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El no-lugar de Humberto Junca

Los aficionados al fútbol están familiarizados con el Fuera de Lugar, los amantes de los estudios clásicos conocen el origen de la palabra Utopía y los lectores

de signos artísticos contemporáneos han coqueteado alguna vez con el concepto No-Lugar. Aunque formalmente cercanos en su negatividad, las tres expresiones nombran situaciones diferentes. En el primer caso, el juez  sanciona un movimiento prohibido para habilitar posteriormente  la participación que ha sido negada momentáneamente. Con el segundo término, el filósofo concibe un hábitat con tal cantidad de cualidades que la cordura hace necesario negar su realidad. Mediante el tercer caso, el antropólogo registra la  degradación del  hábitat contemporáneo, que ha llegado a tal grado, que ya no merece ser llamado Lugar.

Los Lugares nos aprovisionan de signos y significados contrapuestos que propician maneras de ser y de pensar igualmente contrapuestas. Con su actividad, los Lugares  sostienen los espacios que abren los caminos que hombres y mujeres, hombro a hombro, hemos construido y recorrido para encontrarnos, para relacionarnos y reconocernos unos en otros con nuestras diferencias. Los Lugares nos podrían resguardar de la densidad del bosque de mercancías que hoy nos acosa y asfixia.

Aquello que hoy denominamos espacios significativos son Lugares de conversación continua  entre lo eterno y lo transitorio, entre la divinidad y los mortales;  son fruto de la construcción de  hábitats, originalmente realizada por  artistas y poetas, solo a un artista-poeta se le puede ocurrir erigir un Dolmen. Los hábitats son la realización de las esperanzas de hombres y mujeres de tejer un «nosotros», allí  revisamos permanente los correspondientes hábitos que han surgido con ellos. Cuando afirmamos ser, el hombre y la mujer dicen «habitamos», contamos con un Lugar, con un refugio para mortales y dioses, solía afirmar Heidegger1.

La Contemporaneidad es una de esas épocas extrañas, bellas por lo raras; en este tipo de épocas experienciamos, como recordó en algún momento Marguerite Yourcernar, que los dioses antiguos han terminado su huída, que el dios moderno ha muerto por consunción y que los nuevos dioses  aún no se  manifiestan.  Nuestra contemporaneidad pasará a la historia como aquella época en que sólo se ejecutaron movimientos reflejos, en que los hombres y mujeres quedaron mecanizados en su soledad. No existe un Lugar para realizar nuestra humanidad, se nos ha negado la oportunidad de reconocernos en nuestra finitud, para que los mercados puedan sostenerse. Nuestros sacrificios y deberes ya no son para con Dios, pues es al Mercado al que debemos todo.

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«Con la derecha» es una propuesta estética realizada por Humberto Junca en el año 2006. Con nostalgia, el artista buscó un Lugar en el cual sus inquietudes estético-políticas pudieran prosperar. Rememoró las cosas que tuvo a la mano en su colegio y que antaño le proporcionaron el sentimiento enriquecido de plenitud; “desolvidándolas” y repensándolas trató de restaurar y ganar para su autocomprensión aquel sentimiento reprimido, quizá por rectitud política; momentáneamente, estas pequeñas cosas  conformaron  un Lugar para erigir sus ideas estéticas y elaborar su ansia de autoreconocimiento.

Es probable que Junca haya recordado que la belleza reside por lo general en nuestras pequeñas cosas, no en los Objetos, como aún creen ingenuamente algunos y algunas artistas.  Poco importa ahora que las cosas de su colegio sean esas marcas ciegas  responsables de sus angustias, de sus deseos, de su sensibilidad y de su carácter. Lo relevante para nuestra época es  el bubón que este tipo de remembranzas ha venido develando, la ausencia de espacios  construidos, modelados para habitar, para vivir el reconocimiento,  pensados para alternar auténticamente con otros, quizá más diferentes que nosotros mismos. Autenticidad quiere decir auto reconocer la red de creencias y deseos que estructuran nuestra manera de ser y de pensar, asumirla con decisión y estar dispuesto a reconocer con humildad su precariedad.

El Lugar paradigmático para experienciar el sentimiento de plenitud, de totalidad, es la Iglesia. En la Modernidad, los grandes museos del mundo trataron de secularizar esta experiencia, religiosa en su origen. Sin embargo, en Colombia, nuestros museos siguen siendo nuestras iglesias, éstas son museos vivos, son  hábitats porque allí nos sentimos en casa; sentirse en casa es experienciar en otros seres que conversan, y con otro sentido, la presencia de los signos y deseos que nos determinan. En la iglesia somos al escuchar el llamado de todas las cosas que dan forma a la divinidad y configuran nuestra mortalidad. Allí no existen Objetos, solo cosas a la mano, por ejemplo: cuando antiguamente prendíamos una veladora a la divinidad; pequeñas cosas como éstas conforman el mundo de hombres y mujeres. Habitamos en el entramado que confluye en la iglesia, allí nos reconocemos en nuestra menesterosidad, reconocible por el temblor que nos suscita la divinidad: Lo Otro en su mísera y prolífica otredad. Lo otro que soy yo mismo cuando vislumbro mi precariedad, reconozco mi finitud y anticipo mi putrefacción.

La iglesia es el más antiguo de estos Lugares. Con nuestras practicas más cotidianas, hombres y mujeres nos las hemos arreglado para construir otros Lugares en los cuales experienciamos  sentimiento de plenitud, el colegio y la universidad son algunos de ellos. De manera sugestiva, en la Sala Alterna de la Galería Santa Fe, Milena Barón nos recuerda con pequeñas cosas, triviales sólo en apariencia, La Florida, un  Lugar de los bogotanos de antaño. Barón con La Florida y Junca «Con la derecha»  proyectan el eco del interés de algunos artistas colombianos contemporáneos, para quienes los «espacios neutros», los proyectos abstractos, hoy no son más que un chiste flojo de  quienes se propusieron  matematizar la vida cotidiana,  los que convirtieron el Lugar en El Espacio, quienes redujeron la vida a El Concepto. Como muchos hombres y mujeres contemporáneos, estos artistas añoran los Lugares, reflejando la angustia que carcome nuestra época, lenta pero eficazmente.

La sensibilidad contemporánea comienza a apercibir en el ambiente  cierto tufo neoliberal, quizá con razón, cuando hablamos universalmente de Proyecto o de Investigación en artes. Para evitarnos esta incomodidad olfativa, hablaremos de Acto Reflejo como la propuesta de Junca para la cuarta versión del Premio Luís Caballero. Hoy en día son pocos los que quieren escuchar chistes flojos, aún menos los que desean asistir a «espacios neutros», lo cual no quiere decir que amen sobreexponerse a los vestigios del saco humano, a un arrume visualmente anacrónico de los escombros que, a su pesar, nos  lega el pasado.

Las generaciones acostumbradas a los chistes insulsos de los científicos y para-científicos del arte contemporáneo, experienciamos un sobresalto más cuando percibimos la encarnación de las ideas estéticas de Junca en Acto Reflejo. Una vez más los asiduos e incondicionales del arte se ven obligados a revisar sus nociones básicas sobre arte. Inclusive, aquéllos cuyas preocupaciones habituales no están centradas en las vicisitudes del arte, preocupados por el destino que la Alcaldía Mayor de Bogotá  le da a sus impuestos, se podrían preguntar, legítimamente, si vale la pena mantener la institución Arte Contemporáneo en estas circunstancias de No-Lugar. Tendríamos que preguntarles: ¿por qué los artistas deberían negar o ignorar su época? Con desesperación contenida, nos podrían replicar: pero, ¿por qué tienen que someterse compulsivamente a ella? ¿Qué horrible pecado creen que están expiando?

En un pasado no muy lejano, los artistas solían construir Lugares con sus propuestas artísticas. Intuitivamente, como corresponde a todo artista, Junca rechaza esta tradición que es denominada por los iconoclastas como  Gran Arte y decide no construir un Lugar para el  premio Luís Caballero. Todo lo contrario, opta por resaltar la condición de No-Lugar de la Galería Santa Fe y en general del llamado Arte Contemporáneo como reflejo de nuestra Mauvais Epoque. Lo logra de manera simple: concibe una puesta en escena en seis actos que son no-actos porque son la repetición mecánica de un mismo movimiento reflejo del cual desconocemos su patología. En la penumbra de la Galería, seis esferas voluminosas de discoteca resuman el narcisismo tenebrista propio de estos ambientes; talladas industrialmente  en icopor y decoradas con teselas-espejo de 1,5 cm, giran pesadamente sobre su eje;  en su deambular solitario, planetario, las teselas-espejo  reflejan las luces de los reflectores y las que creen proyectar los asiduos de los No-Lugares,  y las esparcen  por cada uno de los rincones de los muros y los pisos «neutros» de la Galería; el movimiento silencioso de las esferas  crea un ambiente ensordecedor y embriagante.

Seis elementos triviales, construidos de manera mecánica, son suficientes para proporcionar, para reproducir a voluntad, la sensación de vacío de carácter, de hastío, que generan los No-Lugares; seis artefactos sacados de la industria del entretenimiento, de esos No-Lugares paradigmáticos que son las discotecas del No-Lugar globalizado del Homo Escarcha.

Con pedantería, los Objetos-Esfera exigen nuestra atención sin que la merezcan; sobre el sector ecuatorial, dejado en icopor crudo, se han modelado algunas máximas filosóficas que no suscitan mayor conmoción,  emoción o reflexión, quedan banalizadas por el exhibicionismo que condensan las esferas; la máxima sexta, puede ser también la primera (es indiferente saber cuál reflejo reflejó a cuál), afirma: «Gracia ante la Desgracia». Es probable que Junca conozca que la antigüedad clásica se representó las actividades bellas por medio del término Gracia: ¿inconscientemente anhela un retorno de lo bello que sólo puede residir en un Lugar? ¿Comenzamos a vislumbrar que nuestra redención sólo puede provenir de la Gracia?

Tratar de suscitar el desasosiego (el susto afirmaba espontáneamente una señora que dudaba entre exponerse o no exponerse) que experiencian  hombres y mujeres en los No-Lugares, es suficiente mérito para el artista nominado. Las consignas recogidas de otros contextos y registradas aquí, creadas para seres en penumbras y que nunca aprendimos a leer, se perciben como frases de cajón, con incredulidad, con la bella indiferencia mecánica con que observamos una masacre en un noticiero de televisión. En este contexto de No-Lugar, las reflexiones filosóficas  modeladas  se experiencian con indiferencia, se las considera superfluas, triviales, así pretendan registrar un neoexistencialismo de salón. ¿Es esta la actitud que asumimos cuando experienciamos cotidianamente las violencias que filtran los medios masivos de fragmentación? ¿Son estas las máximas que se nos ocurren ante estos acontecimientos? ¿Resguardarse estéticamente en ellas no configura ya un movimiento mecánico, reflejo, reforzado sistemáticamente por aquéllos medios en nuestra Mauvais Epoque? ¿Puestas estas máximas en este No-lugar, no devienen en libreto para un presentador de noticias de nuestra televisión? ¿Nuestra indiferencia refleja ante el bubón develado no configura este tipo de movimientos mecánicos que nos caracteriza hoy en día? ¿Es esto  aquello que quiere Junca que nos preguntemos? Bueno, lo hemos preguntado.

Junca se propuso  realizar algo distinto de aquellos artistas que lo antecedieron en la lucha por domesticar El Espacio abstracto, matematizado de la Galería Santa Fe. Formalmente, Edgar Guzmánruiz  fue quien llegó más lejos en este esfuerzo, no desprovisto de características épicas. Junca ha sido pragmático, hombre y artista de su tiempo, no lucha para domesticar este No-Lugar, comprendió de inmediato la inutilidad de tratar de convertirlo  en  Lugar, donde hombres y mujeres se puedan proveer de signos para pensar y persistir en sus convicciones fundamentales, las que estructuran ese sentimiento de totalidad no física cuando el yo y el Otro funden sus horizontes.

No  trata de hacer habitable aquello que quizá ya no pueda habitarse más, nuestro planeta globalizado, icoporizado; simplemente ha ejecutado un movimiento mecánico, que no es un Acto Reflejo; que es quizá, algo más complejo; mediante aquél ha puesto en evidencia y en cuestión nuestra Mauvais Epoque, pero también la noción misma de Arte Contemporáneo, el arte imperial del No-Lugar, en donde el icopor nos desproveyó de signos, por tanto de significados.  (Ante la desidia cultural de nuestra Administración Local, no sería raro que el Planetario Distrital fuera cedido finalmente en arrendamiento a algún promotor de espectáculos. ¡Una discoteca allí sería una sensación!).

Junca ha resaltado el ambiente artificial, inhóspito de la Galería Santa Fe, quizá el mismo que merodea y erosiona la estructura del premio Luís Caballero, uno de los pocos Lugares  que le restan al arte colombiano. Muestra que el Arte Contemporáneo del No-Lugar no puede prosperar en nuestro país, ni como estilo, como teoriza Danto, ni como dictado estético de la época imperial; ¿nos sugiere que aún es posible proponerse en Colombia la reconstrucción de Lugares, la recuperación de la Gracia perdida por medio del arte, tal y como se lo propuso «Con la derecha»? Parece preguntar si el artista y la artista contemporáneos todavía pueden huir con un poco de imaginación de la indeterminación, o de la degradación de los No-Lugares, o  escapar a la ley de gravedad de la bella indiferencia, propia de las divinidades. Finalmente, ¿qué hubiera pasado si Junca hubiera tratado de hacer habitable la galería Santa Fe con sus remembranzas «Con la derecha»? ¿Había logrado  domesticar la Galería Santa Fe y construir Lugar para los colombianos y las colombianas?

Notas

1. Algunas las ideas de se despliegan en estas palabras conversadas, abrevan en su pensamiento.

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