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Coloquio Virtual de los artistas del Caribe colombiano

Apostilla a una intervención de la maestra Alexa Cuesta en facebook. Las palabras son esquivas a que se les manipule, en  el mismo instante de salir a inscribirse en la libreta de notas del señor Zuckerberg, cambian su registro originario  traicionando al agente. Esta traición tradicional de la cual se acusa  al lenguaje en gesto, crea las confusiones en que nos debatimos en las redes sociales.

No hacemos una defensa del maestro Ricardo Moreno, no podemos hacerlo, no estamos in situ. No tenemos el gusto de conocerlo ni la oportunidad de hacerle una entrevista.  Todo lo que conocemos de Arte Corrosivo está mediado por muchos intereses: de clase,  de raza, de género, de región, de razón, de imaginación, quizá de religión. Pero, sobre todo, ¡ay!, está transido por los intereses económicos que dominan la crítica de arte actual.  Esta lucha entre diversas  fuerzas modela nuestra experiencia del arte contemporáneo: igual en el Caribe que en la región Bogotá.  De ahí que no podemos evaluar la  gestión del maestro Moreno en Arte Corrosivo. Con propiedad, los y las artistas del Caribe Colombiano sí lo pueden hacer, pues, experiencian en vivo su propuesta, sus aciertos y sus fallas. Pero la crítica, sólo se puede pensar mediante una propiedad desapropiada para que el otro pueda asomarse a la escritura del crítico. El debate es una obligación y es aquello a lo cual se expone un artista cuando muestra un ejercicio, o un curador cuando totaliza a un conjunto de artistas bajo un criterio determinado.

arte corrosivo intervencin

Dijimos que no compartimos el regionalismo larvado como telón de fondo de la crítica a Moreno.  Ahora que se cambia de registro y se afirma que la amistad es el criterio de nuestro juicio, debemos afirmar que tampoco compartimos la división entre amigos y enemigos del curador.  Ahora bien, la mención de la traición a que son tan proclives las palabras, no es una pedantería más de las cuales se queja la maestra Alexa: dijimos con claridad lo siguiente: en los debates a los Salones Regionales, los artistas deben ir más allá de lo visible, de lo banal, más allá de las cuitas de la “obra” del artista, o de la pedagogía inoportuna e imperial dentro del pro-yecto del curador de turno. El veneno se debe buscar rio arriba, en las políticas del Ministerio de Cultura, y en el Régimen Neoliberal que empoderó a los Curators. A este respecto todas  las críticas son oportunas y es deber de todas las Regiones plantearlas, no porque sea dinero de las ciudadanas y los ciudadanos, sino porque tenemos la esperanza de que podemos pensar unas prácticas artísticas que transformen a sus agentes, que les muestren caminos hacia adentro y no hacia un afuera disfrazado de molinos de viento.

El arte colombiano requiere menos prejuicios universitarios, menos erudición académica, menos  injerencias metropolitanas en cada una de las metrópolis del país. A este respecto tiene razón la maestra Cuesta. Pero también exige menos   discursos identitarios, menos investigaciones positivas, menos encuestas administrativas, menos definiciones escolares, menos constelaciones conceptuales comparadas, menos estadísticas burocráticas, menos pruebas de laboratorios para cosificar el sentido de la existencia. Toda esta ideología administrativa y neoliberal seca la creatividad de los artistas y de sus gestores. Al contrario, se requiere  más destrucción de atavismos, más revisión de creencias y más deconstrucción de los amados fundamentalismos que nos tienen en guerra unos contra otros y otras. Si este ejercicio no se hace en cada una de las regiones, el Curator seguirá con el pie en la garganta del artista. Si los artistas no se deconstruyen a sí mismos y muestran todo aquello de lo que es capaz su imaginación, en los Salones Regionales y Nacionales sólo se hablará del dinero gastado por el curator. Hablar de dinero: ¡el pasatiempo burgués por excelencia!

Es necesario preguntar: después de quince versiones, ¿qué le dejan los Regionales a Colombia? ¿Sabemos algo que haya cambiado nuestras prácticas y nuestras creencias respecto al arte, acerca de Colombia, de sus ciudadanas y ciudadanos?

Finalmente, ¿existe algo así como un Salón  Regional en Bogotá? ¿Por qué tanto silencio en el Distrito Capital?

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