Por: Jorge Peñuela
Fecha: diciembre 3, 2017
IX Premio Luís Caballero: preguntas que el jurado debe resolver
¿Quién premia? ¿A quién premiar? ¿Cómo premiar?
Pese a sus alegres vaivenes, voceros del Estado afirman con frecuencia que el Premio Luís Caballero (LC) es el certamen artístico más importante del arte contemporáneo en Colombia. Aunque a nivel nacional pocos creen en esta consigna, en especial las artistas, la afirmación puede ser verdad, pues, con creces sabemos que en tierra de ciegos la tuerta es la reina.
Expongo algunas razones para destacar la importancia del LC, claro, relativa. En primer lugar, sea cual sea su mímesis específica, las artes contribuyen a que los odios se apacigüen y finalmente cesen. Es un secreto a voces que las artistas son cada vez más ignoradas por la ciudadanía en general, pues, difícilmente se les reconoce sus aportes a las culturas de las comunidades de las cuales hacen parte. Sin duda alguna, el LC mantiene viva la esperanza que expresa el Estado al crear este tipo de estímulos, en especial, en la motivación para la creación del Primer Salón Nacional de Artistas: que la artista y la sociedad dejen de odiarse. Ante la ausencia de un diálogo social abierto y sincero, hoy se diría: que las artistas dejen de odiarse entre ellos y ellas.
En segundo lugar, es importante resaltar las artes como espacios de libertad. Habla bien de un país que un grupo de ciudadanas y ciudadanos libremente elijan explorar por fuera de las lógicas del mercado de bienes suntuarios, otras maneras de escribir y pensar los problemas que abruman la existencia en la actualidad. En tercer lugar, es relevante recordar que las artes son requisito esencial para el despliegue de las inteligencias de un pueblo, para que sus ciudadanas y ciudadanos participen diversamente en el juego de lenguajes que abren las artistas con cada una de sus propuestas.
A pesar de que el LC no cuenta con una sede propia que le dé carácter y reconocimiento al arte de la ciudad que lo convoca, así sea precariamente, sus administradores han logrado mantenerlo vigente dentro de los imaginarios de las élites artísticas, luego de su expulsión del Planetario Distrital y su posterior peregrinación a lo largo y ancho de Bogotá. Se puede afirmar que la mendicación de espacios a la cual las artistas se ven forzadas, ha presionado a los organizadores del LC a entrar en diálogo con instituciones culturales que nunca participaron en este estímulo bajo la modalidad que se instituyó en el Planetario a partir de 1996.
Con tantos problemas a los cuales la ciudadanía debe enfrentarse en su día a día, necesita razones de peso para seguir apoyando este tipo de prácticas. Las relaciones que propicia el LC constituyen aire fresco para una ciudad muy contaminada con todo tipo de excesos y violencias. Y lo principal, no cuestan mucho y tienen la virtud de mejorar la calidad de vida de sus ciudadanas, así solo sean unas pocas. Sin embargo, que sean pocas las beneficiadas, no demerita el Premio, solo significa que es necesario repensar qué hacer para que sean más las alcanzadas y beneficiadas con este tipo de ejercicios.
En principio, el problema de ampliar el cubrimiento debiera ser resuelto por la institución que administra el LC. Sin embargo, dado el poco alcance que tienen este tipo de estímulos actualmente, seguir dejando en manos del Idartes la responsabilidad de modelar la sensibilidad colombiana, es una decisión poco razonable por parte de la ciudadanía en general. Pese al escepticismo de lado y lado, de los artistas con respecto al Estado, y viceversa, la ampliación del espectro social del LC exige que la ciudadanía participe mucho más, que pregunte con mejores consideraciones, que exprese sin maldad sus reservas al Estado y cuestionen sin odio a los artistas. Y esto solo es posible mediante una actitud crítica. Es decir, nunca mediante lugares comunes y sectarios, o a través de arengas facilistas, ya sean de clase, de ocasión o partidistas. La crítica consiste en el esclarecimiento y la evaluación in situ de los criterios que intentan modelar la sensibilidad de la ciudad y los gestos mediante los cuales esta última intenta ser reconocida nacional e internacionalmente.
¿Qué criterios aplicarán los jurados para premiar al ganador del IXLC? El Idartes ofrece unos criterios demasiado abstractos, de difícil aplicación a casos concretos como los que se han puesto en escena en los últimos cuatro meses de 2017. Vale la pena escuchar la crítica y repensar los criterios de evaluación artística que impone el Estado. Bajo estas circunstancias, el perfil profesional de los jurados se vuelve relevante para el IXLC. Tenemos un jurado cien por cien colombiano: ¡somos mayores de edad! Sin embargo, es oportuno preguntar, ¿de qué insumos se vale el jurado para hacer la premiación? Plantear que la materia de reflexión de la cual parte el juicio del jurado la constituye los proyectos y las exposiciones, es una ingenuidad que perjudica al LC y al arte colombiano. Reitero: lo importante en toda práctica crítica y de evaluación, son sus criterios, su análisis y su aplicación específica.
Ahora bien, como institución que se sostiene con recursos públicos, el Idartes tiene sus políticas. Cabe preguntar, de buena fe, ¿de qué recursos se vale el Idartes para orientar la premiación en uno u otro sentido? Ante la ausencia de crítica y por lo tanto de criterios específicos para la comprensión de las artes, ¿es legítimo que la ciudadanía ejerza presión dentro del juicio estético de los jurados? Entiendo por “criterios específicos”, criterios comunes. Si el LC es algo común a las bogotanas, sus voces deberían ser recogidas y procesadas. En Colombia, no tenemos los criterios que demanda toda crítica y toda evaluación. Para ningún estímulo. Por ello mismo, todo juicio estético es arbitrario, así sean formulados por agentes culturales reconocidos. La premiación del IXLC no escapa a esta condición, a pesar de las calidades profesionales de Mariana Varela, Juan Mejía y Natalia Gutiérrez. Muchos nos preguntamos: ¿qué tan influenciables son los jurados por parte del Idartes y de los diversos intereses que se cruzan en esta institución? ¿De qué herramientas conceptuales, críticas, experienciales e históricas se valdrán para que su juicio tenga la apariencia de no arbitrariedad? ¿Legítimamente la crítica debe hacerse oír por el jurado? Sí, pero, ¿cómo hacerlo en esta coyuntura hiperconectada que garantiza la desconexión con respecto a lo común?
Si los jurados del IX Premio Luís Caballero quieren contribuir al mantenimiento de este estímulo, como es el deber que le exige la ciudad, deberán considerar con profundidad qué tipo de estética nos proponen para los años por venir. Para eso son los premios, para abrir caminos de libertad.
En general, los artistas nominados al IXLC, despliegan sus inquietudes mediante dos enfoques conceptuales. En primer lugar, se aprecia una especie de activismo estético que muestra un vivo interés por algunos de los problemas que agendan algunos centros de poder ajenos al arte, como son la minería, la explotación y expropiación cultural por parte de los grandes medios de comunicación, la manipulación de la historia por parte de la industria del entretenimiento, entre otros problemas. Esta tendencia es correcta políticamente, es decir, responde a aquello que esperan los centros de poder. En segundo lugar, hacen presencia en IXLC ejercicios que piensan el país y sus habitantes desde las artes, no a la inversa. Dicho en otras palabras, las artistas libremente deciden no usar las artes para hacer activismo en ningún sentido. Esta tendencia es políticamente incorrecta. De viaja data, estos dos enfoques estéticos siguen siendo legítimos.
El jurado del IXLC debe localizarse entre estas dos tendencias, debe desplegar su experiencia y sabiduría para hacer frente a estas dos fuerzas en conflicto: la libertad para pensar autónomamente la actualidad mediante las formas del arte y la sintonía y compromiso con una agenda política o social. Toda artista quiere, sabe que necesita ser mirada, ser escrita en la historia de su ciudad. Lucha por atrapar la mirada de la visitante hacia sus problemas. Algunas lo hacen de manera evidente y despiertan suspicacias entre sus intérpretes, pues, nos despojan de un gran bien dejándonos en condición de minoría de edad. Otras, lo hacen con discreción y no apabullan la imaginación y el entendimiento con grandes montajes conceptuales o escénicos. El despliegue de ideas de un artista debe ser pensado en común por las visitantes a una exposición. Denomino arte al resultado de esa conversación, menos entre el artista y sus intérpretes, y más entre las que construyen la historia del día a día del arte. Para pensar hace falta experiencia, delicadeza, agudeza, pero, sobre todo, se requiere libertad, tanto para el artista que explora ideas como para la visitante que construye sus historias. Solo gozando de una libertad en común, pueden hacer presencia dentro de una comunidad otras maneras de sentir y pensar.
Antes de la evaluación final, el jurado del IXLC debe considerar varios aspectos. En primer lugar, debe esclarecer a las visitantes la idea que mueve todo el trabajo expuesto por cada una de las artistas. A mi modo de ver, la idea de hablar acerca del amor como lo hace Adriana Marmorek, configura el acto más político del Premio. Político, en el sentido que es políticamente incorrecto no hablar de los temas de moda, de aquellos que garantizan su venta a los grandes compradores. En segundo lugar, debe tener en cuenta el despliegue de la idea dentro del montaje. Juan David Laserna, organiza el espacio del Archivo de Bogotá de una manera tan sugestiva que logra desplazar el interés de la visitante por la idea hacia la ficción de la historia, acomodándola en una realidad sensible en donde la copia de la copia reclama toda su verdad. En tercer lugar, deberá estudiar la oportunidad, pertinencia y propiedad con las cuales cada artista maneja la técnica que le permite llevar la idea al espacio y configurar el lugar propuesto. En cuarto lugar, debe darle un gran relieve a la actitud del artista. Luís Fernando Ramírez, es quien muestra mayor autonomía y experiencia, es decir, mayor solvencia para hacerse cargo de su libertad. Cuando se es dueño de nuestra libertad solo resta la incorrección política. Ramírez es incorrecto política y estéticamente. En toda artista, la actitud de libertad debe afrontar varios peligros. Aunque la artista es quien elige aquello que urge pensarse, muchas veces la libertad nos tiende trampas o nos sobrepasa. La artista no sigue una agenda. De otra manera, puede ser capturada por la lógica del espectáculo y el sensacionalismo. En quinto lugar, es importante considerar el juego de la visitante dentro del trabajo expuesto. Rodrigo Echeverry introduce a la visitante dentro de su ejercicio, la saca de su rol contemplativo y la lleva a participar de una acción a través de la cual se activan ideas, imaginarios y sentimientos de muy diverso interés. A su manera, Felipe Arturo intentó hacerlo, pero sin el éxito de Echeverry: aquél se perdió en la selva que diseñó. En sexto lugar, el jurado del IXLC deberá tener en cuenta cuál de los trabajos expuestos logra conjugar dos o más de los criterios aquí expuestos.
Finalmente, como presente navideño dejó planteadas tres preguntas, especialmente dirigidas a las artistas: ¿por qué el arte actual se queda sin pueblo? ¿Se puede sostener un arte sin pueblo real? ¿El Estado debe promover un arte que no tiene vínculos reales con el pueblo?
Feliz navidad y un próspero año 2018
Fotografía: cortesía Ricardo Muñoz Martinez