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Mesa crítica: diálogo con Dimo García. Pregunta el artista, ¿quiénes van a ver una obra de José Alejandro Restrepo?

Jorge Peñuela:

Restrepo es un artista que entra dentro de las coordenadas estéticas del Estado. Como usted sabe, estas coordenadas son la parte ominosa del arte contemporáneo. Sin embargo, hay algo arriesgado en sus proyectos institucionales que despierta interés crítico, pues, Restrepo logra construcciones que no se ven dentro del mercado del arte. Esta libertad merece crítica. Entendiendo la crítica como un intento de asimilar la obsesión o pulsión que opera en los signos del artista, sea este Restrepo o cualquier otro.

Restrepo se apoya en todos los recursos que ofrecen las artes de hoy, lo cual hace con acierto. El diálogo con colecciones es un filón que Alberto Baraya trabaja muy bien. Sin embargo, el enfoque pseudo marxista de algunas de las construcciones en Cadáveres Indisciplinados, deja en vilo algunas buenas ideas de esta propuesta. Me refiero a las imágenes en las que hace eco de la consigna según la cual la religión es el opio del pueblo.

Hoy podríamos responderle al artista, que el arte contemporáneo es el opio del agente neoliberal. La gratuidad ideológicamente anacrónica de Restrepo es lo que trato de pensar en mi reseña reciente. Pero insisto, el diálogo crítico solo comienza cuando aquello que piensa el artista tiene algo de interés para la actualidad. Y la propuesta de Restrepo suscita interés.

Dimo García:

¿Quiénes van a ver una obra de José Alejandro Restrepo? Y ¿quiénes son sus clientes? Luisa Poncas ha estado muy silencioso últimamente en la esfera pública y podría darnos luces sobre este particular. A mí modo de ver el mercado de Restrepo se limita al nicho del gremio artístico: los estudiantes universitarios que desde primer semestre se piensan como grandes artistas conceptuales, los profesores universitarios que buscan afanosamente qué meterle al power-point en la clase de arte nacional y los ideólogos del conceptualismo desde las instituciones. Ese mercado no es más que eso.

El trabajo no llama la atención del gran público ni de absolutamente nadie más, porque Restrepo no es un hacedor de imágenes artesanalmente pensadas, es decir de imágenes que llamen la atención por el trabajo efectuado, como tampoco es un hacedor de discursos artesanalmente pensados, es decir coherentes y bien estructurados (ah! Son postmodernos…, “postestructuralistas”, pffff…).

En fin, Restrepo es lo que podemos llamar un “paniaguado”, como Sergio Fajardo, no hace bien ni lo uno ni lo otro, ni la práctica ni la teoría. Por demás, pienso que los maestros Gustavo Rico Navarro y Carlos Salas Silva aun siguen sin entender qué tiene que ver la obra de Restrepo con lo que ellos hacen y por qué se supone que están en el mismo campo.

A estos pintores y a muchos otros les debemos una explicación seria. Sin embargo Restrepo triunfa y es de prestigio en los espacios de la pintura y el dibujo. Es paradójico, ¿a qué atribuirlo? Hay algo irracional allí, una mirada de consenso tribal, una tendencia a buscar y consolidar ídolos, hoy en día ídolos sin obra. Este tribalismo lleva a la amenaza gremial de que Restrepo “es bueno”,”es un icono”, a pesar de que, por fuera de Musa paradisiaca, donde algo había de manejo de imagen, el resto de sus trabajos son pastosas configuraciones abstrusas, justificadas con moralismos históricos y sin ningun interés visual.

La parte teórica tampoco es visible ni viable: ¿dónde están los libros de teoría, los escritos reflexivos de este ejemplo conceptual para poder evaluarlos con calma desde parámetros académicos? No se ven por ningún lado. Como he dicho, parece más un falso positivo del arte contemporáneo nacional que otra cosa.

Jorge Peñuela

En toda práctica discursiva es deseable que se lea antes de opinar acerca de algo escrito, antes de entregarse al discurso de la histeria, así estemos asfixiados por ella: nadie duda de que Facebook es el lugar de la histeria. De histeria se nutre la política y el arte de hoy. Para contrarrestarla hace falta un discurso crítico, pero para que haya crítica debe existir arte, así sea cansino y reiterativo como el que expone JAR en Cádáveres Indisciplinados. Este es el punto: así muchas veces los maestros acierten, es más provechoso para ellos que se les haga notar que con frecuencia yerran. En arte, las loas gratuitas ofenden.

Este es el aporte del discurso crítico: incursionar en la cadena de loas y gritos con los cuales los siervos cuidan de sus amos. Sin embargo, hoy han desaparecido todos los marcos críticos, por ello mismo el arte. Una y otra vez nos preguntamos qué es el arte. Se nos responde con un grito agotado, con un gesto afectado o con un discurso arrodillado al amo, entregado a un régimen obsoleto en lo conceptual, estridente en lo visual, morboso en sí mismo y mercantil en su finalidad. Se trata del discurso que ostentan las hordas sumisas que hacen posible la realidad que diseñan los amos del arte contemporáneo.

Como se sabe, dentro del discurso amo, el amo lo controla todo, lo puede todo, lo sabe todo, lo ve todo, porque él es el lugar de la producción de la verdad del arte y de los artistas, porque el amo sabe que el sino de los esclavos es autoeliminar sus propias necesidades. El esclavo goza deseando lo que desean los amos. No nos confundamos, el discurso amo no proviene de los imaginarios de los curadores. En este orden de ideas, aprecio los aportes críticos de Dimo García, que no son menores, así en ocasiones aborde enfoques que no comparto. A través de su disenso se gesta una revuelta discursiva que puede ser capaz de subvertir el discurso del amo del arte contemporáneo. Subvertido el discurso tendremos el arte que queremos. ¿Cuál es el arte que queremos? Sin duda, uno centrado en la vida.

Dimo García

Muy buen aporte, poético y directo, solo difiero cuando hablas de maestros supongo al referirte al artista JAR. Maestro es quien detenta una maestría, un conocimiento profundo en una materia (material), pero no veo la maestría en el trabajo del conceptual. Por eso no lo veo como un maestro, es solo un conceptual del tercer mundo.

Jorge Peñuela

Guillermo Vanegas formuló unas preguntas en Facebook que por alguna razón aparecían ocultas y no permitían responderse. Contesto acá: en especial, Guillermo hablaba acerca del montaje y de otros aspectos técnicos y conceptuales de Cadáveres Indisciplinados. Se preguntaba acerca del porqué no había créditos explícitos para el artista odontólogo de Piedecuesta. Asimismo, me preguntaba acerca del porqué no hago una curaduría acerca del trabajo pictórico de Dimo. La razón en sencilla. Yo no soy curador. Por la misma razón decliné una invitación a realizar una curaduría de Oscar Salamanca para la ASAB, un artista al que aprecio ese juego suyo entre anacronismo y arte contemporáneo . Por cierto, Guillermo debería reactivar esa idea para hacerle un reconocimiento a Salamanca. Por otro lado, Dimo, considero que cuando un canon se resiste al cambio es porque está muerto. El arte contemporáneo y sus amanuenses son tan conservadores como aquellos artistas que ven en la tradición de la pintura el ser del arte de todos los tiempos. En este orden de ideas, no se puede descartar la verdad que cada época reivindica. Hay que apreciar la entrada a otros espacios que no son ni el arte tradicional ni el arte contemporáneo. Así las cosas, sigue vigente la idea según la cual, “a cada tiempo su arte, y a cada arte su libertad”. Pienso que en la actualidad se están configurando otras maneras de pensar las imágenes. La crítica debe asegurarle a estos agentes artísticos y culturales, su libertad de hacerlo, entre ellos está JAR. Sin embargo, todo artista debe estar al tanto acerca de lo siguiente: cada gesto que incursione en un espacio cae (muchas veces de bruces) en lugares saturados de interpretaciones acerca del arte. Allí debe mostrar solvencia conceptual, plástica y espacial. Este es el debate actual con JAR.

Imagenes: José Alejandro Restrepo, Cadáveres Indisciplinados, exposición en marcha en El Parqueadero

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