Por: Jorge Peñuela
Fecha: octubre 6, 2014
Un performance colectivo para pasar San Pedro en Bogotá: al oído del alcalde mayor de Bogotá
El 30 de junio de 2013, las comunidades LGBTI realizaron su Desfile del Orgullo Gay en Bogotá. En esta oportunidad, la capital acoge comunidades LGBTI de otras partes del país en donde aún son perseguidas y criminalizadas. Se trata de una manifestación cultural y artística que cada año atrae a más participantes heterosexuales, ya sea como activistas solidarios con el derecho a la diferencia, o como observadores espontáneos del espectáculo artístico. Pese a la marginalidad, a la adversidad de la situación social y política en las cuales se encuentran las comunidades LGBTI, los heterosexuales se sorprenden al ver la alegría y la espontaneidad de los participantes. Intuyen que el encuentro con los diferentes, hace posible concebir espacios para vivir en condiciones igualitarias para todos y todas. A lo largo de la carrera séptima de Bogotá y durante varias horas, se sorprenden de ver a hombres y mujeres danzando libertades que no tienen, que muchos y muchas heterosexuales están lejos de poseer.
El ritmo del tiempo que se reacomoda en la contemporaneidad, anuncia espacios más igualitarios, más abiertos a la diversidad sexual y de opinión social o política. En muy poco tiempo, las bogotanas y los bogotanos no querrán pasar San Pedro en Melgar, Líbano, Neiva o Ibagué, pues, preferirán quedarse en Bogotá celebrando un San Pedro contemporáneo que exalta la diversidad ética, social y sexual de las colombianas y los colombianos. El alcalde mayor debiera estudiar el potencial económico, social y político que tiene esta vistosa puesta en escena de las comunidades LGBTI. A instancias del Alcalde Mayor, mediante algún estímulo, Santiago Trujillo, director del Idartes, deberá promover que los bogotanos se queden en su ciudad, en esta época en que otras ciudades se pelean por el dinero que los y las bogotanas dedican a un ocio no productivo, sin ningún enriquecimiento humano ni cultural. El progreso humano lo determina este ocio creativo.
Todo el presupuesto del Idartes no debe destinarse a Rock al parque. Un premio significativo a la mejor comparsa, a la mejor carroza, estimularía aún más la participación de todas las comunidades bogotanas en este espacio de libertad e igualdad, otras comunidades no necesariamente LGBTI. Persistir en la cultura del gueto no le hace bien a la ciudad. Comparado con el presupuesto de Rock al parque, estos estímulos son menores, pero ayudarían a mejorar el despliegue de la imaginación y la potencialidad creativa de estas comunidades, la cuales, sin duda alguna, son auténticas, por lo tanto emancipatorias. El alcalde puede apoyar aún más a las comunidades LGBTI. Con la participación económica del Distrito, el día de fiesta de las comunidades LGBTI, puede convertirse en una fiesta de solidaridad con la igualdad de la libertad y la diferencia, para gozo de toda la ciudad. Esta es una idea adecuada al programa humanista de Gustavo Petro, quien hace tres años desfiló junto a estas comunidades. (Por supuesto, estaba en campaña para llegar a la alcaldía de Bogotá). Inclusive, las universidades que tienen estudios de género, deberían mostrar algo de coherencia práctica y participar en estas festividades. Las prácticas de las comunidades LGBTI ponen a prueba estos espacios académicos, su coherencia real, la coherencia de la vida. Su trabajo intelectual se vería legitimado por la creatividad de las comunidades LGBTI.
Es notable cómo los niños y las niñas que apreciaron el desfile de la diversidad LGBTI 2013, fueron quienes más se divirtieron con esta puesta de escena de derechos concedidos en el papel y no incorporados a la vida cotidiana de las colombianas y los colombianos. Todos y todas querían tomarse una fotografía con los/las performers más exuberantes. Pese a la homofobia larvada a expensas de la misoginia tradicional del opus dei colombiano, el colorido, la imaginación y todo el despliegue artístico de este evento colectivo, en el cual las comunidades danzan libertades que aún están lejos de disfrutar en la vida cotidiana, terminarán por alcanzar reconocimiento social y cultural. En los dos años que le quedan de su administración, ojalá Gustavo Pedro apoye con mayor decisión cultural estas iniciativas de las comunidades LGBTI, pues no solamente ellos y ellas saldrán beneficiados. La ciudad entera comprenderá que vale la pena luchar por la libertad y la igualdad de todos y todas las colombianas. Sólo así tendremos la Colombia diferente que todas y todos anhelamos.
Algunos centros de entretenimiento de la comunidad LGBTI de Bogotá, apoyaron el Desfile del Orgullo Gay 2013. Unos porque creen en la causa de las comunidades LGBTI, otros porque quieren atraer nuevos clientes a sus negocios. La discoteca Tokyo se destacó por el lucido espectáculo de sus performers. Otras carrozas mal identificadas, también aportaron la música que alegró la marcha a lo largo de tres horas y media, desde el Parque Nacional hasta la Plaza de Bolívar. Habría que investigar, por qué uno de los espacios de diversión que más se aprovecha del dinero de la comunidad LGBTI, no apoya estas manifestaciones de libertad. En efecto, la discoteca Theatron no se hace presente en este acontecimiento que convoca a las comunidades LGBTI. Sin duda, sus clientes habrán tomado nota de su ausencia y de su falta de coherencia ética, así esta decisión tenga coherencia económica. ¿Lo harán?