Por: Jorge Peñuela
Fecha: septiembre 29, 2014
Proyecto habitacción: segunda jornada en la “sede temporal”
El maestro Adrián Gómez, coordinador del proyecto Habitaccción, nos ha hecho llegar una nota que invita a la meditacón critica. Comenta brevemente nuestro texto acerca de las acciones dentro del proyecto Habitacción, las cuales fueron realizadas en la “Sede Temporal” de la Galería Santa Fe, el día 7 de febrero de 2013. Plantea a la crítica una inquietud de mucho interés para el arte contemporáneo en Colombia, un paisaje desprovisto de un lugar para acampar la lluvia de presiones sociales y políticas que amenaza quitarle a los artistas lo que les resta de su libertad. La libertad en el arte contemporáneo es sólo eso: «un resto» de algo que está menos en el pasado que en el futuro. Respecto a la intervención del maestro Gómez en Liberatorio, podemos formular varias preguntas: ¿se puede comparar un ejercicio artístico con otro? ¿Bajo qué circunstancias y reglas? ¿Quién pone en escena las circunstancias que determinan la acción del artística? ¿Quién regula las reglas de circulación de las simbólicas artísticas? ¿En qué momento los ejercicios artísticos se vuelven incomparables? Y, lo más fundamental: ¿por qué se vuelven incomparables? ¿Con qué derecho se retiran del mundo e ingresan a una Caja Fuerte? ¿Tienen derecho a marginarse del dinamismo que caracteriza la permanente transformación de las ideas en las artes?
Gómez sugiere que el ejercicio de comparación no procede en el paisaje del arte contemporáneo, que no debemos considerarlo como criterio de comprensión. Sin duda alguna, desde la perspectiva del productor, una propuesta artística no se puede comparar con otra. Un esfuerzo personal y vivencial no puede compararse con ningún otro. No obstante, localizados más acá de la pena o el dolor que conlleva todo ejercicio plástico serio, pensamos que la situación cambia cuando tratamos de comprender y simbolizar qué es lo que acontece en un trabajo artístico desde el momento en que irrumpe en el lenguaje crítico, cuando los destinatarios nos ponemos en la tarea de materializar en la escritura los acontecimientos que la obra detona, o para metaforizar las pasiones que suscita.
Detonada la transfiguración que la situación artística provoca, para comprender necesariamente debemos realizar un ejercicio de comparación entre los diferentes ejercicios que comparten una misma sensibilidad y un mismo concepto. La comparación no es un problema. Desde el siglo XVII, los teóricos comprenden que el problema consiste en saber cuáles son los criterios que median la comparación de unos signos plásticos que comparten una misma sensibilidad. Cada época tiene sus propios criterios porque las modalidades de expresión cambian, y las del arte deben adecuarse a esos cambios. El artista tiene derecho a saber cómo realiza el ejercicio crítico quien se atreve a hablar de la experiencia radical que realiza un artista en cada una de sus salidas. Experiencia radical es el primer criterio para discernir la relevancia de un ejercicio artístico en el paisaje contemporáneo. En las artes, las medias tintas cuentan poco. La experiencia artística debe ser radical o el artista naufraga en el esteticismo en que colapsó el arte moderno, o se hunde en el etnografismo que le lavó el cerebro a mentes muy lúcidas del arte contemporáneo en Colombia. El crítico se ubica en medio del abismo en que se sumerge el artista en su aventura plástica, el signo es su balsa. El crítico no se deja arrastrar por las borrascas que el artista conjura. Para ello el crítico de arte pone en acción algunos criterios adicionales a los imaginarios que explora el artista.
Los artistas tienen razón en lamentarse cuando la crítica no alcanza a discernir y visualizar en su escritura la multiplicidad de elementos que se ponen en juego en una puesta en acción, ya sea en una pintura, en un video, en una fotografía o en una escultura, o un inquilinato, como Dioscórides Pérez apostilla de manera cáustica, el lugar que alberga el proyecto Habitacción. En esta imagen de Dioscórides se aprecia la figura mediante la cual el artista se fuga necesariamente de la opinión común, si quiere, como debe, decir algo de interés a una comunidad que ha visto lo suficiente de la realidad y de las artes. Los destinatarios tienen voz en la construcción y simbolización de las imágenes con las que serán recordados o reconocidos en el futuro como agentes de igualdad y libertad.
Analicemos varios criterios complementarios que nos podrían servir para acercarnos a las acciones realizadas el 7 y el 14 de febrero de 2012. Primero: criterio de la espacialidad. Las propuestas se vieron afectadas por la promiscuidad del lugar: el ciudadano y la ciudadana no alcanzan a discernir si la confusión que genera el tránsito apretujado entre los visitantes, se debe a la precariedad imaginativa de la arquitectura, a la estrechez del lugar o a la gran afluencia del público. En las habitaciones escasamente cabe el artista, la mayoría de los visitantes quedan marginados del transcurrir de las acciones; muchos quedan por fuera del campo de acción del artista, tal y como quedaba aislada la obra de arte moderna. Es evidente que esta contingencia espacial no es su responsabilidad. Pero, por muy buena voluntad que los artistas pongan para alcanzar a su público, las condiciones básicas que ofrece la “Sede Temporal” frustran el empeño que apreciamos en todos ellos y ellas de alcanzar a su público, de abrazarlo, así no sea literalmente, tal y como Abel Azcona concibió su acción plástica. Desde esta perspectiva, la seriedad con que los artistas abordan su práctica no queda en cuestión. Al contrario, su esfuerzo nos resarce de la precariedad de la “Sede Temporal”. Hemos naturalizado la precariedad. (Pocos preguntan a este respecto, para no poner en riesgo las relaciones con el D.C. Sabemos con creces que la red burocrática del D.C. es vengativa).
Segundo: criterio del concepto. Podemos hablar de los conceptos que se pusieron a prueba en cada una de las acciones: habitar la habitación con acciones. Habitar es una acción que involucra a otros semejantes-desemejantes. Nos preguntamos: ¿qué acciones realizamos en una habitación? ¿Qué acciones podríamos pensar para transformarla en otro espacio, así sea en una precaria “Sede Temporal” para las artes contemporáneas de Bogotá? Es evidente que el espacio es quien sugiere o susurra el nombre del proyecto a los artistas. Pero sólo con un propósito: que el artista haga estallar sus límites. No fue esta la constante en Habitacción. Se tomó literalmente el nombre arquitectónico que se atribuye al tipo de espacios intervenidos, y con base en él los artistas realizan sus ejercicios como una búsqueda personal. De este encuentro consigo mismos se nutre la acción del artista. El propósito es irrealizable si el artista no rompe conceptualmente con el espacio que lo acoge para disciplinarlo.
Es un acierto de los artistas que días antes de las respectivas acciones de Habitacción, pernotaran en el espacio asignado. Aunque no sabemos que tipo de prácticas realizaron en ese retiro, este gesto muestra que tienen una comprensión profunda de aquello que se juega en una acción plástica. No obstante, en su encuentro posterior con los visitantes, la estrechez del lugar hace que olviden el principio que rige todos los momentos de una acción: la acción propicia la acción con otros y no puede quedar reducida a algo que se pone ante los ojos, algo que se pone a salvo de las manos y las miradas del visitante. Pensamos que el término elegido para la intervención no alcanzó a espolear suficientemente la imaginación de los artistas. El concepto movilizado debe tener la fuerza suficiente para producir algún choque de entendimientos que sea de interés para los participantes internos y externos a la acción. Por la obviedad, por la correspondencia literal entre el espacio y su nombre, los artistas debían suplir con arrojo e imaginación la debilidad del término y la precariedad del espacio. En algunos casos, faltó algo para hacer estallar esta relación de conveniencia entre el nombre y el espacio intervenido. Sólo mediante las chispas de este choque, el artista se apodera de la sensibilidad del espectador.
Tercero: criterio de la figura. El trabajo del artista de acción con las figuras que lo rondan es más exigente que el que realizan las artes tradicionales, pues, el artista al salirse del cuadro y entrar en la atmósfera de los destinarios, puede hacerse trizas. La elección de los elementos con los cuales el artista se acompaña en la acción, las figuras que emergen durante su elaboración, su disposición en el espacio para transformarlo y flexibilizarlo para que acoja al visitante, trazan la figura que salvan al artista de las tormentas en que sumerge a sus destinatarios. La figura es la sombra que protege a uno y otros de la luz con que la cotidianidad ciega nuestra comprensión de lo diferente. También constituye el referente central para hacernos una idea de los «restos» de la meditación del artista, previa a la acción en que se propone sumergirnos.
Cuarto: criterio del tema. Es el puente para alcanzar al destinatario. Los artistas los esbozan mediante muchas estrategias, por medio de signos naturales o artificiales, ya sea con un grafiti, un olor, o algún otro elemento que pone al ciudadano en situación de alerta o escucha. Cualquiera de criterios enunciados nos sirve para dar una opinión acerca de lo visto y lo sentido. Adrián Gómez tiene razón: no se puede comparar una obra con otra si no existen criterios.
El proyecto habitacción es encomiable, y los artistas que aceptaron intervenir el espacio de la “Sede Temporal” son valientes al colaborar con esta iniciativa plástica, pues, el espacio constriñe la experiencia potencial en cada idea artística, e impide que ella se dé en toda su magnitud transformadora. Los artistas saben que Bogotá necesita arte y apoyan todo este tipo de propuestas, pero realizarlas en condiciones precarias no favorece sus ideas. No sobra explicitar que estos escolios son una manifestación de mi respeto por los artistas contemporáneos de Colombia, por ese trabajo constante para sacar adelante el arte de acción.
¿Y qué pasó con la Segunda Jornada? Pues, estaba programada para que terminara a las ocho de la noche del 14 de febrero, ya que había varias acciones. No obstante, tengo la impresión de que algunas tuvieron que ser abortadas porque el horario oficial de la “Sede Temporal” es horario de oficina: va hasta a las cinco o cinco y treinta P.M. Por lo tanto, los trabajadores que llegamos a las seis no pudimos apreciar las acciones programadas. Encontré al artista Juan Fernando Cáceres al final de sus acción y todo lo que alcance a percibir de ella fueron los restos de ella en su rostro, un rostro de esos que Pasolini y Fellini amaban pintar. También alcancé a percibir los restos de las otras acciones realizadas, es el caso de la acción de Andrés Suarez y Fabián Miranda, este último lucía transfigurado. Acerca de estos “restos” sería importante hablar en profundidad. Somos seres que habitan en vida sus restos, restos de algo que nunca lograremos ser: somos seres fúnebres que luchan por una transfiguración radical de esos restos que nos constituyen desde el futuro. Los artistas deberían tratar sus restos con más cuidado, y no olvidar que ellos son verdades que la ciencia jamás podrá refutar.
Fotografías: cortesía de los maestros Adrián Gómez y Fabián Miranda.
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