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El Arte de la desobediencia en el Mambo: ¿los derechos de la historia de los vencidos conculcados?

El Museo de Arte Moderno de Bogotá escenifica la pequeña historia de la desobediencia estética en Colombia. La exposición permite repensar la relación del arte colombiano con todo aquello que este último deja de lado en favor de una “espiritualidad” huraña y hostil con la diversidad cultural del país.

La exposición es importante porque nos permite revisar las herramientas con las cuales leemos los dispositivos que controlan la sensibilidad de la aristocracia comercial colombiana y cohonestan las violencias que padecen buena parte de las colombianas y colombianos. Es oportuno preguntarnos hoy: ¿en qué medida somos conscientes de las herramientas que diseñan el Arte colombiano? ¿Somos conscientes de que la era del arte surge a la par de la revolución comercial con la cual la burguesía del siglo XIX impone una moral de clase?     ¿Qué se entiende en el Museo de Arte Moderno por desobedecer? ¿Cuáles son los efectos de estas desobediencias en los dispositivos de segregación que de manera solapada o expresa operan en Colombia? ¿En todo acto de desobediencia estética no se pone en escena un acto de sumisión ante una moralidad de clase? ¿Hoy en día no es un cliché hablar de la artista como el ser que desobedece para obedecer a la estética dominante? Finalmente: ¿frente a los relatos históricos de los vencedores tenemos algún derecho? Las respuestas a estas preguntas las podemos encontrar en la actual exposición del Mambo. Pero no al interior de sus salas, pues allí se niega el acontecimiento. Salgamos de ellas y miremos sus alrededores.

Miremos la exposición desde el dolor de los de abajo, desde nuestro día a día, desde las afueras del Museo, desde sus augustas escalinatas de acceso por la calle 24, desde la ansiedad del arte real, aquel que fluye  teñido de rojo de manera incesante. Magali Reales, Bajas, es una propuesta no oficial en El Arte de la Desobediencia, exposición inaugurada el 14 de junio e 2018 en el Mambo. Junto a la propuesta de Paulo Licona, la propuesta de Magali Reales es la única propuesta que sienta de manera expresa su desobediencia ante las autoridades museísticas. La artista se cuestiona a sí misma, piensa y se siente incómoda  dentro de esa estética que determina el arte la soberbia de clase que llama la atención de las curadoras de la exposición, a saber, Carmen María Jaramillo, María Wills y Sylvia Suarez.

Con su acción relámpago, Magali Reales recuerda a las curadoras del Mambo que lo bello estético repugna. Evidencia que la desobediencia formal que ostenta hoy el Mambo, solo es una obediencia a dictados coloniales aún hoy en boga en Colombia.

Magali no olvida la actualidad. Decir que lo suyo es una resistencia a la historia oficial sería un cliché. En su acción hay algo más. Tiene razón en mirar, sentir y pensar el aquí ahora del que parte toda historia del sentido en una propuesta artística.

La acción de Magali Reales evidencia que la actual exposición del Mambo no tiene un lugar aquí-ahora para hablar de su propia historia. Para seguir en la gigantomaquía por las formas contemporáneas, opta por soñar con sus viejas glorias. El Mambo olvida su propia historia. Deliberadamente olvida que las luchas por la existencia dentro de la historia efectiva se conjugan en presente. Hoy qué hablamos de derechos en serio, vale la pena preguntar: ¿no es un derecho de los ciudadanos y las ciudadanas el que toda historia muestre con claridad el lugar en donde se habla y no se lo conculque?

En la exposición del Mambo hay un gran ausente: los vencidos. Reales hace presentes esos caídos.  Instala en las escalas del Museo 91 registros de hombres y mujeres brutalmente asesinados en pleno periodo de paz. No es una acción original. No importa. Solo al “espíritu” comercial le importa la “originalidad”.  Hoy sabemos que en la existencia no se juega a ser originales. La artista luego realiza una performance  relámpago en la zona de tránsito público entre la calle 24 y el Parque de la Independencia. La performance fue interrumpida por un funcionario del Mambo que no acepta las desobediencias en serio.

Con respecto a la selección oficial de El Arte de la Desobediencia, es una exposición que hay que ver para aprender cómo desobedece no solo el artista moderno. También el artista contemporáneo. La muestra recoge una pequeña historia de las formas estéticas con las cuales se colonizó el inconsciente estético de los colombianos y las colombianas.

El gran mérito de la exposición consiste en que aún logra atraer a muchos jóvenes. Esto es muy importante. ¡Los jóvenes regresan al Museo! En este sentido el Mambo cumple una función pedagógica importante en Bogotá. Nos anima a plantear las preguntas que hoy dejo aquí planeadas.

Agradecimientos: Lina Bernal.

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