Por: Yecid Calderón
Fecha: octubre 21, 2016
Encuentro Hemisférico de Performance Chile 2016
Entre el gozo de la amistad y los roces culturales del norte y el sur
El pasado mes de julio se llevó a cabo, en la ciudad de Santiago de Chile, el X encuentro de performance organizado por el Hemispheric Institute de la Universidad de Nueva York. Como el mismo encuentro se autodefine y orienta, se trata de un evento que cada dos años, promueve la reunión en torno a actividades diversas sobre el activismo político y el performance. Es un verdadero y agotador esfuerzo construido, en parte como conferencias académicas y en parte como festival de performance, en diferentes lugares de las Américas, esta vez en Santiago.
El encuentro reúne alrededor de unas 1200 personas entre académicos, artistas, activistas y estudiantes, por una semana, en la que la nota predominante es una agenda llena de actividades. Reflexión, alegría en el encuentro con pares e impares, con amigos y otros no tan amigos, gente nueva que pasa a fungir, en ocasiones, como nuevos y cálidos colegas, sumados a mañanas de reflexión en diversas mesas con personas destacadas en el tema del performance, el activismo social y el conocimiento sobre asuntos de arte e intervención política y, sobre todo, muchas performances.
Esta polifonía y heterogeneidad de eventos produce un festival que considero único en su especie, tanto por el formato, la enorme dimensión del trabajo sobre el performance y el activismo político, como por la nota de encuentro-choque cultural en la cual quisiera concentrar mi reflexión.
Recordando nuestro trabajo de criba, ninguna crítica que se precie de tal puede despreciar o denostar aquello que considera no relevante en cuanto al criterio que le orienta. Frente a ello, esta crítica no es una crítica negativa porque adherimos al hecho de que, crítica en sentido estricto, es mirar tanto lo bueno como lo no tan bueno, de cualquier asunto.
Siendo así, considero que este festival es uno de los más importantes en el mundo, y sobre todo, que es un verdadero encuentro de heterogenidades en las propuestas, las estéticas y los activismos. Es un lugar en que se visibilizan trabajos, se gestan redes, se proyectan nuevas maneras de resistir, no sólo a los destinos políticos de un continente mancillado constantemente por las clases detentoras del poder, sino por imperialismos de diverso orden, incluyendo el epistémico, el estético, el artístico y el cultural en general.
Ahora bien, diré también que, dadas las dimensiones del festival, mi crítica es parcial, sesgada y sobre todo situada. Me oriento por mi propia experiencia la cual puede resultar exigua debido a las dimensiones del festival ya señaladas y mi escasa participación en otros espacios distintos a las conferencias, la mesa de trabajo en la que estuve y los trasnocheos.
La tensión por el encuentro de la Davis, la Bachelet y la Taylor
El Hemispherico es un encuentro siempre deja cierto sin sabor en algún grupo de personas. En el 2014, en Montreal, las personas en condiciones de discapacidad se sintieron discriminadas al no tener manera de cómodo acceso a la Sala Rosa donde se realizaba el Trasnocheo, o sea la parte de cabaret del festival. Eso, en un país en el que las personas en condiciones de discapacidad tienen un alto nivel de participación cultural. En Santiago bien el acceso era idóneo, cosa que no vi, o no se han visibilizado los activismos de las personas “crip” (Critical disability).
Esta vez, en Chile, lo que se evidenció fue una cierta incomodidad de algunas personas chilenas que participaban en el festival al ver a Angela Davis, la gran invitada de este Hemispherico, tomar el té (es una manera de decir) con Michelle Bachelet y la directora del Instituto Hemispherico Diana Taylor, entrevista que luego fue mostrada al público. La suspicacia de personas activistas chilenas como mi querido amigo, Víctor Hugo Robles, más conocido como “El ché de los gays” ─muy cercano a Pedro Lemebel y quien me presentara a Francisco Casas en el peor de los Trasnocheos de aquel festival llevado a cabo el miércoles 20 de Julio─ al considerar que esos acercamientos tendrían sus aspectos diplomáticos que de alguna manera pulen la resistencia y la acomodan según las tendencias a las que están adscritos los gobernantes, los cuales, en el territorio latinoamericano se destacan por ir contra sus pueblos al favorecer políticas imperialistas neoliberales. Bachelet no es la excepción.
Resentimiento por un cierto “elitismo”
De otra parte, en la asimetría de asistentes al Hemispherico, muchos sienten un cierto elitismo por parte de los organizadores, los grandes invitados, los invitados a medias, los que pagan por asistir y los que se quedan por fuera del festival ya que, si no estás inscrito con meses de antelación, no puedes acceder a los eventos. Al respecto tengo mucho qué decir. No quiero justificar nada, porque como he mencionado, esto que digo es sesgado y más que sesgado situado.
Se dice que la Taylor no aparece por ninguna parte en los eventos que no sean de alto calibre. Se dice que es alejada de su público y que, en la presentación central de Angela Davis, cortó a la afamada feminista negra sin dejar interactuar al público ansioso por interpelar. Hablemos de que es alejada de nosotres, su público. He pasado dos veces mi vista sobre el rostro de Diana Taylor y con todo y lo extraño que le debo parecer, en lo que a mí respecta, su trato es amable, pero sin melindres. Además, no tendría por qué hacer fiesta al ver a las personas que no le son muy cercanas.
Parto del supuesto que no es fácil organizar un festival así de inmenso y que, debido a las múltiples tareas que hay que delegar, ella se comporta esquiva, no por intensión, sino por omisión: anda en la pensadera de que todo salga bien. Seamos generosos y no pensemos que somos el centro del universo. Intento comprender su actitud desde mi propia experiencia. Algunas veces me saludan personas que no recuerdo porque he andado ocupado en diversas cosas, sin embargo, se me ha calificado de odioso o pedante, cuando en realidad es puro descuido al estar inmerso en asuntos relativos a la producción de performances y al show mismo de los cabarets.
Además, uno conoce mucha gente y más si es la dueña del circo —como en el caso que nos ocupa— por lo cual, respecto de la Taylor, debe haber mucha dificultad en reconocer a todo el mundo o en saludar a cada fulano que se le pasa por la vía en un festival de casi 1.500 personas con la venia que todes y cada une merecemos. Y bueno, sé que ella no necesita justificaciones y menos mal que estas no lo son. Se trata precisamente de eso, de criticar con seso y sentimiento, y no de criticar por criticar, como dice Fangoria.
En cuánto que cortó a Angela Davis y que mantuvo el auditorio al margen, quiero decir: si mantuvo el control del público, es obvio que es debido a su papel como moderadora o presentadora, o host, o lo que sea, lo cual implica controlar un público ávido de participación, de “querer decir”; todavía más tratándose de un auditorio de rebeldes y personas con una capacidad polémica muy alta, debido al sentido crítico que nos caracteriza ¿Se imaginan alguien que deje sin control la palabra en ese auditorio en particular? Saldríamos agarradas unas con otras y el evento en el más audaz caos, una verdadera performance, pero creo que no lo meritaba el caso.
Cosa distinta me pasa con otros organizadores y otros grandes invitados. Adoro mis saludos, mi cruce de palabras con Marcial Godoy, Carmelita Tropicana, Larry Lafontaine, entre otros que quiero y admiro mucho, como César Martínez. Lo máximo es encontrarme con mis maestros y amigos que forman parte de este séquito y que, no por ello, son un grupo excluyente o diferente, hablo de Guillermo Gómez-Peña, Balitrónica (a quien adoro) Saúl García y la Pocha Nostra en general, muy consentidos por el Hemi y por mí, porque estamos cerca, sentimos cerca y han sido mis mentores en performance. No puedo dejar de mencionar lo precioso que es en cada encuentro toparse con Rocío Boliver, La Congelada de Uva, y aunque no pude ir a su performance —por la gripa severa que me dio justo el día del cierre— nos echamos el abrazo un día que el azar nos reunió en una calle de Santiago. Por supuesto, no faltan aquellas personas dentro del festival que se les suben los humos a la cabeza y pretenden que uno haga venia al verles. Pero eso no es relevante, aquí lo que cuenta es la calidad del festival, de las performances, del trabajo académico y no el argumento ad hominem.
Los medio invitados, como yo, tenemos acceso gratis a todos los eventos y no pagamos cuota de inscripción (la cual es sumamente alta para los que devengamos salarios de profesores y performanceros al sur de Río Bravo). Formamos parte activa en todo el evento, tanto en mesas, como en las diferentes actividades; nosotros, junto a los grandes invitados, hacemos parte importante de este festival. Yo he sentido que, a pesar de no contar con viáticos, no me resulta de malestar las condiciones de mi participación. Lo que se aprende, lo querido que uno se siente, lo amplificador que resulta la experiencia, sea como sea, no tiene precio. Es la misma situación de figuras como Julia Antivilo, la gran maga del pasado festival, curadora de la que fungió como una de las mejores noches por la calidad performática y política del Trasnocheo del martes 19 de julio.
Aprovecho, apropósito de asuntos ad hominem, para contarles la dicha de encontrarse con amigos adorables a quienes veo cada dos años, o sea, en cada festival. Me pasa con mi queridos canadienses Alexis O´Hara, Stephen Lawson y Aaron Pollard, más conocidos como 2boys tv; chilenos como Luis Almendra o sea, el Huachistáculo, Irina La Loca, Cristian Condemarzo y la ya mencionada Julia Antivilo; ecuatorianos como las Pacha Queer; centroamericanos como Fredman Barahona alias Elyla Sinvergüenza; peruanos como Ana Izquierdo; puerto riqueños como Pepe Álvarez y académicos como el mexicano Ricardo Gutiérrez, del King College de Londres. Así, muchos amigos. Más nuevos amigas y amigos que en cada festival uno va haciendo.
La tensión idiomática: encuentro más allá de los códigos e incomunicaciones odiosas
Por último, el asunto crítico más interesante en este festival es el encuentro-desencuentro lingüístico. Según una particular manera de interpretar el hecho, considero que no hay mejor lugar para practicar inglés y sobre todo para observar las limitaciones idiomáticas y los esfuerzos simbólicos que establecen mensajes más allá de los códigos. Nos lleva a pensar en el hecho de la obra de arte en un sentido tradicional. La obra de arte sería aquella que transmite unas experiencias estéticas universales y estableces unos valores relativos a ellos.
Pero como nuestra crítica es decolonial y transfeminista, consideramos que la obra de arte no existe, la negamos. Pero, lo que si puede darse en un festival de performance es la posibilidad del “encuentro” desde códigos disimiles. Soslayar la diferencia de sentires, pareceres, percepciones y lenguas para poder comunicar algo. Eso es lo que sucede con los buenos performances. No importa en qué idioma se ejecute, la acción per ser ha de generar una impresión que, por lo menos, no advierta la inconmensurabilidad lingüística.
En la ejecución de una performance no se trata de establecer una pieza que sea del agrado de los espectadores. De hecho, en muchas de ellas los espectadores o bien son co-partícipes o no se requieren. Pero, sea de la manera que sea ─más tratándose de un festival internacional en el que confluye lo latino y lo anglosajón en los mismos escenarios─ sería interesante apelar al principio de construcción de mensajes sin traducción directa para la comprensión más allá del código, o sea mensaje para la meta-trans-ducción.
Quiero decir que la performance no debe cerrarse a sus lecturas como ocurrió en el trasnocheo del día miércoles 20 de julio. Una artista de origen latino como Karen Jaime, experta en performance, se echa un speech poético en inglés que impide comprensión alguna con el auditorio. Ella se abstrae del público pero ya no en el sentido de los performances que prescinden de auditorio posible sino que, atenta contra el tenor de un trasnocheo. Los trasnocheos son fiesta, encuentro, cabaret, stand up comedy o algo así borroso, difuminado y siempre divertido. Karen generó distancia, aislamiento y no compartió nada de su anglosajona cultura con el público latino que se encontraba en la sala.
Detalles como estos hicieron que otras performances de esa noche perdieran fuerza debido a esa inconmensurabilidad idiomática. Ese abismo es el que, justamente, los encuentros intentan soslayar, desactivar, a través del gesto recíproco de una comprensión que ya no apela a la similitud en el código. Lo que caracteriza a los encuentros es la camaradería del compartir mediante unas propuestas estéticas que no quedan encarceladas por las diferencias idiomáticas.
Cosa diferente sucedió en el trasnocheo del jueves 21 de julio en el que se presentaron 2Boys TV con las Pachas Queer, Elyla Sinvergüenza y el joven escritor y performancero Josecarlo Enrique. Grupos y personas con unas diferencias lingüísticas radicales: castellano vrs inglés. No obstante las piezas de unos y de otros, en la lengua que fueran, alcanzaron un nivel estético maravilloso, con un impacto poético y político relevante dentro de las expresiones performáticas actuales. Además, no se perdió la perspectiva de un cabaret. Un cabaret bizarro, raro, disidente, performático, erótico, siempre arte de la acción que comunica y que tiende el puente de las metáforas con el cuerpo sobre el abismo de la diferencia de los códigos del lenguaje articulado. No bastó con sólo esto: en el caso de 2Boys TV, cantaron clásicas del patetismo latino como un año de amor pero convertida en una hora de amor. Con acento anglo, pero igual, divertida y muy bien planteada a nivel estético.
La cuestión idiomática no se reduce a los trasnocheos, por supuesto, pero es que en esta nota hablo de aquellos espacios en los que estuve. El desecuentro o encuentro idiomático sucede en las conferencias, las mesas de trabajo, los performances de calle, etc. El día entero se ve enriquecido por esa diferencia y por los esfuerzos de unos y de otros en comprenderse. Creo que de eso se trata el encuentro, de plantear todas estas heterogeneidades, todas estas situaciones de escollo y brega, de dificultad, de complejidad. Por ello, ya empecé a ahorrar para irme en el 2018 a La Habana, porque el XI Encuentro Hemispherico ─por todo esto tan precioso y tan abominable─ no me lo pienso perder.
Comentarios
Leí con detenimiento el texto de Yecid y me queda un mal sabor con aquella persistencia e insistencia del trasnocheo y la felicidad amiguiatica, que casi cae en la lambonería oficial. Algo así como el cielo performático para ahorrar para el próximo y seguir haciendo amiguitos. Pero aportare a este texto tan paradísiaco, el mal sabor que sufrio la artista seleccionada al Xcentrico, la colombiana y “amiga” que vive en Santiago Luna Palabra Perez quien se quejo de la mala atención y de la discriminación sufrida en la logística de su acción al distinguirse entre la sublime atención a los artistas reconocidos y parte del establecimiento que nombra Yecid y los seleccionados. Aparte de lo que me sucedio a mi al ser invitado por Galería Metropolitana (sede periferica del evento) para realizar la acción performance hapenning BLACK FLAG, cuando el instituto hemisferico de performance les prohibio tener sus propios invitados y abrogarse el derecho de poner allí sólo a sus artistas.
Luis Fernando: Esta crítica se atiene a una manera diferente de hacer crítica. En varias partes del texto queda señalado de qué se trata: 1. Es situada, por lo tanto sesgada, determinada por mi propia experiencia porque aquí no criticamos desde el tradicional ojo de pantócrator que todo lo ve y todo lo puede. Intentamos ser críticos desde la experiencia particular, pues cada quien cuenta la historia según la manera como le fue. 2. En esta crítica (que no por situada pierde su sentido de mirar cosas propicias y cosas no tan propicias) evitamos juicios categóricos que desestimen a las personas, de tal manera que se convierta en un texto de desprestigio, una diatriba de resentimiento, muy propio de las críticas de los círculos y élites que tienen miedo de reconocer que en cada cosa no sólo está lo que no fue acertado, también está lo certero; se trata de maneras de comprender –y tendría que hacer un gran excurso para explicar qué entiendo por comprensión— qué fue eso que no funcionó bien; reitero, desde el ojo que no mira el todo, sino que navega en la particularidad de las experiencia porque aquí nadie es juez absoluto. 3. Estas críticas tiene la vocación de llamar la atención y ojalá abrirse al diálogo. A mi me resulta tu comentario, en cuanto a lo que narras de sucesos acaecidos a la artista Luna Palabra Pérez y a ti, que al mostrar estos bemoles ampliamos el radio de comprensión de las cosas que no fueron propicias para que estuviera mejor el encuentro. El diálogo es importante. Una crítica nunca podrá agotar las posibilidades de aquello que critica. 4. En cuanto que el Hemi prohibió a la Galería Metropolitana tener sus propios invitados, considero que es muy cerrada la apreciación, y reitero otra vez, no justifico nada, más bien intento poner mi observación en otro lado y te planteo las preguntas ¿crees que el ejercicio del poder no nos obliga al ejercicio del poder? ¿crees que el Hemi para desplegar una cosa de ese tamaño podría estar ajeno a ejercicios de violencia? Recordemos que las instituciones del Estado moderno se caracterizan por la ferocidad y la violencia, y es en ese aparato donde el Hemi pone accionar el encuentro, se requiere para poder ejecutarlo, como cuando uno, de profesor, aplica violencia epistémica en clase porque la misma estructura universitaria así lo exige para darnos el prestigio del rigor. 5. Por último, mi critica se circunscribe a una crítica para la paz, no para la violencia desde la escritura. Puede sonar dulzona, empalagosa, complaciente, pero, puede ser también entendida como el acicate para entrar en diálogo, como justo lo hacemos ahora. Un saludo cordial. Yecid.