lucha por salirse del encierro en que se enclaustró la pintura desde los años cincuenta del siglo XX. La lucha es sincera e intensa, pero es una “intensidad” controlada, medida, regulada por la arquitectura, calculada por una lógica vacía que logra instalarse en unos conceptos que hoy en día son  incapaces de rasguñar  las puertas de la realidad colombiana, que son impotentes para romper el sitio que las nuevas tecnologías han impuesto a los espíritus libres. Unas tecnologías cuya fortaleza ha sido adquirida mediante la siguiente estrategia: incapacitar conceptualmente a los artistas para que se inhiban de propiciar ninguna relación perdurable. Nótese bien que no se trata del manido discurso relacional de quien se teme a sí mismo, de quién aún no se atreve a hacer las preguntas fundamentales que orientan el pensamiento contemporáneo: ¿cómo puedo acceder a las “verdades” que mortifican mi espíritu? ¿Mediante qué estrategias logro desprenderme de ellas y comenzar una nueva relación conmigo mismo, que sea capaz de abrir un espacio equitativo, equitativo con el contradictor ético, estético o político? El modelo minimalista, objetivista, para-científico que puso en marcha la Revolución Rusa, ya no satisface la sensibilidad de nuestros días. Nadie duda de que el artista trabaja con base en conceptos, pero es un error pensar que los conceptos del arte pueden ser tomados de las ciencias y las filosofías en boga; al contrario, como decía Sol Lewitt, el artista debe saltarse todos estos esquematismos artificiosos y las formalidades estructurales, pues, su racionalidad no es la racionalidad de las ciencias o las filosofías. En toda estructura o esquematismo dormita una tecnología de poder, quizá podría asentir San Foucault.
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Beatriz Olano hace un esfuerzo meritorio al traer la pintura a un primer plano. Es más: debe mantenerse en esta lucha, así le siga sacando chichones. No obstante, y a pesar de la buena voluntad de quienes han secundado sus ideas, falta comprender mejor el impulso que rige la voluntad de  abstracción en los artistas. Pocos son los que desconocen que Wilhelm Worringer fue quien esclareció el espíritu metafísico que explica el porqué de esta voluntad milenaria que los historiadores han podido rastrear hasta el neolítico.

Ahora, sorprende que especialistas bien informados del campo del arte como Alberto Sierra y María Iovino, no comprendan mejor lo que se juegan los artistas en una propuesta abstracta. Reducir la abstracción a una especie de dibujo arquitectónico, a ser la sirvienta de la arquitectura, demerita la propuesta de Olano. Ahora, no se trata de que la artista ilustre las ideas de Worringer ni mucho menos, ni que insinceramente promueva imaginarios metafísicos para redimirnos de todas nuestras violencias. El asunto es que sus murales  no harán mella en la sensibilidad contemporánea a menos que en conformidad con la época,  el discurso diga algo más, que ayude a rasguñar la realidad. A la realidad no se la decora ni se la mima, –se le interroga y se la escucha.
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Pocos días antes de desmontarse la exposición, María Iovino, la curadora de la exposición, realizó una visita guiada la cual tuvo una asistencia generosa e informada, varios artistas de renombre estuvieron presentes. Meritorio el esfuerzo de Iovino por poner a circular la propuesta de Olano en los discursos del arte contemporáneo, pero, no obstante,  dejo la impresión  de que está  perdida en un lenguaje ya superado en nuestros días. Dice Iovino: “la inteligencia es abstracta, cuando hay literalidad hay una narrativa, cuando hay abstracción hay un proceso de información”. El tipo de inteligencia que defiende Iovino no es seguida por los artistas contemporáneos. Menos clara aun es su concepción de la  abstracción. Por otro lado, Alberto Sierra fue interlocutor de Olano en el  Encuentro Internacional Medellín 2007 y no tuvo mejor suerte. La diosa fortuna en otra de sus vueltas de tuerca, no favorece a quienes intentan legitimar la pintura abstracta en nuestro país.

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