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Halim Badawi y la Crítica de Arte. Una lectura atenta vale más que mil “me gusta”

Halim Badawi esboza en red una teoría acerca de la Crítica que, por varias razones, el sistema del arte colombiano debe tomarse en serio para no proseguir cultivando los equívocos que mantienen la imaginación de muchos artistas postrada. En primer lugar, por la pertinencia de este gesto. En segundo lugar, por los ajustes que demanda el esfuerzo de este animador del arte colombiano. En tercer lugar, porque nos conmina a pensar si es cierto que aún existe Arte y Crítica. En atención a que sólo se puede pensar en diálogo con otros y otras, hago algunos aportes a este esbozo meritorio, que no pasan de ser otro esbozo.

Badawi considera que los negacionistas que él denomina apocalípticos, se equivocan. En su opinión, la Crítica de Arte no ha desaparecido. Como la energía, sólo se ha transformado. Considera que la crítica actual es tan legítima como en la época de Marta Traba, sin embargo, no ofrece ejemplos de Crítica. La apreciación es correcta porque dentro del régimen de la modernidad la Crítica es un componente esencial del Arte. Afirmar que la Crítica ha muerto sería una manera de decir que el arte está muerto y sepultado.

En su muro de Facebook, Badawi recalca que la crítica muestra su vigencia en los nuevos canales de comunicación que emergen con ímpetu —en muchos casos con furia—en las redes sociales como Facebook. A pesar de la brevedad de su exposición, la reflexión de Badawi merece una lectura atenta y minuciosa. Es importante no equivocarse en temas tan neurálgicos y sensibles dentro de un sistema cada vez más frágil y quizá condenado ya a desaparecer. Luego de analizar las motivaciones y estudiar la categorización propuesta por el investigador, creo que se equivoca correctamente.  Parte de interpretación es errónea, pero en arte una interpretación errónea es virtuosa porque abre caminos. La suya, es una equivocación oportuna y prolífica, pues, anima a quienes leen sus notas a pensar con cuidado algunos ajustes. En mi opinión, no menores, pero los merece.

Badawi realiza un análisis según tres enfoques conceptuales.[1] El primer lugar, habla acerca de una crítica centrada en los objetos; en segundo lugar, presenta una crítica determinada por los formatos y, finalmente, explora los canales actuales de comunicación en las redes virtuales. Expuestos así los términos, es inevitable pensar que se trata de un estudio de carácter historicista que el investigador localiza en la modernidad, en ese momento en que emergen, por un lado, el espectador como centro de producción crítica y, por otro lado, el Objeto de Arte como no-lugar de reflexión.

Respecto a la crítica según los objetos, Badawi plantea varias ideas de las cuales destaco la siguiente. En su opinión, la “fusión del arte con la vida” propiciada por los artistas contemporáneos no suprime aquel ejercicio crítico que le da carácter a la modernidad. En principio estoy de acuerdo, pero con una reserva. Es cierto que la crítica sobrevive dentro de las prácticas contemporáneas a pesar de los desplazamientos espaciales que los artistas contemporáneos propician. No obstante, la crítica sobrevive en esta realidad más real que la realidad formal que propician los museos y otros espacios especializados, sólo si no se fusiona con la vida. Solo si el crítico de arte logra mantener vigentes los juegos de verdad que se ponen en escena luego de que los artistas atraviesan los muros que los separan de la multiplicidad de intereses que configuran eso que coloquialmente algunos artistas resuelven llamar acríticamente “vida”.  Si la crítica se fusiona con la vida, quien rige el discurso crítico es la pasión por la vida. El artista corrige el ímpetu totalitario de la vida. Es cierto que la intensidad de la vida hace palidecer al Arte. Pero también es cierto que el arte logra que la vida se avergüence por los desmanes y excesos en los cuales suele incurrir.

Badawi plantea una hipótesis pragmática acerca de la relación entre Arte, Dinero y Crítica (ADC) que puede alarmar a algunos artistas críticos de las lógicas mercantiles que imperan en la Feria de Vanidades Contemporánea: “(…) si el principal campo de batalla del arte de nuestro tiempo es la relación entre arte y dinero, no veo por qué la crítica debería sustraerse de ello, quedando estrictamente a merced del análisis poético de formas y colores.” Badawi deja traslucir la ideología del progreso que rige la modernidad. Deja entrever que para él las prácticas poéticas son insustanciales o un asunto del pasado. La brevedad de su exposición, no le permite explicar qué entiende por poesía, pero se puede inferir que ésta no es de su interés, que sus estrategias expresivas no ocupan ningún lugar en su caja de herramientas. Solo sugiere que estas prácticas se agotan en la superficie de las formas y los colores. Badawi no tiene en cuenta que las prácticas de superficie son las más exigentes. Salir a flote desde las profundidades conceptuales y mantenerse en la superficie, demanda esfuerzos ingentes.

Urge restituir a la poesía dentro del sistema del arte colombiano. Solo una práctica poética nos saca a la superficie de la existencia y nos mantiene en ella. Para salir de la profundidad conceptual del arte contemporáneo, es necesario desgarrarse.  Al desgarrarse, el artista desgarra el lenguaje, desborda la cárcel en que el sentir es enjaulado por los espectadores que promulgan todo tipo de discursos. Las formaciones discursivas restringen el sentir del artista. Las éticas, las estéticas y las políticas someten el pensamiento del artista, no constituyen una instancia de liberación. La práctica poética real —la desgarrada— atraviesa la lengua regulada por el lenguaje. A través de este desgarre se accede a otras realidades.

Ahora bien, pienso que una crítica que no hace una declaración de principios frente a la injerencia del dinero en la construcción de la realidad artística, sólo es mercancía al servicio de la publicidad de bienes y servicios suntuarios. Y de esto tenemos mucho actualmente en el mundo de los objetos. Una crítica que se siente que el regazo del dinero está más perdida que Mesalina.

No me queda claro el análisis de la crítica según los formatos, pues, no veo por qué los ejercicios que Badawi prescribe para la crítica según este protocolo, no se puedan llevar a cabo mediante un ejercicio crítico según los objetos. Precisamente, uno de los propósitos de la crítica determinada por los objetos, consiste en “acercar universos que parecen divididos”. Como esta modalidad crítica no es tan interesante como la primera, paso entonces a comentar lo pertinente respecto a la crítica según los canales. A este respecto Badawi tiene razón.

En la actualidad, nuestra realidad se construye desde las redes sociales, en especial desde Facebook. Badawi acierta cuando afirma que la crítica ha cambiado con los objetos, con la manera de producir realidades, pero se equivoca al afirmar que en esta realidad virtual la Crítica sigue siendo Crítica. No puede seguir siendo Crítica porque en esta realidad no existen obras de arte, acabadas, perfectas, listas para empacar y coleccionar. Badawi no considera que en las redes sociales desaparece el espectador moderno que se arroga el derecho de ponerse al frente del objeto para configurarle su respectivo contexto. Olvida que la realidad virtual obliga a los sujetos a estar permanentemente activos, pues, las subjetividades emergentes rehúsan jugar el papel de espectadores pasivos que les fue asignado dentro del régimen moderno. En las redes virtuales, las subjetividades en construcción configuran día a día su propio espacio. Todo sujeto virtual es un artista. ¡El sueño de Beuys! Con cada frase, con cada imagen, con cada comentario, el usuario de Facebook se modela a sí mismo. Si este sujeto quisiera hacer una crítica como la propone Badawi, tendría que ser capaz de observar la realidad virtual en su integridad.  Esto es imposible. En Facebook, como en cualquier otra red, sólo apreciamos fragmentos inconexos de realidad. Esta condición de existencia impide formular juicios concluyentes. En esta medida, dejamos atrás las totalidades arregladas y empaquetadas, somos liberados del ejercicio crítico del sujeto moderno y tenemos la oportunidad de volvernos creadores de otras maneras de sentir.

Mientras el crítico moderno se confronta con aquello que no logra comprender, el artista creador afirma realidades imposibles de aceptar para el agente crítico. El artista creador de realidades virtuales le da una patada a la Crítica, a esa escalera que puede ser útil cuando aún no se poseen las destrezas creativas que demanda la realidad virtual.  No obstante, tarde o temprano las subjetividades virtuales serán capturadas por el régimen de los objetos para ser sometidas a Crítica, entregadas a sofisticados embalajes discursivos y puestas en venta en la Plaza Pública. Aquí quizá la Critica volvería a reclamar sus derechos. Este es el eterno juego del arte bello y sublime de la sociedad.

 

Imagen: Georg Petel (1601-1635). Cristo en la cruz.

Fotografía: cortesía Halim Badawi.

 

Notas:

[1] Con alguna recurrencia he leído algunos apocalípticos que han declarado públicamente que la crítica de arte ha muerto (incluso apocalípticos de altas esferas). Así como hemos sido testigos de la muerte de la pintura, el arte conceptual y el performance, también ha sido puesta una lápida sobre la crítica de arte (algunos dicen que ha sido reemplazada por la curaduría, etc.). También repiten, como estribillo de canción pegajosa, que en Colombia la crítica no existe desde tiempos de Marta Traba. Habría que señalar varias cosas. Lo que ha ocurrido es un cambio en los objetos de la crítica, en sus formatos y canales. Primero: con respecto al objeto, la crítica ya no hace estrictamente análisis formales de obras (ni juicios demasiado categóricos o ‘de gusto’), como podría ocurrir ante una pintura moderna, de Picasso por ejemplo: si el arte contemporáneo vino para fundirse con la vida, mal haría la crítica en recluirse herméticamente en el análisis formal de pinturas; la crítica también deberá introducirse en los flujos entre el arte y la vida; encontrar puntos de conexión con la ética, la política, la publicidad o el mercado; analizar cómo las imágenes cotidianas (esas que vemos en medios) nos afectan; cómo las apariencias transforman los fondos y las percepciones. Si el principal campo de batalla del arte de nuestro tiempo es la relación entre arte y dinero, no veo por qué la crítica debería sustraerse de ello, quedando estrictamente a merced del análisis poético de formas y colores. Segundo: con respecto a los formatos, si el arte aspira a transformar el orden de las cosas, deberá procurar llegar a la mayor cantidad de personas posible, no sólo a sus ojos u oídos, también hacer metástasis en sus cabezas. Para esto el lenguaje será una herramienta fundamental. La crítica deberá acercar universos que parecen divididos, mostrarnos el porqué de nuestro presente, romper con los bordes elitistas (y “para iniciados”) que se atribuyen al arte y a la crítica tradicional; el crítico deberá reescribirse, una y otra vez, hasta alcanzar una suerte de profunda sencillez, necesaria para entrar suavemente en el mayor número de cerebros (señalando nuevos horizontes de sentido). Tercero: con respecto a los canales, si bien en la crítica se valen todas las formas de lucha (periódicos, revistas, plataformas en línea), su escenario óptimo es en redes sociales, en caliente y en directo, especialmente en Facebook, que permite una mayor extensión en los estatus (mayor que el tuit y menor que el artículo) o en video. La crítica es masiva, relativamente corta, focalizada, impetuosa, pone perspectiva histórica, ayuda a ver los fenómenos (políticos) desde otros lugares, a desnaturalizar el sentido de las imágenes y facilitar la interacción de públicos. El crítico no se esconderá más detrás del papel impenetrable y de la autoridad que éste impone, el crítico quedará a disposición de todos; podrá ser interpelado duramente e interactuará con su público cuando sea necesario: será un diálogo en doble vía que alimentará a unos y otros. La crítica de arte cambió con los tiempos, como todo en nuestra época nueva, y está más viva que nunca.

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