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Cuando matar era como cortar flores

Justificada o no la crítica institucional, Desaparecidos es una exposición que todos los ilusos que creemos en la igualdad y en la libertad debemos ver, y no  solamente una vez.

En días pasados  lamentaba que las campañas en favor de los Derechos Humanos se promueven al interior de instituciones famosas por su interés en ellos. Hoy el Museo de Arte Moderno de Bogotá muestra a las bogotanas y los bogotanos el pensamiento de los artistas latinoamericanos con respecto a este tema, al que intuitivamente le sacamos el cuerpo. Aunque la ciudad se muestra poco interesada por esta exposición, por los menos las universidades y los colegios del Distrito Capital sabrán aprovechar esta oportunidad para dialogar sobre el cultivo de la humanidad.

Sabemos que el interés de nuestra ciudad está, incluidos sus administradores, en los desfiles de comparsas como los que transitaron por la carrera séptima el domingo pasado. Sin embargo, tenemos la esperanza de que los centros de formación  se interesen por las reflexiones que hoy los artistas ponen a nuestra consideración. Mientras el domingo pasado  miles y miles vitoreaban y aplaudían  comparsas y  carrozas colegiales, tres gatos deambulábamos en el Museo de Arte Moderno de Bogotá. En esta oportunidad el museo ha hecho lo suyo, nos falta a nosotros hacer lo nuestro.

Desaparecidos  nos recuerda que el olvido de los muertos incrementa silenciosamente el peso de la carga que arrastramos cuando hemos padecido alguna agresión por parte de nuestros semejantes. El olvido es una enfermedad silenciosa. El olvido no es bálsamo, tal y como ha creído el sentido común. El alivio se da cuando recordamos nuestros olvidos por medio de las artes.  Desaparecidos  nos plantea que el pensamiento artístico surge como estrategia, como  posibilidad de no olvidar lo inolvidable, de no olvidar que para vivir hemos perdonado aquello que no se podía perdonar. Que perdonamos con un solo propósito: no olvidar. Cuando no perdonamos, el rencor nos obliga a  olvidar: las heridas se enconan peligrosamente. Perdonamos por medio del canto, de la música, de las artes. Bocas de ceniza, video de Juan Manuel Echeverría, es un ejemplo. Sus protagonistas, cuentan mediante el canto  la misma historia de despojo de su humanidad. Sus recursos artísticos rudimentarios confieren dignidad a esta acción, su ingenuidad la legítima. Echeverría realiza retratos cantados con el propósito de que protagonistas y espectadores, como  en la tragedia griega, realicemos una catarsis. En planos Bergman, retrata a una comunidad maltratada, lastimada y oprobiada que sabe que debe perdonar si quiere vivir, y debe no olvidar si quiere recuperar la humanidad  de la cual fuimos despojados.

Los protagonistas de Bocas de Ceniza son testigos de una tragedia nacional: la masacre de Bojayá. Saben que la única posibilidad de liberarse del rencor, del dolor y del trauma, es mediante el canto. Intuyen que el arte le fue donado al hombre, menos para adornar ricas estancias y más para curar y cuidar nuestras heridas de guerra. Nos recuerdan que si humanidad significa cuidar en el habitar  “uno con el otro”, esta responsabilidad es más un deber para con los muertos que para con los vivos. En su origen el arte fue elegía, canto fúnebre.

En este orden de ideas, deberíamos preguntar a nuestros amigos, menos por sus familiares vivos, y más por la salud de los familiares muertos. La salud de unos y otros la procuran las artes. El estadista prudente sabe que hablar de las artes es plantear problemas de salud pública. Los artistas presentes en el Mambo miran nuestra realidad unheimlich  y cuidan de nuestras heridas. La realidad sólo permite que la aprehendamos estéticamente. Por eso el artista es su favorito. Los artistas contemporáneos no deben olvidar esta vieja máxima que hoy nos recuerdan los residentes  en el Mambo.

Aristóteles consideró que el temor y la compasión son las emociones que estructuran nuestra experiencia del  mundo. La emoción tiene una función: establecer un nuevo orden, intervenir allí donde todo se desmorona a nuestro alrededor. La emoción es el resultado de un acto de magia ejecutado por el artista para transformar el mundo; por eso es un acontecimiento, por eso se constituye en la esperanza de que podemos comenzar de nuevo, de que el perdón y el no olvido es la única salida digna de nuestros traumas. La vida es imposible sin el perdón. El perdón es una prerrogativa de quien encarna valores morales, de quien procura que se les cuide. La compasión y el temor son las emociones correctas que caracterizan al hombre y la mujer que se consideran humanos. Nos ponemos en la situación de quienes padecen y nos horrorizamos cuando un humano se desmorona moralmente a causa de las agresiones padecidas. La tristeza que nos embarga cuando padecemos alguna desgracia, aunque legítima, es solo una excusa para eludir nuestras responsabilidades.

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Las emociones animan nuestro espíritu y cambian la realidad, la estetizan si se quiere, pero en el más noble de los sentidos.  Cuando el artista nos devela historias silenciadas, descubrimos en ellas nuestra condición humana. La experiencia cruel que padecieron pueblos amigos hace tres décadas, se elabora por medio de los recursos que el arte pone a disposición del artista. Pueblos amigos como Argentina, Uruguay, Venezuela y Chile, entre otros, anticiparon el dolor que padecen otros pueblos en nuestros días.

La instalación fotográfica Identidad, en el primer piso, cumple su propósito: incorporar en carne y hueso al hombre y a la mujer en la situación que padecen los hombres y mujeres oprobiados. Las mujeres retratadas son mujeres que fueron capturadas en estado de embarazo; estas mujeres perdieron a sus hijos o  murieron en prisión. El montaje  dispone de parejas de retratos con intervalos que son cubiertos por espejos que capturan al espectador, que nos obligan a pensar que también nosotros hemos sido oprobiados. El artista nos conmina y nos interpela: ¿dónde estabas, qué hacías, qué pensabas en la época de las torturas y los descuartizamientos de tus semejantes? ¿Concibiendo un esteticismo de nuevo cuño? ¿Acaso, realizando crítica institucional?

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A pesar de ser arte contemporáneo y de recoger ideas de diferentes artistas, la significación en Desaparecidos  es plena, compacta, no requiere interpretes, ni exige mayores especulaciones.

La instalación de Arturo Duclos, Sin título, construcción de la bandera de Chile con fémures humanos, es impactante, sin pretender la espectacularidad que aman aquellos que confunden sensaciones con emociones. Su presencia no deja lugar a ninguna duda, en torno a su fisicalidad se han cerrado todas las compuertas interpretativas; así de contundente es esta reflexión.  Por eso, la única manera de acceder a estas presencias que exigen nuestras presencias, nuestro cuerpo y nuestras emociones,  es asistir a la exposición del Mambo. Podremos apreciar el pensamiento de artistas tan importantes como Luis Camnitzer, Iván Navarro, Luis González Palma, Fernando Traverso, Marcelo Brodsky y Nicolás Guagnini, entre otros.

Nos quedan algunas inquietudes. La instalación de Antonio Frasconi, en el segundo piso, contiene monotipos que registran testimonios de quienes padecieron la guerra que el artista documenta artísticamente. Cada uno de los 56 monotipos son cartas cantadas. Su destinatario son los pueblos de habla inglesa, por eso los testimonios escritos están traducidos al inglés. Pareciera que todavía los países latinoamericanos  no estamos preparados para atisbarnos a esa realidad unheimlich, que aún falta mayor estetización para que se dé el acontecimiento de la comprensión de estos episodios traumáticos. No obstante, la curadora ha debido traducir los textos al castellano, para no dejar los vacíos que deja la diferencia de lenguajes.  La instalación de Ana Tiscornia, en el tercer piso, contiene frases pequeñas en inglés  y fueron traducidas  al castellano. Lo mismo observamos en la instalación de Camnitzer en el cuarto piso. No entiendo,  por qué no se hizo la traducción de los testimonios recogidos en la instalación de Frasconi.

Esta vez el Mambo ha publicado oportunamente el catálogo de la exposición, asimismo, les proporciona de manera  gratuita a los visitantes un plegable bien editado que contiene  información oportuna y pertinente. Destaco que el plegable sea gratuito porque en el Museo Nacional ya no se conceden esas gracias. Una última observación, la papelería, catálogo incluido, ha sido diseñada con color tristeza, en negro luctuoso. La compasión tiene otro color, exhorta al cuidado y a la esperanza.

POSDATA DIÁLOGO

Por la salud de Bogotá la pugna entre el Mambo y los artistas contemporáneos debe cesar. La inversión que durante décadas el Distrito Capital y la Nación han realizado en el Museo de Arte Moderno no puede perderse. Es hora de que las dos entidades territoriales propicien un diálogo entre unos y otros, inclusive que condicionen posteriores auxilios económicos al resultado de estos diálogos.

La experiencia del pasado puede ser de gran provecho. A comienzos de la década de años setentas Eduardo Serrano fue un crítico acérrimo de Gloria Zea. Una manera de poner a los artistas que seguían las ideas de Serrano a trabajar del lado del Mambo, fue incorporar a Serrano con funciones curatoriales. Las directivas de este museo deberían de abrirse al diálogo con sus críticos contemporáneos e incorporar a algunos de ellos con funciones parecidas a las que tuvo Serrano en el pasado. Pienso en Jaime Iregui, en Lucas Ospina, inclusive la experiencia administrativa de Jaime Cerón no debería soslayarse en un proyecto de rescate reciproco de esta envergadura. De la Universidad Nacional puede pensarse en Santiago Rueda y Ricardo Arcos-Palma. Todos ellos han tenido una formación acorde a la exigencia de nuestros tiempos. Por supuesto, la lista puede ampliarse a nivel nacional por medio de este foro que tanto está aportando a la discusión del arte contemporáneo. Al Mambo le urge relegitimarse ante la ciudadanía bogotana, fuente principal de sus ingresos; a su vez, el arte contemporáneo no está menos urgido de lugares que propicien la difusión y la comprensión de sus ideas y esperanzas. La moraleja que nos deja Desaparecidos es que no es bueno para la humanidad propiciar la desaparición de nadie. Sea pues esta una oportunidad para dialogar. Lo cierto, es que los recursos públicos que se han invertido en el Mambo no pueden desaparecer por una quiebra moral del Mambo.

POSDATA UHÍA

Las ideas recientes de Fernando Uhía merecen más que una posdata. No obstante, son muchas las cosas importantes que no alcanzan a transitar por los nuevos medios, por ejemplo el proyecto sugestivo y delicado de Fernando Pareja y Leidy Chávez presentado en la Galería Mundo. Debo decir que me sorprendieron las pinturas de Uhía en la Galería Valenzuela y Klenner. Hemos defendido que la pintura como técnica sigue siendo un instrumento importante para el artista contemporáneo. No obstante, parece que la experiencia de Uhía en el premio Luis Caballero no dejó mella alguna en su pensamiento. Esta vez, las expectativas y el interés que suscita el pensamiento de los artistas que se van destacando en nuestro medio fueron defraudadas. Uhía sabrá encontrar un lugar en el que quepan la pintura como técnica e ideas sencillas como las elaboradas en su experiencia del Luis Caballero. Las ideas no pueden ir por un lado y las técnicas por otro. Las primeras deben poner a su servicio a las últimas, asunto complejo para solucionar plásticamente.

POSDATA PICTÓRICA JOVEN

La Facultad de Artes-ASAB de la Universidad Distrital expandió, a partir del 05 de Agosto y durante quince días, su Sala de Exposiciones a otros espacios de la facultad con el propósito de instalar los proyectos de grado de sus estudiantes de artes plásticas.

Esta muestra presenta diversos logros. Como todavía las y los estudiantes gozan de una   inmunidad pedagógica, mencionaremos dos proyectos de pintura que han llamado la atención de esta comunidad. Jimmy Espinoza, con Santos Óleos, y Katia Ariza con En espera. Espinoza reflexiona sobre cómo nuestra disposición natural a la metafísica  es  colonizada por otros dioses; nos sugiere, cómo las madonas renacentistas y barrocas que tanto influyeron en nuestra formación, son reemplazadas por otras Madonas. Quienes realizan nuestras esperanzas hoy en día no son ellas, sino el Smith Wesson. Ariza piensa nuestra contemporaneidad como una época de espera de un acontecimiento que nunca ocurrirá; inventa y caracteriza personajes que desde sus campos pictóricos interactúan en estas salas de esperas que albergan al humano contemporáneo. En éstas todo está dispuesto, las revistas, los periódicos de  entretenimiento  y los televisores que apaciguan las angustia de hombres y mujeres puestos y dispuestos a esperar. Las pinturas no fueron instaladas en la pared para ser contempladas, al contrario, establecieron lugares de retención, presencias para persistir en la reflexión de un humano que entra en lista de espera de “no se sabe qué”. Tanto Ariza como Espinoza pintan. Si persisten en esta pintura que erige lugares en torno suyo,  que se instala dentro de la cotidianidad, estos artistas pueden abrirse paso en su profesión. Es probable que estos dos proyectos hagan parte de los nominados por la Universidad Distrital a la muestra de trabajos de grado que se realizará en el Museo de Arte Contemporáneo de Bogotá.

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