Eduardo Serrano por sí mismo: inquietante, por decir lo menos…


Inquieta el epitafio que Eduardo Serrano querría: “Hizo lo que quiso…y nadie se ha divertido tanto”.


Apostilla 1: las elites a las cuales sirven los artistas, combinan todas las formas de fobia. En Colombia, nadie puede ser feliz, mucho menos divertirse. A menos que se denomine “artista contemporáneo”.


Inquieta la máxima moral: “Mi vida personal es mi vida profesional”.


Apostilla 2: suprimir lo individual para satisfacer lo profesional, es la peor forma de totalitarismo ético. Eduardo Serrano comprende muy bien las corrientes minimalistas que suprimen lo mejor de toda existencia.


Inquieta esta breve historia, sin fisuras, barnizada, pulcra y homogénea, de los últimos cincuenta años de unas prácticas puestas al servicio de unas élites clasistas y con demás desvaríos …


Apostilla 3: tanta corrección política se hace sospechosa de esconder algo. Por ello ofende. Hace falta una genealogía, es decir, una contra-historia.


Inquieta la honesta ideología que sustenta la noción de arte que expone Eduardo Serrano. “La definición ha variado con el tiempo pasando de artefacto mágico para la caza hasta elemento estético y exquisito y de instrumento religioso, hasta recurso político, como ahora, en este momento en el que la política es un componente fundamental de la obra de arte pero sin que haya desaparecido el énfasis estético tampoco. En fin, el arte para mí es la transmisión de ideas y pensamientos pertinentes para la sociedad por vías visuales.”


Apostilla 4: la imagen mágica o religiosa no es arte, mucho menos se la puede comprender como “algo estético”. El objeto estético es lo que llamamos arte burgués, así Eduardo Serrano camufle el origen de la “obra de arte” y avale que se trata de algo político. La imagen mágica y religiosa son solo eso: imagen. ¡Nada menos que eso! ¡Un lugar de encuentro entre lo propio y lo ajeno, entre el yo y lo otro!


Este año hemos celebrado los cincuenta años de muchas cosas… Faltaba celebrar los cincuenta años de participación de Eduardo Serrano en la construcción del Régimen que administra el arte colombiano. Mantener este relato es algo que hay que celebrar, así en este relato a nadie se le desarregle el peinado con que aparecen los protagonistas en esta Historia Oficial.

Eduardo Serrano merece no solo una nota nuestra, crítica por supuesto, pero crítica porque apreciamos su trayectoria. No sabemos si ahora tenemos un poco más claro la apuesta ideológica que hace posible “eso” que llamamos hoy “arte”. Diríamos que es al contrario. Ahora podemos ver mejor lo que oculta esta ideología porque hay sombras. El relato de Eduardo Serrano, nos ofrece esa sombra (necesaria). Nos ayuda a comprender que quizá “eso” que llamamos arte no es necesario. Lo necesario es la solidaridad, pero, por definición, el arte no sabe nada de esto. Cuando el arte intenta posar de solidario (Doris Salcedo), es patético. Preguntamos: si tenemos una cultura tan vigorosa, ¿para qué el “arte”? ¿Qué nos aporta “el arte”?

La cultura mejora a mujeres y hombres, crea lazos y solidaridades. Los cincuenta años de juegos estéticos que Eduardo Serrano compendia de manera honesta (algo ingenua, pues, no se percata del sesgo de clase que evidencia), no han mejorado en nada a las colombianas ni a los colombianos. Las violencias de que se nutre todo este desorden estético, social y político, muestran que el arte no hace falta, que no hay “eso” que llaman “arte”. La misma confusión que muestra Eduardo Serrano cuando define lo que entiende por arte, muestra la fatuidad de quienes hablan de “arte colombiano”. Si Eduardo Serrano muestra esta confusión honesta, ¿qué podemos decir de todas aquellas y aquellos que usan “eso” que llaman arte, solo para decirnos que son mejores que nosotros? La confusión es tal, ¡que nosotros les creemos! ¡Ay! Por esa confusión hace años que hago eco de las patadas de ahogado del artista D

Cincuenta años de vida profesional exigen respeto. Merecen una consideración especial. Estas apostillas muestran mi respeto por Eduardo Serrano.

Trans-Delirante, exposición fotográfica, en el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación


Entrevista con la lideresa y activista Sofía Ramírez.

A Michel Foucault (2009) le debemos la subversiva categoría Estética de la Existencia. Inquieto por la esquiva verdad de sí, al final de sus días, unas prácticas ancestrales salen a su encuentro. Como en la antigüedad helenística, estas prácticas de sí rompen con las condiciones de producción sensible de la época y evocan en la contemporaneidad aquellas luchas contra las condiciones que impone el régimen de la “obra de arte” en la época de comercialización mecánica de ideas, sentires y sumisiones. 

Estética de la Existencia es la actividad a través de la cual un hablante se constituye como per-sonaje de su propia historia.[1]Persona es quien cuenta con una historia. En las personas resuena  una conversación con una misma y con las otras. Respecto a esta misma inquietud, Irgman Bergman realiza uno de los más bellos poemas visuales. 

Estética de la Existencia consiste en una ética, es una experiencia de vida compartida con otras que asumen los peligros de tener el coraje de hablar acerca de lo cual aún no se habla, acerca de lo cual aún no se sale. Persona es quien asume el reto y el riesgo de hablar por sí misma. Reto, porque no es fácil encontrar las palabras precisas para comunicar una experiencia indecible, la experiencia de salir del olvido propiamente impropio de la caverna. Riesgo, porque el habla precisa obliga al pensamiento a reconfigurar los espacios interpretados mediante los ejercicios de poder que capturan la sensibilidad. Estos ejercicios nos enseñan a olvidarnos de nosotras mismas. No solamente esto: nos exigen avergonzarnos de nosotras mismas.  

Estética de la Existencia es una manera de comprenderse en el mundo, examinándose permanentemente a sí mismas, creándose a sí mismas. Al final de estos autoexámenes emerge triunfante una subjetividad que tiene el coraje de asumir la verdad de aquello con lo cual se encuentra la examinada. Nada más verdadero que las luchas de las cuales emerge una subjetividad trans. Nada más real que la manera en cómo estas artistas de la existencia que hoy podemos ver en el Centro de Memoria, salen victoriosas a nuestro encuentro, a anunciarnos otro orden político y social. Nada más esperanzador, pero así mismo, no menos verdadero, nada más peligroso.

Las lideresas y artistas aquí entrevistadas son generosas; a pesar de que hacemos parte de una cultura excluyente, machista, misógina, homofóbica, lesbofóbica y transfóbica, ellas son optimistas. Se muestran seguras de sí mismas y triunfadoras en medio de un país asolado por todas las formas de crueldad y carcomido por todo tipo  de escepticismos. 

Trans-Delirante es una exposición ejemplar: en cada fotografía se anuda una historia tejida en común. Sus artistas se muestran llenas de vigor y de esperanza, pero sobretodo de verdad, de esa verdad que incluye solidariamente a quienes piensan y sienten diferente. Sus organizadoras están convencidas de que esta exposición no solo habla de la condición trans. También está dirigida a los colectivos heterosexuales, con la esperanza de que repiensen todos los imaginarios machistas acerca de las mujeres, que las subyugan negándoles igualdad de derechos. 

El apoyo de la Alcaldía Mayor de Bogotá y el Idartes a estos ejercicios de igualdad y libertad son muy importantes para restablecer en algo la igualdad que se niega estructuralmente  a las mujeres trans y a las familias Lgbti. 

Ojalá el Ministerio de Cultura finalmente reconozca la existencia de las mujeres trans y las familias Lgbti. Hasta el momento les ha negado un lugar en la cultura, ejerciendo violencia simbólica sobre ellas, solo para favorecer la cultura de élites sociales y los feudos políticos que controlan la producción de imagen común. 

Agradecimientos: lideresas, activistas y artistas, Sofía Ramírez, Alexandra Suarez y Yusaida Morales.

Bibliografía:

Foucault, Michel (2009).  Historia de la Sexualidad 2. El uso de los placeres. México: Siglo XXI.  


[1]Persōna ‘máscara de actor’, ‘personaje teatral’, ‘personalidad’, ‘persona’, este del etrusco φersu, y este del gr. πρόσωπον prósōpon, RAE.