Por: Jorge Peñuela
Fecha: julio 5, 2018
Las esperanzas de igualdad aliadas con los sueños drag se toman masivamente Bogotá
Pese a la tendencia regresiva que se aprecia en la política hegemónica local, los artivistas y activistas de las comunidades Lgbti no están dispuestos a dar un paso atrás. Al contrario. Así, y con mucha razón, los críticos sociales hoy estén alarmados por el increemento de la violencia en Colombia, las comunidades Lgbti, unas de las afectadas con esta violencia, seguras de sí mismas se lanzaron a la calle el pasado 1 de julio de 2018, durante la ya tradicional Marcha del Orgullo.
Con el lema “la diferencia nos une”, los participantes claman por una ciudadanía en serio: diversa, igualitaria, libre, plena y solidaria. El lema es un acierto, pues, la diferencia no solo concierne a las comunidades Lgbti. La diferencia es el punto de partida de todos los procesos de identificación. Por ello mismo, se trata también de un guiño a las comunidades heterosexuales, a su condición de diferencia: “dejen que la diferencia nos una, a ustedes con nosotros y nosotras”. Gozar la diferencia es la mejor manera de vivir. Asumir la diferencia como carga estraga al ser humano, destruye los vínculos que le dan existencia. Solo se puede existir plenamente como diferencia.
Bogotá nunca había visto una marcha de tal magnitud, tan masivamente asistida, tan bien organizada, y con tantos apoyos por parte del Estado y de las empresas privadas. A diferencia de otras oportunidades y pese al multitudinario evento, hubo muy poca polícía. Hablamos de entre 40 y 50000 participantes que siempre estuvieron a las altura de sus propias luchas.
Sin duda alguna, algo pasó el 1 de julio. Algo cambió en el entorno político y social, tanto en la autopercepción de las comunidades Lgbti como dentro de las políticas estatales diseñadas tímidamente para apoyar a estas comunidades. Lejos estamos de la primera Marcha en 1982, en la cual participan 32 activistas, según relata Manuel Velandia, un imporante agente cultural exiliado hoy en España por su activismo en favor de la igualdad de derechos.[1]
Pese a la actual coyuntura política, el escepticismo que se apreció en la Marcha 2017 se dejó a un lado. No solo se trata de orgullo. En la Marcha 2018, las comunidades Lgbti combinan el orgullo con el coraje. El orgullo evidencia convicciones personales y una sastifación interna. El coraje es una virtud ética y política. Asume y demanda responsabilidades de los otros y las otras, por lo tanto, plantea una relación política. Con el coraje que exije la oscuridad que hoy nubla nuestro horizonte de derechos fundamentales, las comunidades Lgbti dan la cara.
Como siempre, las Embajadoras Drag atraen la mirada de cientos de heterosexuales curiosos que se apuestan a lo largo de la carrera séptima entre el Parque Nacional y la Calle 26. Debido a la eterna obra de recuperación de la carrera séptima entre la Calle 26 y la Plaza de Bolívar, la Marcha pierde un poco su alegría, lustre y unidad, pero se sostiene en su desvío por la vecinadarios estropeados de la carrera trece. Recupera su vistosidad en la Plaza de Bolívar con la llegada de los activistas desde diferentes puntos de la ciudad.
La percepción general que se formaron los asistentes es que debemos estar alertas, que no son tiempos para llorar sobre la leche derrramada. Guardadas las proporciones, la Marcha del Orgullo Bogotá 2018, recuerda la valerosa Marcha de las Mujeres sobre Washington, en 2017, en la cual convergen muchos colectivos atentos a las amenazas que penden sobre los derechos fundamentales como consecuencia del ascenso de gobiernos retardatarios.
En Colombia, falta mayor compromiso de aquellas comunidades heterosexuales que en privado se solidarizan con las comunidades Lgbti, pero que en el momento de apoyar su diferencia en la diferencia de los otros y otras, se esconden, se marginan del asunto, como si el derecho a la diferencia no les afectara a ellos y ellas. A este respecto, falta una pedagogía trans en los centros de enseñanza. No se trata de promover dentro de las comunidades heterosexuales unas deteterminadas preferencias eróticas. El asunto es otro. Se trata de que los heterosexuales comprendan la diversidad como aquello en que germina lo humano.
La Marcha del Orgullo y el Coraje 2018 fortalece la campaña por las ciudadanías plenas en Colombia. El acto político realizado en Bogotá debe analizarse muy bien, en todas sus variales, en lo artístico, estético, ético, político y social. El mensaje es claro para afuera y para adentro. Muestra que toda política se afinca en una ética y en una estética singulares, en unas necesidades específicas. Los imaginarios drag que sirven de enlance entre las comunidades Lgbti y otras comunidades se refinan cada vez más. La invención de sí mismo es un arte. La estética drag está llamada a estudiarse con generosidad, merece ocupar un lugar importante dentro de los espacios que el Estado promueve para la circulación de los imaginarios artísticos. Por otro lado, las galerías de arte deberían revisar su logofalocentrismo, sus machismos silenciosos, y abrir sus espacios a experiencias de vida plenas de sentido como las que salen al encuentro en las Marchas del Orgullo y el Coraje. Precisamente, en este momento en que el arte contemporáneo da señales inequívocas de que está perdiendo el sentido de la diferencia.
Agradecimientos:
A todos las artistas drag que generosa y desinteresadamente sacaron un minuto para detener en una imagen el acontecimiento de los colectivos Lgbti.
A todos los participantes que accedieron a posar para las cámaras de los maestros Meira del Busto, Hernando Toro, Ricardo Muñoz y Jorge Peñuela.
A Meira del Busto, investigadora y fotógrafa. Hace parte de la Línea de Investigación Escrituras Artísticas y Goces Transdiscursivos de la Maestría en Estudios Artísticos de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas.
A Hernando Toro, artista, fotógrafo e investigador. Colaborador de la Línea de Investigación Escrituras Artísticas y Goces Transdiscursivos de la Maestría en Estudios Artísticos de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas. El maestro Toro viene investigando la estética drag desde 1998.
A Ricardo Muñoz, artista, fotógrafo e investigador. Hace parte de la Línea de Investigación Escrituras Artísticas y Goces Transdiscursivos de la Maestría en Estudios Artísticos de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas.
[1]“El 30 de junio de 1982 se realizó la primera marcha homosexual en Bogotá y en Colombia. Fue una actividad eminentemente política llevada a cabo como culminación a un evento teórico-político-sexual del Movimiento de Liberación Homosexual Latinoamericano (28 al 30 de junio). Su recorrido se inició en la Plaza de Toros de Bogotá y culminó en la Plazuela de las Nieves (carrera 7ª calle 30 a calle 20). Fue organizada por Manuel Velandia del Movimiento de Liberación Homosexual de Colombia MLHC, a quien se le ocurrió la idea, y Guillermo Cortés, desde la Revista Ventana Gay, con la colaboración del GELG (Grupo de Estudio/encuentro por la Liberación de los Güeis). De las tres organizaciones proveníamos las 32 personas que marchamos. La marcha fue cubierta por los medios.” Tomado del muro de Facebook de Manuel Velandia.