Por: Jorge Peñuela
Fecha: enero 23, 2022
Volver a la mesa de dibujo, una estrategia cultural del maestro Manuel Zúñiga
Manuel Zuñiga es un artista que conoce los entresijos desde donde se dirige y ejecuta la cultura colombiana. Su perspectiva periférica es privilegiada para comprender cómo los centros de poder operan disciplinando los cuerpos de las artistas. Desde su pérfil de Facebook hace la siguiente propuesta:
“ Empuñar un lápiz e intentar darle sentido a la vida haciendo lo que se sabe. Anunciarlo explícitamente para no dejar duda de lo que se ofrece. Considerar valioso tanto el servicio como el tema. Es un retorno al oficio, al trabajo artesanal, al tiempo ritualizado. Un dibujo, un vaso de un solo uso, un instante, y fuera, ¡A la orden!
Con todos los dibujos realizados: los míos y los encomendados, armaré este año una exposición en un lugar y fecha por confirmar. Los dibujos encomendados son aquellos que realice por encargo, sin costo alguno, salvo si desean poseerlos.
Los dibujos encomendados serán aquellos que realice a partir de una imagen (en JPG de buena resolución) y que reciba al correo electrónico unsolouso75@gmail.com hasta la media noche del viernes 25 de febrero de 2022, siempre y cuando retrate en primer plano un vaso de papel arrugado, usado por el emisor del correo justo después de haber consumido el estimulante contenido. Un encargo por persona.”
La idea que Manuel Zúñiga nos propone es importante en la medida que nos permite de manera oportuna deconstruir la cultura burguesa local y hacer real las culturas abiertas, de borde, las insumisas, las maricas o mariconizadas, las ignoradas y aplastadas. Una y otra vez.
Estamos en un periodo de convalecencia colectiva propicio para recuperar la dimensión poética de las artes. Nos estamos recuperando de todas las imposturas estéticas y políticas que radicalizaron y elitizaron la cultura a lo largo del siglo XXI, el siglo neoliberal que comenzó en la última década del siglo XX, luego de la caída del Muro de Berlín.
La idea de Manuel Zúñiga es oportuna. Es justo el momento de configurar otro tipo de subjetividades culturales, políticas y sociales. No son tiempos para seguir acomodados dentro del dispositivo de simulaciones estéticas con el cual se expolia y fragmenta la memoria colombiana. Los simulacros a los que nos tiene habituados la estética burguesa son hoy insostenibles. Esta parafernalia estatal se ha venido abajo con estrépito y ha aplastado muchas sensibilidades que parasitaban en torno a ella.
Luego del desastre social, no podemos seguir como si aquí no hubiera pasado nada. Por supuesto, el pueblo es más grande que sus patrones. Hoy la cultura colombiana está más viva que nunca. Sin recursos pero viva, porque las artistas han aprendido a sobrevivir en medio de muchos desastres.
Urge reventar la cultura burguesa y reinventar la poética que configura la sensibilidad de las comunidades reprimidas y olvidadas. Esto es justo lo que debemos hacer: volver a mirarnos de cerca y dibujarnos de otra manera para mantener la lejanía justa que garantiza los diálogos con lo diferente. Es una cuestión de deber: responder con una poética social e intempestiva la dramática realidad que clama desde lejos por un dibujo sin simulacros museísticos ni amaneramientos conceptuales.
Nuestras prácticas culturales deben liberarse del cerco burocrático con el cual el Estado nos acordonó y encerró. Debemos tener el coraje de denunciar una vez más la tecnología del arte contemporáneo made in Colombia. Con esta tecnología dictatorial las élites sociales han usurpado la memoria que hace inteligible nuestras lenguas y nos han quitado la voz y el derecho a tener una cultura diversa e incluyente.
Debemos preguntarnos en qué medida el régimen del arte contemporáneo o neoliberal, es decir, de feria para el consumo de productos suntuarios, nos ha utilizado y aplastado como vasos desechables. Debemos contrarrestar los discursos estéticos que nos han fragmentado para reforzar los imaginarios según los cuales somos menores de edad que requiren tutores, como el sacerdote, el médico o el profesor, esta vez mirando a Kant.
Maestro Zúñiga: por varias razones me apunto a su propuesta de invención colectiva con mi vaso aplastado en mi cabeza, una y otra vez. En primer lugar, porque no percibo una curaduría para satisfacer al Ego neoliberal, naranja, de nuestros días. Usted no es un buen hijo de la política de emprendimientos que el Estado colombiano le ha impuesto a sus artistas. Al contrario, creo que usted reivindica el trabajo material y social de las artistas que no buscan entrar en los rankings del Estado. Su iniciativa no solo intenta producir otro tipo de comunidades. Mediante este taller social, usted también se propone comenzar la construcción de la imagen de nuestro siglo.
En segundo lugar, me apunto a esta práctica porque es sencilla, fácil de entender en el aspecto conceptual, y es muy fácil de participar para producir el pueblo que nos falta.