Taller de historia de la imagen en clave de género: David


El Juramento de los Horacios (1784): Jacques-Luis David. El honor feudal se impone a una ética de la dignidad humana. Hipótesis: el honor feudal impide comprender que la mejor ayuda humanitaria es el diálogo.

David recurre al mito para pensar una actualidad muy conflictiva. Pronto estallaría una guerra brutal. Perlabora el relato clásico. Por medio de una gesta militar, Roma resuelve sus diferencias con la ciudad vecina de Alba Longa. La historia enfrenta a dos familias emparentadas: los Horacios en Roma y los Curiacios en Alba Longa. 

Cada una de las familias tiene tres varones trillizos. Los de Roma, son los Horacios. Sabina (pintada en lilas y ocres), es hermana de los Curiacios y está casada con uno de los Horacios, de quien tiene una hija y un hijo. Camila (en toga blanca), es hermana de los Horacios y está prometida a uno de los Curiacios. Aún así, el honor de la patria de los caballeros aristócratas reprime la sensibilidad, aparta a las mujeres y las obliga a callar.

El dibujo de cada uno de los dos grupos expresa el contraste entre estas dos éticas. El concepto con el cual se construye a los varones es fálico. David nos presenta el éxtasis del poder por medio de esta erección colectiva. El dibujo es impositivo y excluyente. Tiene un propósito: disminuir y marginar la participación de las mujeres en la solución de un asunto que les concierne de manera vital. El conjunto de las mujeres deliberadamente es mostrado débil e incompetente para comprender los asuntos de la guerra. La ética del honor no comprende, no es sensible a espacios dialogantes. Los señores feudales no comprenden que las guerras se ganan de manera más eficiente por medio del diálogo. Otro tanto se aprecia en el uso del color: rojo sangre para los varones, pasteles para las mujeres.

Pese a la truculencia del relato visual, su asunto es actual y sigue convocando estudios críticos. La imagen muestra al padre de Horacio entregando las espadas a sus hijos para defender la erección de la patria, su derecho al expolio; en el relato romano, la república; en la apropiación francesa, la monarquía. Sin escrúpulo alguno, David arregla la historia y el mito romano para promover el respeto por los valores de la patria, en este caso, de la monarquía francesa. 

Del enfrentamiento, solo sobrevive uno de los Horacios. A su regreso a Roma, este recibe todos los honores por su patriotismo. Solo Camila, su hermana, le reprocha su campaña contra los Curiacios. Uno de ellos era su prometido y ha muerto a manos del hermano. Horacio se ofende con el reproche y mata a Camila. David se muestra sensible con la elección de la imagen final para su pintura. Previamente había proyectado una imagen del Horacio sobreviviente llevando en sus brazos el cadáver de la hermana asesinada por su propia mano. Si en el siglo XVIII está imagen era ya inaceptable, hoy nos parece brutal. 

Miguel Ángel Rojas, Suspendido, Una y otra vez…, hoy en la Galería Casas Reigner


Una y otra vez, las tardes suspendidas recoge imágenes de Miguel Ángel Rojas que, pese a su antigüedad, no habían salido del taller del artista. Quizá porque nos parecen algo familiares, tendemos a creer que las conocíamos. Imágenes como las que compartimos hacen parte de la obra temprana del artista, la más intensa, la más inquieta con lo no-familiar familiar tematizado por Freud, por lo tanto la más auténtica; por eso hablamos sin dudarlo, de obra. Obra es aquello que se construye pública y críticamente. Aunque debido al carácter personal del dibujo y la mirada hacia sí mismo, se puede decir, que se tratan de ejercicios de autoexamen del artista. 

Pese a la cantidad de enfoques con los cuales se ha querido domesticar el imaginario de Rojas, ese “no—sé— qué” que punza en las imágenes ha logrado esquivarlos. Esta historia de exclusión es inaprehensible, aún no se deja contar. El discurso espanta al yo real, al no-familiar familiar. Los discursos de moda que promueve tanto el Estado como el Mercado, o la alianza entre uno y otro, no han logrado arrebatarle esa fuerza underground que nos pone a temblar, de miedo, pero sobre todo de gozo. En todo goce hay un miedo que enriquece la existencia. Sebastián Mesa y Paula Bossa, curadores de la exposición, aportan una reflexión que surge de un interés investigativo serio. Mesa realizó una investigación como culminación de su maestría, con aciertos y algunas ideas controvertibles. Sin duda alguna, una buena investigación es aquella que se puede controvertir. Esto es señal de que dice algo aún no dicho. 

Por otro lado, no menos importante que la interpretación, y a pesar de que mucha agua ha corrido por debajo del puente de las ferias arte de contemporáneo y seguirá corriendo hasta que tengamos otro régimen, estas imágenes se constituyen en síntomas políticos y sociales de una época que aún no termina. Restan como preguntas sin tramitar, ni siquiera dentro del reducido mundillo del arte. Los artistas se caracterizan por constituir una diferencia común, una fuerza resistente que opera desde el interior de los dispositivos artísticos. Miguel Ángel Rojas hace parte de este grupo de artistas. 

Las tardes suspendidas es una figura potente, nos permite atisbar en el ethos marginal que Rojas husmea. Las obras en mención suspenden el tiempo, sacan al visitante de su cotidianidad. Inclusive,  pueden constituirse en ejes para orientar un seminario de investigación acerca de lo marginal en los años setenta y ochenta del siglo XX. La actual exposición en Casas Reigner nos da el título del Seminario: las tardes suspendidas del arte colombiano. Quizá encontremos que las páginas más intensas del arte colombiano se nos dan cuando los artistas nos logran suspender las aburridas tardes del arte colombiano. Aquellos que nos sumen en la violenta cotidianidad que nos ahoga, escriben las páginas más aburridas y sumisas del arte colombiano. Hay algo sumiso en Rojas, por lo tanto aburrido, pero en nuestros imaginarios persiste la idea de que Rojas es uno de los artistas más intensos.

Los estudios de maestría de Sebastián Mesa se constituyen en el enfoque que permite mostrar a un Miguel Ángel Rojas algo diferente. La mirada es aquello que debe indagarse dentro del contexto familiar no-familiar que propone Mesa. En palabras de Mesa, se trata de refutar algunos de los mitos con que se rodea la obra temprana de Miguel Ángel Rojas, en cuanto a los espacios de inspiración y a sus motivaciones más personales. 

Agradecimientos: Sebastián Mesa.