Por: Jorge Peñuela
Fecha: julio 31, 2017
El infrarrealismo de Jorge Zapata
La exposición Levantamientos de Jorge Zapata, en La Silueta Casa, es una exposición importante para Bogotá. Muestra a los artistas universitarios que la tradición de la pintura occidental sobrevive en el pensamiento de artistas que manifiestan poco interés en ella para concentrarse en la gente. La pintura recobra su pertinencia estética, política y social cuando se relaciona con la gente, cuando sus imágenes tratan de la gente, de aquellos hombres y mujeres que nunca harán parte del dosier publicitario con el cual las grandes ciudades ocultan su infrarrealidad. El arte se legitima políticamente en el momento en que el visitante exclama ¡esta es la gente!, ¡ese soy yo!, ¡ahí está el Parque Bolívar!, como afirma con entusiasmo el sociólogo Armando Rodríguez, visitante de la exposición la noche de inauguración.
Jorge Zapata localiza la tradición de la pintura occidental por fuera de la contaminación estética que padecen Medellín y otras metrópolis como Bogotá. Contrario al protocolo estético que rige la producción de arte universitario, Zapata lleva el arte a la gente. Su propuesta es relevante por varios motivos. En primer lugar, porque el artista despliega su sensibilidad en un espacio que comprende con generosidad, sin juicos previos y sin ánimo de lucrarse estética o materialmente. En segundo lugar, porque satisface la búsqueda de sentido que clama el arte de nuestros días, en cual ha sido despojado de cualquier relevancia ética o política, así hoy se hable profusamente acerca de “arte político” y “arte ético”. En tercer lugar, porque muestra que la estética moderna —técnica y conceptualmente— se queda corta cuando se trata de hablar con verdad.
El arte de Zapata es una propuesta alegre, no porque el contexto sea jocoso sino porque las gentes colombianas son alegres y generosas en medio de los desastres que las humillan y sangran. Asimismo, es joven porque interesa a los jóvenes, porque los toca y anima su imaginación. Cuando el arte joven solo interesa a los académicos, los curadores o expertos, como suele ocurrir con mucho arte universitario, el arte está muerto.
Con sus ejercicios de carácter callejero, Zapata muestra que lejos de las grandes urbes metropolitanas la pintura es una actividad muy prolífica en imágenes inéditas para la Historia del Arte, potente en su sentido, generosa en ideas y vehemente en su búsqueda de verdad. En este momento en el cual, el arte contemporáneo es objeto de muchas críticas por parte de una ciudadanía que lo siente alejado de ella, Zapata muestra que se puede sentir el contexto de otro modo y pintarlo con pasión meditada y sin prejuicios, es decir, con amor por unas gentes y unas prácticas de sentido precarias, subvaloradas por la crítica y despreciadas en muchos espacios institucionales. Zapata permite que lo real se manifieste en la imagen. Llamo infrarrealismo a esta manifestación de lo real. Zapata es uno de sus poetas. A lo real solo se accede a través de una escritura poética. Zapata escribe una poesía acerca de la gente.
Sin necesidad de enajenarse en ninguna teología, La Silueta Casa manda un mensaje claro a los artistas universitarios y al sistema artístico colombiano: o se actualizan en historia de la actualidad acercándose al hombre y la mujer del común, o serán desplazados por aquellos artistas que, sin pompas estéticas, silencian sus egos académicos para que la realidad se deshaga de sus velos, hable y muestre su verdad, es decir, su represión cultural. El maestro David Lozano respalda este enfoque.
Ahora bien, los artistas y críticos se preguntan con qué criterios podemos abordar la legitimidad de una imagen dentro del arte colombiano actual. Se proponen diversos enfoques, con los cuales se estudian conceptos e ideas que provienen desde la tradición clásica y llegan hasta examinar la apuesta post-contemporánea. Si se trata de dialogar razonablemente (de tú a tú) con la tradición clásica o moderna, sería importante volver a leer la Poética de Aristóteles. Este filósofo comprende a cabalidad la importancia que tienen las artes para mantener, incrementar o remediar la salud pública. O el arte reivindica su condición pública o no se le puede considerar arte. David Lozano afirma que en Colombia no hay arte público. Es decir, el arte no hace parte de la vida de hombres y mujeres. Por un lado, no significa para ellos ninguna mejoría anímica, ética ni estética. Por otro lado, no es expresión de emancipación política.
Aristóteles comenta que más allá del espectáculo y la técnica, lo esencial en el arte es la historia específica que sostiene a toda imagen verosímil. La historia en la imagen relaciona lo individual con lo público. La técnica importa, incluso el espectáculo, pero lo esencial en arte es la historia que habla en la imagen. El arte que molesta a muchos artistas y críticos del arte contemporáneo, es aquel que no tiene historia. Sin historia solo queda el espectáculo. No se trata de las referencias a la Historia del Arte que suelen realizar los artistas universitarios. Me refiero a la infrahistoria del día a día, a la historia de la actualidad que hombres y mujeres padecen sin clemencia.
Jorge Zapata es un historiador de la actualidad. Su exposición en La Silueta Casa es un conjunto de pequeñas historias que hacen grandes y memorables al hombre y la mujer del común. Ahora, a mi modo de ver, el arte contemporáneo o comercial exige un arte sin historia (Doris Salcedo). Críticos del arte contemporáneo como Dimo García tienen razón: el artista contemporáneo menciona tangencialmente la historia, solo para desaparecerla por medio de una historia global (la historia de las víctimas, por ejemplo). Y con un propósito: que la forma silencie el ruido y el vértigo que produce lo real, la infrarrealidad. Las imágenes de Zapata permiten que lo real hable.
Recientemente, bajo el nombre de Crónica Centro y con curaduría de Oscar Roldán-Alzate, Jorge Zapata muestra en el Paraninfo de la Universidad de Antioquia un amplio repertorio de imágenes populares que reflejan la gente. Son historias imaginadas a partir de su relación diaria con hombres y mujeres que luchan permanentemente por un pequeño espacio en las grandes urbes de Colombia. De este pequeño espacio depende la existencia de cientos de hombres y mujeres en Medellín, pero también en Cali, Barranquilla y Bogotá. El montaje (Aristóteles lo llama escenografía) de Crónica Centro, es precario, pues, trata de estar acorde con el ethos social de las gentes retratadas y con la precariedad técnica que se evidencia en la construcción de la imagen. Incluye imágenes con pretensión de cuadros, algunos de formato grande. Una acción legítima, si se trata de otro interés del artista. Sin embargo, estos cuadros debilitan la propuesta gráfica en aquellas imágenes que se presentan como apuntes rápidos de la singularidad propia de la cotidianidad de Medellín. Por otro lado, el exceso de luz externa e interna, produce reflejos que impiden gozar el color, apreciar la gracia en el dibujo y comprender la pertinencia de la composición que artista pone en escena.
En la exposición de los relatos de Zapata se goza, lo cual es algo que sucede con poca frecuencia en una exposición, pues, los artistas contemporáneos nos prohíben gozar y nos exigen pensar sus duelos a su manera. En términos de Rancière, Zapata emancipa al espectador, para que goce en libertad las propiedades de la imagen y la intensidad que el artista capa en cada historia. Finalmente, la precariedad del montaje deja de estorbar y molestar. La potencia de la historia de todas estas pequeñas grandes historias que Zapata recoge, concentra la atención del visitante, lo deslumbra y lo compulsa a pensar.
En Bogotá, el concepto, el formato y el montaje cambian. En primer lugar, no se presentan imágenes en formatos grandes. Hay unidad formal en medio de la diversidad de imágenes, motivos y problemas. En segundo lugar, el concepto de Levantamiento suple al de Crónica. El concepto que recoge las imágenes que llegan a Bogotá aún deja translucir la afección luctuosa con que la Academia, el Estado y el Mercado marcan la producción de imagen artística en las últimas décadas. Sin embargo, bajo la presión del color sobre la sensibilidad del visitante, finalmente, este olvida el duelo y el luto impuestos a la producción de imagen por parte de la Triarca colombiana (Academia, Estado, Mercado). El concepto de crónica es más diverso. La crónica puede ser alegre, colorida y placentera, el visitante puede gozar en medio de la tragedia que Zapata recoge con cariño en sus imágenes. La Crónica que se muestra en Medellín es algo acerca de la vida. El Levantamiento del que se habla en Bogotá refuerza la tanatopolítica de los artistas políticos. Aunque cabe pensar el Levantamiento de Zapata, menos como un acto administrativo y más como una insurrección política.
A Levantamientos, le antecede una esmerada selección de historias de vida por parte de Andrés Fresneda, director de La Silueta Casa, agente cultural que no tiene la pretensión de fungir como curador. Asimismo, la exposición se favorece por ser el evento con el cual La Silueta Casa abre este espacio a la ciudad. Se trata de un espacio pensado de manera esmerada para sacar lo mejor de las imágenes de los artistas. El montaje de Levantamientos supera de lejos la precariedad de Crónica Centro, la exposición de Medellín. Así el concepto que agrupa las imágenes sea luctuoso, el montaje en Bogotá es discreto, elegante, sencillo y resalta cada una de las historias en particular, y a todas ellas en conjunto. Esta unidad diversa toca al visitante y lo lleva a reconocer estas imágenes como algo propio.
Como dice Marlon Brando en ¡Viva Zapata!, imágenes como aquellas que recoge Jorge Zapata son nuestras, nos pertenecen, por ello mismo las defienden los visitantes. En las imágenes de Zapata sobreviven las historias que el arte contemporáneo volatiza. Las últimas palabras e imágenes que vemos en La Silueta Casa, son las primeras de otra manera de mirar artísticamente el entorno. El contexto actual requiere una mirada más limpia, una sensibilidad descontaminada de las afecciones que la enclaustran. Jorge Zapata tiene la mirada que requiere la nueva fase que actualmente exploramos con esperanza las colombianas y los colombianos.
https://www.youtube.com/watch?v=FebYwg4iqdU
Fotografías Ricardo Muñoz Martinez