Encuentro Hemisférico de Performance Chile 2016

Entre el gozo de la amistad y los roces culturales del norte y el sur

 

El pasado mes de julio se llevó a cabo, en la ciudad de Santiago de Chile, el X encuentro de performance organizado por el Hemispheric Institute de la Universidad de Nueva York.  Como el mismo encuentro se autodefine y orienta, se trata de un evento que  cada dos años,  promueve la reunión  en torno a actividades diversas sobre el activismo político y el performance. Es un verdadero y agotador esfuerzo construido, en parte como conferencias académicas y en parte como festival de performance, en diferentes lugares de las Américas, esta vez en Santiago.

El encuentro reúne alrededor de unas 1200 personas entre académicos, artistas, activistas y estudiantes, por una semana, en la que la nota predominante es una agenda llena de actividades. Reflexión, alegría en el encuentro con pares e impares, con amigos y otros no tan amigos, gente nueva que pasa a fungir, en ocasiones, como nuevos y cálidos colegas, sumados a mañanas de reflexión en diversas mesas con personas destacadas en el tema del performance, el activismo social y el conocimiento sobre asuntos de arte e intervención política y, sobre todo, muchas performances.

Esta polifonía y heterogeneidad de eventos produce un festival que considero único en su especie, tanto por el formato, la enorme dimensión del trabajo sobre el performance y el activismo político, como por la nota de encuentro-choque cultural en la cual quisiera concentrar mi reflexión.

Recordando nuestro trabajo de criba, ninguna crítica que se precie de tal puede despreciar o denostar aquello que considera no relevante en cuanto al criterio que le orienta. Frente a ello, esta crítica no es una crítica negativa porque adherimos al hecho de que, crítica en sentido estricto, es mirar tanto lo bueno como lo no tan bueno, de cualquier asunto.

Siendo así, considero que este festival es uno de los más importantes en el mundo, y sobre todo, que es un verdadero encuentro de heterogenidades en las propuestas, las estéticas y los activismos. Es un lugar en que se visibilizan trabajos, se gestan redes, se proyectan nuevas maneras de resistir, no sólo a los destinos políticos de un continente mancillado constantemente por las clases detentoras del poder, sino por  imperialismos de diverso orden, incluyendo el epistémico, el estético, el artístico y el cultural en general.

Ahora bien, diré también que, dadas las dimensiones del festival, mi crítica es parcial, sesgada y sobre todo situada. Me oriento por mi propia experiencia la cual puede resultar exigua debido a las dimensiones del festival ya señaladas y mi escasa participación en otros espacios distintos a las conferencias, la mesa de trabajo en la que estuve y los trasnocheos.

 

 La tensión por el encuentro de la Davis, la Bachelet y la Taylor

 

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Fotografía, Yecid Calderón

 

El Hemispherico es un encuentro siempre deja cierto sin sabor en algún grupo de personas. En el 2014, en Montreal, las personas en condiciones de discapacidad se sintieron discriminadas al no tener manera de cómodo acceso a la Sala Rosa donde se realizaba el Trasnocheo, o sea la parte de cabaret del festival. Eso, en un país en el que las personas en condiciones de discapacidad tienen un alto nivel de participación cultural. En Santiago bien el acceso era idóneo, cosa que no vi, o no se han visibilizado los activismos de las personas “crip” (Critical disability).

Esta vez, en Chile, lo que se evidenció fue una cierta incomodidad de algunas personas chilenas que participaban en el festival al ver a Angela Davis, la gran invitada de este Hemispherico, tomar el té (es una manera de decir) con Michelle Bachelet y la directora del Instituto Hemispherico Diana Taylor, entrevista que luego fue mostrada al público. La suspicacia de personas activistas chilenas como mi querido amigo, Víctor Hugo Robles, más conocido como “El ché de los gays” ─muy cercano a Pedro Lemebel y quien me presentara a Francisco Casas en el peor de los Trasnocheos de aquel festival llevado a cabo el miércoles 20 de Julio─ al considerar que esos acercamientos tendrían sus aspectos diplomáticos que de alguna manera pulen la resistencia y la acomodan según las tendencias a las que están adscritos los gobernantes, los cuales, en el territorio latinoamericano se destacan por ir contra sus pueblos al favorecer políticas imperialistas neoliberales. Bachelet no es la excepción.

 

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Fotografía, Yecid Calderón

 

Resentimiento por un cierto “elitismo”

De otra parte, en la asimetría de asistentes al Hemispherico, muchos sienten un cierto elitismo por parte de los organizadores, los grandes invitados, los invitados a medias, los que pagan por asistir y los que se quedan por fuera del festival ya que, si no estás inscrito con meses de antelación, no puedes acceder a los eventos. Al respecto tengo mucho qué decir. No quiero justificar nada, porque como he mencionado, esto que digo es sesgado y más que sesgado situado.

Se dice que la Taylor no aparece por ninguna parte en los eventos que no sean de alto calibre. Se dice que es alejada de su público y que, en la presentación central de Angela Davis, cortó a la afamada feminista negra sin dejar interactuar al público ansioso por interpelar. Hablemos de que es alejada de nosotres, su público. He pasado dos veces mi vista sobre el rostro de Diana Taylor y con todo y lo extraño que le debo parecer, en lo que a mí respecta, su trato es amable, pero sin melindres. Además, no tendría por qué hacer fiesta al ver a las personas que no le son muy cercanas.

Parto del supuesto que no es fácil organizar un festival así de inmenso y que, debido a las múltiples tareas que hay que delegar, ella se comporta esquiva, no por intensión, sino por omisión: anda en la pensadera de que todo salga bien. Seamos generosos y no pensemos que somos el centro del universo. Intento comprender su actitud desde mi propia experiencia. Algunas veces me saludan personas que no recuerdo porque he andado ocupado en diversas cosas, sin embargo, se me ha calificado de odioso o pedante, cuando en realidad es puro descuido al estar inmerso en asuntos relativos a la producción de performances y al show mismo de los cabarets.

Además, uno conoce mucha gente y más si es la dueña del circo —como en el caso que nos ocupa— por lo cual, respecto de la Taylor, debe haber mucha dificultad en reconocer a todo el mundo o en saludar a cada fulano que se le pasa por la vía en un festival de casi 1.500 personas con la venia que todes y cada une merecemos. Y bueno, sé que ella no necesita justificaciones y menos mal que estas no lo son. Se trata precisamente de eso, de criticar con seso y sentimiento, y no de criticar por criticar, como dice Fangoria.

En cuánto que cortó a Angela Davis y que mantuvo el auditorio al margen, quiero decir: si mantuvo el control del público, es obvio que es debido a su papel como moderadora o presentadora, o host, o lo que sea, lo cual implica controlar un público ávido de participación, de “querer decir”; todavía más tratándose de un auditorio de rebeldes y personas con una capacidad polémica muy alta, debido al sentido crítico que nos caracteriza ¿Se imaginan alguien que deje sin control la palabra en ese auditorio en particular? Saldríamos agarradas unas con otras y el evento en el más audaz caos, una verdadera performance, pero creo que no lo meritaba el caso.

Cosa distinta me pasa con otros organizadores y otros grandes invitados. Adoro mis saludos, mi cruce de palabras con Marcial Godoy, Carmelita Tropicana, Larry Lafontaine, entre otros que quiero y admiro mucho, como César Martínez. Lo máximo es encontrarme con mis maestros y amigos que forman parte de este séquito y que, no por ello, son un grupo excluyente o diferente, hablo de Guillermo Gómez-Peña, Balitrónica (a quien adoro) Saúl García y la Pocha Nostra en general, muy consentidos por el Hemi y por mí, porque estamos cerca, sentimos cerca y han sido mis mentores en performance. No puedo dejar de mencionar lo precioso que es en cada encuentro toparse con Rocío Boliver, La Congelada de Uva, y aunque no pude ir a su performance —por la gripa severa que me dio justo el día del cierre— nos echamos el abrazo un día que el azar nos reunió en una calle de Santiago. Por supuesto, no faltan aquellas personas dentro del festival que se les suben los humos a la cabeza y pretenden que uno haga venia al verles. Pero eso no es relevante, aquí lo que cuenta es la calidad del festival, de las performances, del trabajo académico y no el argumento ad hominem.

Los medio invitados, como yo, tenemos acceso gratis a todos los eventos y no pagamos cuota de inscripción (la cual es sumamente alta para los que devengamos salarios de profesores y performanceros al sur de Río Bravo). Formamos parte activa en todo el evento, tanto en mesas, como en las diferentes actividades; nosotros, junto a los grandes invitados, hacemos parte importante de este festival. Yo he sentido que, a pesar de no contar con viáticos, no me resulta de malestar las condiciones de mi participación. Lo que se aprende, lo querido que uno se siente, lo amplificador que resulta la experiencia, sea como sea, no tiene precio. Es la misma situación de figuras como Julia Antivilo, la gran maga del pasado festival, curadora de la que fungió como una de las mejores noches por la calidad performática y política del Trasnocheo del martes 19 de julio.

Aprovecho, apropósito de asuntos ad hominem, para contarles la dicha de encontrarse con amigos adorables a quienes veo cada dos años, o sea, en cada festival. Me pasa con mi queridos canadienses Alexis O´Hara, Stephen Lawson y Aaron Pollard, más conocidos como 2boys tv; chilenos como Luis Almendra o sea, el Huachistáculo, Irina La Loca, Cristian Condemarzo y la ya mencionada Julia Antivilo; ecuatorianos como las Pacha Queer; centroamericanos como Fredman Barahona alias Elyla Sinvergüenza; peruanos como Ana Izquierdo; puerto riqueños como Pepe Álvarez y académicos como el mexicano Ricardo Gutiérrez, del King College de Londres. Así, muchos amigos. Más nuevos amigas y amigos que en cada festival uno va haciendo.

 

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Fotografía, Rosa Apablaza.

 

La tensión idiomática: encuentro más allá de los códigos e incomunicaciones odiosas

Por último, el asunto crítico más interesante en este festival es el encuentro-desencuentro lingüístico. Según una particular manera de interpretar el hecho, considero que no hay mejor lugar para practicar inglés y sobre todo para observar las limitaciones idiomáticas y los esfuerzos simbólicos que establecen mensajes más allá de los códigos. Nos lleva a pensar en el hecho de la obra de arte en un sentido tradicional. La obra de arte sería aquella que transmite unas experiencias estéticas universales y estableces unos valores relativos a ellos.

Pero como nuestra crítica es decolonial y transfeminista, consideramos que la obra de arte no existe, la negamos. Pero, lo que si puede darse en un festival de performance es la posibilidad del “encuentro” desde códigos disimiles. Soslayar la diferencia de sentires, pareceres, percepciones y lenguas para poder comunicar algo. Eso es lo que sucede con los buenos performances. No importa en qué idioma se ejecute, la acción per ser ha de generar una impresión que, por lo menos, no advierta la inconmensurabilidad lingüística.

En la ejecución de una performance no se trata de establecer una pieza que sea del agrado de los espectadores. De hecho, en muchas de ellas los espectadores o bien son co-partícipes o no se requieren. Pero, sea de la manera que sea ─más tratándose de un festival internacional en el que confluye lo latino y lo anglosajón en los mismos escenarios─ sería interesante apelar al principio de construcción de mensajes sin traducción directa para la comprensión más allá del código, o sea mensaje para la meta-trans-ducción.

Quiero decir que la performance no debe cerrarse a sus lecturas como ocurrió en el trasnocheo del día miércoles 20 de julio. Una artista de origen latino como Karen Jaime, experta en performance, se echa un speech poético en inglés que impide comprensión alguna con el auditorio. Ella se abstrae del público pero ya no en el sentido de los performances que prescinden de auditorio posible sino que, atenta contra el tenor de un trasnocheo. Los trasnocheos son fiesta, encuentro, cabaret, stand up comedy o algo así borroso, difuminado y siempre divertido. Karen generó distancia, aislamiento y no compartió nada de su anglosajona cultura con el público latino que se encontraba en la sala.

Detalles como estos hicieron que otras performances de esa noche perdieran fuerza debido a esa inconmensurabilidad idiomática. Ese abismo es el que, justamente, los encuentros intentan soslayar, desactivar, a través del gesto recíproco de una comprensión que ya no apela a la similitud en el código. Lo que caracteriza a los encuentros es la camaradería del compartir mediante unas propuestas estéticas que no quedan encarceladas por las diferencias idiomáticas.

Cosa diferente sucedió en el trasnocheo del jueves 21 de julio en el que se presentaron 2Boys TV con las Pachas Queer, Elyla Sinvergüenza y el joven escritor y performancero Josecarlo Enrique. Grupos y personas con unas diferencias lingüísticas radicales: castellano vrs inglés. No obstante las piezas de unos y de otros, en la lengua que fueran, alcanzaron un nivel estético maravilloso, con un impacto poético y político relevante dentro de las expresiones performáticas actuales. Además, no se perdió la perspectiva de un cabaret. Un cabaret bizarro, raro, disidente, performático, erótico, siempre arte de la acción que comunica y que tiende el puente de las metáforas con el cuerpo sobre el abismo de la diferencia de los códigos del lenguaje articulado. No bastó con sólo esto: en el caso de 2Boys TV, cantaron clásicas del patetismo latino como un año de amor pero convertida en una hora de amor. Con acento anglo, pero igual, divertida y muy bien planteada a nivel estético.

La cuestión idiomática no se reduce a los trasnocheos, por supuesto, pero es que en esta nota hablo de aquellos espacios en los que estuve. El desecuentro o encuentro idiomático sucede en las conferencias, las mesas de trabajo, los performances de calle, etc. El día entero se ve enriquecido por esa diferencia y por los esfuerzos de unos y de otros en comprenderse. Creo que de eso se trata el encuentro, de plantear todas estas heterogeneidades, todas estas situaciones de escollo y brega, de dificultad, de complejidad. Por ello, ya empecé a ahorrar para irme en el 2018 a La Habana, porque el XI Encuentro Hemispherico ─por todo esto tan precioso y tan abominable─ no me lo pienso perder.

 

 

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Fotografía, Rosa Apablaza.

 

 

“Sumando Ausencias”: sumas estratégicas que dividen para restar

Sumar es una operación sencilla cuando quien es abyectado, clasificado, desgarrado, dividido, expuesto, fragmentado, separado y victimizado, desconoce el arte de calcular a corto plazo las utilidades económicas, estéticas o políticas producidas por las acciones de los artistas, los comerciantes y los políticos de una determinada comunidad en un espacio específico. El comercio se constituye en el entorno más inmediato del arte y la política, pero estas actividades no se definen por las pragmáticas que aquel contexto impone.

Así en algún momento compartan los mismos horizontes, es importante diferenciar el arte del artista del arte del político. Los gestos de los artistas propician encuentros con  rupturas ocultas — acontecimientos silenciados—, con esas realidades otras que aún están por venir. Las acciones de los políticos evitan aquello que propician los artistas con sus rupturas, con sus golpes de sentido al sentido común, a la realidad adormilada. Ahora bien, cuando las lógicas con las cuales opera el comercio invaden el pensamiento del artista, o determinan las acciones del actor político, la historia del pensamiento y de la sociedad quedan consternadas y en suspenso. Atrapados e inmersos dentro del cálculo sumatorio, ya no pueden salir de las lógicas que producen mercancías sin sentido de libertad e igualdad entre hombres y mujeres. Apresados dentro de los muros del mercado, los productos del arte y de la política constituyen no-acontecimientos, es decir, acontecimientos prefabricados. En este orden de ideas, cabe preguntarse: ¿Qué tipo de intereses pone en escena “Sumando Ausencias”? ¿Configura un acontecimiento del pensamiento, realiza una acción política, o diseña un producto para el mercado de bienes suntuarios etiquetados con el término Arte? Trataré de responder estas preguntas teniendo en cuenta las declaraciones de Doris Salcedo a Cecilia Orozco en la entrevista que publica el periódico El Espectador.

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Con diferentes énfasis estéticos y políticos, la revista Semana, los periódicos El Tiempo y El Espectador, entre otros medios masivos de comunicación, dan cuenta de la actividad políticamente ambigua y conceptualmente confusa, realizada por Doris Salcedo en la Plaza de Bolívar de Bogotá. Es ambigua por el momento en que la artista decide dar su opinión acerca del proceso de paz. Es confusa porque no logra diferenciar durante el acto, si se trata de una Obra de Arte, de una manifestación política o un producto comercial. Ni los artistas, ni los críticos, ni los periodistas, ni los académicos, ni la inmensa mayoría de ciudadanos indiferentes, saben con claridad qué tipo de actividad se pone en escena el 11 de octubre de 2016.  Actualmente, muchas preguntas circulan con frenesí en las redes sociales, en especial dentro de los dolientes del decaído sistema del arte colombiano. Resumo en unas pocas preguntas las inquietudes que al respecto circulan en medios de comunicación oficiales o alternativos. ¿La actividad propone una oración colectiva para purificar la abyección de los cuerpos caídos de manera infame durante el conflicto colombiano? ¿Consiste en una acción de duelo por las víctimas de una de las guerras colombianas a lo largo de la cual se ignoran deliberadamente las características específicas de los traumas de guerra? ¿Se trata de una Obra de Arte oficiada en vivo y en directo para los grandes medios de comunicación, calculada para —a sus espaldas— promover la obra de la artista? ¿Consiste en una manifestación de apoyo a todos los vivos que reclaman al Estado garantías para realizar su derecho a la paz? ¿Son sólo estrategias de mercado con pretensiones humanitarias? ¿Es el refuerzo de una superioridad moral, artificial, ficticia, concebida para ejercer poder dentro de la sociedad y en el sistema del arte?  ¿Es una hábil combinatoria de todas estas variables? ¿Quién se beneficia artística, comercial y políticamente, de los productos calculados y realizados? En este contexto de dolor en carne viva, ¿es mezquino preguntarse quién se beneficia de qué? Muchos artistas y activistas sospechan que las víctimas sacrificadas impunemente son quienes menos cuentan dentro de este debate fiero entre intereses encontrados. Tampoco las víctimas que los sobreviven mejoran la comprensión de su existencia. Al contrario. Los sobrevivientes son tutelados por medio de una perspectiva moral que los disminuye, que no los reconoce como sujetos morales capaces de superar por sí mismos el trauma de perder con violencia un ser amado. La peor humillación la constituye la imposición de tutelas no solicitadas.

La actividad prediseñada para la Plaza de Bolívar, genera muchas de las preguntas antes formuladas. Es responsabilidad del Ministerio de Cultura y la Universidad Nacional de Colombia ayudar a responderlas de manera pedagógica y sin constreñir a sus detractores. En especial, el Museo de Arte de la Universidad debe explicar, en primer lugar, en qué términos se pacta la participación de Doris Salcedo en “Sumando Ausencias”. En segundo lugar, debe informar a quién pertenece la Obra Colectiva, la cual en este momento se encuentra en manos de la artista, según ella misma declara a Cecilia Orozco en su entrevista con el Espectador. De esta actividad altamente mediática queda en claro solo que las víctimas son cosificadas y construidas como objeto de disputa. El debate evidencia que todos quieren un pedazo de ellas, tanto artistas como críticos, lo mismo los curadores que los empresarios, de la misma manera periodistas y políticos. Todos reclaman un lugar dentro del conflicto dentro del cual se localizan las víctimas para acabar de depredarlas.

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Pese a las críticas, “Sumando Ausencias” debe ser estudiado desde la perspectiva de la artista. Salcedo tiene derecho a reclamar este enfoque. La actividad en la Plaza de Bolívar se localiza en el sistema de formas que se modela en Occidente a partir del siglo XIX. Muchos de los críticos a la instalación “Sumando Ausencias” pasan por alto las  condiciones formales y  estéticas de las propuestas de la artista.[1] Salcedo deja claro que no es una activista. Diestra en el manejo de las formas del arte, es una artista que reivindica su derecho a pensar en libertad las problemáticas de la época que actualmente legitima su diferencia ante las generaciones por venir. No obstante, la actividad “Sumando Ausencias” muestra una paradoja que afecta a muchas propuestas artísticas contemporáneas. Los lectores informados de la obra de Salcedo, consideran que su propuesta formal es inseparable de un activismo.[2] La indeterminación respecto a si aquello que Salcedo piensa y realiza es un activismo o un trabajo artístico, dificulta un estudio riguroso de su obra.

Desde la perspectiva formal y conceptual en la cual se instala la actividad, nadie estudia el “metalenguaje” que moviliza Doris Salcedo para justificar sus propuestas. Quizá sea oportuno hacer esta tarea. Pocos reflexionan acerca de la coherencia de los esclarecimientos conceptuales que realiza la artista, ya sea en sus conferencias o durante sus entrevistas. Por ejemplo, no se piensa cómo se da en la escena plástica la relación real entre arte y duelo, rito y poesía, mercado y oración, silencio y vacío, y todos estos conceptos en relación con la muerte. Para cada una de estas relaciones, Salcedo tiene estudiado y ensayado un refinado marco teórico, más propio del campo de la interpretación que del ámbito de la producción. En la entrevista que Salcedo concede a El Espectador, se aprecia que su sensibilidad está formateada por las ideas y conceptos de Jacques Derrida, Jean Luc Nancy, Walter Benjamín, Emmanuel Lévinas, Paul Celan, entre otros autores.  El régimen contemporáneo caracterizado por la imposición de una compleja discursividad, propicia este encuentro interdisciplinar. Salcedo no es la única artista que “vende” su obra mediante este tipo de ejercicios conceptuales. Sin embargo, en este encuentro en particular, Salcedo hace resonar de manera estruendosa las ideas de los pensadores citados. Paradójicamente, es importante resaltar que la artista tiene claro que sus actividades son actos poéticos para realizar una Poética del Duelo. Sin embargo, confunde el lugar en que emerge su gesto con el escenario del espectador. En este ruido provocado por la artista-espectadora, pierde potencia su gesto-poesía, aparentemente emancipador. Veamos por qué.

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En primer lugar, pocos se percatan de que ningún trauma severo se resuelve en una acción de duelo colectiva expuesta a la especulación de los curiosos y los indiferentes. Al contrario, este tipo de actos espectaculares, de exposición al escarnio público de aquello que resta de memoria, acentúa el trauma e impide la realización de un duelo no estético. En segundo lugar, nadie pregunta si es verdadera la hipótesis estética de Salcedo, según la cual el silencio, la muerte y el vacío son experiencias no representables.[3] Como saben los teóricos del arte que estudian la experiencia de lo sublime, con esta idea de “irrepresentabilidad” se cobijan algunas culturas, por ejemplo, la musulmana, la anglosajona, la luterana y la judaica, entre otras. No es el caso de las culturas con fuerte influencia mediterránea. Colombia recibe esta influencia representacional, de culto irrestricto a la imagen de la muerte. Si existe algo que se representa con profusión en nuestra cultura es el silencio, la muerte y el vacío que la muerte de Jesús genera en sus dolientes. Con base en la perspectiva teológica de la irrepresentabilidad del silencio, la muerte y el vacío, Doris Salcedo promueve una resistencia al culto de la imagen representacional. Esta perspectiva ontológica acerca de las imágenes es legítima, pero no la única.  En el fondo del debate a “Sumando Ausencias, emerge un cuestionamiento de este credo estético que se constituyó en la Estética del Estado.

Además de la precaria coherencia conceptual, la comprensión del fenómeno de las víctimas tiene limitaciones ideológicas. Al respecto, Salcedo es ingenua. Localiza el problema en un espacio que no genera problemas políticos de fondo. Hace caso omiso del dispositivo económico que genera las violencias que afectan a muchos países. En la entrevista concedida a El Espectador, Cecilia Orozco pregunta a Doris Salcedo si ella es una víctima directa de la guerra. Responde que no. Es cierto, la artista no es una víctima política. Es una víctima estética. Su obra se consolida en un momento en que desaparece del sistema del arte la crítica y se instauran otras lógicas de legitimación artística. Debido a las sutiles miméticas implementadas en la imposición del discurso neoliberal acerca de los Derechos Humanos y las víctimas, el sistema del arte colombiano aún no tiene claro desde dónde ni a través de qué canales se inoculan estas políticas dentro de su sentir. Aunque algunos lo sospechan o lo musitan en voz baja, tampoco se comprende cómo se impone la presencia apabullante de Doris Salcedo dentro de los imaginarios acerca de aquello que el régimen moderno denomina “buen arte”. ¿A través del Estado que busca lavar internacionalmente la imagen de su régimen administrativo? ¿Por medio del mercado que convierte las ideas de Salcedo en una prolífica empresa al servicio de la ideología neoliberal? ¿Mediante una alianza estratégica entre Estado y Mercado de bienes suntuarios?

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“Sumando Ausencias” es un Florero de Llorente. Tiene un gran mérito y nadie aún se lo reconoce: nos pone a hablar acerca de los males que aquejan al arte colombiano, de la instrumentalización de los artistas por parte del Mercado y del Estado. No cabe duda. Quienes hablan con legitimidad en diferentes medios de comunicación, conocen desde dentro cómo funciona el sistema del arte colombiano y de una u otra manera lo han padecido en carne propia. ¿Y qué es aquello que saben todos estos agentes culturales, desde artistas hasta galeristas? Que, por alguna razón, de buena fe Salcedo se confunde a sí misma, a la crítica y a la opinión pública. Sus declaraciones a Cecilia Orozco lo muestran con elocuencia. Con convicción protestante afirma: “Soy una escultora al servicio de las víctimas”. Los agentes culturales sospechan que esta aseveración no es cierta. Muchos consideran que perfectamente, a través de actividades como “Sumando Ausencias” se configura la acción contraria: las víctimas son puestas al servicio de los artistas, en especial al servicio de la artista de las víctimas. Pero no solo a su servicio. Los políticos y los empresarios sin escrúpulos, son quienes más se lucran del dolor y la devastación de quienes han padecido las violencias de los señores de la guerra.

Quienes conocen a fondo los problemas del arte contemporáneo, como el investigador Guillermo Villamizar, muestran que todo este tinglado del arte de víctimas se maneja a distancia. Hay que preguntarse a partir de qué momento las imágenes de los artistas dejan de hablar de la explotación capitalista y “oportunamente” comienzan a hablar de víctimas. Se pueden localizar fechas concretas a partir de las cuales se implementa esta política. La metrópolis anglosajona propicia este desplazamiento discursivo. ¿Alguno ha oído a los artistas contemporáneos que se han apropiado del dolor de las víctimas hablar acerca de la explotación capitalista y neoliberal? Pues no. No lo pueden hacer, porque de esa explotación es que se nutren las arcas con las cuales se pagan sus costosos servicios. Este es el problema que debemos pensar con detenimiento. Guillermo Villamizar investiga en profundidad este problema, rastrea los fondos oscuros de los cuales se nutre el arte de víctimas. Curiosamente, quien más sabe a este respecto es Villamizar, y, precisamente, ninguno de los medios que divulga el disenso de los artistas críticos con Salcedo lo consulta. Este olvido no es ingenuo. Y preocupa.

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El debate actual refleja por lo menos cuatro horizontes útiles para comprender la deriva de arte actual y su potencial renovación respecto a las políticas estatales para el estímulo de las artes. En primer lugar, se encuentra el escenario que proporciona el arte estatal del cual se benefician solo los artistas de elite, como Salcedo. En segundo lugar, se muestra aquella construcción o “alianza estratégica” de la cual se lucran muchos agentes culturales bajo la modalidad de contratación de servicios. En tercer lugar, se aprecia en las redes sociales aquellos grupos de artistas que resisten las políticas del Arte Estatal y de cuando en vez las cuestionan. Por último, emerge el noventa por cien de los artistas que como “Tintín Garzón” desespera del olvido de su ser por parte del Estado. ¿Quién es “Tintín Garzón? Un “NN”, confiesa de viva voz este artista activista, la misma tarde de la actividad de Salcedo.  A lo largo de toda la tarde, Garzón repitió una y otra vez su queja, esa sí una oración de duelo. Lamenta la manera como los artistas trafican con el dolor de los dolientes que han perdido a sus seres amados en actos de barbarie.

A mi modo de ver, se equivocan quienes piensan que la crítica a “Sumando Ausencias”, en una crítica a la artista Doris Salcedo. No queda duda, Salcedo fue una artista prometedora, pero fue instrumentalizada por medio de discursos posmodernos que ella misma divulga de viva voz. En sus elaboraciones teóricas, estos discursos reconfiguran el sujeto de la historia en este aquí-ahora. Se centran menos en aquellos que con sus políticas económicas propician todo tipo de violencias, y más en aquellos y aquellas que estoicamente deben padecer estas políticas de humillación, crueles e inhumanas. A mi modo de ver, el problema es de mayor cálao. Aquello que urge pensar en este momento es lo siguiente: desde el Estado se promueve un tipo de arte que refleja una política de revictimación de los abyectados y las abyectadas con las guerras colombianas. Si el Estado cambiara sus políticas estéticas, tendríamos otro tipo de manifestaciones artísticas. Tendríamos actos más libres, más libertarios, es decir, no victimizantes. En otras palabras, tendríamos esperanza de un mejor vivir en lugar de jugar a hacer duelos estéticos para lavar la imagen del país, liberaríamos a las víctimas para que puedan afrontar con esperanza su trauma y realizar un duelo real, personal, no espectacularizado. La estética de Salcedo es artificialmente quejosa y subjetivamente sombría, en ella no hay lugar a la esperanza que aflora en los seres vivos, esa esperanza que constituye a los seres que con su propia voz se atreven a hablar de sí, de sus traumas. Salcedo les arrebata a las víctimas la esperanza y su potencia de hablar por sí mismos y por sí mismas.

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En general, la crítica que recibe Doris Salcedo actualmente en sectores especializados del sistema del arte, se centra en una sospecha terrible: en sus puestas en escena se usa el dolor de las víctimas con fines comerciales y egoístas. El sistema del arte colombiano se destaca por desconfiar de los escenarios que el dinero marca con su impronta. Esto es lo que se está denunciado y de lo cual todos y todas las que trabajamos en arte somos responsables, por acción o por omisión. En las declaraciones a Cecilia Orozco existe una afirmación que describe con claridad la ética del momento actual: “las personas que habitamos en zonas de guerra, en epicentros de catástrofes, nos degradamos con cada acto violento, cada expresión vulgar, cada acto de irrespeto. Vivir así no puede ser normal”, confiesa Doris Salcedo. La idea según la cual quienes habitamos en zonas de guerra finalmente nos degradamos de una u otra manera, es perspicaz y da en el blanco. Sin embargo, Salcedo se cuida de profundizar su reflexión. El formato de la entrevista no permite mayores elaboraciones. Le falta ampliar más esta fina intelección: de los procesos de degradación, ni siquiera los artistas se pueden librar, ni siquiera Doris Salcedo.   Ella menos que nadie, inmersa como está en el mercado de bienes suntuarios, o del Arte, como suele llamársele.

Notas:

[1] “El arte traza un espacio diferente al de la vida rutinaria: esboza un espacio aparte, un lugar diferente al de las reglas y los usos de la cotidianidad. En “Sumando ausencias” busqué trabajar con aquello que no puede ser representado: el silencio, la muerte y el vacío”.

[2] “No soy activista política y no creo en la redención estética. El arte no puede salvar ni una sola vida y, sin embargo, nos restituye la dignidad y la humanidad que perdemos cada vez que ocurre una muerte violenta.”

[3] “Pienso que la muerte violenta está más allá del alcance del arte y que no debe ser representada porque es la profanación máxima del cuerpo y como tal, escapa a la simbolización.”

 

Halim Badawi y la Crítica de Arte. Una lectura atenta vale más que mil “me gusta”

Halim Badawi esboza en red una teoría acerca de la Crítica que, por varias razones, el sistema del arte colombiano debe tomarse en serio para no proseguir cultivando los equívocos que mantienen la imaginación de muchos artistas postrada. En primer lugar, por la pertinencia de este gesto. En segundo lugar, por los ajustes que demanda el esfuerzo de este animador del arte colombiano. En tercer lugar, porque nos conmina a pensar si es cierto que aún existe Arte y Crítica. En atención a que sólo se puede pensar en diálogo con otros y otras, hago algunos aportes a este esbozo meritorio, que no pasan de ser otro esbozo.

Badawi considera que los negacionistas que él denomina apocalípticos, se equivocan. En su opinión, la Crítica de Arte no ha desaparecido. Como la energía, sólo se ha transformado. Considera que la crítica actual es tan legítima como en la época de Marta Traba, sin embargo, no ofrece ejemplos de Crítica. La apreciación es correcta porque dentro del régimen de la modernidad la Crítica es un componente esencial del Arte. Afirmar que la Crítica ha muerto sería una manera de decir que el arte está muerto y sepultado.

En su muro de Facebook, Badawi recalca que la crítica muestra su vigencia en los nuevos canales de comunicación que emergen con ímpetu —en muchos casos con furia—en las redes sociales como Facebook. A pesar de la brevedad de su exposición, la reflexión de Badawi merece una lectura atenta y minuciosa. Es importante no equivocarse en temas tan neurálgicos y sensibles dentro de un sistema cada vez más frágil y quizá condenado ya a desaparecer. Luego de analizar las motivaciones y estudiar la categorización propuesta por el investigador, creo que se equivoca correctamente.  Parte de interpretación es errónea, pero en arte una interpretación errónea es virtuosa porque abre caminos. La suya, es una equivocación oportuna y prolífica, pues, anima a quienes leen sus notas a pensar con cuidado algunos ajustes. En mi opinión, no menores, pero los merece.

Badawi realiza un análisis según tres enfoques conceptuales.[1] El primer lugar, habla acerca de una crítica centrada en los objetos; en segundo lugar, presenta una crítica determinada por los formatos y, finalmente, explora los canales actuales de comunicación en las redes virtuales. Expuestos así los términos, es inevitable pensar que se trata de un estudio de carácter historicista que el investigador localiza en la modernidad, en ese momento en que emergen, por un lado, el espectador como centro de producción crítica y, por otro lado, el Objeto de Arte como no-lugar de reflexión.

Respecto a la crítica según los objetos, Badawi plantea varias ideas de las cuales destaco la siguiente. En su opinión, la “fusión del arte con la vida” propiciada por los artistas contemporáneos no suprime aquel ejercicio crítico que le da carácter a la modernidad. En principio estoy de acuerdo, pero con una reserva. Es cierto que la crítica sobrevive dentro de las prácticas contemporáneas a pesar de los desplazamientos espaciales que los artistas contemporáneos propician. No obstante, la crítica sobrevive en esta realidad más real que la realidad formal que propician los museos y otros espacios especializados, sólo si no se fusiona con la vida. Solo si el crítico de arte logra mantener vigentes los juegos de verdad que se ponen en escena luego de que los artistas atraviesan los muros que los separan de la multiplicidad de intereses que configuran eso que coloquialmente algunos artistas resuelven llamar acríticamente “vida”.  Si la crítica se fusiona con la vida, quien rige el discurso crítico es la pasión por la vida. El artista corrige el ímpetu totalitario de la vida. Es cierto que la intensidad de la vida hace palidecer al Arte. Pero también es cierto que el arte logra que la vida se avergüence por los desmanes y excesos en los cuales suele incurrir.

Badawi plantea una hipótesis pragmática acerca de la relación entre Arte, Dinero y Crítica (ADC) que puede alarmar a algunos artistas críticos de las lógicas mercantiles que imperan en la Feria de Vanidades Contemporánea: “(…) si el principal campo de batalla del arte de nuestro tiempo es la relación entre arte y dinero, no veo por qué la crítica debería sustraerse de ello, quedando estrictamente a merced del análisis poético de formas y colores.” Badawi deja traslucir la ideología del progreso que rige la modernidad. Deja entrever que para él las prácticas poéticas son insustanciales o un asunto del pasado. La brevedad de su exposición, no le permite explicar qué entiende por poesía, pero se puede inferir que ésta no es de su interés, que sus estrategias expresivas no ocupan ningún lugar en su caja de herramientas. Solo sugiere que estas prácticas se agotan en la superficie de las formas y los colores. Badawi no tiene en cuenta que las prácticas de superficie son las más exigentes. Salir a flote desde las profundidades conceptuales y mantenerse en la superficie, demanda esfuerzos ingentes.

Urge restituir a la poesía dentro del sistema del arte colombiano. Solo una práctica poética nos saca a la superficie de la existencia y nos mantiene en ella. Para salir de la profundidad conceptual del arte contemporáneo, es necesario desgarrarse.  Al desgarrarse, el artista desgarra el lenguaje, desborda la cárcel en que el sentir es enjaulado por los espectadores que promulgan todo tipo de discursos. Las formaciones discursivas restringen el sentir del artista. Las éticas, las estéticas y las políticas someten el pensamiento del artista, no constituyen una instancia de liberación. La práctica poética real —la desgarrada— atraviesa la lengua regulada por el lenguaje. A través de este desgarre se accede a otras realidades.

Ahora bien, pienso que una crítica que no hace una declaración de principios frente a la injerencia del dinero en la construcción de la realidad artística, sólo es mercancía al servicio de la publicidad de bienes y servicios suntuarios. Y de esto tenemos mucho actualmente en el mundo de los objetos. Una crítica que se siente que el regazo del dinero está más perdida que Mesalina.

No me queda claro el análisis de la crítica según los formatos, pues, no veo por qué los ejercicios que Badawi prescribe para la crítica según este protocolo, no se puedan llevar a cabo mediante un ejercicio crítico según los objetos. Precisamente, uno de los propósitos de la crítica determinada por los objetos, consiste en “acercar universos que parecen divididos”. Como esta modalidad crítica no es tan interesante como la primera, paso entonces a comentar lo pertinente respecto a la crítica según los canales. A este respecto Badawi tiene razón.

En la actualidad, nuestra realidad se construye desde las redes sociales, en especial desde Facebook. Badawi acierta cuando afirma que la crítica ha cambiado con los objetos, con la manera de producir realidades, pero se equivoca al afirmar que en esta realidad virtual la Crítica sigue siendo Crítica. No puede seguir siendo Crítica porque en esta realidad no existen obras de arte, acabadas, perfectas, listas para empacar y coleccionar. Badawi no considera que en las redes sociales desaparece el espectador moderno que se arroga el derecho de ponerse al frente del objeto para configurarle su respectivo contexto. Olvida que la realidad virtual obliga a los sujetos a estar permanentemente activos, pues, las subjetividades emergentes rehúsan jugar el papel de espectadores pasivos que les fue asignado dentro del régimen moderno. En las redes virtuales, las subjetividades en construcción configuran día a día su propio espacio. Todo sujeto virtual es un artista. ¡El sueño de Beuys! Con cada frase, con cada imagen, con cada comentario, el usuario de Facebook se modela a sí mismo. Si este sujeto quisiera hacer una crítica como la propone Badawi, tendría que ser capaz de observar la realidad virtual en su integridad.  Esto es imposible. En Facebook, como en cualquier otra red, sólo apreciamos fragmentos inconexos de realidad. Esta condición de existencia impide formular juicios concluyentes. En esta medida, dejamos atrás las totalidades arregladas y empaquetadas, somos liberados del ejercicio crítico del sujeto moderno y tenemos la oportunidad de volvernos creadores de otras maneras de sentir.

Mientras el crítico moderno se confronta con aquello que no logra comprender, el artista creador afirma realidades imposibles de aceptar para el agente crítico. El artista creador de realidades virtuales le da una patada a la Crítica, a esa escalera que puede ser útil cuando aún no se poseen las destrezas creativas que demanda la realidad virtual.  No obstante, tarde o temprano las subjetividades virtuales serán capturadas por el régimen de los objetos para ser sometidas a Crítica, entregadas a sofisticados embalajes discursivos y puestas en venta en la Plaza Pública. Aquí quizá la Critica volvería a reclamar sus derechos. Este es el eterno juego del arte bello y sublime de la sociedad.

 

Imagen: Georg Petel (1601-1635). Cristo en la cruz.

Fotografía: cortesía Halim Badawi.

 

Notas:

[1] Con alguna recurrencia he leído algunos apocalípticos que han declarado públicamente que la crítica de arte ha muerto (incluso apocalípticos de altas esferas). Así como hemos sido testigos de la muerte de la pintura, el arte conceptual y el performance, también ha sido puesta una lápida sobre la crítica de arte (algunos dicen que ha sido reemplazada por la curaduría, etc.). También repiten, como estribillo de canción pegajosa, que en Colombia la crítica no existe desde tiempos de Marta Traba. Habría que señalar varias cosas. Lo que ha ocurrido es un cambio en los objetos de la crítica, en sus formatos y canales. Primero: con respecto al objeto, la crítica ya no hace estrictamente análisis formales de obras (ni juicios demasiado categóricos o ‘de gusto’), como podría ocurrir ante una pintura moderna, de Picasso por ejemplo: si el arte contemporáneo vino para fundirse con la vida, mal haría la crítica en recluirse herméticamente en el análisis formal de pinturas; la crítica también deberá introducirse en los flujos entre el arte y la vida; encontrar puntos de conexión con la ética, la política, la publicidad o el mercado; analizar cómo las imágenes cotidianas (esas que vemos en medios) nos afectan; cómo las apariencias transforman los fondos y las percepciones. Si el principal campo de batalla del arte de nuestro tiempo es la relación entre arte y dinero, no veo por qué la crítica debería sustraerse de ello, quedando estrictamente a merced del análisis poético de formas y colores. Segundo: con respecto a los formatos, si el arte aspira a transformar el orden de las cosas, deberá procurar llegar a la mayor cantidad de personas posible, no sólo a sus ojos u oídos, también hacer metástasis en sus cabezas. Para esto el lenguaje será una herramienta fundamental. La crítica deberá acercar universos que parecen divididos, mostrarnos el porqué de nuestro presente, romper con los bordes elitistas (y “para iniciados”) que se atribuyen al arte y a la crítica tradicional; el crítico deberá reescribirse, una y otra vez, hasta alcanzar una suerte de profunda sencillez, necesaria para entrar suavemente en el mayor número de cerebros (señalando nuevos horizontes de sentido). Tercero: con respecto a los canales, si bien en la crítica se valen todas las formas de lucha (periódicos, revistas, plataformas en línea), su escenario óptimo es en redes sociales, en caliente y en directo, especialmente en Facebook, que permite una mayor extensión en los estatus (mayor que el tuit y menor que el artículo) o en video. La crítica es masiva, relativamente corta, focalizada, impetuosa, pone perspectiva histórica, ayuda a ver los fenómenos (políticos) desde otros lugares, a desnaturalizar el sentido de las imágenes y facilitar la interacción de públicos. El crítico no se esconderá más detrás del papel impenetrable y de la autoridad que éste impone, el crítico quedará a disposición de todos; podrá ser interpelado duramente e interactuará con su público cuando sea necesario: será un diálogo en doble vía que alimentará a unos y otros. La crítica de arte cambió con los tiempos, como todo en nuestra época nueva, y está más viva que nunca.

Boris Groys en Bogotá

Todavía está el filósofo Boris Groys en Bogotá para hablar de la topografía marcada por nuestra existencia, —pasado, presente y futuro— y ese mapa que indica los cruces de caminos para lo humano entre arte, sociedad, y política vino Boris Groys.  Su pensamiento estético ofrece amplios espacios habitables para obras de arte, espectadores y creadores. El edificio de sus ideas alberga fuegos eternos como el óleo cuadrado negro sobre fondo blanco de Kasimir Malevich, contiene el escenario del eternamente provocador Cabaret Voltaire con el performance del hombre de lata de Hugo Ball.

El filosofo Boris Groys recuerda cuánto trabajo queda, porque una y otra vez presenta el instante de la concepción del museo, abierto para celebrar el aniversario de la Revolución Francesa. Es esa urgencia la que se percibe y la que conecta con esta primera semana de octubre de 2016 en Colombia.

Todavía podemos escucharlo en la charla que ofrece en el hemiciclo de la biblioteca de la universidad Jorge Tadeo Lozano el lunes 10 de octubre a las 11 de la mañana, entrada libre.

 

El arte de la razón cínica

Fue muy conmovedor el silencio a lo largo de la carrera séptima durante la velada en la cual los estudiantes recordaron la Marcha del Silencio de Gaitán y su Oración por la Paz de Colombia.

Poco a poco vuelven las palabras. Ya podemos comenzar a elaborar nuestro duelo. Así haya poco que hacer. Ayer tarde, anoche 5 de octubre de 2016, por doquier miradas inquietas, velas lánguidas y sentidas, flores blancas rezumando angustia, faroles imposibles recordando la precariedad de la existencia, cientos de banderas ondeando nuestra desazón.

Respetuosos los vendedores ambulantes que tienen colonizada la antigua “Calle Real”, aquellos sujetos del rebusque que sólo tienen un pedazo portátil de cemento al cual aferrarse, se hacían a un lado, apagaban sus cajas de parlantes, recogían sus trastos de mercancías chinas, dejaban de ser los artistas de nuestras miserias y se convertían en espectadores del dolor.

Luchammos por no decirlo pero no ganamos nada con callarlo. Es más, si no lo decimos, nos perdemos aún más dentro de este limbo nacional. Este cuerpo multitudinario era un funeral. Nunca antes vimos algo semejante. Ni siquiera la noche de duelo por los diputados de la Asamblea del Valle masacrados. Se trataba de otro tipo de masacre. La masacre de todos aquellos corazones que no resistimos más violencia.

El himno nacional en la Plaza de Bolívar nos hizo llorar. En este instante, tuvimos la esperanza de que aún podíamos aspirar a ser un pueblo. Pero no, ni siquiera Bogotá puede con el Leviatán feudal que nos gobierna como a siervos de la peor calaña. ¡Tanta conmoción! ¡Tanto dolor! ¡Tantas dudas! ¡Tantos sentimientos encontrados!  Estamos en la primera fase del duelo nacional. Todo esto porque, según Francisco Santos en su mensaje a la ONU y a Europa, Colombia tiene los estándares de justicia “más altos del mundo”. ¡Ay! ¡Todo un artista de la razón cínica!

 

Lucas Avendaño: una performancia en la Escuela de Artes ASAB

 

Invitado a la Facultad de Artes ASAB por el maestro Adrián Gómez, Lucas Avendaño realiza el día miércoles 6 de octubre de 2016 una visita a la escuela de artes. En primer lugar, ofrece una conferencia acerca de los muches, una subjetividad prehispánica, deslocalizada, descentrada, desregulada, en trance, dentro del régimen naturalista macho—hembra. Cuenta el artista mejicano cómo en las culturas zapotecas, existía una comprensión amplia de esta manera de orientar los goces del cuerpo. En un segundo momento, Avendaño realiza una performancia de la cual les dejamos algunas fotográfías. El registro en video, lo compartimos luego.

El riesgo que deben afrontar las performancias post-contemporáneas, consiste en que los visitantes a estos espacios no perciban lo real dentro de la necesidad de esta actitud artística y la juzguen esnobista,como impostura, como disfraz diletante. La performancia de Avendaño logra superar la prueba de la escuela, uno de los espacios de producción y exhibición más exigentes dentro del sistema del arte. La sencilla complejidad de la puesta en acción del performer logra tocar a los visitantes del espacio colonizado por el artista.

Al iniciarse la performancia, Avendaño elige un asistente dentro de los visitantes. Con este gesto rompe la barrera que separa a los artistas del mundo de lo real. En su exploración de las resistencias al cambio que realiza la cultura cuando se la reta a sentir diferente, el artista llega hasta los límites que los visitantes aceptan.

En general, esta apertura de la academia a sentires otros, es una prueba de que somos testigos de transfiguraciones radicales dentro de las sociedades contemporáneas. En Colombia, pocas veces se tiene la oportunidad de apreciar este tipo de ejercicios.

¿Feminismo sin mujeres?

La  maestría en Estudios Artísticos de Facultad de Artes-ASAB invita a la Sesión Abierta del Seminario Pensamiento Artístico Contemporáneo. En esta oportunidad, el conferencista invitado es el filósofo, activista y performancista Yecid Calderón.

¿Feminismo sin mujeres?

Día: lunes 10 de octubre 2016:

Hora: 6 P.M.

Lugar: Carrera 13 No. 14-69, Sala de Profesores.

 

Resumen:

Partiendo del polémico título de un libro publicado por la Coordinadora Universitaria por la Disidencia Sexual (CUDS) que reza Por un feminismo sin mujeres, la conferencia hace revisión de lo que significa los feminismos hoy. Se trata de una mirada crítica que estima los aciertos de pensar feminismos más allá del género, siguiendo algunas ideas de Monique Wittig y atendiendo a las necesidades de mantener el pensamiento sobre el cuerpo, la sexualidad y el género desde los marcadores de opresión.

Nos detendremos en las preguntas ¿los feminismos son asuntos de mujeres? ¿Acaso no han rebasado la fronteras de la subordinación de género presentándose como audaces posibilidades para teorías críticas con cuerpo? ¿Qué papel siguen desempañando los feminismos que se presentan como mujerismos cuando acentúan la polaridad del género y reproducen en cierta proporción las mismas violencias de las estructuras? ¿Es posible pensar la deuda con las mujeres negras, chicanas, latinas y otras en relación a las dominaciones distintas al género? ¿Cómo podemos pensar feminismos que nos pongan en senderos más allá del binarismo de género sin desconocer que la bisagra y jerarquía hombre/mujer sigue representando privilegios?

La conferencia, más que orientar y definir una respuesta, intenta navegar en un análisis sobre el género y mantener abierto el debate frente a las situaciones de dominación en diversos órdenes. Se ubicará al cuerpo como el lugar por excelencia de la opresión y la necesidad de buscar rutas que nos permitan pensarnos y reconocernos mutuamente dentro estructuras de dominación.

Imagen: Caravaggio, Medusa.

 

El curador como Institución política de la Globalización

Boris Groys (2014), estudia la coyuntura actual en la cual ante la mirada consternada del analista artístico, se baten las figuras del curador, el artista, el coleccionista de arte y el inerme visitante de instalaciones. Reconoce que Occidente otorga a los artistas un régimen especial en el cual la libertad, con todas las ambivalencias propias de esta idea en la modernidad, estructura la producción y exhibición de propuestas artísticas. Aclara que la libertad del artista es diferente de la libertad del curador. El primero es soberano. El segundo se encuentra regulado por la opinión pública, a la cual “representa”, y ante la cual responde públicamente por las elecciones que haga a nombre de ella.

Groys revisa dos conceptos importantes para comprender la actualidad: el concepto de poder de Foucault y el concepto de aura elaborado por Benjamin. Considera que el primer filósofo le sustrajo el componente personal que ostentaba el concepto de poder previamente a sus estudios. Por otro lado, corrige a Benjamin: el dispositivo de reproductividad no sólo reproduce la imagen. Principalmente, crea nuevos contextos y éstos son los que le otorgan aura a la imagen, una y otra vez.

La hipótesis más provocadora es aquella que plantea al curador como “representante” de un régimen democrático que instaura el artista de instalaciones. El argumento de la “representatividad” de la institución curatorial, se presenta sin mostrar cuáles son los procedimientos que llevan al curador a instituirse ante la figura del artista contemporáneo como “representante” del gusto del “público democrático”. No obstante, la omisión se justifica.  Esta última expresión es un sarcasmo, pues, al artista lo presenta como Rey Soberano que privatiza un espacio público, lo expone como un tirano que instaura un régimen democrático de cuyas reglas él mismo se excluye. Sin embargo, el objetivo de Groys no es el artista contemporáneo.  Va mucho más lejos: el político contemporáneo opera de la misma manera que el artista. ¿Quién sigue a quién en esta deriva metademocrática?[1] Estas nuevas modalidades de locura intelectual, de autoexclusión política, Foucault no las previó, a pesar de que vislumbró en la farándula el régimen artístico y político porn venir.

La tesis de Groys se formula dentro de un mundo que ostenta grandes exposiciones frecuentadas por visitantes globales. Ingenuamente, afirma que esta “masa global” que visita los museos más importantes del planeta, deslegitima la acusación que se le hace a los museos: constituirse en espacios para élites.  La tesis del filósofo que durante el 6 y el 7 de octubre de 2016 disertará en la XVIII Cátedra Internacional de Arte de la Biblioteca Luis Ángel Arango, carece de realidad real: ignora la situación de los artistas reales, todas y todos aquellos que sobreviven dentro del régimen metademocrático global.  A pesar de esta carencia, Groys acierta: la realidad del arte y la política contemporáneas son mercancías de Feria.

Bibliografía:

Groys, Boris (2014). Volverse público. Las transformaciones del arte en el ágora contemporánea. Buenos Aires: Caja Negra.

 

[1] (…) Es bien sabido también que la élite política contemporánea es parte de la cultura de la farándula global, es decir que es exterior a la sociedad que rige. Esta élite es global, extrademocrática, transestatal, exterior a cualquier comunidad organizada democráticamente, paradigmáticamente privada y, de hecho, estructuralmente loca, insana (Groys, 2014:67).