León Ferrari tocado por Dios

En torno a una entrevista realizada a Ferrari en 2008 y el lanzamiento del libro El Caso Ferrari.

En 1964 León Ferrari realizó una de sus primeras obras de contenido político abiertamente anticristiano. La obra se tituló Cuadro escrito y consistía en un texto sobre un bastidor donde describía aquel cuadro que jamás podría pintar porque Dios en su afán de crear las maravillas terrenales no lo había tocado, lo había ignorado negándole la virtud de hacerlo un gran pintor como lo fue su padre. Visto ahora desde otra perspectiva tocaría dar gracias a Dios por no hacer de él un pintor más sino el gran paradigma del arte en que se convirtió. Frente a Ferrari, cuarenta años después de esa incipiente y prometedora carrera, tuve la oportunidad de preguntarle si al ser “bendecido” con la máxima distinción de la Bienal de Venecia en 2007 no sentía que Dios se había acordado de él y había decidido tocarlo como proponiéndole una tregua a su máximo opositor. En su estudio en Buenos Aires, León Ferrari a sus 88 años -edad que burla irresponsablemente con un tabaco en la boca- bota el vaho en un estallido súbito de risa y me confiesa que su pelea nunca fue contra Dios sino contra sus representantes.

En todo caso a él Dios lo tiene sin cuidado (se confiesa agnóstico antes que ateo). Pero Dios si lo ha tocado –por medio de sus representantes-, lo ha castigado, lo ha censurado y le ha condenado al mismo infierno que Ferrari le solicitó a Juan Pablo II que clausurará en su santísima infalibilidad. De esa petición enviada al Vaticano en nombre suyo y de CIHABAPAI (Club de impíos herejes apóstatas blasfemos ateos paganos agnósticos e infieles, fundado por el mismo artista) no hubo réplica, pero si generó malestar en los religiosos, una cacería de brujas que se hizo evidente cuando Ferrari presentó su primer retrospectiva, exhibida en el Centro Cultural La Recoleta de Buenos Aires en 2004. De manos del mismo Ferrari tuve el honor de recibir la reciente compilación de toda la disputa originada en torno a esa exposición, la cual produjo manifestaciones en su contra, destrucción de obras por parte de religiosos, demandas judiciales, pero también debates sobre la relación entre la cultura y la religión, la libertad de expresión y el papel del Estado y sus instituciones como mediadores entre artistas y espectadores.
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El Caso Ferrari (título del libro), reúne los artículos de prensa, textos inéditos, documentos legales y además describe los hechos sucedidos y las reacciones suscitadas durante los 40 días que duró la exposición retrospectiva del artista argentino. La recopilación de textos y la descripción cronológica de la polémica exposición fue liderada por quien combatiera junto a Ferrari en contra de los furibundos feligreses católicos y sus superiores, la curadora Andrea Giunta, quien se dedicó previamente a una investigación que le permitió reunir las 400 obras más significativas de la producción del artista.

La prestigiosa investigadora de arte inicia la narración con la inauguración de la retrospectiva, llevada a cabo el 30 de noviembre de 2004, donde tempranamente se evidenciaron extraños eventos que prenunciarían la pólemica que iniciaría días más tarde: dos mujeres rezaban un rosario frente al Cristo crucificado en el avión de guerra estadounidense (La civilización occidental y cristiana, su obra más conocida que a su vez funge de portada de este nuevo libro). Durante los cinco primeros días de la exposición trabajadores del centro cultural y patrocinadores del evento decidieron renunciar a cualquier vínculo con la muestra. Se presentaron destrucción de algunas obras, agresión física y verbal a los visitantes, manifestaciones a favor y en contra y procesos legales que enfrentarían a la libre expresión de pensamiento encarnada en las obras de Ferrari contra abogados y líderes de la ultraderecha argentina, entre ellos juristas y patricios conocidos por sus coqueteos con el nazismo, responsables de la noche de los lápices, de crímenes en tiempos de la dictadura y afamados por sus abiertas actitudes de discriminación racial. El Cristo en el avión de guerra anunciaba hace 40 años esa posición de Ferrari frente a la reacción cristiana que la hace inconsecuente con respecto a su propia ideología: guerras y muertes ejecutadas en el nombre de Dios, ejércitos que como en Colombia enuncian en su escudo “Dios y Patria”,  bendiciendo sus armas y santiguándose antes del ataque, rechazo a los medios de planificación sexual que previenen abortos, muertes por sida,  pobreza y más miseria terrenal; acciones que ponen entredicho a una institución religiosa y el mensaje enviado a sus seguidores. Y curiosamente, en algún punto de esos 40 días, después de 21 años de democracia, la censura al pensamiento crítico ganó en Argentina.

El Caso Ferrari deja la impresión de que a este creador argentino su obra se le salió de las manos y empezó a crecer por sí sola hasta convertirse en un organismo independiente, en una obra que cobró vida gracias a un impulso inicial del artista porque cuando los medios comenzaron a abrir un debate masivo (debate que generalmente es exclusivo para los círculos artísticos) empezaron a suceder cosas que no se tenían previstas, entre ellas la más importante, que la Iglesia argentina se expusiera como una institución inquisidora que amenazó no solo con las llamas del infierno post-mortem sino que se encargó de alentar a feligreses a librar una cruzada en contra de los infieles, la misma Iglesia que puso el grito en el cielo indignada por la muestra de Ferrari y que el pueblo denunció por haberse callado en tiempos de dictadura o en el peor de los casos haber dado la extremaunción a los enemigos del gobierno que eran lanzados desde aviones en la Pampa. Ese organismo vivo que durante más de cuarenta días existió, se nutrió y se desarrolló gracias al debate que el libro de Andrea Giunta recopila, renace ahora reencarnado en una magnífica novela, en un diario, o en un estudio para investigadores si se quiere, porque la estructura en que es narrada permite imaginar personajes, lugares y eventos trascurriendo en un tiempo definido, así como seguir la pista de bibliografías y artículos de prensa exactos.

Ese ser vivo que es registrado desde su nacimiento en este texto y que fue condenado a muerte desde sus primeros días sólo pudo ser mermado por su propio creador, quien decidió clausurar la exposición después de recibir cuatro amenazas de bomba e intimidaciones en contra de su vida. Sin embargo, la exposición viajaría durante los siguientes años a México D. F. y a Sao Paulo donde sería recibida con los brazos abiertos y, por su parte, a León Ferrari se le “beatificaría” por su destacada contribución a las artes con la máxima distinción de la Bienal de Venecia, a pocos cientos de kilómetros de las estancias de su Santidad,  Benedicto XVI. A partir de esa reivindicación le propuse a Ferrari hacer una nueva versión del Cuadro escrito agradeciéndole a Dios por haberlo tocado, y aunque la sugerencia fue hecha con la sinceridad y seriedad de quien ha conocido lo ambigua que puede ser su producción, recibí otra carcajada de respuesta. Eso ha demostrado ser la obra de Ferrari, una producción de dos caras donde lo irónico, lo ridículo y lo hilarante son la fachada de una reflexión seria, crítica y mordaz que sucede en el mundo real. Enviarle una carta al Papa pidiéndole que clausure el infierno puede ser interpretado como una utopía o una provocación anticristiana hasta que se tiene en cuenta que el infierno ha sido el arma evangelizadora de la religión y que, como el artista ha señalado acertadamente, “creer en el infierno es creer que nuestro prójimo merece ser condenado porque piensa diferente… sacar al infierno de la cabeza de tanta gente le haría mucho bien a la humanidad”. El humor en su trabajo lo ha acercado a la gente con la cara contraria con la que sus adversarios se presentan: condena, clausura y castigo. Es a partir de esa amable impresión que causa el primer contacto con sus obras que recibió el apoyo general de Argentina durante una exposición que cambiaría la vida de muchos y marcaría un hito en la actividad artística de una nación.

Para la ultraderecha conservadora León no dejó de ser un artista de porquerías mientras que en los más grandes centros artísticos del mundo se le celebra como uno de los más importantes de nuestra generación, elogio que volveremos a escuchar repetidamente a partir de abril cuando el MoMA de New York presente su próxima exposición -esta vez junto al desaparecido artista brasileño Mira Schendel (1919 -1988)- titulada Tangled Alphabets.

Durante cuarenta días, afuera del Centro Cultural La Recoleta se reunían grupos de feligreses manifestándose en contra de la muestra  Al otro lado de la puerta, la vida de cientos de argentinos cambio radicalmente;, algunos agradecían al artista por abrirles los ojos, otros celebraban a un creador inquieto, irónico y divertido. Varias de estas consignas a favor y en contra de Ferrari quedaron registradas en el libro de firmas que Andrea Giunta nos revela ahora, un libro que expone de este casi nonagenario creador rebelde su importancia en el panorama artístico mundial y su legado que recibimos las naciones latinoamericanas como la confrontación entre la libertad de expresión y toda forma de ocultar el pensamiento, reflexión que quedó consignada por un visitante que sentenció la máxima: “Dios hizo la luz y las tinieblas sobre la tierra, León Ferrari hizo la luz sobre las tinieblas de Dios”.

Variaciones sobre el Purgatorio

Desde marzo hasta el 30 de abril de 2011 José Alejandro Restrepo, uno de los artistas pioneros en video-arte en Colombia esta presentando su nueva muestra Variaciones sobre el Purgatorio,

comisionada y producida por el Museo de Arte de la Dirección Nacional de Divulgación Cultural de la Universidad Nacional de Colombia.

Con esta exposición, José Alejandro Restrepo usa la figura del Purgatorio como símbolo de la colisión entre lo teológico y lo político. Bajo la forma de una instalación que integra video instalaciones, fotografías, grabados en madera de gran formato y serigrafías, abre a una reflexión sobre los fenómenos de confesión pública, las leyes de perdón y olvido supuestamente necesarias para acceder a un futuro promisorio y de reconciliación.

Esta exposición se enmarca fuertemente en el contexto de violencia política en Colombia y América Latina e indaga sobre preguntas esenciales vinculadas a los procesos de reconciliación actuales y con referencias míticas al Purgatorio: ¿Qué es perdonable, qué es imperdonable? ¿Sobre qué bases éticas y morales opera la justicia? ¿Cómo no alentar la impunidad histórica y el olvido? ¿Cómo garantiza la justicia que haya verdad?

 

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León Ferrari: el arte contemporáneo consiste en un lenguaje para no videntes

Recientemente la academia en Colombia, está pensando  el pensamiento artístico realizado en nuestro país durante los años sesenta y setenta del siglo XX.

Ha recuperado la necesidad expresiva de las vanguardias de los años veinte y treinta, y establecido un vínculo que considera  consustancial al arte: el arte conceptual  no se deja comprender sin un componente político:  el arte político sin perspectiva conceptual queda reducido a ilustración de problemas sociológicos en los cuales el artista no cuenta como pensador sino como instrumento, como mandadero o utilero premoderno. Un ejemplo de arte conceptual con perspectiva política es el realizado por León Ferrari, el mismo arte que Luis Camnitzer denominó conceptualismo, es decir: “todo un sistema de estrategias artísticas y no artísticas que surgen como respuesta a crisis e interrogantes locales”. Ferrari fue convocado por Camnitzer a la exposición “Global conceptualism: points of origin, 1950s-1980s”, realizada en Nueva York en 1999 para mostrar la especificidad del arte latinoamericano desde una perspectiva conceptual.  En este contexto académico, una muestra importante de la obra de León Ferrari llega a Bogotá y  puede ser apreciada en el Museo de Arte del Banco de la República.

Una de los pensamientos  más prolíficos de Heidegger para comprender el arte contemporáneo, es su idea según la cual la diferencia entre el animal y el hombre consiste en que el animal tiene capacidades y el hombre posibilidades. El animal tiene la capacidad de ver mientras el hombre tiene la posibilidad de hacerlo. Esto quiere decir, que así el hombre no tenga la capacidad de ver debido a que es ciego, tiene la posibilidad de ver. Los ciegos vemos la realidad mediados por el pensamiento de los artistas. El ver del hombre es diferente del ver animal. La ceguera mítica  de Homero muestra que esta idea no es de hoy. Surge en el mismo momento en que se configura  el pensamiento Occidental.

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Ámate (1997), se concibe con base en palabras de Jesús Amarás a tu prójimo como a tí mismo. Las palabras fueron escritas en Braile sobre una estampa erótica de Utamaro, la cual tiene  inserto otro texto.   Éste es  uno de los trabajos más audaces de la exposición de Ferrari; en él  nos muestra la idea de Heidegger respecto a nuestras posibilidades. Mediante este tipo de obras que son intervenidas con la escritura Braile, Ferrari ha pensado en una estrategia para comunicar a los ciegos  el pensamiento visual que él considera fundamental. Ferrari no tiene conocimiento de lo que explicó en extenso Heidegger porque sus referentes conceptuales los encuentra en la poesía de su país. Esto no le impide intuir que los hombres y las mujeres nacemos ciegos aunque con la posibilidad de ver que generan las/los artistas. Ferrari también tiene claro que requerimos  prótesis para develar el enigma que somos y hemos dejado de ser en la contemporaneidad: el lenguaje es la prótesis más prolífica.  El mundo contemporáneo está quedando ciego porque cada vez encontramos menos artistas creativos. El artista contemporáneo crea las prótesis para recuperar el sentido de ver.
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Ferrari intuye que crear signos es lo que caracteriza al artista contemporáneo. Nos dice: “Ignoro el valor de esas piezas. Lo único que le pido al arte es que me ayude a decir lo que pienso con la mayor claridad posible, a inventar los signos plásticos y críticos que me permitan condenar la barbarie de occidente; es posible que alguien me demuestre que esto no es arte; no tendría ningún problema, no cambiaría de camino, me limitaría a cambiarle de nombre: tacharía arte y lo llamaría política o cualquier cosa”. Ferrari tiene clara esta vocación de signo que caracteriza al artista contemporáneo, aunque parece que no ha comprendido que la claridad plástica  sólo es asequible a través de la oscuridad que somos. Inclusive se equivoca cuando cree que las ideas estéticas son susceptibles de demostración. Ni los críticos de arte ni los historiadores pueden demostrar nada. Cuando el hombre y la mujer pueden pensar algo, es porque, en un instante cualquiera, el artista ha respondido al llamado de una prótesis que promete al pensamiento develar un mínimo del sentido perdido del hombre. Lo que acontece en ese instante no es susceptible de demostración, así el Ministerio de Cultura de Colombia crea que sí, y considere que es su deber promover la “investigación” en artes.
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León Ferrari ha llamado la atención de críticos e historiadores del arte. Estuvo ya en Colombia en el año 2000. Participó en Cantos Paralelos, exposición curada por Mari Carmen Ramírez, poco tiempo después de haber sido desmontada Global conceptualism, en la cual también participó. El pensamiento de Ferrari ha  dinamizado las ideas estéticas contemporáneas  durante el último quinquenio del siglo XXI: una retrospectiva censurada en el Centro Cultural Recoleta en 2004; distinguido en la Bienal de Venecia en 2007, con una exposición en el Moma en 2009;  y con otra en el Centro de Arte Reina Sofía en 2010. Estos indicadores, entre otros, muestran que tienen razón aquellos que afirman que este artista argentino es uno de los artistas más interesantes de nuestra época. Ferrari es interesante porque el mercado no logró reducir su pensamiento a una marca registrada. Fue en esta dimensión mercantil que el pensamiento de Botero naufragó y dejó de ser prótesis para ver nuestra infamia contemporánea.
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Independientemente de lo aquello que  digan estos indicadores de presencia mediática, la muestra en el Museo de Arte del Banco de la República, es suficiente para darnos cuenta de la vitalidad y diversidad expresiva del pensamiento de Ferrari. En la exposición podemos apreciar algunos de los temas que se propusieron para la retrospectiva de la Recoleta, en la cual unos fanáticos religiosos destruyeron algunas obras el día de su inauguración. A pesar del alto contenido sarcástico con el cual se interroga a la tradición cristiana, nuestras autoridades religiosas han sido mucho más prudentes; han evitado, afortunadamente, que una opinión en contra de esta exposición alimente el morbo del que se alimentan los medios masivos de exposición. La idea en metáfora según la cual, La última tentación de Cristo  fue el placer que promete  el poder, está presta a detonar cualquier controversia. Es un alivio poder apreciar esta exposición sin toparse a la entrada del Museo con un grupo de orantes ayunando para advertirnos de un apocalipsis,  de la peligrosidad de Ferrari, como ocurrió en la Recoleta.

La exposición muestra que el pensamiento de Ferrari cristaliza en diferentes medios expresivos, que para el artista creativo todo elemento es propicio para pensar. Las curadoras tienen un interés: mostrar la necesidad de escribir que manifiesta Ferrari a cada momento, una necesidad de ciego que busca la verdad. Son generosos los ejemplos a este respecto. El diálogo de Ferrari con Borges es prolífico. América Latina no necesita filósofos: los poetas son la fuente de nuestras ideas más interesantes.  Ahora, buena parte de la obra de Ferrari muestra que todo lo que hace el artista consiste en escribir para ver más allá de lo ven los animales; una vocación de línea es evidente en la mayoría de sus trabajos. La escritura deviene dibujo libre, espontaneo. Mediante  ella  el pensamiento encuentra posibilidades de ver diferente para  emanciparse de su condición animal. La escritura nos proporciona libertad.
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La muestra tiene una carencia: no hay ejemplos que nos muestren el interés que manifiesta Ferrari por la música y por el cuerpo en acción. Dice Ferrari: “siento un fuerte apego por trabajar una música no figurativa, que vengo componiendo con los sonidos producidos con mis propias esculturas, como diseños que hago sin comprender. La comprensión racional no es todo. A medida que el tiempo pasa, me pregunto más frecuentemente qué es lo que verdaderamente comprendo y voy descubriendo que esa premisa, antes tan importante para mí, va perdiendo su poder”. La comprensión no racional de la que habla Ferrari consiste, precisamente, en aquello que planteó Sol Lewitt como característica del arte conceptual.
expoleonferrari_0076Hay una o dos esculturas musicales en la exposición. Pero  esto no es a lo que me refiero. Se trata de esos trabajos performáticos en los cuales Ferrari experimenta la música como acción con base en sus propias construcciones. Ferrari hace con la escultura lo que hizo Pollock con la pintura. La transformó  en acción plástica. Sin duda, estas acciones son las obras más interesantes para la movida contemporánea. Una gallina enjaulada, nerviosa, cagándose en el Miguel Ángel de la Capilla Sixtina, como protesta del artista  a la connivencia artística con la tortura que promueve la pastoral cristiana, es sugestiva, pero no más, no alcanza para develar una verdad o una condición real de nuestro presente. La exaltación de la Cicciolina como potencia sexual para equilibrar las limitaciones que tenían los artistas cristianos premodernos para la configuración de sus santorales,  es provocadora, pero no más. La provocación es efectiva pero corre el riesgo de ahogarse en sus propios flujos. No pasa lo mismo cuando Ferrari logra neutralizar sus prejuicios religiosos. En este momento su trabajo se transforma en poesía, en espacio para la emancipación. La emancipación surge en el momento en que prescindimos de nuestras propias torturas para comprender el mundo. Ferrari no hace un esfuerzo por comprender que  los artistas medievales y del Renacimiento que critica, no podían escapar de su condición histórica, determinada por el credo cristiano. ¿Quién de nosotros puede hoy escapar al condicionamiento neoliberal?
expoleonferrari_032Son muchas las ideas que deja Ferrari en el ambiente colombiano. ¿Los pueblos latinoamericanos no hemos podido superar nuestra condición medieval?  La catástrofe de sentido en la contemporaneidad, ¿es atribuible a la relación de la iglesia católica con El Capital? Quizá sí. No obstante, esta perspectiva teoestética puede disimular u ocultar el problema real. La iglesia no es la causante de todos nuestros males. Esta ingenuidad caracteriza no sólo a Ferrari. Él sólo expresa la sensibilidad agraria y religiosa no reformada de nuestra ascendencia española. Ferrari no alcanza a plantear que la aristocracia comercial es la responsable de la creación e implantación de este estado de cosificación que carcome nuestras vidas. Por supuesto, es plausible pensar que este dispositivo de trepanación intelectual lo inició la iglesia católica en el Medioevo. No obstante, lo cierto es que la iglesia ya no cuenta en la mayoría de las sociedades occidentales. La “mano invisible”  visible en todas parte, es quien controla nuestras vidas, inclusive la vida de la iglesia. En esta época biopolítica, ni siquiera la iglesia puede escapar a la condición histórica que hay implantado el liberalismo.
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Excelente la exposición de Ferrari. Excelente la gestión del Museo de Arte del Banco de la Republica, pues, muestra una coherencia conceptual en lo que hemos visto este año. Dos innovaciones llaman mi atención esta vez. La instalación de mesas de lectura, con catálogos y libros de Ferarri que los visitantes podemos consultar para ampliar nuestra comprensión de la exposición. Por otro lado, sin costo alguno, un nuevo  servicio permanente de guías, quienes durante todo el día están atentos a orientar a los visitantes para una mejor comprensión de las ideas del artista. Este apoyo es  independiente  de las dos visitas guiadas que se realizan todos los días. Son buenas las señales que nos envía el Museo en esta oportunidad: ha comenzado a pensar mejor en sus visitantes. En Bogotá es difícil ser amable. No obstante, si quienes tienen una responsabilidad pedagógica con la ciudad  dan ejemplo, muchas y muchos podríamos intervenir nuestra agresividad citadina y mejorarnos a nosotros mismos para que cambien los demás. La moda contemporánea de las Intervenciones en espacios públicos, son insulsas si antes el artista no se ha intervenido a sí mismo.  Si bien la revolución ética que plantea Ferrari sólo puede surgir de un cuestionamiento de nosotros mismos, también  puede surgir de un Museo que tenga como propósito ser ejemplo de autoexamen.

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Fotografías: Ricardo Muñoz©

Chócolo – Trapos al sol

Cuando oímos con tono categórico, ¡Libertad! ¡Democracia!, nunca nos molestamos por averiguar quién es quien nos prescribe la libertad y por qué lo hace, tampoco nos preocupa saber qué es lo que anima este espíritu libertario, qué oculta, calla o vela. En sus seminarios, los metafísicos universitarios, los más aventajados, escasamente alcanzan a preguntarse en silencio qué es la libertad, qué es la democracia. Esta condición contemporánea es esquivada por algunos artistas contemporáneos, para quienes Alain Badiou, ha escrito  quince tesis: “la única máxima del arte contemporáneo es no ser imperial. Lo que, también, quiere decir que no debe ser democrático, si democrático significa: de acuerdo con la idea imperial de la libertad política” Ésta es la tesis novena. Ser contemporáneo es quebrar los ejes que estructuran el lenguaje visado por el Imperio: la Libertad y la Democracia de los esclavos al servicio de la libertad del capital.
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La libertad que quiere el artista contemporáneo no es la ordenada por el Imperio. Luchar por la libertad que visa el imperio para recibir medallas morales en las grandes Bienales del Imperio, o para mantener la mesada por parte de los grandes coleccionistas de arte internacional, como sospechó recientemente Carlos Salazar, no es luchar por ninguna de las libertades con que hemos soñado, inútilmente, desde hace dos siglos; al contrario, es estar acomodado en un régimen que sabe gratificar a sus incondicionales, manteniéndolos en su star system. El artista contemporáneo no cree en la democracia ordenada por el Imperio, por eso, prefiere parecer no democrático, así corra el riesgo de ser señalado por el Leviatán Estético como siervo de alguna elite perversa.
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Santiago Rueda, nuevo coordinador de la Sala de Exposiciones ASAB, ha realizado una de sus primeras curadurías en la Facultad de Artes de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Su propósito  es presentar a la ciudadanía bogotana y en especial al público universitario, la producción de Chócolo, artista de la ironía y el sarcasmo, un artista que se mueve con espontaneidad en las arenas movedizas de un país que piensa poco, un país que ha sido educado para hacer pereza, sin mayor resistencia. Esta espontaneidad puede ser leída equívocamente como ingenuidad rasa, pero no hay tal. Rueda dispone en la Sala un conjunto de las caricaturas elaboradas por el artista y que han circulado por los medios masivos de comunicación colombianos, pero que, paradójicamente, conocen muy pocos; no está de más recordar que la pereza inhibe todo proceso cognoscitivo. Son pocos los que leen en la época del Imperio. Éste es el secreto mejor custodiado. Nuestra democracia se fundamenta en la ciudadanía de los brutos, ya no es el pintor el  censurado por bruto. Como siempre, los académicos se interesan más por la apariencia de realidad. Lo real es la sociedad de los brutos y brutas. Mediante un montaje sencillo, sin mayores pretensiones historicistas o teóricas, Rueda logra que el trabajo del artista sobresalga de manera particular y capture el escepticismo político de una academia sorprendida con la irrupción del día a día en sus aulas. En efecto, Chócolo captura y sorprende principalmente a todos aquellos interesados con vehemencia en los proyectos artísticos más contemporáneos, en los más avanzados de la época, obsesionados por las grandes discusiones teóricas sobre el hacer pensar de los artistas. En especial, le ofrece  a la juventud bogotana, tan tiesos, tan  majos,  tan serios, tan transcendentales, tan dispuestos a librar las guerras religiosas del capital,  la oportunidad de liberarse de los controles mediáticos que ejerce el Imperio, les proporciona algunas abstracciones que les ayuda  a hacer una claridad tenue sobre muchos acontecimientos tan sobreexpuestos, de manera premeditada en/por los medios masivos de comunicación,  que pocos logran hacerse alguna  idea mediamente clara sobre lo que con ellos encubre el capital. El arte proporciona la sombra necesaria para comprender lo que oculta la luz radiante que emiten las lentejuelas de nuestra época, nos ha dicho Agamben.

Así todas sus construcciones no expresen la misma perspicacia y contundencia mostrada en La Libertad Ordenada o en Al fondo a la Derecha, el dibujo de Chócolo es la sombra que nos permite comprender en algo la crueldad del capital, su egotismo. El que todas sus construcciones no logren causar en nuestro entendimiento los mismos chispazos, porque nos refuerzan muchas de nuestras creencias o atavismos, sólo muestra el difícil trabajo del artista que sigue pacientemente el día a día de las violencias cotidianas en nuestras ciudades, los excesos del poder y la maldición de la crueldad, la corrupción y la injusticia social con las que se nos ha logrado domesticar.
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Rueda ha denominado a su curaduría La pasión de Chócolo, yo la he interpretado como Sacar los trapos al sol. Más coloquial, pero quizá más cercana al lenguaje de Chócolo. No sé si Rueda ha notado que su montaje evoca esa imagen de ropa tendida al sol, tan familiar para nuestra cultura urbana y campesina. Esto es precisamente lo que hace el artista, orear unos trapos que muchos ciudadanos y ciudadanas prestantes prefieren mantener olorosos en sus baúles herméticos y fuertemente custodiados por el periodismo político del Imperio. El montaje es tan ligero como el dibujo de Chócolo, que al ojo inexperto le puede parecer trivial, nos muestra lo arriesgado del pensar, nos sugiere que cuando nos atrevemos a pensar debemos estar prestos a recoger nuestros pensamientos, porque en cualquier momento el capital  los puede capturar. El capital es quien judicializa las violencias cotidianas en la época contemporánea, o lo que es lo mismo, los medios masivos de comunicación.
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El trazo de Chócolo logra ubicarse en un entre, lo grotesco fluye espontáneamente hacia lo ligero y lo trivial hacia lo perspicaz, sin agredir, por eso el entendimiento no le ofrece resistencia, al contrario, se le entrega y por ello mismo logra deleitarse con las relaciones más inesperadas que le son sugeridas, precisamente aquellas que más le satisfacen. El diálogo entre el artista y el espectador es fructífero, porque  muchas de las ideas del primero son ampliamente compartidas por sus lectores, él les proporciona una apariencia sensible, como plantean las estéticas clásicas.

Mientras algunos artistas contemporáneos defensores de oficio de la libertad de las instituciones al servicio del Imperio, de las Grandes Bienales, desesperan por ganarse medallas morales para mantener sus privilegios en las Bienales del Imperio y la mesada de los Coleccionistas de Arte Internacional, Chócolo nos muestra, concordando con Badiou, que es necesario escapar de la libertad que hace esclavos, de la libertad que hace del arte un espectáculo para el populacho estético: el incondicional de la libertad del imperio. El lenguaje de Chócolo rechaza, quizá sin saberlo, el himeneo de algunos artistas contemporáneos con el capital. La academia debe mirar y reconocer más este campo del pensamiento cotidiano, que por tal pasa desapercibido para los pocos y pocas que aún leen y para los muchos que no ven. En esta medida la curaduría de Santiago Rueda es oportuna.
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La exposición puede apreciarse en la Facultad de Artes-Asab de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas, carrera 13 No. 14-69, a partir del  13 de Abril.

Europa después de la lluvia

“Europa después de la lluvia”, es un evento académico y artístico que pretende revelar de manera simbólica, a través de diferentes lenguajes audiovisuales,

un conjunto que expone diversas formas de micro narraciones, que van estrechamente ligadas con la tecnificación de las relaciones humanas y las manifestaciones del terror post – industrial. Es así como, el título de la famosa pintura de Max Ernst, se vuelve la premisa ideal para explorar miradas sobre este horizonte de la postguerra.

Con la presencia de los artistas Juha Arvid Helminen (Finlandia), Karl Erik Brøndbo (Noruega) en una muestra curada por la artista y curadora Sandra Rengifo (Curadora Fotográfica Bogotá 2009), durante el mes de Abril del 2011 en la Sala de exposiciones de la Facultad de Artes – ASAB de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas y la Sala Fundadores de la Universidad Central, los espectadores asistentes se enfrentarán a producciones audiovisuales y fotográficas, que acompañadas de un seminario teórico y unos talleres laboratorios realizados por los artistas invitados, harán de estos primeros días de abril la excusa para acercarse a una breve del arte nórdico. Paralelamente se realizará un cine foro con la presencia de los directores Noruegos Karl Erik Brøndbo y Hallvar Witzø en la Sala Fundadores de la Universidad Central.

 

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