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Despedida lúcida aunque nostálgica de Carolina Ponce de León, a través de su canal en Instagram.

No es cualquier despedida ni se trata del retiro de una crítica de arte cualquiera. La práctica cultural de Carolina Ponce de León tiene dos momentos, uno crítico muy prolífico, el otro acrítico, complaciente con las políticas económicas de las instituciones culturales. Cabe preguntarnos hoy acerca no solo de estos dos momentos, también es necesario pensar la actualidad por venir que no le deja a Ponce de León espacios para resolver sus contradicciones políticas:

¿El canto de cisne de Carolina Ponce de León evidencia el síntoma que afecta a los gansos del arte contemporáneo que hoy, al parecer, llega a su fin?

¿Qué perdemos o qué ganamos con la partida de Carolina Ponce de León? ¿Qué perdimos a lo largo de las cuatro décadas de arte contemporáneo que celebra la autora en su canto de despedida?

¿Estamos ad portas de otra retórica acorde con los tiempos de la igualdad que finalmente tocan sus trompetas? El que tenga oídos, que escuche.

La renuncia de Carolina Ponce de León a los réditos de una obra realizada pacientemnte durante cuarenta años, nos recuerda que la supresión de la crítica de arte del horizonte cultural colombiano hizo posible la imposición de los dispositivos curatoriales que ideologizaron la producción cultural colombiana: ¿qué viene ahora con la despedida de este régimen denunciado en repetidas ocasiones como un instrumento neoliberal diseñado para exaltar las “bondades” pedagógicas del mercado?

¿Queda algo que valga la pena conservar de esta época que llega a su fin con la salida de circulación de la estética que justificó el llamado arte contemporáneo?

¿Por qué Carolina Ponce de León se mantuvo alejada, o la mantuvieron alejada de la gestión de Fragmentos, espacio de arte y memoria?

Carolina Ponce de León cierra con elegancia una época en donde sin duda alguna hizo aportes significativos a la orientación del arte colombiano en cierne, aunque para hacer honor a la crítica que realizó con tanta dedicación, esmero y competencia, es importante mencionar que este arte del cual fue testiga nunca logró salir del círculo vicioso en que giran hasta hoy las élites artísticas para satisfacer las demandas de consumo cultural de las élites comerciales y sociales de Colombia, élites “deliciosamente desordenadas”, como dice Carolina Ponce de León con certeza en su carta de despedida que publicó en Instagram. Hoy tenemos claro que estás “delicias desordenadas” propias de las estéticas cortesanas, condenaron al ostracismo social a muchas y muchos artistas.

Carolina: nos dejas la tarea de comprender y evaluar qué pasó con esas poéticas que sinceramente consideras centrales para comprender los ejercicios que le propusiste a una generación desorientada y que fue educada para apreciar lo bello como una Epifanía, como el acontecimiento de una lengua extraña proveniente de otra parte.

Dices adiós a unas instituciones que ayudaste a reforzar con mucho esfuerzo, si no a diseñar con empeño. Tu partida evidencia la orfandad que impidió la diversificación crítica de las instituciones culturales de Colombia.

Muestras sin ostentación una vez más una gran perpizcacia intelectual. Hay mucha dignidad en tu canto de despedida. En Colombia no es frecuente encontrar tal compromiso con una ética de responsabilidad social. La mayoría de los agentes artísticos burocratizados usufructúan hasta último momento la incuria intelectual de los y las administradoras de la cultura colombiana. ¿Ante quién presentas hoy tu renuncia intelectual? ¿Claudicas o renuncias? ¿Esperas algún tipo de aprobación para tu renuncia? ¿Contamos con algún criterio para aceptarla? ¿La igualdad quizá?

No solo te despides de un proyecto cultural que a todas luces fracasó en Europa apenas se puso en marcha, hace cien años. Cierras con decoro algo que ya no merecía seguir estando abierto, devorando recursos públicos, saciándose con su narcisismo. No ignoras que la crítica marginal que hoy logra sobrevivir por fuera de la Historia Oficial nos conmina a cerrar una época esnobista en lo estético, hipócrita en lo ético y muy cruel en lo político. Ojalá Patricia Ariza Flórez comprenda la urgencia del cierre de la época que demarcas con claridad, una época en la cual su estética nos hizo más crueles e hipócritas. El esnobismo es más llevadero. No fue tu culpa este fracaso político del arte contemporáneo, este fracaso social le corresponde asumirlo con todos los honores al modelo económico y curatorial que se lo tomó por asalto.

Con base en esta última idea, considero que un cierre menos apologético de tu gestión hubiera estado mucho más a la altura de tu enorme pensamiento estético. La apologética no es tu estilo crítico, aunque el talante que muestras en tu canto de despedida sí tiene la virtud de mostrar que eres consecuente con una manera de ser.

No dejas escuela. Esto es bueno. Aunque, ojalá nos hubieras dejado como legado de tu gran trayectoria crítica, algunas preguntas, como por ejemplo: ¿qué tanto de lo que vivimos bajo tu marco estético se ha constituido en fetiche mercantil para iluminar Ferias de Arte? Eso que mostraste como imagen fotográfica del Fin de la Historia, ¿se trata de una imagen verdadera o es solo una consigna ideológica que no te permitieron diluir con tu poética? ¿Vale la pena conservar algo de la época que cierras con gracia clásica, elegancia moderna y pragmatismo contemporáneo?

Carolina: gracias por tu generosidad crítica y tu don de gentes, algo que sin duda ya no tiene lugar en el arte colombiano. La pedantería mercantil propia del emprendedurismo de nuestros días, se tragó las poéticas que ayudaste a localizar en los lindes de la historia del arte oficial, en el fin del mundo de la modernidad.

Son tiempos de igualdad y con seguridad otra estética se está gestando en los territorios acorde a esta praxis ciudadana, en los mismos bordes de lo interpretado por el mercado de bienes suntuarios que lo redujo todo a Feria de Arte.

Fotografía: Ricardo Muñoz Martinez.

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