Por: Jorge Peñuela
Fecha: abril 27, 2013
Arte, performance, video y mercancías culturales
A propósito de lascríticas a la técnica del performance contemporáneo, en el muro de Liberatorio, el maestro Adrián Gómez realiza una intervención en Facebook.
Plantea un problema al cual se le saca el cuerpo en Colombia: el lugar de la crítica en la producciónartísticacontemporánea. La última generación de artistas colombianos se formó desregularizada, sin crítica. Los economistas hablan de desregularización cuando los banqueros y el mercado quedan en completa“libertad” de hacer lo quequieran. Estalibertadabsolutaqueexige el neoliberalismo, lleva a la catástrofe económica que Occidente padece desde hace cinco años. Ahora, la desregularización promovida por el sistema curatorial estatizado, condujolasprácticasartísticas en Colombia a sudesdibujamiento.
Gómez tiene razón en muchas de sus preguntas y apreciaciones. No obstante, el arte contemporáneo no es una entelequia teórica más. Quienes hacen crítica, saben que buena parte de las instituciones artísticas y culturales que controlan a los artistas, entienden el arte contemporáneo como arte global: arte dentro de la lógica de los mercados. No extraña entonces, que los eventos más importantes de las artes contemporáneas, sean las Ferias con sus Escaparates. Dentro de este horizonte, no es fácil ser artista en este momento. Mucho menos, cuando se tienen las convicciones emancipatorias que motivaron a las primeras vanguardias del siglo XX. Esta es la crítica de Avelina Lésper a muchos artistas contemporáneos. Contrario a lo que expone Gómez, veo en aquella crítica una exposición argumentada históricamente. Los grafiteros de Sao Pablo están mucho más cerca a la emancipación que promovieron las vanguardias de los años veinte, que muchos artistas de las Bienales contemporáneas.
Las críticas que hacemos en Liberatorio no están dirigidas a los artistas, sino a las lógicas capitalistas estatizadas en las cuales han entrado, sin darse cuenta de ello. Sabemos que ser artista en Colombia exige muchos sacrificios. No obstante, estas penurias no justifican cualquier trabajo, ya sea una performance o cualquier otro tipo de medio expresivo. No conviene al artista ser autoindulgente. Al contrario, debe exigirse hasta el límite de sus fuerzas, si quiere ser consistente con la Idea de emancipación que promueven aquellos que, sin éxito hay que confesarlo, desde hace un siglo luchan por salirse de las lógicas del mercado. Ante la catástrofe en la cual estamos sumidos, el artista debe meditar largamente cada uno de sus movimientos, ya sean éstos realizados con pincel y color, con espátula y arcilla, con cincel y martillo, con una cámara, o con cualquier otro elemento en los que se apoyan los performancistas.
¿Existe el buen arte? Sorpresivamente, en un video que circula actualmente en Internet, escuchamos a Doris Salcedo hablar de buen arte. ¿Hay que creerle a Salcedo? Estoy de acuerdo con la crítica de Gómez: el criterio de bondad es obsoleto. Preferimos el criterio de verdad, el cual Salcedo descalifica, pues, reduce la verdad a verificación positivista. Desconoce que el concepto de verdad es más interesante. Es mejor hablar de arte verdadero, de otro tipo de verdades, de las verdades con las cuales el artista deviene artista verdadero cuando se encuentra consigo mismo. El problema de todo artista no lo constituyen las víctimas de las guerras. El problema es su sí mismo desconocido. La política del arte es la verdad del artista, no es la ideología de la cual habla Salcedo. El minimalismo sublime que profesa esta artista, le impide apreciar su experiencia como verdad, que sólo puede hallarse en sí misma. El objeto del arte verdadero no lo constituyen las víctimas, sino su propio yo. No obstante, las víctimas venden en dólares. Paradójicamente, Salcedo se ubica del otro lado del espectro artístico local. El arte antropológico está en las antípodas de la ideología del minimalismo sublime. En nuestra opinión, los artistas colombianos deben encontrar una salida que no pase ni por el minimalismo de Salcedo ni por la antropología en boga. Son preocupantes los exabruptos conceptuales de Salcedo, por ejemplo, la idea según la cual una imagen artística humaniza un acto inhumano como el bombardeo a Guernica.
En conclusión, el problema no son los artistas. El problema es que no tenemos crítica, a pesar, de que tenemos una riqueza expresiva sin igual. Reactulizar la verdad es una opción crítica. No obstante, para ello requerimos una crítica que hile fino. Cuando no se tiene crítica, se tienen sólo lustrosas mercancías, precisamente lo que quieren los promotores del arte global.
Fotografía: Miguel Ventura. Tomada de la instalación Cantos Cívicos. Cortesía del artista y de Irmgard Emmelhainz.
INTERVENCIÓN DE ADRIÁN GÓMEZ
No es mi interés entrar en una pugna con liberatorio, pero ante tanto ataque no queda más que defenderse, y no entiendo esta moda de atacar a los artistas y fundamentalmente esta cacería de brujas contra el performance. Estoy de acuerdo en que ni las becas, ni los premios, ni las ferias, hacen el buen arte, ni convierten u performance en auténtico solo porque esté ahí, también creo que hay que pensar el hecho de que muchos artistas (de performance y artistas en general) solo desarrollen procesos pensando en estos espacios, pero es absurdo decir que la autenticidad de un artista tenga que ver con su pretensión de querer estar en estos espacios, ¿qué es eso del buen arte? ¿qué es eso de las peformances auténticas? ¿Es que a estas alturas vamos a categorizar qué es lo “bueno” o lo “auténtico”? ¿”Una cosa es una cosa” de María teresa Hincapié deja de ser un performance “auténtico” o “Bueno” porque haya sido premio del Salón Nacional? hay que pensar mejor lo que se dice. Entonces todo lo que haga supuestamente por fuera de estos espacios ¿sí es bueno y auténtico? que mirada tan snob. Ese es el problema de esta crítica polarizada y partidista, y es lo que pasa con Avelina, la acción de los estudiantes con spray sí es auténtica y presenta un “cuerpo intenso” solo porque fue censurada, pero no se hace ningún análisis profundo y reflexivo de la acción ¿si no hubiese sido censurada entonces no sería auténtica? Este es el problema de muchas posturas “críticas”, como la de Avelina, que, sin investigación, sin contextualización, ni diálogo con los artistas, buscan esos espacios con los que de entrada están en desacuerdo, para, como espectadores simples y prejuiciados, destruir lo que les interesa borrar del mapa, sin interesarse por los otros espacios que sugieren otras opciones y que requieren ser validados y destacados, miren sino encuentros como “Horas perdidas”, también en México. Pero el colmo de Liberatorio es nombrar becas y premios como “capitalismo de estado”, las bienales y premios existen incluso en Cuba, decir esto es además desconocer lo que estos espacios han movilizado, e ignorando todas las becas y premios que promueven colectivos autónomos. Promover estos espacios de hecho es obligación del Estado, en su función de promover la cultura y el arte, y es triste que se sentencie a los artistas cuando muchos no hacen sino esforzarse cada día por mejorar sus procesos, y trabajar hasta con la uñas, lo menos que se merecen son estos espacios, de hecho deberían ser aún más de los que hay y ofrecerse incluso mejores condiciones, esa es la pelea que se debería dar, con las políticas y no con los artistas. Sino díganme cuántos artistas (sobre todo de performance) se han enriquecido con premios o becas. Claro que es fácil, poético, inspirador, abogar por un artista sacrificado, mártir, que de su vida por el arte, que muera de hambre haciendo performance, mientras que los críticos reciben aplausos, halagos, pagos por sus charlas, sus talleres y sus clases (subvencionadas por instituciones públicas del estado o por instituciones privadas que responden a lo mismo que estos críticos cuestionan) ¿o es que podríamos aplicar la regla por igual y decir que el crítico que publica, que gana un premio, o trabaja en una entidad del estado tampoco es auténtico? Es necesaria más seriedad, no hay que matar al performance ni a la pintura ni a ninguna tendencia, tampoco hay que matar ningún espacio. Por favor, revisen un poco más y ven premios y becas que han permitido apoyar procesos artísticos públicos, sociales, comunitarios, políticos, muchos de ellos a través del performance. Por mi parte hago performance y lo seguiré haciendo, pues aún hay mucho que mover con el performance, y invoco a los artistas a que no ignoremos los espacios de participación sino que los influyamos activamente y desde adentro, que, con suerte, será en últimas el público el que juzgue nuestro trabajo y no los críticos (Así sea)
Gómez, Adrián. (2013) Intervención del día 17 de abril de 2013. https://www.facebook.com/Liberatorio?ref=tn_tnmn