Por: Jorge Peñuela
Fecha: octubre 29, 2017
Dayro Carrasquilla T, Territorios de Resistencia, en el Museo de Arte Moderno de Cartagena y en Bordeaux Francia
Por medio de un conjunto de alegorías, el artista elabora el pesimismo que marca nuestra época. El pesimismo es una condición global. Anula la experiencia y extingue la imaginación (Agamben, 2007). El pesimismo es igualitario. Marca a todas y a todos por igual. El pesimismo restaura la bestialidad perdida.
Carrasquilla piensa en la deriva que el pesimismo introduce dentro de la mecánica social y la dinámica artística, tanto en la necesidad impuesta por el mercado contemporáneo como en la libertad de quienes logran sobrevivirlo: algunos artistas. Le extrae su verdad, la verdad de las verdades que hoy agitan la opinión general, es decir, la no-opinión. Lo piensa poéticamente para impedirle que de manera selectiva asfixie los imaginarios libres que aún sobreviven en las historias no contadas de hombres y mujeres al margen del Estado Social de Derecho refundido en los escritorios de los jueces. Sólo aquello que se elabora poéticamente tiene la potencia de renovar la existencia vagabunda, casi perdida de un pueblo que se siente libre pero confundido.
Una y otra vez, hoy nos preguntamos: ¿quién es artista? Carrasquilla lo muestra en su exposición: solo quien tiene la potencia de mediar entre el olvido y la memoria. Esta potencia se entiende como la potencia de no (Agamben, Ibíd.). La potencia de no ceder a las imposturas ideológicas de la época. El artista de hoy muestra aquello que se niega a ser mostrado: el habla que relaciona, que une y diferencia. Renueva sus mitos y sus ritos. Con Bataille, piensa los acontecimientos que lo marcan, pero no los ilustra. Sus imágenes son una poética de la existencia arrastrada a sus prolíficos mínimos. Toda escritura artística es una transacción con lo real, una lucha con aquello que se rehúsa a entrar en el lenguaje.
A diferencia de muchas propuestas artísticas contemporáneas, el de Carrasquilla es un pensamiento situado de verdad y con verdad: habla de sí mismo y de los otros comunes. El artista habla de algo singular como su experiencia de vida pero simultáneamente también revela una condición universal de existencia. Parte de una decisión: cambiar el mundo, es decir, transfigurarlo. Digo transfiguración porque Carrasquilla es creyente. Pregunto: ¿creyente? ¡Anatema en un mundo de críticos descreídos! Responde el artista con una sabiduría que silencia a los apóstatas del arte contemporáneo. ¿Cómo no ser creyente en un contexto en donde el Estado provee pocos apoyos, en muchos casos, ninguno? En efecto, se es creyente o no se existe. El artista sabe que este cambio general con el cual sueña, solo es posible cambiándose a sí mismo, examinándose, analizando sus verdades últimas, mirando en la profundidad que se expresa en las superficies de su entorno. La superficie de los cuerpos que interesan al artista, es profunda. Comprenderla requiere mucho sentimiento y pensamiento.
Carrasquilla sitúa su práctica artística como una práctica de conversación social. A través de esta última, sentimiento y pensamiento se enlazan. El artista no pretende hacer política pero sus gestos tienen efectos políticos, sus gestos no son morales pero repercuten en la ética de las personas, tal y como exigía Fassbinder a las artes.
Carrasquilla cuestiona la autonomía del arte pero comprende que este último es un recurso de análisis que le permite relacionar de otro modo a su comunidad. Los recursos del arte median entre la necesidad de olvidar y la libertad de recordar. Sirven para abstraer de lo real algunas imágenes que ayudan a pensar la verdad de nuestra época y las cargas de historia profunda que la lastran. La historia espectacularizada es una carga profunda, sumerge a hombres y mujeres en el olvido. Como persona, Carrasquilla no es un mediador. Como artista, transporta los recursos de las artes hasta un lugar sentido en la superficie más profunda: sus pies. Esos pies que transitaron por calles enlodadas antes de entrar a la escuela en donde las maestras exigían a los niños llegar con los zapatos limpios. Las formas y las figuras de las artes le permiten a la comunidad de la cual hace parte, comenzar a comprenderse y repensarse de otro modo. La escritura de Carrasquilla es colectiva. Lo común orienta las singularidades que se ponen en escena en una escritura. Cuando el artista agradece la presencia de “su gente”, la noche de inauguración en el Museo, les dice con afecto, “yo soy parte de ustedes”: “yo les pertenezco”. Reitera la poética de Rimbaud: “yo soy otro”. Ese otro es múltiple, es aquello que el artista llama “mi gente”. En este orden de ideas, Carrasquilla elabora otra manera de ser artista. Se piensa con otros y otras mirándose a sí mismo.
Carrasquilla piensa en contexto las duras luchas, en muchos casos mortales, de una comunidad específica que lucha por sobrevivir, la que hace parte de aquello que algunos llaman la “otra Cartagena”, aquellas memorias dispersas de hombres y mujeres que llegaron al Barrio Nelson Mándela hace veinte años, desplazados de todo el país por todo tipo de violencias. El barrio Mandela, como se le conoce en Cartagena, es un barrio de invasión, es decir, es un espacio legítimo pero declarado ‘ilegal’. A la comunidad se le exige usar zapatos limpios así sobrevivan en lodazales. El artista reside allí en esta condición desde hace veinte años, entre la ilegalidad impuesta y la legitimidad emancipadora. Este entre es el lugar de todo artista.
Carrasquilla dirige unas pocas palabras a los asistentes la noche de la inauguración. Les informó que esa misma tarde del 05 de octubre, un líder comunal de Mándela, había sido asesinado. Interpreta el crimen como una advertencia a toda la comunidad, la cual se alarma. La prensa local recoge este sentir. Sin embargo, como artista, Carrasquilla no se deja amedrentar, pero es prudente. Los recursos del arte contribuyen a la prudencia que demanda la situación. Las imágenes que produce son pensadas con esmero, emergen del juego estético entre abstracción y figuración, entre lo ético y lo político, entre la sabiduría de la meditación y la furia que se traga a pedazos la vida cotidiana. Solo la libertad del juego puede garantizar el acontecimiento de la verdad dentro de los problemas que el artista tiene el coraje de mirar de frente, en sí mismo. En sí mismo, porque sabe que es otro. Se trata de tener acceso a la otra verdad que reclama la comunidad, así la verdad ame esconderse, como decía Heráclito.
En la propuesta Territorios en Resistencia, se aprecian intuiciones de mucha relevancia. Todo artista se mueve dentro de múltiples intuiciones. Por ejemplo, una idea que está en los imaginarios de los hombres y mujeres del común, pero que aún no se puede simbolizar: existen dos Cartagenas, quizá múltiples. Con esta idea se alude poéticamente a dos tipos de memoria. Por un lado, una memoria que es una carga. Por otro lado, una memoria que es una fuerza (Didi-Huberman, 2012). Carrasquilla medita en esta última. No le interesa la memoria mercancía, como escenografía de una gran película para los vaqueros globales que llegan a Cartagena a robarse sus paisajes. Nada más pesado que cargar la utilería de los montajes históricos de la posverdad que anima los mercados. Carrasquilla recoge una fuerza libre que halla dispersa por doquier, en especial en Mandela. La limpia, elaborado cuidadosamente sus heridas por medio de las imágenes que piensa, tal y como se cuida el cuerpo de un muerto para mantenerlo con vida. En ese cuidado, la memoria se hace fuerza y le otorga inmortalidad a un pueblo.
Mediante un conjunto de figuras, las cuales propician la emergencia de subjetividades inéditas, Carrasquilla elabora un relato que muestra cómo hombres y mujeres sobreviven en Mandela. Con su alegoría (conjunto de metáforas) entrega a su comunidad otras estrategias para configurar espacios de juego, igualitarios e incluyentes.
Carrasquilla no es un artista político. Se piensa a sí mismo antes de dar el paso a la política. El verdadero artista, es aquel que no termina de dar ese paso, el paso fatal hacia la política. Una y otra vez, el artista insiste en pensarse a sí mismo en sus imágenes. Solo así transfigura el entorno.
Si bien la exposición hace parte del IX Congreso Internacional de las Artes del Caribe, realizado del 5 al 7 de octubre de 2017, en Bellas Artes de Cartagena, el trabajo de Carrasquilla fue posible, en primer lugar, gracias a la bolsa de trabajo otorgada por la Fundación Sara Modiano, y en segundo lugar, a la gestión personal del artista en el Museo de Arte Moderno de Cartagena y ante otras instituciones que apoyaron su propuesta. El Museo muestra su actualidad moderna tensionando su discurso con propuestas como la de Dayro Carrasquilla.
Inauguración 05 de octubre de 2017.
Fotografías de Bordeaux, Francia, en la Galería Laboratorio BX, son cortesía del Dayro Carrasquilla. La exposición en Francia se da como muestra no oficial del año Colombia-Francia 2017.
Bibliografía:
Agamben, Giorgio (2007). Infancia e historia. Buenos Aires: Adriana Hidalgo Editora.
_______________(2010). Signatura rerum. Barcelona: Anagrama.
Didi-Huberman, George (2012). La supervivencia de las luciérnagas. Madrid: Abada Editores.