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Gigantomaquia por la banana neoliberal

Bucaramanga: ya que estuvimos allí y andamos sus calles. Una desvelada poética, sorprendente e inquietante, en Diverso Hostal, un espacio cultural en Girón.  

Poético, sorprendente e inquietante es aquello que emerge como pregunta, es el comienzo de todo pensar, en especial en las artes. El qué es claro: ser. Pero, ¿cómo pregunta un artista?

1.-       El museo como máquina desrealizadora

En la actualidad, ¿en torno a qué ideas giran las conversaciones públicas de los artistas en Bucaramanga?  ¿ A qué tipo de experiencia llamamos arte en las grandes ciudades de Colombia?  ¿En el viejo mundo del arte moderno hay experiencia de lo público,  o solo nos exponemos al asalto de las reproducciones de estereotipos discursivos en donde reina la algarabía de los agitadores del mercado neoliberal y es imposible una experiencia de habla comúnmente compartida? ¿Con base en qué criterios poscovid-19 podemos cernir la maleza mercantil con la cual se han contagiado los discursos que regulan la recepción de las artes? ¿Es posible eludir el acecho económico   que agobia la libertad de invención de un o una artista?   ¿Tendremos el coraje  que se requiere para inventar criterios y escrituras  y dejar de escarbar en las canecas de la historia del arte contemporáneo, tal y como hacen los y las artistas en nuestras  grandes ciudades neoliberales? 

Recientemente, Walter Gómez con piedad recogió de la cesta de basura del arte contemporáneo el signo-banana de  Maurizio Cattelan y realizó  una intervención en el Museo de Arte Moderno de Bucaramanga; por supuesto, esto  sin notificarle previamente a los administradores del Museo. Se le increpó  sin comprender la pregunta del artista, sacándole el quite a la metáfora, esquivando la invitación a pensar e involucrando  indelicadamente, por decir lo menos, personas cercanas al artista pero ajenas a sus ideas. La institución Museo hoy es un no-lugar, no es un espacio para pensar algo común. Pensar es preguntar por lo no-común como forma de vida, sorprenderse, inquietarse con este tipo de comunidad. 

¿Por qué el revuelo ético y estético en esta bella, amable y pujante ciudad? Supuestamente porque  las obras exhibidas se ven afectadas por la metáfora de Walter Gómez. Pero al afirmar solo esto  se desconoce el radio de afectación que se abre cuando irrumpe una  metáfora dentro de un discurso dominante y hegemónico. Una intervención espacial es  una interpelación poética, consiste en un manifiesto que no requiere autorización  previa  por parte de las autoridades estéticas para que tenga  legitimidad crítica y política. Justamente es lo contrario. En arte consiste en  la convocaría a una asamblea, a una revisión de los estatutos de una institución. 

Gómez sacudió las columnas que sostienen la cúpula del arte de la región. La estrategia funcionó, dadas las condiciones rígidas que el espacio intervenido impone a todas las obras que allí muestran su piel. La pregunta  de Walter Gómez afecta a los estatutos del Museo de Arte Moderno en general. Las obras exhibidas deben poder sostenerse sin la ideología del museo. La metáfora del artista nos permite apreciar la totalidad del arte de Bucaramanga, que como en Bogotá y otras ciudades colombianas emerge extramuros, en las calles, en los parques o en cualquier equina de barrio. Llamamos territorio a estas calles, a estos parques, a estas esquinas.

Los críticos  de Gómez olvidan que los fogonazos que acompañan las metáforas y las metonimias  iluminan justo con un propósito: revisar los caminos que traza el lenguaje en un momento determinado. El acontecimiento de una metáfora es importante  para  cualquier  institución, en especial para la institución Museo de Arte Moderno;  le permite hacer un alto para elaborar e incorporar el malestar que la cultura acumula de manera permanente y manifiesta de cuando en vez. 

Al parecer los críticos institucionales de Gómez responden desde una temporalidad que se ha quedado sin espacialidad y sin pueblo, por lo tanto sin discurso, ergo sin realidad. Presumen  que los artistas de hoy siguen pensando sus signos bajo la luz de la ideología estética que instauró la Modernidad. Se equivocan, nuestra época no piensa, a penas sobrevive gracias al reciclamiento conceptual que las élites neoliberales le imponen a la percepción de mundo que emerge en todo territorio. Pensar o sobrevivir, he ahí la cuestión del artista contemporáneo. A través de su metáfora, Gómez evidencia esta penuria épocal. El arte contemporáneo se quedó sin realidad: ni piensa ni sobrevive.  Se piensa en territorio.

De estas afugias hablan hoy las y los artistas de Bucaramanga. De esto hablamos en la velada de  Diverso Hostal, el 23 de junio, con Henry Buitrago, Andrea Jaimes, Walter Gómez, Pedro Diverso y   Monsi. Gracias a todas y a todos por seguir en el debate a las instituciones que rigen férreamente a las artes. 

2.- El Manifiesto de Girón

La mutación neoliberal, la pandemia de Covid-19, la guerra en Ucrania y el estallido social en Colombia, acabaron de disolver los pocos consensos que le permitieron a la burocracia estética apropiarse de los artistas y de los discursos del arte con los cuales se les subyuga. 

Arte no es lo que hacen los artistas bajo el régimen del Museo de Arte Moderno aún vigente en Colombia a pesar de que hace 25 años los críticos de arte introdujeron un enfoque escritual al que llamaron “arte contemporáneo”. Arte es aroma de cuerpos en acción, por ello mismo espacio realizativo, poblado con múltiples libertades. Arte son aquellas flores que crecen en los pantanos del mercado neoliberal y las y los artistas olfatean en territorios. En las grandes metrópolis infestadas de artistas académicos no quedan ya aromas respirables. Humo mercantil es todo lo que resta en Museos y galerías de arte.

Aristóteles ayudó a comprender el futuro de las artes justo en el momento en que la política griega estaba mutando. Hoy sucede algo parecido con la política colombiana, pero hace falta alguien que nos ayude a comprender el futuro estético y escritual que ya se está cocinando en medio de los charcos de la memoria. ¿Sabemos quién es la chef de este futuro inmediato? Alguien que escribe relatos poscovid en pequeños pueblos y en medio de mútiples guerras. Ese alguien es una colectiva aquí, allá o acuyá. 

Algunas y algunos artistas de fino olfato ya sintieron el aroma que se desprende de la escritura acerca de este futuro, por eso son artistas, aunque, ya lo dijimos, no por el arte sino por el olfato. Estos artistas vuelven a re-ligarse, regresan a lo concreto que actúa en el  habla, como diría Martin Heidegger.  Para transformar la realidad, hablan del olvido de los mitos fundacionales. El habla de la poeta introduce una realidad, no reproduce la moneda de cambio que perdió su denominación.  Los artistas vuelven para hablar no de sus emprendimientos en sus ferias de arte particulares sino de algo localizado más allá de esta pulsión economicista que se inoculó en nuestros cuerpos. Estos artistas comienzan a modelar las palabras adecuadas para darle la bienvenida a este futuro artístico. El arte no es posible sin relato, dice Aristóteles. Y sigue teniendo razón. 

El gesto extemporáneo de Walter Alonso Gómez Céspedes detonó acciones para las cuales es importante modular un relato. Henry Buitrago se percató de esta oportunidad escritural y ha propiciado la reunión en donde se esparció el aroma del arte porvenir. El encuentro en Girón es importante no por Cattelán, ni mucho menos, sino porque un grupo de artistas se propuso hablar para hilar un relato capaz de sostener el arte que ya toca a nuestras puertas. Ya era hora.

Fotografias del Museo de Arte Moderno de Bucaramanga: cortesía de Walter Alonso Gómez Céspedes. 

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