Plan Decenal de Cultura, economía naranja y los cuentos peregrinos acerca de la economía de les artistas que sólo cuentan con una ciudadanía precarizada para sobrevivir. 

La historiadora e investigadora María Mercedes Herrera compartió en su muro de Facebook un artículo del periodista Manuel Drezner en El Espectador que curiosamente a mi también me había llamado la atención porque su tópico central es recurrente en el mundo del arte: ¿de qué vive un artista? Leí el artículo el día de su publicación,  el jueves 5 de mayo en la mañana, pero no tuve tiempo de apostillarlo, a pesar de que lo encontré frívolo, desinformado y  desactualizado. La verdad fue que me dio pereza hablar acerca de un informe lígero de ropas conceptuales y tan alejado del sentido de actualidad que nos embarga desde el Estallido Social. Aún así, el artículo señala algunos problemas que urgen ser pensados, hoy más que nunca, más allá de las parodias que este tópico suscita dentro del mundo del arte. 

1)La afirmación según la cual la escritura de un artista es relevante solo si el artista sufre, es de reciente invención, el caso paradigmático es Van Gogh, surge con él.  Esta construcción discursiva, moderna y romántica, se constituyó en una herramienta bastante útil para vender arte burgués producido a bajo costo y vendido con muchos rendimientos. El objetivo de toda excritura es mejorar la comprensión de entornos de vida. Lo contrario es esteticismo economicista: vanity fair. Si mejorarmos la comprensión de cómo opera la maquinaria burguesa para vender arte, el “sufrimiento” de ser cuando somos despojados de la otra,  de la posibilidad de verdad, sigue siendo un criterio importante por considerar, en especial, para pensar nuestra relación con lo más cercano: lo extraño familiar. Por supuesto, esta actitud es un reto a las instituciones y le exige al crítico cultural explicar qué se entiende por “sufrimiento”: ¿quizá dolor? ¿Qué tipo de dolores afectan la existencia de la artista? El sufrimiento de Van Gogh no era material, pues, se las arreglaba bien con un pedazo de pan y una cerveza. Somos contemporáneas de Van Gogh. 

Si analizamos el paradigma romántico del “sufrimiento” desde una perspectiva transmoderna y posestructructuralista, aún podría mostrar con creces signos de actualidad, señales de un nuevo comienzo. Nos ayudaría a pensar la vocación artística que aún sobrevive en nuestros días, a pesar de que todavía no tenemos una respuesta satisfactoria a la pregunta acerca de qué vive un artista hoy. Pese a  los llamados al olvido que hacen muchas maquinarias de exposición artística romántica que hoy usan a las víctimas de guerra para capturar seguidores y recursos del Estado, hay artistas que miran en sí mismas lo reprimido a todo el conjunto de la sociedad. Este sufrimiento esencial no es evidente al lector de periódicos.

Sometides por la maquinaria romántica que captura la memoria de las víctimas de guerra, los artistas ingenuos esperanzados en encontrar recursos económicos para sobrevivir sufren mucho más por no saber cómo expresar sus luchas para librarse de tal dispositivo, de la maquinaria que amenaza su sobrevivencia económica reprecarizando su existencia. El y la artista colombiana comparten su precariedad económica con la del resto de pueblo del cual hacen parte. Han aprendido a sobrevivir junto a este resto de pueblo. Lo importante en artes no son los palcos de las catedrales imperiales ni las salas de recibo de los palacios cortesanos. Lo relevante en toda búsqueda artística es el esquivo y extraño resto(Agamben, 2006), lo más propio olvidado, lo reprimido, lo no pensado de eso perdido que llamamos pueblo. En efecto, solo un desplazamiento hacia las marcas ciegas y hacia los restos de la cultura viva ( ser-extraño-sin-escritura), permite decir algo que no esté supeditado a la ideología dominante del homo avasallador que administra nuestros cuerpos por medio de la momificación de la memoria común. Toda memoria es común, se intersecta con múltiples despojos. Memoria es experiencia de lo abierto en toda excritura artística.

El desplazamiento respecto al dispositivo dominante, llámesele Fragmentos ArtBO, es lo que podemos llamar acontecimiento. La técnica que permite inteligir el acontecimiento es la alegoría. Todo acontecimiento de lo que largamente se anuncia es una apuesta en donde al ser otra se la expone al juego del pensamiento. Ser es existencia femenina. Ser es pensar decía Parmenides, por eso se encomendaba a la diosa. Si no se entiende esto no se entiende nada. El olvido de ser es el olvido de lo femenino al ser existencia, de la lengua abierta que produce sentido. Ser es experiencia de lengua porque solo en esta es posible pensar. Esta actividad no condicionada por una preocupación económica es una poética,  no en el sentido de las rimas burguesas, ni de los melindres conceptuales, ni de los gorgoritos neoliberales que denuncia María Mercedes Carranza en su momento (2004). Todo lo contrario, poético es aquello que toca la piel desbordando las marcas que el homo neoliberal ha dejado impresas sobre ella. Ser es tocar, al tocar se existe. Mediante este toque de ser la diosa de Parmenides revela el camino hacia lo extraño más familiar (Heidegger (2014). Poético es aquel signo  que disuelve y conserva el límite que separa al ser de su pensar, y a este último de todas sus cosificaciones. Poético es aquello que recupera la verdad de la otra silenciada, histerizada, para establecer junto a ella una aleturgia en la que se reconoce la verdad de lo extraño como lo más propio. La aleturgia es la manifestación de la verdad de ser (Foucault, 2014).  

2) Drezner convalida anacrónicamente las galerías de arte como dispositivo de venta idóneo para perpetuar de manera anacrónica la maquinaria neoliberal. El dispositivo burgués funcionó de manera eficiente durante el siglo XX pero dejó de ser relevante para el neoliberalismo global. Hoy el mercado no se constituye en espacio de verdad, no permite hablar con verdad. Para Drezner, lo importante aún es que una apuesta artística se pueda vender como mercancía suntuaria falsamente sensible. Cada vez se vende menos arte a compradores no-institucionales. Ya no se vende arte porque este perdió su potencial transformador, su alma mater, la lengua que da ser y pensamiento a un pueblo. Reducida a mercancía, la obra de arte fue despojada de la sensibilidad extraña propia de toda lengua.  Una mercancía solo es el resultado maquínico de una técnica expropiadora de sentido, de lo abierto, de la femenina existencia. La técnica neoliberal es muda, brutal, somete, no habla, no expresa ninguna necesidad porque es un dispositivo paralelo que lucha por suplantar la lengua inventiva de la poeta. El ser que llamamos humano es una ser necesitada de pensar. ¡Esta es su potencia! ¡Transitar a la existencia real desde el olvido de su ser! 

3) Drezner no se percata de que el neoliberalismo hoy se localiza en un “más allá”, tanto de la época de las artes poéticas como del régimen de la mercancía. En Colombia, el viceministerio naranja se apoderó del pensamiento cultural. El viceministro de cultura ha logrado dar respuesta a la inquietud que plantea el periodista de El Espectador con respecto a la ineficacia del dispositivo “galería de arte”. El arte vuelve a ser un pasado, el arte ha muerto una vez más. Hace presencia en museos y galerías, o como un fantasma estético o como una momia política. Hoy el emprendedurismo, la técnica neoliberal,  establece si una obra puede ser reconocida o no socialmente. 

4) No sorprende que un periodista clásico diga tantas tonterías juntas acerca del arte actual, dicho con todo el énfasis que se requiere cuando se menciona “lo actual”, aquello que deja de ser potencia para transformarse a sí misma en sus entornos de sentido. Hablar de sabias tonterías es un privilegio que reclaman algunos patriarcas haciendo eco de voces artísticas que dejaron de ser voz de verdad. Ser voz es escuchar la diosa que ilumina ser. No obstante, sí sorprende que algunes artistas perspicaces no se percaten de la trivialidad del enfoque de Drezner. No solo de bienes materiales vive la artista de nuestros dias. Vida en artes es imaginación, libertad, escritura, imagen y espacio. Por supuesto, el tema acerca de la sobrevivencia económica del artista es de mucha relevancia y es justo ahora que hay que planteárselo a los candidatos a la presidencia, pero ese no es el interés del periodista de El Espectador. Al menos no es evidente. 

Debemos notar que les artistas por sí mismos no plantean esta urgencia, excepto por algunas organizaciones de artistas, gestoras, técnicos, investigadoras e historiadoras que emergieron durante el Estallido Social que desintegró las artes burguesas, es decir, aquellas artes cosificadas que contribuyen a intensificar la pulsión del consumo neoliberal en detrimento de la misión milenaria de las artes, a saber, inventar lenguas para la sobrevivencia cultural, como seres que se piensan unas con otras de manera permanente. 

Hoy organizaciones de artistas como la MAAC promueven un debate de censura al Plan Decenal de Cultura, justo para denunciar al Ministerio de Cultura por reducir las artes a un asunto de empresa comercial en detrimento de la vocación pedagógica de las artes, en detrimento de la búsqueda de horizontes igualitarios e incluyentes.

BIBLIOGRAFÍA:

Agamben, Giorgio ( 2006). Lo abierto. Buenos Aires: Adriana Hidalgo. 

Carranza, María Mercedes ( 2004). Poesía completa y cinco poemas inéditos. Buenos Aires: Alfaguara.

Foucault, Michel (2014). Del gobierno de los vivos. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. 

Heidegger, Martin (2014). Aclaraciones a la poesia de Hölderlin. Buenos Aires. Alfaguara.