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Spleen en el arte contemporáneo: El Arte de la Desobediencia, en el Museo de Arte Moderno de Bogotá

Con una propuesta curatorial de María Wills, Carmen María Jaramillo y Sylvia Suarez, hoy se pueden apreciar obras de 107 artistas. La exposición resume vehementemente la gestión del Mambo y tres décadas de arte colombiano de las cuales este espacio se constituyó en animador cultural y referente epistémico muy importante. A lo largo y ancho de todas sus salas, en primer lugar, nos sale al encuentro lo mejor del Salón Atenas, un programa dirigido por Eduardo Serrano entre 1975 y 1984. En segundo lugar, dos actualizaciones de obras pensadas dentro de la modalidad in situ, una de  Santiago Cárdenas en la cual el artista vuelve y mejera una idea realizada para Espacios Ambientales, en 1967, y otra de Miguel Ángel Rojas,  entre muchas otras propuestas, unas que hablan por sí mismas a pesar del mutismo curatorial y otras que no justifican su inclusión en la exposición, excepto por cortesía curatorial. En las afueras del Museo, Pablo Licona  toma distancia del régimen estético que representa el Mambo y realiza una instalación aludiendo críticamente al evento SE ARRIENDA, acción publicitaria del Mambo dentro de la exposición La Toma del Museo. Por fuera del libreto oficial, Magali Reales recuerda con una performance que son ya 92 los líderes sociales asesinados después de firmados los Acuerdos de Paz.  La figura que agrupa la exposición recuerda la idea de la investigación de Georges Didi-Hubermanacerca de las insurrecciones políticas de los artistas. Se diferencia de esta última en que El Arte de la Desobedienciaestá más cargada hacia la exaltación de la insurrección estética que a pensar y esclarecer as reivindicaciones políticas que promovieron los artistas durante estas décadas.

A pesar del tradicional montaje, poco imaginativo y un tanto precario, se destacan algunas obras emblemáticas por su crítica al tardomodernisno local y al conservadurismo propio del orden político y social colombianos. Cuja (1972) de Feliza Bursztyn, llama nuevamente la atención. Sin embargo, esta propuesta transgresora no logra insertarse dentro de los imaginarios políticos y sociales de la actualidad de los jóvenes que visitan la exposición. Las propuestas de Miguel Ángel Rojas y Santiago Cárdenas son virtuosas en su actualización, pero dicen poco a los expertos y mucho menos al visitante en general. Quienes aún visitan exposiciones son jóvenes. Se debe pensar más en ellos. Con tantos artistas y obras a la mano, un montaje bien conceptualizado e instalado con sentido de actualidad hace diferencia. En particular, Cuja no logra decir algo interesante a las mujeres y los hombres de hoy porque se expone más como objeto absoluto que como cuerpo en acto. Actualmente, aquello que cuenta son los cuerpos y eso lo anuncia Bursztyn con creces en una época en que los cuerpos comienzan a despertar de su sueño dogmático. Esta inactualidad negativa se debe a la deficiencia del montaje, a la ausencia de inteligencia espacial y al desconocimiento de la sensibilidad de hoy. La rotonda central del Mambo queda desierta y las demás salas se hallan saturadas de obras, aunque unas más que otras.

Cuja, Feliza Bursztyn (1972).

Tanto Cuja de Feliza Bursztyn como A-la-cena con zapatosde El Sindicato son obras depotenciadas como consecuencia de su montaje. Esta últimaes una metáfora viva, aún actual, pero la curaduría la presenta como metáfora muerta, como un ensamble de zapatos viejos, burlesco y pueril. Esta lectura despoja a la obra de su potencia para hablar de las miserias y las venalidades del arte de hoy. Metáfora viva es aquella expresión que logra transgredir el sentido común de los útiles cotidianos e introduce ideas estéticas y percepciones políticas inéditas.  Cuja aparece una y otra vez en las exposiciones del Mambo, pero no logra abrir diálogos prolíficos en una época que los reclama con urgencia. Tanto a Bursztyn como a El Sindicato, se les impide que hoy digan algo con sentido de realidad y  con pertinencia política. Se presentan sus metáforas más como una graciosa condescendencia estética de la sociedad bogotana a algunos artistas, que como un gesto transgresor que anuncia una época fracasada. Las obras fracasan junto con las décadas que representan.

Santiago Cardenas, actualización de Espacios Ambientales II.

Como en las ideas que acontecen en la propuesta de El Sindicato, en algunas otras se alcanza a percibir la potente oscuridad que anima las ideas estéticas de algunos artistas justamente meritorios. Se trata de unas ideas que quedan a oscuras por el fuego de los reflectores curatoriales a lo largo de cinco décadas. Sin éxito, estas obras anuncian un tránsito a lo que hoy se conoce como arte crítico y arte político, opciones estéticas fallidas que representan el fracaso de la sociedad en su conjunto. Con este tipo de gestos, algunas artistas intentaron abrir espacios otros, alternativos al esteticismo inane, sin ideas, del modernismo. La idea estética auténtica reivindica su potencia crítica por medio de ideas. Hoy tampoco hay ideas. La mercancía lo ha calcinado todo.

Álvaro Barrios

La exposición del Mambo introduce algunos artistas que en su momento comienzan a intuir que el arte moderno se queda corto para dar cuenta de la diversidad cultural, política y sensorial de Colombia. Por tales motivos recomendamos visitar esta extensa exposición que contrae eficientemente tres décadas de lo mejor del arte colombiano, décadas que a pesar de su esteticismo (quizá debido a ello mismo) muestra una gran variedad de propuestas claramente diferenciadas.

A pesar de la nostalgia por una inane y obediente desobediencia estética, la virtud de esta exposición consiste en evidenciar que esta diferencia estética yace perdida en los archivos del Mambo, hoy estetizados por falta de una comprensión profunda del lugar de este archivo en la actualidad, y de aquello que atraviesa hoy los imaginarios de mujeres y hombres. Sin embargo, de manera no deseada, la exposición activa en los visitantes con formación histórica y visual  la potencia de la memoria involuntaria (Deleuze, 1970), ese dolor crítico, aunque inútil por la potencia perdida. Con sus apostillas críticas, estos visitantes son quienes dinamizan la exposición. Finalmente, un proyecto curatorial de esta magnitud requiere de este apoyo crítico.

A nuestro modo de ver, por su peso cultural, estético e histórico, desde ya anunciamos que esta es la más importante exposición de 2018. Al activar la memoria artística, El Arte de la Desobediencia ayuda a comprender la disolución de un esperanzador proyecto local en esa Feria de Vanidades que se da cita en la Meca del arte comercial, en ArtBO.

Fotografías: cortesía del artista y fotógrafo Ricardo Muñoz. Como siempre, su mirada atenta, rápida y certera capta todo lo que pasa sin ser notado por el ojo fatigado, hastiado y sedado de la contemporaneidad mercantil.

Bibliografía:

Deleuze, Guilles. (1970) Proust y los signos. Barcelona: Anagrama.

 

 

 

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