Por: Jorge Peñuela
Fecha: mayo 13, 2019
El escándalo de la mercancía “arte contemporáneo”: ¿qué pasó realmente con la performance de Tania Bruguera, hace diez años en Bellas Artes de la Universidad Nacional?
El escándalo tiene la potencia de ocultar aquello que se pretende mostrar. El escándalo es un no-acontecimiento, lo anima una ideología que es necesario deconstruir. En este orden de ideas, el arte político es un arte de escándalo, ideológico, de no-acontecimientos. En el mejor de los casos, se trata de una apología del cómic de héroes y heroínas blancas, cristianas y heterosexuales. Al arte del cómic político no le interesa la verdad, pues en política, la verdad es lo de menos. Sin duda alguna, la ética burguesa se fundamenta en la hipocresía del escándalo, en la mentira que evidencia su falsedad pero que a sabiendas de su falsedad asumimos como verdad. En esto consiste, una ideología.
El arte burgués busca el escándalo, no la verdad. Tania Bruguera se nutre de esta ideología. Su perfomance en la Universidad Nacional cumple diez años y aún no sabemos qué pasó. ¿Qué pregunta la artista? ¿En verdad hay pregunta? ¿Qué se muestra con su acción? ¿Hay acción real? ¿Pregunta algo acerca de nuestra actualidad? ¿Hay actualidad en los juicios de Bruguera o solo juicio? ¿Muestra algo por venir? Diez años después sabemos que no anunció nada, es decir, que su propuesta solo instrumentalizó la estupidez de quienes diseñan espectáculos de arte contemporáneo. Siendo generosas con la artista, quizá, ¿la reiteración de la violencia que padece Colombia es aquello que intentaba mostrarnos por medio de este cómic universitario?
Las imágenes que restan de la perfomance Sin Título, de 2009, reactivan el autosabotaje al arte contemporáneo como salida honrosa del arte burgués. Sin embargo, por un lado, la artista no quiere salir de este entramado ideológico, muy rentable. El escándalo refuerza la ideología. Por otro lado, a pesar de que no comprende aquello que juzga, la artista presume que con su acción transforma las conductas de la sociedad real. Bruguera no comprende. Esto quiere decir, que lo real que finge aprehender está muy lejos del alcance de la performer. Si hay algo “verdadero” en la performance de Bruguera es que muestra claramente que el arte como imagen de lo real no es posible en la época de las noticias falsas y de los discursos que las sostienen. Al Arte Discursivo se le escapa la ficción que logra aprehender lo real. El Arte Discursivo es falso.
La verdad que se trasluce en la imagen solo nos sale al encuentro en esos espacios otros en donde la gritería del escándalo estético no cuenta. Lo importante para los espectadores del arte de la vida es comprender y comprender exige tiempo pero sobretodo experiencia. Esta no se puede reducir a escenografía. La experiencia es una relación de verdad con lo que una es. Bruguera no tiene la experiencia que se requiere para abordar las violencias que constituyen la incultura colombiana.
La imagen del arte es una experiencia, se constituye en diálogo con aquello que la activa. En estos espacios de verdad, las heroínas y héroes del arte global no tienen lugar. Las artistas contemporáneas, son personajes metafísicos, hacen parte del entramado ontológico del mercado. Los espacios otros denuncian la mascarada de arte político, como un arte metafísicamente comprometido con todas las formas de lucha, en función del mercado de bienes suntuarios.
Hoy salimos al encuentro de espacios otros que hemos negado: esos lugares de emancipación colectiva: no burguesa.
Testigos privilegiados de esta noche agostina como Ricardo Arcos-Palma y Nadia Granados, ojalá nos ayuden a esclarecer esta truculenta noche de arte contemporáneo al mejor estilo burgués, propiciado de escándalos a espaldas de las personas reales.