El texto “Traicione a su clase: Vote por Petro”, del artista Lucas Ospina, ¿es su mejor fake?

Mi respuesta es no. No lo creo. Sin embargo, es necesario tomar precauciones. Por razones que no son del caso comentar aquí, Lucas Ospina despierta simpatías entre muchos artistas contemporáneos, pero también activa todo tipo de resistencias.  Muchos admiran su desenfado, su sorna, y aprecian esa pulsion por la escritura que lo lleva a producir textos densamente ambiguos, aunque con frecuencia sugestivos. Otros cuestionan sus méritos artísticos, escriturales y estéticos; consideran que el Régimen lo consiente sin que el artista cuente con mayores méritos estéticos para ello. Pese a estas tensiones propias del sistema del arte que él conoce muy bien, Ospina es un artista amable con sus críticos. Siempre los saluda con generosidad, comentan quienes lo conocen. No olvida que en arte todo es ficción, que una ficción no vale lo que vale un amigo, un colega o un ser humano.

Acotar la escritura de Ospina es riesgoso, pues, la sutileza de su sorna nos puede jugar una mala pasada. Ospina nunca dice lo que dice decir. Es un artista: en él siempre habla Otro, su escritura siempre dice otra cosa de aquello que dice. Muchos de sus textos son lapsus calami. Otros son conocidos como fakes. Con este horizonte de comprensión y tomadas las debidas precauciones, me permito formular algunas preguntas al texto Traicione a su clase: Vote por Petro, el cual ha sido compartido ampliamente en las redes sociales.

Como todo escrito de interés estético o político, el texto de Lucas Ospina suscita dudas, suspicacias y preguntas. Si no fuera así carecería de importancia. En primer lugar, Ospina no declara con qué clase se identifica. Hay que dejar en claro que Ospina no se presenta como petrista ni declara expresamente que quiere que Gustavo Petro sea su presidente, tal y como lo manifiestan otros artistas importantes, como Óscar Salamanca y Jorge Torres. Esta circunstancia (quizá de clase) hace que el texto sea de interés para aquellos y aquellas que declaramos que queremos que Petro sea nuestro presidente.

Traicione a su clase: Vote por Petro evidencia varios de los problemas que aquejan la credibilidad de la política colombiana. Muestra que más allá de los gracejos y prejuicios de Antonio Caballero, y aquellos de los demás autores citados en su análisis de la coyuntura actual, en Colombia se requiere un cambio transclasista, que desconfigure la idea misma de clase que tanto pesa en el arte colombiano. Por ello mismo le damos mucha importancia al estudio que Ospina realiza.

En segundo lugar, me pregunto: ¿desde dónde habla Lucas Ospina? ¿A quién, a qué clase se dirige?  ¿A la clase de los artistas contemporáneos? ¿Quizá a los artistas o a los ciudadanos “flecha”?

En tercer lugar, debido a la profusidad de los temas problemas abordados, Ospina no hace un lugar para pensar cómo sería una estética para la Colombia Humana que plantea Petro. Por otro lado, ¿la traición de clase que propone compromete su propia estética? ¿Ospina anuncia otra estética para sí mismo y para su clase? ¿Es un privilegio el poder de traicionar? ¿Detrás de una traición hay un ejercicio de poder? Parece que sí: Ospina cita a Juan Manuel Santos. Solo quien tiene poder puede traicionar, por ello algunos consideran la traición como una virtud. ¿Qué consecuencias tendrá para Ospina esta traición? ¿Ospina perderá su hipotético poder? ¿Lo acrecentará?

Para tranquilidad de muchos de los y las artistas que anunciaron ya su voto por Gustavo Petro, no tendrán que traicionar a nadie.

Arquitecturas Salvajes (el artista como arquitecto), Cámara de Comercio, Chapinero

Arrebatados como se hallan actualmente los imaginarios sociales de los colombianos, la mayoría de ellos avasallados por el instinto de muerte que predomina en la actual campaña electoral, una exposición de arte es siempre saludable y por lo tanto bienvenida. Más allá de si se trata de arquitecturas contraídas, especulativas o expandidas, o de dibujos, grabados, instalaciones, pinturas u objetos, las imágenes que producen los artistas se constituyen en un lugar de encuentro de diferencias que se ponen en circulación por medio del habla social de pronto sorprendida en sus devaneos estéticos y sociales actuales. En arte, lo que cuenta es la imagen y sus múltiples metáforas.

Andrés Orjuela, Un Bolívar fuerte y 25 centavos, 2006.

Arquitecturas Salvajes pone en escena una curaduría de Halim Badawi. Pese a la pertinencia política de ejercicios críticos como los de Andrés Orjuela​, imágenes que desde un principio captan la atención del visitante; a pesar de que en otros casos nos encontramos con obras impecables formalmente como las de Alejandro Marote;  inclusive pese a las sonrisas que suscitan otras propuestas que reclaman su derecho a la inanidad perfecta como las de Juan Camilo Uribe, la atención crítica de la exposición se centra en el enfoque anacrónicamente historicista con el cual  Halim Badawi lee las propuestas de los artistas y construye su ensayo. El visitante lee el guion que se le ofrece porque requiere pistas para interpretar el conjunto de obras agrupadas, un tanto de manera apretujada. Sin embargo, el guión curatorial no hace justicia a la simbólica que se piensa en cada una de las imágenes. Las más potentes de ellas  buscan su propio camino en la imaginación de los visitantes.

Inconscientemente, Badawi recurre a una figura hermenéutica propia de comienzos del siglo XX. Denomina a sus artistas fauves. Los etiqueta como salvajes, bárbaros, fieras,  quedan bajo el estigma estético que se inscribió en todos aquellos pueblos que quedan por fuera de la estética grecolatina. Ahora bien, ¿por qué son salvajes estos artistas cuyas imágenes motivan el ensayo especulativo de Badawi? Responde el curador: “(…) son salvajes porque instrumentalizan la arquitectura moderna para mostrarnos arquitecturas libres de órdenes preestablecidos; salvajes porque, como antropófagos, se apropian y subvierten cada escuela moderna, desde el impresionismo hasta el minimalismo; salvajes porque son los únicos dueños de su propia utopía”. Cabe preguntar: ¿en qué sentido la arquitectura salvaje sigue siendo arquitectura? ¿Tiene necesidad de seguir llamándose arquitectura una vez transgrede los protocolos estéticos? ¿Algunas de las propuestas no son tan racionales como la estética que supuestamente transgreden?  El juego semántico entre arquitectura en sentido estricto y arquitectura en sentido figurado, le permite a Badawi construir un relato impositivo acerca de la relación entre arte y arquitectura, un relato que no nos dice nada de nuestro aquí—ahora en retardo. Finalmente, toda curaduría consiste en un proceso de domesticación, en una imposición discursiva.

La exposición logra superar su discurso por la inclusión de imágenes sugestivas como las de Andrés Orjuela, las cuales logran deconstruir el relato de Badawi. En este sentido las imágenes de Orjuela son salvajes porque no se dejan someter por el dispositivo curatorial. Lo mismo se puede decir acerca de las imágenes de Alejandro Marote. Las propuestas de estos artistas captan el interés de los visitantes por su condición de imagen.  Su arquitectura formal a nadie importa.

Arquitecturas Salvajes ayuda a mantener viva la llama de la imagen a través de sus múltiples escrituras. Por ello mismo, vale la pena visitarse para formar un juicio autónomo.

La exposición se inaugura el 3 de mayo y está abierta hasta el 8 de junio de 2018.

 

El Fantasma de la Ópera Minimalista, en el Museo de Arte, Banco de la República  

El sueño de la Razón agrupa una selección de tres colecciones realizadas en los lindes de la Historia. Muestra obras de la colección Caixa de Barcelona, del Museo de Antioquia y del Banco de la República. Las colecciones tienen en común varios sentimientos. En primer lugar, una cierta nostalgia por el arte anglo-americano de los años sesenta del siglo XX. En segundo lugar, una angustia por la pérdida de un mundo del cual nunca se hizo parte. En tercer lugar, un vacío ante la pérdida de lo real contemporáneo, su sustancia ética, social y política.

A pesar de que algunas de las obras exihiben el refinamiento propio del arte formalista, es innevitable localizar la exhibición dentro del horizonte decolonial de nuestros días. El Sueño de la Razón es un elogio colonial de la sensibilidad norte-europea en su ramificación estadounidense. Trata de sustancializar en contextos sociales unas prácticas ideológicas que renegaron de ellos, como respuesta a la sensibilidad social y revolucionaria. En ningún espacio se recuerda que esta estética formal se puso en escena durante la Guerra Fría con el propósito de contrarrestar en Occidente el influjo de la estética del Realismo Socialista.

Richard Long, Sin título, barro del río Avon sobre papel, 1988

“Fantasma” es una figura que flota lúdicamente de una sala a otra. De una y otra manera, por medio de textos, de imágenes o de objetos, en toda la exposición hace presencia el fantasma del minimalismo. La exposición tiene la virtud de ayudar al visitante  a comprender lúdicamente el arte actual, su sin razón, su sueño, la enajenación del formalismo. Por ello, subtitulamos la exposición bajo la siguiente figura performántica: El Fantasma de la Ópera Minimalista.

Por supuesto, este espanto que recorre el piso dos del Museo no pretende aterrorizar al visitante. ¿Qué pretende entonces? ¿No tiene algo que ver con la Segunda Guerra Fría que se lleva a cabo en nuestros días? Quizá los curadores y la mesa asesora que administra el MAMU aún no lo sepan de manera consiente. Lo real es que nuestras acciones más “racionales” y “objetivas” están condicionadas por lo más oscuro de nuestro inconsciente.

Juan Uslé, Líneas desaparecidas, acrílico sobre tela, 1996

Como se recuerda, El Sueño de la Razónes el título de un grabado de Goya publicado en 1799, un regalo, un anuncio para el nuevo siglo. Una lectura crítica de la exposición muestra que el Sueño de la Razón Minimalistaproduce los monstruos que algunos críticos llaman “duchampismo”.

El Sueño de la Razónactiva los trayectoscríticos que perlaboran los artistas colombianos rahaceos a la razón instrumental, aquella que se pone al servicio de una ideología, sea esta del tinte que sea. Es una exposición qué hay que mirar, así la curaduría no aporte elementos de comprensión y juicio que enriquezcan o cuestionen la pulsión colonial en España y Colombia.