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Periscopio Crítico: un proyecto extra campus de la Universidad Nacional

Manuel Calderón: mecánicamente.

Periscopio es una inicitiva creativa de la Escuela de Artes de la Universidad Nacional, la cual se pone en escena en la Sala de Exposiciones El Parqueadero.

De amplia trayectoria artística nacional, crítica y académica, Raúl Cristancho pone en discusión  el estado del arte actual, aquello que se ha acordado llamar temporalmente  arte contemporáno. En la exposición se pueden apreciar algunos gestos artísticos realizados por egresados destacados del programa de Artes. Juan David Laserna, Lía García, Manuel Calderón, Sergio Paez, Vicenta Gómez, Fabian Cano, Ana Belén Cantón, Camilo Ordoñez, entre otros artistas, permiten hacer un balance artístico, crítico e histórico del arte producido en Bogotá.  Como parte del proyecto, el sabado 3 de agosto de 2013, Ricardo Arcos presidió un encuentro crítico e histórico entre quienes desde la universidad pública, escriben el destino del arte contemporáneo en Colombia. Los críticos son moiras, tejen el estilo y destino de una época.   Ricardo Arcos es uno de los animadores del renacimiento de la crítica de arte en Colombia. Sin embargo, la crítica no es bienvenida en el mundo regentado por las mercancías. El debate de la crítica de arte en Colombia, comienza con los problemas que  la mercancía le plantea al artista, al historiador y al crítico de arte contemporáneo. El lema del mercado es el siguiente:  la mercancía no se critica. A la mercancía se le obedece.

Periscopio toca una de las partes más sensibles del arte contemporáneo colombiano. Sin regla no hay arte, sin crítica no existe la vitalidad de la cual el mercado habla profusamente. La crítica es la parte que más duele en el cuerpo social colombiano, se constituye en una piedra en el zapato del mercado de bienes suntuarios. Ante la soberbia del mercado del arte que conculca la libertad de expresión de una época y de un país, la iniciativa artística de Periscopio es una de las más importantes del arte reciente: es necesario que la academia le salga al paso a las pretensiones del mercado. El mercado no puede gobernar sin resistencia plástica. Por tradición, la universidad pública produce pensamiento, no mercancías, forma mujeres y hombres libres. El mercado no tiene solvencia ética para imponer las reglas del arte contemporáneo. Tanto el gesto plástico como la escritura crítica son una creación, modelan espacios de igualdad para gozar las libertades. Ambas expresiones son perenterios a un existencia libre, son una obligación. Las dos actitudes son un acto de resistencia. Los artistas independientes deben asumir con coraje el liderazgo de sus prácticas, la crítica de arte debe secundar esta actitud.

La crítica como problema se enlaza con otras realidades que agobian la producción artística colombiana. Colateralmente, la mesa crítica e histórica de Periscopio aborda varios problemas. En primer lugar, Ricardo Arcos y Pablo Acosta presentan un estado del arte de la crítica de arte. En segundo lugar, como introducción, se habla de la relevancia crítica para asimilar la grandilocuencia de la actual exposición de Vik Muniz en el museo de Arte del Banco de la República. En tercer lugar, se plantea que la investigación y  la teoría son dispositivos de control impuestos a los espíritus libres por parte del régimen liberal del mercado libre. En cuarto lugar, se plantea la siguiente inquietud: es oportuno considerar si la estructura del actual Salón (inter)nacional de artistas es un dispostivo implementado para favorecer la lógica de la globalización. Se pregunta si este dispositivo favorece la  realización de un “peculado” artístico nacional, un falso positivo estético. En otras palabras, existe la inquietud entre los artistas por saber si el Estado está desviando estos fondos con  propósitos diferentes a los de visibilizar la producción artística nacional. En quinto lugar, se aborda la fuga de los historiadores de arte del litigio cotemporáneo acerca de la verdad del arte. En sexto lugar, estableciendo una analogía con las curadurías, se cuestiona la legitimidad del gesto populista que considera universalmente a todos y todas como artistas o críticos de arte. ¿Aportan algo al campo del arte aquellos que, amparados por la “democratización” de los talentos artísticos y críticos, opinan discrecionalemente  sin tener la experiencia viva de las artes, ni haber formado la sensibilidad ni el juicio? La crítica como insulto no es ni arte ni crítica. El insulto deslegitima a su emisor, hace que el habla se inhiba y el gesto artístico pierda la oportunidad de contar con un espacio dentro del lenguaje. En general, la crítica es el tema central de la mesa de Periscopio 2013 y en torno a ella todos estos problemas quedan esbozados para quizá ser retomados en otro encuentro. A la historia no le ha llegado el momento de la autocrítica. Todavía no se le hace notar su logofobia, su veneración del pasado, su desprendimiento de conceptos contemporáneos fundamentales para comprender  la deriva contemporánea. En general, la crítica a la crítica evidencia otros problemas, a saber: el arte como dispositivo de investigación, el arte como dispositivo teórico al servicio de la globalización de las mercancías, la suplantación de la crítica por parte de la propaganda y el divorcio de los historiadores de arte con respecto a la actualidad. Sin actualidad no hay historia.

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Lía García, Ciudad Transversal.

 

En especial, se habló de la franqueza que debe rezumar toda iniciativa artística y crítica. Cuando el artísta se expone con franqueza, la crítica responde con el mismo gesto. A través de este encuentro se enriquece la experiencia del artista y el campo del arte. La franqueza hace la diferencia, modela la experiencia del arte. Sin crítica no hay diferencia; sin crítica, todas y todos son subsumidos en las lógicas del duchampismo local. Ni el crítico ni el artista deben asustarse ante la irrupción de la franqueza en el campo del arte. Los artistas no deben escandalizarse con la crítica veraz, aquella que antepone la verdad al interés comercial, así este último sea legítimo, como opción laboral. Por ello mismo, las intervenciones de los asistentes a la mesa de Periscopio tuvieron ese caríz: fueron frescas, espontáneas y sin ningún amaneramiento discursivo o teórico. Ojalá esta iniciativa no culmine con este primer ejercio de autocrítica, de crítica al arte crítico, es decir, esa mirada que se vuelve hacia el arte mismo desde su propia entraña. En esto consiste el ejercicio crítico realizado por  todo artista.

Colombia requiere oxígeno, la creación de esta atmosfera crítica es uno de los aciertos de los coordinadores de Periscopio. Si la hipótesis provocadora que llevé a este encuentro, consistió en defender un cliché, el rumor maledicente según el cual en Colombia no hay crítica de arte,  debo decir, que terminado este encuentro, se evidencia que en Colombia existe crítica de arte, que la crítica de arte es la escritura de mayor actualidad. Es descortés con algunos autores serios que hacen crítica, afirmar que no hay crítica en Colombia. Sin embargo, ellos comprenden la transgresión, pues, afirmar que en Colombia hay crítica sería muy generoso con algunos que creen que hacen crítica y se autodenominan como críticos de arte. Es necesario matizar. La crítica creativa es poca pero la hay.

Toda crítica de arte es una creación de espacios en el discurso. Sin duda, en muchos casos falta más esmero gramatical, mayor cualificación profesional y mayor regularidad en la práctica. Estas son las cualidades mínimas que exige la crítica, de otra manera sería irrespetuoso con el campo del arte pretender pontificar con una tradición que en Colombia ha hecho importantes aportes a la comprensión de sus artes. Es claro, que evaluada desde el indicador de la periodicidad, en Colombia no existe crítica de arte. La crítica que se tiene es esporádica en un momento en el cual el mercado advierte una alta producción artística. Son muchas y muchos los graduandos que semestralmente salen a pensar nuestra realidad.  Precisamente,  en este momento de proliferación, la crítica es indispensable. Atendiendo a este indicador, la crisis de la crítica es evidente: no existe una escritura que cualifique la alta producción artística. La mayoría de quienes quieren ser críticos sólo  escriben para los jurados  del Premio Nacional de Crítica. Ni el Ministerio de Cultura ni el Idartes, han replanteado sus estímulos a la crítica. Trece años de estímulos y más bien poco por ese lado, casi nada. Ni la crítica, ni la historia ni la teoría, han creado espacios para el arte.

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Juán David Laserna, Muralla.

 

Mi resistencia discursiva a aceptar que en Colombia existe crítica de arte solvente y periódica, es una especie de pudor escritural de  verme a mí mismo como crítico, o aún peor, responde al temor de ser visto como agente del poder. En mi opinión, la crítica es una responsabilidad social, no es sólo una opinión, como el tendero que opina con sus parroquianos acerca del presidente o del alcalde de turno. Ahora, cuando se es responsable en Colombia, hay que pagar caro el atrevimiento. Álvaro Medina cuenta cómo su vida social fue afectada por las retaliaciones que padeció en respuesta a su ejercicio crítico. No es el único. Recientemente, Ricardo Arcos tuvo que padecer una censura por parte del periódico El Tiempo. Cuando el crítico de arte realiza su escritura siente que es una obligación realizarla, con todo el peso que tiene esta expresión. El lema de la crítica se puede formular con Aristóteles: amamos a los amigos pero amamos más la verdad. Por lo tanto, la crítica de arte no puede ser sólo una opinión más, formulada con el popósito de lisonjear y hacer más llevadera la vida de los amigos sin talento. El artista mediocre y famoso, o famosamente mediocre, espera lisonjas. Los artistas importantes aceptan, le apuestan al reto de salir al encuentro de la crítica franca, veraz. La crítica de arte es un juicio cualificado, de otra manera no sería más que un oportunismo y como tal censurable. La modernidad estuvo centrada en este debate, en establecer las condiciones de este juicio. Recuperada la crítica, debemos asumir con coraje que aún navegamos en aguas modernas.

He aquí la relevancia de la crítica de arte. Sin duda, presionados y vulnerados,   vapuleados y arrastrados por el mercado hacia esta fractura histórica, se tendrá un arte diferente. Este es el reto que tiene la nueva crítica de arte en Colombia. Aprovechar la fractura para crear espacios en los cuales se modele otro “estilo” de arte, otro “gusto” diferente a aquel que la vanguardia del mercado impone implacablemente a través de algunas revistas y galerías. Conceptualmente, no todos estamos de acuerdo en este primer encuentro. Sin embargo, este desacuerdo no es relevante, pues, el arte no es una religión monotética. Al contrario, precisamente esa diversidad concepual crea una intensidad que une las diferencias de forma y se evidencia la fuerza del conjunto de sus múltiples voces. Por ejemplo, con la claridad que lo caracteriza, Raúl Cristancho  no cree en escrituras que reivindiquen el “estilo” o el “gusto”, condición del juicio en muchos críticos de la modernidad. Por mi parte, considero que es necesario reactualizar estos conceptos modernos, aunque no para aplicarlos acríticamente en la contemporaneidad, sino para, por una parte, estudiar qué se pensó en el pasado con estas ideas, y por otra parte, para sacar de la oscuridad las luces que brillan intensamente en las ideas del pasado. En necesario profundizar en esa fractura histórica provocada por la injerencia del sentido comercial en la existencia. Ricardo Arcos valora ejercicios críticos en algunas revistas. Yo soy escéptico y desconfío de la crítica cooptada, capturada por el dispositivo de mercado. Por su lado, Alvaro Medina considera que la crítica y el gesto artístico tienen una salida en una poética. Sólo la poesía puede liberar al arte de los dispositivos teóricos con los cuales los gestos artísticos son capturados. Ojalá que este diálogo que promueve, este liderazgo que asume la Universidad Universidad Nacional, se fortalezca. Ojalá se siga incentivando este encuentro entre artistas, historiadores y críticos. Ojalá por este medio se logre recuperar el fogonazo crítico que Periscopio detectó el sábado pasado.

Finalmente, con respecto a los gestos de los artistas, se aprecia mayor habilidad conceptual y frescura formal en unos artistas que en otros. Llama la atención del visitante la instalación de Manuel Calderón y el dibujo in situ de Lía García. Las dos son irreverentes: dejan libre la imaginación del visitante. Juan David Laserna encripta demasiado el sentido y no hay forma de activar la imaginación. Sin imaginación no hay experiencia artística. A pesar de que las condiciones  espaciales no son las mejores, no se logró abrir el gesto  hacia el espacio. A éste se le asignó la innoble tarea de contener los “cuadros” presentados por los artistas. Los títulos de las instalaciones tampoco ayudan mucho a detonar la fractura en la cual el espacio se abre  para que transite el gesto artístico. El título que se otorga  a un gesto artístico debe ser como un rayo: debe modificar el estado de cosas que modela el gesto-espacio que se expone a los sentidos del visitante.

 

Ojalá Periscopio 2014, lo organice otra escuela de artes y logre desprenderse de la muletilla Laboratorio de las artes que tanto daño le ha hecho a la autocomprensión que tienen de sí mismos los artistas. Laboratorio es la práctica científica. Nosotros preferimos hablar de Liberatorio, como la práctica de los artistas.

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