Por: Liberatorio
Fecha: enero 9, 2021
La pulsión fascista y el llamado “arte contemporáneo”
Ninguna pulsión se satisface. Siempre regresa al origen de su necesidad. La pulsión siempre demanda más y más de quienes han sido construidos con base en la marca del dinero.
La artista estadoudinense Martha Rosler pronto se percata de las demandas de sus conciudadanas y conciudadanos, comprendió a cabalidad la ávida mirada del homo depredador, neoliberal, y destacó, ¡ay!, sin tenerlo muy claro, la habilidad de los comerciantes para satisfacerla. A propósito de las masacres durante la guerra de Vietnam, a partir de House Beautiful: Bringing the War Home (1967-1972) Rosler acentúa el componente crítico de la estética pop. Con sarcasmo, evidencia la brutalidad de la economía neoliberal y la hipocresía del humanismo artístico. Desde un punto de vista conceptual, renueva el sublime romántico promovido por la sociedad burguesa, la búsqueda solitaria del peligro desde la seguridad de las bellas mansiones californianas. A partir del siglo XIX, esta manera de construir la realidad se implementa en las artes. El artista romántico ama explorar los peligros desde la poltrona que las artes mercantiles ponen a su servicio.
La importancia de la propuesta de Rosler es innegable. Nos permite dilucidar la política y el arte de nuestros días en Colombia. Aquello que Rosler presenta como una crítica a la sociedad ávida de consumo, se constituye en la estética de la clase burguesa de nuestros días, la misma que reclama en las Ferias de Arte un pedazo de las guerras fraticidas que ella promueve en nuestros tiempos. A partir de las imágenes de Rosler, son muchas y muchos los artistas que se lucran con el trabajo del dolor de quienes padecen exclusión social, persecución política, o son perseguidas y perseguidos por condición de raza o género.
En Colombia, es tal el interés por este tipo de imágenes, que el Ministerio de Cultura está financiando anualmente un espacio para promover esta cultura de llevar de manera segura la guerra fratricida a las mansiones de los grandes coleccionistas de arte y a los museos del Estado colombiano.
El Estado colombiano goza con este arte de guerra, que, exultante, de manera especifica denomina Arte de Víctimas.