Por: Jorge Peñuela
Fecha: febrero 24, 2015
Desde Bogotá, al oído de las españolas y los españoles, de los y las europeas, de los y las iberoafrodescendientes que a partir de hoy visitan Arco 2015
Junto con un selecto grupo de artistas colombianos y colombianas, Abel Azcona mostró en Bogotá hace dos años que en Colombia otras experiencias artísticas son posibles, y no sólo aquellas prescritas en los jolgorios del mercado, el nuevo régimen planetario para la legitimación de las artes.* Aún se sienten los efectos de esta sacudida a un medio artístico tan aristocráticamente conservador como el bogotano. Los y las invitamos a apreciar la edición de esta bella performance popular, puesta en cuerpo múltiple bajo la idea de Habitacción en la sede temporal de la fenecida Galería Santa Fe. Popular y bella, porque con su gesto, Azcona tocó y resquebrajó las creencias de muchos y muchas espontáneas que se metieron en los asuntos del artista y del alicaido arte de la ciudad. El asunto del arte contemporáneo es tocar, aunque en menor medida los cuerpos.
Como se aprecia en el registro de la experiencia de la verdad de los cuerpos convocados por Azcona, el asunto es afectar las creencias que atan y subyugan los cuerpos de creencias puestos en juego en la performance. El asunto del arte es emancipar de sí mismos a sus seguidores más infieles. Por desgracia para ustedes, el mercado de feria en el cual está inmersa tanto España como Colombia, tanto Europa como América, sólo puede ser correctamente hipócrita y servil. Dejen que otros sacudan sus joyas en sus flâneries estéticos. Ustedes, ciudadanos y ciudadanas de a pie, sacudan sus pensamientos.
En una segunda reescritura, fruto del diálogo con el colectivo de conversantes en Contraindicciones, no se puede ignorar la crítica de arte española a las performances de Azcona. Uno de los conversantes lo relaciona con una especie de nacional-catolicismo reacccionario. Si aquello que cuenta en la experiencia del arte post-contemporáneo es la verdad, es necesario atender la crítica. Pénsemos entonces la crítica. La contradicción conceptual es propia de los artistas de talento, pues, el discurso siempre es tramposo. Otra cosa cosa es la contradicción propia de toda práctica. Estas contradicciones constitiyen la oportunidad que tiene todo artista para hacer colapsar el régimen discursivo en el cual se sustenta la política de la exclusión universal. Azcona es un artista joven y hay que darle tiempo para que se vuelva más oscuro, más contradictorio en sus prácticas. Sin embargo, tiene el reto de mostrar que su contradicción es solo conceptual, que sus gazapos sólo son una estrategia para no dejarse cegar completamente por las modas como aquellas que se dan cita en Arco 2015. Volvamos a nuestra problématica in situ.
La Galería Santa Fe en la cual se realizó Habitacción no existe más. Este espacio que restablecía la igualdad entre los artistas colombianos, se deshizo entre las pujas burócraticas de quienes administran los recursos recibidos por los y las artistas como respaldo a sus ejericios de libertad creativa para la consolidación de la igualdad entre todos y todas las hablantes. Los trámites impuestos por la burocracia feudal y la aristocracia mercantil local devoran las mejores iniciativas del arte colombiano. Hoy la Galería es cuerpo glorioso: proyecto: idea platónica. Por ello mismo, muchos artistas y la prensa estética financiada por el Estado están de plácemes. Unos y otra aman los “proyectos” que demanda la tétrada ideológica conceptual y económica en boga: el esnobismo, la hipocrecia, la crueldad y la traición. Como se sabe, estas son las cualidades impuestas por la modernidad mercantil (Shklar, 1990). Sea esta la ocasión de repensar las acciones de los artistas de Habitacción, pero también de rememorar el espacio común de los artistas sin patrocinio comercial, perdido por decidía administrativa y por la indiferencia aristocrática que caracteriza al arte colombiano.
Habitar es esencialmente tocar los cuerpos lastimados con los silencios impuestos por el régimen del mercado neoliberal. El sueño americano de los artistas locales sólo lo puedes vivir a través de los comerciales de televisión con máscara de noticieros. La verdad de muchos artistas contemporánes es la verdad del mercado. El mercado aglutina, amalgama, hace indiscernible la miel de la mier*, como lo plantea con clarividencia Santiago Sierra. Solo para unos pocos artistas, la verdad consiste en una actividad denominada propiamente política, porque mediante esta experiencia el artista se transforma a sí mismo; su cuerpo de creencias es el soporte con el cual se lía su pensamiento. Crencias y pensamientos están entreverados. El cuerpo nuestro de cada día no es carne de feria. Es un arrume de heridas y creencias inconexas. Entre las heridas y las crerencias emerge el pensamiento del artista contemporáneo. La política del artista no es una transmisión de las consignas ideológicas impuestas por el Mercado. A veces es una “transmición” como aquellas en las cuales Nadia Granados se desrealiza. En cada gesto, el individuo que se presenta como artista se desrealiza y traza las primeras marcas de aquello que a partir de este gesto constituye los límites de su espacio vital: los cuerpos que se le muestran en su abismal mismidad. A la vez, se habitan múltiples cuerpos de creencias, así el régimen imponga a diario desde las urnas de sus medios de incomunicación, la exhibición de un solo cuerpo, aquel que el puritanismo ideológico exige.
Son muchas las heridas que el artista de acción saca adelante en sus acciones, son muchas las llagas que airea en los espacios del arte que logra arrancarle al Estado. Sólo así se modelan las subjetividades de los hombres y las mujeres contemporáneas que se atreven a pensarse iguales y libres. Lejos de aquello que considera el sentido común, los cuerpos de creencias son un conjunto de marcas intrincadas y entreveradas con las heridas y llagas que impone la guerra infame con la cual el mercado neoliberal asola el planeta entero. Las marcas de los artistas que piensan las diferencias en sus propios cuerpos, no tienen finalidad específica pero persisten en la esperanza de que su ser no quede confinado en lo real desprovisto de palabra. La esperanza de palabra no es una finalidad, es el comienzo mismo de la realidad humana. Compulsivamente, Abel Azcona repite, grita una y otra vez la misma palabra: vida: prostitución. Algo sucede entre la vida y la prostitución, entre la existencia y su dispositivo administrativo. El arte más allá del mercado al cual llamo postcontemporáneo, es comienzo y fin porque sus búsquedas enraizan en su sí mismo, es palabra viva que figura el estado de cosas que padecen los hombres y la mujeres, aquellos y aquellas que a diario hacemos las calles con nuestros recorridos compulsivos. El arte postcontemporáneo que destaco es aquel que figura la cualidad del régimen actual: su venalidad. Como se sabe con creces, los artistas contemporáneos niegan con tozudez la evidencia de esta caracteristica.
Al tratar de ser contemporáneos, los artistas caen fácilmente en la tentación de ser héroes fracasados de una de las cientos de acciones que inundan el mercado del arte urbi et orbi, por supuesto, en competencia con todos aquellos realitys de carácter comercial crudo que padecemos bajo la ideología de la comunicación. Este no fue el caso de la acción del español Abel Azcona, artista responsable de que otras acciones realizadas de manera simultánea en la Galería Santa Fe, la noche del 7 de febrero de 2013 se percibieran algo distantes, como algo que esencialmente no compromete los modos de vivir de los visitantes que tuvo este espacio.
Amigas españolas y españoles: pasados dos años, en Bogotá ya no contamos con la Galería Santa Fe como espacio común de los y las artistas con declaración de principios respecto a las lógicas del mercado neoliberal. Nos queda el recuerdo de las pocas acciones allí realizadas. Asimismo, podemos decir que las acciones plásticas que hoy desrealizan todos los y las artistas que participaron en Habitacción no dejan indiferente a nadie. Nadia Granados, Dioscórides Pérez, Adrián Gómez, Gustavo Villa, Juan Fernando Cáceres, Fernando Pertuz, entre muchos otros y otras artistas colombianas, son artistas que ustedes no tendrán la oportunidad de apreciar porque no hacen parte de statu quo administrativo que hace presencia hoy en Madrid con dinero de los contribuyentes colombianos. Fundamentalmente, no estarán porque no quieren comprometer su libertad en su Feria de Vanidades, una feria patrocinada por el Mercado del Arte que promociona el Estado colombiano a través de ArtBO.
Para finalizar, me atrevo a decir que a estos y a estas artistas no les preocupa hacer parte de las fiestas del mercado internacional, mucho menos cuando estas son “aceitadas” con dinero de contribuyentes de un país precario que aún no sabe cómo saldrá de su estado de naturaleza, –la guerra infinita– . Quedan varias peguntas abiertas en la conversación abierta con Contraindicaciones. ¿En verdad ya no podemos decir nada nuevo con respecto al lugar del arte en la era de la globalización de la avaricia? ¿El lugar del artista dejó de estar al lado del “proletario” excluido y vejado? ¿Damos por sentado que ahora el lugar del artista está del lado de la mercancía? ¿No podemos insistir en que aquello que nos interesa del arte son las experiencias de igualdad y libertad que propicia? ¿No podemos insistir en que la mercancía de feria no proporciona ninguna experiencia real, capaz de transformar sus propias teorías enlatadas a lo Campbell? ¿No podemos exigir a los Estados que los impuestos de los ciudadanos y las ciudadanas no se usen para hacer turismo diplomático y artístico? ¿Tan agotados estamos? Las preguntas fueron planteadas a Germano Paris, conversante de Contraindicaciones. Remitimos a este blog para conocer sus respuestas.
* En vista de la respuesta crítica de algunos españoles al artículo acerca del lugar de Abel Azcona? en el arte post-contemporáneo, realizo unos hoy 28-FEB-15.
Bibliografía:
Shklar, Judith N. (1990). Vicios Ordinarios. México: F.C.E.