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Los retos de las Fiestas Populares al Arte Institucional

Álvaro Restrepo ha detonado un debate pendiente en Colombia. Ante la ausencia de una crítica de arte seria y permanente, los mismos artistas han intentado suplir esta necesidad de las artes. Como aclaración a sus críticas a las Fiestas de Cartagena,  Restrepo propone un “elitismo positivo”. Se trata de una categoría estética que nos permite comprender la relevancia y el lugar del arte contemporáneo dentro de los procesos culturales que configuran la identidad de las regiones colombianas. El tono de Restrepo muestra un malestar y suscita reacciones en algunos agentes culturales. En especial, activa sentimientos encontrados entre los artistas y la ciudadanía.

Los artistas de elite como Álvaro Restrepo, se sienten lastimados por el mínimo apoyo que reciben de los sectores populares. La falta de apoyo se lee desde el Estado como “impacto cero”. Esto implica la supresión de recursos a los sectores afectados y a las instituciones que reciben apoyos estatales. Por eso Álvaro Restrepo, como muchos otros artistas que trabajan con conceptos y no con cuerpos con alma, se hacen tomar una fotografía con un niño o niña afro, o con una comunidad marginal, para mostrar evidencias del “impacto social” del arte institucional. El Estado solo requiere de esta imagen para justificar sus gastos ante la opinión pública. Y el artista se la proporciona.

Hay una envidia larvada en los artistas institucionales por el fervor que los sectores populares manifiestan por el Carnaval y las Fiestas Patronales. El Carnaval y la Fiesta Popular tienen mundo, configuran relaciones, refuerzan lazos de amistad, que de otra manera se debilitarían. El arte institucional actual, no, así sus teóricos infructuosamente hablen de “arte relacional”. Según el enfoque que algunos defensores de las tesis de Restrepo le han dado al asunto, debemos suprimir esos pequeños goces de los cuales se nutre la existencia para no sucumbir ante las fieras que nos asechan. Este enfoque me parece muy platónico: el goce perturba el alma, la distrae de la verdad, de sus deberes. Amo la poética de Platon, pero no soy platónico. El pueblo muestra su grandeza en la fiesta.  En este encuentro acontecen relaciones que refuerzan su confianza en sí mismos. Esta confianza en sí mismos es la cualidad ética que el señor burgués quiere destruir con su moralina. Otro asunto, claro, tan importante como esté, son las luchas por la igualdad. Críticos de las Fiestas Populares como Álvaro Restrepo no puede pretender suprimir el optimismo con que muchos colectivos asumimos nuestra precariedad. Este optimismo se pone en escena en la Fiesta Popular. Por favor, ¡basta ya de satanizar todo aquello que no sea Idea o Concepto!

El análisis del debate que ha propiciado Restrepo en Cartagena y a nivel nacional, debería partir de ahí. Para comenzar, podemos peguntar: ¿por qué las Fiestas de Cartagena son criticadas hoy por el arte institucional? ¿Quizá por su raigambre afro? Como hablamos recientemente con Rafael Escallón, la raigambre afro no se capta en el cuerpo que las Academias investigan. El cuerpo se esconde de la mirada inquisitoria del investigador académico. Si queremos comprender la raigambre de un pueblo, debemos tener acceso a su alma, a su tradición poética. Rafael Escallón ha comprendido bien que al alma del pueblo cartagenero se accede a través de la campeta. Este es el gran aporte de Escallón, tanto a la cultura caribe como al arte contemporáneo.

El álgido diálogo que hemos tenido con Ricardo Arcos-Palma respecto a la propuesta de Álvaro Restrepo enriquece nuestras prácticas. Debemos considerar que lo que cuenta cuando se habla de cuerpos, es el alma. Álvaro Restrepo debe ser formado en asuntos del alma. Nuestro artista, aunque no solo él, no comprende el alma de los cuerpos que le son confiados. Como la pregunta es un acto de generosidad, cabe preguntar: ¿esta crítica del arte institucional al alma de los sectores populares es racista o etnofóbica? ¿Tendremos el coraje de evidenciar nuestros perjuicios hacia los pueblos afro y hacia otros colectivos disidentes? ¿Puede el artista contemporáneo seguir ostentando una posición moral privilegiada o un acceso especial a la verdad de su época? La gran trayectoria artística de Álvaro Restrepo merece estas preguntas. Aunque no solo éstas. Hay más.

Artistas institucionales: las palmaditas en la espalda a los diferentes son importantes, pero no son suficientes. ¡El olfato de lo diferente detecta a distancia sus hipocresías! Si los artistas institucionales quieren tocar el corazón del pueblo que los subvenciona, deben pensar mejor aquello que hacen. Atacando de manera cruel a los sectores populares o disidentes no van a ganar su apoyo. Y el arte institucional requiere de ese apoyo, o no merece llamarse arte.

Imagen: Ángel Loochkartt, Carnaval de Barranquilla

 

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